Diario de un Consentidor (68)

Esta es una historia de deseos, emociones, placeres, dudas, decisiones y pensamientos, es la historia del camino que nos llevó a Carmen, mi mujer, y a mí a lanzarnos a vivir las fantasías inconfesables que sin saberlo compartíamos en silencio cada vez que hacíamos el amor

Abro los ojos.

….

No se qué hora es. Miro hacia la ventana, parece que comienza a clarear. A mi lado Carmen duerme. Me levanto procurando no despertarla. Estamos solos. Bajo a la cocina, tengo mucha sed. Allí me encuentro a Doménico mirando por la ventana  con un vaso en la mano. Tiene un buen culo, pienso y sonrío sin poder evitarlo. Hace unos meses habría expulsado ese pensamiento de mi cabeza de una patada. Al escucharme se vuelve, veo que bebe whisky. Me ofrece. Acepto.

-        “En realidad venía a por un poco de agua”

-        “Ya es hora de volver a cosas mas potentes, ¿no crees?”

-        “Si no nos perjudica…”

-        “Tenemos el antídoto” – dice guiñándome un ojo

-        “Creo que he sobrepasado mi límite por hoy, para ser mi bautismo ya está bien”

-        “No te preocupes, estás muy por debajo de una dosis básica”

Mi paladar agradece el  potente sabor del whisky y ambos nos quedamos observando el cambio de tonalidad del cielo.

-        “Es preciosa” – dice de pronto. Sigue pensando en mi mujer.

-        “Si lo es, y lo que la hace mas deseable es que no hace nada para seducir, no coquetea, no presume, simplemente es así”

-        “Es arrebatadora. Aquel día, cuando la conocí en la cafetería… recuerdo cómo resolvió el problema con el tipo que pretendía ligar. ¡qué aplomo, qué dominio de la situación! Lo aplastó. Ese día me sedujo”

Le escuchaba hablar de mi mujer con tal adoración que me hizo sentir orgulloso de ella.

-        “¿Te puedo preguntar una cosa algo… íntima?”

-        “Depende” – No sabía por donde iba a salir, espero que no vuelva a sacar el tema de la orgía.

-        “Verás, sigo sorprendido, sois una pareja asombrosa, fantástica, pero aún me cuesta entenderos, a veces no consigo…”

-        “Continúa” – le animé

Me miró, parecía dudar, como si temiese mi reacción a su curiosidad. Le hice un gesto instándole a preguntar cualquier cosa.

-        “Esta noche, cuando estaba… follando con tu mujer, hubo un momento que estabas detrás de nosotros, tan cerca, mirando… ¿qué es lo que sentías?”

“follando con tu mujer”. No puedo evitar excitarme al escuchar cómo me habla. Sus palabras me aturden, es como si me zarandeasen. Soy consciente en todo momento de que se está acostando con mi esposa pero cuando le escucho decirlo me lo hace mas evidente.

Recordé la escena a la que alude y volví a sentir la tensión en mis genitales. La verga de Doménico perforaba el coño de Carmen, la veía rotunda, potente, con las venas hinchadas marcándose bajo la piel. Recordé la imagen de los labios arrastrados hacia dentro y luego pegados a la verga cuando retrocedía. ¿Quiere saber qué siento?

-        “La mayor excitación que te puedas imaginar. Estoy viendo a mi mujer gozar, no sé como explicarte, observo lo que no puedo ver cuando soy yo quien le hago el amor ¿entiendes? Es esa parte del sexo que no percibo cuando somos nosotros los protagonistas. De alguna manera te utilizo a ti para contemplar a Carmen gozando desde todos los ángulos posibles”

-        “Desde todos los ángulos… - repitió - pues por mi parte haré todo lo posible para no privarte de ese placer, creo que te lo debo”

Doménico se quedó pensativo.

-        “Pero… también me ves a mi, de hecho, estuviste a punto de… no te molestes con lo que voy a decirte pero, cuando le metiste el dedo te sentí, supongo que tú me sentiste a mi…”

-        “¿Te molestó? lo siento, no pretendía…”

-        “No, no me molestó, casi te diría que lo aceleró todo – sonrió moviendo la cabeza – en fin, sin la coca no creo que estuviera diciéndote esto”

De nuevo el silencio se hizo cómplice de los recuerdos y daba margen para montar las frases difíciles que el italiano quería expresar.

-        “Estaba pensando en lo que contaste en el pub sobre tu teoría sobre la bisexualidad y la evolución o algo así”

-        “Pensé que no me escuchabas, te veía mas atento a Carmen” – dije medio en broma

-        “Es que lo tienes muy complicado, competir con ella no es fácil”

-        “Y menos sin sujetador” – rompimos a reír; cuando volvió a estar serio continuó

-        “¿Qué sientes cuando ves a un hombre desnudo?”

Claro y directo. Ahí estaba lo que le rondaba en la cabeza. Supuse que Doménico se estaba haciendo estas preguntas mucho antes de nuestro encuentro y que ahora se habían avivado sus inquietudes.

-        “Si está bien proporcionado, si es agradable de ver, lo aprecio como tal, veo la belleza, la armonía, lo mismo que me sucede cuando veo a una mujer”

-        “¡Vamos Mario!” – me azuzaba, no quería que divagase.

-        “¿Has estado en alguna playa nudista?”

-        “Si, alguna vez ¿por qué?”

-        “¿Y te has abalanzado sobre la primera mujer desnuda que has visto y la has follado?”

-        “Ya se lo que quieres decir pero te estás escabullendo, puedes no violar a nadie en un centro nudista pero no negarás que te excita sexualmente verlas desnudas”

-        “El apetito sexual, como el hambre, no tienes por qué negarlos pero puedes demorarlos”

-        “Esta noche, cuando estabas mirándonos follar tan cerca, ¿qué sentías al ver mi… al verme?”

-        “Me gustaba” – por un segundo me miró fijamente, luego desvió la mirada y comprendí que renunciaba a alguna pregunta que le bullía en la cabeza.

Y de nuevo el silencio que delataba esas preguntas embarazosas que no llegaban a pronunciarse se extendió entre nosotros.

-        “Qué me quieres preguntar?” – le dije cortando esa pausa que ya se alargaba demasiado. Me miró.

-        “No eres homosexual y eso es lo que me tiene desconcertado porque todo lo que contaste sobre la bisexualidad tiene sentido, tiene lógica…”

-        “Pensé que no escuchabas…”

-        “Si escuché, si. – repitió con cierta irritación en la voz -  ¿Qué ves si me miras ahora?”

No sabía exactamente qué buscaba Doménico, pero fuera lo que fuese no le hablaba al marido de su amante, apelaba al psicólogo, eso lo tenía claro, aunque yo no sabía si estaba preparado para afrontar aquella conversación.  Recorrí deliberadamente su cuerpo con la mirada, quería comprobar cómo reaccionaba él y, de paso, ponía a prueba mis propias reacciones.

Mis ojos se dirigieron automáticamente a su miembro semierecto, incluso vencido conservaba una buena proporción, un buen volumen. Sentí una punzada de placer. Desvié la mirada hacia su tórax, bien formado, musculado sin exageración, producto del deporte; buenos hombros, potentes brazos, hermosos pectorales. Sus ojos seguían mi recorrido, le noté algo tenso.

-        “¿Te incomoda?” – le pregunté.

-        “No. Bueno, un poco”

-        “Se sincero, estoy trabajando contigo” – dije sin dejar de mirar los músculos de su vientre.

-        “¿Trabajando?”

-        “Si, es lo que me has pedido. Soy un psicólogo, no, mejor aún: soy un antropólogo bisexual que está a punto de explicarte lo que siente  al mirar a un hombre hermoso desnudo. ¿Te molesta que te defina como hermoso?”

Comencé a caminar a su alrededor. Notaba claramente como cada vez estaba mas tenso, de alguna manera empezaba a adoptar la conducta de una jovencita acosada. Cuando estuve fuera de su vista dejé de reprimir la sonrisa que había estado luchando por salir en mi rostro, me estaba divirtiendo.

-         “No, no me molesta”

-        “Yo creo que si te molesta. No estás acostumbrado a que otro hombre te diga que eres guapo y menos aun a quedarte callado, a aguantarlo sin soltar una risotada, a bromear. No estás preparado para encajarlo ¡verdad?”

-        “Es algo incomodo, si”

-        “¿Entiendes lo que deben sentir las chicas jóvenes al principio de su pubertad?

-        “Me lo imagino, creo que si”

-        “Hay que ponerse en su lugar”

-        “Si”

-        “¡Bonito culo!”

Doménico ignoró mi comentario, no pretendía acosarlo pero necesitaba que afrontara el examen que le estaba haciendo. Para mi también era una situación nueva. Era una doble prueba, yo tampoco tenía ninguna experiencia sobre lo que suponía cortejar a un hombre.

-        “Digo que tienes un culo muy bonito”

-        “Ya te oí, ¡debería decir algo?” – respuesta beligerante.

-        “Creí que querías oír lo que sentía al verte, si quieres lo dejamos.

-        “No, es cierto, perdona”

-        “No pasa nada, los nervios a veces traicionan”

Terminé de dar la vuelta completa y cuando volví a estar frente a él, le miré a los ojos, le costaba mantenerme la mirada.

-        “Me gusta lo que veo, tienes un cuerpo estupendo – bajé la mirada otra vez a su sexo que había aumentado considerablemente de volumen – “tu polla se ha alegrado del examen, por lo que veo”

-        “¡Joder!” – bajó la vista avergonzado.

-        “No pasa nada Doménico, es normal, tu cuerpo reacciona sin prejuicios, es tu mente la que filtra lo que te sucede de acuerdo a lo que considera que es bueno o es malo”

-        “Si, supongo que tienes razón”

-        “Alguien te mira de una manera… sensual, es decir, con un interés sexual y tu cuerpo lo nota, tu mente lo percibe y reacciona en consecuencia; da igual que quien te mire sea hombre o mujer, tu cuerpo reacciona a la intención de quien te observa. Otra cosa es que tu cultura te haga rechazarlo”

-        “Entiendo” – estaba visiblemente violento.

-        “No fuerces las cosas, no intentes comportarte como crees que deberías, tienes unas ideas enraizadas, deja que las cosas fluyan poco a poco, de nada serviría que intentases cambiar de una manera forzada”

Tomé el vaso y bebí un trago, ¿qué pretendía Doménico con aquella conversación? Tenía que contarle a Carmen en cuanto pudiera todo aquello, seguro que ella extraería muchas mas conclusiones y lo enlazaría con la sombra de la madre omnipresente.

-        “Te propongo un ejercicio” – improvisé, Doménico me miró con cierto recelo.

-        “¿Qué clase de ejercicio?” – me situé frente a él.

-        “Se trata de explorar tus sensaciones y tus propias reacciones. Quiero que cojas con tu mano tu miembro, sin apretar, solo cógelo en tu mano y siéntelo”

Doménico me miró con extrañeza, por unos instantes se mantuvo quieto, sin reaccionar, luego comenzó a reír, con una risa nerviosa, breve, que salía a impulsos.

-        “¿Qué me la coja, quieres que me la coja así, delante de ti?”

-        “Supongo que después de haber estado follándote a mi mujer no te dará vergüenza que vea como te coges la polla” – dije intentando quitar tensión al momento, eso le dio cierta seguridad, la seguridad del macho que se tambaleaba poco antes. Se volvían a equilibrar las fuerzas, ahora era otra vez el macho arrogante, jefe de la manada, dueño de la hembra. Sonreí interiormente, con una sola frase le había llevado donde yo quería

-        “No, claro, supongo que no”

Lentamente bajó el brazo y agarró el miembro que colgaba a media erección, lo sujetó entre sus dedos y me miró.

-        “¿Y ahora qué?”

-        “Dime lo que sientes en tu mano, en tu polla, en tu cabeza; lo que sientes al hacerlo delante de mi”

-        “Es… extraño, nunca he estado así, con otra persona, quiero decir con otro hombre tocándome, es decir, tocándome con intención de… es decir…”

-        “¿Con intención de excitarte?”

-        “No sé si quiero excitarme”

-        “No lo sabes pero tu subconsciente lo ha insinuado”

-        “Si, algo así, es verdad”

-        “Tu subconsciente al menos ha expresado que te tocas de una manera sexual”

-        “Si”

Observé que sus dedos acariciaban levemente su pene el cual comenzaba a reaccionar, pero no le dije nada.

-        “Quizás tu frase era ésta: te resulta extraño estar tocándote de una manera sexual delante de otro hombre”

-        “Eso es, si”

-        “¿Te resulta excitante?”

-        “No”

-        “¿Seguro?”

-        “Seguro”

Bajé la mirada hacia su verga que ahora estaba en plena erección, él siguió el curso de mi mirada.

-        “¡Joder!” – aparto la mano como si quemase

-        “¿Por qué la has soltado?”

-        “Vamos a dejarlo ya”

-        “Como quieras” – cogí el vaso y caminé hacia el salón.

-        “¡Es que me estás manipulando!” – me detuve en seco

-        “Escúchame bien: jamás utilizo estas técnicas para manipular a nadie, nunca” – continué hacia el salón.

-        “¡Eh vamos! perdona, perdona, me he puesto algo nervioso, no quería decir eso, lo siento”

Me detuvo en la puerta por el brazo.

-        “Lo siento, creo que me estaba viniendo bien para vencer mis miedos y mis prejuicios, ¿seguimos?”

-        “Otro día”

-        “No, por favor, quizás no tengamos ocasión otro día” – dudé un momento. Tenía razón, no habría otra ocasión para retomar un ejercicio que no solo le venia bien a él.

-        “De acuerdo”

Estaba tan ansioso por continuar con la prueba que él solo se puso en situación, volvió a colocarse tal y como estaba antes, con su miembro en la mano.  Me pregunté cuál sería el secreto que guardaba Doménico y que trataba de sacar a flote esa noche conmigo.

Siguió intentando expresar lo que sentía frente a mí, sus sentimientos, sus emociones al poder acariciar su atributo viril ante otro hombre, poco a poco su verga volvió a recobrar volumen, su respiración se fue agitando y acabó reconociendo que la situación le excitaba. Decidí dar un paso más, quería comprobar donde residía el problema.

-        “Bien, ahora quiero que la sueltes y te acerques a mi” – Doménico dio un paso adelante con cierta aprensión.

-        “Te recuerdo que esto es un ejercicio y que actúo como un terapeuta, ¡está claro?”

-        “Si”

-        “¿Seguro?”

-        “Si, seguro”

-        “¿Serías capaz de cogerme la polla?”

-         “¿Qué? ¡No, ni de coña! ¿Estás de broma, verdad?”

Doménico no consigue asimilar la situación, le supera, sabe que hablo en serio pero se escuda en la negación, en la broma, finge que no lo cree, ríe, alborota, está tan violento que escapa como puede de la realidad y adopta el rol de macho.

-        “¿Y serías capaz de dejar que te la cogiera yo?” – sé que será incapaz, tan solo quiero que afloren sus reacciones, analizar su conducta.

-         “Joder Mario ¿estás de coña?” – va a por su vaso riendo y bebe, huye del escenario, sigue riendo.

-         “Bueno, está era una de las formas posibles de reaccionar. Cuando acabes de escapar, cuando te tranquilices repasa tu actuación y analiza lo que has sentido ante lo que te he propuesto, haz lo mismo que has hecho cuando has estudiado tus reacciones mientras sostenías tu polla, solo que esta vez tienes que desmenuzar tu conducta aversiva ante la idea de coger la mía…”

-        “¡Joder Mario, es que no pretenderás…” – le hice callar con un gesto.

-        “Déjalo, déjalo. El ejercicio ya ha terminado , no pasa nada, aquí nadie aprueba ni suspende, ahora toca que pienses en lo sucedido, que analices tu reacciones. Eso si: sin culpas ni juicios, nada está bien ni está mal, solo piensa, piensa lo que has vivido tanto en un caso como en otro”

-        “En serio, es que así, de pronto…” – de nuevo le hice callar.

-        “No creerás que contaba con que me la cogerías sin rechistar – dije sonriéndole – no eres mejor ni peor, no eres mas liberal ni menos, no eres mas reaccionario ni menos porque me vayas a acariciar la polla Doménico, el objetivo de este ejercicio lo hemos conseguido, ha sido un éxito, tienes mucho material para pensar”  - le di una palmada en el hombro y salí hacia el salón.

Doménico se acerca al equipo de música y cambia el cargador de CDs, nos sentamos en el sofá, sumidos en nuestros pensamientos.

-        “Miedo, creo que he sentido miedo” – El italiano habla en voz baja, casi un murmullo.

-        “¿Y te extraña? Habrías caminado en dirección contraria a todo lo que te han inculcado desde tu niñez si te hubieras forzado y posiblemente las consecuencias no habrían sido buenas”

-        “Sin embargo… hay algo dentro de mi que me dice que también puedo recorrer ese camino”

-        “Con calma Doménico, con calma, tan solo es un ejercicio, no es una competición ni un reto. No supone un fracaso no hacerlo, no es desde ahí desde donde debes afrontar este tipo de cosas, el objetivo del ejercicio no era que lo hicieses – me miró sorprendido – no Doménico, ya contaba con eso, lo que quería es que experimentases tus reacciones, que te pusieses a prueba y que ahora analices lo que has sentido, ese será tu trabajo en los próximos días o semanas”

Nos quedamos en silencio aunque podía palpar la intensidad de los pensamientos que bombardeaban a Doménico. Para mi también había sido una experiencia única, interesante. Me había permitido expresarme libremente ante un hombre sin necesidad de buscar un ambiente sórdido. “¡Bonito culo!” le había dicho y esa expresión había salido espontánea, sincera, tan sincera como se la podría haber dicho a Elena, a  Carmen, a Graciela. Porque el culo de aquel hombre, esos glúteos duros, bien trabajados, firmes, cubiertos de un levísima capa de rubio vello, me habían parecido hermosos y, una vez liberado de los prejuicios de la cultura judeo-cristiana, de los miedos machistas y de tantas y tantas cadenas sociales y culturales, al fin me había permitido sentirme tan libre como para poder expresar, casi sin pensarlo, aquella frase, “¡Bonito culo!” que, una vez dicha, me produjo la misma sensación que se experimenta cuando en la montaña alcanzas la cumbre y te liberas de la pesada mochila: ¡te sientes tan ligero!

Así me sentí yo en ese momento. Después de tanto teorizar sobre mi teoría de la bisexualidad evolutiva, a pesar de mi paso por la sauna, en realidad no sabía nada porque todo era forzado, teórico. Solo en aquel momento, charlando con Doménico, cuando recorrí su cuerpo con mi mirada algo se rompió en la coraza que rodeaba mi mentalidad y pude expresarme libremente. “¡Bonito culo!” significó algo limpio, sincero, trascendental en mi vida. Solo entonces mi teoría dejó de ser teoría y cobró vida. Entonces entendí de verdad lo que significa ser bisexual.

La música nos acompañaba mientras el whisky iba despareciendo, abandoné mi ego y volví a ocuparme de mi paciente ¿Qué había sucedido en la infancia del italiano que afloraba ahora, justo cuando se encontraba compartiendo algo más que a mi mujer conmigo?

-        “¿Subimos?” – me interrumpió el análisis cuando comenzaba a bosquejar una hipótesis.

-        “Si, claro” – respondí, dejando el vaso sobre la mesa.

El dormitorio huele a sexo, Carmen está dormida en la misma posición en la que la dejamos. Me acuesto a su derecha, como siempre  se vuelve a acurrucar al sentirme, yo la  acojo en mi hombro, se remueve, está profundamente dormida. Doménico se acuesta a su izquierda, la besa en el omóplato con una delicadeza que me conmueve. Se siente observado y me sonríe – “es adorable” – dice como si tuviera que justificar ese beso, luego se tumba y nos sumimos en un duermevela.

…..

Pasa el tiempo, el sonido de nuestra respiración marca el único ritmo que nos impone algún sentido en este lapso atemporal, es como si estuviésemos en una playa en la que las olas nos sirviesen de guía, o el monótono golpeteo del segundero en el reloj de pared fuera el sonido de fondo para mantener amortiguado el ritmo de un momento eterno: tic, tac, tic, tac. De igual modo nuestras respiraciones, convertidas en una, es la base sobre la que nuestras vidas transcurren sin causa, sin motivo, sin razón en este entreacto, en esta madrugada. El cambio de luces que atraviesan las persianas me sugiere que he debido de dormir algo.

La sincronía se rompe cuando escucho un corto jadeo. Miro a Carmen que ha abierto los ojos. Estiro el cuello como hice antes para tomar perspectiva y veo a lo lejos las colinas redondeadas, los glúteos hermosos, duros, bien trabajados, y en medio, la mano de Doménico que bucea entre ellos.

Una tenue ondulación en esas dunas da respuesta a los movimientos que aprecio en la mano que se oculta en ellas. Unos párpados que se entornan, que se abren y vuelven a sucumbir me da la medida del efecto que esos dedos curiosos provocan allí donde todo es humedad, donde cada pliegue descubre un cobijo cálido donde refugiarse. Me remuevo levemente y con el brazo libre levantó un poco  la almohada para quedar algo más elevado. Carmen no se altera por mi maniobra sin embargo ahora tengo una vista mucho más amplia. Doménico me mira y entiende la razón de mi cambio. Sonríe, sabe que tiene el campo libre y que sólo pretendo fisgonear, a lo que no piensa poner objeción alguna. Su mano izquierda abarca toda la nalga de mi mujer, la masajea con delicadeza, sus dedos se hunden en la brecha entre ambos glúteos, bucea mas abajo y cuando lo hace Carmen bloquea su respiración durante un segundo, luego la mano regresa al culo, lo posee con la palma, con los dedos abiertos. A veces masajea toda la nalga como si fuera a darle un azote, otras apenas la roza. Seguro que en ese momento le pone la carne de gallina, lo sé. Mueve la mano hacia el centro y los dedos se hunden en el surco que separa ambos glúteos.

No aparta los ojos de su culo, se está pensando la manera de ampliar ese hueco sin importunarla, mientras tanto sigue acariciándola, excitándola. Decido entrar en acción y olvidándome del hormigueo que ya domina mi brazo izquierdo comienzo a acariciar el pecho que se oculta bajo mi tórax y brota por su costado. Carmen me mira y sonríe cuando siente el roce de mis dedos, se incorpora un poquito y me deja que se lo mueva hacia fuera para tenerlo mas accesible antes de dejarse caer otra vez sobre mi. Entonces Doménico se incorpora y se sienta sobre sus rodillas, ahora dispone de ambas manos y no tarda ni un segundo en posarlas sobre el culo de Carmen, lo amasa y su rostro adquiere una expresión cercana a la gula. Separa ambos glúteos, se agacha y comienza a besarlo al tiempo que lo acaricia. Besos suaves, cortos, a veces su rostro se pierde entre ambas colinas, otras se desliza por sus nalgas rozándolas, dejando a su paso un reguero de saliva y besos.

Se detiene en medio, parece atrapado por ambas mesetas, oigo los besos y veo la expresión de Carmen. Algo ha cambiado; Silencio. Carmen inspira y ya no exhala. Durante un segundo no respira, su cuerpo permanece en tensión, sus riñones se arquean, siento su muslo sobre mi pierna apretando para mantener la cintura en curva. Carmen parece trastornada, sumida en un profundo trance, levanto el cuello, intentó mirar más allá. Doménico mantiene separadas las nalgas con ambas manos, tiene el rostro hundido allí, los ojos cerrados. No se sí adivina mi mirada, abre los ojos, me mira, no puedo ver su rostro, sólo sus ojos pero sé que sonríe. Se separa un segundo, veo el brillo del flujo de Carmen empapando su rostro y, - no sé sí lo hace para mi, puede que sí -, se relame. Todavía mantiene los glúteos separados con sus manos y vuelve a hundir su boca allí. Oigo a Carmen gemir muy bajito. No sé cuanto tiempo ha tardado esta vez en expulsar el aire.

Y siguen así, él lamiendo, ella moviendo las caderas lento, despacio, diciéndole de esa forma "sigue, sigue" y yo acariciándole el pecho y mirándola a los ojos, a esos ojos ausentes que no me devuelven la mirada. Y el tiempo deja de tener sentido.

De repente le suelta una nalga y le coge la mano que descansa sobre la cama la lleva hacia atrás. Quiere que sea ella quien se abra el culo para él, Carmen lo entiende y obedece, se coge el cachete y lo abre ¡Qué estampa mas obscena! ¡qué entregada está! ¡qué sumisa! Doménico se queda a unos centímetros de su culo y hunde el dedo índice en su coño despacio con delicadeza, gira la muñeca hasta dejarlo empapado y comienza a recorrer el ano como si utilizara un pincel y repite esta operación varias veces. Carmen se deja hacer entre suspiros entrecortados, con los ojos cerrados sin separarse de mi, con ese leve movimiento en su lomo que acompaña al vaivén de los dedos del italiano que de vez en cuando me lanza una mirada cómplice.

Todo mi cuerpo se pone en tensión cuando de repente comprendo, como en un fogonazo entiendo lo que pretende hacer, cuando veo lo entregada que está mi esposa ante lo que él le va a hacer.

Carmen yergue el cuello un instante la primera vez que el dedo presiona en el esfínter, "Con cuidado" advierte suavemente, Doménico la besa en la nalga y vuelve a mojar los dedos en su coño, luego se dedica a empapar el esfínter con esmero.

Doménico no aparta los ojos del culo de Carmen que ésta mantiene abierto con su mano, continua frotando con el dedo índice el esfínter y cada poco tiempo lo humedece en su coño. Se aplica a esta tarea con una dedicación paciente. Carmen gime quedamente, a veces entreabre los ojos y los cruza con mi mirada, unas veces esboza una sonrisa antes de volver a cerrarlos, otras parece no verme. Sólo el vaivén de sus riñones que balancea levemente sus nalgas y el jadeo en que se ha convertido su respiración la comunican con el mundo exterior.

Y yo callo, enmudezco y otorgo.

Un estertor, casi un lamento. De su garganta salió un murmullo en el que creí entender "Cuidado". Su cuerpo se había puesto rígido durante un segundo antes de volver al suave balanceo de caderas, al vaivén de sus nalgas siguiendo el ritmo de los dedos intrusos. No pude resistir mas la curiosidad y me deslicé dejándola sobre la almohada hasta situarme al lado de Doménico. Me miró sonriendo, buscando mi complicidad. Desde mi nueva perspectiva la escena era aún más pornográfica. Carmen sujetando su nalga le ofrecía su culo abierto y los labios de su sexo, labios hinchados por la excitación, brillando por el flujo que se extiende hacia sus  muslos, labios abiertos por los dedos que acababan de salir de su interior, dedos que en ese mismo instante acariciaban el ano de mi esposa. Ahora entendía la queja de Carmen, ahora podía confirmar lo que intuí cuando la escuché quejarse. El dedo medio de Doménico se hundía en el esfínter, solo la primera falange pero ahí permanecía, moviéndose como un reptil mientras los demás dedos brillantes por la humedad robada en su coño seguían excitando la zona, aportando más lubricación para ayudar al intruso en su intento de invadir el lugar virgen.

Acerqué mi mano y acaricié su nalga. El italiano superpuso su mano sobre la mía y presionó moviéndola hacia fuera, pidiendo mi colaboración. Y ahí me quedé, abriendo el culo de mi esposa, ayudándola  a separarse las nalgas para dejar expuesto su ano.

¡Qué cuadro! La expresión perfecta del cornudo pensé. La esposa de espaldas, entregada al amante, abriéndose una nalga con una mano y el marido separando la otra. Sin embargo no sentí nada ante esta idea sobrevenida.

Doménico me observaba. Apenas unas horas antes habíamos hablado, mientras Carmen se duchaba, sobre mi condición de voyeur, sobre el placer de ver el placer del otro. Él no lo acababa de entender pero, dijo, no me lo iba a negar, ¡faltaría más! Yo le estaba dando a mi esposa, ¿cómo me iba a negar el placer de dejarse mirar mientras  se la follaba?

Por eso ahora, cuando me puse a su lado, sonrió con aire cómplice y ensalivó los dedos de su mano izquierda con cierta parsimonia, luego los dirigió al dedo que pugnaba por entrar en el culo de Carmen y lubricó con destreza la zona de roce entre ambos cuerpos. Yo no podía apartar mis ojos de aquella escena, el ano  invadido, el dedo avanzando milímetro a milímetro y las caderas de mi mujer bailando esa danza sensual que ayudaban sin saberlo a que el dedo entrase más profundamente en ella. Era hipnótico, no podía apartar mis ojos de ese dedo que entraba y salía con asombrosa facilidad del culo de mi mujer y que provocaba un jadeo cada vez mas audible. No podía dejar de mirar cómo Carmen hundía los riñones para elevar el culo y ofrecer mejor los gruesos labios en los que lubricaba el dedo Doménico cada vez que lo sentía llegar. Estaba entregada, no había ninguna oposición.

-        “Ahora, atiéndela” – me susurró haciendo un gesto para que me apartara y me fuera con ella.

Supe que nos acercábamos a un punto sin retorno, si en algún momento pude haber frenado aquello quizás fue entonces. Me tumbé a su lado, necesitaba ver su rostro y, como imaginé, era puro deseo.

-        "¿Te gusta?"

Abrió los ojos, no esperaba la pregunta, en realidad no me esperaba.

-        "¡Si!" – gimió.

-        "Te estás abriendo el culo para dárselo, ¿sabes lo puta que pareces?"

Sonrió. Si, parecía una puta, su rostro cubierto por mechones enredados, su expresión lasciva... Si, parecía una ramera abriéndose el culo.

De nuevo un rictus de dolor apareció en su rostro "Cuidado" dije yo, me incorporé. Doménico intentaba meter dos dedos. Se acercó hasta su oído.

-        "No te muevas"

Se levantó y fue al baño, le escuché trastear en un armario; mientras la besé, acariciaba su espalda y llegué a su nalga que ella, obediente, no dejaba de separar.

-        "¿Te duele?"

-        "No, me ha hecho sentir cosas increíbles con la lengua"

No pudimos seguir, Doménico llegó con un bote blanco en la mano, se sentó a los pies de la cama y desenroscó la tapa. Me miró, había cierta ansiedad en sus ojos, ambos sabíamos lo que pretendía hacer y creo que él buscaba algo en mi que le indicase si se iba a encontrar la primera traba en su camino. De pronto pareció recordar algo y volvió al baño, tardó menos de un par de segundos y regresó con un pequeño espejo de mesa articulado y una sonrisa en el rostro. Se arrodilló a los pies de Carmen y situó el espejo entre sus muslos luego comenzó a moverlo enfocándolo hacia mi, lo miraba poniéndose muy cerca hasta que vi el coño de Carmen reflejado en el espejo, Doménico cerró el índice y el pulgar formando círculo y me guiñó un ojo, luego afianzó el espejo en la cama y aseguró el ángulo de enfoque. Me acababa de devolver el favor. Yo le entregaba a mi mujer y él me proporcionaba la mejor vista del espectáculo, sería testigo privilegiado mientras la usase.  Desde todos los ángulos, recordé que le había dicho.

Carmen mientras tanto había dejado caer la mano. Doménico le acaricio el culo, comenzó a besarla con dulzura y busco el hueco para volver a llegar con sus labios a su sexo, Carmen seguía muy receptiva y en cuanto él le movió la mano ella volvió a separar su nalga dócilmente esperando la caricia de sus labios en su sexo. Ahora tenía un plano privilegiado y vi el beso con el que abrió los hinchados labios y hundió la lengua; Carmen gimió al sentirse invadida.

Sentí el muslo de mi mujer reptar por mi pierna subiendo para abrirse más al italiano  que interrumpió mi visión al separar el glúteo izquierdo con su mano y bloqueó el espejo; estiré el cuello pero de nada sirvió. Doménico se dio cuenta y busco el brazo de Carmen sin alcanzarlo yo vi su maniobra y tomé la mano de Carmen que descansaba en mi pecho y la hice descender hasta dejarla al alcance de Doménico que la llevo a su nalga, Carmen supo que hacer y separó su culo, ¡Dios, qué preciosa con sus dos manos abriéndose, ofreciéndose al macho! En el espejo tenía un primer plano de su esfínter dilatado por la presión de sus nalgas forzadas. Doménico había tomado crema y de pronto entró en plano un dedo repleto de crema blanca que comenzó a untar en el pequeño agujero que se frunció al sentir el contacto frío; un velado grito salió de la garganta de mi esposa y ambos simultáneamente la acallamos, "Shhh" Yo tenía la polla a reventar rozando el costado de Carmen sometida a continuas pulsaciones pero mi atención estaba centrada en la cadencia ondulante de la pelvis de Carmen, en la imagen reflejada en el espejo donde el dedo de Doménico se hundía con asombrosa facilidad en el culo de mi esposa, sin resistencia, sin causar dolor, sin que el deslizamiento hacia el exterior y el regreso al interior provocase otra cosa salvo el movimiento opuesto de su cintura y un jadeo cada vez más intenso. El italiano presiona a veces hacia los lados, es hábil, mas de lo que lo he sido yo todos estos años en los que no fui capaz de lograr lo que él si va a conseguir esta noche. Está intentando dilatar las paredes del ano con el dedo, posiblemente para probar a meter dos. Así es, veo como coloca el índice y el medio muy juntos, solapados y presiona, Carmen contrae el esfínter, “relaja”, le dice y ella obedece y veo como el ano se dilata, él aprovecha y mantiene la presión, los dos dedos comienzan a hundirse muy despacio , ella se queja y Doménico se detiene, “¿Sigo?” le pregunta, ella le da permiso y continúa, yo le acaricio la nalga con mucho cariño, los dedos se hunden hasta la primera falange, y comienza un proceso de retroceso y avance muy lento, con mucho cuidado, untando con mas crema el camino. Cuando ambos dedos penetran sin encontrar resistencia Doménico me sonríe.

-        “Arrodíllate” – le dice

Carmen no duda, obedece y se incorpora, el espejo cae, ahora somos nosotros quienes debemos mantener los glúteos separados, estoy emocionado, me hubiera gustado ser yo el primero pero reconozco la maestría, sé que no lo hubiera hecho tan sencillo para ella. En esta posición es mas cómodo y mas fácil para Carmen, los dedos entran con mas facilidad y le molesta menos, pronto los dos dedos están hundidos totalmente, y ahora es cuestión de que el conducto se acostumbre al roce y no se contraiga, Doménico los hace deslizarse despacio, untando continuamente crema, luego el movimiento se hace mas rápido y Carmen comienza a sentir placer, el ano apenas se contrae cuando los dedos se mueven, Doménico se detiene con ellos metido hasta la mitad y le explica que va a hacer un movimiento de tijera para dilatar un poco mas. Veo como el ano se abre, “dime si te molesta y paro”, pero ella aguanta.

-        “Ahora, vamos a por tres, cielo” . le dice

Saca los dedos, veo el agujero dilatado y me da un poco de  miedo, Doménico junta los dedos índice, medio y anular, los llena de crema y los enfila en el agujero.

-        “¿Preparada?”

-        “Ten cuidado” – le dice ella

Comienza a presionar

-        “Duele”

-        “Relaja, dime tú cuando puedo avanzar y cuando no”

Carmen nos guía y Doménico solo aprieta cuando ella está preparada pero le duele y no consigue avanzar.  Entonces se levanta y vuelve con la cajita plateada, toma la paleta y esparce una carga en los dedos; le miro asustado y me hace un gesto con el que pretende disiparme la preocupación. Comienza a untar la coca en el esfínter, primero por fuera y luego por el interior, los dos dedos entran si dificultad, como antes, Carmen no se queja, parece disfrutar, y cuando Doménico vuelve a juntar tres dedos y apunta creo que no va a poder hacerlo pero esta vez el músculo comienza a ceder poco a poco.

-        “¿Te duele?”

-        “No, no siento nada”

Doménico me sonríe.

-        “Vete diciéndome cuando puedo empujar, cielo, te estoy metiendo tres dedos”

-        “¡Tres!” – exclama sorprendida

Carmen tiene el control de la dilatación de su esfínter y va dando ordenes, de pronto levanta el pie derecho y lo posa sobre la cama, “sigue” le dice, “aprieta ahora”, los dedos se hunden en su culo, respira hondo, me recuerda a alguna escena de un parto, sin darse cuenta está siguiendo las pautas de relajación de las parturientas. Estamos muy excitados. Los dedos llegan a los nudillos, Carmen respira agitadamente y los dedos se hunden mas, Carmen gime, Doménico comienza a bombear despacio, como si fuera una polla, los saca casi del todo y los hunde despacio, muy despacio, sin detenerse, gira los dedos  dentro de ella, Carmen no se queja, sigue respirando profundamente. Doménico lo hace varias veces, Carmen jadea, gime cuando los dedos están dentro y respira rápida y entrecortadamente cuando van entrando. El italiano me mira, sé que ha llegado el momento..

-        “Cariño, ahora voy a intentarlo, ¿lo deseas?”

-        “¡Si!” – su voz expresa deseo, ilusión, me muero de envidia.

Doménico se unta el glande con crema, luego se sitúa, la toma de las caderas y con la mano pone el glande en su ano.

-        “ Va a ser mas sencillo que los tres dedos, ya verás”

Presiona, Carmen se relaja, respira fuerte, la cabeza no puede atravesar el anillo, Doménico le unta una carga mas de coca en el esfínter y la extiende con los dedos, me impacta ver su ano tan dilatado y la facilidad con la que los dedos entran dentro. De nuevo enfila el glande pero no penetra, se bloquea y se ensancha antes de entrar. Me señala el bote, lo cojo y me unto crema en los dedos, dudo un momento luego lo extiendo por el borde del ano y por su glande, es la primera vez que le toco, pienso algo y sin contar con él aprieto los lados de su glande intentando que no se ensanche, “aprieta ahora” le digo.

“Mamporrero”, es la palabra que se me viene a la cabeza. Nos miramos a los ojos, me hace caso y aprieta, “relaja” le digo a Carmen, se queja, Doménico aprieta. Funciona, el glande traspasa el anillo del esfínter, Carmen toma aire y lo exhala profundamente, retiro la mano y lo veo. Ya está dentro, la emoción me ahoga el pecho, una inmensa sonrisa me desborda el rostro, ¡la quiero, Dios como la quiero! La estoy viendo disfrutar, está teniendo una experiencia única, genial, maravillosa y soy feliz por ella.

Doménico rodea su vientre con el brazo, tomo el bote de crema y le unto toda la verga con crema, ¡ya qué mas da!  “Relaja!” decimos los dos al mismo tiempo, ella respira hondo y Doménico empuja, la barra entra unos milímetros “¡duele!” dice ella, “relaja mas” le digo yo, “¡esperad un poco,  esperad!” nos habla en plural, sabe que es cosa de los dos, me emociona que me incluya,  “¡ahora!” dice, Doménico empuja y esta vez entra bastante mas, Carmen gime mientras la verga se desliza en su interior despacio pero sin detenerse, unto mas crema, un nuevo empujón, ahora parece que se desliza con mas facilidad.  “¡si!”  dice él con aire de triunfo, le sonrío, “¿Te duele?” le pregunto “No, casi nada”, “vamos, casi está” dice Doménico, empuja, “espera… ahora” dice Carmen. Entra entera, su pubis se pega a las nalgas de Carmen. “ya está cielo, ya está” le digo.  Me ahoga la emoción. Carmen ríe, solloza, ríe. Gateo por la cama hasta su rostro y la beso, hay una lágrima en su mejilla y la recojo con mis labios. Nos miramos, ambos sabemos lo que nos estamos diciendo pero no es el momento, aún no ha acabado.

-        “¿Estás bien?”- oigo que dice Doménico,

-        “Si, me tira un poco pero estoy bien”

-        “Ahora voy a empezar a moverme con mucho cuidado”

Vuelvo atrás, por si tengo que seguir ayudando, Doménico sigue controlando con las caderas cogidas con ambas manos y comienza a salir lentamente hasta mantener solo el glande dentro “¿todo bien?”  “Si” le responde ella, su voz tiembla, parece que va a romper a llorar, vuelve a deslizarse hacia dentro, “¿te escuece?” “un poco” es entonces cuando yo aplico un poco mas de crema, no se si hacerlo en el anillo dilatado o en la verga, al fin lo hago en ambas porque veo que Doménico no se siente violento. Me está excitando tocarle y de nuevo la palabra “mamporrero” aparece en mi cabeza. Tras varias veces comienza a moverse un poco mas rápido siempre preguntándole

-        “¿Te gusta?”

-        “No se, lo siento todavía algo tirante”

-        “Deberías estimularte”

-        “Mario…” – no termina la frase

-        “¿Quieres que lo haga yo?”

-        “¡Claro tonto!” – es mi niña.

Me limpio la mano en las sábanas y llevo mis dedos a sus labios, están muy hinchados, húmedos, encharcados por una mezcla de sus propios fluidos y nuestro semen, me siento a su lado, de espaldas a ella para que la posición de la mano sea lo mas cómoda posible y a la vez para poder fisgonear lo que sucede en su culo. Hundo el dedo entre sus labios y busco el clítoris, gime. Me levanto no es la posición mejor porque quiero usar las dos manos, una para estimular desde fuera y la otra para hacerlo desde dentro y a la vez sentir la verga dentro de ella. Así lo hago, mis dedos se hunden en su vulva, está inflamada y enseguida noto la polla horadando su culo, Doménico se queja, sin duda le estoy estimulando a él también, le miro por si le estoy molestando, sonríe al ver mi expresión de preocupación y niega con la cabeza, no hay problema, Carmen comienza a mover las caderas. Escucho como su respiración cambia. Su clítoris se endurece, su espalda se arquea, he conseguido lo que buscábamos, parece que formamos un buen equipo, me excita ver el vaivén de Doménico detrás de Carmen, me alzo para ver la verga entrando en el culo de mi esposa, El italiano me mira, se empina un poco, toma un ángulo mas agudo, la penetra en picado y me guiña un ojo. Comienza a tomar mas velocidad a medida que escucha el jadeo de Carmen y ya no nota oposición, no hay dolor, el esfínter está domado.

Unos minutos después me pide crema pero no puedo dejar el trabajo que realizo en su coño, se tendrá que apañar solo con una mano y así lo hace, toma crema y se  embadurna la polla. Está muy excitado, mucho, levanta una mano y le da un soberbio azote en la nalga, Carmen grita sorprendida, le miro pero no se lo reprocho. Lo repite, esta vez mas fuerte. La queja de Carmen deja mucho de parecer una protesta seria. Doménico esta fuera de si y los jadeos de Carmen son cada vez mas fuertes. Se tensa sus manos se aferran al culo de mi mujer y clava su polla en Carmen que esta vez si se queja y grita, se corre y mis dedos  sienten los brutales latidos del coño de Carmen que grita “¡joder, joder!”

Doménico se desploma sobre Carmen que no aguanta el peso y sus rodillas ceden. Aún se mantiene dentro de ella. Yo me tumbo a su lado intentando asimilar todo lo que ha sucedido esta larga noche que todavía no ha acabado. De reojo miro a Carmen tiene los ojos abiertos, está aplastada bajo el italiano, me mira. ¿En qué estará pensando?

Acerco mi rostro al suyo, sin dejar de mirarnos, nuestros labios se rozan. Comienzan los besos, apenas son un roce continuo, breve, repetido. Solo existimos ella y yo.

-        “Te quiero”

-        “Te quiero”

-         “Te quiero”

-        “Te quiero”

Doménico clava los puños en la cama y se incorpora pesadamente, Carmen se estremece, aprieta los ojos y encoge el gesto cuando sale de ella. Echo el brazo sobre su espalda y continuo besándola.

-        “Te quiero”

-        “Te quiero”

-         “Te quiero”

-        “Te quiero”

Reanudamos nuestra letanía, siento al italiano que sale hacia el cuarto de baño. Ha cumplido su función, sabe que ahora está de más.