Diario de un fetichista Vol.2
Sigo con mis experiencias reales.
Esta pasada Semana Santa mi mujer y yo estuvimos tres días en Santander en casa de un viejo amigo del barrio que por motivos laborales se traslado allí hace tiempo. Como no andábamos bien de dinero y le debíamos una visita, mi mujer sugirió que le diéramos un toque. Mario acepto encantado. Este amigo tiene 36 años, es soltero, un cachas muy atractivo y él lo sabe. Le gusta gustar e incluso provocar con sutileza y bromas a las mujeres, incluso de sus amigos. Cuento esto porque comprendí una cosa que me excito muchísimo, y ahora entiendo la insistencia de mi mujer en que le llamáramos para pasar en su casa la semana santa con la excusa de que en su última visita a Madrid nos había invitado y que nos saldría muy barato. La realidad que nunca reconocerá mi mujer es que a ella le pone muy cachonda mi amigo. ¿Qué como lo sé?, pues porque soy un fetichista. No es que pasara nada especial ni fuera de lo común durante nuestra estancia allí, descontando un par de ocasiones en las que pille a mi amigo mirando con deleite el culo de mi mujer. Pero la última noche que estuvimos con el paso algo muy interesante y morboso. Habíamos salido de copas y al regresar a casa ya estábamos los tres un poco bebidos y fumados y con muchas ganas de risas.
Nos sentamos los tres en el sofá del salón y Mario puso la música y la luz adecuadas. Mi mujer estaba entre los dos, y como el resto de la noche estaba más pendiente de Mario y sus bromas que de mí. Esa era la primera vez que mi mujer pasaba tanto tiempo junto con aquel amigo mío de la adolescencia, al que ella anteriormente apenas había visto en un par de ocasiones. Pero se notaba que ambos habían cogido rápidamente mucha confianza.
Tal es así que durante un momento que fui a por hielo, oí sus risas y entre un dialogo confuso, escuche como mi mujer, entre carcajadas, pedía socorro durante un instante sin mucha convicción. Cuando entre en el salón me encontré en el sofá a un sonriente Mario sujetando por detrás los dos brazos de mi mujer con su brazo, mientras que con la otra mano la tapaba la boca con firmeza. "Voy a secuestrar a tu mujer" me dijo entre risas. La mire. Ella, sentada en el sofá, se retorcía ligeramente sin mucha convicción, realmente parecía muy cómoda en esa situación atrapada e inmovilizada entre sus brazos y acallada por su mano. A mí me pareció una situación inesperadamente morbosa y excitante, sobretodo porque soy muy observador y conozco a Mario desde hace mucho y, sé que tiene una debilidad; es un fetichista de tapar la boca a las chicas, pues se lo he visto hacer muy a menudo, ya tenía esa costumbre de adolescente, e incluso alguna vez me enseño en su casa revistas de bondage donde aparecían mujeres atrapadas. Por tanto supongo que es algo que le apasiona y excita mucho, y el hecho de saber que tener cogida así a mi mujer le ponía a él cachondo, de rebote me puso también cachondo a mí.
En realidad era como el dialogo de "Pulp Fiction" sobre cuando otro hombre le da un masaje de pies a tu mujer, es decir, aparentemente parece un inocente juego, pero todos sabemos que tras ese tipo de jueguecitos hay algo más. Supongo que para él era una excusa perfecta para tocar y explorar con su mano la carnosa boca de mi mujer, mientras daba a entenderla, que en esos instantes ella estaba dominada por él y a su merced, y como digo, bajo la apariencia de un inocente juego.
El hecho de que mi mujer no tratara de librarse realmente de Mario con todas sus fuerzas limitándose a emitir entrecortados gemidos como un animalillo atrapado que acepta su captiva situación resultaba revelador. Pocos instantes después la soltó y ella le dio una no muy fuerte palmada en el hombro, simulando un enfado que a todas luces no tenía, lo que resultaba una evidente treta para no descubrir sus cartas por completo ante nosotros. Luego me regaño de broma a mi "¿Y tú no me defiendes?" me recrimino, "Tu sabes defenderte sola" respondí. Tomamos una copa más, un porro más y nos fuimos a la cama tan borrachos que nos quedamos fritos casi de inmediato, aunque hasta entonces yo no pude dejar de pensar en aquella escenita y su morboso significado oculto. Al día siguiente, por la mañana, mientras ella todavía dormía, me desperté y como buen fetichista eche un ojo al tanguita negro que llevaba puesto mi mujer la noche anterior y que estaba tirado en el suelo junto al lado en el que ella dormía (pues ambos dormimos desnudos) Con gran sorpresa y excitación comprobé que ¡Estaba empapado de una abundante, espectacular y aun pegajosa mancha de flujo vaginal! ¡Era obvio que aquel jueguecito de forcejeo y secuestro con el atractivo Mario la había puesto supercachonda, de hecho incluso hubiera jurado que tanto flujo solo podía ser si no fruto de un orgasmo!. Lógicamente me empalme y rápidamente me tumbe junto a ella, despertándola con caricias y besos para empezar el día con un polvazo alucinante. Y a juzgar por su excesiva cremosidad vaginal me arriesgo a suponer en que estaba pensando aun ella.