Diario de Lizzie 7

Lizzie está a punto de tener su primera envergada. No tiene idea de que con su primer trabajo vendrá su desfloración. Este es el inicio de una nueva etapa en su vida.

Lunes, 05 de agosto de 1997.

Hoy fui a una entrevista de trabajo que me consiguió una amiga de mi mamá, el puesto es de recepcionista en un despacho de abogados. Mis papás no están muy contentos con mi determinación, pero yo quiero tomarme al menos seis meses para pensar bien qué debo hacer con mi vida, ni puta idea de momento, pero al menos quiero decidir qué carrera debería elegir, ya veremos a dónde haré trámites en el calendario siguiente.

Anoche ya pasaban de las 2 de la madrugada y yo seguía sin poder conciliar el sueño, de lo nerviosa que me sentía, se trata de mi primer entrevista, para mi posible primer empleo, ni siquiera sabía qué ponerme.  Estoy consciente de que debo vestir conservadoramente, puesto que se trata de una oficina ubicada en una buena zona de mi ciudad y por lo que sé, se trata de tres abogados y según la televisión, ellos siempre visten de traje y sus asistentes deben vestir bien también.

Decidí armar atuendos para el día siguiente, pero hacía algo de calor y mi casa era una tumba a esas horas, por lo que me levanté de mi cama, cerré con seguro la puerta de mi cuarto y me quité el camisón de dormir. Siento una enorme libertad cada vez que estoy desnuda, desde pequeña disfrutaba quedarme encerrada en casa, solita para poder despojarme de mis ropas y andar así por toda la casa; a veces, me gustaba usar los tacones altos de mi mamá y me movía como las putas de mis películas porno, adoptando posiciones eróticas como si me fueran a coger a media sala, en el patio, en la mesa del comedor, las escaleras, el piso de la sala y un largo etcétera; hoy recuerdo todas esas cosas y me divierte pensar que no he cambiado nada.

Ya sé lo que es mamar verga y me fascina, también he sentido dedos que no sean los propios y lengua en mi caliente panochita; también he probado meterme todo lo que tenga apariencia de pene en la entrada de mi puchita y he sido capaz de tener poderosos orgasmos estimulando mi clítoris con bastante frecuencia.

Recordar todas mis pueriles puterías me puso bastante caliente, por lo que no aguanté más y después de asegurarme de que mi puerta estaba cerrada y la luz de la recámara de mis papás estaba apagada y ambos roncaban, me deshice de mi bikini normal y decidí estrenar una tanga de hilo dental de mi nueva colección, es de color blanco con encajes. Estas prendas se meten riquísimo en la hendidura de mi culo y le dan a mis nalgas un aspecto bastante tentador, espero muy pronto mostrárselo a un macho que sepa apreciar un culito como el mío.

Abrí mi closet y me puse a sacar faldas, vestidos, blusas, pantalones, pero me picaba bastante la panocha, no puedo evitarlo, siempre que uso g-string me excito demasiado y siento una enorme necesidad de sobarme a dos manos. Me paré frente al espejo de cuerpo entero que tengo en mi cuarto y admiré mi perfil.  Me gustan mucho mis tetas, son grandes y redondas; mis pezones son una tentación, no puedo usar brassieres delgados, pero a veces, me gusta andar sin sostén y hacerme la desentendida cuando alguien lo nota. Lejos quedó la niñita que se atemorizaba cuando alguien le hacía comentarios obscenos en la calle, hoy los disfruto sobremanera y hacen que mi panocha chorree de agradecimiento. Tarde se me hace para llegar a casa y aliviar mi deseo, siempre camino aprisa, sintiendo cómo se humedecen mis calzones, cómo bambolean mis pechos y en serio que pareciera que mis labios vaginales quisieran tragarse la entrepierna de mis calzones. Por favor, que alguien me coja!

A veces siento una especie de remordimiento por ser tan puta, es la verdad, pero se me pasa rápido; tampoco es compulsión, solamente necesito atender mi panochita bastante seguido para estar contenta y funcionar en mi vida diaria.

Me senté frente a mi espejote y abrí las piernas de par en par, qué rico se mete en mi culo el hilo dental; hace rato que me bañé, después de trotar un poco, me rasuré la panocha con sumo cuidado, consintiéndola, así que la tengo lisa y suavecita, como de bebita, me puse crema humectante y ahorita, la voy a sobar el doble; mañana por la mañana me tendré que duchar rapidísimo para llegar a la entrevista de trabajo, no tendré tiempo de acariciarla como siempre.

Mis tetotas están bien erguidas y mis pezones, desafiantes, erectos. Me acordé que al pasar trotando por el parque, esa tarde, un fulano se frotó la verga cuando pasé junto a él.  Ya estaba algo viejo, yo apenas lo miré, pero pasé lo bastante cerca de él, para que me rozara el culo con una mano, en vez de molestarme, me excité bastante.

No aminoré mi paso, pero escuché claramente que gritó: te la mamo como la traigas! Ja, ja, ja! Desgraciado viejito! Quise llegar aprisa a casa y apenas me estaba quitando mi short de likra cuando escuché murmullos en la cocina, mis papás estaban en casa, mala suerte, no me gusta frotar mi panocha cuando sé que están ahí, de día, por eso estaba tan excitada por la madrugada, ya de noche era diferente.

Abierta de piernas frente al espejo, comencé a juguetear con mi puchita, la rozaba con mis dedos y por supuesto, empecé a escurrir. Mmmh, qué delicia. Pero no estaba de humor para dedearme, así que tomé un pomo de desodorante de esos con roll on que tengo en mi tocador, está divino como reemplazo de verga por su forma y tamaño. Lo acerqué a mi boca y lo lameteé; llegué a introducirme la mitad en la boca y llegó un  momento en el que me convencí a mí misma de que era una verga caliente y parada la que estaba disfrutando. Con mi mano libre, recorrí un poco la tela que tapaba mi pucha por el frente, mostrando sus labios carnosos, tiernos, qué bonita es mi vulva

Empecé a gemir y me volteé de nalgas al espejo para observar mi culo, me bajé la tanga hasta los tobillos, imaginando que lo hacían unas manos fuertes, que me había seguido el viejo del parque y me había descubierto jugando con el desodorante… él ya estaría completamente desnudo y jalándose la reata en mis narices, sobándose los huevos rellenos de leche, leche destinada a llenarme el útero. Qué rico sería que me manoseara groseramente las nalgas, que olisqueara mi culo, que así a gatas, mordiera mi panocha y jaloneara mis pezones con rudeza. “Así que eres toda una putita? Yo lo sabía, perra!” Me recargué en el extremo de mi cama, abrí más las piernas y las levanté lo más que pude, mi respiración se agitaba, mis pechos se mecían violentamente y me froté el clítoris con la punta redondeada de mi consolador hasta que sentí llegar el orgasmo; lo roté tan rico. Quise introducírmelo completo, pero no lo hice, yo quiero una buena verga, una de verdad….luego, con dos de mis deditos golpeteé mi clítoris inflamado, qué ganas de que se convirtieran en vergas! Empapé mi mano y la lamí extasiada, disfrutando mi fuerte venida.

Cuando me calmé. Tranquilamente recogí mi tanga empapada y la lavé en el baño de mi cuarto, la exprimí delicadamente y la coloqué sobre una toalla para que terminara de secarse, tengo tanta práctica! Luego, limpié mi empapada panocha con bastante papel, en ese instante supe lo que vestiría hoy: una falda negra recta, de vestir que se pega a mi culo como guante y una blusa azul claro con solapas, usaría zapatos negros de tacón, no llevaría medias, asunto arreglado.

Guardé el resto de mi ropa, apagué la luz, abrí mi ventana de par en par y me asomé desnuda, entregándome a la noche, sintiendo el fresco aroma de la madrugada impregnando mi cuerpo entero; apoyé los codos en el marco inferior y dejé que mis pechos colgaran, ofreciéndoselos a la solitaria oscuridad de la calle. Creí ver que alguien me espiaba en una ventana cruzando la calle, pero no estoy segura, tal vez me lo imaginé, qué más da? No pudo ver gran cosa con todo apagado.

Amaneció demasiado pronto para mi gusto, me quedé con sueño, pero lo poquito que dormí lo aproveché al máximo, siempre es así cuando me froto bastante la panocha, duermo como piedra. Me levanté y me bañé rapidísimo. Me vestí con lo que había elegido la noche anterior, incluyendo una tanga de hilo dental color negro, decidí usarla porque cuando uso esas prendas, me siento más segura de mí misma y hoy lo necesité.

Tuve que tomar un camión para llegar al lugar de la entrevista y como no conozco bien esa zona, abordé el primero que pasó, con todo y que iba lleno de gente. Tuve que viajar parada, agarrada del tubo de arriba. El chofer era un verdadero cafre y yo luchaba por no soltar mi agarradera, cuando sentí un bulto familiar pegado a mis nalgas. Yo sé que es común que cuando un autobús va retacado no puedo ponerme pesada, verdad? Además, la verdad? Me excita el contacto furtivo, soy una calenturienta! Debería darme vergüenza. Pues iba yo con las dos manos agarradas al tubo del camión y con un fulano completamente pegado a mi culo, hasta eso que olía bien, miré de reojo y era un estudiante más alto que yo, delgado y no muy feo. Y el diablo me ayuda! En un saltito que dimos todos, por tremendo bache, se me abrieron dos botones del frente de mi blusa, yo? Pues no me dí cuenta, ja, ja, ja. Mis pechos rebotaban con el movimiento del vehículo y se apreciaba todo su nacimiento con mi accidente; instintivamente, abrí las piernas.

Parecía que nos sincronizamos. El muchacho se situó cómodamente entre mis piernas, refregando su verga erecta en mis nalgas, hasta que logró subir mi falda, Dios mío, sentí claramente que su verga me presionaba la raja del culo. Él nunca se la sacó del pantalón y además, con su mochila tapaba lo que estaba ocurriendo. En una de esas, yo empiné el culo, ofreciéndoselo, él tomó mis tetas a dos manos y me susurraba en la nuca: “mamita, qué rica estás! Quiero cogerte, déjame cogerte, siente mi verga, te gusta? Mamita, vámonos de aquí, ándale” Yo tenía los ojos en blanco, estaba siendo manoseada por un desconocido, en un transporte público a plenas 8 de la mañana y era feliz! Qué puta soy, en verdad. “Chichona sabrosa, si hasta te rasuras ahí abajo!, quiero mamarte toda!” Sentía su aliento en mi nuca, mi cuello, una de sus manos pellizcaba mi pezón derecho y la otra ya estaba dedeando torpemente mi panocha hirviendo. Yo solamente mordía mis labios y abría las piernas, pero en un breve momento de lucidez, reconocí la calle que me dijeron y lo aventé hacia atrás con mi trasero, me bajé la falda como un rayo y le dije un débil: “gracias!” a mi improvisado sobador. Él no atinó a hacer ni decir nada, yo ya estaba en la puerta, bajé con otras dos personas, ni siquiera lo volteé a ver. Me arreglé la blusa y las tetas, una de ellas estaba fuera de mi sostén. Tendría que pedir prestado el baño para quitarme la tanga, estaba empapada.

Llegué con media hora de anticipación, así que pregunté por el baño; oriné, me limpié la panocha y me quité la tanga; la doblé y la envolví con un kleenex guardándola en mi bolsa. Retoqué mi maquillaje y me perfumé de nuevo en la nuca; mi furtivo amante me había lamido todo el perfume. Salí a la recepción y me hicieron esperar al abogado dueño del bufete. Los otros dos socios, Jorge y Alberto,  me recibieron y no disimularon su aprobación al saludarme, ya llevo ganados dos de tres. Noté que Alberto le hizo una seña a Jorge y entraron a un despacho, al escuchar risas entre comentarios ahogados, supe que tal vez ya tenía empleo.

Francisco, el que sería mi jefe inmediato, llegó casi una hora después, disculpándose conmigo y sin apenas verme a los ojos. Lástima, es un buen ejemplar, es de esos hombres a los que les queda perfecto el traje que usan, muy educado y por lo que percibí, posee un excelente cuidado en su aseo personal. Me llevó a su oficina y me senté frente a él. Apenas leyó mi solicitud de empleo; procedió a interrogarme y la verdad me hizo sentir bastante incómoda, por ser mi primera vez. “Con que Elizabeth, eh?, qué será, Eli o Lizzie?” Yo prefiero Lizzie, contesté. “Vives con tus papás y no tienes hermanos” Así es. “Y no piensas seguir estudiando, Lizzie?” Claro que sí, le dije, pero justo ahora no estoy segura de qué carrera debo elegir y la verdad, necesito sentirme útil, ganar dinero, trabajar. No tengo experiencia pero soy buena estudiante y sé que puedo aprender lo que se necesite, Licenciado.

“Llámame Frank” o.k., Frank. “Bueno, tengo otras entrevistas, pero ya tengo aquí tu teléfono, yo te avisaré si decidimos contratarte, de acuerdo, Lizzie?” Y se levantó con cortés urgencia de que me saliera de su oficina… Me parece bien, dije, muchas gracias por la oportunidad.

Me acompañó a la puerta pero no hasta el cancel de entrada que abrió y cerró desde la recepción. Qué hombre tan atractivo, pude ver por las fotos enmarcadas en su escritorio que es casado y tiene dos hijos. En fin. Me gustó tanto su cercanía, ojalá que me dé el empleo, sería la mejor de las recepcionistas.

A ver qué pasa con mi nuevo empleo