Diario de un cornudo 13

Escondido en un armario empotrado observo cómo le estrenan el culito a Lola. ¿Por qué me excita tanto verla gozar. Lo que más me pone es que sea tan puta.

Un día de diario que estábamos en casa, nada más comer comenzamos a jugar. Me di cuenta de que lo hacía todo como con prisa, como si quisiera correrse cuanto antes. De hecho, se corrió dos veces en menos de diez minutos. Cuando vio que seguía follándola me urgió.

.- Vamos, córrete ya, tienes que ir a trabajar.

.- No hay prisa, todavía es pronto.

.- Cómo que pronto, ¿no entras a las cuatro?

.- ¡Qué va! Hoy entro a las seis.

.- ¿A las seis? – Preguntó apartándome de un empujón.

.- Si, ¿qué pasa...?

.- Joder..., pues tienes que irte.

.- ¿Qué dices?, ven aquí que voy a hacer que te corras un par de veces más.

.- No..., es que...,

.- ¿Qué...?

.- Que..., he quedado a las cuatro.

.- Pues llama y vas un poco más tarde.

.- Es que he quedado aquí...

.- Pues llama y que vengan más tarde. ¿Con quién has quedado...? – Pregunté sin sospechar nada aún al tiempo que intentaba volver a penetrarla.

.- Es que..., he quedado con un amigo.

.- Joder..., tía..., pues llámale y que venga más tarde. Encima no vas a joderme el polvo...

.- Es que he quedado con mi amigo el argentino. Llegó ayer y..., no tiene teléfono.

.- Pero cariño..., si son menos cuarto... – Casi grité molesto.

.- Ya..., por eso..., tienes que irte. – Insistió levantándose de la cama.

.- Y que hago yo hasta las seis con el frío que hace... Estoy harto de que vayas a tu bola, coño, tengo que irme de mi casa para que venga otro a follarte..., ¡esto es el colmo! – Antes de ponerse unas braguitas vi cómo se aplicaba una especie de gel en el culo. – ¿Qué coño haces? ¿Y porqué has insistido tanto en follar si esperabas a tu amiguito...?

.- ¿Quieres saberlo? – Preguntó al tiempo que se ponía unas medias negras. – Porque mi amigo me va a estrenar el culito, cielo, y ya sabes que necesito estar bien follada para intentarlo.

Será puta..., pensé. A mí apenas me había dejado intentarlo un par de veces y siempre me cortaba el rollo diciendo que le hacía daño. Y ahora iba a dejar que fuera otro quien la desvirgase. Era lo único que no hacíamos nunca en nuestro largo repertorio de sexo y parece que tampoco lo había hecho con ninguno de sus amantes. Insistí en que no pensaba marcharme y tuvo que aceptar que me escondiese y viese cómo le rompían el culito. Al principio no quería pero acabó gustándole la idea. Tanto que me hizo comerle el culo hasta que llegó su amigo. Cuando lo hizo, ya tenía el ano bien dilatado. Me escondí en un gran armario empotrado que tenía la habitación. Las puertas eran de celosía e incluso metí una silla para estar más cómodo.

Lola le abrió con su tanguita, las medias negras y sólo una pequeña bata semitransparente que apenas cubría sus nalgas. La muy puta no tardó ni cinco minutos en llevárselo a la cama. Le hizo una buena mamada y luego se abrió de piernas para que el argentino le comiera bien el coño. Durante ese rato, no dejó de mirar hacia la celosía tirándome besitos mientras volvía a correrse jadeando como la perra en que se había convertido. Luego cogió el gel que tenía en la mesilla y, dándoselo a su amigo, le pidió que la untase bien. El tipo no se podía creer el premio que le había tocado. Desde mi posición lateral pude ver la jugada como si de una película porno se tratase.

Primero se la metió en el coño y la estuvo bombeando un buen rato jugando al tiempo con su ano, escupiendo en él, hasta que Lola volvió a correrse. A esas alturas debía tener la puerta trasera más que dispuesta. Por fin, se decidió a estrenar aquel manjar. Apoyó el capullo y comenzó a empujar con delicadeza. Mi mujer le insistía en que tuviese mucho cuidado. Con sus manos se abría las nalgas para facilitar la tarea. Cuando el glande atravesó su ano, pegó un grito y le pidió que parase. El tipo se quedó quieto mientras Lola respiraba agitadamente. Por suerte, la verga no era muy gruesa pero si muy larga. Después de unos segundos, le indicó que siguiera. Vi cómo aquel pene iba entrando muy lentamente en el cuerpo de mi mujer, que jadeaba y daba grititos por un igual. Cuando apenas había entrado la mitad, rogó que se la sacara. Le pidió que pusiera más gel y lo hizo con esmero además de volver a lamerlo y escupir varias veces en él. También aplicó una buena dosis de gel en su poya antes de volver al ataque.

Esta vez entró igual de despacio, pero lo hizo casi por completo. Lola respiraba acompasadamente y le pidió que la metiera toda. Su amigo le dijo que ya estaba toda dentro, aunque faltaban un par de dedos. Entonces, mi mujer comenzó a mover las caderas en círculos y el argentino no tardó en moverse suavemente alante y atrás. Lola se masturbaba sintiendo el falo moverse en sus entrañas y en menos de dos minutos, se la estaban follando por el culo en toda regla. Aquella poya brillaba como ninguna entrando y saliendo. La metía despacio y la sacaba de golpe. En una de esas, se la sacó por completo. Lola aprovechó para girarse un poco poniendo su culo en dirección al armario. Me quedé flipado. Su culo estaba completamente dilatado, del tamaño de una moneda de dos euros. El tipo volvió a ponerse a su espalda y pude ver cómo se la volvía a meter desde aquella posición. Ahora no veía bien la penetración, pero la visión de los huevos de aquel tío golpeando la raja de mi novia era sublime. Parecía un toro bravo embistiendo, con esos huevos tremendamente hinchados oscilando como el badajo de una campana. Podía ver también los dedos de Lola entrando y saliendo de su coño completamente mojado. Se corrieron al tiempo, pero los gritos de Lola eran estremecedores. Cuando se apartó el argentino, pude ver cómo salía un río de leche de su ano escurriendo por su raja. Fue algo tremendo. Yo tenía la poya como una piedra pero no me atrevía a masturbarme por no hacer ruido.

Cuando miré el reloj eran las seis menos cuarto. Tenía que irme a trabajar pero la muy zorra seguía comiéndole la poya. Por suerte, el tipo se fue un momento al servicio. Me asomé y le dije que le despidiese de una vez. No tardó en hacerlo y pude salir de mi escondite.

.- ¿Te ha gustado, cabrón?

.- ¡Qué zorra eres, Lola! – Dije besándola con pasión. – Te voy a follar ese culito de puta que tienes.

.- De eso nada..., tienes que irte a trabajar. – Contestó melosa.

.- Que le den por el culo al curro también. – Sentencié tirándola sobre la cama.

Enseguida se arrodilló sacando el culito y separándose las nalgas con las manos. Me quité rápidamente el pantalón y apliqué una buena cantidad de gel en mi poya. Fue un desperdicio, porque aquello estaba más lubricado que su coño. Se la metí despacio con el temor de otras veces, pero apenas metí el glande, su culo se tragó toda mi verga sin ningún esfuerzo. Entonces empezó a decirme que le diera fuerte y así lo hice mientras soltaba barbaridades por la boca.

.- Asssiiiii..., cabrón, mira cómo tengo el culo de abierto. Fóllamelo, cornudo. Qué lástima que te lo hayan estrenado, pero ahora podrás usarlo de vez en cuando.Mmmmmm...., dame, dame más... Qué ganas tengo de que me metan dos poyas a la vez...

Apenas le habían abierto el culo y ya estaba pensando en cuál sería su próxima hazaña: hacer un trío y que le hicieran el famoso bocadillo con el que tantas veces habíamos fantaseado. De nuevo fueron otros los que estrenaron una faceta que pronto sería su preferida.