Diario de un cornudo 6

Los últimos coletazos de la historia de Bea, en los que paso de cornudo a corneador. Alucinante historia basada en hechos reales. No es imprescindible leer capítulos anteriores, pero es importante si se quiere tener una visión panorámica de mi evolución como cornudo a lo largo de mis relaciones.

Para acabar con la historia de Bea, tengo que contar lo que pasó el día de su boda. Aunque nos habíamos distanciado un poco, yo no había acabado mal con Carlos. Bea insistió en invitarme a su boda y yo acepté gustoso. Aquella madrugada murió mi abuela en la casa de mis padres en el pueblo. A primera hora de la mañana estaba allí para acompañar a mi familia. Sin embargo, algo me decía que no debía perderme la boda de mi exnovia. Así que, después de prepararlo todo y saludar a todos los familiares y amigos de la familia que vinieron al entierro, me fui a Madrid.

No llegué a la ceremonia y, cuando lo hice, el banquete estaba a punto de terminar. Besé a la novia, di mi enhorabuena al novio y saludé a los padres y hermanos de Bea, que se lamentaban de que no fuera yo quien estuviese casándome con su hermana. Me pusieron de comer mientras los demás terminaban los postres y me fueron presentando a los amigos de Carlos. Yo no conocía a nadie, salvo a una hermana de mi amigo con la que había coincidido en alguna ocasión. Tengo que decir que nunca me había sentido tan cornudo. Por algún que otro comentario y la forma en que me miraban y se sonreían, enseguida me di cuenta de que el hijo de puta de Carlos se había encargado de contar a todos sus amigos cómo me había levantado la novia. Allí estaba yo, siendo el centro de las miradas y de los comentarios por lo bajo, pero feliz de ver a Bea radiante sabiendo las veces que su coñito había vibrado con mi poya y orgulloso de que fuera tan puta. Ella no me falló y estuvo casi siempre a mi lado colmándome de atenciones. Me di cuenta de que ella también era consciente de lo que pasaba y, quizás por eso, estuvo más pendiente de mí.

Ya por la noche, en la discoteca, estábamos hablando cuando se acercó uno de los amigos de Carlos que ya lo era también de Bea. Nos ofreció unos tiritos y nos fuimos los tres al baño. Nos metimos en uno de los habitáculos y, allí encerrados, comenzamos la tarea procurando que no nos descubrieran. El tipo resultó ser un fanfarrón y no desaprovechó la ocasión de sacar el tema con la intención de humillarme y tantear el terreno con Bea.

.- Así que vosotros fuisteis novios... – Medio preguntó mientras desplegaba la papela.

.- Si, – se apresuró a contestar Bea, – y muy buenos novios.

.- No sería para tanto cuando le has dejado por Carlos.

.- Qué sabrás tú de las circunstancias de la vida..., – replicó algo molesta, – pero te puedo asegurar que Jonás ha sido el mejor novio que he tenido. – Añadió pasando su mano por mi paquete ante el asombro de su amigo que preparaba las rayas sobre su cartera.

.- Eso lo dices porque está él delante..., – insistía el julay en su intención de humillarme, – pero tengo entendido que le pusiste los cuernos con Carlos.

.- Cuando se está de acuerdo no se puede decir que haya cuernos. – Aclaró Bea.

.- ¿Ah, sii...? ¿Eres una especie de cornudo consentido? ¿Dejaste que tu novia se follase al Carlos? – Preguntaba excitado preparando el rulo con un billete de mil pesetas. – Y claro, al final preferiste la poya de Carlos...

.- Si tanto confías en la poya de tu amigo..., – dijo Bea quitándole el rulo de la mano al tiempo que se inclinaba sobre la cartera, – será que te la ha metido por el culo.

El tipo pareció cortarse un poco y nos pusimos las rayas. Mientras lo hacía él, Bea me empujó contra la pared y comenzó a besarme. Su amigomiraba de reojo cómo me sacaba la poya y se agachaba para mamármela delante de su cara de pánfilo. Mientras recogía los bártulos, mi exnovia me chupaba con ansia.

.- Joder..., Bea, cómo te pasas..., así que te gusta mamar poyas... – Dijo llevando una de sus manos hacia el pecho de la novia.

.- Aparta, capullo..., – exclamó apartándole de un manotazo, – tú sólo mira.

El tipo se quedó mirando cómo se comía mi verga completamente dura. Luego Bea se incorporó y dándome la espalda, se recogió el vestido blanco hasta la cintura. Llevaba medias blancas y el típico liguero enmarcando una minúsculas braguitas que se perdían entre sus nalgas. Apoyada en la pared, sacaba su culito hablándome con la voz turbada por la excitación.

.- Vamos, Jonás..., ¿a qué esperas para darme tu regalo de boda...?

Amasé su culo y aparté las braguitas apuntando con mi verga al centro de aquellas nalgas que tanto placer me habían dado. Mientras se la metía, el amigo se sacó el pene y comenzó a masturbarse. Volvió a intentarlo agarrando una de sus tetas pero Bea volvió a rechazarlo.

.- Pajéate si quieres, pero a mí ni me toques. Y luego vas y les cuentas a tus amiguitos qué poya prefiero de las dos.

Bea jadeaba sin importarle que alguien pudiera escucharla desde fuera. Sabía muy bien que Carlos comía de su mano y sólo quería lavar la imagen que se había formado de mí en su nuevo entorno. Agradecido, le follé como mejor sabía, metiendo mi mano entre sus piernas y masajeando su botoncito para que se corriera pronto. Lo hizo entre gritos al tiempo que su amigo se corría meneándosela. Mientras él se limpiaba con papel higiénico, Bea me hablaba fuera de sí.

.- Siiiii..., mmmmm...., asíiii..., mi amor..., aaaaaahhhhh..., cómo me haces gozar...., córrete en mi coño. Échamelo todo dentro.

Aquél fue el detonante para que estallara inundando su raja de semen. Se giró y me limpió la poya con su lengua ante la atónita mirada del pardillo. Apenas salimos de allí, el tolay se encargó de propagar la noticia. Por suerte, los familiares de Bea ya se habían marchado. Carlos apareció al cabo de un rato con cara de pocos amigos. Increpó a su esposa por su comportamiento, pero Bea le paró los pies.

.- Si no hubieras sido tan capullo de contar a tus amigos lo que a nadie le importa, no hubiera tenido que sacar la cara por él. ¿O crees que voy a dejar que los pringaos de tus amigos se rían de Jonás?

Se fue hacia la barra con la cabeza gacha y Bea sólo se separó de mi lado cuando se acercó la hermana de Carlos. Estaba algo bebida y no me había hecho el menor caso desde que había llegado. Era jovencita y, cuando habíamos coincidido alguna vez en casa de Carlos, se notaba que la hacía tilín. Seguramente al tanto de la historia que su hermano había propagado, se avergonzaba de hablarme. Pero cuando las tornas cambiaron, se acercó melosa aunque algo altiva.

.- ¿Es cierto que te has follado a mi cuñada en el servicio? – Preguntó sin rodeos con la lengua de trapo fruto del alcohol.

.- No creo que eso te concierna a ti.

.- Así pagas la hospitalidad de mi hermano..., ¿humillándole el día de su boda?

.- No es mi intención humillar a tu hermano, pero él bien que se ha encargado de hacerlo conmigo.

.- ¿Y no es verdad que te quitó la novia? ¿Que se la follaba en tu casa y que ella venía aquí a follar con él cuando todavía vivíais juntos?

.- Eso tampoco te incumbe pero, en todo caso, puede que sea tan cierto como lo que te han contado de los baños.

.- Así que todo es verdad... Menudo par de cabrones estáis hechos. Joder..., que fuerte..., te la has follado en el baño..., y delante de Luis, el más cotilla de toda la vasca.

.- Creo que Bea sabía muy bien lo que hacía.

.- Desde luego..., la muy zorra se ha encargado de que se enteren todos los invitados. – Ya no parecía enfada, le hacía gracia todo lo que se había montado. – Siempre supe que eras un guarro. ¿Crees que no me daba cuenta de cómo me mirabas cuando venías a mi casa? – Dijo acercándose peligrosamente, sacando pecho y poniéndome sus tetas delante de la cara.

.- Entonces eras una cría..., me hubieran detenido por abusador.

.- Yo sabía que estabas deseando follarme...

.- No te digo que no, pero estás mucho mejor ahora. Menudas tetas se te han puesto...

.- ¿Te gustan...? – Preguntaba sonriente al tiempo que se contoneaba restregándomelas metafóricamente por la cara.

.- Te las comería aquí mismo y tú lo estás deseando.

.- ¿Te crees que soy tan fácil como mi cuñada...? – Me retaba más pegada a mí.

.- Las comparaciones son odiosas, pero la que me miraba con lascivia en tu casa eras tú. Aún recuerdo la noche que Carlos se fue a por cervezas y tus padres no estaban. Te pusiste aquella batita y estuviste coqueteando todo lo que pudiste. Sólo tenías quince años. Si llegas a tener uno más te reviento allí mismo. – Le daban sofocos recordando la escena.

.- Eres un cabrón, mira que te lo puse fácil y ni caso...

.- Sin embargo, ahora eres toda una mujer...

.- ¿Tú crees...?

.- Claro que sí, y te lo voy a comer todo.

Sus labios estaban entreabiertos a escasos centímetros de los míos. La apreté contra mí y me comí su boca como si fuera parte del banquete de bodas. La muy zorra se desmelenó delante de todos los amigos de su hermano y de él mismo, que veía cómo me había trajinado a su recién estrenada esposa y ahora hacía lo propio con su hermana.

Noté que las miradas que antes estaban cargadas de sorna, resultaban ahora indignadas, odiosas, incluso amenazantes. Bea vino a decirnos que nos fuésemos de allí. Al parecer, los amigos de su marido estaban deseosos de partirme la cara, sobre todo uno que pretendía a la hermana. Bea nos acompañó hasta la puerta de la disco y la hermanita se vino conmigo. Pasamos la noche en mi furgo follando como locos.

Por entonces, ya había conocido a Luisa, una mujer excepcional... (Continuará)