Diario de un Consentidor (76) - Carmentxu
Esta es una historia de deseos, emociones, placeres, dudas, decisiones y pensamientos, es la historia del camino que nos llevó a Carmen, mi mujer, y a mí a lanzarnos a vivir las fantasías inconfesables que sin saberlo compartíamos en silencio cada vez que hacíamos el amor
Carmentxu
- ¿Si, dígame?
- Gonzalo, soy Carmen – un disparo de placer recorre su cuerpo y alcanza su nuca, entorna los ojos, ahora siente cada poro de su piel en contacto con la ropa.
- ¡Carmen, qué agradable sorpresa! Precisamente estaba pensando en ti
- ¡Anda mentiroso! ¿Sigue en pie esa copa que me ofreciste esta tarde?
- ¡Por supuesto! ¿Dónde estás? Paso a recogerte
- No hace falta, podemos quedar en algún sitio
….
No solemos frecuentar la zona de Orense y para Carmen no fue fácil encontrar el pub que Gonzalo le indicó, era muy evidente que se encontraba desorientada en un ambiente poblado por ejecutivos fuera de horario de trabajo listos para la caza, alardeando de sus éxitos del día y en el que Carmen era una pieza de caza mayor en un terreno lleno de depredadores. Se sabe manejar y consiguió lo que se proponía, información sin dar nada a cambio.
Cruzó varias de las plazas peatonales que conforman el entramado interior de la zona siendo el foco de atención de los grupos de hombres que se movían por allí. ¡Como no! La amazona de melena negra, metro noventa de curvas en movimiento con unos ojos azabache que fulminan si lo que recibe no es de su agrado y que fulminan si lo que recibe le agrada, voz suave y profunda que pregunta por un pub, que corta de raíz las insinuaciones y que enmudece a todo el grupo al que se dirige, a todos los grupos que están alrededor y que silencia con una sonrisa al patán, uno sesenta y cinco, que se le ocurre la sandez de proponer acompañarla y los deja enganchados a ella mientras se aleja.
Ahora si, ahora Carmen sabe el poder que tiene y lo utiliza. Camina buscando el pub, siguiendo la ruta que le han trazado esos chicos mientras le miraban las tetas y siente como la observan los tíos que se mueven a su alrededor, ojos que se clavan en sus caderas, en el comienzo de su escote, ojos que bajan a su vientre…
No hubiera ido sola por ahí hace unos meses, hace unos días. Hubiera evitado pasar sin compañía por un sitio así, no por miedo sino por… pudor. Es molesto tener que aguantar esas miradas y no poder hacer nada salvo cerrarse el abrigo o la chaqueta, desviar la mirada, hacer como si no lo viera…
Esta vez no, esta vez Carmen mira a los ojos de ese chaval de veintitantos que acaba de lanzarle una mirada a las tetas, él se ha dado cuenta, se ha puesto rojo y ha desviado la mirada, ¡pobrecito!
Y ese otro que ha bajado los ojos hacia su vientre ¿o será a sus caderas?. Cuando se ha encontrado con su mirada no se ha cortado, seguro que ha pensado que busca plan, que es una tía fácil.
Les gusto, soy… una “tía buena”, no hay mas que ver como me miran. Pero les impresiono, les doy miedo porque no les evito, no bajo la mirada, no soy débil.
Ahí está, ese es el pub .
Demasiado humo, poca luz, el ambiente que imaginaba tras el trayecto que había hecho. Al entrar, todos los ojos, masculinos la mayor parte, se focalizaron en ella, no le gustó. Luces tenues de colores, mesas bajas con grupos en los que eran mayoría los hombres y había algunas chicas. Comenzó a sentirse violenta
- ¡Carmentxu! – escuchó a su derecha vio avanzar a Gonzalo.
-
Cuando llegó a su lado la tomó del brazo y la besó en la mejilla, tan correcto como siempre pero tan cerca de su boca que tuvo que retirar el rostro levemente para evitarle.
- ¿Te ha costado encontrarlo?
- Un poco pero enseguida di con ello
- Ven , te voy a presentar a unos amigos
Cruzaron entre algunas mesas que no le quitaron ojo de encima, avanzaban hacia una en la que esperaban tres hombres y dos mujeres, cuando llegaron ellos se levantaron.
- Os voy a presentar, ella es Carmen una amiga; Sergio, Pablo, Alberto, Diana y Beatriz
Carmen se hace inmediatamente un esquema mental del grupo. No puede evitar que salga a relucir la psicóloga.
Sergio debe rondar los 35 años, moreno, fibroso, alto, la ha mirado con deseo, diría que la ha desnudado en un segundo, tiene pinta de abogado. A Carmen le gusta lanzar hipótesis sobre la gente que luego contrasta con la realidad.
Diana se sienta al lado de Sergio, es una rubia de pelo rizado, media melena, treinta y tantos algo rellenita pero que le gusta enseñar chicha; lleva un vestido de tirantes algo exagerado con un escote que muestra mas de lo prudente, tan corto que al cruzar las piernas ha enseñado las bragas sin cortarse; las ojeras que luce muestran que los años le están pasando factura demasiado pronto; la mira con cierto rencor por su escandalosa juventud.
Pablo, cuarenta y tantos, grueso, parece el segundo de a bordo de Gonzalo, lameculos profesional, se ha excitado nada mas verla y no le quita ojo a sus piernas.
Alberto y Beatriz son pareja, es evidente, no sabe si ocasional o fija, tiene un fuerte acento vasco, unos cuarenta y tantos, ella mas joven, muy agradable, morena, él calvo, delgado, algo bebido, absorto en su escote.
Carmen se sienta entre Gonzalo y Sergio, pide Saphire con tónica y comienza el interrogatorio por parte de las chicas.
- ¿Y os conocéis hace mucho? – es Diana la que pregunta, Carmen va a entrar con una respuesta ambigua pero es Gonzalo quien contesta.
- Desde esta mañana, tomando café
- ¡Esta mañana, vaya si que ha sido rápido! – dice Diana mirando a Beatriz que no añade nada.
- ¿A qué te dedicas Carmen? – interviene Alberto mucho mas conciliador.
- Soy psicóloga – responde serena, manteniendo el control
- ¡Una loquera, justo lo que necesitamos! – vuelve a intervenir Diana –¿Cómo nos ves, necesitamos terapia, tú que crees?
- La psicología no es como echar las cartas, Diana – es Alberto el que tercia de nuevo, Carmen le sonríe por el capote.
Siguieron las preguntas, que pasaban del cotilleo y rozaban ya la indiscreción, sobre todo por parte de Diana, hasta que Gonzalo logró zafarla de ese interrogatorio en el que había logrado mantenerse fría y serena. La conversación se fue normalizando, a veces hablaban de los negocios que se estaban cerrando, así supo que todos estaban involucrados en ellos de una u otra forma. Se sabía el centro de atención por su poderoso atractivo, los comentarios le daban a entender que Gonzalo siempre acudía con mujeres hermosas; así que hoy era ella la novedad, el juguete. No le importó, sabia a lo que venía, lo que no se había imaginado es que iba a ser el centro de una reunión de ejecutivos.
- ¿Estás casada Carmen? – Diana volvía al ataque
Estaba en ese momento charlando con Gonzalo, dejó de hablar y se volvió hacia ella, comenzaba a sentirse irritada por el continuo interrogatorio de Diana.
- Si, estoy casada, ¿por qué? – su mirada se había vuelto dura, fría
- No, por nada, vi tu alianza, por eso
- Pues si, llevo diez años casada, felizmente casada por cierto
- ¡Ah, que curioso!
- ¿Qué te resulta tan curioso, Diana? – Carmen se giró hasta quedar frente a ella.
- No sé, que estés aquí, a estas horas, con un hombre que acabas de conocer esta mañana…
- Diana… - Gonzalo intervino con dureza pero Carmen le interrumpió sujetándole el brazo
- Diana, yo no me he interesado por tu relación con ninguna de las personas que están en esta mesa. Tampoco me ha parecido oportuno preguntarle a Gonzalo por su mujer, ni a ninguno de los aquí presentes. Somos adultos, cada cual sabe lo que hace. En fin, si tu y yo fuéramos hombres y llevásemos un par de copas más, seguramente te contestaría, y perdóname la franqueza, que no me tocases los cojones, pero como somos dos señoras bien educadas, vamos a dejar el tema aquí ¿te parece?
Pablo rompió en una sonora carcajada, Sergio sonrió y Beatriz no pudo reprimir una sonrisa de complicidad con Carmen y un gesto en el que parecía decirle “Bien hecho”.
- Creo que te acaban de dar la lección que llevabas necesitando mucho tiempo – dijo Gonzalo - ¡Ale, vamos a seguir pasándolo bien o alguien quiere joder la noche un poquito mas! – terminó, mirando a Diana con dureza.
Diana abrió la boca, buscó algún apoyo a su alrededor pero se encontró sola, rodeada de miradas en las que la burla y el silencio la dejaban en evidencia. Poco a poco las conversaciones volvieron a reanudarse ignorando el violento suceso y ella se sumió en un bochornoso mutismo.
- No seas muy duro con ella, bastante ha tenido ya – le dijo Carmen al oído
- Es una buena comercial, está inflada de éxito y yo la dejo hacer, quizás me he equivocado y le he dejado la correa demasiado suelta. – Gonzalo vio la expresión de extrañeza en Carmen - ¿Tienes perro? – Carmen negó con un gesto de tristeza recordando la reciente muerte de nuestra inseparable compañera – tengo varios, me gusta darles autonomía, llevarles sueltos y que obedezcan a mi voz, dejarles la correa floja a veces les hace creer que son ellos los que mandan, por eso a veces no queda mas remedio que pegar un tirón brusco, incluso cambiar el collar por el de castigo, para que sepan quien es el amo. A Diana no le vendrá mal una temporada de disciplina para entender cual es su posición – Carmen pensó que ese hombre podía llegar a atemorizarla.
- ¿Dejarles claro quién es el que manda, no?
- A veces las comisiones, el exceso de dinero y el éxito les embriaga y les hace olvidar quien les da de comer
Carmen percibió el poder que emanaba de aquel hombre que rodeaba sus hombros, que le rozaba el muslo distraídamente como si fuera una más de sus propiedades y se sintió extrañamente excitada; era una sensación nueva, no le interesaba su dinero ni su poder, era simplemente la novedad de conocer a un hombre que se sentía con el derecho de coger lo que le apetecía, un hombre acostumbrado a tener lo mejor, solo lo más selecto, y ahora lo mejor era ella.
¿Era posible? Un escalofrío de placer recorrió su espalda al descubrirse objeto decorativo. Siempre había menospreciado esta forma de valorar a la mujer, no entendía por qué ahora sentía esta especie de emoción contenida al ser considerada objeto de lujo, joya valiosa, un detalle más de elegancia y buen gusto que exhibir del brazo para este hombre acostumbrado a dejarse ver rodeado de lo mejor, lo mas caro, lo mas bello. Objeto de lujo, eso era ella en aquel momento y de nuevo sintió subir el ahogo que la hacía desfallecer de morbo.
Diana consiguió que Sergio se marchara de mala gana con ella y la mesa mejoró de ambiente claramente, ahora seguía siendo el foco de atención pero de una manera mas discreta, la charla derivaba hacia temas relacionados con los negocios que se habían cerrado y eso permitía que a veces Gonzalo se dedicase a ella mientras los demás discutían flecos de la negociación, anécdotas; él volvía a perderse en el escote de Carmen, posaba su mano en el muslo que el ligero tejido de la falda se empeñaba en descubrir demasiado, ella hacía cada vez menos por detener los avances del triunfador de la jornada y el resto del equipo, cuando vieron por donde derivaba la noche fueron haciendo un discreto mutis que Gonzalo no evitó.
- Nos han dejado solos – dijo cuando la ultima pareja se despidió.
- Creo que no les has hecho mucho caso – le regañó Carmen
- Comprenderás que, teniendo a una mujer como tú al lado no queda atención para nadie mas – dijo acercándose peligrosamente a su rostro.
- Son tus amigos, eso no está bien – respondió evitándole con la excusa de acercarse a por el vaso
- Son mis colaboradores, lo que yo haga les tiene que parecer bien si o si
- ¿El jefe siempre tiene la razón?
Se volvió hacia él para decir esa broma, fue entonces cuando Gonzalo se aproximó a ella y posó sus labios en su boca. Fue un beso breve, una estrategia pensada para calibrar la reacción de Carmen, ambos se quedaron muy cerca, mirándose, Carmen no se retiró, él tampoco y lo que había sido un tanteo se convirtió en un beso profundo, Gonzalo la estrechó con su brazo, besaba bien, pensó Carmen mientras sentía la lengua jugando con la suya.
Abrió los ojos y vio la mirada risueña de Gonzalo muy cerca de ella.
- ¿Y esto? – dijo para romper el silencio.
- Llevaba deseando hacerlo desde que te conocí – sentenció él y volvió a besar dulcemente su boca al tiempo que dejaba caer una mano sobre su muslo
Le gustaba la forma de besar de aquel hombre, suave, tierna y a la vez firme. La mano en su espalda denotaba seguridad, se dejó llevar hacia él hasta quedar reclinada en su hombro, había demasiada gente pero a esas horas la mitad de las parejas estaban en la misma situación en la que se encontraba ella, le gustaba el aroma de su colonia, le gustaba la forma en que la besaba y el roce de su mano sobre sus muslos le estaba causando una excitación que comenzaba a entibiar su braga.
- No es el lugar mas adecuado – le susurro al oído cuando los dedos que comenzaban a hacer brecha entre sus muslos pugnaban por ahondar en su intento. Gonzalo abandonó su cuello y la besó en los labios.
- Vayamos a un lugar mejor ¿te parece?
- No, es muy tarde – se excusó incorporándose
- Carmentxu, por favor, tomemos una ultima copa, conozco un sitio muy cerca
Le miró, parecía perrito apaleado. Frente a ella un reloj marcaba las diez y media, estaba excitada, le gustaba cuando la llamaba Carmentxu. Gonzalo había estado martirizándole el cuello, su punto débil, con certera habilidad, se sentía caliente, golfa, aún podía notar los dedos magreando sus muslos, luchando por abrir un hueco, por alcanzar mas profundos objetivos.
- De acuerdo, una copa más y luego nos vamos – concedió.
Salió de allí como la chica del empresario, cogida por la cintura, quince centímetros de hembra sobresaliendo por encima del cincuentón daban una idea del poder del ejecutivo. Se dejó llevar, ¿por qué no?. Baile de caderas, melena en movimiento, miradas que siguen a la pareja, mano que acaricia distraídamente su culo… El tufo de sexo y dinero alimenta el morbo a su paso.
Diez minutos después entraban en un pub similar al anterior, más oscuro, mejor montado, más golfo, menos ruido. Solo parejas muy parecidas, hombres maduros con chicas jóvenes como ella. Le conocen, le saludan y les conducen hacia el fondo, busca un reservado. Sirven las bebidas y Gonzalo no pierde el tiempo, busca con avidez la boca de Carmen, ahora no hay testigos, desea mas. Besa bien, es agradable, no atosiga, no presiona, siente un roce sobre su pecho, le mira subiendo las cejas, él sonríe, no pide permiso, ella no protesta, baja los ojos y mira la mano que acaricia sin reparo el contorno de su pecho, entorna los ojos, él la mira, es la señal, sus bocas se unen en un beso que se inicia suave y se vuelve violento, las lenguas se buscan, su cuello se vence y descansa en el hombro de Gonzalo. Después sus labios juegan con delicadeza, recorren sus mejillas, acarician sus comisuras con una suavidad que sorprende a Carmen, no hay urgencia en este hombre, acaricia su hombro, vuelve a rodear su pecho, baja a su cadera, se desliza por su muslo, luego invierte el camino si violentarla, si romper ese hechizo en el que la mantiene tranquila, confiada, serena, entregada. Su cuerpo se ha vuelto hipersensible a esa mano que apenas la roza, que la acaricia con tanta delicadeza como si fuera a romperse si la aprieta algo más. Se siente mimada aunque todavía se encuentra algo insegura en los brazos de un hombre tan mayor, no acaba de relajarse, no sabe como relacionarse con él.
- Eres… - Carmen le mira con esa intensidad que desarma, no encuentra las palabras para definir lo que siente.
- Soy… - sella su boca con una ráfaga de pequeños besos que interceptan la frase que comenzaba a surgir, Carmen protesta, intenta evitar el torrente de besos y sonríe, al fin claudica y se lanza a su boca, le mordisquea, por fin le besa apasionadamente.
- Eres diferente, jamás pensé que podría sentir algo así por un hombre tan…
- ¿Mayor? – Gonzalo sonríe
- ¡No!, - se excusa – no iba a decir eso – él la hace callar
- A veces pareces una cría – dice acariciándole la mejilla – y eso es lo que más me gusta de ti, el contraste entre la mujer fuerte que es capaz de dominar cualquier situación, como antes con Diana y la niña que ahora tengo entre mis brazos
Carmen se azora, baja los ojos, no se entiende a sí misma, no acaba de definir la sensación que le produce ese hombre. Si, es cierto, se está comportando como una niña.
Durante unos segundos le observa, él le acaricia la mejilla pensativo, ella se deja acariciar
- ¿Te puedo preguntar una cosa? – Gonzalo concede con un gesto - ¿que edad tienes? – sonríe, parece confirmarse lo que esperaba - no tienes por qué contestar si no… - él la interrumpe
- Cincuenta y seis años – Gonzalo detecta un brillo en los ojos de Carmen - ¿qué?
- Tienes dos años menos que mi padre – Gonzalo sonríe
- ¿Eso era eh? ¿Así que podría ser tu padre? – Carmen se muerde el labio, piensa que se ha equivocado
- Solo fue un comentario, no quería…
Gonzalo la estrecha en sus brazos.
- mmm… Carmentxu, mi niña – Carmen baja la mirada, Gonzalo capta el rubor en sus mejillas - ¿eso te pone, verdad? – ella levanta la vista ofendida
- ¡No, qué dices! – protesta turbada
- Mi pequeña Carmentxu, mi niñita, si, te he pillado, te he cogido en falta, ¿a que si?
- ¡Estás tonto! – Carmen se siente violenta, no aguanta su mirada.
La toma de la barbilla para intentar que le mire a los ojos, forcejea y consigue elevar su rostro, Carmen tiene las mejillas encendidas y los ojos brillantes
- ¡Déjame!
- Asi que era eso – Gonzalo juega con ella
- Vale ya – Carmen evita mirarle pero no puede liberarse de la mano que sujeta su mentón
- Eras la niñita de papá ¿verdad?
- No sigas por ahí – responde visiblemente molesta
- ¿Qué pasa, jugaba contigo?
Carmen forcejea, intenta soltarse de su mano
- Por favor – su voz es una súplica
- Ven aquí nenita
Carmen ve acercarse su rostro, se funde con él en un beso, cierra los ojos. Eso que ha insinuado, tendría que haberlo cortado de raíz. El aroma de ese hombre penetra sus sentidos, la embriaga, el roce en su mejilla de la incipiente barba la trastorna… se agita, el corazón bombea con fuerza cuando siente unos dedos sobre su pecho, reacciona pero la mano que rodea sus hombros la impulsa hacia delante y cede, se deja hacer. No debió permitir que insinuara esas cosas, va a pensar que…
Los dedos acarician su pecho con suavidad y comienza a excitarse. Nota como los botones de la blusa empiezan a ser desabrochados, se agita, él la calma, “Tranquila”, le dice y ella, sin saber por qué, se tranquiliza. Reclinada en su hombro le mira, casi la cubre con su cuerpo. Esa voz profunda, madura tiene algo que la calma. “La niñita de papá” ¡No, no debió consentirlo!. El contacto frio de la mano sobre la piel de su pecho la sobresalta, “Shhh”, escucha muy cerca de su oído antes de sentir un beso en la sien y se relaja. Los dedos traspasan la barrera del sujetador, sin violencia, suavemente, gime, se tensa, “Quieta”, escucha y cede. Es tan mayor y ella se siente tan niña… El aroma de este hombre le recuerda… no sabe, no consigue saber, aspira, se transporta a otro tiempo, a otro lugar, no consigue recordar. No, su padre nunca haría algo así, nunca, no fue él, no, él no fue, no.
Es agradable, es delicado, busca su pezón, lo acaricia pero la tela le estorba, le impide moverse con libertad, baja el tirante hábilmente y consigue dejar desnudo su hombro, Carmen agita la cabeza, “No, aquí no”, “Shhh, quieta, pequeña”, y ella cede, obedece, siente como el tirante se desliza por su brazo, está tensa pero obedece. Cierra los ojos.
“Aquí no, aquí no”, una antigua persiana de tablillas a medio enrollar. A lo lejos el sonido de la loza en el fregadero bajo el chorro del grifo. “Estate quieta” El calor sofocante del verano. La camiseta arrugada por encima de su pecho, su breve pecho que apenas acaba de empezar a brotar, esas manos torpes que intentan quitarle el sujetador del bikini, “No, por favor, aquí no”, La voz de su madre, tarareando una canción de Nino Bravo que suena en la radio mientras lava los platos de la comida, una sombra que suelta la cuerda de la persiana, el ruido que hace al caer la sobresalta ¿y si su madre lo oye y entra en el cuarto y la ve así?, tirada en la cama con su primo Toño encima tocándola, y su primo mayor enfrente bajándose el bañador, tocándose eso, “No primo, por favor, aquí no”
Los minutos pasan, Gonzalo sigue acariciando su pecho, excitando la aguda punta que ya está dura como una roca y lanza destellos eléctricos por todo su cuerpo, su respiración suena en sus oídos, es un jadeo que quisiera contener pero no puede, “Si, así pequeña, sigue”. Aspira, huele, se llena de ese olor a hombre maduro que la emborracha, que la sumerge en otro tiempo, en otra época.
No soporta que su primo la esté besando así, mueve la cabeza para evitarle pero le tiene encima, siente los tobillos sujetos por otras manos que le hacen daño, que separan sus piernas, forcejea, intenta liberarse, tiene la cara roja, ardiendo de vergüenza, los pechos desnudos cubiertos por la mano de su primo, ¿por qué le hace esto? No puede mirarle a la cara, es su primo. Intenta saltar cuando siente que la braguita del bikini desciende por sus muslos, quiere gritar pero si su madre acude ¿qué va a pensar de ella?. Sus ojos se llenan de lágrimas, está desnuda, duele, esos dedos que entran dentro de ella duelen, ¡es su primo, es su primo!
Gonzalo mueve la mano y arrastra la copa del sujetador, ella parece despertar, mira a su alrededor, a lo lejos un camarero avanza, se tensa, “¡No!”, susurra, interpone el brazo para detenerle pero él es mas rápido y la sujeta, la domina, “Quieta chiquilla”, pero se resiste, Gonzalo le retira el brazo con una brusquedad que la sorprende, que la asusta. Su expresión ha cambiado, hay impaciencia. Toma su barbilla con fuerza, el gesto la inmoviliza, “estate quieta”, Carmen se atemoriza, no sabe por qué pero no reacciona, Gonzalo nota su temor, la suelta, vuelve a coger la copa del sujetador y la desplaza hasta dejar el pecho desnudo.
Su primo se levanta, se siente sucia, pegajosa, húmeda, “ahora tú” le dice a su primo mayor que le suelta las manos y se sube encima de ella, Toño se mueve hacia la puerta del patio y vigila. No reacciona, siente como se mueve entre sus piernas, como busca el camino torpemente y entra. Le toca los pequeños pechos, se los aprieta, le hace daño, el viejo somier comienza a chirriar, la radio calla y se sobresalta, si su madre oye el ruido... escucha un cuchicheo en la puerta del patio, su primo se queja, se tensa dentro, cae sobre ella, pesa, casi no la deja respirar, luego se levanta le da un beso en la boca y va hacia la puerta. Llora en silencio pero abre los ojos cuando siente hundirse el colchón, ahí está el rubio, el amigo de Andresito su primo el mayor, siente vergüenza de que la vea así pero no tiene tiempo de pensar, se abalanza sobre ella, le muerde los pechos, le babosea la cara, le toca ahí abajo y le hunde de un golpe el pene, es grande y duro, mucho mas grande y le duele, intenta apartarle con los brazos, se resiste pero él la sujeta, forcejea, le clava las uñas, “¡Joder con la puta!”, le propina una bofetada y ella se queda quieta, aterrorizada, “¡No seas bestia, tío!”, le dice Andrés desde la puerta. La cama cruje con el peso del rubio, está gordo, huele a sudor, la radio vuelve a sonar, su madre canta. El rubio tarda mas, mucho mas que su primo y cuando acaba le dice algo, se ríe, le toca los pechos otra vez, se los aprieta, luego se pone de pie, la mira, ella cierra los ojos, no quiere mirarle, cuando siente moverse la cama sabe que va a volver a suceder, otras manos, otros apretones en sus pechos doloridos, otros labios que succionan, otros dedos que se hunden en ella, otro cuerpo que la invade, otra vez zarandeada, los muelles que suenan a metal chirriando le recuerdan el sonido de la matanza que siempre le ha parecido cruel, ahora es ella a quien asesinan. El sudor que gotea sobre su cuerpo le produce nauseas, esos ojos abiertos, muy abiertos que la miran, esa sonrisa sádica mientras empuja le asusta.
“¡Qué cojones está pasando aquí!”. Carreras, vergüenza, “¡tito, tito!”, sollozos, se refugia en su tito, intenta contarle pero las palabras se le atropellan hipando, no puede hablar, es incapaz de explicarse, “calla, niña, calla, no digas nada o te buscarás la ruina y nos la buscarás a todos”
La tapa con la sábana, trata de calmarla, “¿Qué has hecho niña?”, la abraza, “Yo no…”, la acaricia, “Has crecido mucho y esos ya son hombres, ¿no te das cuenta?, no puedes seguir jugando con ellos como si nada, mira lo que has hecho”, la acaricia, le seca el sudor de sus recién nacidos pechos, “no cuentes nada, eh?, ¡ni se te ocurra decir nada de esto a nadie!, algo habrás hecho tú, ¡pero si son buenos chicos!”, vuelve a limpiarle los pechos, los acaricia, “Si es que venís al pueblo y os vestís como si fuerais fulanas y luego pasan estas cosas”, le limpia con su pañuelo ahí donde nadie la había tocado antes, “no tito, no”, la acaricia, la besa en la mejilla, muy cerca de la boca, “anda, ven aquí”, la sabana cae… luego, vértigo, se siente caer hacia atrás, luego… no sabe, no recuerda.
Después… “Ni se te ocurra contar nada” le amenaza su tío cogiéndola de la barbilla “¡mírame niña, mírame!, ¿me has oído?”, “Si”, le asusta la mirada de su tito, “A mi hermana ni palabra de esto, ¿entendido?”, “si, tito” responde temblando.
Se va por el patio, ella entra en el retrete, se lava como puede, no consigue dejar de temblar, sale a hurtadillas, ¡que no la vea su madre, por Dios, que no la vea!, sube arriba y se ducha en el baño, sale a la alberca y se lanza al agua. “¿Ya te estás bañando? Le grita su madre desde la ventana de la cocina, “como se te corte la digestión verás”.
Se sumerge para mezclar las lágrimas con el agua de la alberca, para ocultar que llora, “tengo que olvidar, tengo que olvidar, esto no ha pasado”
Carmen tiembla, se siente tan frágil, tan pequeña. Gonzalo roza el erecto pezón con su pulgar, ella gime, él cubre el pecho con la mano, lo palpa, lo aprieta. Se escuchan pasos muy cerca, el tintineo de unas copas y ella intenta cubrirse, Gonzalo pierde la paciencia, “¡Ya está bien!”, parece enfadado y ella se asusta, toma su cara con la mano, abarca su mejilla y le da un ligero cachete que Carmen percibe como aquella otra bofetada. Tiembla, abre mucho los ojos, no se lo llega a creer, “¡Estate quieta de una vez!”, enmudece, dos lágrimas ruedan por sus mejillas, su rostro muestra miedo, de pronto de su cuerpo desaparece toda tensión; Gonzalo sabe que ya no va a protestar, acaricia su mejilla y seca las lágrimas “así me gusta, niña buena”. Baja la mano por su hombro desnudo, suelta un par de botones más de la blusa y acaricia su pecho, “es precioso, perfecto, ¿ves como no tienes nada que temer?”, Carmen jadea, no ofrece resistencia, la besa en la frente, besa los húmedos ojos, la besa en la boca y ella se acurruca en su hombro, se escuchan voces, un grupo camina cerca buscando mesa, siente vergüenza, la pueden ver, se tensa de nuevo, “tranquila nena, no pasa nada” Carmen mira de reojo sobre la espalda de Gonzalo, el grupo pasa, el corazón se le acelera, probablemente no habrán visto nada, probablemente.
- Eres… hermosa – le dice totalmente emocionado
Se vuelca sobre su pecho y lo besa, lo succiona con mimo, con delicadeza, juega con la punta de la lengua, lo endurece, lo muerde. El agudo dolor hace que Carmen reaccione, parece despertar de un sueño. Es otra, vuelve, su expresión ha cambiado y Gonzalo lo nota. El juego, o lo que Gonzalo cree que es un juego ha terminado.
Acaricia su cabello, de nuevo aparece el caballero que sabe como tratarla, Carmen mira a su alrededor, pueden verlos, se inquieta, se excita, pasa un camarero, ve su mirada, se cruzan sus ojos, pensará que es una puta, su sexo se humedece de golpe, Gonzalo baja la mano y alcanza sus muslos, jadea, su pie golpea con la mesa baja cuando le muerde el pecho, ahoga un grito, la mano consigue abrir una brecha entre sus muslos, ella le abrió el camino sin casi darse cuenta. Cuando nota el roce en su sexo gime, le besa en el pelo, le acaricia, él sigue lamiendo su pezón y roza la empapada braga, la hunde en su coño, Carmen abre sus piernas y la falda se sube dejando sus muslos desnudos, el mismo camarero pasa de nuevo, la mira, sabe que ella no se esconde, Gonzalo busca el camino, separa la tela y juega con el vello púbico, Carmen intenta abrirse, pero su pie tropieza con la mesa, busca nerviosamente el camino hasta que un movimiento brusco rompe el bloqueo y se abre, al fin siente como se hunden los dedos entre sus labios, Carmen tiembla, no es un novato, conoce el terreno en el que se mueve y lo hace bien, empapa los dedos, profundiza, busca la zona rugosa dentro, arriba, la hace estremecerse, Carmen muere, se abre, separa sus piernas, cierra los ojos, se abandona, los dedos hacen un buen trabajo mientras que su boca sabe como hacer que su pecho reaccione. La tiene a punto, su coño es un manantial que no cesa de brotar. Luego sale de ella y busca el clítoris, desfallece, tiembla, durante unos minutos la hace vibrar, muere en sus dedos y la lleva al orgasmo sin pedir nada a cambio.
Cuando se recupera, Carmen observa a Gonzalo que no deja de mirarla y sonríe, ella está aun desmadejada, con el pecho desnudo, la falda casi enrollada a la cintura, las piernas abiertas, la braga sigue recogida a un lado de su sexo, él continua acariciando sus muslos. Ve el bulto que tiene en la bragueta, lleva su mano allí y le acaricia, le mira a los ojos. No hay prisa, ahora no hay pudor ni precaución alguna. La mirada de Gonzalo evalúa su nueva adquisición. Carmen, sencillamente no piensa.
- Es tarde, deberíamos irnos – ve la desilusión en sus ojos pero accede.
Salen. De camino le dedica una mirada al camarero que la ha hecho sentirse tan golfa, tan puta, él la insulta con los ojos, ella percibe una pequeña contracción en su sexo. En la puerta les espera un mercedes inmenso de cristales tintados que en algún momento Gonzalo debió llamar. Le abre la puerta y entra en un espacioso habitáculo forrado en cuero beige, deja la chaqueta a un lado y se acomoda.
- Buenas noches señorita
- Buenas noches
El conductor la ha saludado sin volverse. Mientras espera que Gonzalo rodee el auto y entre por la puerta izquierda inspecciona el lujoso coche, amplio hasta la exageración, dotado de todo tipo de extras, Carmen detecta pequeñas puertas distribuidas en los respaldos y en diferentes puntos que no desentonan con la calidad del carrozado; minibar seguramente, ¿qué otras cosas puede ofrecer un auto de esta clase?
Detiene su divagación cuando Gonzalo entra y cierra la puerta, cabrían otras dos personas perfectamente sin sentirse oprimidas pero él rebasa esa distancia y se sienta próximo a ella.
- Buenas noches Armando, vamos donde te indique la señora, sin prisas
Esta vez se volvió ligeramente hacia ella
- Buenas noches señora, ¿dónde la llevo? – su voz sonó mas respetuosa en presencia de su jefe, su mirada hizo un viaje rápido que terminó en sus ojos. Carmen reaccionó inmediatamente a la nueva situación en la que se encontraba.
- Buenas noches Armando, vamos a la Glorieta de Bilbao, por favor.
Los amplios asientos de cuero beige habían dejado una leve separación entre ambos que Gonzalo no tardó en superar. Rodeó los hombros de Carmen con su brazo y besó sus labios con la misma dulzura que antes, pero esta vez había mayor ansiedad en sus besos, Carmen dejó que su boca cediera a la presión y sintió como la ávida lengua avanzaba en busca de la suya. La tensión de su cuello desapareció, se sentía segura en brazos de aquel hombre que la trataba con tanta veteranía, a su lado se sentía casi una niña, se podía dejar hacer, no en el sentido que lo hacía con Doménico no, aquello era distinto.
- ¿Cava? – ofrece Gonzalo y sin esperar respuesta se incorpora, abre una de las puertas, prepara dos copas y descorcha un par de benjamines. – Por nosotros, por el inicio de esta hermosa relación
Beben, dejan las copas y Gonzalo la besa y la lleva hasta hacerla caer en el mullido respaldo.
Los botones de su blusa comenzaron a caer uno a uno, abrió los ojos lo suficiente como para ver en el retrovisor la mirada del chofer. Se tensó y Gonzalo captó la causa.
- Tranquila Carmentxu – dijo en un tono lo suficientemente alto como para que su empleado lo escuchase – Armando es de mi total confianza – separó su rostro y sonrió al tiempo que introducía su mano por el sujetador y acariciaba su erecto pezón. Carmen volvió a mirar el retrovisor y se cruzó con los ojos del conductor – Es sordo, ciego y mudo, ¿Verdad, Armando?
- Completamente, señor
Gonzalo se separó de Carmen y comenzó a apartar la blusa para mirarla, luego deslizó sus dedos por su pecho siguiendo el límite marcado por el sujetador, su manos se posaron sobre la piel suave de Carmen y entornó los ojos
- Qué hermosa eres
Subió las manos y deslizo la blusa por los hombros, la caricia de esas manos cálidas en su piel desnuda comenzaba a hacer su efecto, entendió lo que buscaba, los dedos rozaban en círculos la sensible piel de sus hombros y perseguían el imposible objetivo de retirar mas aún la blusa, imposible si su colaboración. Desistió un momento y lanzó los pulgares al encuentro de las axilas replegadas bajo los brazos que se mantenían pegados a su cuerpo. Un destello de placer que supera el intenso cosquilleo le hizo elevar los brazos y lanzarlos al cuello del hombre que la trataba con tanta delicadeza. Gonzalo aceptó la entrega de Carmen y comenzó a trazar círculos en las axilas, suaves curvas, apenas un roce en la delicada piel que tanto morbo le produce, Carmen dejó caer su rostro en el hombro de Gonzalo y se entrego a ese placer dejando expuesto su cuello ¿cómo iba a pasar desapercibido para alguien con tantas horas de vuelo?
Al primer mordisco, apenas un roce de los dientes en su cuello, Carmen no pudo sofocar un gemido, casi un grito por lo inesperado de la agresión. Toda su piel se erizó en un instante, la combinación de las sensaciones que recibía desde sus axilas se sumó al que su cuello le envió al ser mordido sin dolor, lamido, succionado.
Perdió la consciencia, el olor a hombre que su olfato le enviaba a la parte mas profunda de su cerebro era nuevo, diferente, viril, era otro y se sumaba a esa nueva forma de hacer sexo que Gonzalo le había mostrado. Se entregó al placer. “Carmentxu”, escuchó, “Carmentxu, eres divina”
De alguna zona profunda de su cerebro. Sin palabras, tan solo el concepto, tan solo la idea, surgió una voz que resonó como una campana y se grabó a fuego en su mente.
Si, soy Carmentxu.
Carmentxu sintió que la separaba y se incorporó, la mirada embriagada, cargada de lujuria que lanzó al empresario intentaba entender qué quería de ella. Las manos arrastraban la blusa hacia atrás y le ayudó a quitársela, observó como a notado﷽﷽ado demasiado su faldar sus muslos cruzaron el la un place ergoista, un desahogo rba los ojos del conductor.
doblaba cuidadosamente la prenda y la dejaba en el asiento, junto a la chaqueta, luego le soltó hábilmente el sujetador y vio como lo depositaba sobre la blusa. Se quedó absorto mirándola
- ¡Eres tan hermosa!
Luego, se acercó a sus pechos y comenzó a besarlos, mordisqueó con extremo cuidado sus pezones mientras los apretaba como si fueran una delicada pieza de arte. Carmentxu acariciaba su cabello sin dejar de mirar el retrovisor en el que, de vez en cuando, encontraba los ojos del conductor.
Cerró los ojos, Gonzalo sabía exactamente como excitarla, acariciaba sus pechos sin apretarlos demasiado, palpándolos como a ella le gusta, como si la conociera de toda la vida, lamía sus pezones logrando endurecerlos de la manera que ella necesita. Se dio cuenta de que era un hombre muy experimentado que no buscaba un placer egoísta, un desahogo rápido.
Había notado que las caricias que vagaban por sus muslos habían arrastrado demasiado su falda, en algún momento sintió el contacto de los dedos en su braga pero ahora, cuando toda su atención estaba en la plenitud de sus pechos atendidos por esa experta boca, sintió como la cinturilla de su braga comenzaba a ser arrastrada.
- No, para – le susurró al oído, besándole
Gonzalo se incorporó y la besó en la boca apasionadamente
- Quiero verte, quiero tenerte, te lo ruego
Carmentxu desvió su mirada hacia el conductor
- Nadie nos ve, ni fuera ni dentro, solos tu y yo
Mira al exterior, no reconoció la zona por donde transitaban, los cristales tintados no le parecen suficiente protección, se detienen en un semáforo, a su lado una furgoneta admira el mercedes, por un momento piensa que el conductor que observa el auto y mira directamente su ventanilla puede verla desnuda, una mezcla de placer y vergüenza se suma al coctel de emociones que la dominan. Gonzalo parece adivinar lo que siente mientras mira por la ventanilla
- Tranquila, no te está viendo – dice mientras vuelve a tirar de la braga
Carmentxu acorralada siente la tensión en la braga que está intentando deslizar por sus caderas; no puede, tiene que luchar con el asiento, con su culo, con sus piernas casi cerradas, está excitada viendo a la gente pasar por la calle, al otro lado de la ventanilla y ella semidesnuda y aunque racionalmente sabe que nadie la ve se siente exhibida, los ojos de Armando frente a ella que si la ve. Le mira a los ojos y luego mira a Gonzalo que ha notado en ella un cambio, algo en su mirada diferente, algo que a cambiado.
- ¿Nadie nos ve? ¿Y Armando, eres ciego Armando?
Gonzalo la mira, cree entender un cambio de actitud en Carmen, insiste en la presión que ejerce en la braga y nota como Carmen eleva la caderas, por fin consigue deslizar la prenda y es la propia Carmen quien termina de quitársela, dobla las bragas y la lanza al otro lado del asiento. Armando, interpelado, no sabe si responder. Gonzalo que sabe que tiene la batalla ganada, comienza a buscar los botones de la falda, ella se gira levemente para ofrecerle la grupa y enseñarle donde están
- ¿Es que me vas a desnudar?
- Esa es exactamente mi intención, querida
Reclinada en el asiento, con el cuello vuelto mirando a Gonzalo y al retrovisor, Carmentxu se deja desabrochar la falda.
- Armando, ¿No vas a contestar a la señorita?
- Yo, señor… yo no veo ni escucho, señor
- Claro Armando, eso está muy bien – Carmentxu se deja caer en el asiento mientras Gonzalo le sube la falda y se la saca por la cabeza, la dobla con cuidado y la deja con el resto de la ropa – pero dime una cosa, ¿te gusta lo que ves?
Gonzalo rodea los hombros de Carmentxu, acaricia su pecho desnudo con los dedos de la mano, baja por su vientre hasta sus muslos, traza el triángulo de su pubis, rodea el ombligo y juguetea con el piercing, luego sube a su cara marca el ángulo de su rostro, dibuja sus labios
- ¿No es bella? – insiste ante el silencio de su empleado
- Si señor, es bellísima
- Es la mas bella, ¿no es cierto?
- Sin duda señor, la mas bella
Gonzalo acaricia el muslo derecho, introduce la mano entre ambos y presiona para separarlos, Carmentxu cede, él sigue desplazando el dócil muslo y aumenta la separación.
- Para donde puedas
Armando detiene el auto al lado de unos jardines
- Observa qué belleza – el conductor se gira en su asiento, por primera vez la mira directamente y Carmentxu, totalmente desnuda, cierra los ojos.
- Es hermosa, señor
- Si Armando, es una obra de arte.
Siente la mano en su sexo que lo cubre, lo acaricia, gime, no abre los ojos para no encontrarse con la mirada del conductor, los labios de Gonzalo besan su frente.
- Eres perfecta, Carmentxu, una obra de arte, abre los ojos, déjate admirar.
Carmentxu obedece, se encuentra con la mirada de Armando, los dedos de Gonzalo se mueven entre sus mojados labios con maestría, se hunden en su coño, no deja de mirar al lacayo, al empleado de su nuevo amante que mira como su jefe disfruta de su chica. Se retuerce de placer, ¡Dios que bien lo hace!, ahora entiende por qué le ha hecho abrir los ojos, es mucho mas intenso dejarse meter mano delante de su criado, él, el poderoso se satisface con sus súbditos, porque ella no es mas que eso, otra pieza mas de sus posesiones. Abre mas las piernas sin que él se lo pida, lo necesita, el placer que nace dentro de ella la obliga a abrirse mas, a exhibirse mas ante el criado. Se siente sucia, obscena, puta en manos del poderoso que la manosea delante del obrero. Se miran a los ojos y Gonzalo es espectador de ese cruce de miradas entre sus subalternos, Armando sabe que es una pieza prohibida, que nunca la tendrá y Carmentxu le calienta a sabiendas de que él nunca la va a gozar. Para Gonzalo es una manera mas de disfrutar de su poder. Puta y criado frente a frente, a su servicio.
Y cuando no puede mas, comienza a jadear, no cierra los ojos, deja que el éxtasis crezca poco a poco, sin ocultarlo, sin avergonzarse y se rompe en un orgasmo, no se cohíbe, se deja llevar, se convulsiona, su pubis bota en el asiento, parece querer expulsar la mano que se hunde en su interior, su voz se vuelve lamento, quejido, casi es un llanto hasta que desfallece en el asiento, con el rostro hundido en el cuello de Gonzalo, el cabello revuelto, con la respiración agitada que mueve sus pechos desacompasadamente.
Un gesto basta para que Armando deje de ser el espectador tolerado y regrese a su condición de sordo, ciego, mudo.
Dos, tres, quizás cuatro minutos necesita Carmentxu para retornar al mundo de los vivos, mientras tanto permanece hermosamente desnuda, desmadejada, con las piernas abiertas, caídas, sin fuerza, los brazos laxos, la cabeza sobre el hombro de Gonzalo. Apenas nota las caricias que éste le prodiga por los pechos, el estómago, los brazos, se limita a emitir una especie de tenue gruñido que refleja el placer que recibe su piel.
Cuando al fin regresa, se incorpora y le mira llena de gratitud.
- ¿Cómo puedes ser tan dulce?
- ¡Dulce? Nunca me habían dicho eso
Carmentxu se sienta mas erguida, le toma el rostro con ambas manos y le besa, su posición la deja a mayor altura que él, lleva sus pechos hasta su rostro primero uno y luego otro y le hace besar la punta de sus pezones.
- Eres especial, jamás me habían hecho el amor de esta manera
- ¿En serio?
- De verdad, podrías ser mi padre, tienes una forma de tratarme, una experiencia, una madurez que…
- Que no tienen los jóvenes, no sé si me halagas o me estas llamando viejo - bromea
Carmentxu lo abraza entre sus pechos
- En absoluto, me siento tan bien tratada… Eres especial Gonzalo, me haces el amor de una manera… excepcional
- Me alegro
Le besa, sigue situada a mayor altura, de repente se sienta a horcajadas sobre él, le besa apasionadamente, comienza a desabotonarle la camisa, le acaricia el vello del pecho, le ayuda a quitarse la camisa.
- Yo también quiero verte
Se desmonta, le acaricia el bulto de la bragueta, le baja la cremallera y hunde sus dedos hasta conseguir sacar el miembro erecto, se excita, es gruesa y corta, la rodea con su mano, Gonzalo entorna los ojos, teme que no durará mucho, está empapada, babeante, su glande es redondeado, se agacha y lo hunde en su boca, sabe bien, le estorba el cinturón y lo desabrocha, hace lo mismo con el pantalón y se lo baja. Juega con los testículos nota que se avecina el desenlace y se detiene, se sube sobre él toma su verga y la dirige con precisión entre sus labios, Gonzalo gime cuando Carmentxu la mueve abriendo su cueva, por fin se deja caer, se empala, le mira y le sonríe, le acaricia con ambas manos y comienza a danzar sobre él, Gonzalo está aturdido, maravillado por la Diosa que le cabalga, sus manos acarician los pechos que vuelan ante sus ojos y se desplaza hacia sus nalgas, no sabe a que atender, hay demasiada hembra a su disposición. Gonzalo queda oculto bajo su negra melena, ella es consciente de que no va a durar mucho y procura dosificarse, se frena, ralentiza sus movimientos , descansa sobre él y le besa con pasión mientras se deja acariciar. Pero él esta desbocado mueve su cintura buscando el contacto más intimo y Carmentxu reanuda su vuelo sobre la gruesa verga que la empala, Unos dedos exploran entre sus nalgas, “con cuidado”, le ruega y él acaricia sin atreverse a penetrar, ese detalle la enternece y le besa, “sigue, mételos pero mójalos bien antes” le dice, él la estrecha agradecido y obedece, Carmentxu intuye que será igual de delicado ahí atrás como lo ha sido hasta entonces. No se equivoca, juega con su ano con mimo, rodea el periné, excita el inflamado esfínter, lo prepara sabiamente con su propio flujo y con saliva y cuando por fin lo penetra lo tiene bien predispuesto para recibirle. Si, este hombre sabe cómo tratarla.
Se corre antes que ella pero no desiste por ello en darle el placer que necesita y la lleva a un orgasmo intenso que se extiende a su ano invadido por dos dedos inquietos, Gonzalo es hábil y cada vez que su coño se contrae mueve sus dedos para excitar su ano y amplificar sus contracciones. Sonríe, la veteranía siempre es un grado. Carmentxu no para de temblar sobre el cuerpo de este hombre mayor, veterano, sabio, que conoce el alma y el cuerpo de la mujer y no escatima a la hora de hacerla alcanzar el séptimo cielo.
Descansa sobre él, con la respiración agitada, sin ninguna intención de levantarse, arrodillada sobre su cuerpo, ajena a los ojos que la observan desde el asiento delantero.
Esa paz es interrumpida por el sonido de un móvil, Armando lo atiende, parece importante y Gonzalo pide que le llamen en diez minutos.
- Hay asuntos que no admiten demora – dice disculpándose mientras comienza a vestirse – No, será solo un momento – detiene a Carmentxu al ver que hace intención de vestirse.
Armando recupera la llamada y Gonzalo sale del auto para atenderla.
Carmentxu se siente violenta. A solas en el auto con Armando, desnuda, aún está alterada por el polvo que acaba de echarle Gonzalo, Armando la mira de reojo. No sabe bien como actuar.
- ¿Debería vestirme o preferirá que le espere así?
Armando se vuelve, la mira, Carmentxu no se siente molesta por la forma en que la mira.
- Ya le ha oído, mejor espere señorita
Armando se queda mirándola, Carmentxu se coloca las medias que están arrugadas y caídas y comprueba que no han sufrido daño, se siente observada y cruza los ojos con él, no es una mirada sucia. Carmen, Carmentxu todavía está excitada, siente el semen fluir.
- ¿Te gusta lo que ves? – Repite la frase que Gonzalo le dirigió y Armando se siente violento, baja la mirada
- Yo, disculpe señorita… no quería…
- No me has molestado Armando, tu forma de mirar no es sucia. – dice el chofer eleva los ojos sorprendido
- Gracias señorita
- Señora, soy una mujer casada. ¿Te parezco una puta?
- ¡No señorita!, señora, es que es tan joven.. – sus ojos siguen desviándose sin control hacia sus pechos, su sexo, Carmentxu se deja mirar
- Tu jefe…
- El señor – le interrumpe Armando y Carmentxu entiende que con ese matiz la está incorporando en el grupo de los asalariados de Gonzalo.
- El señor es tan… amable, tan delicado…
- Si señorita, pero también puede ser muy riguroso cuando las cosas no se hacen como el lo requiere – le advierte sin dejar de mirar su cuerpo desnudo.
Carmentxu ha relajado su postura, sus piernas descansan abiertas sin pudor.
- Lo sé, ya tenido ocasión de comprobarlo en el pub – Carmentxu nota rezumar el semen, se incorpora - ¿hay kleenex en algún sitio?
Armando toma algunos de una caja que lleva en la parte delantera y se los ofrece y ella comienza a limpiarse el sexo bajo la atenta mirada de Armando, cuando se da cuenta le mira divertida y él se azora.
- No te preocupes.
Los arruga, no sabe qué hacer con ellos
- Démelos
Los toma y los arroja a una pequeña papelera
- ¿Necesita más? – pregunta mirándola, Carmentxu nota su mirada clavada en su sexo, mantiene las piernas semiabiertas, tiene que estar viendo su sexo y un destello de placer exhibicionista la trastorna. Sabe que es inalcanzable para ese hombre y eso la provoca mas aún. Puede hacer lo que sea que es intocable, se siente poderosa.
- Si por favor
Toma los kleenex que le ofrece y comienza a limpiarse, esta vez con menos pudor, si antes se volvió ligeramente hacia un lado, ahora está frente a Armando, con las piernas totalmente abiertas, los dedos índice y medio de su mano izquierda abren los labios mayores para facilitar el acceso y la limpieza esta vez es mas meticulosa, mas cuidada. Desvía sus ojos hacia Armando, él tiene la vista clavada en la labor de sus manos. Carmentxu se detiene y entonces él la mira. Se siente cazado.
- ¿Te gusta?
- Señorita… - su voz ruega, suplica
- No le voy a decir nada de esto, no te preocupes, ha sido un regalo. Anda vuélvete, no nos vaya a pillar.
Gonzalo regresa al auto
- Disculpa, los negocios no entienden de horarios – la recoge en sus brazos, la besa recorre su cuerpo con las manos, se enciende de nuevo y Carmentxu responde a la pasión renovada del empresario.
- Deberíamos irnos
- Carmentxu...
- Es muy tarde – dice acariciándole la mejilla, él recorre sus pechos, su vientre.
Sus manos hambrientas vagan por su cuerpo. Carmentxu suspira en señal de claudicación, observa el bulto en su entrepierna, lo acaricia, Gonzalo cierra los ojos, suspira, ella intensifica la caricia y él deja caer la cabeza en el respaldo. Le desabrocha el pantalón y baja la cremallera, Gonzalo abre los ojos y la mira sorprendido, ella le sonríe, se agacha y toma en sus manos el abotargado pene que comienza a humedecerse, juega con él, intenta hacerse hueco y él la ayuda a deshacerse del pantalón hasta las rodillas, juega con sus manos y comienza a crecer, “Carmentxu”, gime, “Shhh” le hace callar, acaricia el pequeño glande con el pulgar, extiende el flujo que brota con la yema del dedo mientras aprieta los testículos con la otra mano, se arrodilla en el suelo y da el primer beso en la verga que ya está casi erecta, es la mas pequeña de las que conoce pero a cambio es gruesa, sabe que Gonzalo no tiene un gran aguante, la pequeña polla late en su mano y suelta una gruesa gota de liquido preseminal demasiado densa, Carmentxu engulle la verga, hasta el fondo, no se detiene en preliminares, lame como si fuera un caramelo, le mira a los ojos y ve todo el poder en su rostro, la tiene de rodillas a su servicio. Siente el sabor sobrevenir, traga, intenta darle el máximo placer y le lleva al fondo de su garganta, gime, la coge por la nuca, aprieta, traga, pero apenas alcanza el fondo de su garganta un par de veces le oye gemir, se siente desbordada, traga, traga, todo ha sido tan rápido que apenas ha podido demostrarle de lo que es capaz. Le mira y si, parece que le ha impresionado.
- ¡Eres… eres increíble, jamás nunca, nadie me había hecho algo así, joder, Carmen, yo… estoy… joder!
Carmen ríe, observa el brazo de Armando que le acerca la caja de kleenex, intenta enviarle una mirada de agradecimiento pero él no mira, se olvidó de que es ciego, sordo y mudo. Se limpia las comisuras. Y se sienta al lado de Gonzalo que se limpia y se recompone la ropa
- ¿Te veré antes del viernes?
- Quizás, no lo sé – Carmentxu se inclina sobre Gonzalo para alcanzar su ropa, él la tumba sobre su cuerpo y ella ríe pero se deja hacer, Gonzalo acaricia su perfecto culo y por fin le suelta una sonora palmada, un azote que enrojece su nalga
- Si no me llamas mañana te daré una azotaina – dice dándole otro azote mas fuerte.
- ¡Ay, no sigas!
Gonzalo se detiene, Carmen se ha vuelto a mirarle
- ¡Bruto! – Gonzalo sonríe y ella le devuelve la sonrisa de complicidad
- Me parece que mi niña necesita unos buenos azotes, pero eso será otro día y en otro lugar – dice acariciándole el enrojecido culo
- Anda, déjame que me vista.
Media hora mas tarde el mercedes se detiene en la Glorieta de Bilbao, antes de abrir la puerta, Gonzalo la besa apasionadamente.
- Me vuelves loco Carmentxu, llámame mañana, si no lo haces te llamaré yo
- Descuida, te llamo por la tarde, buenas noches Armando
- Buenas noches señora
Carmentxu esperó en la acera hasta que las luces del mercedes desaparecieron entre el tráfico, luego se acercó al semáforo dispuesta a dirigirse a casa. Cuando los coches se detuvieron cruzó, pero en lugar de tomar la bocacalle que le conduciría hacia la casa de Doménico torció hacia la derecha y enfiló en dirección a San Bernardo, poco antes de abandonar la glorieta entró en la primera cafetería que encontró abierta.
- Coca Cola light por favor y… - echó un vistazo al expositor de comida preparada que tenía delante – póngame ese sándwich vegetal
No había comido nada desde mediodía pero lo que en realidad quería era enjuagarse la boca, quitarse el sabor a semen, Carmentxu deseaba eliminar los restos de la felación que acaba de hacer.
Media hora después llegaba al portal de Doménico, le costó encontrar en el fondo de su bolso un llavero al que sus dedos no estaban acostumbrados a distinguir a ciegas, al fin abrió el pesado portal y llegó al ascensor.
- ¡Vaya, la mujer perdida! – exclamó Doménico cuando la vio aparecer en el salón.
Carmen se acercó a él y se dejó caer sobre sus piernas, le abrazó y se fundieron en un largo e intenso beso
- ¿Dónde te has metido?
Se quedó abrazada a él, muy cerca de su boca
- Ha sido un día muy cargado, fui al médico, luego estuve con una amiga hasta muy tarde
- ¿Estás mala?
- No, con mi ginecólogo, rutina.
- ¿Y tu amiga? – Carmen sintió que se inmiscuía demasiado en su vida
- Es una amiga de Mario y mía, pasé por casa a mediodía y vi mucho desorden, creo que Mario lo está pasando mal, le he pedido ayuda, quiero que hable con él, pienso que nos puede ayudar.
- ¿No crees que deberías ser tu quien hable con Mario?
- Aun no estoy preparada para eso y me parece que él tampoco.
- Como veas. ¿Has cenado?
- No
- ¡Y habéis estado juntas hasta ahora y no habéis cenado?
Carmen dudó, intentó hacer memoria, ¿cuándo se habían separado, a qué hora? Recordaba el abrazo que se dieron al despedirse, se vio parada en la boca de metro, la sensación de tristeza, el vacío interior al equivocarse cuando estuvo a punto de tomar la línea rumbo a casa, luego… ¿qué pasó? ¿dónde había estado?
- ¿Carmen? – Doménico la sacó de sus pensamientos
- ¿Si? – le miró confusa
- ¿Que si has cenado?