Diario de un cornudo 3
La historia continúa y mis cuernos siguen creciendo con mi segunda y breve novia. Basado en hechos reales.
Lo pasé mal después de que me abandonara Pili, pero era joven y me rehice pronto. Aún no había cumplido la mayoría de edad cuando conocí a Paula. Era por la fiesta chica, que decían en mi ciudad, y nos enrollamos en los autos de choque. Estaba hecha toda una pimpollita con un estilo un poco “pijo” para mi gusto, pero tenía unas tetas impresionantes. Sus pezones se ponían duros y puntiagudos en cuanto empezaba a besarla y debajo de su disfraz de niña bien se desveló una hembra calentona e insaciable. Por aquél entonces, yo andaba siempre con mi colega. Éramos inseparables, así que íbamos los tres a todas partes. A Paula no le gustaba mucho aquello, pues siempre reclamaba intimidad para nosotros. Me decía que no le gustaba mi amigo y hacía todo lo que podía para enfrentarnos. Para colmo, la banda del Harry se había quedado con nuestro chamizo y no teníamos dónde ir.
Fueron semanas de sexo en el parque. Me despedía pronto de mi colega con la excusa de acompañar a Paula a casa y nos íbamos a unos jardines frondosos y oscuros que servían de escenario para nuestros atracones. Estábamos hartos de pasar frío, así que se nos abrió el cielo cuando mis padres se fueron unos días al pueblo. La casa para nosotros. El primer día lo pasamos entero follando como animales. Apenas salíamos de la cama para comer algo. Siempre desnudos por la casa, a las diez de la noche nos parecía que llevábamos meses viviendo juntos. A esa hora llegó mi colega. Nos liamos con los petas y a eso de las doce estábamos ya bastante perjudicados. Yo me quedé dormido en la butaca y cuando desperté no les veía por ninguna parte.
Avancé por el pasillo dando tumbos. Vi luz en la habitación de mi hermana, que también estaba en el pueblo. Según me acercaba, comencé a escuchar ruidos extraños. La puerta estaba entreabierta y, al asomarme, me quedé petrificado. Lo cierto es que no me sentí celoso. No estaba muy enamorado de Paula que digamos. Solo sentí excitación escuchando sus jadeos mientras mi colega la follaba desde atrás al estilo perrito. Las tetas de Paula se movían majestuosas al ritmo de las embestidas. Se me puso la poya dura al instante pensado lo puta que debía ser para follarse a Manolo después de haberle criticado tanto. Sin pensarlo, entré en la habitación. Mi colega se quedó cortado pero enseguida le hice un gesto para que siguiera. Ella aún no me había visto. Con los ojos cerrados, gemía como una gata en celo. Joder..., al menos se habría corrido una docena de veces a lo largo del día y aún pedía más. Agarré sus tetas pellizcando los pezones con fuerza.
.- Aaahhhhh..., siiiii...., córrete pronto, - decía, - antes de que se despierte Jonás.
.- Ya me he despertado, zorra... – Le dije al oído sin soltar sus tetas.
Giró el cuello mirándome como si hubiera visto un fantasma, pero no hizo nada para evitar que mi amigo siguiera dándole. Parecía querer excusarse pero, del susto que tenía, las palabras no salían de su boca. Si lo hacían los jadeos, creo que le excitó que la descubriera. Metí mi poya en su boca y la hice mamar mientras se corría de gusto. Al cabo de un rato cambiamos de posiciones y me dediqué a envestirla desde atrás mientras ella se la chupaba a mi amigo, que no tardó en correrse en su boca. La muy puta se lo tragó todo y le dejó la picha reluciente. Siguió comiéndole los huevos hasta que me corrí llenando su coño de leche.
.- ¿Cómo eres tan puta? – Le pregunté cuando mi amigo nos dejó solos.
.- Perdona, mi amor, no sé que me ha pasado. Estaba pedo y no sabía lo que hacía...
.- Ya..., menuda zorra estás hecha...
.- Ha sido tu amigo, él ha sido el que me ha liado. Me dijo que le acompañara, que no sabía dónde estaba el baño. Comenzó a meterme mano por el pasillo y me trajo a esta habitación.
.- Anda, no seas patética, que te gusta más la verga que a un tonto una tiza.
.- ¿Me vas a dejar? – Preguntó haciendo pucheritos.
.- Tranquila, de momento vamos a aprovechar que tenemos la casa para nosotros y luego ya veremos.
Nos pasamos el resto de los días follando como locos los tres. Hicimos de todo. Fue nuestra graduación sexual. Después de tres días tenía el capullo en carne viva. Estrenamos su culito, nos la mamó decenas de veces, la follamos en todas las posturas imaginables y hasta hicimos dobles penetraciones. Paula no parecía tener bastante. Una noche nos hizo un streepteas y se masturbó para nosotros corriéndose sobre de la mesa.
Tras esos días en mi casa, pasé de ella. Ya he dicho que no estaba enamorado. Creo que ella tampoco, pero el complejo de culpabilidad la llevó a perseguirme durante un tiempo. Me la follaba cuando quería. No comprendía como aguantaba tanto. No la hacía el menor caso. Incluso se la presté a un camello a cambio de chocolate. Decía que lo hacía por mí, pero disfrutó como una perra. Pasé definitivamente de ella cuando conocí a Claudia.
Esta vez si que me enamoré hasta las trancas. La conocí el día de mi cumpleaños. Mi colega se enrolló con su amiga al mismo tiempo. Ellas también eran inseparables y, para colmo, vecinas. Todo era perfecto. Ahora íbamos los cuatro juntos a todas partes. Manolo ya tenía un coche que se convirtió en nuestro hogar. Allí fumábamos, oíamos música y follábamos. Mejor diría “hacíamos el amor”, porque los cuatro estábamos locamente enamorados. También aprovechábamos las escapadas de mi familia al pueblo para explayarnos. Fuimos felices un tiempo, hasta que tuve que irme al pueblo. Mis padres insistieron para que fuera a pasar unos días. Al tercero de estar en el pueblo, me llamó por teléfono mi colega.