Diario de un gigolo (12)

Johnny se balancea entre Monique, el presente, y María, el pasado. Pasado y presente son una misma cosa, un punto en la línea del amor.

DIARIO DE UN GIGOLÓ XII

-Monique, en todos los bailes agarrados debería ser obligatorio el nudismo. La sensación de dos cuerpos desnudos bailando muy juntitos es algo que nunca se olvida. ¿No has probado nunca, preciosa?.

-Ja,ja, Johnny, eres único para imaginar cosas. ¿Me ves a mi bailando desnuda con alguien?.

-Pues habrá que probarlo, Monique. Estoy convencido de que ese es un paso esencial en la busca del punto G. ¿No querrás renunciar a él tan pronto?.

-Está bien, cariño, haré todo lo que tu quieras, todo, pero me gustaría que acabaras esta historia. No me gustan los suspenses. Antes o después siempre acabo por leer el final de los libros. No he conseguido contenerme ni en los más aburridos. Asi que ya estás contando.

Monique me besó, colocó bien la almohada bajo su cabeza y su mano siguió jugueteando con mi sexo que ya estaba empezando a levantar cabeza y a otear el panorama del cuerpo desnudo de aquel mapa curvilíneo donde antes o después sería preciso localizar y poseer aquel nuevo territorio que los sexólogos habían llamado el punto G. Me pregunto si "G" no significará "gozo". Una palabra muy pobre, mejor "E" de éxtasis o "M-O" de Morir de Amor. Pero ahora me estaba esperando otro cuerpo, el de María que se había pegado al mío como una lapa. Claro que era otro cuerpo. ¡Para que luego los materialistas hablen y hablen de que no hay nada más!. Si así fuera cada nuevo cuerpo tendría una diferente personalidad y os aseguro que no me siento así. Aquel Johnny era mucho más tímido, sabía bastante menos de la vida y esperaba que el sexo le descubriera una razón poderosísima para no desear nunca morir. Y así fue porque mientras haya mujeres y las habrá siempre Johnny deseará vivir y gozar de la vida.

"¡Qué sensación más deliciosa, Monique!. Bailamos sin apenas movernos del sitio, más atentos a sentir y explorar nuestros cuerpos que al ritmo o a la música. Los Beatles no me decían mucho. En realidad la música no me decía mucho, fue a partir de mi desvirgamiento cuando entre María y las que fueron llegando me enseñaron a disfrutar de las canciones, especialmente de las lentas. Ella no se cortaba un pelo, me tocaba el culo, pasaba su mano por la espalda como buscando algo que no acababa de encontrar y finalmente con suavidad empezó a magrear mi miembro y esas dos pelotitas adjuntas que no parecen tener mucha importancia a la hora del masaje pero te aseguro que el de María puso las pelotitas en órbita sobre el techo de la habitación.

Animado por su entusiasmo fui perdiendo también la timidez y magreé su culo con la pasión con que había deseado magrear tantos culos en aquellos años de "miranda y no tocanda". María comenzó a agitarse con tal inquietud que subí mis manos hasta su nuca y la atraje para besarla hasta saciarme. Confieso que estaba empezando a tener miedo de sus reacciones. A todo reaccionaba como si el placer la inundase de pies a cabeza. Y especialmente el culo era un sitio que la ponía en órbita. No me cansaba de exprimir sus labios. El beso es realmente delicioso, la penetración culmina una excitación que no puede acabar de otra forma, pero el beso es como vampirizar el alma de tu pareja. Puedes seguir y seguir y cada vez descubres algo nuevo, cada vez absorbes un poco más de su alma a través del interior de su cuerpo que sube hasta su boca y allí se transmite a través de la saliva.

Tuvo que enseñarme a usar la lengua porque en las películas donde había visto besarse las lenguas ni se imaginaban. Son los castos besos del cine clásico en los que las bocas parecen cerrarse para que el amor no se transmita de boca a boca. La lengua fue otro descubrimiento que me encantó. Podía recorrer sus dientes, sus encías, buscar en lo alto de su paladar la lampara de Aladino o entretenerme con su lengua en un juego sin fin. Creo, Monique, que el beso es otro de los pasos esenciales hacia el punto G. En una próxima noche tendremos que batir el record de besos a tornillo. ¿No te parece, preciosa?.

-Claro, cariño, claro, pero me estás poniendo enferma con tantos rodeos. Cuéntalo todo de una vez o mi venganza será terrible.

Monique se aferraba con tanta fuerza a mi instrumento que la venganza me obligó a ir recto hacia la meta.

"Al acabar la canción se desprendió jadeando como una pantera en la noche. Sus ojos, en la oscuridad, relucían como dos ascuas o así me lo pareció. Había apagado la luz para que nada nos distrajera del baile y ahora oía su jadeo angustioso y creo que imaginaba sus ojos porque es imposible que pudiera verlos, aunque juraría que sí, que se acercaban a mi que iba retrocediendo poco a poco. De pronto me empujó entre risas histéricas y caí en la cama cuan largo era.

Encedió la lamparilla de la mesita de noche y pude ver su cuerpo sudoroso que se abalanzaba sobre el mío. Comenzó a besarme en la boca, en todo el cuerpo. Ya no jadeaba, gemía como si le doliera algo en las entrañas. Creí que me iba a disolver en saliva. De pronto se apartó.

-¿Sabes lo que es un preservativo, Larguirucho?.

Negué con la cabeza, tenía la boca seca y de buena gana hubiera pedido un vaso de agua pero temía romper el hechizo.

-Es una goma que los hombres se ponen en la picha para no dejarnos embarazadas. También evita las infecciones. Yo estoy tomando la píldora, por eso no hay cuidado pero nunca estás segura del todo de no haber pillado alguna infección. ¿Tienes miedo de que te contagie algo malo?.

Volví a negar con la cabeza. No me importaba lo más mínimo lo que me pudiera contagiar con tal de estar dentro de su cueva. No era capaz de hablar porque mi voz resonando en la habitación me haría imaginar lo que estaba sucediendo como real y quería que continuase el sueño el mayor tiempo posible, ya tendría tiempo de despertar.

-Creo que la primera vez debes disfrutar sin goma, con ella me imagino que no será lo mismo, se pierde sensibilidad. Es mucho más excitante, nos arriesgaremos. Ya habrá tiempo de utilizarla goma. Si coges unas purgaciones las disfrutarás con gusto. La primera vez es la primera vez. ¡Bah, qué importa lo que suceda!.

Ahora sí se arrojó sobre mi como una verdadera pantera. ¡Cómo gemía la condenada!. Se puso a horcajadas y manipulando en mi sexo introdujo el dragón dentro de su cueva. Y nunca mejor dicho porque mi verga era puro fuego. Me sentí morir de gusto y gemí entrecortadamente. No quería que se notara mucho.

-¡Maldita sea!. ¿No te irás a correr tan pronto?.

Se retiró y observó el estado del dragón. Debió verlo demasiado caliente porque me dio dos pellizcos tan brutales que ahora gemí pero de dolor. A continuación me dio dos bofetadas con tanta fuerza que apunto estuve se sacudirla. La emoción del momento me había bajo a los pies y el dragón dejó de echar fuego por la boca. La miré asombrado.

-Es solo para que te controles. Tienes que aprender a hacerlo por ti mismo. ¡Ves cómo la polla ha disminuido!. Ahora vamos a empezar desde el principio y con calma. Piensa en otra cosa, pero ni se te ocurra correrte antes de que yo te lo diga. ¿Entendido, Larguirucho?.

Asentí otra vez con la cabeza. Se sentó sobre mi muy suavemente manipulando el instrumento con cuidado como si fuera algo muy frágil. Noté su mano colocándolo dentro de su sexo con delicadeza maternal. Cerré los ojos y la dejé hacer. Lo que estaba sintiendo no tenía nada que ver con la masturbación, era como la noche al día. Siguió moviéndose con suavidad intentando sentir mi pene en cada parte de la vagina. Sus músculos lo aferraban con fuerza impidiendo que intentara escapar. A pesar de mis ojos cerrados creía percibir su mirada atenta en la expresión de mi rostro como si en ella pudiera leer la intensidad de mi placer. Lo cierto es que me estaba muriendo de gusto pero toda mi preocupación era controlar aquel gusano maldito que se empeñaba en explotar dentro de la cueva.

-Cuando te vayas a correr dímelo. ¡Por Dios no te lo calles!.

-Ya no puedo más.

Eran mis primeras palabras y salieron entrecortadas porque el placer se me venía a la boca y sentía unas enormes ganas de gritar. Entonces ella no se contuvo más se puso a galopar frenéticamente, como si le fuera en ello la vida.

Exploté como si tuviera una bomba en las entrañas. Todo en mi interior se quedó vacío y perdí contacto con el mundo. ¿Puedes creerlo, Monique?. Me desmayé, me fui de este mundo con el placer en el grito y mi cuerpo agitándose en estremecimientos incontrolables.

Al volver en mi María seguía sobre mí, ronroneando como una gatita en celo. Se fue calmando poco a poco. Se movía hacia delante y hacia atrás con suavidad aprovechando los últimos estertores del dragón. Noté la última bocanada de fuego saliendo disparada hacia las paredes de su vagina y luego el gusano dejó de estremecerse y se quedó plácidamente dormido en su interior. Su dolorosa rigidez iba disminuyendo para mi alivio. Ella dio un fuerte suspiró y desprendiéndose de mi se tumbó al lado.

-¿Lo has pasado bien?.

Asentí de nuevo con la cabeza.

-Creí que me moría. María, te lo juro. Creí que me moría. He debido desmayarme unos segundos.

-¿En serio?. Eso es buenísimo. Genial. Creo que os sucede pocas veces pero cuando pasa es como si os fuerais a morir. Me ha pasado solo un par de veces pero estuve a punto de salir corriendo a llamar a una ambulancia. En nuestro caso o no te enteras o lo pasas bien sin más o quieres seguir haciéndolo hora tras hora sin parar. En mi caso me costó un poco, pero cuando sentí un orgasmo-orgasmo ya no quise parar. No hay nada mejor en la vida. Ja,ja. Te lo digo yo.

Se reía con ganas la condenada. Estaba más contenta que unas pascuas. No quise preguntar cómo había sido conmigo por miedo a que su respuesta me decepcionada pero imaginaba que no podía haber ido muy mal la cosa a la vista de su alegría y de sus gemidos.

-Vas a ser el niño de mamaita durante mucho, mucho tiempo. Luego me dejarás como hacen todos, pero entretanto voy a disfrutar como hacía tiempo que no disfrutaba, te lo prometo.

-No, no lo haré María, te lo juro. Te quiero.

Lo acababa de decir. Me había salido del alma porque era lo que realmente estaba sintiendo en aquellos momentos a pesar de no tener ni idea de lo que podía ser el amor. El juramento era tan sagrado como ante una biblia. Al menos yo lo sentía así.

-Lo haras, como todos, pero no te preocupes. Antes te sacaré todo el jugo que pueda y va a ser mucho. Las mujeres se te van a rifar, eres un amante nato, Larguirucho, a pesar de que no tengas la menor experiencia. Pero eso se aprende y yo voy a ser una buena maestra, cariño, ya lo verás. Mira, te voy a contar como soy para que ese sentimiento que tienes en la boca como un caramelo se deshaga. No es amor, es agradecimiento por el placer que has recibido y que esperas recibir porque esto no ha sido nada, ya verás. No quiero que te enamores de mi, no lo merezco. Tienes que prometerme que no lo harás, ¿me oyes?. ¡Júralo!.

-No, no puedo. Te quiero. María.

-Bueno eso es normal la primera vez. No puedes evitarlo pero ya se te pasará. Vamos a darnos una ducha y luego te cuento. ¡Vale cariño!.

Estaba a punto de asentir con la cabeza pero al abrir los ojos -los había cerrado para rememorar mejor la escena- pude ver cómo Monique, incapaz de controlar su excitación, estaba ya a horcajadas sobre mi e intentaba galopar como María. Era una sorpresa agradable que tomara la iniciativa. Tenía la sensación de que en un par de noches aquella mujer cohibida y bastante puritana iba a perder todas sus inhibiciones. Dejé de hacerme preguntas y me concentré en la galopada.

Continuará.