Diario de un Adolescente. (#2)

Tomas no ha podido dejar de pensar en Dario, y de cierto modo tampoco en David. Es extraño, y debe aceptar que siente algo mas por Dario. Ahora, se ve obligado a desnudar un par de secretos ante su mejor amiga en ese nuevo país.

Confesiones:

No puedo creer. Mañana tendré un mes aquí. Han pasado tan pocas cosas que contarlas es ridículamente inútil. No sirve de nada. Solo sé que Dario… Dario me trae de muchas formas: quiero estamparle sus buenas ostias en esa cara de niño “bueno”; quiero morrearme con él por horas; quiero matarlo; quiero hacerlo mío… pero se ve fuera de mi mano. Y no es que yo haga algo por evitar eso. Ah, y Algo que cabe repetir, es que Dario está en mi clase desde hace unos días. Es algo… difícil lidiar con él cerca, pero nada que no me detuviera en mi camino.

Por ejemplo, ayer salía de clase con Luisa (ya sabes, la tía maja del cuarto año, dicen que es lesbiana, pero bueno, no me importa en absoluto eso) y vi a Dario, al final de uno de los réyanos… y nos miramos, ha sido una mirada larga y auténticamente… intensa.

A ver si lo puedo describir mejor.

Salía del salón de clase, con la mochila en un hombro y los ojos fijos en un libro de inglés, Luisa hablaba de algo sobre  animales, pero estaba atento en mis pensamientos sobre los trabajos que tengo esta semana. En ese momento, dando un paso hacia las escaleras, sin fijarme sentí un par de ojos sobre mí. Fue extraño. A pesar de estar entre unas veinte personas, cabe resaltar que siempre me miran con más interés que a los demás… esa mirada era más intensa, más poderosa que cualquier otra. Poco a poco me fui dando la vuelta, sin pensar en quien podría mirarme de aquella manera.

Entonces lo vi. Esos ojos oscuros me observaban con atención, con una atención sublime y un interés que me helo la sangre. Dario no se inmutó si quiera, nos vimos, le sostuve la mirada y la fuerza, la conexión entre ambos creció como una ola durante una tormenta. Sus labios parecían temblar apenas, y antes de hacer nada, se dio vuelta y se marchó.

Y allí quedé yo, perdido en mis pensamientos y en las cavilaciones sobre él, sobre el imponente y perfecto Dario Echenique. Luisa me preguntó qué pasaba, a ello a penas respondí con un “nada” y he allí algo aun más raro que la mirada. Justo cuando bajaba el primer escalón… se escuchó una voz, en un grito duro y firme diciendo: “Tomas”

En ese momento me volví de golpe, dejando caer el libro y casi tropezándome con el escalón, la voz, aquel grito firme y fuerte era de Dario, en mi interior lo sentía aun, llamándome, incitándome. Pero ¿a qué? Cuando me fije, no había nadie allí… Dario se había marchado.

Bueno, la mirada ha sido la pura realidad, pero aquel grito, no lo sé. Aun lo dudo mucho. Como sea. En una hora tengo clase, así que estoy aquí para almorzar y buscar los cuadernos de la tarde. Pero no tengo hambre. Algo me perturba, ciertamente. Desde que llegamos mi padre está más desconectado de mí. Siento que nos estamos alejando, y es algo para nada agradable.

En fin. Entre otras cosas, mañana tengo examen de matemáticas, logaritmos y cosas de ese tipo para lo que resulte un crack. Otra cosa que he notado apenas es a David, el amigo de Dario. Hace días hicimos un trabajo grupal él, Christian Mendoza, Andrés Moncada y yo, y David parecía molesto por estar cerca de mí y lejos de Dario. Insisto en que vi a David mirando a Dario de alguna forma extraña muchas veces… pero no entiendo. Son los más varoniles del Colegio… aunque nunca se sabe.

Ya de nuevo escribo tonterías. Luisa no sabe mucho de Dario y David fuera de lo común, pero me ha dicho que David es raro, raro “echando pa’ marico” dijo ella. Pero es algo que no puedo discernir yo. Sea como sea, me ha gustado un poco más la ciudad. Solo que odio que sea tan pequeña. Me gustaría salir del Táchira, pero mi padre no puede y solo no puedo hacerlo, ni de coña.

Tengo planeado ir a la Frontera con Eda, aunque sea la portera, ciertamente, es la mejor amiga que tengo aquí desde mi llegada. Y hablando de todo un poco, creo que sospecha de mi homosexualidad… quizá se lo cuente solo a ella, debo hablarle de Dario, y por algo en mi fuero interno: de David.

Bueno, en un rato tengo clase de Física e inglés. Así que adèu, esta noche te buscaré, mi fiel amigo.

Tomas cerró el computador portátil y se colocó la camisa beige, metiéndola en el pantalón, mientras se miraba en el espejo y luego buscaba un poco de perfume para ponerse. Antes de salir de la habitación, el aroma a tierra húmeda penetró en su sistema. Iba a llover. Tomando un suéter sencillo, salió de la habitación y se dirigió enseguida a la salida.

Caminó hasta la parada de autobuses, cuando llegó allí se quedó bajo una tienda techada, mirando las nubes que se arremolinaban cercanas. Sería mejor pagar un taxi. Salió de la pequeña tienda y se detuvo en la acera. Sacando una mano, un taxi blanco se detuvo enfrente del muchacho.

−Por favor, al Colegio Don Bosco –dijo Tomas, mientras se sentaba en el copiloto del auto.

Miró de reojo al taxista, era un hombre de unos treinta años, o quizá menos, se veía alto y de buen cuerpo, con algo –apenas un poco− de tripa por las jornadas de trabajo en el taxi. Los ojos eran grises, de un gris cenizo. Y algo llamó más la atención del español: el vello que salía del cuello de la camisa y las mangas de la misma. Era una abundante pelambrera oscura, que se acoplaba perfectamente con la piel blanca y rojiza del hombre.

Tomas se vio desviando sus ojos a la entrepierna del hombre, allí donde el pantalón de gabardina se ceñía a la pelvis dejando mucho a la imaginación. Se notaba un buen bulto. Mordiendo su labio, Tomas miró el parabrisas, notando como la lluvia comenzaba a caer.

−Qué bueno que está lloviendo… hace un calor infernal en esta vaina –bramó el chofer.

Tomas ya estaba acostumbrado a ese tipo de palabras, bueno, algo similar a estar acostumbrado. Así que asintió con ligereza, bostezando levemente.

−Sí, aunque no me quejaría, en algunas partes de España el calor suele ser peor… esto no es nada, al igual que esta insípida lluvia –dijo el joven, sonriendo educadamente, estaba cansando, se notaba en los parpados caídos y la voz soñolienta.

−Hala, un español, que bien… pues si viviera en España andaría ahora en puros calzones… odio el calor, es una mierda –dijo el taxista, sonriendo, sin quitar la mirada de la calle.

−Por mí no hay problema que se quite la camisa ahora –soltó Tomas, sin darse de cuenta de lo que decía. Las palabras surgieron de su boca solas, quizá el estar tan cansado por la semana que llevaba encima le estaba afectando. –Lo siento, no quise decir…

−Buena idea, chamo –dijo el hombre− no te disculpes… −mientras una mano sostenía el volante, la otra iba quitando cada botón, Tomas se excito al ver que bajo la camisa el taxista llevaba una franela sin mangas y de ancho cuello, lo que dejaba ver aquellos pectorales bien alzados y la mata de bellos oscuros, una ligera película de sudor se escurría por aquella piel rojiza.

Ah sí. Quería meter su lengua en esos vellos, mientras aquel hombre le iba tocando todo su cuerpo, haciéndole jadear. Y sin darse cuenta, Tomas estaba viendo a los ojos al hombre. El tipo tenía una sonrisa maliciosa, divertida y atractiva, dejando ver ardientes esos labios lisos y carnosos.

− ¿Cree que soy ciego y no veo como miraba, chamo? –Dijo el taxista –se a donde podemos ir un rato…

−Tengo clases…. Quizá luego, si te apetece…

−No sea pendejo, te vas a divertir –exclamó, mientras se pasaba una mano por el abultado bulto entre sus pantalones.

Tomas asintió, mientras se dejaba guiar por otra vía. El hombre condujo dando vuelta a la calle, atravesando otra parte del barrio de Tomas, hasta alcanzar un conjunto cerrado, donde las casas parecían desoladas a esas horas. El auto, para suerte tenía vidrios polarizados.

Enseguida se habían detenido, el hombre echó hacia atrás los asientos y sin pensarlo dos veces, se quitó la camisilla, dejando ver aquel pecho sudado y velludo en todo su esplendor. Tomas sin pensarlo más se lanzó hacía el hombre, buscando su boca con la suya. Enseguida, sus labios se pusieron uno sobre el otro, besándose con fiereza, mientras las manos del uno y el otro exploraban los cuerpos del otro. Ambos jadeaban y el auto se balanceaba levemente.

La lengua del taxista penetró en la boca de Tomas, con agilidad y fuerza, la espalda del español se arqueó levemente, mientras se besaban. Ambas lenguas se movían con furia, bailando una danza suya, enredándose casi con locura, sin parecer querer detenerse. La lengua de Tomas, no menos experta, se vio acariciando el paladar, los dientes y casi la garganta del taxista.

Antes de darse cuenta, el hombre se había bajado el pantalón hasta las rodillas, dejando ver unas piernas velludas de donde emanaba un aroma a hombre, a macho. Tomas se excitó aun mas, viendo la carpa que había en los slips negros del hombre. Se miraron a los ojos y el taxista se abrió un botón en la tela de la prenda, enseguida, erguida y chorreante de líquido pre-seminal, salió disparada una verga de unos veinte centímetros de largo, ancha y roja, parecía arder con furia. Enseguida, Tomas se arrojó hacia ella, quitando el prepucio de la gran cabeza que era el glande y pasando golosamente su lengua por el meato. Enseguida, probó el sabor del líquido pre-seminal, mientras iba dando vueltas con la lengua alrededor del glande. Su boca se apoderó de aquella herramienta ancha y larga, aquel pene parecía sacudirse en su boca, y eso a Tomas le excitaba y, claro, le gustaba.

Tomas alzó los ojos, vislumbrando los gestos de placer que recorrían al receptor de aquella mamada, en la cual el joven español se esmeraba en dar lo mejor de sí. El hombre colocó una de sus grandes manos en la cabella del muchacho, marcando el ritmo de la follada de boca. Aunque Tomas luchaba por tragar como mejor podía, el glande ya alcanzaba su campanilla y sentía las arcadas atacarle, de la comisura de sus ojos lágrimas amenazaban por brotar, pero él seguía, perdido en el aroma a hombre, en aquel falo inmenso y delicioso.

El hombre quitó a Tomas se encima suyo, sonriendo y acariciándole los brazos al joven mientras se acercaba y le plantaba un beso firme y apasionado, no era salvaje, más bien parecía cariñoso, ambas lenguas se encontraron, enredándose de tal manera que el beso ahora si dejaba de ser cariñoso. Pero de nuevo el hombre se separó de Tomas, mientras se bajaba los slips, dejando ver así sus grandes cojones y la mata de pelos negros que cubrían la pelvis y los testículos.

Justo como me gusta. Pensó Tomas, mientras se lanzaba a esos vellos sudados que olían a eso que él llamaba: Un macho de verdad. Lamió con vehemencia, disfrutando del sabor de los vellos, mientras el hombre decía cosas entre dientes, excitando más aun a Tomas. Antes de darse de cuenta, el muchacho de nuevo tenía su boca llena de verga, de esa polla dura y ardiente, tan varonil como ninguna otra que él se hubiera comido antes.

−Ah… me vengo… Oh… −decía entre gemidos el hombre, mientras Tomas se dejaba guiar en aquel frenético ritmo que le marcaba el hombre, y pronto se vio con la boca llena de semen, de una leche cálida, amarga y dulce, y claro, deliciosa para el muchacho. –Me acaba de hacer la mejor mamada que nadie me ha hecho nunca, chamo… −dijo el hombre, tomando el rostro de Tomas en sus manos y dándole un suave beso.

Tomas había mamado algunas otras pollas antes, pero nunca ninguna tan grande, que bueno que el esfuerzo no llego a ser en vano, se dijo.

−Déjeme pagarle –exclamó el hombre besando el cuello de él –le voy a dar por ese culito…

− ¿Qué? ¡No! –bramó el muchacho, enseguida.

Tomas solo había tenido relaciones anales dos veces y ambas veces había servido de activo, que aquel extraño viniera a decirle eso le dejo en blanco. Bajo ningún motivo se dejaría follar su culo virgen por un extraño, ni por muy cachondo que esté o porque el tío esté bastante bueno.

− ¿Es virgen, papi? –dijo el taxista.

−Pues si… ya pasamos el rato, ahora… lléveme al Instituto, pringao’ –farfulló él, sabiendo que el hombre ni sabría el significado de su última palabra.

Pero había un problema más, Tomas estaba excitado, bajo sus pantalones de gabardina se notaba su polla dura y loca por atención.

“Pues me aguanto” se dijo, mientras se acomodaba en su asiento y esperaba a que aquel hombre tomará la marcha una vez más.

Dario Echenique estaba frente a la profesora de la seccional del quinto año, clavaba las uñas de una mano en la otra, mientras sonreía como si de verdad quisiera hacer eso. La profesora, Noris Zambrano lo miraba con el ceño fruncido, tras sus gafas de apariencia frágil. Dario estaba furioso con Gonzalo Ovalles y Luis Valles, los tres habían sido culpables de romper una de las ventanas del tercer piso y ahora él era el único culpable. Era una patada en los cojones tener su fama de malo.

−Bueno, no sé qué hacer más que cambiarlo de sección, Dario. Ya sabemos cómo es usted y sus compañeros…

−Pero profe, no, mire… fue sin querer… −masculló enseguida, con voz firme y mirando directo a los ojos de la mujer−ni que yo quisiera estar partiendo va… cosas por ahí… además, esos hp me echaron tod…

−No culpe a los demás, a usted lo vieron primero los profesores, usted carga el saco solito… lo pasaremos a la sección B…

Sección B ” pensó Dario, mientras su mente dejaba de pensar en aquel incidente. Había pensado solo en una cosa en ese momento, Tomas, el español. Dario, tan varonil, duro, “arrecho” jamás se había sentido tan cautivado por alguien, menos por un hombre, pero Tomas llamaba su atención de una manera u otra extraña. Tenía miedo de que eso pasara a mayores, así que sacudió la cabeza. Por lo menos allí estaría con David.

−Por lo menos no se han armado los grupos del Proyecto Científico –murmuró Dario. –Okay… seré de la B.

Dario sonrió y se levantó de su silla, suspirando. De algún modo ahora enfrentaría un desafío estando con Tomas tan cerca.

Tomas llegó al Colegio, con los ojos fríos, mientras se baja del auto dejo el billete de Veinte bolívares al hombre, aunque este los rechazó. Se sentía extraño, él no quería haber hecho eso, pero bueno, lo había hecho. No había vuelta atrás.

Enseguida estuvo frente al portón, Eda salió a su encuentro, la mujer no era tonta, le basto con ver al chaval para saber que algo le pasaba.

− ¿Qué fue lo que paso? –Dijo enseguida, abriendo el portón –cuando se me fue al medio día no tenía esa cara chapiada…

−Ammm Eda… −susurró él, con un hilo de voz.

Eda mirando a todos lados, se llevó al muchacho a su puesto y lo sentó en una silla, sirviéndole una taza de café caliente, el clima estaba bastante frío. Frunció el ceño y comenzó a acariciarle el cabello.

Ella se preguntaba muchas cosas por aquel niño, si, porque para ella todos eran niños, los había visto crecer, aunque a Tomas no, y eran sus consentidos, sin embargo, se sentía mal cuando algunos de ellos tomaban caminos que no deberían. Y sin conocer a Tomas, solo por lo poco que él decía, sabía que había más por conocer de él.

−A ver, hable, Tomas… me tiene preocupada –dijo, mientras se mordía un labio.

− ¿Recuerdas que una vez me dijiste que yo parecía diferente a los demás? Y no por ser de otro país.

−Sí, recuerdo eso…

−Lo has dicho porque piensas que soy gay, maricón, homosexual, puto… como le quieras llamar…

El rostro de Eda demostró algo de tristeza, mientras negaba de manera apresurada. Si había pensado eso, pero era solo cosa suya. Y ahora se fijaba que había hecho sentir mal al muchacho.

−Ay, mi niño, perdón… a la madre, es que no pienso lo que digo… no quise decir eso, Tom…

−No, está bien –él rió mientras sorbía de su café, alzando sus ojos− soy gay… es la verdad. No estabas equivocada.

Los ojos de Eda se abrieron como platos, mientras tragaba saliva rápidamente, casi con dificultad. Vaya. A eso se refería ella cuando pensaba a “malos caminos” y no le gustaba eso. ¿Por qué los hombres no seguían estando con mujeres, dando el ejemplo? Pero se debía callar sus pensamientos. Es el siglo veintiuno, por más que quisiera no había mucho que hacer o decir, nada sería como en sus días o los de sus padres. Así que prefirió abrazar a Tomas.

−Esto que me ha dicho no sé como tomarlo, Tomasito… pero bueno, se lo respeto, es cosa de cada quien. Y lo apoyaré… aquí la gente jode mucho a las personas gay… aunque no me agrade esto… mucho menos me gusta la discriminación. Hala, todos somos humanos… −rió suavemente, alejándose del joven que llegaba una hora tarde a clase. –Ya va, pero esto no es lo que le tiene mal, Tomas, no soy bruta.

Tomas regresó su mirada al café y suspiró.

−El taxista… hice cosas con el taxista… nos morreamos y se la mame… él quería darme por el…

−Ay… ay no me diga eso, ¿Por qué hizo eso? Si fuera su papá le voy dando una buena tunda e’ palo… podrás ser gay… pero ¿hacerle eso a un extraño?...

−No… bueno… pero… perdón –exclamó él, con voz ronca. Y sin darse de cuenta unas lágrimas surcaban sus mejillas, temblando del frío o de miedo.

−Ay, perdón, Tomas… es que esto es nuevo para mí… seré de mente más abierta, ya verá. Pero no lloré que me parte el alma.

Tomas sonrió y asintió, aquella mujer tenía una clase de humor que le cautivaba y le había atraído de sobremanera, por ello eran amigos.

−Espera… dos cosas más… no me dio por el… bueno –dijo él y Eda suspiró –la segunda cosa es… me gusta alguien de mi clase, Eda.

La mujer asintió y sonrió con algo de malicia, pero con mirada brillando de emoción.

−Dario Echenique… no soy bruta, ya le dije… he visto como lo mira… como dicen: bota la baba por él, Tomasito. –rió ella.

Y Tomas se vio obligado a asentir.

−No es por nada, pero Dario no parece… gay… y de ser así, quizá tenga algo con este… David Gonzales… Dav…

−Ah… Y algo pasa también, no entiendo porque me interesa David… no es que me guste… pero no entiendo… −se mordió el labio inferior. –y no creo que sean gay, ninguno de los dos.

Dijo, suspirando con pesadez.

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Aquí esta el segundo capítulo de esta serie... Espero os guste.

Para las personas de Venezuela: El clima aquí en el Táchira no va bien, un día llueve, uno hace sol, otro día hace frío, otros días calor... Así que lo de "clima cálido" tenéis que sacaros eso de la mente.

A una de las personas que comento esto: Kenny, me has tomado por sorpresa, tío. Jaja, si lees los comentarios de la primera parte sabrás porqué.

Espero vuestros comentarios. Y os pido disculpas por como llevo el tiempo (no voy día a día sino narro como si pasaran semanas y hasta meses) es que se me hace aburrido y pesado ir día a día.

En fin, gracias. Hasta la próxima, el siguiente capítulo estará listo pronto.