Diario de Laura
Maravilloso psicólogo que aumentó mi locura.
Este es el primer relato que escribo, mi intención es compartir con vosotros lo bien que me lo paso gracias a mi "trastorno mental".
Tengo 25 años y soy una persona acomodada, poseo una franquicia de una conocida marca de ropa y sólo me paso por allí a hacer caja y revisar el trabajo de las dependientas en ocasiones. Ese trabajo me deja muchisimo tiempo libre que dedico principalmente a mis aficiones y a cuidarme.
Hace un tiempo estuve saliendo con un hombre un poco mayor que yo y que era psicólogo. A mí me habían comentado que era una mujer muy apasionada anteriores parejas, pero lo que éste me dijo me dejó de piedra. Un día, cuando salíamos del cine y paseábamos por un parque de mi ciudad yo lo paré y comencé a besarlo apasionadamente. Cuando le susurré al oído que no llevaba nada bajo la minifalda me dijo que parara, que teníamos que hablar:
Creo que tienes un problema cariño.
Ah, sí! ¿cómo cual?.- dije tratando de que acabara deprisa de hablar y me follara allí mismo, estaba deseosa, además ese sitio me encantaba, me ponía a mil que nos pudieran descubrir.
Verás, no estoy muy seguro, pero creo que eres una ninfómana.- me quedé totalmente anonadada.
¿Qué soy qué?
Una ninfómana, verás tienes todos los síntomas y me resulta preocupante. Si vamos a tener una relación formal no creo que pueda estar todo el tiempo pensando en si me vas a poner los cuernos con un corredor sudoroso en pleno metro.
Cariño, creo que debes trabajar menos, lo único que necesito para disipar tus dudas y demostrarte todo lo que te quiero es que me metas esa adorada polla tuya en mi coño que la llama a gritos.- dije acariciándole el paquete.
Mira, aquí tienes el teléfono de un colega mío especializado en estos casos, espero que lo llames.
Te prometo que lo haré, pero antes apágame amor.- le dije intentando desesperadamente que me follara, pues a estas alturas estaba a mil y cogiendo la tarjeta que me dio.
Aquella noche lo hicimos apasionadamente entre unos arbustos, estábamos completamente desnudos y follando una noche de verano en un parque público, todo era perfecto. Al cabo de poco tiempo lo nuestro se acabó. Me olvidé de la tarjeta y no le di mayor importancia a la tarjeta, hasta que un tiempo después me la volví a encontrar cuando ordenaba mi casa y decidí descubrir cuánto de cierto había en lo que me había dicho.
Llamé y concerté una cita con el doctor Sánchez. Tenía hora para el día siguiente por la mañana. Me puse ropa recatada para dar imagen de desear realmente curarme de mi "terrible enfermedad". Cuando por fin me atendió el doctor me quedé impresionada. Era un hombre de unos 45 años, con un cuerpo excelente como se podía vislumbrar a pesar de la bata y unos ojos azules profundos, tenía unos labios que parecía que en vez de hablar eran una constante incitación al pecado.
Le comenté que una de mis anteriores parejas me había comentado que pensaba que yo podría ser ninfómana y que yo no le había dado importancia, pero que ahora había encontrado a un hombre que me había cambiado la vida y que deseaba curarme para serle fiel y que no tuviese dudas de mi. Por lo visto la historia le convenció y me dijo que pronto empezaríamos el tratamiento.
Pasaron tres meses de tratamiento en los que me acosté con varios hombres y me masturbé más que en toda mi vida, cada vez que volvía de sus consultas me preparaba baños calientes que duraban horas recordando sus labios hablando todo el tiempo sobre sexo y qué prácticas realizaba con desconocidos y si lo había hecho desde la última sesión. Yo me inventaba una correcta vida sexual con una supuesta pareja y volvía a casa a mil por hora.
Por fin después de tanto tiempo me dijo que creía que, si yo había sido totalmente sincera, podíamos dar por terminado el tratamiento. Entonces vi mi oportunidad. Le dije que le agradecía mucho su ayuda y que si sería tan amable de venir un día a cenar conmigo y mi prometido para presentárselo, ya que él estaba deseando conocerlo y agradecerle lo que había hecho por nosotros.
Él accedió sin reservas y quedamos para ese fin de semana. Preparé cuidadosamente la cena y puse la mesa para tres personas. Me puse un vestido de tirantes negro y un tanga de encaje, unas sandalias negras de tacón e aguja, ( he comprobado que a los hombres les gustan mucho ese tipo de zapatos) mi mejor perfume, me recogí el pelo y preparé mi papel. A la hora acordada llamaron a la puerta.
Era él, venía con un traje gris de chaqueta y una camiseta de manga corta negra que dejaba vislumbrar su magnífico cuerpo. Le invité a pasar y me percaté de que se había quedado mirando mi escote, era natural, de cómo iba a sus consultas a cómo estaba esa noche había mucha diferencia. Me disculpé por la ausencia de mi prometido y le expliqué que era conductor de ambulancias y habían tenido una emergencia, le era imposible abandonar el trabajo y no podría venir a cenar, así que era mejor que comenzáramos nosotros solos.
Cenamos con una conversación muy amena y me ocupé de que bebiera mucho vino, uno carísimo que había comprado para la ocasión y con una alta graduación. Cuando recogía la mesa y me disponía a servir el postre tiré un tenedor y me agaché a cogerlo de forma que estoy segura de que tuvo que ver mi tanguita bajo el vestido.
Le dije que estaríamos más cómodos en el sofá para tomar el café y el postre y llevé una bandeja a la mesa que hay frente al sofá de mi casa con dos copas de nata con fresas y el café, lo serví frente a él doblándome de forma que el vestido se separó de mi pecho y dejó en evidencia mis pechos. A esas alturas él ya estaba muy colorado y se había quitado la chaqueta, afirmó que había bebido más de la cuenta, yo le dije que no tenía de que preocuparse. Me senté a su lado y le comenté que estaba leyendo un libro que me gustaba mucho que se lo recomendaba y no sé cuantas tonterías más, entonces dije que estaba en la mesa que estaba al lado del sofá del lado que él estaba sentado, en esa mesa había varios libros y me dispuse a cogerlo por encima de él dejando a la altura de su cara mis pechos cuando lo cogía.
Cuando lo tuve en la mano puse mi cara muy cerca de la suya, de esos labios que tanto había deseado, me acerqué suavemente y le besé, al principio se mostró sorprendido, pero enseguida correspondió a mi beso entrelazando su lengua con la mía y agarrándome por la cintura. Empecé a acariciarle el paquete con suavidad y luego pasé mi mano por debajo de su camiseta tocando por fin ese maravilloso pecho sin dejar de besarle. Él comenzó a subir su mano bajo mi falda acariciándome la cara interna de los muslos, sin llegar a mi coño.
Luego yo ya me senté sobre él con las piernas abiertas y le quité la camiseta, cosa que ambos estábamos deseando y comencé a besar su pecho, pero por lo visto él tenía tantas ganas de mis labios como yo de los suyos, porque en esa posición estuvimos un rato besándonos mientras notaba como su pene pugnaba por salir de sus pantalones bajo mí.
Entonces le desabroché los pantalones y me levanté sobre las rodillas para poder quitarle los pantalones, de los que se deshizo con los pies. Sólo entonces él comenzó a subirme el vestido, y me lo quitó, comenzó a chupar mis pezones que ya estaban totalmente erectos mientras me tocaba la espalda suavemente, de forma que me hacía cosquillas. En esos momentos debí quitarme los zapatos. Entonces cogió con sus dedos nata que aún estaba sobre las fresas en la mesa y me la acercó a la cara, yo agarré sus dedos y chupé sus dedos imaginando que éstos fueran otra cosa, luego, cogió más nata y me la extendió por el pecho, me la fue quitando cuidadosamente con la lengua sin dejarse ni un centímetro.
Yo ya no podía aguantar más, mi coñito estaba totalmente mojado y le bajé los slips como antes hiciera con los pantalones, entonces descubrí una enorme verga que venía sintiendo bajo mí desde hacía rato totalmente erecta. Entonces, por primera vez puede ver lo fuerte que era, sin inmutarse me agarró y se levantó conmigo enredada en su cintura y fuimos al dormitorio sin parar de besarnos.
Me tumbó en la cama y me bajó el tanga muy despacio, como si fuera una muñeca y me estuviera desvistiendo. Yo no me moví, se puso sobre mí, me abrazó y giró de forma que él quedó bajo mí en la postura del misionero, instantes después yo agarré su verga, abrí el cajón de mi mesilla de noche y saqué un condón que le puse cuidadosamente, luego situé ese enorme miembro en la entrada de mi vagina y él empezó a bombear lentamente mientras no parábamos de besarnos, enseguida tuve un orgasmo, y el segundo que tuve coincidió con el suyo.
Cuando acabamos le quité el preservativo y empezó a comer mi coñito, era una auténtico maestro con la lengua, me la introdujo en la vagina y pensé que me iba a morir de gusto, cuando estaba a punto paraba, después volvía a empezar, paraba y comenzaba de nuevo paseándo su lengua por todos mis puntos débiles y deteniéndose mucho en mi clítoris, que esa noche me proporcionó un maravilloso multiorgasmo.
Cuando descansé un poco le dije que era mi turno y le dije que se sentara en un sillón que hay en mi habitación, comencé a hacerle una mamada, traté de tragarme aquella enorme verga, pero me era imposible, lamí delicadamente su glande, le acariciaba los testículos y no tardé en notar cómo crecía dentro de mi boca. En seguida estuvo a punto y entonces le dije con cara divertida:
Vaya, estoy deseando ducharme, si quieres acompañarme - me dirijí al baño y abrí la ducha.
En seguida salió agua templada y me puse bajo ella esperando a que viniera, cuando oí la puerta cerré los ojos y me toqué el pelo, de forma que quedé frente a la puerta sin la cortina de la ducha con los brazos levatados y mis pechos apuntando a quien entrara por la puerta mientras el agua rodaba por mi cuerpo. El pelo caía en mi espada y me dí la vuelta sin abrir los ojos para que lo viera.
Pronto noté sus brazos rodearme y cómo entraba en la ducha. Comenzó a besarme en el cuello desde detrás de mí. Sentí su pene entre mis piernas y le dije que mi culito le estaba esperando. Cogí un bote de vaselina que tenía en la estantería de la ducha y se lo di sin darme la vuelta, me soltó por un momento y oí cómo me decía que me apoyara en la pared, yo lo hice y además eché el trasero hacia atrás, debió estar echándose vaselina en su polla, pero en pocos instantes sentí en mi ano un dedo todo embadurnado de vaselina, al mismo tiempo otro jugaba con mi clítoris y se metía en mi vagina, con lo que me estaba poniendo a tope.
No tardó en dilatar mi ano lo suficiente para meter dos dedos y sentí la punta de su glande en mi ano, se introdujo dentro de mí lentamente y se movió muy despacio, yo sentía esa enorme polla en mi culo y me encantaba, disfruté como nunca, sólo de pensar que era suya debió de aguantar todo lo que pudo, porque una vez más yo ya había tenido un orgasmo gracias a sus trabajos manuales y su verga en mi trasero cuando sentí un montón de semen que lo inundaba. Luego salió de mí y me dio la vuelta, volví a ver esos maravillosos ojos y sobre todo esos labios, nos besamos de nuevo y me dijo que se tenía que ir, era muy tarde. Yo le dije que no pasaba nada, siempre y cuando volviera a cenar algún día, no me contestó.
Se fue al salón y yo me puse una bata y salí para despedirlo, abrí la puerta y le dije:
¿Volverás a verme cariño?
Mira, para tu enfermedad sólo conozco un remedio.
¿Cuál?.- dije un poco asustada. Sonrió y me susurró al oído:
Hacértelo hasta matarte de gusto.- Sonreí y le susurré:
Ya sabes donde encontrarme.
Ya os contaré.