Diario de un Consentidor (56)
Esta es una historia de deseos, emociones, placeres, dudas, decisiones y pensamientos, es la historia del camino que nos llevó a Carmen, mi mujer, y a mí a lanzarnos a vivir las fantasías inconfesables que sin saberlo compartíamos en silencio cada vez que hacíamos el amor;
Aparece en la puerta del baño y se detiene un instante mirándome.
- “¡Qué hijo de puta” – Sonríe
Me quedo mirándola sorprendido, jamás la he escuchado emplear esa palabra y mucho menos conmigo. Entiendo el tono en el que la ha pronunciado, aun así no deja de extrañarme su actitud. De nuevo veo en ella esa mirada desconocida, esa expresión peculiar que no reconozco. Se mueve despacio hacia los pies de la cama, balanceando sus caderas sin dejar de mirarme. Rodea la cama y se sienta a mi lado con las piernas cruzadas.
- “Me has violado, cabrón” – su voz suena serena, sin reproche alguno, mas bien creo descubrir un tono de satisfacción.
- “Ahora me dirás que no te ha gustado” – niega con la cabeza, muy despacio, como si estuviera pensando en ello, recordándolo. Acerca la mano a su pecho y palpa su pezón.
- “Que bruto”
- “Pues no parecía molestarte mientras te los apretaba”
Sonríe y no dice nada, se recuesta sobre su brazo derecho y con la mano izquierda comienza a acariciar mi debilitada polla. Sus dedos exploran mis testículos, la parte interior de mis muslos, mi polla… todo sin prisas, sin buscar el placer inmediato, solo sintiendo el contacto.
Menos mal, creo que ahora no podría reponerme de dos polvos seguidos. Sus caricias consiguen engordar mi miembro pero es lo más que podrá tener en un tiempo.
De pronto se levanta como si hubiera olvidado algo.
- “¿Tengo sed, ¿quieres algo?”
- “Una tónica”
Mientras sale de la alcoba me vuelvo a fijar en su culo marcado con mis dedos en rojo.
- “¿Te duele?” – se detiene y me mira interrogándome. Le señalo su culo. Niega con la cabeza y sonríe dulcemente.
De nuevo es ella, ha desaparecido esa otra Carmen tan diferente que a veces surge.
La escucho trastear en la cocina y la sola idea de imaginarla desnuda, con la luz encendida en plena noche, con las ventanas vecinas tan cercanas me sugiere…
Pega un pequeño salto cuando la tomo por las caderas. No me esperaba. Descorcha un botellín de Schweppes mientras mis dedos avanzan por su ingle y buscan en su entrepierna. No se resiste y me da vía libre. Mis dedos se empapan de una mezcla espesa de semen y flujo. Los acerco a mi boca y los chupo. Ella vuelve la cabeza y me observa de reojo.
- “¿Tienes hambre?” – Sabe por donde voy, sonríe y afirma con la cabeza. Vuelvo a meter dos dedos en su coño y procuro cargarlos bien. Los acerco a su boca y los recibe golosa.
Los milagros existen, mi polla resucita y poco a poco se va haciendo hueco entre sus muslos. Carmen frota sensualmente su culo contra mi pubis, descansa su espalda en mi pecho y apoya su mejilla en la mía, su cabello me hace cosquillas en la nariz pero no lo aparto, lo beso. Huele bien, a su champú, a ella. Ronronea al tiempo que se frota contra mi cuerpo. Sabe bien lo que tiene que hacer para excitarme. Recojo una nueva carga de semen y flujo, lo acerco a su boca que espera entreabierta pero en el último momento desvío los dedos y comienzo a dibujar con ellos sus rasgos. Las aletas de la nariz, las comisuras de su boca, sus pómulos…
Sus nalgas hacen círculos en mi pubis y aprisionan mi verga que ya casi está lista. Recojo mas semen y dibujo sus pezones concienzudamente. Se vuelve, rodea mi cuello con los brazos y me besa profundamente. Nuestras lenguas se encuentran y se cruzan y se enroscan.
Una idea loca ilumina mi mente, una imagen que termina la labor que su culo ha conseguido con mi verga.
- “Algún día me tendrás que dar a probar el semen de alguno de tus amantes”
Se vuelve y me mira a los ojos buscando la veracidad de mis palabras.
- “¿Te gustaría?”
En realidad no lo sé. Un flash me recuerda el tacto en mi boca de la polla del mirón en la sauna y me endurezco más. Recuerdo que me retiré instintivamente cuando sentí el sabor de su flujo. No sé si me gustará, pero…
- “Quiero probarlo” – al oír esto me sonríe.
- “Además de cornudo y mirón, me has salido maricón”
Si ella supiera… Durante unos segundos delibero si contarle mi paso por la sauna. Al final decido que no es el mejor momento, quizás reavive su enfado por el abandono al que la he tenido sometida toda la tarde.
- “¿Acaso no te vas a acostar con Sara? Eres una bollera”
- “Yo no he dicho que lo vaya a hacer, has sido tú”
Se vuelve para tomar el vaso de tónica y bebe un largo trago, luego me lo ofrece y bebo hasta vaciarlo. Se recuesta en la encimera y apoya las manos a ambos lados. Me acerco y apoyo mis manos entre sus caderas y sus brazos. Le doy un pequeño golpe con el pie para que separe los suyos y así poder acercarme mas. Obedece y me arrimo hasta que mi polla se cobija entre sus muslos.
- “¿De verdad no te has imaginado en la cama con ella? ¿ni una sola vez?”
- “La imaginación es libre”
- “Es guapa”
- “Si”
- “Tiene un cuerpo precioso” – Carmen asiente con la cabeza.
- “Y está loca por ti” – sus ojos me devuelven una carga de escepticismo
- “Ya será menos”
La carga erótica de la conversación no es suficiente para mantener mi polla erguida y comienza a descender. Carmen la toma con una mano, no intenta excitarla, tan solo la recoge entre sus dedos.
- “Está loca por ti” – afirmo con seguridad – “y tú estás tocada” – ríe y vuelve la cara huyendo de lo evidente. La tomo por la barbilla y la obligo a mirarme.
- “Estás tocada” – baja los ojos y un delicioso rubor tiñe sus mejillas.
- “No sé, me siento… no sé explicarlo, nunca me había sentido cortejada por otra mujer, es… extraño”
‘Cortejada’, me sorprende la palabra que ha utilizado.
- “Pero te gusta”
- “¡Claro!”
- “Te excita” – intenta evitar la respuesta pero no voy a cejar.
- “Reconócelo, te pone cachonda estar con ella”
Ahí está de nuevo, noto como su cuerpo se relaja y cuando dirije sus ojos hacia mi vuelvo a ver la dureza en sus rasgos, la mirada lasciva, la sonrisa desvergonzada en su cara.
- “Creo que te pone mas cachondo a ti imaginarnos juntas en la cama ¿a que sí?”
Se cuelga de mi cuello y me besa con la boca abierta, lamiendo mis labios. Se separa y busca el otro botellín de Tónica.
- “Trae la Saphire mientras pongo unos cubitos” – se dirige al frigorífico contoneándose. No es un juego como otras veces, camina balanceando las caderas sin artificio alguno, con naturalidad, ajena a mis miradas, como si siempre se moviese de esa forma tan provocativa.
- “¿Alcohol a estas horas?” – se detiene vuelve el rostro hacia mi, apenas un giro del cuello y del hombro me muestra el perfil de su pezón y me deja una imagen profundamente sexual. Eleva una ceja y me mira sorprendida.
- “¿Acaso tienes que conducir?” – sin esperar repuesta se acerca al frigorífico y lo abre.
Entro en el salón pero no encuentro la ginebra en el minibar. Subo las escaleras con prisa y cojo la botella del mueble-bar del ático. Cuando bajo la encuentro en el salón, los vasos anchos preparados con el hielo. Tomo la rodaja de limón aplastado en un plato tras aromatizar el borde de los vasos y la chupo. Ha extendido una toalla sobre el sofá. La casa mantiene la temperatura de la calefacción. Se sienta y da un par de golpecitos en el asiento a su lado para que me siente. Sirvo la ginebra y ella la tónica. Después de dar un sorbo rodea mi cuello con su brazo y comienza a juguetear con el vello de mi pubis.
- “Así que mi maridito, además de mirón, cornudo y marica, le gustaría ver cómo su mujer se lo monta con otra tía, ¿es eso?”
Estoy totalmente desconcertado, su actitud, su conducta, su forma de hablar… todo me es desconocido. Intento verlo como un juego que Carmen está utilizando para excitarnos pero hay algo mas, no detecto los signos de que sea algo fingido sino todo lo contrario. Es absolutamente espontáneo y natural, como si ésta fuese su forma de ser habitual.
No. Es como si no fuera Carmen la que me habla, la que enreda sus dedos en mi vello, la que me araña el hombro con sus uñas. Se incorpora del sillón y se sienta a horcajadas sobre mí, su mirada es la de una furcia, su contoneo en la cocina ha sido obsceno, sus palabras están cargadas de vulgaridad, sus frases suenan sucias.
Y me excita, me excita de una manera nueva y extraña, me excita de una manera en la que el amor, la ternura y la delicadeza desaparecen del escenario. Es puro sexo lo que siento por ella, sexo fuerte, sexo egoísta. Una oleada de pasión amenaza con cegarme.
Lanzo mi mano a su cara y atenazo su barbilla. Ella nota la violencia de mis gestos y me sonríe desafiante. Inmovilizada por mi mano aun puede bajar la mirada hasta mi fláccida polla que descansa sobre mi muslo.
- “¿Pretendes hacerme algo con eso?”
Estoy agotado después de dos polvos y aunque la tensión sexual me domina aun no consigo mantener una erección. La aparto a un lado, me levanto, sujeto su cabeza por el cabello y se la meto en la boca.
- “¡Haz tu trabajo, zorra!” – Carmen comienza a lamer con pericia la abotargada polla mientras su dedos buscan mas allá de mis testículos.
Es un juego, solo es un juego, me digo a mi mismo mientras veo a una puta chupándome la polla y acariciando mi ano. No consigo reconocer a Carmen.
…..
Una sensación desagradable me despierta. Estoy encogido en el sillón, arropado con la toalla que usó Carmen para sentarnos; tengo frío. Ella no está. Voy a la alcoba, está vacía. Me pongo la sudadera que uso para estar en casa y entro en el baño. Es entonces cuando noto la vejiga a reventar.
Mientras orino, pienso en todo lo que ha sucedido esta noche y mis pensamientos me llevan de nuevo a la sauna. Una avalancha de imágenes me recuerdan que ya se lo que es estar con un hombre, que he acariciado otra polla, que me he corrido en la boca de un hombre.
El descanso ha devuelto el vigor a mi sexo que se endurece en mi mano mientras me recreo en las imágenes. Me veo paseando de la mano de aquel hombre por la sauna, sin ocultarme. Me veo en las duchas siendo el objeto de deseo de todos aquellos mirones. Sin darme cuenta he comenzado a masturbarme, pero he de buscar a Carmen. Me lavo rápidamente el glande en el lavabo y salgo hacia la cocina.
No está, vuelvo al salón y subo las escaleras que acceden al ático. La puerta al final de la escalera esta entornada y la luz escapa por la rendija. Abro la puerta con cuidado y la veo sentada ante el ordenador, de espaldas a la puerta. Lleva puesto un albornoz que apenas cubre sus muslos. El calor que me llega al entrar en el salón procede del aire acondicionado que ha debido encender cuando subió.
No se cómo, nota mi presencia y se vuelve hacia mi.
- “¡Hola dormilón!” – su tono es alegre, desenfadado. Es ella.
- “¿Qué haces aquí?” – le digo mientras me acerco. Miro el reloj de la pared, son las cuatro de la madrugada
- “No tenía sueño”
Cuando estoy a su lado miro la pantalla del ordenador y me da un vuelco el corazón. Está abierto el irc, la mensajería que alguna vez hemos usado para conversar sobre temas profesionales con algún colega del extranjero.
Estoy aturdido, no acabo de creer lo que estoy viendo. Me agacho para poder distinguir lo que hay en el irc.
- “Qué… es eso?” – pregunto titubeante.
- “Te quedaste dormido justo cuando estaba intentando ponerte a punto y… me quedé un poco…”
- “Caliente” – sonríe distendida.
- “Si, algo así”
Tras la primera sorpresa y la sensación de no estar del todo al corriente sobre lo que mi mujer conoce de internet, me encuentro en un escenario que ni siquiera me había imaginado. ¿Carmen visitando páginas porno y entrando en un chat de sexo?
- “Con quien hablas?
- “Bah! Con nadie, son todos unos guarros”
- “No sabía que te manejaras tan bien por los sitios porno”
- “No te creas, es la primera vez que entro, me acordé de lo que hablamos una vez sobre el sexo virtual en los foros y me picó la curiosidad
En pleno año 2000 Internet estaba aun lejos de convertirse en un producto de masas, aun así el porno ya se había extendido en los sistemas de discusión que mas tarde darían paso a los chat. Usábamos Netmeeting en el despacho y era raro no topar con algún contenido sexual, por su parte irc estaba plagado de grupos de temática de sexo de todo tipo. La solución era crear grupos privados para que nadie ajeno a nuestro grupo de trabajo pudiera entrar.
Percibí un filón en aquel arranque de curiosidad que había tenido Carmen. Me senté a su lado.
- “Vas a enfriarte” – dijo, luego se fijo en mi erección – “Oh! Parece que nos hemos recuperado eh?
- “Tu tampoco estás muy vestida” – el albornoz se abría dejando ver sus muslos desnudos hasta el inicio del pubis.
Recorrí los contactos que se habían abierto en el chat. Carmen se había identificado como ‘mujer-30’.
Tenía razón, la gente que se había intentado conectar con ella entraba inmediatamente en una dinámica grosera y vulgar que provocaba su rechazo. Me parecía tan increíble estar viviendo aquella situación que durante unos segundos me quedé mirándola fijamente.
- “¿Qué? – protestó al sentirse observada
- “Nada… no sé, esto es tan inesperado…” – balbuceé
No respondió, estaba concentrada en ver los incesantes mensajes que se abrían en la pantalla, la mayoría obscenos, sucios, muy directos, “¿quieres verme la polla?”, “¿cómo eres?” o “¿tienes cam?” eran los mas habituales. Carmen estaba empezando a cansarse del juego cuando apareció un mensaje diferente.
“Ricky: ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”
Nada original pero al menos no entraba en la dinámica sucia de los demás. Carmen no dudó ni un segundo.
“mujer-30: cotillear”
Me miró con expresión traviesa, yo le sonreí intentando esconder mi asombro.
“Ricky: las chicas curiosas se suelen pillar los dedos, ten cuidado”
Sonrió y sus dedos volaron sobre el teclado.
“mujer-30: No te preocupes, se cuidarme”
“Ricky: Dime, ¿cuál es tu curiosidad, qué es lo que te atrae de este suburbio?”
Me empezaba a gustar Ricky, su forma de expresarse indicaba un nivel cultural suficiente; el hecho de que aun no hubiera entrado en preguntas de índole sexual descartaba a los típicos salidos que continuaban acribillando el chat de “mujer-30”
Carmen no encontraba la respuesta, quizás porque tampoco tenía muy claro qué hacía allí.
– “¿Qué le digo? – yo me encogí de hombros
– “No se cielo, yo tampoco sé por qué estás en esto”
El sonido de un nuevo mensaje recuperó su atención en la pantalla.
“Ricky: Parece que no lo tienes claro”
“mujer-30: Pues la verdad es que no, es la primera vez que entro aquí”
“Ricky: Tu primera vez. Y no seré tan afortunado de ser el primero al que contestas?”
Carmen mantenía una sonrisa en su rostro, estaba disfrutando de la aventura.
“mujer-30: Pues si, eres el primero”
Me miró radiante tras contestar, sus ojos tenían un brillo que delataba su excitación, una excitación que no tenía tanto que ver con algo sexual como con el hecho de estar transitando por un camino prohibido.
“Ricky: ¡Vaya! Es todo un honor”
“Ricky: Y dime, mujer-30, ¿En qué mas cosas estás a la espera de tu primera vez?”
Se removió en la silla. Ahí estaba la primera pregunta directa, sin embargo Ricky mantenía el buen tono que había llevado hasta ahora.
“mujer-30: En varias, pero eso es terreno privado”
La miré, parecía ajena a mi presencia. Estaba centrada en la pantalla, en la conversación con Ricky que absorbía toda su atención. Se incorporó de la silla y subió un pie poniéndolo en la silla debajo de su muslo. El albornoz se abrió dejando su pubis desnudo a mi vista. Deslicé una mano hasta posarla sobre su muslo, no quería interrumpir este momento pero necesitaba que me sintiera a su lado.
“Ricky: naturalmente, apenas me conoces”
“Ricky: me presentaré. Me llamo Ricardo, tengo 35 años, soy de Valencia, químico, divorciado, tengo un crío de seis años… “
Tras una breve pausa, sonó de nuevo el chat.
“Ricky: Tu turno, (bueno, si te apetece contarme algo de ti)”
Carmen se mordía el labio cuando puso sus dedos sobre el teclado. Aun dudó un momento antes de comenzar a teclear precipitadamente, lo cual la obligaba a retroceder con frecuencia para corregir las palabras que habían salido desordenadas.
“mujer-30: me llamo Rosa, tengo treinta años, soy psicóloga, vivo en Madrid y no tengo hijos”
¿Por qué ocultaba su nombre? Sonreí al pensar en la absurda seguridad que le producía cambiarse el nombre de pila, como si con eso lograse protegerse en un anonimato que no necesitaba de ese truco para mantenerla a salvo.
“Ricky: Rosa, es un nombre bonito. ¿Casada, divorciada, separada, viuda?”
“mujer-30: Casada, aun no me he decidido a envenenar a mi esposo”
Nos miramos compartiendo la broma, Ricky tenía sentido del humor, otro punto a su favor, y Carmen lo apreciaba tanto como yo. Cada vez la veía mas cómoda en su papel de chateadora.
“Ricky: Y, a riesgo de parecer demasiado curioso, te preguntaré la inevitable pregunta, quizás algo tópica. ¿Tu marido sabe que chateas con desconocidos en un chat de sexo?”
- “No” – le dije en un susurro al ver que no arrancaba a contestar
“mujer-30: No”
“Ricky: Vaya, vaya con Rosa, así que le ocultas cosas a tu marido”
“mujer-30: Todo el mundo necesita algo de intimidad, no crees?, algo de espacio personal”
La miré enarcando las cejas, ella me devolvió la mirada haciendo un mohín con el que pretendía quitarle veracidad a sus palabras.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que apenas hablábamos entre nosotros, nos estábamos comunicando con gestos y las pocas veces que hablamos lo habíamos hecho en un tono bajo, como si alguien mas allá de la pantalla nos pudiera oír si lo hacíamos en voz alta.
Mi mano llevaba un rato acariciando su muslo, no sabía cuando empecé, era un gesto automático, dirigido tanto a darle placer como a sentirla a mi lado, sabía que en algún momento había rozado el vello de su pubis con el canto de mi mano pero ambos estábamos tan sumergidos en la conversación que ese roce había pasado casi desapercibido.
“Ricky: Tienes razón. Como decía Lou, todo el mundo tiene derecho a darse un paseo por el lado salvaje”
Otro punto a su favor, le gustaba Lou Reed y, por extensión, supuse que la coincidencia en lo musical sería aún mas amplia.
“Ricky: Sigo: pelo castaño, lo suelo llevar bastante corto. Mido 1,75 y estoy rondando los setenta kilos”
“mujer-30: ¿De qué color tienes los ojos? Yo, negros”
“Ricky: mmmm, ojos negros son traidores, dice la canción, ¿estás traicionando a alguien?”
“Ricky: por cierto, mis ojos son marrones”
Carmen me miró cuando estaba en plena sonrisa.
- “¿Estás traicionando a alguien? Ponle un poco de picante a la charla” – le dije sin lograr recuperar el volumen de voz normal, ¿por qué coño seguía hablando en susurros?
“mujer-30: Según se mire, en algún sentido si”
“Ricky: y te gusta, ¿a que si?”
Carmen cada vez estaba mas excitada, dejé que los roces casuales de mi mano con su coño fueran mas frecuentes sin que esto la hiciera perder la atención. Quería saber hasta qué punto estaba excitada pero reprimí la tentación de hurgar entre sus labios.
“mujer-30: el qué?”
“Ricky: esta pequeña traición a tu marido. ¿Dónde está, dormido, de viaje?
“mujer-30: dormido”
“Ricky: seguro que el riesgo de tenerle tan cerca le añade un puntito mas de morbo a esta situación, ¿me equivoco?
“mujer-30: no, no te equivocas”
“Ricky: es como en esos sueños que tienes a veces en los que te imaginas haciendo el amor con otros hombres, entregándote a desconocidos que te follan como nadie te ha follado”
“mujer-30: ¿Y tú qué sabes lo que yo sueño?
“Ricky: Eres mujer, eres joven, tienes unos ojos negros preciosos que estoy seguro que seducen a todo el que se pone a tu alcance. Además la imaginación es libre, Rosa”
“mujer-30: ¿la tuya o la mía?”
“Ricky; la de los dos. Yo te imagino de una determinada manera, en lo físico me puedo equivocar pero tus frases me van indicando cómo eres”
“mujer-30: ¿Y cómo crees que soy?”
“Ricky: apasionada, sensual, estás aquí porque la curiosidad venció al pudor y a las buenas costumbres y no te has ido porque te has ido excitando poco a poco, a medida que nos vamos conociendo”
Ricky tenía razón, desde luego no era pudor lo que hasta ahora había mantenido alejada a Carmen/Rosa de estos sitios. Ni a ella ni a mí se nos había pasado jamás por la cabeza interesarnos por el porno mas allá de alguna película que habíamos visto con nuestros amigos, nos resultaba burdo, de baja calidad, carente de interés.
Pero hoy, esta noche extraña en la que se estaban desvelando tantas cosas, Carmen había sentido la curiosidad de cotillear, como había dicho, impelida por la excitación no del todo consumada y los pensamientos a los que quizás se había entregado mientras yo dormitaba en el salón.
“mujer-30: eres como un vidente, solo dices generalidades, Rappel”
“Ricky: ¿Acaso no eres apasionada?”
“mujer-30: supongo que sí”
“Ricky: Eso no es una respuesta para dos cotillas que se conocen desde hace tanto”
Carmen sonrió de nuevo antes de ponerse a teclear. Se removió de nuevo en la silla y aproveché para pegar mi mano a su sexo. Sin gran esfuerzo pude sentir la tibia humedad que emanaba de su coño. Moví mi dedo meñique hasta que quedó atrapado entre sus gruesos labios. La humedad me empapó.
“mujer-30: Si, me considero una mujer apasionada”
“Ricky: eso está mejor. Dime: te consideras una mujer sensual?”
“mujer-30: si”
“Ricky: Estoy seguro de que el pudor no es algo que te atenace demasiado, cierto?”
“mujer-30: Cierto”
“Ricky: ¿Ves como no te está siendo tan difícil sincerarte conmigo?”
“Ricky: y, siguiendo el repaso por mi videncias, ¿te excita estar hablando conmigo en un chat de sexo?”
Desplacé levemente el dedo que mantenía entre sus labios, Un breve movimiento hizo que rozase su clítoris, a lo que Carmen reaccionó moviéndose de modo que su coño quedó mas abierto a mis roces. Su reacción se trasladó al teclado, tal y como yo había buscado.
“mujer-30: si”
“Ricky: si, qué?
¡Bravo Ricky! – pensé -, vas por el buen camino con mi mujer. Sentí como mi polla cabeceaba ante la excitación que sentía y que iba en aumento. Me la cogí con la mano izquierda. Soy diestro y rara vez me la cojo con la izquierda lo cual siempre me ha causado una sensación de novedad que a veces he usado para masturbarme imaginando que otra persona, (siempre pensé en mujer), me acariciaba. Sin embargo en esta ocasión el contacto de mi mano zurda en mi polla me devolvió a la sauna, a las caricias que otro hombre me había dispensado. De pronto me di cuenta de que había perdido el hilo de la conversación.
“mujer-30: ¿lo quieres saber todo, eh?”
“Ricky: Yo ya lo sé, lo que quiero es que lo digas claramente para que tú también lo sepas”
“Ricky: ¡no me puedo creer que te de vergüenza!”
Debía haber habido una larga pausa durante la que Carmen no había sido capaz de confesar abiertamente. Como era de esperar la reacción al sentirse tachada de vergonzosa no se había hecho esperar.
“mujer-30: Si, estoy excitada. ¿Contento?”
“Ricky: muy contento de que una mujer como tú se excite conmigo”
“mujer-30: no seas vanidoso, me excita la conversación”
“Ricky: No seas esquiva. Te excita la conversación que tienes conmigo, luego algo tendré yo que ver con el calorcillo y la humedad que te está entrando”
Carmen se movió en la silla casi imperceptiblemente, lo suficiente como para que su coño se deslizase un milímetro en mi dedo. Era un gesto de pura necesidad y lo tomé como una invitación, como una exigencia. Comencé a seguir un ritmo lento, suave, en el que la presión y el roce se alternaban para mantener su sexo excitado sin quitarle protagonismo al chat.
“mujer-30: ¿y tú?
“Ricky: ¡Ay, Rosa, rosita! ¿Qué voy a hacer contigo? ¿No eres capaz de preguntarme lo que quieres saber?”
Carmen saltó como una leona al teclado
“mujer-30: ¿te has empalmado charlando conmigo?”
Mi polla pegó un brinco entre mis dedos por los que se deslizaba la humedad que brotaba de ella. Detuve el vaivén con el que me masturbaba levemente para evitar correrme. La miré pero no se dio cuenta. Su rostro reflejaba la intensa excitación en la que se encontraba. Bajó su mano izquierda nerviosamente y apretó la mía contra su coño. Quería mas de mí, me necesitaba de comparsa en ese juego sexual que mantenía con aquel desconocido. Cambié de manos, la derecha se acopló a la intensa dureza de mi verga y la izquierda llegó a su coño dejando que el índice buscase empaparse en su interior antes de alcanzar su erguido clítoris. No debía precipitar las cosas, evité mover la yema del dedo que se mantuvo presionando el tieso botón. Su mirada turbia la delató, estaba entregada al juego, al deseo, al placer.
“Ricky: si, apenas puedo mantenerla dentro del chándal”
Hubo una nueva pausa, una especie de pulso en el que ambos esperaban que fuera el otro quien tomase la iniciativa, quizás Ricky temía sobrepasar algún límite que rompiera el hechizo del momento. Por fin apareció su nuevo mensaje.
“Ricky: ¿me permites que te pregunte algo muy, muy íntimo?
Escuché el suspiró de Carmen. Ambos intuíamos que la pregunta no sería inocente.
“mujer-30: adelante, soy toda tuya”
Carmen comenzaba el juego del coqueteo, de la insinuación velada. Desinhibida y a salvo tras el anonimato de internet se mostraba mas desvergonzada.
“Ricky: te tomaré la palabra, quien sabe si algún día llegues a ser toda mía”
“Ricky: ¿En algún momento, durante esta charla, te has tocado?”
Carmen bajó de nuevo su mano e imprimió en la mía los movimientos que deseaba sentir en su coño. Cuando vio que la obedecía regresó al teclado.
“mujer-30: ¡Ay Ricardo, no sé qué voy a hacer contigo! Parece que no te atreves a preguntar con claridad.
- “¡Bien!” – animé su golpe maestro con el que le devolvía su reproche anterior.
“Ricky: touché!”
“Ricky: ¿Te has masturbado en algún momento? ¿Estás mojando el teclado con tus dedos húmedos?”
“mujer-30: si, tengo unos dedos invadiéndome”
“Ricky: ¿invadiéndote?, que poético, yo preferiría algo mas… libertino”
Carmen echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos un segundo. Volvió a dirigir la intensidad y el ritmo de mis dedos y atacó al teclado como si lo fuese a fulminar.
“Mujer-30: ¿qué prefieres leer, que tengo unos dedos dentro de mi coño que me están torturando?”
“Ricky: Dicho así parece que tus dedos no te pertenecieran, que tengan vida propia”