Diario de un Consentidor (70)

Esta es una historia de deseos, emociones, placeres, dudas, decisiones y pensamientos, es la historia del camino que nos llevó a Carmen, mi mujer, y a mí a lanzarnos a vivir las fantasías inconfesables que sin saberlo compartíamos en silencio cada vez que hacíamos el amor

Carmen retiene la puerta del baño pegada al marco mientras frena el pomo para evitar hacer ruido; Doménico observa el cuidado que se toma para no despertarme. Cuando al fin la puerta está cerrada la toma de ambas manos.

-        "Vamos a la ducha" – le dice tirando de ella.

-        "Espera" - Carmen se detiene cerca de la taza.

-        "No, ven" - su voz es sugerente.

-        "¡No puedo!" – pero Doménico no cede, la arrastra de la mano hacia la bañera y sonríe con malicia, Carmen empieza a sospechar - "¿Qué estás tramando? ... ¡No, de eso nada, ni hablar!"

Doménico la retiene entre sus brazos, la besa

-        "Fuiste tú la que empezaste anoche, no yo, ¿quién fue la que se corrió y lanzó una meada al vientre de su marido, eh?" – la provoca con su lenguaje obsceno.

Una oleada de calor arrebata el rostro de Carmen y la obliga a retirar la mirada.

-        "¡Calla!" – protesta débilmente

El italiano la toma de la barbilla y busca sus ojos.

-        "Cielo, ha sido una de las cosas más eróticas que has podido hacer a lo largo de toda la noche, me volviste loco en ese momento"

Carmen no sabe qué pensar, evita su mirada pero él la persigue, la besa con una dulzura que poco a poco se transforma en pasión y siente como esa pasión endurece de nuevo su sexo que choca contra su vientre. Está aturdida por lo que intuye que le quiere pedir, una vergüenza escandalosa le incita a protestar, sin embargo está en sus brazos, algo le impide rebelarse, el morbo de sentirse desnuda, con esa verga clavada entre sus muslos, con ese intenso deseo en los ojos de su amante; se siente tan entregada cuando está con él…

-        "Fue uno de los momentos más intensos cariño, quiero sentirlo, no quiero ser menos que Mario"

"No significas tanto como Mario" piensa Carmen, pero se lo calla; se crea un silencio que la deja en desventaja.

-        "Ven"

¡Tiene que protestar, tiene que negarse, cómo va a hacer eso! Ahora es el momento, si no lo hace ahora, si no dice nada… Pero ese tono seco, algo cortante que a veces usa Doménico, sin llegar ser agresivo le provoca una especie de pequeño shock, ella no es consciente de que su mente reactiva patrones ya vividos de indefensión.

Se deja conducir a la bañera, aún no sabe cómo va a reaccionar. Ve a Doménico ilusionado, a veces parece más un crio que un adulto. Mientras él regula los grifos hasta obtener una agradable temperatura Carmen apura esos segundos, todavía podría decir algo… aún puede negarse…  Se mantiene cohibida, en tensión por lo que se espera de ella, se sabe rendida al deseo de su amante. “Puttana, puttana”, esas palabras martillean su mente y la excitan sobremanera, ¿por qué no es capaz de negarle nada a este hombre?

Doménico se vuelve, ahora están frente a frente. ¡Habla, di algo! Pero no, se deja conducir bajo el chorro de agua que los cubre a ambos. El cálido rio que desciende por su cuerpo activa su piel e incrementa su necesidad de orinar, las manos de Doménico no cesan de acariciarla. Cuando roza sus pechos, cuando sus dedos le acarician los pezones sus párpados caen durante un segundo y al abrirlos ya no piensa.

-        "Separa un poco las piernas… así. Ahora... ábrete los labios con los dedos… vamos ábretelos - insiste al notar su resistencia, ella cede, el rubor invade su rostro - eso es cielo, bien ahora, empieza"

Su voz le acaricia, es suave, sugerente, cariñosa, al tiempo que firme y segura. Carmen le mira, se siente violenta ante él aunque también está excitada con su sexo abierto por sus propias manos como  una puta,  se siente obscena, nunca antes se ha mostrado tan sexual, tan impúdica ante un hombre, ni siquiera ante su marido. ¡Golfa, puta, puttana! ¡Dios, si sigue pensado esas cosas se va a correr!

-        "¿Qué quieres que haga?" - sabe que la pregunta es absurda, sólo quiere ganar tiempo. Él la mira y sonríe con cierto aire de superioridad que la hace sentir pequeña.

-        "Orina"

¿Qué orine? Siente el chorro de la ducha en su espalda que la incita a dejarse llevar, a soltar la tensión que retiene su necesidad imperiosa de orinar, le duele la vejiga, no puede aguantar más. Sus dedos mantienen separados los labios de su sexo, ¡que degradante! Las rodillas algo flexionadas, las piernas algo abiertas y él mirándola. ¡Qué vergüenza!

Y qué morbo. Indecente, está indecente, sin un ápice de dignidad. Se siente más desnuda que nunca. ¡Puta, puttana! De nuevo su febril mente le lanza esos insultos que no le saben a insultos. Debe ser la droga que la mantiene en este estado de excitación mental.

-        “Vamos cielo, déjate llevar, orina”

Un escalofrío le recorre el cuerpo. No, es un estallido de placer, nunca…

-        "Nunca lo he hecho de pie" - se siente frágil haciendo esta confesión. Doménico sonríe.

-        "Escucha el agua, relájate"

Esa frase le hace regresar a su infancia, se siente niña y la fragilidad se acentúa. Desnuda, muy desnuda, mostrando su sexo abierto, a punto de orinar ante un extraño, nota su espalda encorvada por la postura y sus pechos inclinados hacia abajo, ¡qué humillante! El pelo mojado chorrea gotas que caen por su cara. Su aspecto debe ser obsceno, cualquier cosa menos erótico, sin embargo Doménico la observa extasiado, expectante, como si fuera… una Diosa, así la llama, una Diosa.  Carmen pierde todas sus defensas, todo su orgullo, todas esas capas que le permiten afrontar el mundo. Ahora si que se sabe completamente desnuda, sin nada que la proteja.

Siente salir el chorro, se asusta, se avergüenza y lo retiene.

-        "¡Vamos!" – Se sobresalta cuando escucha esa voz de mando. Sube la mirada y ve a Doménico ilusionado, erecto frente a ella.

¿Por qué se siente tan débil ante Doménico, por qué se ha vuelto tan dócil? ¿Qué tiene este hombre que le resulta tan inevitable obedecerle? Y obedece, suelta toda la tensión, brota potente el chorro y ya no lo controla, le falta el aire en los pulmones, lo mira caer al frente, grueso, potente y entonces ve a Doménico hincarse de rodillas para que el caudal le empape el pecho y se derrame por su cuerpo y observa atónita la transformación de su rostro en una expresión de absoluta felicidad.

No puede dejar de mirar esa expresión de plenitud que le ilumina cuando sus manos adoptan la posición de un pedigüeño y las llena con su orina. Está abrumada, jamás se detuvo a sentir como brotaba la orina de su cuerpo, ‘eso no se hace’ resuena todavía en su mente de niña y ahora… le emociona ese punto de confianza que ha ganado en tan solo unos segundos, la suficiente como para mover tímidamente su pubis y probar a dirigir el caño por el cuerpo de su amante mientras le empapa. No lo comprende, ha sido cuestión de segundos y su cerebro dispara sensaciones inexplicables, emociones desconocidas. Doménico mueve las manos por su pecho y se esparce el líquido amarillo, humeante que hasta ayer era le parecía desechable, inmundo, desagradable y ahora… ahora comienza a verlo de otra manera, interpretando lo que observa en las reacciones de su amante, asimilando lo que ve en la expresión del hombre que, postrado ante ella, se baña en su orina como si fuera el regalo de los dioses, la esencia máxima, el perfume ansiado.

Y cuando acaba, cuando ya solo unas gotas caen de su sexo, Doménico dirige sus ojos hacia ella con infinita gratitud, una sonrisa inmensa ilumina su rostro y Carmen se siente envuelta por el enorme cariño que él le envía y piensa que ha merecido la pena superar todos sus pudores y sabe que, si pudiera volver atrás, lo volvería a hacer. En ese instante sabe que el día que se lo vuelva a pedir, y ojalá lo haga, lo volverá a hacer.

Doménico se levanta y ella se da cuenta de que todavía sujeta sus labios abiertos. La abraza, Carmen siente el contacto húmedo en su cuerpo y tiene que reprimir un conato de asco, él nota la tensión en su cuerpo.

-        “Shhh, relájate, no es malo – Carmen consigue aflojar la tensión – gracias cariño, ha sido… maravilloso”

No acaba de asimilarlo pero se deja abrazar, está abrumada por el efecto que ha causado en él. Retorna la vergüenza, el rechazo.

-        "Nunca pensé..."

-        "Estas cosas no se planifican cielo, suceden "

Está sobrepasada por lo sucedido, tiembla por la emoción, su cabeza es un hervidero de emociones y de ideas.

-        "Ahora te toca a ti – Carmen levanta la cara y le mira con los ojos muy abiertos - ¿No quieres probar?”

-        “¡Ni se te ocurra!” – dice empujándole lejos, luego se refugia bajo el chorro cálido y se lava el pecho, huye, huye de él, de sí misma, Doménico ríe, la toma de una mano y la hace girar, ella le mira sorprendida; de su grueso miembro brota un potente chorro que se estrella en sus muslos y estalla en su cerebro.

Doménico tira de ella, Carmen se resiste y él dirige el chorro a su vientre. Carmen siente el choque caliente en su piel y se retira. “Ven aquí” le dice en tono firme, ese tono de mando que le hace encogerse durante un segundo sin que sea consciente de ello. Entonces todo se transforma, algo se rompe en su mente. No ha sucedido nada, tan solo una sensación de calor húmedo en su piel y de nuevo la transformación del rostro de su amante. Doménico ha detenido el chorro, la tiene cogida de las manos, ella ya no lucha, él no la fuerza solo la mantiene sujeta, nota que apenas hay resistencia. Un suave tirón y ella avanza hacia él sin oposición, le mira con los ojos muy abiertos, sin apenas pestañear, él sonríe, “confía en mi”, le dice, Carmen baja la vista hasta su verga semierecta.

Doménico le suelta una mano y la pone en su hombro, presiona y ella se agacha, tiembla, se arrodilla sin dejar de mirarle a los ojos, tiene la respiración cada vez mas agitada, “confía en mi” le repite como si fuera un mantra, pero ella sigue muda, su respiración cada vez mas agitada asemeja un jadeo, Doménico toma su verga con una mano mientras mantiene la otra en el hombro de Carmen, por fin suelta el chorro que cae sobre su pecho. Al sentirlo, ella se sobresalta, intenta levantarse,  “Shhhh”, la mano sobre su hombro se afianza con firmeza, “quieta”. Su voz grave la domina, su mano sobre el hombro la controla y ella… ella parece estar en estado se shock. Él dirige el chorro por sus pechos, hacia su vientre, sube a sus clavículas, Carmen siente el cálido liquido en su cuerpo, nota el vaho cerca, apenas percibe el olor, está conmocionada, viendo el chorro brotando frente a ella, hacia su cuerpo, no siente nada, no entiende nada, solo ve la expresión de éxtasis de su amante allí arriba dominándola. Carmen desvía el rostro cuando siente alguna salpicadura en su rostro, de nuevo él la controla con firmeza tanto con la voz como con la mano que controla su hombro. “Sube las manos” le ordena, ella le mira, “Vamos”, su tono es firme y sereno, Carmen le obedece y pone las manos como le vio hacer antes, entonces él dirige el chorro y se las llena de orina, Carmen baja la mirada con brusquedad al sentir el líquido en las manos y las aparta “ponlas otra vez” le ordena y ella obedece  pero ya no las mira.

Cuando el chorro se agota, Doménico se queda mirándola, sonríe satisfecho, contento, ella sigue de rodillas sin dejar de mirarle, sin saber qué hacer, él mantiene la mano sobre su hombro. La orina escurre por  sus pechos y gotea por la parte inferior, Doménico está absorto, maravillado por la imagen que le ofrece. Carmen parece estar en trance, su respiración entrecortada suena en el silencio del cuarto de baño, sus manos extendidas aun gotean, parece implorar. Él deja pasar el tiempo,  simplemente la admira.

Carmen sigue de rodillas, apenas piensa, sigue en shock, desde el suelo Doménico le parece enorme y ella es tan pequeña… siente el vaho de la orina deprendiéndose de su cuerpo, percibe el olor, ya no es desagradable, el miembro pierde vigor ante sus ojos pero eso no le quita atractivo, sus manos se acercan a sus muslos ¡le atraen tanto! se apoya en ellos, son firmes, potentes, con los músculos bien marcados; durante toda la noche se ha sentido tan atraída por esos muslos que no ha podido evitar tocarlos, acariciarlos cuando ha tenido ocasión, ahora, rendida ante él, los acaricia y le mira desde el suelo y le parece aún mas arrogante, mas viril, mas fuerte y ella se siente tan pequeña, tan… sometida.  Su mano derecha se desplaza sola, sin que ella tenga que decidir nada  y alcanza la verga que cuelga perdiendo vigor aunque conserva parte de su volumen, el contacto dispara su deseo. Es suya, es para ella,  desde que la tuvo por primera vez no ha dejado de desearla ni un instante, es hermosa erguida y también dormida. La acaricia, siente el deseo despertar en su vulva y sus dedos se pierden en su interior.

-        “Carmen…”

La voz de su amante es el inicio de una excusa pero ella no le escucha, sus dedos ya danzan entre sus labios, mas allá, comienzan a hurgar dentro. Los dedos que acarician la verga que descansa solo quieren adorarla, cobijarla en su mano, disfrutar del contacto, seguir el contorno de sus venas, notar la suavidad de su piel, la desea aunque solo sea para tocarla, ¡es tan hermosa! La más hermosa que ha conocido en su vida, la más potente, la más gruesa, la que más le ha hecho  sufrir y gozar, la que la ha llevado más lejos. Conserva en su mente la imagen de esa verga que adora inundándola de orina, llenando su pecho y sus manos de un liquido que ya no significa lo mismo que antes, no, ya no.

-        “Carmen, no puedo más”

Pero ella no le escucha, los dedos ya han iniciado un ritmo frenético en su clítoris. La mano rechazada se refugia en su pecho; se sienta sobre sus pies, gime, gime, pellizca su pezón, lo estira buscando acelerar el clímax y culmina frente al amante que no puede saciar su hambre y que la observa atónito mientras se derrumba contra la pared de la ducha, exhausta, agotada, mientras su mente se nubla repleta de imágenes oniricas en las que sigue siendo bañada por ríos que nacen de una gigantesca verga que surge del pubis ante el que ella se arrodilla y se aferra a esos muslos de un gigante que la obsesiona.

Le mira jadeando, todavía excitada, con los dedos aún en su sexo. Es tan hermoso… Vuelve a latir, su sexo vuelve a latir y los dedos que no han abandonado el cobijo entre sus labios reinician la suave caricia, ¡Oh Dios, cómo le desea! tan arrogante, tan fuerte…

-        “Carmen para”

Es tan atractivo, tan fuerte… la hace sentir tan segura, le desea tanto, tanto…

-        “Carmen basta”

Doménico se agacha, la coge por las axilas y la ayuda a levantarse.

-        “Buena chica”

La mantiene entre sus brazos, la besa; Carmen está aturdida, parece despertar de un sueño,  ¿buena chica?

-        “Eres divina, la mujer más maravillosa…”

Carmen apenas le escucha mientras la enjabona y hace planes de futuro, su mente está en otra parte, en otro momento, su mente sigue arrodillada, se siente pequeña ante Doménico que sujeta su hombro mientras mira esa verga que ella adora, que desea, que la vuelve loca, esa verga que derrama la orina sobre su cuerpo. ¡Tantas emociones que desconoce o que sencillamente han cambiado de signo! El asco ya no significa lo mismo, el olor que siempre ignoró o rechazó ahora es dulce, en unos segundos ha pasado de ser rechazado a soportable y al final le ha llegado incluso a parecer agradable. La mirada de placer de Doménico mientras se bañaba en su orina lo cambiaba todo, su mirada de poder mientras la regaba la ha conseguido dominar como nunca antes lo había hecho. Él es el alquimista capaz de transmutar el hierro en oro, la orina en perfume, la mujer libre en esclava.

Despierta.

‘Me he bañado en su orina y siento una paz extraña, no se qué me pasa, no ha sido desagradable como pensé, tampoco creo que me haya convertido en una degenerada por haberlo hecho.

Ojalá no hubiera acabado tan pronto, ahora siento nostalgia de ese fugaz momento en el que estaba de rodillas, mirándole, y él me meaba; si, me meaba, me gusta pensarlo así.

Creo que no he podido apreciarlo todo lo que debería, ha sido tan inesperado, tan impactante que no he podido estar centrada en lo que sucedía.

Estoy serena, jamás pensé que haría algo así, sin embargo no me arrepiento; lo pienso, lo revivo y la emoción que me asalta es arrolladora.

Me siento liberada, no sé de qué, pero tengo una sensación de liberación que me llena, que me colma.

Orgullo, no lo puedo definir de otra manera, me siento orgullosa de haber sido capaz de darle ese placer a Doménico. Cada vez me siento mas ligada a él.

No tengo pudor.

Soy suya, en algún sentido soy suya. ¡Cómo me emociona pensarlo!’

-         “¡Qué callada estás! ¿en qué piensas?”

-        “No lo sé, ha sido todo tan…”

-        “¿Tan nuevo?”

-        “Si, eso es”

Doménico la acoge en sus brazos, el agua cae sobre ellos, la besa tiernamente, Carmen se siente débil y al encontrarse en sus brazos un sentimiento de protección la reconforta

-        “Gracias, me has hecho muy feliz”

-        “Y tu a mi”

-        “¿Lo dices de verdad?” – Doménico la mira ilusionado

-        “Si, creo que si”

La besa con una pasión intensa y la estrecha contra su pecho

-        “Eso que acabas de decir significa mucho para mi, cara”

Carmen se siente tan gratificada…

Doménico sigue enjabonándola, ella se deja hacer, una confortable sensación de abandono la arrulla. Abandonarse sí, dejarse hacer, no pensar, no preocuparse, depender de él, ¡qué tranquilidad!. Doménico la cuida, la mima, está especialmente cariñoso, la está recompensando por lo que ha hecho.

-        “Tenemos mucho camino por recorrer”

-        “Si” – Confía, pacta a ciegas y Doménico sonríe antes de besar sus labios con ternura.

Cuando salen la envuelve en el albornoz y la deja secándose el pelo.

….

¿Pero es que no van a  salir nunca de la ducha? La situación me irrita. Las voces han cesado hace tiempo, durante unos instantes escuché jadeos y ahora nada, tengo la tentación de entrar, nada me lo impide pero temo que me encontraría fuera de lugar, convidado de piedra en un festín al que no he sido llamado.

Silencio, solo el agua de la ducha, ni un ruido mas, ni una palabra, ni un movimiento. Salgo de la habitación y bajo las escaleras desesperado. En la cocina busco la botella de whisky y relleno el vaso que dejé en el salón, sin hielo, ¡qué mas da!

Al final las cosas no están saliendo como yo pensé, o quizás si. Están saliendo como en mi peor pesadilla; el macho joven destronando al viejo líder y llevándose a la hembra, a la chica joven, maravillosa, a la que quizás no merezco, la que me he jugado en una apuesta demasiado arriesgada y que posiblemente he perdido.

Vacío el vaso de un trago y me encamino hacia la cocina, pero un último destello de lucidez me detiene; quizás todo es un error, puede que esté sacando las cosas de quicio y beber sea un tremendo error.

Dejo el vaso sobre la mesa y me dirijo al baño que usé al comienzo de la noche para ducharme, necesito despejarme.

…..

Una larga ducha helada ha conseguido devolverme la cordura, no sé qué habrá estado sucediendo arriba, lo que si sé es que debo afrontarlo de cualquier manera menos emborrachándome y organizando una escena. Ahora tengo frío, el albornoz está arriba. Cuando cruzo el salón escucho voces en la cocina.

-        “¡Vaya, creímos que te habías perdido!”

Doménico y Carmen, envueltos en sus albornoces toman café sentados en las sillas altas. Carmen me lanza una sonrisa encantadora, apoya su cabeza en el hombro del italiano; esa lánguida dejadez me irrita sobremanera y no lo puedo ocultar.

-        “Me estaba duchando, voy a ponerme algo”

Observo que Carmen pierde la sonrisa, algo ha notado en mi gesto. Cuando bajo, me mira inquisitiva pero no hago caso y me centro en la máquina de café

-        “¿Quieres algo de embutido, queso?” – me ofrece el italiano

-        “No gracias, con algo de bollería me bastará”

Intento estar normal pero no sé como se hace eso y cuanto mas normal quiero estar supongo que menos lo parezco, sobre todo para mi mujer que me conoce como si me hubiera parido. Evito sus ojos que me buscan continuamente.

-        “¿Sabéis que hora es? Estoy absolutamente perdido”

-        “Las siete y media” – contesta ella

Nuestras miradas se cruzan un segundo, sabe que me sucede algo, la rehúyo de nuevo y me concentro en remover el café como si me fuera la vida en ello. Doménico habla, no se de qué y cuando se da cuenta de que no le seguimos desiste. Ha aprendido a distinguir nuestros tiempos y nuestros ritmos y cuando se termina el café hace mutis y se pone a recoger algunas cosas en el salón, luego desaparece. Nos quedamos Carmen y yo solos, frente a frente.

-        “Mario…”

Qué responder, no quiero parecer enfadado, no estoy enfadado, ¿qué estoy entonces? ¿Qué es esto que siento en el pecho? ¿vacío, desazón, pena, miedo, arrepentimiento?

No, no es nada de eso y a la vez es una mezcla extraña de partes de cada una de esas emociones en proporciones que ni yo mismo conozco.

-        “Mario, por favor” – levanto los ojos y la veo preocupada, agito la cabeza, no me he dado cuenta del tiempo que he dejado pasar sin responderle

-        “Perdona, dime”

-        “¿Qué te pasa?”

-        “No sé, de pronto desparecisteis en el baño… tanto tiempo…” – me sonríe, lanza su mano y coge la mía

-        “¡Tonto, estábamos duchándonos!”

¿Quiero montar una escena de celos? Desde luego que no pero no puedo evitar sentirme mal. Me aprieta la mano.

-        “¡Eh, venga!” – intenta arreglar las cosas.

La miro, me sonríe, mi cabeza me lanza frases que me duelen “No quiero separarme de ti, Yo tampoco… ¿pero esta maravilla no se agota nunca?”

-        “Vamos cielo ¿te vas a enfadar por eso?”

-        “No, claro que no” – sonrío, tiempo habrá de hablar

La situación se suaviza, Carmen está animada, como si no hubiéramos pasado la noche en vela, yo no puedo seguirle el ritmo y eso me hunde aún mas pero procuro que no se me note.

Doménico aparece con ganas de charla, trae la cajita plateada y me ofrece pero lo rehúso, insiste golpeándome el hombro y algo en su mirada me hace reconsiderar la oferta, cuando veo que pasa de ofrecerle a Carmen entiendo. De nuevo se ha portado como un amigo, algo ha habido cuando no estuve con ellos y  ha intentado ponerme a su nivel. El polvo mágico me renueva.

Nos trasladamos al salón y nos sentamos en el sofá. Otra vez Carmen, como un perrillo, se sienta junto a Doménico, con los pies subidos el sofá y las rodillas pegadas al pecho sus muslos se muestran hasta desnudar sus nalgas, hasta insinuar los gruesos labios de su sexo. Él la rodea con el brazo. La charla se centra en esa sustancia y en el grupo que lo rodea, un grupo de amigos-socios, cuidan el nivel, no se admite a cualquiera. Un grupo hedonista, intuyo que juegan a algo mas que a esnifar coca, ¿Sexo? si pero elitista, cuidando las formas, el buen gusto. El estilo ante todo, nos dice.

-        “No somos un grupo obsesionado por la droga, lo que quisimos desde el inicio fue tener ante todo la seguridad de que lo que manejábamos era puro, sin adulterar y que los que formábamos parte del grupo no teníamos intereses extraños”

-        “¿A qué te refieres?”

Carmen trae más café para todos y se viene a mi lado, se sienta en mis rodillas y rodea mi cuello con su brazo. Parece muy interesada en lo que cuenta el italiano.

-        “Si, veréis. Procuramos que nadie que esté allí se mezcle en asuntos raros, reventa y esas cosas, ya sabéis, tenemos un cuidado especial con eso. Porque en el local hacemos mas cosas que consumir y no queremos problemas. Aquello es un lugar de reunión, hemos montado algunas exposiciones de arte, fotografía, actuaciones… además hay otras actividades lúdicas a las que no les haríais ascos” – dice sonriendo.

-        “Cuenta, cuenta” – pregunta Carmen intuyendo de qué va.

-        “Álvaro, uno de los impulsores de todo esto,  experimenta con algunas otras drogas buscando el afrodisiaco ideal, evita los componentes de síntesis  y se centra en los clásicos, ya sabéis, los que se mencionan en la literatura medieval, los usados por los indígenas…pero yo creo que en realidad nos engaña, juega con nosotros y en el fondo todo son placebos. El caso es que cada vez que organiza una fiesta para probar uno de sus experimentos terminamos en una orgía monumental donde cada cual es libre de probar lo que quiera con quien le apetezca dentro de un ambiente de absoluta libertad y respeto. Si estuvieseis en una de estas fiestas sin saber de qué va no podríais imaginar que allí se está celebrando una bacanal de sexo”

-        “¡No puede ser! – exclama Carmen entre sorprendida e interesada.

-        “¡Claro!  Aparentemente aquello es un pub muy selecto donde no ocurre nada extraño, hay música, a veces actuaciones, todo es normal. Si te fijas puedes ver que hay movimiento anómalo: parejas y grupos que desaparecen, que salen hacia reservados y que no vuelven a aparecer, puertas rotuladas como “privado”, quizás demasiadas… cócteles que se distribuyen solo a algunos invitados… Algo mas de personal de seguridad para un pub de estas características…  Comprobadlo vosotros mismos, cuando queráis, estáis invitados ¡desde ya mismo!.

-        “Pero algo se tiene que notar” –añadí yo mientras mis manos se hundían bajo el albornoz de Carmen buscando el cruce de sus muslos. Los ojos del italiano no se perdieron mis movimientos y mi mujer no hizo nada por ocultarse. El juego se iniciaba de nuevo.

-        “A ver, el ambiente sensual está en el aire, pero existe un código de conducta que, aunque todos nos conocemos, respetamos escrupulosamente por si acaso hay invitados. Las salas son más discretas y te aseguro que hay suficientes como para que haya intimidad, o no, según gustos”

Carmen volvió su rostro hacia mi y me dijo

-        “Eso habrá que verlo, cariño” – su beso me transportó a otro mundo y casi me hizo olvidar mis temores de toda la noche; estaba conmigo al cien por cien.

Doménico sigue hablándonos sobre el grupo , Carmen escucha con interés y no plantea ninguna objeción como hizo al comienzo de la noche. Es curioso, tampoco yo encuentro pegas a la exposición que hace el italiano, en este momento todo me parece idílico. Un lugar en el que el placer es el objetivo. Pienso en Sara, en Graciela, ¿podríamos llevarlas allí?

-        “Si, ¿por qué no? – me contesta Carmen, he debido pensar en voz alta, me besa en la boca – quizás también a Carlos”

-        “Tu querido Carlos, – interviene Doménico – tienes que resolver ese asunto, Carmen, le habéis hecho daño y en el fondo tienes que reconocer que le quieres.

Carmen me mira y no responde.

-        “Bueno, tu verás lo que haces – concluye el italiano – no vas a estar tranquila hasta que no os reconciliéis”

Doménico deja la taza en la mesa y parece echar en falta algo.

-        “¿Qué buscas?” – le pregunta Carmen

-        “Había una caja de pastas, juraría que anoche las dejamos por aquí…”

-        “Deja, ya te las traigo”

Carmen se levanta rápida y va hacia la mesa alta, vuelve con la caja y se la da a Doménico, éste la rodea por las caderas. Me ha molestado que se muestre tan servil, Doménico lo ha notado.

-        “Gracias nena”

Espero la reacción de Carmen. Que la llamen ‘nena’ es algo que le provoca un rechazo visceral, sin embargo se agacha y responde al beso que el italiano le ofrece desde el asiento, luego se mantiene apoyada en el respaldo del sillón, sujeta por la cadera mientras Doménico vuelve a su discurso sobre el club hedonista. ¡Estaba conmigo, en mis brazos! Ha bastado un capricho de su amante para que corriera a buscarlo y ya se ha quedado a su lado.

Doménico habla pero apenas le escucho, ¡la veo tan transformada! Parece su esclava, él se mantiene sentado en el sillón y ella de pie, apoya el culo en el respaldo y él la rodea con su brazo, acaricia su cadera distraídamente. Pero no, sabe lo que hace, mueve sus dedos por el borde del corto albornoz, roza su muslo, habla y me mira, lanza mensajes con sus ojos, domina la escena, tiene a mi mujer en su poder, él lo sabe, yo lo sé. Carmen tiene las piernas rectas y un pie cruzado por delante del otro. Doménico mueve los dedos por el muslo, poco a poco se ocultan bajo el breve albornoz, ella ni se inmuta, sigue interesada en la conversación sobre el club, ¡total a estas alturas que importancia puede tener que la meta mano!

Pero para él y para mi es una lección más sobre los roles que vamos a jugar a partir de ahora. Me mira a los ojos mientras habla y yo le miro. Carmen atiende al discurso sobre el club. Doménico y yo mantenemos otro diálogo. Él captó mi malestar por su sumisión y ahora me doblega, me rinde, me enseña quién es el amo, quién la sumisa y quién es el que cedió el mando. No lo olvides, me está diciendo mientras me muestra como toma lo que considera suyo.

Su mano acaricia el muslo de mi mujer mientras habla, aparece y desaparece bajo el albornoz, a veces lo arrastra hacia arriba. Se detiene bajo él, muy arriba, ella sonríe con picardía cuando lo siente sobre su coño, cuando, - imagino -, se entretiene con su vello púbico. Descruza las piernas distraídamente y dobla un poco una de ellas , le está dejando un resquicio, no me mira ¿Qué pensará Carmen en ese instante, viéndome a mi enfrente mientras él la mete mano, no le parecerá ofensivo?

No, claro que no. Le he dado todos los argumentos para que se sienta libre de dejarse hacer en mi presencia, lo que no sé es por qué me entran a mi ahora estos problemas de conciencia.

La conversación se agota poco a poco. Estamos todos cansados, Carmen me mira, supongo que ve algo en mi mirada y viene conmigo, se sienta en mis piernas y me rodea con sus brazos, está mimosa, me dejo hacer.

-        “Te quiero” – su voz suave, aterciopelada me enternece pero, sin saber por qué, también me entristece. Tengo que desechar esa sensación. Acaricio su cadera, la beso con hambre de ella, escucho como Doménico se levanta y sale del salón.

-        “Deberíamos ir pensando en volver a casa” – Carmen parece pensárselo

-        “Si, ya es hora” – me acaricia la mejilla, se levanta y yo con ella.

Cogidos de la mano caminamos hacia la escalera.

Arriba, la veo desnuda. Tiene el cuello enrojecido por los besos de su amante. Estoy excitado por la ultima carga de coca que me dio Doménico. Tengo la polla a reventar, la deseo. Carmen se dirige hacia el baño pero la detengo, la tomo por la muñeca, mira mi verga erguida palpitando, sonríe, me echa los brazos al cuello, tropieza con su vientre.

-        “¡Me la vas a clavar!” – finge estar aterrorizada

-        “Eso es exactamente lo que te va a pasar”

La arrastro a la cama, la empujo, se sorprende por la violencia de mi gesto pero sonríe. Separa las piernas ofreciéndose con obscenidad. Recuerdo su fantasía, ¿cuántos mas después de mi? Me muerdo los labios para no decir lo que pienso, no quiero meter en esta cama a nadie mas, hoy no. Me arrodillo en medio de sus piernas, ¡qué hermosa es!

Me hundo en su sexo, húmedo, cálido, acogedor, me recibe con un lamento, como si hiciese una eternidad que no nos tuviésemos el uno al otro. Nos abrazamos, la huelo, la reconozco, es mía, es mi territorio, ¡Cómo la amo! Cruza sus piernas reteniéndome, siento su respiración en mi cuello, convertida en sonido, escucho sus palabras recordándome que me ama, que es mía. Siento su cuerpo tan pegado al mío que me parece que en realidad somos solo un cuerpo que se mece en un solo ritmo. ¡Dios cómo la quiero!

No se cuánto tiempo pasa, noto que se abre la puerta, alguien nos espía un instante y tiene el buen criterio de dejarnos solos, a veces este italiano sabe comportarse.

Echados el uno al lado del otro pienso que todos los fantasmas que han perturbado mi mente durante toda la madrugada son solo eso: fantasmas. Estoy con mi mujer, hemos hecho el amor, somos felices, la experiencia de este fin de semana ha sido extraordinaria pero por fin se acaba. Nada puede irnos mejor.

…..

Decidimos no coger los coches, llevábamos la suficiente coca encima como para evitar cualquier incidente al volante y llamamos un taxi.

De pronto todo se tuerce. La despedida en la puerta provocó un derrumbe emocional para el que no estaba preparado. Carmen se colgó del cuello de Doménico y se dieron un beso largo, profundo, cargado de pasión, parecía que no se fueran a separar nunca; Cuando abrimos la puerta llamé el ascensor, nos quedamos esperando junto a la puerta metálica

-        “¿Café el lunes?” – preguntó Doménico desde el umbral de su casa

-        “No, ya te dije que el lunes no puedo” – sonaba triste

-        “Bueno, me llamas…”

Carmen se volvió y en un arrebato se lanzó a sus brazos, aquel nuevo beso ganó en intensidad al que se acababan de dar, por un momento dudé si nos íbamos a ir o volveríamos a entrar en la casa, por un momento temblé al pensar si acaso me iría yo solo, ¡No seas idiota! pensé ¿cómo te vas a ir solo?

Pero Carmen seguía abrazada a su amante, apretada a él, se besaban con furia, cuatro manos recorrían ansiosas sus cuerpos, sus bocas se mordían, las lenguas luchaban cuerpo a cuerpo. El ascensor llegó pero nadie le hizo caso. Solo yo esperaba que la escena que me asolaba terminase, que alguien reparase en mi.

Por fin Carmen comenzó a separarse de él con la cabeza agachada manteniendo las manos unidas como si fuese el ultimo punto de amarre al que se aferraba.

-        “Nos llamamos” – le dijo con voz ronca ya dentro del ascensor, él le dedicó una sonrisa y a mi un adiós con la mano.

Subimos al ascensor. Todavía tardó un piso en poder mirarme. Me sonrió, le sonreí, luego pareció agonizar. Dos pisos más tarde consiguió transformar la expresión de angustia en una máscara de normalidad con sonrisa incluida. Yo hice que me lo creía. El viejo ascensor aún tardó una eternidad en llegar a su destino, para entonces yo ya sabía que mi mundo, nuestro mundo había colapsado.