Diario de un gigolo (15)

Las mujeres también se inician al sexo aunque parezca mentira ellas también gozan. Johnny está muy interesado en la historia.

DIARIO DE UN GIGOLÓ XV

-Pues verás. Una noche. Tendría un año menos que tú o tal vez dos noté que me picaba el chochito. Ja,ja. Así como lo oyes. A mí tampoco me explicó nadie nada. Comencé a rascarme pero aquel picor no era normal. Me restregué con la almohada que puse entre mis piernas y me gustó mucho pero el picor no pasaba. Me dejé llevar por el gustirrinin de la almohada subiendo y bajando hasta que el picor se fue. Seguí así un buen rato hasta quedarme dormida. No llegué al orgasmo, ni siquiera sabía que existiera esa palabra.

Se apretujó aún más contra mí y acarició con tal ternura mi pajarito que dejé el pitillo en el cenicero y cerré los ojos.

"Desde aquella noche ya no paré. Antes de dormir me restregaba e incluso a veces me echaba la siesta solo para notar ese gustirrinín maravilloso. Escuchaba todas las conversaciones de los adultos con mucho disimulo pero no sacaba mucho en limpio. Entonces estaba en el instituto. En un recreo oí a una chica bastante mayor (por lo visto era tonta hasta decir basta y había repetido dos cursos) hablar de sexo. Estaba con dos compañeras y no cesaban de reírse. Curiosa me acerqué y estuve escuchando un buen rato hasta que ella comenzó a tomarme el pelo sin miramientos. Me hacía preguntas con mala leche. Me preguntó si lo había hecho alguna vez. Contesté que sí, que lo había hecho con la almohada. Se rieron con tantas ganas que estuve a punto de marcharme pero ella se acercó, me tomó de la mano y me llevó a un rincón del patio no sin antes despedir a las otras con un guiño. Me dijo que se llamaba MªCarmen. Estuvimos hablando largo rato. Me explicó algunas cosas que me sorprendieron tanto que quise saber más y más. Antes de regresar al aula me preguntó si me gustaría hacérmelo con un tío un día de estos. No deseaba otra cosa pero tenía miedo al embarazo. Me citó por la tarde en un parque cerca de su casa.

Me llevó a su habitación. Sus padres estaban fuera y pudimos hablar sin preocupación alguna. Me ofreció un cigarrillo y me explicó lo de las pildoritas que por lo visto empezaban a usarse un poco de "extrangis" porque la iglesia católica no estaba de acuerdo con eso de interrumpir el embarazo. ¿Acaso pensaban que cada vez que nos picara el chochito íbamos a quedarnos embarazadas?. Guardaba pildoritas que le mangaba a su madre, una progre para aquellos tiempos. Me dijo cómo tenía que usarlas y que debía prepararme porque me buscaría una buena polla con experiencia.

Nos hicimos muy buenas amigas. Los recreos nos los pasábamos hablando de tíos y por las tardes íbamos a pasear moviendo bien el culo para escuchar toda clase de obscenidades. El siguiente fin de semana me llevó a una discoteca. Antes pasé por su cuarto. Me prestó un vestido atrevido, me pintó con mucho esmero y me aconsejó cómo tenía que moverme para llamar la atención. Por lo visto la discoteca hacía la vista gorda con los menores de edad. Estaba muy alejada de la gente bien y ni la policía ni los vecinos que eran casi todos chabolistas metían nunca la nariz por allí. El portero nos dejó pasar en cuanto Mari-Carmen se metió un rato con él en un cuchitril que servía de vestuario. Luego me dijo que la había tocado un poco el culo, ese era el pago que exigía a casi todas las menores, menos a las muy feas. Yo no lo era por lo tanto tendría que dejarme la próxima vez. Asentí sin poner ninguna pega, estaba deseando que un hombre me tocara el culo y algo más si quería. En caso de redada sonaría un timbre y saldríamos pitando por una puerta disimulada en los sótanos. Fue lo primero que me enseñó mi amiga. Luego fuimos al servicio y nos retocamos los labios.

Lo pasamos muy bien tonteando con los chicos. Me gustaba el baile agarrado sobre todo si el chico no era tonto y me magreaba un poco, con cierto disimulo. Me dejé llevar hasta un rincón, un poco arrastras para que no pensara que era una puta por un chico alto y guapo que se fijó en mi. Fue mi primer beso y confieso que me gustó mucho aunque el chaval no parecía tener mucha experiencia. Me sobó las tetas y me tocó el culo pero no se atrevió a llegar a más. Luego me invitó a tomar una copa. Mari-Carmen llegó con un hombre mayor. Me llevó al tocador y me dijo que era casado. Que eran los mejores para esto de un polvo sin compromiso. Que lo sentía mucho pero que tenía que dejarme. Otro día habría más suerte y encontraría algo para mí.

Me quedé un poco mosca con mi amiga. Bailé en el centro de la pista con "lujuria desenfrenada", ja,ja. A mi alrededor se fue formando un corro de mirones. Lo estaba pasando muy bien viéndoles babearse y tocarse la bragueta sin disimulo. Alguno se iba acercando como el cazador se acerca a la presa, con mucho tiento. Ya me estaba relamiendo cuando para mi desgracia sonó el timbre y tuve que escapar a toda pastilla. Solo pensar que podía acabar en comisaria y que mis padres se iban a enterar de todo me dio alas. Volví a casa andando de lo nerviosa que estaba. No acerté a encontrar una boca de metro.

A la zorra de mi amiga no la volví a ver el pelo hasta poco antes de las vacaciones de verano. Se acercó a mí en el recreo (llevaba una temporada sin aparecer por clase) y me explicó que el casado era un regalito caído del cielo. Tenía mucha pasta y follaba sin cansarse. Se iba a ir con él a la playa. Abrió una bolsa y me enseñó un bikini muy atrevido en color blanco. Me explicó que al contacto con el agua se marcaba todo el cuerpo. Se lo había regalado su tronco. Ingenua de mí pregunté si sus padres la iban a dejar así como así. De esta forma me enteré que sus padres vivían juntos por compromiso pero que en realidad cada uno hacía su vida y tenía sus amantes. No se preocupaban ni poco ni mucho de ella.

Me dijo que no me preocupara a la vuelta iba a cumplir su promesa y le sacaría al tronco todo el dinero que pudiera. Que no me preocupara de la pildorita. Por lo visto su amante tenía muchas influencias y se manejaba de maravilla. Tendríamos todas las píldoras que necesitáramos e incluso puede que nos dejara alguna vez un chalet que tenía en la sierra. Allí me quedé todo el verano restregándome con la almohada y yendo a los parques para exhibir mi palmito. Me gustaba que me dijeran cosas, luego por la noche me restregaba con más gusto con la almohada. Me hice con posters de mis actores y cantantes favoritos y me pasé todo el verano soñando con príncipes azules y casorios maravillosos. Me enamoré como una loca de Gary Cooper, ¿pudes creerlo? En aquel tiempo a pesar de mis deseos locos de follar seguía pensando en un matrimonio de ensueño. Luego se me quitarían las ganas de soñar con estas chorradas en cuanto caté la primera polla.

Mari-Carmen volvió en septiembre. Me contó que le había sacado mucho dinero al casado pero que se había puesto muy plasta con eso de ponerla un piso y tenerla sólo para él. Ni que fuera una monjita de clausura. Además que ultimamente no se le levantaba. Por lo visto tenía remordimientos de conciencia porque adoraba a su mujercita y a sus tres hijos. La santa esposa follaba menos que una monja y él se había visto obligado a buscar algo por ahí, pero en el fondo la seguía queriendo y bla...bla...bla... Me encontré con un pinchadiscos que estaba más bueno que el pan y me lié con él. Así, como lo oyes. El otro se marchó con el rabo entre las piernas y tan deprimido que casi me da pena pero el "pincha" era un semental de primera. En cuanto se enteró que me faltaba poco para la mayoría de edad me dijo que ese verano había que aprovecharlo a tope antes de que me convirtiera en una adulta plasta. Le iban las menores aunque tenía verdadero pánico de que le pillaran. A la vista de mi físico pensó que si le pillaba la pasma podría alegar facilmente que yo le había engañado. Mire usted señor policía, ¿piensa usted que una mujer así puede ser menor si no le enseña el carné?. Me lo decía riendo mientras me enseñaba su enorme polla. La tenía muy grande, puedes creerme. Por un momento pensé que no iba a ser capaz de contenerla toda en mi chochito, pero me ponía a cien y entraba, ¡vaya si entraba!. Lo pasé divino, cariño. Me dijo que quería venirse conmigo pero no podía dejar un trabajo tan bueno. Quedamos para el próximo verano.

Yo me reía por dentro de ella pero no me atrevía a decírselo. Aquel jambo la había utilizado para unos buenos polvos pero luego...si te he visto no me acuerdo. La seguí el rollo pensando que pronto me iba a buscar algo para mí pero en el otoño se puso mustia. Se deprimía mucho y no hacía otra cosa que llorar sobre mi hombro. Que si en realidad estaba enamorada del casado pero la relación no tenía futuro...¡buah!. Que si lo del pincha era verdad y la tenía muy, muy grande, pero no le iba mucho, era un machista asqueroso, tenía que estar siempre pendiente de él y dispuesta a follar cuando a él le apeteciera. En realidad había sido él quien le dio la patada. Encontró una extranjera, una tía con pasta, un poco madurita, eso sí, y la mandó a la mierda sin la menor compasión. Los hombres son todos unos cabrones...¡buah!.

Aquel curso fue un verdadero infierno. Algunos fines de semana me dedicaba a intentar ligar por mi cuenta pero nadie se lo quería hacer con una menor. En la primavera Mari-Carmen se animó un poco. Me dijo que iba a llamar al casado y le iba a decir que sí a lo del piso, pero antes tenía que divertirse un poco. Un fin de semana me dijo que todo estaba dispuesto. Yo había seguido tomando la píldorita habitualmente, por si acaso. Eran dos camareros de unos treinta años que compartían un piso de alquiler. Los había conocido en la "disco" y no estaban mal. Dispuestos a follar a lo grande en cuanto se lo propusiera. Le comenté que no podía pasar una noche fuera de casa sin buscar una buena disculpa para mis padres. Ella se echó a reir, pasaría por mi casa, les haría comer en su mano y luego les pediría que me dejaran pasar el fin de semana con ella.

Dicho y hecho. La muy puta sabía cómo montárselo. Mis padres quedaron alucinados con ella y encantados de que fuera a pasar el fin de semana en su casa. Les contó que su padre era no se qué cargo importante. Mentía con una facilidad que me ponía la piel de gallina. Quedamos en una boca de metro. Allí ellos nos recogerían en su cacharro. Cuando vi el cacharro casi me caigo de culo. Era una verdadera mierda. Recé porque no nos dejara por el camino.

El piso era pequeño, muy pequeño y olía mal, muy mal, olía a mierda desde la puerta de la calle, mira lo que te digo. Eran unos guarros. Si lo sé me hubiera negado pero ya que estábamos allí y a mí me picaba tanto el chocho no era cuestión de echarse para atrás. ¿No crees?. Al parecer lo habían limpiado para la ocasión. No quiero ni imaginarme cómo estaría. Mari-Carmen como tonta que era había elegido al tío más bueno y simpático. A mi me tocó un retaco con cara de presidiario y más tímido que un ratoncito hogareño. Ellos se metieron en uno de los dos cuartos y mi "chico" me llevó al suyo. Se llamaba Alfredo y mirándole con generosidad hasta te apetecía echar un quiqui. La verdad es que yo miraba más a su bragueta que a su cara. Imaginaba una polla grande y jugosa que me demostrara lo rico que está el sexo.

Ya en su cuarto se desvistió de cara a la pared. Dándome el culo. ¿Puedes creer que exista algo más tonto?. Olía que tiraba pa tras. A sudor reconcentrado de varios meses sin ducharse pero aquello no me arredró. Estaba dispuesta a dejar de ser virgen a cualquier precio. Con tal de que tuviera una polla grande todo se lo perdonaba. Le dije con recochineo que si quería apagábamos la luz. Estaba deseando vérsela pero la escondía como si fuera un tesoro.

Mi tono de burla le hizo ver lo ridículo de la situación así que se volvió en calzoncillos como estaba, unos calzoncillos casi negros de no haber sido cambiados en varias semanas y me dejó mirarle a gusto. Le dije que se los quitara y con alguna duda se los bajó rápidamente. No, no era una polla grande, y encima apenas la tenía tiesa. El muy idiota debía estar tan nervioso que no era capaz de empalmarse a gusto. Me empecé a quitar la ropa a ver si se animaba, en cuanto vio mis pechos el trozo de carne que tenía entre sus piernas comenzó a erguirse. ¡Vaya!, pensé, esto va bien. En cuanto me quité las braguitas y vio mi chochito peludo se empalmó con tantas ganas que creí se iba a correr de un momento a otro.

Se metió en la cama y se tapó hasta las cejas. Ni siquiera me estaba mirando cuando me acerqué desnuda, con mucha calma y casi a tirones logré arrancarle la sábana y colarme dentro. Iba a dejar de ser virgen pero aquella era una forma muy cutre de perder la virginidad. No como tú, Larguirucho, que lo has tenido mucho más fácil y con una hembra de bandera. Y está mal que lo diga pero es así.

Me besó en la boca y restregó su sexo contra el mío. Volvía a estar cachonda. Me pregunté si las mujeres tienen más facilidad para ponerse cachondas que los hombres. Tendría que preguntárselo en cuanto su boca dejara de atornillar mis labios.

Continuará.