Diario de un escort: Trío con dos abogadas
Dos abogadas treinteañeras contratan los servicios de Andrés, prostituto de lujo
Virginia miró a Inés divertida. Aún no se podía creer que hubiera accedido. Miró el reloj de la pared. En cinco minutos estaría allí. Las dos eran compañeras de trabajo en un despacho de abogados internacional. Mucho dinero pero a la vez mucho trabajo y casi nada de tiempo para gastar sus abultados sueldos. Y casi nada de tiempo para una vida sentimental en condiciones. Inés era una bisexual declarada y había intentado llevarsela a la cama más de una vez. Virginia no era una mojigata en cuanto al sexo. En la universidad había experimentado y había disfrutado con una compañera de clase. Inés le había tirado los tejos más de una noche pero nunca habían llegado a más. Virginia era atractiva. Pelirroja con un pelo corto, casi como un chico, acentuaba sus rasgos delicados. Tenía un cuerpo delgado con pechos pequeños en forma de copas de champán y unas piernas largas con un culo respingón. Inés era todo lo contrario, voluptuosa con unos enormes tetas naturales que se desparramaban en su pecho, con forma de lágrimas y respingones en los pezones. Su culo señalaba una plenitud sexual asociada a unas caderas anchas de fertilidad. Su cara morena y racial estaba presidida por unos labios carnosos que invitaban a ser besados.
Una amiga de Inés le había hablado de una agencia de escorts masculinos. Satisfacción garantizada por un precio que no supondría una merma en sus ingresos. Una solución perfecta a salir una noche a ligar para acabar con un tío que no supiera qué hacer en la cama. Virginia no terminaba de atreverse e Inés se había ofrecido a compartirlo. Una oferta interesada, claro. Pero a Virginia no le molestaba en absoluto la idea de un trío con Inés. La agencia ofrecía múltiples ofertas, para todos los gustos. Las dos tomaban la píldora. Así que habían optado por sexo sin condón. La única incomodidad habían sido los análisis obligatorios para esa opción. A ellas les habían enviado el correspondiente de su elección entre los modelos.
- ¿Crees que será igual que la foto?
La agencia ya cobraba 50 euros solo por poder consultar el catálogo online. Habían escogido a un veinteañero, con un cuerpo lo suficientemente trabajado en el gimnasio para no ser excesivo. Guapo de cara con ojos verdes. La foto era de cintura para arriba pero en la descripción indicaba que medía 24 centímetros duro. No sabían si serían capaces con semejante trozo de carne, pero estaban dispuestas a intentarlo. El timbre sonó.
Andrés esperó a que abrieran la puerta. Marcos, el dueño de la agencia que le había contratado unos meses atrás, le había asegurado que las clientas eran jóvenes. Era un plus. La mayoría de sus clientas eran demasiado mayores. De vez en cuando se llevaban alguna sorpresa como la cincuentona preciosa que había pagado por él y cuatro de sus compañeros. Cuando finalmente respondieron sonrió para sus adentros. Enfrente tenía dos bellezas de unos 30 años, una pelirroja fibrosa y una morena llena de curvas. Las dos estaban vestidas con pantalones cortos de algodón y unos tops que dejaban su cintura al aire. Un conjunto tenía corazones y el otro ositos estampados. Las dos le miraban riéndose.
- ¿Inés y Virgina?
- ¿Andrés?
Los tres superaron la incomodidad del principio con dos besos. El pago se hacía directamente a la agencia y por adelantado. Andrés las siguió hasta la sala de estar del amplio apartamento aprovechando para admirar sus traseros. La noche prometía. Las clientas habían reclamado que se corriera más de una vez, cuando ellas quisieran. Sin problema. Era parte de su entrenamiento y su dieta. Nadie dijo que su trabajo fuera sencillo. Inés se giró delante del sofá.
- Bueno ¿y cómo comenzamos?
Andrés tomó la iniciativa. Las cogió a cada una de la cintura y las atrajo hasta que sus pelvis se aplastaron en sus caderas. Acercó la cara a la de Virginia, la pelirroja. La besó. Virginia se mojó al momento. El chico era exactamente como el del foto. Podía sentir los músculos a través de la camisa negra que se pegaba a su piel. Su lengua jugueteó levemente con sus labios para introducirse en su boca. Era sensual, casi tierno. Una de las manos de Andrés se deslizó hábilmente por sus pantaloncitos y el tanga que había escogido. Uno de sus dedos estimuló la entrada de su ano sin llegar a entrar. La mano de Virginia viajó hasta sus pantalones chinos y le acarició por encima de la tela. No estaba duro del todo pero según crecía se dio cuenta de que tampoco mentían en el tamaño.
Inés le lamía el cuello mientras le desabrochaba completamente la camisa. Paseó sus manos por el torso depilado y se entretuvo en los abdominales. Andrés giró el rostro y encadenó la boca de Inés. Como si supiera la diferencia entre las dos con ella se lanzó a un beso brutal. Peleando con sus lenguas y con la saliva resbalando entre las comisuras. La otra mano de Andrés encontró el camino hasta su palpitante entrepierna. Ella había decidido no ponerse bragas. También estaba empapada. Su dedo corazón e índice no encontraron resistencia y pronto hallaron su punto g. Inés movió sus caderas persiguiendo el placer. Su aliento excitado viajaba hasta la boca de Andrés.
Andrés se separó y con un juguetón empujón a cada hizo que se cayeran en el sofá a la vez, entre risas excitadas. Se arrodilló en el suelo frente a ellas. Hizo que se deslizaran hasta que sus culos quedaron en el borde del mueble, con la espalda en el asiento y la cabeza en ele en el respaldo. Le quitó los pantalones y el tanga a Virginia. Desechó las prendas a un lado y repitió la operación con Inés. Abrieron las piernas. Una vista increible. Inés se depilaba completamente y sus labios eran anchos y protuberantes. Virginia se dejaba una fina franja de aterrizaje como indicando el camino y unos labios cerrados que prometían un canal cerrado y jugoso. Andrés alargó las manos. Con las palmas hacia arriba, tres dedos de cada una recorrió el calor que emanaba del interior de sus clientas. Los curvó y encontró el bulto que escondía todo su placer.
Lento al principio, despacio, girando esas protuberancias siguiendo el movimiento de las pelvis que bailaban con las oleadas de placer. Los jadeos se aceleraron con las atenciones de Andrés. Un sonido húmedo y sexy empezó a huir de sus interiores. Inés y Virginia sintieron una ola de extásis que se acumuló en sus pelvis. Nunca habían anticipado un orgasmo semejante. Creyeron que se meaban pero entre gritos empezaron a eyacular. Andrés salió y frotó sus clítoris furiosamente. Los fluidos que expulsaban salpicaron por todos lados. Mirándolas Andrés se lamió los dedos primero de una mano y después de la otra.
- Joder, ha sido maravilloso.
Virginia no pudo decir nada pero asintió al comentario de su amiga. Había sido uno de los orgasmos más intensos de su vida. Andrés se quitaba la camisa en esos momentos. No podía dejar de pensar en cuanto le apetecía chuparsela. Se lo pidió. Se intercambiaron las posiciones. Andrés se sentó en el sofá y ella se puso de rodillas enfrente suya. Inés se acomodó con la espalda en brazo del sofá para tener una mejor vista. Virginia tenía un fetiche por las felaciones. Sentir el placer de un hombre a través de su boca le daba escalofríos. Desabrochó el cinturón y los pantalones y enganchando los boxers los bajó hasta los tobillos en un movimiento donde los dejó cubriendo sus pies y sus zapatos. Empujó sus rodilla para abrirle las piernas y soltó una exclamación de sorpresa. Aún medio erecta era la más grande que había visto. Descansaba sobre su muslo a medio camino de su rodilla. Virginia se incorporó y se inclinó hacia delante. Cogió esa preciosidad por la base y se introdujo la punta en la boca. Le encantaba que se pusieran duros dentro de ella. Pronto Andrés creció hasta su plenitud mientras las mejillas de Virginia se abultaban. Virginia la sacó para apreciarla. La rodeó con la mano. Aún sobraba un buen trozo por encima.
Andés se vio en problemas. No podía correrse todavía, el aguante era uno de las principales enseñanzas de la agencia. Pero una cosa era acostarse con clientas mayores y otra tener a una preciosidad mirándole con unos ojos preciosos por encima de su miembro. La lengua de Virginia le acarició el glande y subió lentamente hasta la punta. Andrés suspiró y cerró los ojos para disfrutar de la sensación. Los abrió inmediatamente para no perderse el espectáculo. Virgina tiró hacia delante de su polla y rozó con la lengua rápidamente la punta, recogiendo el líquido preseminal, para recorrer el camino inverso hasta el glande de nuevo. Lo rodeó con la lengua y entonces sus labios lo abarcaron, cogiendo solo la cabeza. Su boca era un terciopelo caliente y húmedo. Virginia chupó suavemente y delicadamente rozó con sus dientes la hendidura justo debajo del capullo.
Inés había colocado las piernas sobre el sofá y su pies reposaron en la cadera de Andrés. Miraba el espectáculo. Se quitó el top, no llevaba sujetador, y cruzó el brazo izquierdo sobre el pecho para acariciar su pecho derecho. Andrés se perdió en aquellas dos montañas de carne levantadas y con unos enormes pezones duros que Inés pellizcaba a la vez que se mordía los labios. Las plantas de sus pies se movían el muslo de Andrés y ella abrió las piernas. Su coño brillaba por la humedad. Jugó con ella misma. Una mano bajó hasta su coño y separó sus labios vaginales. La entrada a su interior era un canal rosado y mojado. Su otra mano frotó lentamente su clítoris. Cuando había encontrado un ritmo, la mano que mantenía abierto su coño, introdujo dos dedos dentro de ella.
Virginia acarició sus huevos mientras seguía dándole placer oral. Andrés gruñó. Su mano mantenía agarrada firmemente esa polla levantada y tomó un poco más en la boca. Su lengua rodeó su capullo y él disfrutó del contraste entre la suave parte inferior de su lengua y la parte superior algo más áspera. Ella se inclinó hacia delante. Sus labios bajaron por el mástil hasta que alcanzó la entrada de su garganta. Hizo un sonido de Mmmmmmpff! y aguantó una pequeña arcada. Se mantuvo allí y le liberó.
- ¿No te corres?
Andrés la miró. La verdad es que le había llevado al límite. Pero habían pagado por más tiempo, no quería que se llevaran una idea equivocada. Inés aceleró las caricias en su clítoris mientras se follaba a ella misma despacio con la otra mano. Andrés casi no podía distinguir el movimiento de sus dedos. Levantó sus caderas cuando un nuevo climax alcanzó su máximo. Mantuvo tres dedos en su vágina y disfrutó de las segundas oleadas de placer. Los músculos de su antebrazo se movían a la vez que sus dedos dentro de ella. Su culo volvió al sofá. Levantó las piernas de las caderas de Andrés. Siguió moviendo sus dedos y rotó sus caderas en un nuevo orgasmo casi inmediatamente posterior. Era el tercero de la noche para ella. Miró a Andrés y a Virginia que pajeaba a Andrés y le dedicaba pequeñas lamidas por toda su extensión.
- Correte en su boca, cariño. También tienes que disfrutar.
Andrés enredó los dedos en el pelo rojo de Virginia y la guió hasta su miembro. Ella apoyó sus manos en los muslos de Andrés para que él tomara el control. Los ojos de los dos se mantenían conectados y Andrés se hizo una paja con esa boca. La llevaba hacia abajo, hasta el límite de su boca y su garganta, la mantenía allí y la saliva goteaba de sus labios distendidos hasta su escroto. Después la llevaba hacia arriba disfrutando como la calidez iba abandonando su piel hasta que sola la punta estaba dentro. En el sexto recorrido, cuando solo la cabeza estaba dentro y Virginia chupaba ávidamente y su lengua recorría la apertura, Andrés se dejó ir. Su semén abombó las mejillas de Virgina para desbordarse entre sus labios y deslizarse por su polla hasta su pelvis donde formó un pequeño charco.
- Bueno, eso ha sido jodidamente sexy.
Inés se dejó caer de rodillas junto a Virginia. Recogió el espeso líquido que se había acumulado en su pelvis y lo extendió en el miembro de Andrés que seguía duro. Él vio como las dos se enzarbaban en un beso donde su semén pasaba de boca a boca. Parte de la estricta dieta marcada en la agencia estaba destinada a mejorar su sabor o al menos que no fuera desagradable. Las dos se volvieron hacia él. Sus pantalones le impedían abrir más las piernas así que entre las dos le quitaron los zapatos, calcetines y pantalones y separaron sus rodillas. Acercaron sus caras a su pollas y empezaron a lamer. Su cabezas subían y bajaban a cada lado y el semén acumulado seguía el movimiento de sus labios. Virginia giró la cabeza y se metió sus huevos en la boca. Inés chupó lo que puedo meterse entre los labios. Andrés disfrutó unos momentos pero no le contrataban para eso. Se levantó.
- ¿Vamos al dormitorio?
Inés y Virginia se levantaron divertidas. Inés ayudó a Virginia a quitarse su top para que todos estuvieran desnudos. Se cogieron de la mano y le guiaron hasta el dormitorio. Andrés iba detrás mirando esos dos culos, uno pequeño y respingón y el otro hermoso en su curvas. Virginia iba por detrás en el conteo de orgasmos. Andrés la agarró por la cintura e hizo que apoyara la cara contra la pared del pasillo antes de llegar a la puerta del dormitorio. La inclinó hacia atrás para que su trasero quedara en pompa y abrió sus piernas para tener mejor acceso. Paseó la punta de su miembro por su coñito recogiendo su humedad y la metió despacio, saboreando como su calidez le acogía. Centímetro a centímetro, sus paredes vaginales le abrazaron. Cuando sus huevos tocaron su clítoris ella exclamó un joder. Virginia juraría que si se tocaba el estómago podía tocar el bulto de su polla a través de su barriga. Inés se acercó y besó a Andrés que alcanzó con su mano y le metió tres dedos en la vágina para que no se sintiera abandonada.
Virginia era muy estrecha. Se la folló despacio, dejando que ella sintiera cada extensión en cada acometida. Ella movió su cintura en círculos y hacia atrás para ayudarle en la penetración. El orgasmo llegó despacio, ella sintió como cogía fuerza en su interior y explotaba cuando sus pelvis chocaron repentinamente. Cuando hubo terminado Andrés levantó sus piernas con un brazo y con otro por la cintura la llevó hasta la enorme cama doble donde la dejó caer. Se volvió y cogió de la mano a Inés para llevarla también hasta la cama.
Inés llevaba mucho tiempo esperando para comerse el coño de Virginia. Ella estaba tumbada de espaldas en el colchón. Inés se puso de rodillas, a cuatro patas, levantó las piernas de Virginia a sus hombros, rodeó sus muslos con sus brazos y bajó la cara para enterrarla en su montículo del placer. Su lengua se convirtió en una pequeña lanza que iba desde la entrada de su ano hasta su sensible botón del placer, repasaba sus labios vaginales y la penetraba para recorrer y saborear su interior. Virgina se retorcía de placer.
Andrés se subió a la cama detrás de Inés. Movió la mano por su hermoso culo y entre sus piernas. Acogió su sexo con la palma y lo frotó. Ella gimió contra la entrepierna de Virginia. Andrés tanteó hasta que encontró la apertura húmeda y caliente y metió tres dedos en su interior. Inés volvió a gemir y levantó la cara para mirarle por encima del hombro.
- Rápido, metemela, metemela
Andrés se recolocó y frotó su polla contra su culo. Inés alcanzó con su mano hacia atrás y guió el miembro hacia la entrada. Andrés empujó y sintió como su vulva se abría, dejándole pasar. Inés arqueó la espalda y empujó a su vez hacia él. Cuando estaba totalmente dentro, Inés volvió a gemir en la entrepierna de Virginia, lo que la llevó al límite y empezó a retorcer sus caderas contra la lengua invasiva de Inés.
Andrés cogió ritmo. El interior de Inés se amoldaba a sus empujones cada vez más rápido. Virginia se giró y se deslizó por debajo del cuerpo de Inés hasta una posición del 69. Tenía un primer plano de la penetración. Levantó la cabeza y lengua recorrió la entrepierna unida de ambos atendiendo a los dos según se unían. Inés volvió a comerse a Virginia que alcanzó un nuevo orgasmo. Andrés la sacó del coño de Inés y se la metió a Virginia en la boca. Desde esa posición y bocarriba , Virginia solo podía dejar que Andrés le follara literalmente la boca y la garganta y ver como sus huevos botaban frente a sus ojos. Los tres gemían y ellas dos se corrían sin parar y empezaron a pedirle que lo hiciera también. Andrés ya había llegado a la conclusión de que tenían un fetiche por el semén.
Tras lubricarse un poco más en la boca de Virginia, se la metió a Inés y se la folló rápidamente. Inés gemía incoherentemente cuando se veía lanzada al coño de Virginia con cada embestida. Esta veía alucinada como ese miembro reventaba sin misericordia la entrepierna de su amiga. La sensación de cosquilleo invadió sus huevos y su polla lanzó oleadas desde la base hasta la punta. Su eyaculación golpeó el interior de Inés que arqueó de nuevo la espalda extasiada. Andrés salió y entró de un golpe descargando otro chorro de semén en su interior. Inés gruñía descontrolada sobre Virginia cada vez que Andrés entraba en ella. Cada empellón añadía leche al caliente y ahora pringoso coño que estaba penetrando. Se deslizó de su interior y cubrió la cara de Virginia. En cada entrada , las nalgas de Inés se contraían en un espasmo, exprimiendole cada vez más. Cuando hubo acabado se derrumbó en la cama. Inés se incorporó y le miró sonriente. Se sentó sobre la cara de Virgina que seguía debajo de ella y sacó la lengua para comerle y limpiarle su coñito. Andrés estaba semierecto pero un par de vaivenes de su mano mientras miraba la carja roja, el pelo empapado de sudor y los pezones en punta de Inés mientras esta retorcía las caderas para frotarse contra la cara de su amiga le puso duro al momento.
Le debía una follada dura a Virginia. Se arrodilló entre sus piernas y levantó su culo para entrar en ella. Virginia, con la cabeza en el colchón aplastada por Inés y la cintura levantada contra Andrés, cruzó las piernas por detrás de este. Su interior se contrajo alrededor de Andrés que volvía a disfrutar de su estrechez ardiente. Pudo liberar sus manos y las ahuecó para acoger esos pequeños pechos en forma de cono. No tuvo delicadezas. Marcó y ritmo brutal removiendo huecos dentro de Virginia que nadie había tocado antes. Pellizcó sus pezones endurecidos y mandando golpes de dolor y gusto desde su pecho hasta su interior. Sus gemidos salían enmudecidos entre los flujos mezclados de Andrés e Inés que rezumaban de esta. Se mantuvieron así 20 minutos. Virginia pensaba que se iba a romper. Inés lagrimeaba excitada con que por fin su amiga devorara su coño.
Andrés miró disimuladamente el reloj. Habían pasado diez minutos de las dos horas que habían pagado. Esperó hasta las vibraciones del interior de Virginia le dijeron que había alcanzado el último éxtasis de la noche. La sacó pero mantuvo sus labios inferiores en la base de su polla. Volvió a sujetarla por las nalgas y la hizo recorrer su extensión. Masturbándose con su coñito. Su polla apuntaba hacia ellas y el primer chorro de su líquido salió disparado hasta los pechos de Inés. Siguió descargando hasta cubrir cada todo el torso de Virginia donde cayeron los siguientes. Andrés se separó e Inés se tumbó al lado de Virginia. Su mano jugó con el clítoris de su amiga y esta le devolvió el favor. La otra mano de cada una de ellas recorría sus pechos extendiendo la semilla blanca de Andrés por sus torsos. Él las miraba divertido desde un lado de la cama con su cuerpo reluciente de sudor y su polla ya flácida recolgando. Las dos amigas miraron los músculos de ese dios. Inés quería algo más así que movió a Virginia, incapaz de protestar, hasta que sus piernas se cruzaban como dos tijeras abiertas y estrellaban sus coños juntos. Inés llevaba la iniciativa. Virginia exhausta parecía una muñeca sin vida si no fuera por sus nuevos jadeos. Inés observó como el miembro de Andrés daba unas pequeñas sacudidas.
- ¿No quieres unirte un poco más?
Andrés se inclinó y dejó un tierno beso en la frente de Virginia. Pero una de las primeras normas de la agencia era no estar más tiempo del pagado. Aquello era un negocio.
- Llamadme siempre que queráis.
Salió de la habitación, se vistió y cerró la puerta del piso a los gemidos cada vez más fuertes de sus últimas dos clientas.