Diario de un consentidor (73) Una mala in-decisión
Esta es una historia de deseos, emociones, placeres, dudas, decisiones y pensamientos, es la historia del camino que nos llevó a Carmen, mi mujer, y a mí a lanzarnos a vivir las fantasías inconfesables que sin saberlo compartíamos en silencio cada vez que hacíamos el amor
Una mala in-decisión
A medida que el taxi la aleja de casa y consigue contener las lágrimas que pugnan por arrasar su rostro las dudas comienzan a dominarla con mas fuerza. ¿Era inevitable dar ese paso? ¿Se ha precipitado? Ya no está tan segura de su decisión y se lamenta de haberse dejado llevar de ese primer impulso que normalmente la aconseja bien en situaciones comprometidas como la que acaba de vivir. Cualquier cosa que hubiéramos seguido diciendo solo habría ampliado la brecha que se estaba abriendo entre nosotros y lo que ha aplicado es lo mismo que habría aconsejado en su despacho: Distancia, distancia terapéutica para evitar decir o hacer cosas de las que luego nos habríamos arrepentido, cosas que nos podrían haber dañado de una manera irreparable.
Ha intentado protegernos, proteger nuestro matrimonio aunque sea a costa de poner tierra por medio, aunque sea a costa de hacer sufrir a la persona que mas quiere, aunque sea a costa de que no entienda el paso que acaba de dar.
Se siente sola, desvalida, frágil, mas frágil de lo que nunca se ha sentido. Le faltan los brazos, las piernas, las muletas en las que se ha apoyado los últimos diez años de su vida. El vacío que ocupa su pecho va a ser muy difícil de llenar durante estos días de margen que se ha dado para reflexionar sobre lo que está sucediendo en nuestras vidas, solo espera que yo sea capaz de levantarme y luchar por recuperar nuestra vida.
…..
Gloria es un encanto, apenas ha hecho preguntas, le ha bastado ver su rostro y le ha ofrecido su casa y su silencio. Daniel le ha dado un beso y ha desaparecido dejando a las dos amigas que deshagan el poco equipaje que lleva y compartan hasta donde consideren conveniente. La soledad de la habitación acompaña ahora los pensamientos de Carmen, es justo lo que necesita. Ahora si es el momento de permitir que los sentimientos afloren y rompe a llorar, todo su cuerpo solloza.
Carmen pasa gran parte de la noche en su compañía, habla con ella hasta la madrugada. Le ha sido difícil explicar la repentina separación sin aludir a Doménico, a Carlos, al año que llevamos de vorágine sexual. Y Gloría intuye que hay algo mas tras este inesperado desencuentro entre la pareja que todos consideran modélica, pero ante los silencios y las preguntas mal contestadas calla y no insiste más.
Casi no duerme, al día siguiente llama al gabinete y alega enfermedad. Gloria se va a trabajar y cuando se queda sola las lágrimas brotan de nuevo, llora amargamente ante una realidad que la supera. Si pudiera dar marcha atrás, desandar el camino andado y situarse en el jueves…
¿Qué tiene ese pensamiento que la inquieta, por qué de pronto se ha sentido incómoda con esa disyuntiva? ¿Es que acaso preferiría ni plantearse esa posibilidad? Ese malestar que siente la obliga a abandonar precipitadamente la cama, como si con ello dejase allí la quiebra que ha captado en su argumentación.
Se ducha, mientras se arregla intenta pensar qué va a hacer, se encuentra indecisa, desorientada. Cuando sale del baño tiene una llamada perdida de Doménico, le palpita el corazón pero está decidida, no va a responder, no tiene animo ni ganas de hablar con él, se siente mal y lo ultimo que necesita ahora es hablar con nadie. Desayuna y se da cuenta de que ha sido una mala decisión no ir a trabajar, la soledad la perjudica. Sabe que tiene que pasar por casa a recoger mas ropa, tendrá que llamarme pero no quiere coincidir conmigo. Duda si habré ido a trabajar hoy. Decide esperar antes de pasar por casa.
Demasiadas preguntas, demasiadas decisiones, demasiadas indecisiones. Siente que la realidad la está superando.
Sale de casa de Gloria, no está acostumbrada a no tener planes y decide ir a recoger el coche que sigue en el parking desde el viernes. Pasea hasta la estación de cercanías bajo un sol primaveral que nada tiene que ver con el gris plomizo que acompañó el desencuentro del día anterior. El tren a esas horas va casi vacío y Carmen se hunde en sus pensamientos. Recuerda palabra por palabra lo que me dijo y el remordimiento por el dolor causado le traspasa el corazón, quizás fue demasiado dura sin pretenderlo, fueron los nervios los que la llevaron a decirme cosas que no siente; agacha la cabeza y cierra los ojos al recordar como me llamó cornudo, se le encoge el corazón de dolor, no quiso decir eso, por Dios. Ve con claridad mi rostro al escuchar esa frase y sabe lo que sentí; Un nudo atenaza su garganta ¿cómo pudo decir aquello?. Nota que los ojos se le humedecen.
Agita la cabeza, no puede soportar ese dolor e intenta pensar en otra cosa.
“La puta de Doménico” la llamé y en ese momento se sintió tan ofendida, tan insultada… Sin embargo ahora, al recordar mi rostro crispado, pronunciando esa frase… “Te comportabas mas como la puta de Doménico que como mi esposa”, se da cuenta de que tenía razón. Aquella noche, ya de madrugada, había dejado que los acontecimientos la sobrepasasen de una manera que no logra entender. Lo que en un principio era un juego pactado entre los dos se había ido complicando y, casi sin darse cuenta, había alcanzado visos de …
Clandestinidad. Recordaba lo intranquila que se había sentido teniendo a Mario a su lado dormido. Esa sensación de riesgo porque en cualquier momento se pudiera despertar. ¿Y si los descubría así? Montada sobre su amante, follándole, sintiendo las manos que recorrían su tórax, que llenaban de caricias sus pechos y ante las que su cuerpo reaccionaba estirándose como una gata en celo… ¿Qué pensaría? ¿De nuevo se enfrentaría a esa mirada de cordero degollado o se uniría al juego? No, no debía decir eso, pobrecillo. Por si acaso se movía con cautela, pidiéndole al hombre que la follaba que no hiciese ruido; pero era difícil contenerse con esa maravilla dentro de ella y esos labios tan cerca de sus pechos.
Si, se había comportado como una puta, como la puta de Doménico, sin embargo no lograba encontrar arrepentimiento entre las emociones que esas escenas le removían.
Sin embargo eran otras las imágenes que ahora, mucho mas tranquila, mucho mas relajada, le llegaban a su mente. Escenas que habían estado sofocadas por la intensidad de todo lo vivido. Recordó los últimos momentos, cuando estaban charlando en el salón tomando café. Eran imágenes que no había vuelto a evocar. Doménico sentado en el sofá y ella apoyada en el respaldo, a su lado, sujeta por las caderas y Mario frente a ella, mirándola. No se había dado cuenta hasta ahora de la expresión de su rostro, creía que seguían jugando un juego. Doménico acariciando su cadera, metiéndole mano frente a su marido y ella dejándose hacer porque a ambos les gustaba, ¿ese era el juego no? Pero no, ahora se daba cuenta de que había algo mas. En los ojos de Mario, en la presión con la que Doménico la atraía hacia sí, en su propia dejadez ¿a qué estaban jugando?
O cuando salieron de la ducha, mientras tomaban café, sentados el uno al lado del otro en la cocina, recordaba esa misma sensación de abandono, apoyada en su amante con la cabeza pegada a la de él, se sentía relajada, casi sin fuerzas tras la rotunda experiencia que había vivido en la ducha. Entonces apareció Mario, se detuvo un segundo ante ellos y vio esa crispación en su semblante. Luego, cuando volvió y ya no hablaba, apenas conseguía sacarle alguna palabra, entonces tampoco le dio importancia a su enfado, ¿celos? No, no captó entonces la causa, hasta ahora solo se había centrado en el sexo sin reparar en esos pequeños detalles que parecían molestar a Mario; roces, achuchones, conatos de ternura, cosas nimias a las que apenas le prestó atención. Ella es así, cariñosa, son mimos aparentemente sin importancia pero que para Mario tienen un sentido especial, ahora lo ve, son detalles que les pertenecen a ellos dos, a su mundo privado.
Tiene que aclarar las cosas con Mario, poco a poco va entendiendo la crispación que ayer le llevó a saltar de mala manera.
“La puta de Doménico”, hay algo mas que la inquieta, me conoce bien, son muchos años juntos y a veces nos basta una mirada para entendernos. Ayer en mis ojos creyó ver algo, fue como si se sintiese desnuda, descubierta. ¿Por qué la llamé “la puta de Doménico”? Cuando me escuchó sintió como un trallazo, como si la hubiese… descubierto. En parte se levantó y salió del salón porque esa frase la obligó a… escapar, fue como si no pudiese seguir frente a su marido. Quizás si el insulto hubiese sido otro habría podido controlar la situación, quizás.
El tren ha entrado en la oscuridad de los túneles y esa misma oscuridad se abate sobre su estado de ánimo. Las dudas sobre su decisión de abandonar nuestro hogar se reavivan. ¿Cuál fue el detonante real que la hizo salir apresuradamente de casa?
“La puta de Doménico”, ¿por qué le afectó tanto escuchar esas palabras en mi boca? ¿qué vio en mis ojos? Esa frase la sitúa a cuatro patas en la cama, enculada por segunda vez mientras vigila mi sueño. Enculada, si, el recuerdo dispara el placer en su sexo. Cierra los ojos, el traqueteo del tren mece su cuerpo como entonces; se ve con claridad resistiendo los embates de Doménico, la cama se mueve al vaivén de los cuerpos. Ella vigila el sueño de su marido, desmadejada por el placer, por la droga, por el morbo de encontrarse al lado de su esposo que se mece al ritmo del vaivén que imponen sus cuerpos.
De pronto, como un fogonazo surge la duda que entonces no vio ¿Cómo es posible que no se despertase? Un escalofrío recorre su espalda al tiempo que un presentimiento comienza a tomar forma en su cabeza. No, no puede ser, no es posible. La sola idea de que yo pudiera escuchar, de que yo pudiera estar despierto… No, no es posible. Lo aparta de su mente, es una locura.
Hace el transbordo al metro, olvida, no quiere saber, tiene que olvidar esa absurda idea.
Cuando sale del metro en la Glorieta de Bilbao ve otra llamada perdida de Doménico, se le acelera el pulso, piensa que no es lógico que no le devuelva las llamadas y teme que se le ocurra llamar a Mario y se entere por él de lo que ha sucedido, esto la mueve a llamarle.
- ¡Por fin, empezaba a pensar que no querías hablar conmigo! – escuchar su voz le provoca un vuelco al corazón.
- ¿Crees que tengo motivos? – no le gusta el giro que le está dando a la conversación, demasiado desenfado, no es ese su estado de ánimo.
- Espero que no, salvo que te arrepientas de algo – Carmen siente el corazón latir con fuerza, la tristeza que la tiene hundida ha dado paso a una energía que la revitaliza.
- No soy mujer que se arrepienta de la decisiones que toma
- Esa es mi chica, ¿estás en la calle?
- Si, iba a buscar mi coche
- ¡No me digas que aún continua en el parking!
- Todavía – Carmen se ha dado cuenta de que ha comenzado a sonreír
- ¡Te vas a arruinar!
- Eso me temo
- Seguro que no te importará pagar un poquito mas y tomarte antes un vermut conmigo, ya no es hora de café
Carmen enmudece, no eran esas sus intenciones y mucho menos tras la separación.
- Me muero por volver a verte, no he dejado de pensar en ti ni un solo momento, cara
Cara, ese acento italiano la envuelve, ella tampoco ha dejado de pensar en él. ¿por qué no? solo será un vermut y podrá olvidarse por un momento de la amargura que arrastra desde que se fue de casa. No sabe qué hacer, es un instante de indecisión en el que flaquea, se siente tan sola, tan dolida, tan necesitada de un momento de cariño. Por otro lado sabe que no debe hacerlo pero…
- Carmen – Doménico interrumpe el mudo soliloquio que no la lleva a ninguna parte.
- ¿Dónde?
- ¿Dónde siempre?
- De acuerdo, media hora, no mas
- Lo que tu digas
Aquella llamada ha sido un bálsamo que le ha quitado la tristeza que empaña su alma, vuelve a mirar el mundo con alegría, vuelve a estar erguida, dinámica, sin ese peso muerto que hunde sus hombros. Solo necesita charlar, no piensa contarle nada sobre su desavenencia con Mario, no quiere enturbiar ese pequeño momento en el que todo vuelve a ser intrascendente, luminoso, alegre.
Caminó deprisa, con aire juvenil, como si no se le hubiese derrumbado su vida, cuando torció la esquina le vio esperándola en la puerta del bar. El corazón se le desbocó en el pecho. Doménico le lanzó una sonrisa ancha, hermosa, ilusionada. Fue un abrazo instintivo que surgió espontáneo y el beso nació de los dos, sin pensarlo, sin importarles la hora, la gente que pasaba y se quedaba mirándoles. Cuando al fin pudieron separar sus bocas…
- Vamos – dijo Doménico y Carmen supo lo que significaba aquella palabra.
Caminaron abrazados, alejándose del pub, sin pronunciar ninguna otra palabra, Carmen sentía el latido del corazón en su pecho, en las sienes, sabiendo que aunque quisiera no podría hacer nada para detener el rumbo que estaba tomando su vida. Cuando reconoció la casa de Doménico sintió que se ahogaba pero no fue capaz de decir nada, esperó en silencio que él abriera la puerta, aceptó el gesto que la invitaba a traspasarla y entró en el inmenso portal; esperó en la penumbra, reconociendo el lugar, recordando la primera vez que hizo el mismo recorrido y se sobresaltó cuando escuchó cerrarse tras ellos la puerta. Se dejó besar mientras subían en el viejo ascensor que ya conocía y cuando entraron en la casa, se vio arrastrada hacia la pared, poseída por la fuerza del varón y desnudada casi sin poder ofrecer resistencia. Era suya, se sintió desde el primer instante suya, sin voluntad, sin fuerza para oponer ningún argumento a lo que él quisiese hacer de ella.
La chaqueta en el suelo, el vestido arrugado en una esquina, el sujetador arrojado lejos, Doménico agachado deslizando sus bragas, besando, ¡Oh Dios mío! , besando su vello púbico, sujetando su pierna para despojarla de la prenda, observa sus ojos clavados en su sexo y se le eriza el vello. Luego, ya de pie, la mira como quien observa una posesión, recreándose en esa mirada y ella se deja mirar de esa manera como si no tuviera voluntad, como si fuera su juguete.
Le sujeta las muñecas a la espalda con una sola mano, grande, fuerte lo cual la obliga a curvar la espalda, sigue apoyada en la pared, ahora solo con los omoplatos y el cráneo, le molesta pero calla, le mira a los ojos ¿qué pretende sujetándola así? Tiene una sonrisa enigmática.
- Eres mía –susurra y siente su aliento en la cara, aliento fresco, agradable, Carmen entorna los ojos y los vuelve a abrir, no quiere dejar de mirarle. Él baja los ojos hacia sus pechos, Carmen sabe que la postura forzada en que se encuentra los eleva.
- Eres mía – repite. Ella se siente impelida a contestar.
- Si – Doménico niega con la cabeza, la mano que atenaza sus muñecas se aprieta ligeramente
- Eres mía – Carmen comprende
- Soy tuya – Doménico sonríe y aligera la presión de su mano. ‘Te voy a entrenar’ recuerda Carmen que le dijo y se siente extrañamente excitada.
- Io sono tua – Doménico quiere escuchárselo en su idioma y Carmen ya jugó ese juego.
- io sono tua – le causa un placer que se muestra en su rostro, Doménico besa sus labios fugazmente
- No lo olvides
- Io sono tua – repite Carmen
- ¿Qué mas? – Carmen eleva las cejas, no sabe que desea - ¿qué mas eres?
- Io sono tu puttana – siente brotar la excitación entre sus piernas en medio de los latidos cada vez mas intensos. Se siente tan borracha como si hubiese bebido, tan drogada por este hombre como si le acabase de dar a esnifar esa droga que por primera vez probó hace apenas… es como si no hubiese pasado el tiempo.
Doménico la suelta pero solo para volver a sujetarla por encima de la cabeza, con los brazos estirados, Carmen jadea, él mantiene su brazo estirado, abarca ambas muñecas con una sola mano y ella se siente indefensa, extremadamente frágil. Le muerde el cuello, placer y dolor se entrecruzan en una mezcla explosiva que la hace gemir primero y la lleva a gritar después. Baja la mano que tiene libre y la interna entre sus muslos, Carmen jadea sin control al sentir los dedos que la invaden brutalmente.
- Estás empapada
- Sí
- Tienes alma de esclava
¡Esclava! No, solo es un juego morboso, esclava es una palabra que solo escucharla le provoca temor.
Doménico saborea los dedos que han estado dentro de ella, Carmen respira agitadamente, la postura le dificulta la respiración, él le acaricia los pechos que se muestran erguidos, puntiagudos, toma uno de sus pezones con dos dedos y comienza a apretarlo, la mira a los ojos intentando ver un signo de dolor, alguna queja que le haga detenerse pero Carmen aguanta, él aumenta la presión y Carmen soporta el castigo, cierra los ojos y gime. Se encuentra atrapada, contra la pared, apenas puede moverse, desnuda, luchando con un hombre, muerta de deseo, como… como entonces… como… ¿como cuándo? No sabe, no puede saber, solo sabe que ya una vez estuvo así.
- Suplícame
- No
Doménico aumenta el castigo, Carmen golpea el cráneo contra la pared, un rictus de dolor contrae su rostro pero calla.
- Ruégame que pare
Ella calla, respira agitadamente intentando soportar el castigo. Cuando ya no puede mas musita.
- Por favor…
- Qué
- Para
- Así no
Intenta aguantar pero no puede mas
- Por favor, basta
- No, Carmen, así no se piden las cosas
- Te lo ruego, para
- …
- Te lo suplico
Doménico afloja el pellizco y comienza a acariciar el castigado pezón, se agacha y lo lame. Carmen le mira, le duele el cuello, le palpita allí donde antes él le mordió sin compasión, sin embargo lo percibe como la huella del paso de su hombre por su cuerpo. Sigue colgando de los brazos, se nota húmeda, empapada, nota la humedad que moja sus muslos.
- ¿Eres mi puta?
- ¡Si!
- Demuéstralo
Carmen le mira, no sabe qué quiere, aun permanece ensartada en sus dedos
- ¿Qué has venido buscando? – le pregunta él
Carmen se agacha, se arrodilla, busca el tirador de la cremallera y la baja, intenta desabotonar el pantalón y por dos veces no lo consigue, nerviosamente desabrocha el cinturón.
- No, sácala
Carmen hurga en la bragueta y consigue sacar la verga que ya está erecta, se la lleva a la boca y la engulle con avidez, de nuevo la sensación de la mano en su cabeza le hace sentirse pequeña, tutelada, sometida. Desearía tenerle desnudo, como está ella, porque el hecho de que esté completamente vestido la turba, la sitúa en un plano de desigualdad, de servilismo.
No importa, nada importa, tiene lo que quería, la polla de su amante en la boca, ese aroma, ese sabor que ya le es familiar, ¡Oh Dios, cuanto lo echaba de menos! Desea darle placer, desea complacerle. Y es así, de rodillas ante él, en esa postura que ya va siendo costumbre como se siente… feliz. Entregada, sumisa, si, sin nada en qué pensar, sin problemas, solo placer, solo sexo.
Hambre, hambre de su polla, la engulle con voracidad, se aferra a ella la palpa con su mano mientras la entierra en su boca, ¡Dios qué dura está, qué gruesa es! Acaricia los testículos que ha conseguido sacar fuera, le gustan, son suaves, los adora, si los adora, juega con ellos mientras mama, mientras lleva la verga hasta el fondo de su boca y mira hacia arriba , hacia su amante que la observa satisfecho.
“Amo”, recuerda como pronunció esa palabra, como se sintió temerosa al decirla en voz alta. “Amo”, se estremece. “Amo”, ¿se atreverá a pronunciarla en voz alta ante él? No, no. Sería una locura, seguro que se reiría de ella. Solo así de rodillas ante él, mamando su verga, mirándole desde abajo, se atreve a pensarla, “Amo, mi amo”, me voy a correr.
El anuncio del inminente estallido en su boca le hace aferrarse a la dura columna, sus dedos notan llegar la andanada de semen que avanza por la verga y cuando brota en su boca paladea el cálido rio, escucha el goce de su amante, Deja que maneje su cuello y que se hunda y la maneje como si fuera un objeto, no importa que la verga llega al fondo de su garganta, sabe como tragarla y darle placer, no todas saben hacerlo le dijo y la hizo sentirse orgullosa, por eso le deja zarandearla y usar su garganta una y otra vez y le escucha disfrutar con ello aunque eso le impida tragar todo el semen y nota como le corre por las comisuras ¿le gustará verla así?
La levanta. Si, le gusta esa estampa de puta, se lo dice y le recoge el semen que chorrea con un dedo y se lo lleva a la boca, es el momento de comportarse como una zorra y lo lame provocativamente para que se siga excitando con ella. Sonríe, le gusta lo que ve. La lleva de la mano hacia la escalera, suben al dormitorio, quiere mas.
….
- ¿Cómo es que no estás trabajando?
Es casi mediodía, han pasado dos horas desde que llegó a casa de Doménico, Carmen está acostada con la cabeza apoyada en el pecho de Doménico, su mano juega con el vello de su vientre, levanta los ojos.
- Me he tomado el día libre – intenta no tener que dar mas explicaciones pero intuye que no va a bastar con este argumento.
- ¿Por algún motivo especial?
Carmen intenta encontrar algo que decir que no me incluya, el tiempo juega en su contra, Doménico baja la cabeza buscando su mirada
- ¿Carmen? – intenta evitarle , al fin le mira, su ojos no pueden ocultar una sombra de tristeza y de nuevo desvía la mirada.
- Anoche tuvimos una discusión, me fui a casa de una amiga para evitar que llegásemos a decir cosas de las que nos fuéramos a arrepentir. Le propuse tomarnos unos días para calmarnos, pensar sobre… todo lo que ha sucedido en estos últimos meses… en este fin de semana… un tiempo para reflexionar y poder volver tranquilos a poner en común…
- ¿He tenido yo la culpa?
- ¡No! No es culpa de nadie en particular, o si, no lo sé; lo que si sé es que si seguíamos discutiendo nos íbamos a hacer un daño irreparable y eso si que no lo podía consentir
- Lo siento Carmen, sabes que lo último que quiero es verte sufrir
¿Qué estoy haciendo aquí? pensó Carmen. Un profundo sentimiento de culpabilidad le nubló la mente. Infiel, acababa de ser infiel a su marido, por primera vez le había engañado. Lo que hasta entonces había sido un juego sexual consensuado se acababa de convertir en una aventura extramarital, una infidelidad en toda regla. Estaba acostándose con otro hombre a espaldas de su marido. Un nudo atenazó su garganta. Se quería morir.
- ¿Dónde te estás quedando?
- ¿Qué?
- ¿Con quién te quedas, en casa de tu familia, con alguna amiga?
Carmen se incorporó y se sentó en la cama, quería irse de allí.
- Estoy en casa de un amiga, pero…
- Vente aquí, conmigo, estarás mejor, al lado de tu trabajo, tengo varias plazas de garaje aquí al lado, podrás estar todo el tiempo que quieras – Carmen le miro sorprendida, no esperaba ni por asomo semejante propuesta.
- No… verás, yo… – Doménico la rodeó con sus brazos, la atrajo hacia sí.
- Carmen, escucha, no solo soy tu amante, soy tu amigo, sé escuchar y también sé estar callado, dejarte espacio, la casa es muy grande y puedo desaparecer cuando necesites estar sola para pensar. Creo que te he dado muestras de que puedo escuchar y dar consejos cuando me los piden. Me importa Mario y me importas tú y si puedo ayudar a que no echéis a perder vuestro matrimonio cuenta conmigo
Carmen no pudo seguir conteniendo la emoción que llevaba aguantando desde que comenzó a contarle el drama que vivía y se refugio en su pecho rompiendo a sollozar. Aquella descarga emocional era lo que necesitaba y tras unos minutos de llanto desconsolado se sintió mucho mejor.
Tras un momento de indecisión se dejó convencer, la alternativa no resultaba descabellada, la casa de Gloria le suponía tres cuartos de hora de desplazamiento hasta el gabinete, vivir en casa de Doménico sin embargo eran apenas diez minutos. Le costó poco acabar de convencerse.
- De acuerdo, serán solo unos días, pero te advierto que no voy a ser una buena compañía
Doménico la estrechó en sus brazos y la llenó de besos
- Eres la mejor compañía.
Carmen se negó en redondo a que la acompañara a recoger el coche al parking, la probabilidad de encontrarse con algún compañero de trabajo era alta a esas horas y si ocurría prefería no tener que dar explicaciones embarazosas. Quedó con Doménico cerca de la casa y éste le guió hasta el aparcamiento que éste tiene en propiedad en la parte trasera del edificio. Carmen admiró el deportivo de alta gama que ocupaba la plaza contigua y el todo terreno pero ninguno de los dos hizo ningún comentario.
Almorzaron en un pequeño restaurante cercano, comida italiana que eligió Doménico, de nuevo tomaba el mando pensó y ella se limitaba a dejarse conducir. Se notaba que era bien recibido en los lugares que frecuentaba, el trato era afable pero respetuoso.
- Tengo que pasar por el Corte Inglés, necesito algunas cosas de uso diario, creo que me voy a ir directamente – dijo cuando estaban con el café
- ¿Cosas, qué cosas? – Carmen pensó que la pregunta se inmiscuía en su terreno personal, aun así se aprestó a contestar.
- Bueno… higiene intima, ya sabes, también necesito algo de ropa interior, me traje lo justo en la maleta, luego iré a casa de Gloria a recogerla por cierto, necesito rímel, maquillaje para tapar cierto destrozo que me hiciste – dijo remarcando las palabras y señalándose el cuello. Doménico sonrió al ver las marcas.
- ¿Y por qué no pasas por casa y coges lo que necesites? – Carmen bajó los ojos.
- Aún no, quizás mañana o el miércoles, cuando hable con Mario
- Si quieres te acompaño, al Corte inglés – puntualizó al ver la cara de asombro de Carmen
- No, déjalo, iré antes de pasar por casa de Gloria
- Me apetece ir contigo de compras, ver la ropa interior que te compras, iré
Carmen fue a protestar, ponderó la posibilidad de encontrarse con alguien, quizás su hermana, alguna amiga, ¿qué explicación tiene estar comprando bragas con un desconocido?
- Además, así no tendrás que andar aparcando cuando vayas a casa de tu amiga a por las maletas, me quedaré abajo en el coche y tardarás menos, esta decidido, voy contigo
- No se…
Para entonces Doménico ya estaba pidiendo la cuenta, el tema estaba zanjado y Carmen había claudicado una vez mas.
Como si adivinara sus miedos, Doménico callejeó hasta el Corte Inglés evitando las arterias principales, subieron directamente a la sección de lencería, Carmen se sentía violenta, vigilaba los alrededores buscando caras conocidas.
- Carmen, relájate, sé lo que temes, no estropees un momento único por culpa del miedo, ¡libérate del miedo!, la única manera de que no ocurra lo que tenga que ocurrir es que me vaya, si eso es lo que deseas dímelo y me iré, en caso contrario te quiero relajada si no me iré.
Carmen le miró, tenía razón, si continuaba a su lado daba igual que ella estuviera tensa o relajada, lo que fuera a pasar sucedería de igual forma, inspiró profundamente y exhaló, le miró a los ojos.
- Estoy contigo
- ¿Solo conmigo?
- Solo contigo
- Vamos a comprobarlo
Doménico la tomó por la cintura, la atrajo hacia sí y la besó en la boca durante un tiempo que a ella le pareció un siglo, Carmen se puso tensa, estaba en medio de la sección de lencería a la que en mas de una ocasión había acudido conmigo, con su hermana, no era de extrañar que alguna dependienta la recordase… todo esos pensamientos en una fracción de segundo, el tiempo que tardó en aflojar su cuerpo y abandonarse al beso de su amante, el tiempo que él tardo en notar el abandono, la claudicación de la mujer.
- Así me gusta
La tomó de los hombros, ella rodeó su cintura y comenzaron a caminar por los expositores que ella elegía.
Cuando hubo elegido tres conjuntos, Doménico la desvió hacia un expositor.
- Quiero regalarte algo
- No tienes por qué
- Quiero hacerlo
Doménico demostró tener un gusto exquisito para la lencería y no escatimó a la hora de escoger una serie de conjuntos de las mejores marcas a pesar de las protestas de Carmen.
Siguieron la ruta de compras, Carmen se sintió cómoda al lado de Doménico comprando cosas tan intimas como tampones o toallitas higiénicas, bromearon sobre el rímel, o el maquillaje y pasaron una tarde agradable en la que olvidó la tristeza acumulada.
Regresaron al aparcamiento y dejó las bolsas en el maletero del coche, de nuevo intentó ir sola a casa de Gloria pero se encontró con la negativa rotunda de Doménico por lo que no tuvo mas remedio que claudicar.
….
- No te preocupes, voy a estar bien, aquí soy un estorbo
- De eso nada Carmen ya te lo he dicho, puedes quedarte todo el tiempo que quieras, me sabe mal que te vayas – protesto Gloria
- ¿Qué es eso de que te vas? – Dijo Daniel que abría la puerta de la calle en ese momento enganchado al móvil
- Ya lo ves, acaba de llegar a por su maleta
- Si, he visto su coche fuera – dijo desapareciendo por el pasillo
- No te preocupes por mi, de verdad, gracias por todo
Se abrazó a su amiga, sabía que siempre la tenía en los buenos y en los malos momentos.
- ¿Todo bien? – Dice Doménico al cogerle la maleta y meterla en el capó
- Si, no se lo esperaba
- Claro, pero estarás mucho mejor conmigo, yo te trato mejor, o no? – dice poniéndole una mano en la cintura y estrechándola
- ¡No, aquí no!
…..
- Toma
Están echados en el sofá viendo una película, Doménico le ofrece un llavero a Carmen, ella le interroga con la mirada
- La llaves de casa, y un mando a distancia del garaje, eres la señora de la casa – agacha la cabeza y la besa.
Carmen se emociona, le devuelve el beso apasionadamente y eso enciende a Doménico, baja la mano que se mete por dentro del pijama y sube hasta los pechos desnudos de Carmen, gime, se estira. Su mano cae en el muslo del italiano, busca, alcanza su pubis, encuentra el bulto que comienza a crecer. El brazo que rodea los hombros de Carmen se mueve y la mano llega a su cabeza, la presiona. Ella ya sabe lo que significa, es un deseo. Se agacha, suelta la lazada del pantalón del chándal de su hombre, él se incorpora para ayudarla a despojarle de la ropa y aparece erecta la verga que ella desea. Va a hacer lo que mejor sabe hacer, va a darle placer. Con los dedos descubre lentamente el glande que ya brilla por la humedad que brota en abundancia, la recoge con los labios ¡Dios cómo le gusta su sabor! Engulle despacio la gruesa cabeza para hacerle sufrir; puttana es su puttana, le gusta ser su puta. Doménico le recoge el cabello para poder ver como se mueve sobre su verga. Siente los dedos que entran por la cinturilla del pantalón y acarician sus nalgas, se arrodilla en el sofá para facilitarle el acceso a su culo y sigue chupando la preciosa polla, poco a poco deja que entre en su boca, que toque el fondo de su garganta, como a él le gusta, que sienta como llega al fondo, que crea que no va a poder atravesarla y entonces…
- ¡Oh joder Carmen!
Carmen siente una punzada de vanidad cuando el glande traspasa su garganta, ni una arcada, deglute y eso provoca el placer del italiano que siente como su glande es estrujado por la garganta de Carmen.
Necesita respirar, lo expulsa, toma aire vuelve a lamer el glande con la lengua lo aprieta con los labios…
- Eres increíble, eres única
Se deja mimar por las palabras de su amante y vuelve a tragarse el grueso sable, lo lleva hasta el fondo de su garganta, escuchando los gemidos de Doménico que se prepara para volver a ser tragado, Carmen llena sus pulmones y de nuevo deglute el glande, empuja su rostro contra el pubis, traga un poco mas y deglute, quiere volver a escuchar el éxtasis de Doménico que se corre sin poder aguantar mas. Carmen se está quedando sin oxígeno pero aguanta los últimos espasmos del orgasmo de Doménico.
Descansa con la cabeza apoyada en su vientre, en posición fetal, viendo como su miembro se encoge ante ella, oliéndolo, sintiendo la respiración agitada de su amante como una ola que mueve su cabeza. Se siente serena, la mano que acaricia su cabello le transmite esa paz que echaba de menos, que tanto necesitaba, mueve su mano hasta alcanzar la que antes fue arrogante espada y que ahora cabe en su palma, acaricia los testículos, cierra los ojos, nada importa, solo esa caricia que siente en su cráneo, solo el blando trofeo que alberga en su mano. Descansa, cobijada en el regazo de su hombre siente una inmensa paz, una gran calma, una absoluta seguridad… quiere dormir, no pensar en nada, ahora no.
- Mi gatita
Sonríe, sueña, duerme.