Diario de Josefina Pettinato. 29.05.2013

Guiller se arrimó a mi espalda, abrazándome con suma ternura. Él no suele acostarse desnudo, usa el calzoncillo, como mínimo, pero esta vez noté su pene blandito reposar contra mi culo. Siempre es májico para mí ese tipo de contacto, aunque el aparato de mi maridito esté en reposo. Me pone caliente. Qué le voy a hacer.

Querido diario, te voy a dejar abandonado y sólo durante dos semanas. ¡Me voy de viaje a México!

Seguro que a mi regreso tendré mucho trabajo acumulado. Muchas cosas que contarte.

Antes quiero dejar el incidente con Guillermo de anoche. Algo extraño.

Mi querido esposo , se comportó de un modo novedoso. Yo no quiero presionarle con el tema del sexo por su problema. Quiero quitarle importancia. Así que aunque tenía unas ganas locas de que me hiciese de todo, subí a nuestro dormitorio antes que él, me di un bañito y a dormir.

Lo que no pienso cambiar es mi costumbre de acostarme desnuda, no creo que ese gesto sea ningún tipo de insinuación, ya que lo hago siempre. No me acostumbro a dormir con esos trapitos o pijamitas de flores.

La chica, había puesto sábanas límpias y me encanta la sensación de entrar en una cama con las sabanas oliendo a suavizante.

Pero ha de ser desnuda. El roce con mi piel de ese tegido limpio me encanta. Guiller se había quedado viendo la tele, y cuando se acostó yo ya casi estaba dormida.

Caía en nuestro barrio una fuerte tormenta acompañada de viento. El agua golpeaba en los cristales y de vez en cuando se oía algún trueno lejano. En contra que a otras personas, a mi los relámpagos y truenos no me dan miedo en absoluto, antes al contrario, me encanta ese sonido retumbón que va de menos a más, tembloroso y potente.

Guiller se arrimó a mi espalda, abrazándome con suma ternura. Él no suele acostarse desnudo, usa el calzoncillo, como mínimo, pero esta vez noté su pene blandito reposar contra mi culo. Siempre es májico para mí ese tipo de contacto, aunque el aparato de mi maridito esté en reposo. Me pone caliente. Qué le voy a hacer.

No sabía qué hacer. ¿Querría sexo o simplemente un poco de juego? Le dejé hacer.

-Josefina, escucha-

-Dime-

-No. No hables. Quiero que estés en silencio. Lo que voy a decirte me ha costado mucho tiempo pensarlo detenidamente y decidireme a decírtelo-

Me asustó. Sonaba a desastre aquello.

Dirigió su mano a mi pecho buscando el pezoncito y comenzó a pellizcarlo y a juguetear con él. ¡Joder, eso no debe hacerlo si lo que quiere es hablar. Con las ganas que tengo acumuladas de que me echen un buen polvo, ese tipo de caricias dispara todas mis hormonas. Mi coñito se mojó de forma instantánea.

Guillle habló de nuevo. Sin dejar de jugar con mi pezón.

-Cariño. He tenido muchas veces una fantasía-. Noté que su pene crecía un poquito emparedado entre mi culo y su estómago. Yo obedecía su petición de estar en silencio.

Separó el pene y coló su mano por detrás, entre mis muslos, para comprobar el estado de mis deseos. Su dedo separó los labios de mi sexo y resbaló con el aceite que supuraba. Noté que le gustaba. Extendió la humedad hasta el clítoris y me acarició el botón con la yema del dedo, dulce y pausadamente. Yo me volvía loca de excitación.

-En mis fantasías siempre estás con otro. O con otros- El dedo de Guille entró  más profundo, pero sin penetrar del todo.-Ayer fantaseé en que eran Franc, mi amigo, el que se sobrepasaba contigo. En la oficina en la que trabajas con él-

Moví el culo para jugar con el dedo que se paseaba por mi rajita y él interpretó aquello como que su fantasía me gustaba. Estaba en lo cierto.

Yo también tengo muchas fantasías cuando me masturbo. Aunque con Franc todavía no la había tenido.

Guillermo retiró la mano de atrás y arrimó su cuerpo de nuevo. Me sorprendió con una erección tremenda, últimamente muy rara en él. Su brazo se apoyó en mi cadera y la mano comenzó a tocar mi sexo, esta vez desde alante, jugando con el poquito vello de mi pubis depilado antes de colar el mismo dedo, aún resbaloso, de nuevo en mi chochito palpitante y sediento de caricia.

-Francisco se arrimaba a tí en la oficina y se colocaba delante tuya- No pude evitar ir reviviendo su fantasía, imaginando su relato.

-Eras tú la que le desabrochabas el pantalón y le corrías la cremallera. Yo estaba sentado en el despacho, viéndoos. Me miraste cuando le sacabas el pene del pantalón un largo rato. Mirándome a mí y tocándole a él-

En ese momento del relato, Guille colocó su pene tremendo entre mis muslos. Moví las caderas como una furcia, rozándome contra la estaca de mi esposo.

-Después dejaste de mirarme y te dedicaste a lo que mejor sabes hacer, cariño, comerte un rabo-

¡Joder que zorra me hacían sentir las palabras de mi esposo! Su pene me entró y casi me muero de gusto al notar mi coño dándose de sí, atrapando goloso aquella verga.

No pude evitar el orgasmo inmediato. ¡Tenía tantas ganas de aquello! El dedo de mi marido me estaba trabajando el clítoris y su pene duro como hacía mucho tiempo. Irresistible.

Él lo notó, notó mi orgasmo.

Su erección bajó de repente. Me besó en el cuello.

-Josefina, cariño, te quiero. No digas nada. Duerme-