Diario de un gigolo (25)
Lily prepara concienzudamente a Johnny para su cita con Marta. Incluso utiliza grabaciones que nuestro protagonista ignoraba que existieran...un tanto arriesgado.
DIARIO DE UN GIGOLÓ XXV
MI PRIMERA CITA CON MARTA
Monique y Johnny continuaron buscando el punto G a lo largo y ancho de un par de años...hasta que lo encontraron. Pero esa es otra historia para otro momento. El que mencione a Monique al comenzar a narrar la historia de mi gran amor, Marta, viene a cuento porque fue a la vuelta del mes de vacaciones, que me concedió Lily gracias a la generosidad de Mónica, cuando se produjo mi esperada cita con Marta.
Lily consiguió el favor que tanto necesitaba en aquel momento, a pesar de que el punto G se nos resistiera a Monique y a mi como un jabato. La vida de mi partenaire cambió a mejor y los horizontes para un futuro próximo no podían resultar más atractivos. El pequeño dictador, Franco, acababa de morir como todos los mortales, dictadores o no. La noticia de su fallecimiento nos pilló en la cama, a Monique y a su empecinado amante. Ella suspiró como si se le acabara de abrir una puerta a otra clase de vida. Esperaba que su marido fuera más razonable, teniendo en cuenta que las cosas empezarían a cambiar, y muy deprisa. No se equivocaba porque años más tarde llegaría el divorcio y Monique podría alejarse para siempre de su pesadilla. No me gusta adelantar los finales pero sí lo voy a hacer en esta ocasión puesto que la empecinada Mónica no solo encontró el punto G, la gran meta de su vida, sino que con los años hallaría su príncipe azul. Unos años más joven que ella, Alfredo, aspirante a escritor y pobre de solemnidad, vería el cielo abierto cuando encontró mecenas, mentora y amante con posibles en una pieza. Nadie hubiera apostado mucho por su futuro pero Monique había aprendido en una temporada lo que no logró en un largo pasado, en la cama y fuera de ella. Lo suficiente para que su joven amante la pidiera en matrimonio, con la sana intención de aguantar unos cuantos años. En realidad fueron décadas. El amor es como una mina de oro, cuando la encuentras, si eres listo, tendrás oro para el resto de tu vida.
El mes de vacaciones lo pasé en Suiza. Gastos pagados íntegramente por Lily, quien me ofreció a Anabel, la dulce mulata. Me negué y no sin dolor, pero el esforzado trabajo con Monique me tenía para el arrastre y conociéndome como me conozco no hubiera acabado vivo las vacaciones con Anabel a mi lado noche y día. Ambas damas comprendieron mis razones. No pusieron mala cara cuando me despedían en el aeropuerto de Barajas, al contrario, me besaron largamente, aconsejándome mucho relajo porque a la vuelta tendría que devolverles unos cuantos favores.
Me perdí en las montañas suizas, justo por donde Brahms compusiera su cuarta sinfonía. Como un macho cabrío trepé altas cumbres, disfrutando de puestas de sol tan hermosas que me prometí una tarde de éxtasis místico dedicarme al montañismo en serio, con cuerda y sherpas, en cuanto Lily me concediera un año sabático, lejos de mujeres, que son para la montaña como calma chicha para un velero. A pesar de mis buenos propósitos no pude zafarme de una aventurilla de nada, con una jovencita suiza, que ya les contaré en otra ocasión.
A mi regreso Lily me ofreció una noche de orgía triangular. La otra punta del triángulo fue Anabel, como ya habrán adivinado. Se lo debía y estuve encantado de cumplir. Dos días más tarde recibí una llamada de la patrona. Las vacaciones habían sido largas y muy aprovechadas, ahora llegaba el momento de volver al tajo, de cumplir como un caballero. Cenamos a solas en su cuarto, en la forma en que tanto ella como yo nos habíamos ya acostumbrado, y de nuevo desnudos a la mesa tras una dura batalla en el lecho, Lily abrió de nuevo su caja fuerte y sacando el álbum de las clientas de primera división, fue directamente al principio. Marta era su number one. Las fotos del álbum no podían ser más recatadas. Marta, portada de una revista del corazón, con motivo de una donación para una asociación dedicada a los niños con síndrome de Dawn. Marta posando en la terraza de la casa de Lily, una noche de luna llena. Marta en los jardines de Lily un mediodía veraniego. Marta en bikini en una anónima y resguardada cala menorquina.
Hay mujeres que al primer vistazo nos damos cuenta de que si entraran en nuestras vidas lo harían como un huracán. Después de ellas no quedaría nada de nada. Solo el recuerdo del viento soplando a doscientos km por hora. Eso me sucedió la primera vez que la contemplé en el álbum de Lily. Todo en ella llamaba la atención. Su larga melena castaña orlando un rostro de rasgos muy suaves, como de niña grande, sus ojos negros, profundos como el abismo. Era un rostro más bien redondo y dulce pero en el que no se advertía el menor síntoma, el menor atisbo de debilidad. No es que su mandíbula diera una impresión andrógina de fortaleza masculina. Al contrario, podías imaginarte pasando tu mano por aquel rostro sin encontrar la menor dureza. Sin embargo algo en sus ojos te indicaba que con aquella mujer no podía jugarse a otra cosa que no fuera sexo. No era baja aunque tampoco destacaba por su altura. Calculé entre un 1,75 y 1,80. Sus pechos, sobre todo en la foto del bikini, aparecían plenos, erguidos como retándote, ni excesivamente grandes ni tan pequeños que pudieran pasar desapercibidos. Sus caderas anunciaban el bamboleo de un galeón en plena galerna. Creo que su cuerpo estaba hecho para el sexo. Sus ojos oscuros de pantera nocturna anunciaban bien a las claras que ella era la devoradora.
Nunca he sabido muy bien qué es eso del sex appeal, porque se aplica a tantas mujeres que al final decides buscar otra palabra cuando te encuentras frente a frente con una mujer como Marta. Ella sí que tenía un aura de sensualidad, que te dejaba fuera de combate en cuanto tu mirada se posaba sobre su cuerpo, aunque fuera fotocopiado en fotografía. La mirabas y ya no podías sufrir el deseo de poseerla, aunque estaba muy claro que sería ella quien te poseería a ti. Serías su esclavo y encima darías gracias al destino por haberte puesto bajo la planta de sus pies. Marta iba a ser la horma de mi zapato, de eso no tenía la menor duda. Lo que sí me intrigaba era si iba a encontrar en Johnny algo que la retuviera un tiempo más que prudencial. De su pose se desprendía que se trataba de una mujer exquisita, muy bien educada y hasta puede que muy culta. Nada relacionado con la belleza, con cualquier clase de belleza, le sería nunca ajeno.
Lily me observaba de reojo. Intuía, más bien sabía perfectamente, que Marta era el tipo de mujer que volvería loco a Johnny. Ella sentía el picor de los celos. A pesar de su experiencia y profesionalidad no podía ocultarme un sentimiento tan fuerte. Por otro lado se notaba que no sentía gran simpatía por Marta. No solo porque pudiera llevarse a Johnny, el hombre de su vida en el momento actual, sino sobre todo porque Marta era una mujer a su altura, fuerte, dominadora, llena de encanto, de sensualidad, capaz de atraer las miradas de los hombres en cualquier lugar, aunque a su lado estuviera la gran Lily. Nunca podrían llegar a ser amigas, aunque tuvieran muchos puntos en común. Tal vez precisamente por ello.
Lily no dejó de advertirme contra los peligros de aquel escollo, Escila y Caribdis a la vez. Lo hizo con frialdad, como quien estudia el oleaje marino que rodea el galeón donde transporta su oro. Me dijo bien a las claras que me necesitaba. Marta estaba un tanto saturada de sementales de polla larga e ideas cortas. Disfrutaba del sexo como la que más y la volvían loca un cuerpo musculoso y proporcionado con una polla de gran nivel, pero echaba de menos una conversación culta -así se lo había hecho saber- y sobre todo el afecto de un hombre cariñoso, muy cariñoso. Su vida pasaba por momentos especialmente desagradables. Se sentía sola, tan sola que estaba dispuesta a perderse una buena polla si a cambio recibía suficiente cariño.
Es lo que dice ella, pero no la hagas caso, cariño -me dijo Lily con su peculiar tono sarcástico- no niego que necesite una buena conversación, ni muchas caricias y una compañía discreta y poco absorbente. Pero si le falta una buena polla que le haga cosquillas en su exquisito coñito, si le falta un buen amante, emprendedor e insaciable, acabará dejándote, por mucho cariño que la hayas dado.
A Marta le gusta experimentarlo todo y con toda la intensidad de sus sentidos. Es insaciable. No tiene inhibiciones ni prejuicios morales. Lo acepta todo mientras reciba placer suficiente. Es una máquina de practicar sexo, pero no te engañes, odia lo artificial, el engranaje. Necesita que la estimulen a todos los niveles. Al mismo tiempo que una conversación culta puede pedirte que la hagas una penetración anal a lo salvaje. Busca el experimento, nunca se conforma con lo ya conocido. Puede aceptar el dolor si el placer que recibe a cambio la compensa. Pero no te engañes. No acepta el sadomasoquismo ni la esclavitud. Se ríe de esa clase de sexo. Dice que es sexo para víctimas, para débiles de corazón. No te preocupes tampoco por cómo satisfacerla. Ella te dirá lo que quiere en cada momento e incluso te lo explicará detalle a detalle. Que yo sepa no es bisexual. Tuve el atrevimiento, cuando ya la creía en mis manos, de sugerirla una noche loca para las dos solitas. No se ofendió pero me dijo que aún no estaba saturada de polla. Puede que con el tiempo descubriera las delicias de Lesbos, pero de momento había suficientes pollas en el mundo para no necesitar buscarse otra cosa.
Tampoco es excesivamente voyeurista aunque no le desagrada mirar. Puede que en algún momento te proponga un menage a trois, pero dudo que se lo haga con la otra. De lo que sí puedes estar seguro es que descubrirás todas las facetas del sexo y deberás aguantar como un auténtico semental o quedarás fuera de su camino en unos días. Con ella hay que ser un atleta sexual. Tus prestaciones deben ser las máximas aunque eso no significa que ella no comprenda tu necesidad de descanso o que pases un mal momento en alguna ocasión. Pero no es esto lo que me preocupa, Johnny. Es una mujer peligrosa. Te absorberá como si fueras una de sus exóticas colonias. No dejarás rastro en ella a no ser que seas por dentro tan fuerte como ella. Ni siquiera admira a los intelectuales si son un desastre de personas. Dice que si quiere sabiduría la puede buscar en los libros. Lo que ella necesita es un hombre en toda su integridad, un hombre que sepa lo que quiere, que no dude cuando tiene clara su decisión y que se arriesgue sin límites cuando la meta merece la pena.
No intentes complacerla a todos los niveles o acabarás siendo su excavo. Manténla a raya. Disfruta del sexo con ella, habla de todo lo que sabes, sin hacer el fantasma, ella odia los fantasmas. No te recates de mostrarte débil y cariñoso cuando así te lo pida tu sentimiento, pero por nada del mundo te enamores de Marta. Si lo haces te perderé como gigoló y lo que es peor, perderás el control de tu vida. Quiero que tengas una primera cita con ella. Luego hablaremos y puede que hagamos un viaje a Barcelona para que Amako, la mujer más excepcional que conocerás nunca, te explique algunas cosas sobre shiatsu, tantrismo, filosofías orientales y las artes de la geisha aplicadas por el macho. Creo que vas a necesitar algunas clases de Amako si Marta no encuentra rápidamente en ti algo que la encandile el tiempo suficiente para que puedas mostrarle otras facetas tuyas. Y no me estoy refiriendo a tu polla. Es buena, es divertida, pero aún no está al nivel de una yegua de primera como Marta. Para empezar te daré algunas clases de penetración anal. Creo que no eres muy experto y a ella le encanta. Puede que tenga tanta sensibilidad en el ano como en el clítoris.
Quedamos para dentro de dos días. Mientras tanto podía bajar al sótano y cogerme unos cuanto videos de penetración anal. Grabaciones que ella llevaba haciendo desde que empezara con el negocio. Luego tendríamos una sesión práctica y finalmente me presentaría a Marta en casa, para que yo tuviera alguna chance con ella en un terreno que conocía tan bien. No quería fallos. Marta no solo era su mina de oro, la cliente que más divisas aportaba al negocio individualmente, sino que podía reclutar a la creme de la creme de este país y de media Europa. Era un gancho imprescindible para que sus objetivos de ampliar el negocio en Europa y América, dieran buen resultado. Johnny, cariño, quiero lo mejor de ti. Si me defraudas bajarás a segunda división y puede que tardes en salir de ese infierno.
Sabía que hablaba en serio. Con otra mujer hubiera tenido mis dudas, pero no con Marta. Estaría a la altura. La única duda estaba en si se cansaría de Johnny pasado el primer mes o aguantaría el año (Lily me había hablado de la media de sus sementales, de quince días a un mes).
Continuará.