Diario de un gigolo (04)

La mujer multiorgásmica es su gran reto. Del encuentro del punto G depende el futuro de Lily. ¿Misión imposible?. No para Johnny.

La mujer multiorgásmica o la busca del punto G.

Lily me había citado para comer al día siguiente. Cuando le conté la historia de la ventosidad y la increíble fantasía que me saqué de la manga se echó a reír con tantas ganas que se le atragantó la patata asada que acompañaba al bistec y me vi obligado a golpear su espalda suavemente. En cuanto se recuperó tuve que darle un masaje de pechos para que volviera a entonarse.

A los postres sacó su agenda azul y entre traguito y traguito de cognac francés me comentó las citas que me quedaban antes de probar la guinda. Eran solamente dos, casi me alegré por ello, no sabía cómo sería aquella maldita guinda de la que no dejaba de hablarme Lily una y otra vez, pero ya tenía ganas de empezar en serio mi trabajo. La primera cita era con una chica delgaducha con aires de efebo, miré su fotografía con un rictus en los labios. Era hija de un famoso que quería acabar a toda cosa con la manía de su única descendencia de creerse lesbiana. Pensé que mejor le iría con Anabel, una mujer capaz de quitarle complejos al mismo Edipo.

Lily se sonrió ante mi frase, cada día apreciaba más mi sentido del humor. Me dijo que ese era también un favor personal, por lo visto nunca acabaría con su lista de favores; yo desde luego prefería otra clase de favores, ustedes me entienden. En otros tiempos ella y el famoso habían hecho buenas migas y no precisamente cocinando. Además me vendría bien aprender qué se puede hacer en este negocio cuando no se puede hacer nada. En mi profesión hay que estar preparado para todo, a las duras de carnes prietas y a las maduras que todo lo saben o creen saberlo. Sí Lily, respondí, es como tocar todas las teclas del piano para que la melodía no decaiga nunca. Volvió a reírse, algún día serás un excelente pianista, ratoncito, ya lo eres, pero te falta un poco de virtuosismo.

La otra era una mujer comida de manías, esposa de un millonario que satisfacía sus caprichos, le daba todo lo que deseaba menos el deseo de llenar su ocio de forma productiva. Pasaba de manía en manía como una ninfómana de amante en amante sin satisfacerse nunca. Ultimamente se creía precisamente una ninfómana y su marido ya no podía invitar a ningún amigo a casa sin temor a que pudiera acabar asediado por su esposa en cualquier rincón de la mansión. El tratamiento que ella le había aconsejado a su marido, un viejo conocido, era ponerla en mis manos hasta que encontrara otra manía-amante con la que acostarse de vez en cuando. Sería un aprendizaje excelente para morder la guinda justo en el punto G. Miré a Lily con cara de asombro y ella me guiñó un ojo antes de plantarme un beso en la boca. Ya sabrás de que te hablo, adorable ratoncito. No tardaría mucho en comprender de qué iba el enigma, ya lo creo que descifraría el acertijo, eso sí, con mucho trabajo.

Lily me despidió a los postres alegando una pertinaz jaqueca. La notaba rara, bastante más que los días anteriores, y su cara expresaba una profunda preocupación. Intuía que todo se debía a la proximidad del momento cumbre. Si era capaz de comerme bien a la guinda su futuro se disiparía de nubes. ¿Y si no tenía éxito?. Ni siquiera era capaz de imaginarme esta posibilidad pero solo ver la expresión de Lily me entraba una desazón incontrolable.

Ya en mi apartamento reflexioné sobre el tipo de vida en el que había decidido arrojarme de cabeza. Me entró un cosquilleo molesto en algún lugar que no fui capaz de precisar pero sí sabía que estaba ocurriendo en un lugar muy profundo de mi psiquis. Para olvidarlo me serví un güisqui colmado que paladeé con deleite al tiempo que en el video veía por sexta o séptima vez ya el Sueño eterno. Era posible, ¿porqué no?, que llegara a conocer a una Lauren Bacal sin tener que exponer mi pellejo a balas perdidas como hacía Bogart con su inimitable estilo. En todo caso siempre me quedaría el recurso de dejarlo todo y volver a tontear con las clientas en el pub de Paco. Empollar psicología me seguía atrayendo mucho, en realidad llegaría a estudiarla en otra universidad mucho más atractiva, la propia vida. Todos los caminos siguen abiertos, pensaba sin darme cuenta que ya había elegido el mío. Sería el amante del amor. ¿Qué otro camino puede tener tantos alicientes?.

La experiencia con la chica efébica fue más bien triste. Se pasó la mitad de la noche llorando y la otra mitad contándome sus penas. Lo más que conseguí fue que me dejara tumbarme a su lado desnudo y acariciarla, eso sí con mucha discreción, mientras oía con mucho interés su aparente drama. Mi mano derecha se posó en su monte de venus y allí se quedó sin vida, todos los intentos por explorar su cueva resultaron cortados de raíz por duras reprimendas y manotazos destemplados.

La historia que me contó era tan disparatada que no consigo recordarla en estos momentos. Me hizo jurar que le diría a Lily que habíamos hecho el amor con pasión, que ella había alcanzado el orgasmo. Contesté que con la primera parte ya tendríamos bastante, Lily nunca se tragaría la segunda, era demasiado lista. Aceptó ser comedida y como agradecimiento me dio un beso en la boca, el primero en toda la noche, al tiempo que no cesaba una y otra vez de hacerme prometer que seríamos amigos, buenos amigos, que no la dejaría en manos de su aciago destino. Deseaba que conociera a su amiga. Luego me presentaría a su padre y le diría que no era mala chica. Admití a regañadientes que me gustaría conocer a su amiga pero en cuanto a su padre no me interesaba conocerle al menos de momento. Nos despedimos estrechándonos las manos como dos buenos amigos. Se marchó muy contenta, aposté doble contra sencillo a que su alegría no duraría mucho.

El caso de la ninfómana maníaca o la maníaca que se creía ninfómana fue aún más triste. Se pasó toda la noche intentando convencerme de que el sexo es lo único que merece la pena en esta vida. Cuanto más hablaba de ello menos se excitaba. Me las vi y deseé para conseguir taparle la boca con una de mis historias al tiempo que la iba acariciando como al descuido. En el momento más atrevido de mi historia su sexo comenzó a lubricarse. Pude penetrarla y llevarla al orgasmo pero para ello me vi obligado a no dejar de hablar un solo instante. Estoy seguro de que la excitaba más mi historia que el pene trabajando en su vagina. Aquella mujer podía ser una ninfómana, no lo niego, pero todo estaba en su cabeza y muy poco en su sexo.

Al acabar la noche me dejó una larga propina y una sonrisa de oreja a oreja. Ves, me dijo, como tengo razón, el sexo es lo mejor de la vida. ¡Y pensar que mi marido cree que estoy loca!. Me besó largamente al despedirse. A pesar de ello sus labios seguían resecos. Me comentó con mucho entusiasmo que aquel había sido el mejor orgasmo de su vida. Me preguntó con rintintín si no creía ahora que ella era una auténtica ninfómana. Dejé la risa para luego y la acompañé hasta el taxi.

Por primera vez me sentí solo en mi nuevo apartamento. Me pesaba el silencio así que decidí que esa noche visitaría a Paco. De esta forma cumpliría con lo prometido y al mismo tiempo estaría acompañado.

Paco estaba detrás de la barra sirviendo unas copas a una pandilla de yupis que se hacían acompañar de tres mujeres deliciosamente atractivas pero de ademanes menos ampulosos que los de sus compañeros, seguramente eran secretarias, buenas para tomarse una copa después de cenar y antes de un rápido polvo con el tiempo justo para llegar al dulce hogar a una hora prudencial, tal vez las doce o la una. Le dirían a su mujercita que el día había sido duro, mucho trabajo, ya sabes a última hora surgió algo muy urgente...

Cuando terminó de servirles me hizo una seña. Cogió dos botellines de cerveza y me precedió hasta su despachito. Allí me ofreció un pitillito rubio especial para los amigos íntimos. Le proveía un cliente al que se lo traían de contrabando desde Turquía unos amigos. Descorchó las botellas y bebimos a chorro. No pudo controlarse por más tiempo, se levantó, me palmeó la espalda y se carcajeó con ganas. Puso los brazos en jarras, se situó frente a mí y me dijo:

-¡Qué canalla!. Mientras yo me parto el espinazo todos los días para sacar unos duros él se gana el doble o el triple follando como un condenado con mujeres estupendas. ¡Porqué no recibiría un cuerpo como el tuyo!. Dame un abrazo, canalla.

Quería saberlo todo. Su idea de mi trabajo era tan errónea que tuve que contarle la verdad envuelta en un vistoso papel de regalo para que su fantasía no sufriera un grave quebranto. Me preguntó cómo era capaz de pasarme toda la noche dando caña. Si acaso mi pito estaba hecho de acero con un mecanismo hidráulico a la altura de los cojones que me permitía subirlo y bajarlo a voluntad. Le contesté que Lily tenía acciones en una multinacional farmacéutica y nos surtía de productos que ayudaban al pito a estar en una forma aceptable el mayor tiempo posible que no era toda la noche por supuesto. Por otro lado ninguna mujer aguanta un trozo de carne ajeno dentro de su cuerpo toda una noche, por mucho placer que reciba. La mujer adora las caricias, la ternura, que la hablen con delicadeza de cosas íntimas. Sino fuera así necesitaría al menos media docena de gigolos haciendo cola toda la noche para ser satisfecha.

Paco no lo entendía. ¡Pasarse la noche hablando con una tía buena que está completamente desnuda, en pelota picada, a tu lado!. Yo te aseguro que no pararía de follar una y otra vez...una y otra vez...

-Paquillo, la imaginación es maravillosa pero somos de carne y la carne requiere su "tempo". Todo cumple sus propios ciclos en la vida, haya que cargar para poder descargar, levantarse para luego hundirse, reposar y reposar...

Necesitaba saber todos y cada uno de los detalles. Cómo eran, si tenían mucha pasta, si follaban bien, si lo sabían sus maridos, si se les humedecía el coñito enseguida nada más verme...si...si...

Su imaginación era un pozo sin fondo de morbideces, de perversiones, de deseos insatisfechos, de sueños oscuros. Paquillo tenía un Mr. Hyde como lo tenemos todos por otro lado pero el suyo era un violador nato, no podía imaginarse el placer de la seducción, solo la violación brutal y reiterada. Estuvimos charlando hasta que llegó la hora del cierre. El cuartito era un pozo de niebla y los cascos vacíos de los botellines se acumulaban por todo el suelo. Yo balbuceaba lo bien que me sentía teniendo un trabajo así y Paco se reía a mandíbula batiente imaginando toda clase de guarrerías. Durante varios minutos intenté sin éxito contar el número de mujeres a las que me follaría a lo largo de mi vida profesional. Paco hablaba sin ton ni son de millones mientras intentaba en vano ponerse en pie.

Nos ayudaron sus empleados. Llegamos dando traspies hasta sendos taxis que nos esperaban a la puerta de su negocio. No recuerdo cómo llegué a casa y Paco me contaría meses más tarde que no recordaba nada de lo sucedido. Al día siguiente se despertó con arañazos por toda la cara y un ojo morado. Al parecer había intentado violar a su mujer que se defendió como una gata esquiva. Logró dominarle con gran esfuerzo y le obligó a dormir debajo de la cama. Su mujer se negó a hablarle durante un mes y tardaron tres en volver a tener relaciones sexuales. Se reía y lloraba al mismo tiempo mientras me lo contaba por teléfono algunos meses después.

-Creo que yo no serviría para hacer tu trabajo, creo que no podría aguantar con el pito tieso toda la noche y además soy incapaz de soportarlas. Las odio...las odio...

Y se echó a llorar como un chiquillo.

Por fin Lily me anunció una fecha. En quince días debería estar listo para comerme la guinda. Me dio algunos datos de la susodicha. Esposa de un alto cargo (ni se te ocurra preguntar, ratoncito), poco atractiva pero seguramente resultona en la cama, su estúpida forma de vestir resalta aún más sus defectos. Muy culta y un poco tímida o al menos se lo hace. La mejor manera de llegar a su corazoncito es la ternura y una conversación culta, exquisita si puede ser. Sin descuidar el sexo por supuesto. Es posible que te encuentres un volcán debajo de esa fachada de mosquita muerta que aparece en las revistas del corazón.

Yo tenía que satisfacerla hasta el límite y eso quería decir llegar incluso un poco más allá de mis límites, de cualquier límite. Lily a veces era muy procaz: si quiere que la folles por detrás hazlo, pero por favor hazlo bien, no la hagas daño o lo estropearás todo. ¡Ah!, y por cierto, me olvidaba lo más importante. Ha debido leer algún libro de sexualidad que le habrá regalado seguramente alguna amiga en su cumpleaños y está obsesionado con llegar al orgasmo múltiple. Como lo oyes, Johnny, quiere encontrar el punto G a toda costa. Hasta el punto de que su vida no tiene sentido sino lo logra. Necesito que encuentres ese punto G, ratoncito, o mi futuro valdrá menos que el de una hormiga a punto de ser aplastada por un elefante. ¿Me entiendes?.

¡Vaya que si la entendía!. No solo tenía que encontrar ese maldito punto G que ni siquiera sabía en qué lugar de la anatomía femenina se encuentra –consultaría la enciclopedia de sexualidad que me había regalado Lily para decorar el apartamento- sino que del éxito o fracaso en la empresa dependía el futuro de mi amorcito lindo y el mío propio. ¡Buena guinda me esperaba!.

Esa noche Lily me enseñó la técnica de la penetración anal con frialdad de maestra y pasión de amante. Mucha excitación previa, mucha estimulación en la mujer y la ayuda de truquitos, pero sobre todo mucho diálogo sincero. Así mi vida...más suave...lo dejamos un momento...

Adoraba la forma de hablar de Lily, siempre tan expresiva, tan gestual. Estuvo a punto de levantarse las faldas y enseñarme su lindo trasero. Sugerí que debería escribir sus memorias, todos aprenderíamos mucho. Incluso me comprometí a redactarlas pero ella me dio unos azotitos en el trasero. ¡Qué malo eres Johnny!.

-Espero que seas tú, ratoncito, quien escribas algún día tus memorias. También me gustaría que te quedaras con el negocio cuando yo no esté. Te nombro oficialmente mi Delfín...(¿se dice así?). Bueno pero deja de hablar que me estás liando. Quiero que la señora quede satisfecha, mucho, muchísimo.. así que esmérate. Está en juego mucho más de lo que imaginas. Necesito la influencia de su marido para que la policía se vuelva a poner de mi parte. Una mafia rusa me está chantajeando para que les traspase el negocio. Pagan bien pero no quiero vender. Estas es mi vida y lo será hasta que me muera. Han debido untar bien a algunos cargos de la policía, empiezo a tener problemas y eso no me gusta, no me gusta nada.

-No me había comentado nada, Lily. No tienes confianza conmigo.

-Bueno, ahora ya lo sabes. Así que si te gusto un poco, aunque solo sea un poco, deberías esmerarte como si te apuntaran con una pistola a la sien.

-Me gustas mucho Lilian, y tú lo sabes.

Para agradecer el cumplido me besó muy, muy largamente. Cuando terminó fui yo quien a mi vez la besó hasta que la falta de respiración nos obligó a separarnos. Se la veía muy decaída. Necesitaba todo mi cariño y aquella noche se lo di.