Diario de un embaucador (Parte V)

La mañana siguiente me desperté con una extraña y húmeda sensación. Tenía la polla completamente parada. Un rostro con grandes ojos negros, una mirada hambrienta y una lengua inquieta la recorrían y me observaban.

Las semanas avanzaban sin ningún evento que resaltar. Las vacaciones acababan de empezar, pero ya me sentía ahogado entre tanto tiempo libre. Prefería la aburrida rutina de la universidad. Me divertía encontrar diferentes maneras de romperla y alterarla. Me sentía más en control: yo dominaba lo que hacía en mi tiempo, no la rutina.

En cambio la monotonía de los días libres se hacía insoportable. No había nada que cambiar, nada que controlar, porque no había nada que hacer. La ciudad misma se sentía como un pueblo fantasma a pesar de que los adultos continuaban trabajando, yendo y viniendo como si nada hubiese cambiado.

Muchos jóvenes de mi edad también tomaban trabajos de medio tiempo, probablemente para seguir pagándose la universidad. Yo no necesitaba nada de eso. Mis padres estaban divorciados, lo que significaba que ambos intentaban ganarse mi favor a toda costa, lo que significaba dinero y antojos por doquier. Y aunque no fuera así, habría encontrado alguna otra manera de manipularlos. Yo no era uno para recibir órdenes de algún idiota cuya única preocupación en la vida era que las botellas quedaran a la misma distancia unas de otras en los estantes de un supermercado.

Mi padre era presidente de una enorme empresa manufacturera y, al igual que yo, era hijo único. Lo que quería decir que había recibido la empresa de mi abuelo como herencia. Eventualmente yo la recibiría también. En realidad no necesitaba preocuparme de nada. Mi madre dirigía el hospital más grande de la ciudad, pasaba más horas trabajando que en casa. Se preocupaba, a veces, de que no tenía suficiente contacto conmigo, pero lo compensaba con jugosos depósitos. No podría decir que me molestara.

Y, sin embargo, teniéndolo absolutamente todo, me aburría en mi departamento. Internet no tenía nada que ofrecer y no habría práctica hasta el sábado. Teníamos entrenamiento lunes, miércoles y sábados. Eran el único momento mínimamente entretenido de la semana. Me traía a David al departamento en dos de cada tres ocasiones. Era un forma más que aceptable de matar el aburrimiento.

Me gustaba pasar tiempo con él, aunque aún no estuviera seguro de qué era exactamente lo que me atraía de él. Tenía un cuerpo muy apetecible, pero si era sincero conmigo mismo, había tenido mejores. Tenía un aguante excelente para el sexo (ese mismo lunes habíamos llegado hasta una tercera ronda), pero una vez más, nadie se comparaba a Franco. Tenía un gemido endiabladamente sexy, pero solo porque sonara bien cuando lo bombeaba, no significaría una gran diferencia.

También estaba la forma en que mi nombre sonaba en su boca cuando me rogaba que lo penetrara, "¡Alex!" . La forma en que me miraba cuando terminábamos y me tendía a su lado, rendido. Lo sumiso que era ante cada una de mis demandas. Lo jodidamente tierno que se veía cuando bajaba la mirada ante la mía. La urgente necesidad de marcarlo, hacerlo mío cada vez que alguna de esas cosas se hacía presente.

No habían aparecido nuevas marcas, pero solo habían pasado un par de semanas. Aún no significaba nada, aún no podía estar seguro de que fuese completamente mío. No había logrado que pasara la noche en el departamento. Al caer la noche, se apresuraba a vestirse y salía corriendo como si el encanto del hada madrina fuera a apagarse en cualquier momento.

Y luego estaba Franco... Se había estado comportando extraño últimamente. Evitaba quedarse a solas conmigo, me esquivaba la mirada y las veces que había intentado que quedáramos, se había inventado alguna excusa patética. Por un momento me pregunté si quizás sabía sobre David, pero había tenido más que suficientes ocasiones para decírmelo.

Terminé atribuyéndoselo al hecho de que había estado pasando demasiado tiempo con el idiota de Nico esa semana. Después de todo estaba viviendo en su casa por el momento. El hermano imbécil de David seguramente le llenaba la cabeza con cuentos sobre mí. El muy inútil jamás había conseguido ninguna prueba de mis... costumbres.

Al final me encogí de hombros y le resté importancia. Si Franco en realidad supiera algo de lo que yo hacía, no estaría llamándolo mi novio en ese momento. Cualquier persona en su sano juicio me mandaría a la mierda.

Tres golpes suaves en la puerta descarrilaron mi tren de pensamiento. "Hablando de Roma..." Solo llevaba puestos unos jeans, no tenía camiseta y estaba descalzo. Me dirigí a la puerta sin amagar con ponerme nada encima. Solo Franco y Gonza subían hasta mi departamento para golpear la puerta, el resto del mundo tocaba timbre y esperaba abajo al intercomunicador.

De modo que grande fue mi sorpresa cuando abrí para encontrarme con David. Un bolso le colgaba al hombro, Llevaba una camiseta de los Fall Out Boy, su banda favorita (no podía creer que supiera eso) y unas bermudas. Tenía un ojo morado y se le notaba hinchado.

"Oye," dije inmediatamente indicándole que entrara. "¿Qué sucedió? ¿Estás bien?"

"Estoy bien, no te preocupes," entró y esperó a que cerrara la puerta. "¿Puedo quedarme contigo esta noche?"

"Por supuesto," respondí enseguida. Mi polla dio un salto pero la ignoré. "¿Quién fue el capullo que te hizo eso?"

"No es nada de qué preocuparse, solo necesito un poco de hielo." Saqué unos cuantos cubos de la refrigeradora, los envolví en un paño y se lo entregué. "¿Te molesta si cierro las cortinas?"

No esperó a que respondiera, se dirigió al balcón, cerró las puertas corredizas y las cortinas oscuras de un tirón. Pero antes de que lo hiciera logré identificar un auto gris estacionado frente al edificio. No necesitaba ver al conductor para saber de quién se trataba.

"¿Tu hermano te hizo eso?" Sentía la rabia y la confusión inundarme a partes iguales. Estaba furioso porque ese idiota le hubiera puesto las manos encima a mi propiedad; pero estar tan enojado me confundía. ¿Desde cuándo me preocupaba por alguien que no fuera yo mismo? David tenía todo un abanico de efectos desconocidos sobre mí.

"¡No! No, yo solo, me peleé con un vecino, es todo."

"Eres muy malo para mentir, ¿sabes?" dije mientras buscaba una camiseta entre el enorme desorden que era la sala.

"¿Qué haces?" Preguntó David haciendo una mueca de dolor al apoyarse el hielo sobre el ojo. "Alex, ¿qué estás haciendo?"

"¿No es evidente?" Respondí como si lo fuera. "Voy a partirle la cara a ese cabrón."

"¡No!" El pánico tiñó su voz y la rabia volvió a latir en mi pecho. "Alex, por favor no hagas nada, te lo ruego. No salgas."

"¿Por qué no? Y a todo esto, ¿dónde estaba Franco cuando el imbécil te hizo ésto?"

"Franco no tiene nada que ver. Alex, por favor, si me quieres, no salgas," me detuve.

"¿Qué dijiste?" Pregunté en voz baja.

"Alex, si me quieres, por favor no vayas a por él. Eso es lo que él espera."

David estaba sentado en el sofá, me miraba con sus intensos ojos negros. De repente me sentí fuera de lugar. Me dejé caer a su lado y él suspiró de alivio. Tenía el ojo derecho, el sano, hinchado y enrojecido como su hubiese estado llorando. Sentí la urgente necesidad de besarlo.

Me incliné sobre su rostro entrecerrando los ojos. coloqué una mano sobre su pierna, buscando apoyo. Mis labios no tardaron en unirse a los suyos. Su aliento era suave, siempre lo era. Atrapé su labio inferior entre los míos, mi lengua humedeciéndolo lentamente, con delicadeza. David tardó unos segundos en responder. Su mano libre se apoyaba en mi pecho desnudo mientras movía sus labios para seguir los míos.

Fue un beso lento, suave, tardó varios minutos y se sintió como poco. Finalmente David sintió como se aceleraban mis latidos en anticipación y empujó mi pecho para separarnos.

"Hoy no," dijo mirándome a los ojos. "Por favor."

Me separé de él sin apartar mi verde mirada de la suya.

"Lo siento," me sorprendí a mi mismo diciendo. "Todo esto es nuevo para mí. Hace ya muchos años desde que dejé de... sentir cosas."

"¿Sucedió algo?" Preguntó con una curiosidad que parecía sincera. Pero rápidamente cambió de opinión al ver mi expresión. "Perdón, no tienes que decirme, solo preguntaba."

"No te preocupes," respondí. "Si, sucedió algo. Y desde que ese algo sucedió no he vuelto a preocuparme por nadie más, ni a sentir nada por nadie más. No son más que tonterías de adolescentes."

Podía notar que David intentaba no reflejar nada en su rostro, pero mi comentario le había dolido. Automáticamente sentí la urgente necesidad de disculparme. Esta vez la ignoré. No podía dejarme dominar por toda esta nueva parafernalia de emociones, tenía que comenzar a controlarme. Aún así dije:

"Pero últimamente alguien me ha estado dando vueltas, derrumbando la actitud que tanto me costó construir. No suelo decir 'lo siento', ni suelo respetar los deseos de los demás, solo los míos. Hasta ahora, solo Franco había logrado pasar de una noche conmigo, y solo porque tiene ciertos... atributos excepcionales." En ese punto, David desvió su mirada de la mía.

"Tú eres diferente", dije tomándole de la barbilla y devolviendo sus ojos negros a los míos. "Me estás cambiando. Pensé que había logrado bloquear esa parte de mí, pero me equivocaba."

Y era cierto, en las últimas semanas mi mundo se había revolucionado. Había empezado a preocuparme por otra persona, pensaba en él más seguido de lo que me gustaría admitir, me había inundado la rabia al ver que alguien le había hecho daño. Pero sabía muy bien que aquello era una espada de doble filo. El tiempo había pasado, pero la herida que me había hecho cambiar en primer lugar, no.

Aquella fue la primera noche en años en que me acosté con otro hombre sin haber tenido ningún tipo de contacto sexual previamente. Nos desvestimos, nos acostamos y el se durmió rápidamente apoyado en mi brazo. Yo no tuve tanta suerte. Pasé largas horas pensando...

La mañana siguiente me desperté con una extraña y húmeda sensación. Tenía la polla completamente parada. Estiré una mano para alcanzarla, quizás pudiera liberar un poco de tensión antes de comenzar el día. Pero en lugar de mi paquete, toqué algo más. Un rostro con grandes ojos negros, una mirada hambrienta y una lengua inquieta.

Solté una carcajada.

"Buenos días a ti también," dije con una sonrisa.

"Buenos días," respondió David devolviendo la sonrisa antes de zamparse mi polla hasta la garganta y hacerme arquear la espalda de placer. Su ojo se había deshinchado, pero tenía un tono morado más oscuro.

Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar mientras llevaba mis manos detrás de mi cabeza para no tentarme a dirigirlo tomándolo de su cabello. Sabía que trabajaba mejor solo.

David se divertía jugando con mis huevos también. Los manoseaba y de vez en cuando se los llevaba también a la boca; primero uno, luego el otro y luego los dos. Me llevaba al borde de la locura y se detenía solo para volver a empezar.

"¿Estás despierto?" Lo oí decir luego de un rato.

"¿Cómo podría dormir con semejante atención?" Respondí divertido.

"Quiero más", dijo con una sonrisa pícara.

"¿Más?"

Asintió y se puso en movimiento. Pasó una pierna por encima mío y colocó su entrada justo frente a mi rostro mientras volvía a dedicarle sus húmedos cuidados a mi polla. Sonreí y me puse manos a la obra inmediatamente.

Abrí sus duras nalgas, no sin antes darle un mordisco a cada una, y comencé a lamer su entrada con entusiasmo. Un gemido intentó escapar de su boca pero quedó atrapado, haciendo vibrar mi polla y mi cuerpo con placer. Lamía su agujero una y otra vez, no había mejor desayuno que ese. Y mientras lo hacía, guiaba una mano hasta su polla para otorgarle placer también.

Pude sentir su cuerpo temblar al instante. Lentamente deslicé un dedo dentro suyo mientras sus gemidos vibraban en mi propio miembro y me volvían loco. Una vez logré meterlo, comencé un movimiento de mete-saca, David hamacaba su cuerpo de atrás hacia adelante para seguir mi ritmo mientras continuaba lamiendo mi polla y gimiendo sobre ella como si su vida dependiera de ello.

No tardé en introducir un segundo dedo y luego un tercero. Pero las sensaciones parecieron ser demasiado para David, sus quejidos, junto a sus manos jugando con mis testículos y su lengua enroscándose en mi polla terminaron por arrojarme a la locura.

Sin previa advertencia, me derramé en su boca. David no pareció inmutarse, se limitó a tragar hasta la última gota y limpiarme la polla con un par de lamidas más mientras continuaba moviéndose al ritmo de mis dedos.

"Parece que habrá un cambio de planes," dije con tono juguetón mientras retiraba mis dedos de su entrada y él me dedicaba una mirada interrogante.

Le indiqué que se diera la vuelta y me obedeció inmediatamente, por supuesto. Se retiró de encima mío mientras yo tomaba una almohada y la colocaba bajo mi abdomen, dejando mi propia entrada al descubierto.

"Es tu turno," le dije con una sonrisa mientras su rostro se iluminaba.

"¿Es en serio?" Era su primera vez como activo, al menos conmigo. No que tuviese algún problema con ello, simplemente no se había dado antes. Yo disfrutaba ambos roles de igual manera, aunque sintiera una leve inclinación por la pasividad.

David no tardó en acomodarse para su nuevo rol. Rápidamente se dedicó a repetir el mismo proceso que yo había practicado en él durante el delicioso 69. Yo no necesitaba tanto trabajo como él, al cabo de unos minutos ya estaba listo. Él estaba ansioso por comenzar, ya tenía la punta de su polla en mi entrada cuando lo detuve.

"Espera, vamos a hacer que disfrutes de tu primera vez," dije con una sonrisa maliciosa mientras me acercaba a su rostro y devoraba su boca.

Mi lengua dominaba la suya con facilidad, él se dejaba llevar mientras lo acostaba de espaldas en la cama, mi cuerpo encima del suyo. Su polla estaba húmeda, el glande brillaba con precum. Mientras lo besaba, busqué el lubricante sobre la mesa de noche a tientas con una mano. En cuanto lo encontré comencé a descender por su cuerpo, besando su mejilla, el borde de su mandíbula y bajando al cuello.

Me demoré un poco más allí, dejando marca de mi paso antes de continuar el descenso. Lamía su pecho y dejaba un rastro húmedo con mi lengua mientras lo oía suspirar con una mezcla de placer y frustración. Continué bajando por su abdomen, besando sus músculos y deleitándome con el sabor de su sudor. Llegué a su polla y le di una lamida desde la base hasta la punta, muy lentamente, cerrando los ojos y disfrutando de su sabor.

Finalmente abrí la botella de lubricante, derramé un poco sobre mi mano y masajeé su polla lentamente, con paciencia, haciendo que David delirara con deseo.

"Alex, por favor," mi nombre en su boca era demasiado tentador para resistirme.

Abrí mis piernas para colocarme encima de su miembro, lo tomé con una mano, ubicándolo justo en mi entrada. Una perfecta O se formó en su boca mientras colocaba sus manos en mis caderas y yo hundía lentamente su polla dentro de mí. Mi vieja sonrisa soberbia volvía a mi rostro mientras lo observaba abrir aquellos ojos negros llenos de excitación.

Su polla me llenaba lentamente, podía sentirla abriéndose paso dentro de mí mientras me dejaba caer encima de ella. Cuando finalmente estuvo completamente dentro mío, me tomé unos segundos para acostumbrarme a su presencia. David estaba ansioso, desde mi posición podía ver su pecho subir y bajar rápidamente mientras el sudor lo perlaba.

Cuando me hube sentido a gusto suficiente, me impulsé con las rodillas para volver a subir antes de dejarme caer una vez más. Repetí el proceso unas cuantas veces mientras mis gemidos y los de David se unían a coro. Finalmente encontré el ángulo correcto para golpear aquel punto sensible dentro mío y aceleré el ritmo. Una y otra vez me estimulaba y una y otra vez cerraba los ojos, me mordía el labio y arqueaba la espalda, sobrecogido de placer.

David continuaba con sus manos en mis caderas, cada vez que descendía, presionaba con fuerza, como intentando resistir el impulso de llenarme de leche en aquel preciso instante. De vez en cuando subía sus manos y recorría mi cuerpo con ellas, me pellizcaba los pezones y recorría mis abdominales, pero siempre terminaba bajando a mis caderas y mis muslos.

"¡Alex!" Dijo entre un gemido y otro. Abrí los ojos para verlo devorándome el cuerpo con los ojos.

Solía usar aquella posición bastante con otros chicos, me daba un lugar de poder y a la vez les regalaba una vista de mi cuerpo con la que podrían pajearse por mucho tiempo. La única desventaja era que solían utilizar esa vista para correrse demasiado rápido, antes de que la diversión siquiera comenzara. David estaba haciendo esfuerzos monumentales para no venirse, así que decidí recompensarlo.

Me incliné sobre él, con cuidado de que su polla siguiera dentro mío, entrando y saliendo mientras le sonreía y me acercaba a su cuello. Me dirigí hacia su oído y me dediqué a mordisquearlo mientras sus manos se aferraban a mi espalda y sus bombeos se aceleraban. Sabía que aquel era su punto débil. Mordisqueaba su lóbulo mientras le susurraba al oído:

"¿Te gusta? Sé que disfrutas estando dentro mío, pero sigo siendo tu dueño, ¿recuerdas?" Lamí la zona detrás de su oído para reafirmar lo que decía y podría jurar que estuvo a punto de correrse.

"Alex, por favor," su voz estaba al borde del quiebre.

"Por favor, ¿qué?" Ronroneé mientras volvía a mordisquearlo el lóbulo.

"Me corro, ¡me corro!" Acto seguido, su semilla se derramó dentro mío acompañado de un rugido de placer y sus uñas me arañándome la espalda.

Sentir su leche dentro mío y ver su cuerpo bañado en sudor con su sonrisa exhausta pero satisfecha, me puso la polla dura a reventar una vez más.

Sin esperar más. me moví deslizando su miembro fuera de mí. Su leche caía por mis muslos mientras me colocaba sobre su pecho. David era insaciable, aún después de todo aquello se mostraba hambriento por más polla. Tuve que tomarlo del cabello y sostenerlo contra la almohada mientras colocaba mi miembro en su rostro y me pajeaba con rapidez. Solté una carcajada cuando abrió su boca y sacó la lengua, dispuesto a recibir otra dosis. Pero yo tenía otros planes.

Con un último gemido me vine sobre su rostro. Derramé mi leche en su frente, sus mejillas y terminé en su lengua. Evité su ojo lastimado metódicamente. David sonreía y me dedicaba una mirada brillante. Un sentimiento cálido y desconocido se apoderó de mi pecho y me abalancé sobre él, lamí los restos de mi leche de su rostro y los compartí con él en un apasionado beso. Él enredó sus manos en mi cabello y rodamos en la cama, riendo como adolescentes y compartiendo su sabor y el mío.

"Me gustas mucho, ¿sabes?" Dijo una vez nos hubimos duchado y mientras él se dedicaba a secar mi cuerpo. Mi respuesta se quedó atorada en mi garganta. "Ya te he demostrado que soy solo tuyo, quisiera que hicieras lo mismo."

"¿Qué estás intentando decir?"

"Quiero que termines con Franco." Dijo sin más. Solo me tomó un momento considerar la respuesta.

"Está bien."

"¿Es en serio?" Su voz reflejaba sorpresa, lo que a su vez me sorprendió a mi.

"Si, claro. Solo estoy con él porque es bueno en la cama y me provoca morbo hacerlo con otros. No necesito eso contigo." Dije con mi sonrisa más galante.

El timbre sonó en el preciso momento en que David se abalanzaba sobre mí. Fue un alivio. Me tomaría un tiempo acostumbrarme a las muestras de cariño. Los besos estaban bien, los besos llevaban a otras cosas. Los abrazos eran otro cuento. Y las expresiones verbales me ponían extremadamente incómodo. Franco había aprendido todo eso en poco tiempo. Ahora tendría que enseñarle lo mismo a David.

Me desprendí de él y me envolví en una toalla antes de ir al intercomunicador.

"¿Si?" Dije mientras David salia del baño, envuelto en una toalla igual que yo. No se había secado aún y su cuerpo se veía extremadamente sexy con el agua goteando. Le hice señas para que se acercara y obedeció enseguida. Desaté su toalla y comencé a masturbarlo mientras esperaba que la persona del otro lado de la línea contestara.

"Soy yo. Quiero a mi hermano de vuelta en este instante. Quita tus asquerosas manos de él, maldito cabrón, o juro que las pagarás." Era Nico.