Diario de un cornudo 10

Lola aparece en mi vida y, con ella, mis mejores experiencias cornudas.

Durante un tiempo, estuve de nuevo completamente libre. Trabajaba de camarero en un bar de copas. Era un buen territorio para ligar con todo tipo de tías, también casadas. Hubo de todo, pero una tarde apareció por allí Lola, una hembra que llamó mi atención desde el primer momento. Era una mujer espectacular. De melena rizada y facciones angulosas, tenía unos labios carnosos que enmarcaban una boca grande de dientes perfectos. Estaba casada, aunque vivía un paréntesis en su relación. Insatisfecha con su ya largo matrimonio, se había tomado un año sabático para decidir su futuro.

Era una mujer fuerte, independiente, hermética, misteriosa, pero vulnerable en lo sexual. En el pasado había sido muy religiosa y su vida sexual era muy limitada. De hecho, tenía problemas para correrse y había acudido a una sexóloga. Su ansia por conseguir el orgasmo y la liberación que experimentaba, le habían llevado a enrollarse con un montón de tíos en los últimos meses.

No tardé en cortejarla y enrollarme con ella. Al principio no comprendía bien el por qué de algunos de sus comportamientos pero, poco a poco, fui hilando su pasado con su forma de desenvolverse en aquellos momentos. En el salón de su casa tenía un gran espejo que ocupaba toda una pared. La encantaba follar frente a él; ver cómo la cogía por detrás y amasaba sus tetas; cómo le bajaba los pantalones y las bragas y se la clavaba situándola de perfil al espejo. Siempre era muy activa, le gustaba cabalgarme con sus tetas oscilando frente a mí, mostrando su cuerpo para que lo tocase mientras buscaba su orgasmo. No perdía oportunidad de mamarme la poya. Al principio lo hacía toscamente pero aprendió rápido, llegando a ser una de sus mejores artes. No he visto tía que le guste tanto tragárselo todo. Yo siempre he sido muy guarro comiendo coños y aquél era divino, de labios carnosos y sabor excitante hasta la adicción.

Me fui enamorando pero ella no quería una relación seria. Pretendía seguir en su proceso de descubrir todo un mundo que se había perdido durante demasiados años. A medida que conseguía disfrutar cada vez más del sexo, su calentura crecía. Nos veíamos con frecuencia pero ella no dejaba de salir por su cuenta. Cuando quería me llamaba y allá donde nos encontrásemos saltaba la chispa del sexo desenfrenado. Cada vez me llamaba más a menudo para que fuese a su cama al cerrar el bar. Llegaba a las tres o las cuatro de la mañana y follábamos como animales en celo. Dormía un par de horas más y se marchaba a trabajar.

Una de esas mañanas que desperté en su casa, encontré un cuaderno grande sobre la mesa donde me dejaba el desayuno. Lo abrí y enseguida me di cuenta de que era una especie de diario. Sin duda, lo había dejado olvidado. No pude resistirme a la tentación y dediqué toda la mañana a leerlo. Tenía anotadas muchas de sus relaciones de los últimos meses, incluyendo detalles y puntuaciones. Así descubrí muchas cosas de ella, incluido que la noche anterior uno de sus amantes había estado en su cama hasta las dos. Yo había llegado poco después de las tres y su ardor no me había hecho sospechar nada. Me puse muy caliente leyendo aquel cuaderno y me masturbé con algunos de sus pasajes.

Me sentía un poco dolido. ¿Nunca iba a encontrar una mujer decente? Lo cierto era que las más turbias eran las que más me ponían y Lola era lo bastante turbia como para volverme loco. Cuando salí de su casa, después de aquella reveladora lectura era casi medio día. Cogí la furgo y decidí ir a buscarla al trabajo. Se puso muy contenta al verme y, apenas subió a la furgo, la llevé a la parte trasera y la follé violentamente en la cama mientras sus compañeras seguían saliendo del trabajo y pasando a nuestro lado. La furgo tenía los cristales negros y no podían vernos pero Lola se encendía viéndolas pasar mientras la penetraba con fuerza diciéndola que era una zorra y que la iba a dar verga como se merecía. Disfrutó tanto con ese trato que alcanzó su mejor orgasmo hasta fecha. Empapó las sábanas con sus jugos.

Cada vez estaba más enganchada a mí pero yo seguía leyendo en su cuaderno cada una de sus andanzas. Descubrí el lugar donde lo escondía y cada mañana revisaba los nuevos capítulos. Conocedor de sus gustos y sus debilidades, conseguía llevarla al límite del placer. Sé que no está bien lo que hacía, pero si alguien es capaz de descubrir algo así y no leerlo, que tire la primera piedra. Mientras follábamos le hablaba de fantasías que incluían cosas que había leído en su cuaderno. Se ponía como una moto y pronto comenzó a contarme ella misma algunos de sus episodios elevando la excitación de nuestros encuentros. Llegamos a una compenetración sexual que nunca había tenido con nadie. Siempre estaba dispuesta al sexo y me obligó a un desempeño del que ni yo mismo creía ser capaz. Podíamos pasar horas y horas teniendo sexo de una u otra manera. Si alguna vez me corría antes de que lo hubiera hecho ella, mostraba su fastidio abiertamente.

No sé muy bien el motivo, quizás fuese la ansiedad que se quitó de encima alcanzando con más facilidad el orgasmo, o su nueva costumbre de tragar semen, el caso es que ganó algún kilito en poco tiempo. De ser más bien delgada y sus tetas algo pequeñas, pasó a tener un jugoso culo y, sobre todo, unas deliciosas tetas que adquirieron un volumen más que considerable agrandándose también sus pezones. Estaba divina y sabía sacarle partido a su cuerpo.

Terminó enamorándose también y, una noche y para mi sorpresa, me propuso que tuviéramos nuestra relación en exclusiva. Lo festejamos con un buen polvo y yo me sentí muy feliz. Aunque seguía saliendo por ahí, en su cuaderno ya sólo leía su punto de vista sobre nuestro sexo y nada de infidelidades. Creo que empezó a faltarme algo. Además, su carácter fuerte y dominante chocaba con el mío y las discusiones eran cada vez más frecuentes. En una de esas, decidí cortar y así se lo dije. Estuvimos casi toda la noche hablando pero me mantuve en mis trece. Al día siguiente yo me iba a la playa con una amiga con la que no tenía nada. De hecho íbamos a encontrarnos allí con su novio. Cuando estaba listo para salir a buscarla con mi furgo, se presentó Lola. Insistía en venir conmigo y tomarnos esos días para decidir si lo dejábamos. El plan no era sencillo, pues retrasaría nuestra salida y ella debía volverse antes de lo previsto. Le dije que no, que yo me iría solo y reflexionaríamos cada uno por su lado; que a la vuelta hablaríamos de si deseábamos seguir juntos. Finalmente lo aceptó y nos despedimos cariñosamente aunque comenzó a decir que esa noche estaba invitada a un cumpleaños y que si se quedaba sola... Insistí en la idea de que lo hablado la noche anterior quedaba en suspenso y que debíamos esperar a la vuelta para tomar una decisión. Pero ella, a mi modo de ver bromeando, parecía prevenirme de que era peligroso dejarla sola.

Me fui a la playa y lo pasé divinamente. El novio de mi amiga apareció acompañado de una francesa que estaba tremenda. Ellos dormirían en su coche y la francesa y yo no teníamos otra opción que compartir la furgo. Fueron unos días locos en aquella playa nudista. Recibí algún que otro mensaje de Lola en un tono enigmático que no entendí muy bien pero no le di mayor importancia. Apenas regresé la llamé por teléfono. Enseguida la noté rara y le pregunté directamente.

.- ¿Ha pasado algo?

.- ... – No contestó.

.- Lola, ¿has estado con alguien?

.- Sii... – Sentí una punzada en el pecho.

A pesar de haber hecho lo mismo, me sentí espoleado y mostré mi enfado. Insistí en que habíamos decidido dejar la ruptura en suspenso, pero ella no lo interpretaba así. Discutimos pero, finalmente, quedamos en su casa. Llegué de morros y, sentados en el sofá, le pedí que me explicase lo que había pasado.

.- Pues fui al cumpleaños. Era en una nave grande, había una fiesta enorme. Bailé y bebí. Lo estaba pasando muy bien. Me acordaba de ti, pero yo estaba segura de que sólo me habías dicho aquello para que me quedase tranquila y te dejase marchar. Estaba convencida de que cuando volvieses ibas a reafirmarte en tu idea de dejarlo. En esas apareció un tipo y, desde ese instante, decidí que era el que me iba a hacer olvidarte. – Con su relato fui relajándome y estábamos muy juntos en el sofá. Me cogió la mano mientras hablaba.

.- Joder, Lola, por qué tuviste que pensar eso... Yo te dije que no habíamos roto y que hablaríamos a mi vuelta. – Mi tono ya no mostraba enfadado.

.- Tú dirás lo que quieras, pero yo lo tenía claro.

.- ¿Y qué pasó? Cuéntame.

.- Bailé con él y me gustaba. También te digo que estaba muy predispuesta. Necesitaba quitarte de mi cabeza cuanto antes mejor. Nos fuimos a la barra que habían montado a pedir una copa. Había mucha gente y, mientras esperábamos, estábamos muy pegados el uno al otro, casi apretujados. En un momento dado..., mi boca estaba muy cerca de la suya. Me miró y mis labios se abrieron... Deseaba que pasara algo, algo que me hiciera olvidarte. Me besó. Noté su lengua dentro de mi boca, sentí un escalofrío y mis pezones se pusieron duros. No llegamos a pedir la copa. – Sus palabras me habían excitado hasta el punto de que me estaba empalmando.

.- ¿Y qué pasó? ¿Dónde fuisteis? Quiero saberlo todo. – Dije ansioso.

.- Para qué... Es mejor que no lo sepas.

.- Lola, quiero que me lo cuentes, - la poya empezaba a dolerme dentro del pantalón, - no sé por qué pero quiero saberlo. – Entonces me besó dulcemente y su mano se fue a mi paquete, notando que estaba completamente empalmado.

.- ¿Te excita que te cuente cómo fue? – Preguntó susurrante en mi oído.

.- Siii..., cuéntamelo. – Insistí volviendo a besarla con pasión.

.- Pues nos fuimos a su coche. La intención era irnos de allí, pero resulta que había un montón de coches aparcados delante y no podíamos salir. Hacía frío y nos metimos dentro. – Mientras me hablaba, Lola acariciaba mi paquete. – Empezamos a besarnos y me tocaba las tetas por encima de la ropa. – Yo comencé a hacer lo mismo.

.- ¿Estabas caliente...? – Pregunté.

.- Siii..., cada vez más. Estiré la mano y le toqué la entrepierna como lo hago ahora contigo. Uuff..., me gustó lo que noté y le solté el cinto. – A medida que relataba iba haciendo lo mismo conmigo. – Metí mi mano y se la saqué... Joder..., tenía una buena verga y bien dura. Comencé a masturbarle despacio al tiempo que seguíamos besándonos. Él desabrochó mi blusa y me tocaba las tetas . Sus manos estaban frías y mis pezones se pusieron de punta. Me los chupó. Mmmmm..., me acordé de ti y me sentí un poco guarra haciendo eso, pero aquella lengua me excitaba... Le dije que nos fuéramos a la parte de atrás y así lo hicimos. Se quitó los pantalones y se sentó en el centro con las piernas abiertas. Tenía la poya firme apuntando al techo y los huevos colgando. Había echado los asientos delanteros hacia delante y teníamos espacio. Yo me quité la blusa, no llevaba sujetador. Quería comérmelas pero no le dejé. Hice que se recostase y me arrodillé entre sus piernas. – Ya tenía mi pene en sus manos masturbándome mientras yo acariciaba su raja por debajo de la falda.

.- Joder..., tía, ¿se la chupaste?

.- Siii...., necesitaba hacerlo. Quería que se corriera y comprobar que aquella poya seguía firme y dispuesta para follarme. De lo contrario, volvería a la fiesta para buscar otro ejemplar.

.- ¿Y se mantuvo...?

.- Deja que te cuente. - Lola comenzaba a disfrutar del relato tanto como yo. Mis dedos hurgaban sin cesar en su coño y su mano subía y bajaba con fuerza sobre mi verga. – La miré con detalle. Era una buena estaca, no demasiado larga pero gruesa, apenas podía abarcarla con mi mano. No era como la tuya, estaba sin descapullar pero tenía las mismas venas surcándola. Acaricié sus huevos negros y calientes. Parecían repletos de leche. La cogí y tiré suavemente hacia abajo, apareció el glande redondo, rosado y brillante. Mmmm..., estaba pidiendo que le chupase. Acerqué mi lengua y lamí tímidamente. Sus respiración se agitaba y gemía cada vez que lo rozaba. – Lola se inclinó para hacer lo propio en mi capullo, hasta que presioné en su nuca haciéndola tragar hasta rozar su garganta. Cuando se zafó siguió narrando. – Me la metí de golpe hasta dentro. Deberías haber visto su cara de placer, aunque la mía no era para menos... Me encantó esa poya... olía a macho..., a sudor de hombre, aunque limpio.Me recreé mamando a placer. Ufff..., le comí lo huevos sin dejar de frotarle la poya. Se tensaba levantando el culo del asiento y durante un rato dejé que me follara la boca. Luego me cogía las tetas y me las sobaba retorciendo mis pezones. Metí una mano por debajo de la falda y acaricié mis braguitas. Estaban empapadas, me sentí muy puta. Disfrutaba tanto chupando que deseé que no siguiera dura después de correrse para seguir probando pijas en la fiesta.

.- Joder..., cómo me estás poniendo, zorra...

.- Eso mismo me dijo él y añadió que si no paraba iba a correrse. Sin dejar de mirarle a los ojos, seguí mamando, tragándomela hasta rozar los pelos de su pubis con mi nariz. Noté que se tensaba. Trató de apartarme tirando de mi pelo, pero yo seguí y seguí chupando hasta que explotó en mi boca. Mis dedos hacía rato que frotaban mi clítoris. Eso, unido al sabor y al calor de su semen en mi boca, hizo que empezara a temblar mientras tragaba y tragaba su rica leche. Me corrí como una zorra, tengo que reconocerlo.

Interrumpió su relato para esmerarse en la mamada que me estaba haciendo al tiempo que me contaba cómo se la había hecho a su amante. Yo me recliné en el sofá e hice que girara quedando en una postura ideal para el 69. Diossss..., era una locura. Su delicioso coño, siempre depilado, se abría ante mi cara completamente húmedo. Lo lamí con desesperación mientras ella se tragaba mi verga masturbándome a toda velocidad. Quería que me corriera rápidamente para seguir con su historia. No me resistí y llené su boca en el mismo instante que sus jugos bañaban mi cara. Estábamos calientes como perros. Antes de que yo pudiese articular palabra, siguió hablando:

.- Su verga siguió tan dura como la tuya... Sentí un pequeño fastidio, pero sabía que ésa me iba a dar caña todo el fin de semana.

.- ¿Estuviste todo el fin de semana con él? – Pregunté aún jadeante.

.- Ssiiii...., pero primero me lo follé en el coche.

.- Se pondría un condón...

.- No había tiempo para eso..., tontito... Yo estaba cachonda como una perra y necesitaba aquel palo dentro de mi coño. Lo necesitaba ya y quería sentir piel con piel, notar cómo su glande iba abriendo mi raja. Me subí sobre él recogiendo mi falda. Seguía tan dura que apuntaba directamente a mi cueva. Me fui sentando, disfrutando de cada centímetro de verga que entraba dentro de mí, hasta que mi culo descansó sobre sus muslos. Me incliné hacia delante para que me comiera las tetas. Así lo hizo mientras comencé a follármelo arriba y abajo, alante y atrás, frotando mi botoncito con su pubis. – Ya estaba sobre mí haciendo lo propio. – Me corrí en menos de cinco minutos empapando sus huevos, gritando como una puta mientras mordía mis pezones. Luego me agarró las nalgas abriéndome bien y me folló con fuerza levantándome en el aire a cada embestida. Estuve corriéndome durante varios minutos hasta que me llenó el coño de semen. Caí rendida sobre su pecho.

De nuevo dejó de hablar y seguimos follando como fieras hasta que los dos nos corrimos como benditos. Aquella noche cambió nuestra relación para siempre. Me había descubierto en mi debilidad y ya nunca desaprovecharía ese poder. El poder de saber lo que me excitaba imaginarla follando con otro. Había cambiado mucho en pocos meses. De sentirse insegura en el sexo a dominar su cuerpo a la perfección. De ser una mojigata que no se corría ni con su marido, a follarse al primero que se le plantara por delante. De no haber chupado una poya en su vida a deleitarse tragando el semen de sus amantes. De dedicar su tiempo libre a la Iglesia a escaparse del trabajo para follar. De escribir sus avances sexuales en un diario a narrárselos a su amado calentándose como una puta.