Diario de un Consentidor (69)
Esta es una historia de deseos, emociones, placeres, dudas, decisiones y pensamientos, es la historia del camino que nos llevó a Carmen, mi mujer, y a mí a lanzarnos a vivir las fantasías inconfesables que sin saberlo compartíamos en silencio cada vez que hacíamos el amor
El sonido de un roce en las sábanas tira de mí, me resisto, estoy en algún lugar del que no quiero regresar.
No quiero despertar. Me sumerjo, me dejo llevar… me hundo en ese agradable sopor.
Otra vez ese roce… Suena de nuevo, como si fueran olas rompiendo en un acantilado.
No, es mas suave que eso, son como olas batiendo mansamente en una playa.
¡Qué bien estoy! Sé que son pies… o piernas moviéndose bajo unas sábanas… pero prefiero pensar que son olas, y como mi cabeza puede hacer lo que quiera con los sonidos que escucho, con un solo deseo ahora percibo las olas contra la arena y… ahora recupero las percepción de las piernas de Carmen y las de Doménico arrastrándose por la cama, a mi lado, ¡qué divertido!
Entreabro los ojos, un resquicio, lo justo para comprobar que mi intuición no me engaña. Carmen está a mi lado sentada, apoyada en sus manos. Me mira. Cree que sigo dormido y la verdad es que no estoy seguro de no estarlo aún. Necesitaré algún tiempo para salir de este estado en el que estoy tan, tan, tan bien. ¿Necesito despertar?
Doménico emerge al otro lado, la mira y pone una mano sobre uno de sus pechos. Carmen reacciona a la caricia. Su cuello cede levemente, los párpados aletean, las comisuras de su boca inician el esbozo de una sonrisa… todo ello en un solo segundo; luego se vuelve hacia él y se inclina para atender el beso que le pide. El italiano brinca con algo de brusquedad para ponerse boca arriba y ella le reprende.
- “¡Shhh. Le vas a despertar!”
Él se incorpora otra vez y me observa. Sonríe
- “No creo, está agotado”
- “Voy al baño” – dice Carmen.
Mira a ambos lados buscando el hueco para salir de la cama, al fin se alza sobre Doménico, lanza una pierna e intenta cruzar por encima. ¡Qué piernas mas largas! Parece una bailarina de ballet ejecutando un paso de baile. Pero cuando se encuentra a horcajadas éste la inmoviliza tomándola por las caderas y le sonríe con expresión traviesa.
- “¡Déjame!” – protesta en un susurro. Me mira, le preocupa despertarme.
- “¡No! eres mi prisionera” – juega con ella deslizando las manos desde las caderas a su culo.
- “¡Me estoy meando!” – grita bajito mientras le golpea el pecho con los puños cerrados. Se ha vuelto vulgar, se siente lo suficientemente libre como para emplear ese lenguaje con su amante. Él sonríe, parece que le gusta lo que escucha.
- “¡Ah! Sentí envidia cuando te measte esta noche encima de Mario”
Carmen abre mucho los ojos y finge ofenderse
- “¡Serás guarro!”
Intenta zafarse pero la retiene, abusa de su fuerza y la obliga a tumbarse sobre su pecho, la besa, ella cede al fin y sucumbe a sus besos. Está de rodillas sobre él, pegada a su cuerpo, comiéndole la boca. La sorprende con un gesto rápido con la mano y dirige su verga hasta colocarla en mitad de su coño, Carmen se remueve tratando de evitarlo pero él es más hábil y se sitúa bien entre sus labios; el roce hace su efecto y veo como ella arquea la cintura, le busca, Doménico dobla las rodillas empuja y se hunde dentro con facilidad, juntos exhalan un gemido. Carmen apoya sus brazos en el pecho del italiano y mueve la cintura oscilando para hacerle salir y entrar.
- “¿Y esta maravilla no se cansa nunca?” – le dice tras besarle intensamente.
Me siento humillado. Carmen me tiene a su lado, dormido, acaba de asumir mi agotamiento y ahora le alaba su potencia. Estoy seguro que si supiera que estoy despierto no hubiera pronunciado esta frase, lo sé pero no puedo dejar de sentir una punzada de amargura. Son jóvenes, más jóvenes que yo y por primera vez me siento mayor.
- “Contigo no, me tienes siempre a tope eres fantástica, no he conocido a ninguna otra mujer como tú. ¿Y a ti, es que no hay forma de cansarte?” – Carmen le mira halagada, como si fuera a devorarlo y termina por mordisquearle los labios, sus ojos se vuelven canallas antes de responderle.
- “Inténtalo”
- “¿Me estás poniendo a prueba?”
Me siento desplazado, hay una brecha de edad entre ellos y yo que se me clava en el pecho. Se retan, me ignoran, se echan un pulso a ver quien aguanta mas en un duelo de sexo. Les miro mientras se besan, se hacen cosquillas, sus cuerpos oscilan voluptuosamente, de repente la verga se escurre fuera como una anguila cimbreante y queda tersa y brillante entre sus nalgas.
- “¡Eh, tú donde vas, no te escapes!” – ríe ella con aire juvenil.
Carmen lanza su mano hacia atrás y la atrapa; Antes de devolverla a su interior la recorre con sus dedos, veo como su hombro se vuelve hacia mi al estirarse para intentar alcanzar los testículos que se encogen cuando sienten el contacto de las uñas. Los araña con suavidad, Doménico se tensa, cierra los ojos y gime, ella fuerza su postura un poco más para recoger con las puntas de los dedos la apretada bolsa, la acaricia, la palpa sin dejar de mirarle, luego desliza la mano, atrapa la barra y la sumerge con habilidad dentro de ella.
- “¡A casita!”
Le sonríe, se sabe dueña de la situación, él está entregado. Carmen apoya las manos sobre su pecho y le mira arrogante. Doménico gime.
- “Aaaah! ¿cómo haces eso? – Carmen está disfrutando.
- “¿El qué, esto? – El italiano parece atacado por un rayo, mueve violentamente la cabeza a un lado y a otro.
- “¡Oh dios! ¿Qué tienes ahí dentro, una boa constrictor?” – ella ríe halagada.
Se lo que le está haciendo, Carmen tiene una fuerza extraordinaria en los músculos de su vagina; le sorprendió descubrir conmigo el efecto que podía causar cuando apretaba mientras me tenía dentro; yo vi que su ego se sentía halagado ante mis muestras de asombro y, como no, de placer y jamás escatimé elogios ante su capacidad para llevarme al paraíso con sus “estrangulamientos”. Reforzar su autoestima nunca me ha molestado y menos por su capacidad sexual.
Ahora estaba dejándose llevar de la vanidad y le mostraba a Doménico de lo que es capaz con su coño.
- “Y da gracias que no puedo apretar del todo, con lo que me has hecho atrás me duele si aprieto mucho” – hace un puchero precioso, Doménico se incorpora hasta quedar sentado y la sujeta por los riñones
- “¡Pobrecita, ¿te duele el culito?”
- “¡Bruto, si, me lo has roto!” – Se muestra tan tierna que él sonríe, la abraza, la besa y se deja caer arrastrándola con él
- “Ya vi lo que te quejabas mientras te lo abría” – comienza a mover la cintura con rapidez y veo como la hinchada verga sale y entra en toda su longitud, Carmen se incorpora y le frena, toma el control y comienza a moverse lentamente.
- “¡Para, me voy a hacer pis!” – le advierte. El contraste es altamente morboso; esa expresión casi infantil proferida por una hermosa mujer desnuda mientras se folla a este hombre resulta escandalosamente erótica.
- “Eso espero”
- “¡Pero serás…!” – exclama regañándole
Carmen no deja de vigilar mi sueño a cada momento. Luego se vuelve a concentrar en su amante, ambos mueven sus caderas con más suavidad, nada de prisas.
- “¿Eso es lo que pretendes, que te vuelva a mojar la cama?” – ella insiste en evocar esa imagen morbosa.
- “No, mejor nos vamos a la ducha”
- “¡Estás loco!”
Carmen no puede evitar reír, le gusta como la trata, lo noto en sus reacciones, protesta pero le deja hacer, se deja manejar por él. Se incorpora y comienza a balancearse sobre el vientre del italiano; recoge su melena con ambas manos y al hacerlo le ofrece una poderosa imagen de su torso que Doménico no puede ignorar. Eleva sus manos como si fueran atraídas por un imán y se apodera de sus pechos, los masajea y ella se yergue estimulada por las caricias, él recorre su cuerpo con ansiedad, con hambre, como si fuera la primera vez que lo hace, como me sucede a mi cada vez que la tengo encima. Carmen no deja de mover su pelvis y él gime, debe estar sintiendo el efecto del masaje en su verga, sé muy bien lo que se siente al tenerla empalada así, cabalgando sin piedad, sin clemencia; Pobrecillo, está a su merced.
De pronto Carmen se detiene, aparece un rictus de dolor en su rostro.
- “¿Qué te pasa?”
- “Nada, me duele un poquito atrás” – Doménico se incorpora sobre un codo.
- “Déjame ver”
- “¡Si claro!” – rechaza ella empujándole hasta hacerle caer.
- “Te lo digo en serio, sé lo que tengo que ver, anda déjame” – Doménico habla con autoridad, su expresión ha cambiado y Carmen se da cuenta de que no va a ceder.
- “¿Qué pasa, que entiendes de culos rotos?” – bromea.
- “Pues si, algo entiendo, si” – Continua serio, veo que no va a cejar en su intento de examinarla.
- “¿Tantos culos has abierto?” – Me sorprende la insolencia de Carmen. Doménico la mira y acepta el envite.
- “Unos cuantos, si” – No parece conformarse con la respuesta, reinicia el baile de cintura sobre el italiano que acusa en su rostro el efecto.
- “¿Unos cuantos? – le mira inquisitiva - ¿cómo cuántos has abierto? ¿más de cinco? – Doménico sonríe - ¿más de diez?”
Carmen comienza a volar sobre su verga, se eleva y luego se deja caer despacio, una y otra vez sin parar, siguiendo el mismo ritmo que le daría a su puño si le estuviera masturbando. Pero no hay comparación, es una experta masturbadora aunque con el coño ha alcanzado la perfección y está exhibiendo todo su potencial ante Doménico. No se impacienta, acoge la verga en toda su extensión y la desliza con calma en esa húmeda cueva mucho mas acogedora que la mano, mas suave mas cálida y que la aprieta con mucha mas intensidad. Ha practicado mucho, sabe cómo hacerlo, domina el arte de la masturbación y conoce perfectamente lo que la mano intenta emular, pero el coño es el lugar ideal para estrujar, apretar, frotar y ahogar en toda su longitud una polla erecta, hinchada, cargada, lista para explotar. Y ella sabe como demorar esa erupción, tiene la habilidad de llevar hasta el limite de la agonía la turgencia de una verga, hacerla palpitar hasta el extremo y detenerse en el punto justo, hacerla derramar algunas gotas, solo un par y conseguir que el dueño de la barra agonice e implore. Ese es el poder que tiene entre las piernas y ha conseguido perfeccionar el arte de la masturbación con su coño. Conozco bien esa dulce tortura y sé que puede acabar con su resistencia en cualquier momento.
- “No sé, no me… he puesto a… contar… - apenas puede hablar - quizás… diez o doce… si sigues con eso me voy a correr” – suplica. Carmen cambia su expresión, ahora sus ojos tienen una aire de maldad.
- “Todo un experto rompeculos, ¿eh? – se agacha y le besa largamente - ¿y has tenido alguna queja?”
- “Hasta ahora no, espero que no seas tu la primera, ¿Acaso te arrepientes?” – Carmen le lanza esa carga de profundidad que es su mirada y que puede aniquilarte.
- “No, ni mucho menos” – voz sensual, voz cargada de deseo.
- “¿Te dolió?”
- “No demasiado, al principio un poco, pero luego… fue fantástico” – Doménico la atrae y la besa, sus bocas se buscan con pasión; desde donde estoy puedo ver como sus caderas comienzan a golpearse.
- “¿Fantástico, si?” – repite él sin dejar de besarla
- “Si, fue genial, ¿quieres una medalla?” – dice mimosa.
- “Anda, déjame que te lo vea” – Carmen cede sumisa, se tiende del todo sobre su pecho, con el rostro en su cuello y deja que él lleve la mano hasta su culo; Doménico maniobra entre sus nalgas, ella tiembla y se queja, “Shhh” le susurra, la calma y ella se mantiene tendida sobre él, Doménico lleva los dedos a su boca los empapa bien de saliva y vuelve a su culo.
- “Bueno, tienes una gran hemorroide que se reabsorberá sola, tienes que hacer unos ejercicios para fortalecer la musculatura del esfínter…”
Escucho asombrado cómo le va describiendo lo que debe hacer para recuperar el tono muscular y cómo ella atiende sumisa las instrucciones mientras sigue tocándole el ano; no me puedo creer que esté asistiendo a esta escena. Por una parte soy consciente de que jamás habríamos abierto esta puerta sin la ayuda de Doménico, llevábamos años intentándolo y siempre me detuve ante el más ligero dolor. Ahora seremos nosotros quienes lo disfrutaremos, al menos eso es de lo que me quiero convencer mientras observo como Carmen descabalga para dejar a Doménico que se levante y pueda seguir inspeccionándola. Ambos vigilan mi sueño y cuando confirman que sigo dormido, se sitúa detrás de ella.
- “Ahora veré si hay algún daño interior”
- “¿Me va a doler?” – no puedo creer que se comporte de una manera tan dócil, que se deje inspeccionar sin poner ningún reparo, sin ningún pudor.
- “No te preocupes, el esfínter ya está abierto, apenas te molestará”
Me excito sin remedio, la escena es tan impúdica, tan sucia; Doménico toma el bote de crema que utilizó esta madrugada, se unta el dedo índice y lo aplica con cuidado en el ano, al sentir el contacto Carmen se estremece.
- “Tranquila – le dice, luego comienza a presionar - relaja” – ella entorna los ojos.
Desde mi posición solo veo como la mano avanza.
- “¿Ves? he entrado sin dificultad ¿a que no te ha dolido?”
- “¡No, no me ha molestado nada!” – Carmen parece una cría ilusionada.
- “Tienes el culo abierto cariño, ya vas a poder disfrutarlo con tu marido”
Al mencionarme, Carmen fija su mirada en mi, ¿qué estará pensando? ese comentario me provoca una extraña emoción, Doménico me ha robado algo que yo quería para mí, al mismo tiempo se porta como un amigo. Me hace sentir confuso.
- “¿Cuántos has metido?”
- “Uno, solo quiero ver como están las paredes… parece que todo está bien… ahora si, vamos a probar”
Doménico se unta mas crema en dos dedos. Me aturde ver a mi mujer tan entregada, tan sometida. Cuando sitúa la mano entre sus nalgas Carmen hunde los riñones y ofrece mas su culo sin que se lo pida, ha sido un gesto mínimo pero a mi me falta el aire en los pulmones. Es su actitud sumisa lo que me impresiona.
- “¡Si!, estás abierta cielo, han entrado sin dificultad” – le da una ligera palmada en la nalga que me sabe a condescendencia, a autoridad.
Una imagen que vi con mis padres cuando era un chaval se me viene a la cabeza y, aunque la fulmino de inmediato, me escuece y me excita al mismo tiempo: El jinete que tras una buena carrera de obstáculos desmonta y le da una palmada a la yegua. ¿Por qué he pensado en eso?
- “¡No me ha dolido nada! Tan solo un poquito de escozor”
- “Eso pasará”
Doménico le acaricia el culo suavemente y deja la mano ahí un segundo, un solo segundo en el que percibo algo en su rostro. Se acerca mas a ella, toma su verga y la sitúa entre sus glúteos. Me ahogo, pierdo un latido, quizás dos.
- “¿Te atreves..?”
- “¿No es un poco pronto?” – No ha dicho que no, estoy atónito.
- “Si te duele paro, te lo prometo”
- “¿Tu quieres hacerlo?” – Me asombra la sumisión de Carmen.
- “Me muero por volver a hacerlo pero esa no es la cuestión ¿Te gustó? ¿quieres repetir?”
Hay un instante de duda, quizás es miedo, Carmen vuelve el rostro hacia mi, puede que tema que me despierte durante el acto. Yo sigo fingiendo la respiración pausada del sueño, mi tremenda erección puede pasar por la típica crecida matinal. La farsa funciona. Al fin claudica.
- “Sí, pero si…” – él entiende su miedo.
- “Al mínimo dolor lo dejamos”
¡No lo voy a ver, no lo voy a ver! Y quisiera ser testigo nuevamente de su sodomización consentida, voluntaria y mucho mas consciente que la primera. Su rostro, que tengo tan cerca, será quien me guie a través de sus emociones.
Doménico sujeta su cadera con una sola mano mientras guía su verga con la otra, Carmen afianza las rodillas y vence el torso hasta apoyar su rostro sobre los brazos en la cama, tiene sus ojos clavados en mi cara, siempre vigilando. Cuando el italiano comienza a presionar ella aprieta la mandíbula y entrecierra los ojos pero no dice nada, se muerde el labio inferior y suelta el aire por la nariz. Él lo escucha.
- “¿Te duele?” – Carmen hace un gesto negativo con la cabeza que él apenas puede ver y repite la pregunta.
- “Un poco”
- “Toma”
Doménico estira un brazo y coge la cajita plateada, Carmen ve como prepara una carga y no dice nada.
- “Te ayudará”
Ella calla y la aspira, luego espera sumisa a que le prepare la segunda y cuando se la da la aspira igualmente. Agita la cabeza. Me entra frío, un frío helado que me recorre la espalda. Mi mujer es incapaz de negarle nada. Doménico toma un poco de polvo en sus dedos, Carmen le observa, luego se sitúa detrás de ella y se lo extiende con cuidado, observo sus ojos sorprendidos cuando nota el contacto en su esfínter pero se deja hacer, ahora sabe cómo consiguió abrirle el culo y no dice nada. Se vuelve cuando le escucha coger de nuevo la cajita y ve que toma más polvo en sus dedos, luego se abandona y me mira, eleva las cejas cuando el dedo penetra y le extiende la droga por dentro. Parece una niña perdiendo la virginidad y en algún sentido es lo que le está sucediendo en este instante, su boca se abre por la sorpresa. Doménico se sitúa de nuevo y presiona.
- “¿Te duele?”
- “No”
- “¿Seguro?”
- “No, solo siento un poco de tirantez”
- “Intenta relajar, como cuando vas a…” – Carmen sonríe, adivino lo que va a decir por la cara traviesa que pone.
- “¿Hacer caca?” – Doménico le da un azote.
- “Las niñas buenas no dicen esas cosas”
- “¿Pero es eso, no?”
- “Si, es eso” – termina por decir él. Carmen se concentra y pierde la sonrisa.
- “¡Eso es!” – Doménico ha debido notar el camino mas libre; Carmen sopla otra vez.
- “!Está dentro cielo! – la veo sonreír - ¿duele?”
- “No – sonríe, no deja de sonreír – sigue” – le pide.
- “¿Sigo?” – Carmen se incorpora, su expresión ha cambiado, hay morbo en sus ojos, se vuelve hacia él.
- “Te quiero dentro, todo”
Doménico la toma de las caderas con las dos manos y comienza a entrar despacio. Carmen tiene los ojos vidriosos
- “Si te duele..”
- “¡Calla!”
Estoy asustado, Carmen ha cambiado, se incorpora, ahora esta apoyada sobre las manos, el vientre hundido, la grupa elevada, sus ojos turbios, la expresión de su rostro, todo muestra a una mujer distinta, obscena.
- “Ya está, dentro, a tope”
- “¡Oh, joder! – no parece ella, ni siquiera su voz suena a ella – muévete” – le ordena.
Doménico comienza a bombear con suavidad, teme dañarla.
- “Oh Dios!” – exclama, parece un lamento, sus ojos se pierden en algún punto al frente, luego baja la cabeza.
El sigue bombeando despacio, saliendo y entrando a un ritmo lento, sabe lo que hace, de vez en cuando le veo que se inclina hacia un lado, intuyo que toma crema y se unta para suavizar el rozamiento. Carmen expulsa el aire por la nariz ruidosamente, no deja de vigilarme pero poco a poco me olvida, su mirada se diluye, se pierde en algún punto en el infinito, eleva las cejas, sus ojos desvarían. Doménico sigue bombeando, se nota que le cuesta controlar el ritmo que quisiera hacer mas duro, Carmen deja caer el cuello, jadea, separa mas las rodillas y eleva el trasero, gime, escucho el golpeteo húmedo con el que chocan los dos cuerpos.
Un baile rítmico se adueña de la cama, la espalda de Carmen oscila una y otra vez y su voz entrecortada jadea, se interrumpe en su lamento por el golpear del pubis del italiano en sus nalgas que la castiga sin piedad. Sus manos se aferran a sus caderas, los brazos de mi mujer intentan hacer de tope en las sábanas para no caer de bruces, su melena se balancea impidiéndome ver con claridad esa expresión ausente, ida, que sus ojos me devuelven a veces, cuando se acuerda de que su marido está a su lado mientras ella está siendo enculada por su amante. Levanta de repente el cuello como si agonizase, como si le faltase el aire para respirar.
- “¡Oh, Dios MÍO!”
Su voz parece un sollozo apenas contenido, clama al cielo como si creyese en algo divino cuando en realidad es lo más carnal que le ha sucedido jamás lo que le está haciendo alcanzar el nirvana. Empalada, atravesada por el falo del italiano, abierta por la verga que acaba de conocer apenas unas horas antes. Su rostro me indica que está a punto de reventar en un orgasmo, quizás su primer orgasmo anal.
- “¿En qué me estás convirtiendo?” – solloza repentinamente.
¿Qué está diciendo? Doménico, tan sorprendido como yo, baja el ritmo, luego sonríe y vuelve a subir el castigo.
- “Dímelo tú, ¿qué quieres oír?, ¿qué quieres ser?”
Carmen calla pero su respiración se ha vuelto mas agitada, mas jadeante
- “¡Sei una puttana! – Exclama Doménico y golpea su culo con fuerza, Carmen ahoga un grito, ¿de dolor o de placer? no lo sé - ¿Es eso, verdad? ¿eso es lo que quieres escuchar?”
Carmen gime, está al borde del orgasmo, escuchar como la ha llamado puta la ha llevado al límite y a mí… a mí me ha hecho reconocer cosas que no creí que estuvieran en el fondo de mi inconsciente.
- “Di, ¿es cierto, no? Dilo tú, soy una puta, io sono una puttana”
- “io sono una puttana” – Su voz es casi un lamento, un sollozo que expresa unas palabras que jamás creí que saldrían de su boca. Ha elegido decirlo en italiano, le causa mas morbo.
El corazón me ha dado un vuelco, mi niña preciosa, mi mujer acababa de reconocerse como puta; es un juego erótico nada mas, no puede ser otra cosa ¿solo eso? Quizás. Mediaba la droga, si, pero escuchar su voz alterada, sensual diciendo…
- “Io sono una puttana” – repitió interrumpiendo mis pensamientos, nadie le había pedido que lo repitiera, fue su deseo quien la instó a pronunciar esa frase, esa declaración de principios mientras su cuerpo era vapuleado por la polla que la empalaba sin piedad.
- “Eso es, una puttana, io sonno una bagascia, dilo” – Doménico está cada vez mas alterado por el giro que ha dado todo. No se esperaba la reacción de Carmen, yo tampoco, estoy conmocionado.
- “io sono una bagascia” – repitió con la voz temblorosa por la emoción o quizás por el impulso que la verga imprimía en su cuerpo.
- “Si, una ramera de lujo, la mejor, te harías de oro en cualquier burdel, con este cuerpo, con esa forma de follar y ahora con el culo abierto no tendrías competencia”
- “¿Si?” – gime, apenas puede hablar
- “No lo dudes, serías la reina del burdel”
Doménico está desbocado, apenas le reconozco en ese rostro desencajado por una lujuria desenfrenada que Carmen ha desatado con esa inesperada pregunta, ‘¿en que me estás convirtiendo?’
Carmen jadea cada vez mas intensamente, la fantasía que el italiano le está inoculando le produce el efecto que busca.
- “Puttana… puttana…” – murmura mientras su cuerpo recibe los azotes de la pelvis de Doménico.
- “Eso es, ¿verdad? Esa es tu fantasía, follada por muchos hombres, uno tras otro, y ahora que ya has sido enculada, ya no tienes limites, una puta, ese es tu sueño”
- “¡Oh calla!” – le ruega.
- “¿Te atreverías? estoy seguro que si, sueñas con ello, dime que me equivoco”
- “¡No, calla!”
Doménico se inclina sobre ella, baja la voz, le susurra mientras sigue bombeando en su culo. Ha perdido el control, está cada vez más excitado.
- “Tu marido te conoce bien por eso te ha entregado a mi, sabe lo que eres y te quiere dar todo el placer del mundo, porque te ama, por eso te ha entregado, para que te dome, para que te entrene.
- “¡No!” – parece a punto de echarse a llorar.
Está fantaseando con algo que me estremece, ¿Cuánto tiempo más puedo seguir fingiendo que duermo?
Coge la caja, carga la paleta y la lleva a su rostro, ¿qué pretende? Carmen lo rechaza pero la sujeta del pelo, la domina.
- “¡Toma!” – se la pone en la nariz y acaba por ceder, aspira, Doménico tiene los dedos manchados de polvo blanco y se los lleva a la boca “¡chupa!” le dice y ella obedece luego toma una nueva carga y se la lleva a la otra fosa, ella no vuelve a protestar y aspira.
- “Eres una diosa del sexo Carmen, naciste para esto y tu marido lo sabe, no eres mujer para un solo hombre y lo estás descubriendo conmigo ¿a que si?” – Carmen no contesta está ida, Doménico golpea su grupa con el pubis – “¡a que si!”
- “¡Si!” – reconoce por fin.
- “¡Si, eres mucha mujer para un solo hombre!, él lo sabe ¿por qué te crees que hace esto?”
¿Quién es este desconocido que surge tras quitarse la piel de cordero? ¿Dónde está el Doménico amable, sensible? Puede que solo sea el impacto de la pregunta de Carmen y el efecto de la coca, puede que sea porque yo no he esnifado pero estoy asustado.
Carmen tiembla, lleva una de sus manos abajo, entre sus muslos, Doménico gime, debe haber notado los dedos intrusos a través de la fina pared que se interpone entre ambos conductos y se corre, Carmen le oye sofocar su orgasmo y sonríe pero no consigue correrse, veo su rostro, lascivo, siente placer, pero es un placer vicario, placer de sumisa, placer de esclava que ve a su amo disfrutar. ¿Por qué tengo un nudo en la garganta? Sus dedos comienzan una frenética carrera sobre su clítoris, su rostro se descompone, vuelve a temblar, su cuerpo se convulsiona.
- “Oh, ¡Jo… der!” – apenas consigue mitigar el grito con el que alcanza un nuevo orgasmo.
Doménico se aferra a sus caderas, dobla el cuello. Por primera vez no sé lo que está sintiendo, no conozco por experiencia propia lo que debe ser soportar las contracciones de su esfínter, una enorme amargura me sobrepasa, tengo ganas de llorar. Carmen explota, las rodillas le fallan y cae, Doménico la sigue porque no quiere salir de ella. Ambos tienen la respiración desbocada, se mantiene apoyado sobre los codos para dejarla respirar. Así pasa el tiempo.
- “¡Puttana!” – Carmen le escucha y sonríe
- “¿Eso es lo que quieres que sea?”
- “Si, una dama en los salones y una puta en la alcoba”
- “Una puta en la cama” – parece reflexionar con la idea, la saborea.
- “Mi puta”
- “Tu puta” – repite ella con voz dulce
- “¿Eres mi puta, Carmen?”
- “Si”
Su voz aterciopelada le ha añadido un matiz apasionado a su respuesta. Sé lo que significa cuando pone esa vehemencia en sus palabras: decisión, compromiso. Mas allá de la fantasía me asusta esa fuerza que añade a su afirmación, me asusta el rumbo que están tomando las cosas, Doménico se está convirtiendo en una influencia demasiado absorbente, es algo que al inicio de la noche no podía intuir o si lo vi no calculé los riesgos. Las claudicaciones de Carmen, sus debilidades, sus pequeñas sumisiones me excitaron en lugar de preocuparme. ¿Será ya demasiado tarde?
No, cuando estemos en casa, lejos de su influencia, libres de la droga recuperaremos la sensatez y el control de nuestras vidas, habrá sido un juego morboso del que tendremos que aprender algunas lecciones.
Vuelvo mi atención a los amantes cuando siento que Carmen intenta girarse, Doménico sale de ella y veo el rictus de dolor en su rostro pero no dice nada. Queda boca arriba y sube los brazos hasta colocarlos bajo su cuello, sus pechos se elevan arrogantes, su vientre se tensa, sus costillas se marcan en la piel ¡que hermosa está!. Él se mantiene boca a bajo a su lado, sobre los antebrazos, mirándola con deseo, con admiración.
- “La mia cagna” – susurra en su oído, Carmen eleva las cejas sin entender el significado.
- “Tu sei la mia puttana” – Carmen sonríe, la voz de Doménico suena sensual y ella se remueve, se estira en la cama como una gata.
- “¿Soy tu puta?”
- “Si, eres mi puta, me perteneces” - ¿por qué esa insistencia en la figura de la puta?
- “¿Y qué vas a hacer conmigo” – quiere más, le sigue el juego, está tan excitada…
Doménico recorre con la mirada el cuerpo de Carmen que se estira como si esos ojos fuesen una caricia.
- “Primero, tendré que adornar este cuerpo”
Sus dedos cobran vida, recorre su estómago despacio y Carmen se estira como si quemase, cierra los ojos un segundo, abre la boca y suspira. Dobla las piernas, las frota. El italiano juguetea con el adorno de su ombligo.
- “Este piercing … necesita compañía – pellizca el pezón izquierdo y Carmen se retuerce de placer – te voy a poner un aro en este pezón, un aro de oro blanco”
Habla en presente cercano, como si ya estuviese decidido. Me ahogo.
- “Ya lo tenía pensado hace tiempo” – dice Carmen. Es cierto, alguna vez lo hemos hablado pero nunca hemos tomado la decisión en serio ¿cuándo pensaba proponérmelo?
Doménico vagabundea por su vientre y ella, que mantiene las piernas flexionadas, las abre para dejarle el camino libre. Si, parece una puta, actúa como una puta.
- “Te marcaré aquí con un tatuaje” – Carmen levanta el cuello para ver dónde señala
- “¿Ahí, tan abajo? Lo tapará el pelo” – ¡Pero qué está diciendo, lo da por hecho! Nunca hemos sido partidarios de los tatuajes, la idea de una marca permanente en la piel nos provoca rechazo ante la inevitable decadencia del cuerpo; no nos gusta la idea del efecto de lo que podrá ser en un cuerpo en ruinas.
- “Quiero que te depiles del todo, me gusta mas sin nada de vello, te quedará mucho mejor el tatuaje así, muy cerca de…” - Carmen se curvó cuando sintió hundirse los dedos dentro de ella.
- “¡Estás loco, eso es en el mismo labio!” – protestó entre escandalizada y excitada.
- “Ya lo sé, pero es ahí donde quiero que lo lleves, será discreto, déjalo de mi cuenta”
Se volcó sobre su boca y la silenció con un beso que Carmen correspondió efusivamente.
- “¿No puedo opinar?”
- “No. Y aquí, llevarás otro piercing, en el clítoris” – Carmen cierra las piernas bruscamente
- “¡No, qué dolor!”
- “Te equivocas, te dará mucho mas placer, si está bien puesto te aumentará la excitación al doble , al triple, confía en mi” – Carmen le ha atrapado la mano entre sus muslos, le mira fijamente con los ojos muy abiertos, asustada ante la idea de ser perforada ahí. Yo también estoy asombrado ante tanta información nueva que ella asume sin apenas oposición.
- “Pero… ¡tiene que doler muchísimo!”
- “Solo es un instante, pero merece la pena, te lo aseguro – la besa; la mano prisionera se mueve ondulante entre sus muslos, ella cede a sus besos y veo como sus piernas ceden – te voy a presentar a Piera, que ella te cuente, se lo hizo hace ya un par de años y está encantada aunque, según qué modelo de joya se ponga apenas puede caminar sin llegar al orgasmo”
- “¡No!” – exclama incrédula, Doménico sonríe.
- “Como lo oyes, está tan sensibilizada que algún tipo de piercing solo se lo puede poner para ocasiones especiales”
Carmen le escucha atentamente, sin perder detalle
- “¿Tan fuerte es?”
La escucho hablar y no entiendo como este hombre tiene tanto poder de seducción, en un momento ha conseguido vencer su resistencia y ya la tiene interesada en saber lo que se siente al llevar un piercing en el clítoris.
- “Si se hace bien, si; estimula las terminaciones nerviosas del clítoris y al caminar o al hacer el amor lo notas mucho mas. A mi me encanta cogerlo con los labios y moverlo con la punta de la lengua”
Carmen le mira sensualmente
- “mmm… suena bien, ¿lo has hecho con ella?”
- “Si, y con alguna otra amiga que también lo lleva”
- “¿Se lo han puesto por ti?” – Doménico ríe
- “No todas – la besa, un beso largo, profundo, Carmen rodea su cuello con el brazo para que no se separe, cuando al fin se separa él la mira y prosigue – pero tú te lo harás para mí” – ella sonríe, no dice nada pero a mi me sabe a aceptación.
- “Tiene que doler”
- “Tranquila, fíate de mí, eso no es algo que puede hacer cualquiera, te llevaré al mejor, es médico, además lo hace con cierta preparación, con una ligera anestesia local, no te dolerá – la besa, la mima - no te preocupes por nada, yo me encargo”
Lo está dando por hecho y Carmen no pone ninguna traba. Esto está yendo demasiado lejos; cuando estemos en casa, libres del influjo de Doménico y de la coca estoy seguro que podré poner las cosas en su sitio.
Doménico la vuelve a besar apasionadamente la mira a los ojos durante un instante eterno y ella se deja mirar, le halaga sentirse tan deseada.
- “Te voy a entrenar, es lo que tu quieres, y también es lo que tu marido desea”
- “¿Entrenar?, ¿qué es lo que soy, tu mascota?”
Carmen se vuelve de espaldas a mi , permanecen tumbados; la mano del italiano se desliza por la espalda de mi mujer una y otra vez acariciándola como se acaricia a una mascota, si, así me lo parece.
- “La mía puttana, ¿ya no te acuerdas?”
¿Qué está pasando? ¿Qué ha sucedido en estos últimos minutos para que toda la situación haya dado un vuelco trascendental? Ha bastado una sola frase de Carmen para que se haya desatado una actitud en Doménico que no había estado presente hasta ahora. “¿En qué me estás convirtiendo?” dijo y esto bastó para que se abriera todo un mundo de deseos ocultos, de conductas que no había imaginado. Tengo miedo, cada vez tengo mas miedo a lo que este hombre pueda hacer una vez que se haga con la voluntad de mi mujer.
¿Y si es así. Por qué no acabo con esta farsa, hago que me despierto y termino con esta manipulación?
No sé como reaccionaría ahora Carmen. Cargada de coca, seducida por él, si le dijera basta ya. No estoy seguro de que quisiera detenerse y acabar con la noche, tampoco estoy seguro de que, si le dijera que nos fuésemos ahora, me siguiera.
Escucho los besos sueltos, repetidos, inacabables, dejo de prestar atención a la conversación y me pierdo en mis propios pensamientos que me llevan a un confuso monólogo en el que resurgen los miedos, los temores, las dudas… ¿y si esta relación se vuelve tan potente que se torna imprescindible? He visto a un Doménico tan volcado en ella, tan dominante que me da miedo. Entiendo a Carmen; a mi mismo a veces me resulta encantador aunque otras me parece agobiante; muchas veces le he mirado y le he visto como el amante ideal, la pareja ideal, el amo ideal… ¡pero que coño estoy pensando!
- “Te has quedado con las ganas”
- “¿Qué?”
- “Antes, cuando cogí el móvil, si Mario no llega a decir nada, ¿qué hubieras dicho tú?”
Carmen calla, creo que no le quiere entender.
- “Cuando propuse llamar a algunos de mis amigos y cumplir tu fantasía”
Espero su respuesta tenso, completamente tenso, no se qué va a contestar, recuerdo que entonces hubo un momento de duda que yo interrumpí porque tuve miedo de lo que pudiera pasar, ahora de nuevo su silencio me atemoriza; Acaba de haber un cambio de escenario, “tu sei la mia puttana” le ha dicho Doménico y ella ha aceptado “Io sono una puttana”. Eso cambia las cosas, la situación no es la misma que anoche cuando él cogió el móvil y amagó con llamar. No sé cual puede ser su respuesta ahora que, cargada de nuevo de coca, en teoría no estoy yo para moderar su deseo.
- “¿Qué hubieras dicho si no hubiera contestado Mario por ti?”
- “No lo sé, todo ha sido tan.. rápido…”
- “Las ocasiones hay que aprovecharlas al vuelo cariño, no hay que dejarlas escapar”
Carmen se revuelve inquieta en la cama, las manos de Doménico la acarician, la excitan, buscan las zonas erógenas.
- “Di, ¿Te gustaría que ahora se subiese otro chico a la cama y te follásemos entre los dos? - Carmen se mueve nerviosa – Se sincera, es tu sueño, tu fantasía” – Doménico le acaricia la espalda, el culo.
- “Mario…” – Carmen ha confundido el nombre.
- “No soy Mario, soy Doménico, te acabo de dar por el culo y si lo deseas puedo poner ante ti a cinco hombres que hagan realidad tu sueño, ¿lo deseas? Nos duchamos, tomamos un café y mientras, les damos tiempo para que lleguen, te los presento, charlamos, os conocéis, jugamos…”
Carmen se debate, se lleva la mano a la frente, se vuelve boca arriba, veo en su rostro la lucha que mantiene, él la sigue, se sitúa sobre los codos, la besa, pero sé que la está agobiando.
- “Eres una diosa, eres puro sexo, lo pensé cuando te vi tumbada en el sofá mientras Mario te comía el coño, pero tú… tú, perra, estabas conmigo, y cuando Mario se levantó y me miraste pidiendo mas, supe que necesitabas mucho mas de lo que yo iba a poder darte y luego cuando me contaste tu fantasía me lo confirmaste. – Doménico se incorpora - ¡Haz realidad tu sueño cielo, cumple tus deseos!”
Carmen le mira fijamente, asimilando lo que él le dice, la boca entreabierta, el pecho elevándose al ritmo de su agitada respiración. Es un tiempo en el que se está decidiendo, creo que tiene la batalla perdida, Doménico también lo sabe, le sonríe.
- “¿Llamo?” – Va a dar la ultima estocada, Carmen mantiene la pausa.
- “Es una locura” – El italiano se levanta, lo toma por un si, yo también.
Doménico busca el móvil, camina por el dormitorio manejando la agenda, Carmen parece asustada. De repente se incorpora.
- “¡No, espera, quiero hablarlo con Mario, mejor cuando despierte”
Doménico se detiene y la mira con cierta decepción en sus ojos.
- “Será una sorpresa..”
- “No, hasta que lo hablemos, no – ahora hay mucha mas determinación en su voz, él lo entiende y deja el móvil – es una cuestión de lealtad, Doménico, Mario y yo lo compartimos todo, No sé si puedes entenderlo pero no sería una sorpresa como tú dices, sería una traición”
- “Como quieras” - Vuelve a la cama y la abraza.
Me domina una doble emoción que me avasalla, Carmen es mucho mas leal de lo que yo he sido durante todas estas semanas con ella. Me veo bajando a las infiernos de la sauna y me encuentro ahora, aquí, semanas después manteniendo esta ocultación absurda, culpable, mezquina, sin sentido alguno mientras que ella emerge ante mi sincera, fiel, leal ante todo, dispuesta a cualquier cosa, si, pero siempre que sea con la verdad compartida conmigo. Me siento ruin, ¿cómo he podido caer tan bajo, cómo puedo estar mintiendo, y manipulando a mi esposa de esta manera? Ocultándole mi paso por la sauna y exigiéndole a ella todo?
Un movimiento brusco me saca de mis pesadillas. Carmen ha vuelto a pasar por encima de Doménico con la intención de ir al baño y de nuevo éste la retiene sobre él, la besa, la abraza, no puede evitar excitarse al sentir su cuerpo pegado al suyo.
- “¡Déjame!” – dice ella en un susurro – “tengo que ir la baño, vamos a acabar despertándole” – Doménico no la suelta. Se vuelve y me mira.
Doménico juega con ella, la abraza y la besa, lleva sus dedos a su vientre y Carmen separa sus piernas dobladas y deja que sus dedos se pierdan entre sus muslos, jadea.
- “¡Para ya! tengo que ir al baño”
- “No quiero separarme de ti”
- "Yo tampoco” – Hay algo más que deseo en su voz. No, no puede ser, me estoy ofuscando.
Siguen besándose, tocándose con deseo, con obscenidad, y yo continuo escuchando una y otra vez esas dos últimas frases, “No quiero separarme de ti, Yo tampoco”, que martillean mi cabeza. Les veo jugando, tocándose, colocados por la droga, sin pudor, ella juega con sus testículos, se los lleva a la boca, los succiona, él le muerde los pechos, le aprieta los pezones, le pellizca los labios del coño, no les importa hacer ruido, me ignoran por completo, ríen, se hacen cosquillas, se meten mano impúdicamente.
- “No aguanto más, ¡me meo!"
- "Vale, pero voy contigo"
Doménico la deja ir, se levanta y la sigue. Está absolutamente enganchado a mi mujer y cada vez me preocupa mas. El silencio me envuelve cuando cierran la puerta, tan sólo el apagado murmullo de sus voces, alegres distendidas, que bromean, sus breves silencios en los que adivino besos, caricias íntimas. Me silban los oídos. Aun estoy aturdido por todo lo que he acaba de suceder en esta cama.
Me levanto, tengo mucha sed, la jarra está casi vacía y me dispongo a reponerla. Bajo a la cocina, cuando llegó al salón y veo el sofá donde estuvimos haciendo el amor, donde jugamos con fuego y estuvimos a punto de cruzar al otro lado, al wild side que cantaba Lou Reed, me alegro de haber tenido el suficiente temple para haber detenido el juego y pienso si habrá sido suficiente. Rememoro los inicios, la llegada a la casa, la escena cuando Carmen bajó por la escalera, y mi cuerpo reacciona como sí no hubiera estado en batalla toda la noche, ¡Dios, sí que ha merecido la pena firmar ese pacto con el diablo!
Relleno la jarra y bebo un par de vasos con ansiedad. Hace calor, abro la ventana y respiro el aire fresco de la mañana. El brusco ruido de una persiana que cae frente a mi me hace consciente de mi desnudez, he debido escandalizar a algún vecino. Cierro la ventana. Tengo hambre y busco por los armarios, al fin encuentro algo de bollería. Devoro un pastel con un vaso de leche y voy al baño que usé ayer para ducharme. Orino y me lavo en el bidet. Es increíble, al frotarme con el jabón reavivo la erección que languidecía.
Subo arriba. Huele a sexo que echa para atrás. Escucho el agua de la ducha y les oigo hablar más alto. Ríen, bromean, Carmen protesta de mentira ¿qué le estará haciendo?