Diario de un cornudo 9
La mayor infidelidad de Luisa. Se folló a tres tíos delante de mí. Tiene tintes de no consentido, pero sólo tintes. En realidad, Luisa consintió aunque dijera que evitaba males mayores.
La otra ocasión fue unos años antes. Yo tenía una furgoneta con cama y solíamos irnos a nuestra bola durmiendo en lugares apartados y solitarios. Más de una vez habíamos fantaseado con la posibilidad de que apareciera un grupo de ladrones y, además de robarnos, la violaran. Estábamos en un monte de Galicia, en un paraje con mesas y bancos de madera en plan merendero. No había nadie salvo nosotros. Habíamos cenado allí y estábamos sentados fumando cuando se oyó un coche.
Según se acercaba, se escuchaba la música que sonaba dentro. Era música de Los Chunguitos, del gusto de macarras y pendencieros. El coche se paró a pocos metros y se bajaron tres tíos. Me puse tenso, aquello no pintaba bien aunque mi novia mostró entusiasmo por la música y le pareció divertido tener compañía. Se acercaron aparentando buen rollo. Lo típico cuando un sinvergüenza quiere camelar a su víctima. Como estábamos fumando a la luz de la luna, no se les veía bien la cara, pero tenían pinta agitanada. Por el habla no parecían gitanos. Dejaron la música puesta y las ventanillas bajadas. Uno de ellos se sentó sobre la mesa poniendo los pies en el banco de enfrente. Otro se quedó de pie a unos pasos y el tercero, el que llevaba la voz cantante, al ver la sonrisa franca de Luisa, se dirigió a ella.
.- ¿Te gusta? – Preguntó de forma excesivamente amable.
.- ¡Claro! ¿Son los Chunguitos, no...?
.- ¿Los conoces? Es de las nuestras... – Dijo girándose hacia el que había quedado a parte.
.- Por supuesto que los conozco. Los escuchaba siempre con mis colegas en mi barrio. – Luisa parecía querer ganárselos con sus historias juveniles que tanto le gustaba recordar.
.- Pues baila conmigo, sabrás bailar la rumba...
.- Mejor que tú...
.- Con tu permiso, claro..., - me soltó muy amable al tiempo que la cogía de la mano añadiendo, - puedes estar tranquilo, no nos la vamos a comer.
Comenzaron a bailar y el tío se pegaba a ella todo lo que podía. Luisa reía a carcajadas entre vuelta y vuelta y no parecía importarle que ese desconocido la sobara a conciencia. Cuando acabó el tema que sonaba, se la cedió al tipo que permanecía de pie, con quien bailó otra pieza.. Éste no parecía tan lanzado pero mi novia se mostraba tan abierta que no tardó en rozar su culo cada vez que la hacía girar. Mientras bailaban, el primero se sentó a mi lado.
.- Está buena tu novia...
.- No es mi novia. – No sé por qué dije aquello. Si bien era cierto que no éramos novios formales, sonó a “puedes hacer lo que quieras con ella, a mí no me importa” .
.- ¿Ah, no? Pues está bien rica. Seguro que te la has tirado...
.- Si..., claro.
.- ¿Y qué, folla bien?
.- Esas cosas no se dicen. – Traté de salir del paso.
.- Va, tío, que hay confianza... Seguro que folla como una diosa, menuda pinta de guarra que tiene.
.- Bueno, no te pases... – Dije nervioso sabiendo de antemano que el que se había pasado había sido yo.
.- ¿Que no me pase...? ¿Qué te has creído, chaval? A mí no me hables así que te suelto una ostia que te tragas los piños. – Se me quedó cara de tonto y no supe qué responder mientras el tercero del grupo se arrimaba a bailar con mi novia. – Que no, joder, que era broma, - dijo pasando su brazo por mis hombros, - tú pórtate bien y no te pasará nada. Mira, mira cómo baila, no me digas que no está buena. Y vaya boquita tiene, seguro que hace unas mamadas de campeonato, jajajajaja.
.- ¿Qué te dije, sabía bailar la rumba o no? – Preguntó mi novia acercándose después de terminar su pieza con el tercero.
.- Claro que si, la bailas divinamente. Se nota que tienes experiencia. Precisamente se lo estaba diciendo a tu amigo, que ya me ha dicho que no es tu novio. – Luisa se me quedó mirando con cara extrañada y de pocos amigos.
.- Y que más te ha dicho el atontado. – Replicó seguramente dolida por que yo hubiese dicho eso.
.- Jajajaja..., ¿atontado?
.- Lo digo en plan cariñoso, es que es un poco corto.
.- ¿Corto de qué? Porque me ha dicho que te ha follado varias veces.
.- ¿Éste...? Ya le gustaría. Sólo somos amigos y compañeros de viaje. ¿Pero qué, ya no quieres bailar más? ¿O vamos a estar toda la noche hablando de “mi amigo”?
Acababa de darme una buena lección. Me sentía humillado. La había cagado de tal modo que la situación estaba completamente fuera de mi control. Luisa bailaba ahora más efusiva que antes y el tipo la sobaba sin miramientos. En un requiebro, la sujetó abrazándola e intentó besarla. Ella hizo la cobra y miró hacia mí. Al ver que no hacía nada y que el tío insistía, se dejó llevar. Se dejó comer la boca toscamente. No parecía colaborar mucho pero le permitió seguir hasta que una de sus manos se posó en su pecho. Entonces, se zafó con gracia y siguió bailando. El tipo ya ni se preocupaba de seguir el ritmo, sólo de rozarse con ella todo lo que podía. Se acabó la cinta pero él siguió abrazado a ella como una lapa. Intentaba besarla de nuevo pero Luisa se resistía. Hablaron algo que no pude escuchar. Los otros dos tipos estaban uno a cada lado mío como dispuestos a intervenir si intentaba algo. Como veían que no hacía ni decía nada, se relajaron riendo y haciendo comentarios sobre lo bien que le pintaba a su colega. Después de un poco más de forcejeo, se fundieron en un beso largo. Esta vez Luisa si que parecía colaborar y se dejó tocar la tetas durante un buen rato. Por fin se soltó y vino hacia la mesa.
.- Joder..., tía..., no me vas a dejar así... ¡Recuerda lo que te he dicho! – Amenazó alcanzándola y sujetándola por la muñeca.
.- Que sí, tranquilo, pero aquí no. – Me miró seria, con cierto gesto de odio. – Vamos a la furgo. – No podía creer que accediera con tanta facilidad.
Tiró de ella sin soltar su muñeca y la llevó hacia mi furgo, que estaba a unos diez metros. En ese trayecto, Luisa llevaba la cabeza girada mirándome, como esperando que hiciera algo, pero las cartas estaban echadas. El tipo abrió la puerta corredera e hizo un comentario jocoso de lo bien equipada que estaba aquella fugo. La hizo subir y, enseguida, se abalanzó sobre ella comenzando a besarla sobre la cama. No se molestó en cerrar la puerta. Luisa se dejaba hacer y se calentaba cada vez más con el frotamiento de su nuevo “amigo”. Por fín, echando una última mirada hacia mí, ella misma empujó la puerta corredera privándonos de la vista. No así del sonido, porque la puerta quedó entreabierta.
El tipo no paraba de reírse y tratarla de zorra para arriba. Casi radiaba el polvo que la estaba echando. Primero alabando lo bien que se la estaba chupando y luego describiendo en alto cada paso hasta clavársela. Comenzaron a escucharse gemidos de mi novia y pronto jadeos desgarradores que me turbaban sobremanera. Para entonces, mi poya estaba como un canto. La escuché pedir más, animarle para que siguiera follándola. El tío reía y le daba con todo. Los otros dos se frotaban el paquete comentando la jugada.
.- Joder..., cómo la está poniendo...
.- En cuanto acabe vamos nosotros, esta puta tiene cuerda para rato.
.- Yo voy primero, que tengo el rabo como el palo de la bandera.
.- De eso nada, yo no la meto después de ti.
.- Eso lo veremos, jajaja.
.- ¿Y tú? – Preguntó uno de ellos dirigiéndose a mí. – ¿Seguro que no es tu novia?
.- Qué va a ser... – Contestó el otro por mí. – Éste la lleva de viaje pa ver si se la folla y va y se la folla el Mazas, jajajaja. ¡Qué pringao...!
Yo ni les escuchaba centrado como estaba en los jadeos de Luisa, que llegó a correrse entre gritos. Al tiempo, se oyó gruñir al Mazas. Un gruñido por cada trallazo de semen que, a buen seguro, dejó en su coño. Luego, unos minutos de silencio y, por fin, se abrió la puerta. El tipo bajó abrochándose el cinturón, sonriente y satisfecho. Luisa estaba tirada en la cama con las piernas abiertas. La vi secarse el sudor de la frente con el dorso de su mano y acomodarse el pelo. En la penumbra del interior no podía ver el gesto de su cara.
Según avanzaba el jefe hacia nosotros, sus secuaces comenzaron a forcejear para coger turno. Acabaron corriendo los dos hacia la furgo y entrando a la vez.
.- Dejad la puerta abierta que quiero ver cómo os portáis, jajajaja. – Y ya dirigiéndose a mí. – Menuda fiera. ¡Qué ganas tenía de follármela! Me ha hecho una mamada de campeonato. Tu lo sabes bien, porque ésta es tu novia, a mí no me engañas.
.- Sii... – Dije agachando la cabeza y de forma casi inaudible.
.- No te de vergüenza, hombre... Es una buena jaca, menudas nalgas. Y has hecho bien, - continuó pasando de nuevo su brazo por mis hombros, - si te llegas a poner farruco te damos una paliza y nos la follamos igual. Eso mismo le he dicho a ella y lo ha captado enseguida. Buena chica, si señor.
El tipo me soltó y se fue a mear a unos metros. Yo fijé la mirada en la furgo. Uno de los secuaces se la estaba follando a cuatro patas mientras mi novia se la mamaba al que tenía enfrente. Cambiaron varias veces de postura hasta que los tres terminaron corriéndose, quedando Luisa cubierta de leche.
Como habían venido, se fueron haciendo sonar de nuevo su música. Luisa se limpiaba con un rollo de papel higiénico. Cuando terminó de componerse, bajó y se acercó hasta sentarse a mi lado. Estuvimos un rato sin decir nada.
.- ¿Estás enfadado? – Preguntó por fin.
.- No, no estoy enfadado.
.- ¿Por qué tuviste que decir que no éramos novios, era como ponerme en bandeja...
.- ¿Crees que hubieran respetado que fueras mi novia?
.- No, ya sé que no. – Respondió después de unos segundos. – Me dijo que si no follaba con él te darían una paliza y te pincharían. Cuando acabó de follarme me dijo que iban a entrar los otros.
.- ¿Estás bien?
.- No sé..., no sé cómo sentirme.
.- Pero has disfrutado...
.- ¿Qué quieres..., que me hiciera la mártir? Me sentó mal que dijeras que no eras mi novio. En parte, quería darte una lección.
.- Pues has dado una lección magistral, jeje. – Traté de romper el hielo y quitar hierro al asunto.
.- No seas cabrón... – Sonreía por fin.
.- Si, soy un cabrón, en eso me has convertido...
.- No puedo negar que he disfrutado. Decidí dejarme llevar y..., bueno, el tipo ese se ha portado bien, jijiji.
.- Ya he oído cómo te corrías.
.- Joder..., que vergüenza...
.- ¿Por qué? Es normal, incluso yo me he empalmado oyéndote.
.- ¡Siii...?
.- Si.
.- Jo..., pues después de correrme me han entrado los remordimientos pensando que estarías jodido. Y cuando me ha dicho que iban a entrar los otros dos me he sentido fatal. No quería follar con ellos para nada...
.- ¿Y con el otro si?
.- Vaya..., es que estaba muy bueno..., jajajaja.
.- ¡Qué puta eres!
.- No digas eso..., lo he pasado mal cuando han entrado esos dos. Entonces si que me he sentido violada. – Se quedó unos segundo en silencio, como pensando. – Pero luego me ha empezado a dar morbo. La verdad es que el primero me ha dejado bien caliente. Estaba empapada y no me han hecho ningún daño. Te veía ahí, mirando y me he puesto muy caliente, como en las fantasías que tenemos muchas veces.
.- Ha sido mejor que cualquier fantasía. ¿Me lo vas a contar todo?
.- Pues claro. ¿Vamos?
Nos metimos a la furgo. Olía a sudor, a semen, a sexo. Luisa me fue contado todos los detalles de lo que había vivido mientras me masturbaba y luego me comía la poya. Me corrí en su boca escuchando su relato.
Con el paso del tiempo, como nuestra atípica relación no se centraba, acabó difuminándose cada vez más y, un buen día, Luisa conoció a alguien de quien dijo estar enamorada. Se fue a vivir con él pero seguíamos viéndonos y follando como locos. Así fue durante mucho tiempo con sus diferentes parejas. Ella siempre era infiel aunque aseguraba no serlo. Se fue a vivir a otra ciudad con uno de sus novios. Hasta allí fui varias veces, viviendo episodios de infidelidad de los más morbosos. Fue mi mejor época de corneador, que también lo he sido. Me follé a Luisa muchas veces en las camas de sus parejas. Sin embargo, la distancia y mis relaciones fueron alejándonos definitivamente y hace años que no la veo.