Diario de un gigolo (17)

Monique no lleva bien la historia de María. Tiene viejas ideas y considera que la jovencita era una putita. Necesita emborracharse y que Johnny le ayude a cambiar viejos conceptos.

DIARIO DE UN GIGOLÓ XVII

-Perdona Johnny, pero me parece que voy a tomarme otra copa. Lo que me has contado me parece tan duro que no voy a poder aguantar el final sin emborracharme.

-Sabes, Monique, el sexo no es diferente a cualquier otro aspecto de la condición humana. Si tienes suerte de encontrar a una persona que merezca la pena puede ser muy satisfactorio. Si en cambio encuentras a verdaderos mierdas, a personas sin la menor sensibilidad humana, se convierte en algo muy desagradable. Como nos sucede en la relación con las demás personas hay experiencias que nunca se olvidan y otras que desearíamos olvidar y no podemos. Por desgracia en la vida hayas con más frecuencia marionetas manipuladas vaya usted a saber por quién que auténticos seres humanos conscientes de su condición y que sepan defenderla con la dignidad que exige lo que llevamos dentro sea lo que sea. Esto se nota mucho en el sexo, hacer el amor con marionetas suele dejar mal sabor de boca.

Cogí su vaso y volví a llenarlo. Antes de que terminara de servirme otra para mi Monique dio dos largos tragos a la suya casi sin respirar. El licor pareció afectarla de forma inmediata, soltó una risita, intentó decirme algo pero solo consiguió farfullar algo de forma inconexa. No era una gran bebedora, dicen que casi ninguna mujer lo es, bastaba una copa y dos tragos de la segunda para ponerla un poco piripi.

-Cariiñoo, ¿puedo hacerte una pregunta?.

-Todas las que tú quieras, preciosa.

-¿Por qué te hiciste gigoló?. Anda, dímelo. Tu cariñito quiere saber toda la verdad. ¿Necesitabas dinero?. Puedo prestarte hasta terminar la carrera.

-Eso sería muy parecido a cobrar por echar un polvo, Monique. Confieso que no lo hice exclusivamente para conseguir un dinerillo fácil. Hubiera podido seguir con Paco y terminarla aunque fuera a trancas y barrancas, no tenía ninguna prisa. Mujeres hermosas de vez en cuando tampoco me faltaban...

-Lily me habló de ese Pacorro. No le conozco pero ella lo considera un pobre diablo. Por lo visto se muere por tener su pirulí, ji,ji, metido dentro de un agujero todo el día, pero no vale nada, nada, nadita. Cuando no se le levanta se corre más rápido que un corredor de cien metros. Je,je. No sé por qué me sale ahora esta comparación porque no me gusta mucho eso del atlismo.

-Atletismo, cariño, se te trompican las palabras.

-Lo que sea. Quiero decirte algo que tal vez no sepas. ¿Te contó Lily que se había acostado con él solo para que te convenciera de entrar en su cuadra?. Sí porque lo que ella tiene es una cuadra de sementales y tú eres el mejor, sin duda.

-Vaya, Monique, veo que el alcohol te pone un poco faltona. Cuéntame ese extraño sucedido. No me puedo imaginar a Lily acostándose con el bueno de Paco sólo para que intentara convencerme.

-Pues lo hizo, créeme, ¡hip!. ¡Uy!, perdona. Creo que estoy un poco piripi. Debiste de flechar su corazoncito sin compasión porque Anabel me contó que Lily no acostumbra a acostarse con cualquiera. También me dijo que era la primera vez que ella perdía su autoestima de esa manera. Como si pensara que no iba a ser capaz de conquistarte.

-Para el carro un poco, cariño. ¿Quieres decirme que también conoces a Anabel?. Y por lo visto os habéis hecho buenas amigas.

-¡Oh!, sí, es una chica muy simpática y quedó muy impresionada con la noche de entrenamiento que pasaste en su lecho. Por lo visto esa Lily no es celosa, yo no hubiera permitido que te acostaras con una mulata tan preciosa como Anabel. Es realmente preciosa, ¿no crees, Johnny?.

-Sí que lo es Monique, pero lo que menos esperaba es que el alcohol también te pusiera celosa. Sigue contando.

-Por lo visto Lily le ofreció mucho dinero si conseguía convencerte de que aceptaras su propuesta. El no quiso saber nada, se la quedó mirando como si estuviera desnuda y le dijo que por un buen polvo, sino nada. Anabel también cree que Lily está encoñada contigo. Nunca la había visto así. Puedes sentirte orgulloso Johnny. Yo también empiezo a estarlo. Estoy encoñada y enamorada, cariño y no retiro ni una sola palabra de lo que acabo de decir. Quiero que dejes este y te vengas a vivir conmigo. Tendrás todo lo que necesites y seremos muy felices, ya lo verás. Te prometo que mejoraré mucho en la cama. Alcanzaremos ese maldito punto G muchas veces. Quiero tenerte dentro de mi coño para siempre, Johnny. Ya no puedo vivir sin ti.

-Vaya, vaya, mi querida Monique, al menos el licor te hace sincera y me empieza a gustar tu lenguaje obsceno cada vez más. Tal vez no sea mala idea emborracharte de vez en cuando. Eres adorable, cariño.

Se puso a llorar a lágrima viva. Me bebí lo que quedaba en mi copa y me senté a su lado. Metí mi mano entre sus muslos acariciando suavemente su pelambrera. Eso la consoló poco a poco, incluso se puso mimosa.

-Creo que no lo sabías. ¡Perdóname, Johnny!. Estoy borracha. Me sienta mal la bebida, no es la primera vez que me pasa. Pero aún no has contestado a mi pregunta. Dime la verdadera razón de haberte hecho gigoló.

-Te confieso Monique que lo haría sin cobrar. Me acostaría casi con cualquier mujer que me lo pidiera. Todos los cuerpos femeninos tienen algo digno de ser descubierto y detrás de cada cuerpo siempre hay una persona digna de estudio. El ser gigoló me ahorra el duro trabajo de la seducción. No tienes que perder días y días intentando convencerlas de que se acuesten contigo, una auténtica pérdida de tiempo aunque a mí me gusta perder el tiempo seduciendo mujeres. Es muy agradable e instructivo aunque creo que la verdadera seducción empieza en la cama. Una mujer insatisfecha la primera noche es un gran fracaso.

-Si no lo haces por dinero y no tienes problemas para tener compañía en la cama no veo la razón de que le dijeras que sí a Lily. ¿Nunca has pensado en encontrar la mujer de tus sueños, esa que te llene plenamente y te haga olvidar a las demás?.

-No, Monique, no me va el matrimonio. Ya sé que no lo he probado y que aún soy muy joven pero me basta con ver lo que hicieron mis padres con él para saber que no me gusta ni me gustará nunca. Creo que en la mayoría de los casos el matrimonio es sólo una sociedad mercantil limitada. Limitada en afecto, limitada en ganancias, limitada en sexo...Un verdadero desastre. Los matrimonios no tienen tiempo para otra cosa que no sea trabajar duro y abroncarse cada dos por tres. Hay que pagar el piso, los enseres y muebles de que se va rellenando esa especie de nido de urraca. Acaban, si consiguen acabar con la hipoteca, y ya están pagando el coche. Vienen los hijos, más bien por casualidad en la mayoría de los casos que por afecto generoso a la nueva vida y vuelta a vestirles, alimentarles, prepararles un futuro. Los matrimonios no tienen tiempo para nada. La mujer que trabaja fuera de casa tiene que seguir trabajando en casa y por la noche tiene menos ganas de echar un polvo que de volver a casarse otra vez. La que no trabaja fuera se agobia en la jaula de la urraca donde nunca las cosas acaban de estar en su sitio ni las faenas del día completamente terminadas. Solo los matrimonios burgueses podrían tener tiempo si el marido no se dedicara a los negocios en cuerpo y alma y la mujer a sus faenas sociales. De pronto ambos se dan cuenta de que ahora que les empieza a sobrar un poco de tiempo porque los niños son grandes y han pagado casi todo son viejos. Por el camino se ha ido perdiendo el sexo y la comunicación o al revés porque nunca se sabe qué fue primero, si el huevo o la gallina. Ya no les queda ni afecto para ir tirando. Ni comunicación, ni sexo, ni afecto. Han conseguido hartarse a trabajar como mulos para conseguir ese miserable pisito y cuatro baratijas. Eso es todo lo que consiguen la mayoría de los matrimonios. Mis padres son así...

Creí que semejante discurso la dormiría y no me hubiera importado verla roncar pero curiosamente mi palabrería pareció despertarla.

-Tienes razón, cariño, mi matrimonio no ha sido otra cosa. Pero no todos son así. Si no hubiera esperanza de que las cosas fueran de otra manera el matrimonio sería una mierda, pero no siempre es así.

-Las excepciones confirman la regla, Monique. El matrimonio de mis padres me da tanto asco que tal vez esa sea la razón subconsciente para haberme hecho gigoló. Esta profesión te deja marcado para siempre. A ninguna mujer se le ocurriría pedirle a un gigoló que se case con ella.

-A mí no me importaría, Johnny.

-Tú eres la excepción que confirma la regla. Pero mentiríasi me quedara sólo en eso. Después de mi experiencia con María comprendí que nada en la vida me llenaría tanto como la aventura de explorar un cuerpo nuevo cada noche y seducir a la mujer, a la verdadera mujer que hay detrás de ese cuerpo.

-¿Qué fue de María, Johnny?.

-Te lo contaré muy brevemente porque creo que los dos estamos un poco cansados y algo piripis. ¿No crees?. Je,je. María le contó a su amiga lo que le había pasado con Alfredo y ésta se hacía cruces de que semejante becerro se hubiera llevado su virginidad. Le contó que su caso fue muy distinto. La perdió con un hombre casado. Por lo visto le iban mucho los casados. Fue delicado y muy cariñoso. Pero esta historia ya te la contaré otra noche. Tendremos muchas para contarnos historias. Y para otras cosas, por supuesto.

Me senté en el sofá porque empezaba a sentirme muy cansado. Monique se sentó en mis rodillas y la desnudez de su cuerpo me reconfortó un poco.

-María se fue con el semental de su amiga y ésta quiso tomarle el pelo a Alfredo. Por lo visto debió de ser algo bastante sangrante. No se le levantaba ni a la de tres y las pullas de Mari-Carmen debieron de ser dignas de ser grabadas. El pobre diablo se sintió tan avergonzado que se escapó del piso, al día siguiente con una disculpa abandonó a su amigo. María logró despertar al semental que la trató como un caballero. Se enteró de lo ocurrido y lamentó que su amigo fuera tan inútil. Debió hacer un buen trabajo según me contó María porque volvió a encenderla y luego la galopó hasta más allá del orgasmo. Por fin aquella deliciosa chiquilla consiguió su orgasmo tan duramente buscado y trabajado. Aquel fue el comienzo de una vida dedicada por completo al sexo. Estaba tan ansiosa que se acostaba con cualquiera. Tuvo muchas malas experiencias y alguna buena. Cuando me encontró a mi sabía de sexo más que las más famosas prostitutas de la antigüedad (esas sí que debieron saber de sexo). Pero ya te lo contaré en otro momento con más calma.

-¿Cómo terminó vuestra relación?.

-Aquella noche no fui capaz de montarla como deseaba. La primera vez había estado completamente pasivo y ahora quería ser el macho. Desgraciadamente me había dejado mal sabor de boca su historia. Me sentía celoso de que María hubiera perdido su virginidad a manos de un mequetrefe en lugar de haber sido yo el afortunado. A ella no le preocupó mi impotencia y nos quedamos dormidos estrechamente abrazados. Al día siguiente me acompañó a la academia y luego me recogió a la salida. En el metro, camino de casa, parecíamos dos enamorados. Algunas mujeres mayores nos miraban como a dos pervertidos pero nosotros vivíamos en otro mundo fuera de su alcance.

Fueron quince días en el paraíso. Nos echábamos la siesta sin fregar los platos. Fue muy paciente conmigo y me enseñó a no apresurarme, a detenerme en los preliminares, a montar con suavidad e ir al trote antes de galopar. Descubrí su cuerpo como si de un nuevo y desconocido universo se tratara. Desgraciadamente nuestros respectivos progenitores volvieron y hubo que tomar precauciones. Mi madre notó algo extraño porque me preguntó cómo había sido capaz de hacerme tan amigo de María cuando de niño no podía ni verla. Las madres tienen un sexto sentido para estas cosas aunque en aquellos tiempos era inimaginable que un adolescente pudiera ser iniciado por una jovencita que se las daba de alocada y juerguista pero poco amiga de echarse novio.

Continuará.