Diario de un cornudo 8

Luisa iba a estrenar su bata de dar masajes. Yo espiaría escondido en su habitación y estaba muy excitado.

Aquel sábado estaba espectacular con su batita. Se cerraba con una cremallera por delante y, al ser tan ajustada, sus tremendas tetas quedaban apretadas asomando al escote. Parecía una puta con o sin medias. Desde mi escondite, observaba con la verga empalmada. El cliente no tardó en mostrar una erección similar y Luisa, desentendiéndose del masaje, comenzó a mamarle como lo había hecho aquel día. El tipo ni intentó incorporarse, parecía tener claro cuál era el guión. Sin embargo, a los pocos minutos, mi novia paró en seco y se acercó a la cabecera de la camilla. Hablaban algo que yo no podía escuchar. Le cogió una mano y ella misma se la llevó a la entrepierna. Echó la cabeza hacia atrás al tiempo que el tío hurgaba en su coño. El hombre hizo un gesto y Luisa le alcanzó los pantalones. Sacó la cartera y le dio un buen montón de billetes de mil. Ella los guardó en un cajón inclinándose de nuevo sin doblar las rodillas. Entonces, tiró de su mano y, poniéndole de pie, se besaron con pasión. Fue tan sólo un minuto y Luisa apoyó las manos en el aparador sacando su culito. El tipo, que estaba completamente desnudo y empalmado, metió sus manos bajo la bata masajeando sus nalgas. Luisa le miraba arrebatada y creo que le pedía que se la metiera ya. No se hizo de rogar y la embistió desde atrás agarrando sus caderas. Los envites fueron en aumento hasta que las tetas se le salieron por el escote. Las veía bambolearse al ritmo de los empujones.

El hombre comenzó a llamarle puta y lindezas por el estilo y, girando la cabeza, mi novia le hizo un gesto para que se callase poniendo su dedo índice en los labios. Miró a todos lados alarmado pero no dejó de empujar. Al rato, le hizo parar y tenderse en la camilla. Ella se subió a horcajadas sobre él y se la clavó moviéndose alante y atrás hasta que la vi correrse en silencio. Entonces el hombre comenzó a hacerla botar hasta que se corrió en su coño gruñendo como un cerdo.

Luisa se bajó recomponiendo su bata y se sentó de nuevo en la butaca a fumar un cigarro. El tipo comenzó a vestirse pero, de pronto, se arrodilló entre sus piernas. Hablaron algo y comenzó a comerle el coño como un diablo. Luisa se retorcía en la butaca. A punto de correrse, le agarró del pelo, le separó de su entrepierna, se inclinó sobre él y, cuando creía que iba a besarle, le escupió en la boca volviendo a apretarle contra su coño. El tipo siguió mamando hasta que mi novia se corrió como una bendita.

Nada más despedirle, se metió al baño. Salí de la habitación y fui directo al cajón donde había guardado el dinero. Lo conté y había 20000 pesetas. Me las guardé en el bolsillo.

.- ¿Por qué has salido de la habitación? – Preguntó molesta avanzando con su albornoz de baño y una toalla en la cabeza.

.- He oído que se marchaba y he salido. ¿Por qué te has duchado? No quería que te quitases la bata todavía...

.- He sudado mucho dando el masaje. – Afirmó secándose el pelo con la toalla.

.- ¿Dando el masaje o follando con ese tío? – Pregunté abiertamente. Siguió secándose el pelo sin contestar. – No se pagan 20000 pelas por un masaje y esta vez no te debía ninguno. – Miró el aparador, vio el cajón abierto y corrió hacia él.

.- Trae aquí ese dinero. – Dijo lanzándose sobre mí.

.- De eso nada, eres una puta, así que yo debo de ser tu chulo, ¿no?

.- Trae aquí, - trataba de meter sus manos en mis bolsillos, - ese dinero me lo he ganado yo.

.- Así que te lo has follado... – Dije sujetándola por las muñecas.

.- Es lo que querías, ¿no? Insististe en que me pusiera esa bata. Estabas deseando que lo hiciera, así que ahora no te quejes.

.- Si no me quejo..., - la hice girar pegando mi paquete a su culo, - pero tus ganancias las administraré yo, zorra... – Metí mis manos bajo su albornoz acariciando sus nalgas. Me saqué la verga y se la clavé sin miramientos. Todavía estaba mojada. Tirando de su pelo, comencé a follarla con ganas.

.- Devuélveme mi dinero. – Gruñó entre jadeos. Saqué los billetes y tiré la mitad sobre la camilla donde estaba apoyada.

.- Me quedaré un poco para pagar la bata y para mis gastos, con el resto puedes hacer lo que quieras, puta.

Ni siquiera lo contó, se dedicó a disfrutar del polvo que le estaba echando y volvió a correrse antes de que yo lo hiciera en su coño. Desde aquel día, no volvió a dejarme estar presente mientras daba masajes, pero a veces me contaba que tenía alguna cita con tal o cual chico y dejaba su bata sobre la butaca para que la viera cuando llegara.

Estuvimos muchos años juntos y fueron muchas las veces que debió ponerme los cuernos pero, sobre todo, hubo dos ocasiones que merecen capítulo a parte. Durante un puente de mayo, organizamos una acampada con un grupo numeroso de amigos. Seríamos más de veinte y tan pronto como llegamos al paraje, instalamos las tiendas. Había una grande donde podían dormir hasta diez personas y otras más pequeñas. Algunas parejas se cogieron las más pequeñas y ocho personas dormiríamos en la grande. Durante toda la tarde vi que Luisa no paraba de tontear con uno de los chicos que no tenía novia. En realidad, y más por aquella época, nosotros no éramos una pareja oficial, aunque todos sabían que estábamos liados.

Nos quedamos hasta el final de fiesta en torno a la hoguera mientras los demás, sobre todo las parejas, iban abandonando. Los últimos en entrar en la tienda fuimos nosotros, el chico en cuestión y otro más. Nos acomodamos a oscuras entre los que dormían. Yo a un extremo, Luisa a mi lado y el tipo con el que había estado tonteando, al otro lado. Apenas quedamos en silencio, comencé a oír los típicos ruidos que hace un saco de dormir al moverse. Me puse alerta, pero no podía ver nada. Entonces, Luisa me cogió la mano, quizás para tranquilizarme. El caso es que, acordes a los ruidos, empecé a notar movimientos de Luisa y, sobre todo, cómo su mano se apretaba sobre la mía cada vez que alguno de esos ruidos sonaba más fuerte.

.- Me está metiendo mano... – Dijo muy bajito en mi oído. Yo ni siquiera respondí. Ronroneaba y me lamía la oreja. – Ffuuu..., estoy empapada..., creo que me la va a meter... – Se escucharon sonidos de lycra y luego un paréntesis de silencio. – Uummmm..., me..., me la está..., metiendo..., aaaahhh... – Y de nuevo los rítmicos ruiditos.

Fue algo súper morboso. Todos durmiendo, o quizá no, y Luisa relatándome al oído cómo aquel tío se la estaba follando. A medida que avanzaba el polvo, el chaval parecía no cortarse fruto de la excitación y, de pronto y aún a costa del ruido que hacía, se echó sobre Luisa para penetrarla mejor. Al aliento de mi novia que azotaba mi cara, se unió el suyo, pues tenía su cabeza a pocos centímetros de la mía. No se decían nada, sólo suspiraban y seguían moviéndose acompasadamente. Luisa dejó de decirme cosas al oído pero sentí cómo se corría por su respiración y la intensidad de sus gemidos. Estoy seguro de que alguien más escuchó todo aquello aunque, probablemente, no supiera de quién se trataba.

.- Me ha llenado el coño de leche. – Aseguró cuando el tipo ya se había vuelto a su sitio. Acercó sus dedos brillantes a mi boca. – ¿Quieres probarlo? – Sólo los olí y ella se los llevó a la boca y los lamió con lascivia. – ¿Quieres follarme? No..., - respondió ella misma antes de que yo pudiera decir nada, - mi hombre tiene que saber que estos días soy sólo suya.

Metió su mano pringosa en mi saco y me masturbó lentamente. Cuando comprobó que el tipo se había dormido, aceleró el ritmo hasta que me corrí. Volvió a lamer sus dedos y me besó antes de echarse a dormir.

La noche siguiente, durmió en otra tienda junto a su nuevo amigo y el otro tipo que había aguantado con nosotros la primera noche. Yo caí redondo antes de tiempo por efecto del alcohol y no me di cuenta de la situación hasta la mañana siguiente.

La última noche me decidí a espiarles. Cuando quedábamos pocos, me perdí entre los árboles y, desde allí, observé lo que pasaba. De nuevo se quedaron los últimos mi novia y esos dos tipos. Todavía junto a la hoguera, vi como se besaba..., con los dos. Cuando se apagó el fuego se fuero a la tienda. Estaban solos allí. Me acerqué con sigilo por la parte de atrás y escuché. No podía ver nada pero lo que oí me puso los pelos de punta. Estuvieron más de una hora follándola entre los dos y no sé las veces que se corrió.

Continuará...