Diario de Josefina Pettinato. 27.05.2013

Mi esposo, Luis, al que adoro, lleva una temporada en la que en mitad del acto sexual, se viene abajo. Hoy me ha dado placer pero de otra manera.

Querido diario hoy comienzo a escribirte porque se ciernen algunos nubarrones sobre mi vida y quiero que tú, y los lectores de todorelatos compartaís mis experiencias.

27 de mayo de 2013.

En Madrid aún hace frío. En el pequeño huerto de la casa, las tomateras apenas han crecido. Corre un viento fresco,

escesívamente

fresco, diría yo.

Me gusta escribir estas páginas al atardecer, cuando el sol va ya de retirada, pintando las nu

bes del

horizónte

de fuego. Caundo la noche se adivina cercana.

Ayer estaba escribiendo en la terraza del dormitorio. De vez en cuando, para pensar lo que poner, paraba. Se veián las encinas oscuras recortadas contra el cielo amarillo.

Nuestra casa es de la última linea de la

urbanización

y

colinda

con el campo. Comenzaba a haber poca luz para escribir.

Paré definitivamene, dejando la pluma sobre la mesa y observé a mi esposo Guillermo inclinado, trabajando en sus rosales de rosas amarillas. Examina las hojas y las flores en busca de pulgón, y los mata a mano. Uno a uno. ¡jQué paciencia!. No quiere usar

insecticidas

, tiene cierta obsesión por lo ecológico.

Guillermo está algo envejecido desde que le conocí hace tres años. Conserva todo el pelo, ya casi totalmente blanco, a pesar de que solo tiene 53 años. Aún me atrae mi esposo. Es un hombre alto, con una percha impresionante de casi uno noventa. No puedo reprimir un profundo sentimiento de gratitud y de amor cuando le veo ensimismado en sus cosas. Él es mi refugio y mi seguridad.

Es una persona fuerte, y no me refiero a lo físico. Nunca albergó duda alguna sobre nuestra relación. A pesar de la oposición frontal de algunas de las personas más cercanas a él a que nos casáramos. Sobre todo la zorra de su hermana. No la soporto y menos ella a mí.

Siempre ha tenido claro nuestro amor, a pesar de la diferencia de edad, yo tengo 25 años, 28 menos que él. Siempre supo que lo nuestro iba a continuar, a pesar de nuestras

procedencias

, tan

abismalmente

distintas

. Guillermo proviene de familia adinerada, empresarios y banqueros. Yo soy una

simple

periodista con pretensiones de escritora, y mi padre era

taxista. Y digo era, porque nos dejó hace ya cinco años.

Mi esposo se giró y me miró desde su rosaleda.

-¿No tienes frío, ahí sentada en el balcón?-

Le sonreí y le negué con la cabeza. Él insistió.

-Tu manía de escribir en ese balcón te va a constar un resfriado de los gordos cualquier día. Ya lo verás-

-No te preocupes Guille. Estoy bien abrigada- Me cogí la

rebeca

por el pecho y se la enseñé. -No tengo frío mi amor-

Era mentira, estaba helada, sobre todo los pies. Disimulé un ratito y en seguida cogí mi diario y la pluma y entre al dormitorio. Es una habitación enorme, decorada un poco a la antigua según mis gustos, demasiado

clásica

.

Al cerrar la puerta corredera de cristal noté el calor abrazándome. El termostato siempre esta a 25 grados, en invierno y en verano. Es mi temperatura ideal.

Me desprendí del

rebecón

de lana color crudo y de toda la ropa interior

y me puse mi

batita

de estar en casa. Está muy vieja, pero me encanta estar con ella, creo que está hecha a mí y yo a ella. Es cortita, a medio muslo. Me gusta estar desnuda bajo la bata. Me gusta atar el cinturón y sentir la sensación de mis senos libres y mi cosita sin apreturas ni abrigos

inecesarios

. Siempre he disfrutado de la desnudez, me provoca una sensación de agradable libertad.

Bajé a la cocina y herví judías verdes, patatas y un huevo para cada uno. Oí mientras estaba atareada con los fogones a Guillermo entrando en casa. Se daría como cada tarde su baño y después cenaríamos.

-Josefina-

-Dime-

-Mañana salgo para Londres. Sólo estaré un día- Se apresuró a matizar.

-¡Joder!. ¿Otra vez a Londres?. Estuviste allí la semana pasada- Dije con enfado.

-Ya hija. ¿Qué quieres que le haga?. Sabes que cuando tengo que ir a un sitio, es que tengo que ir-

-Vaya fastidio-

Le observaba cenándose sus judias con patatas y huevo duro. Cómo se pone el aceite y machaca las patatas con el tenedor. Me volvió a invadir un sentimiento de ternura hacia mi esposo. Pero esta vez aderezado con una buena porción de apetito sexual.

-Me voy a dar un baño caliente, amor- Guille había tenido razón. Me sentía helada aún. Desde que entre de la terraza no había terminado de entrar en calor.

-¡Lo vés! ¿A qué te has quedado fría?. Te lo he dicho mil veces. Mientras no haga mejor, deberías escribir dentro. Como en invierno-

-Tienes razón cariño. Como siempre- Le dije mientras recogía la mesa y metía los platos en el lavavajillas.

Antes de subir me acerqué y le dí un beso en la boca. Uno de esos besos con los que una mujer comunica sus ganas al esposo. La mano de Guille se coló durante el beso por debajo del batín y acarició los mofletes del culo. Recorriéndolo de lado a lado y en redóndo, apretando el moflete, estrujando y volviendo a acariciar.

Me encantó sentir su mano caliente recorrer mis territorios traseros.

-¿Lo ves? Aún tienes el culo frío- Nos reimos. Yo le pregunté con voz mimosona e insinuante.

-Pero.........¿Te gusta?-

No contestó.

Puso su dedito sobre el mismísimo orificio anal, colándolo entre los dos cachetes. Es increíble la punteria que tiene el condenado.

Me miró directo a los ojos y sacó la lengua, moviendola de lado a lado de sus labios y a la vez comenzó a hacer el mismo movimiento con el dedo junto al agujerito de mi culete.

Me abrí de piernas para facilitar, para sentir mejor el toqueteo sobre mi arete.

Guille dirigió su dedo hacia alante, buscando la rajita donde yo quería que llegara y comprobó mis ganas, delatadas por esas gotitas de aceite que se me escapaban ya.

Se untó el dedo con ellos y volvió a culo. Apretó, comunicándome sus intenciones de sodomizarlo y yo respóndí aflojando el esfinter y abriéndole la bata para que mis pechos quedaran a la altura de sus morritos. Yo estaba de pie y el sentado.

-¡Qué buenísima estas hija!

Tomé uno de mis pechos y se lo puse junto a los labios. El sacó la lengua y comenzó a darle poniendo la lengua dura. Sabe como ponerme cardiaca en cinco segundos. Como levantar mis pitones. Sabe que juego hacer y como hacerlo.

El dedo entró en mi culo y perdí la vista un par de segundos por culpa del placer.

-¿Te gusta, así?¿O lo quieres más fuerte?

Siguíó lamiendo mi pezón. Pero yo le cambié de teta.

-Sigue Guille, sigueee- Se lo pedí en medio de un jadeo pesado, mi respiración entrecortada. Abriendo aún más las piernas. Sintiéndome como una golfa.

Metí tres dedos de mi mano derecha en su boca y el los llenó de saliva, sabe lo que me gusta y lo que ha de hacer.

Me los puse directamente sobre el coño, embadurnándolo todo con la saliva, busqué el clítoris y comencé a masturbarlo.

-¡Como me gusta verte así, cielo! Así de burra-

-Insúltame Guille-

-¡Cómo me gusta verte así, so zorra! Siempre has sido muy puta, pero cada día lo eres más y más te gusta que te follen el culo!

-Ahhhhhhhhhhh. Sigue, sigue, sigue-

-Zorra- Y me mordió el pezón, casi haciendome daño-

-Puta- Mordiendo el del otro pecho.

Cuando estoy en esas y me insultan la excitación me sube como la espuma. Me vuelvo loca.

Tiré la bata al suelo quedándome desnuda del todo.

Vino un azote de mi marido en el culo, fuerte, sonoro, junto a otro bocado en mi tetilla. Me hizo daño con ambos. Peró me gustó tanto que sentí venir el orgasmos con mis dedos jugando abajo.

-Me voy a correr Guille. Me corro-

-No. Espera, espera-

Me sentó en la mesa y apartó mi mano masturbadora

-Tócate tu las tetas, déjame a mi esto, cerda-

Se inclinó y sentí su lengua llegar. ¡Joder! ¡Qué gustazo tan inmenso!

Jadee como una perra. Suspire leves gritos mientras aquella lengua juguetona me hacía verdaderas perrerías.

La mesa estaba recogida y me tumbé para dejarle hacer mejor. Abriendo los muslos hasta el infinito.

Él metió tres o cuatro dedos en el coño totalmente mojado ya y se abalanzó con sus fauces sobre la presa.

¡Cómo me come mi esposo!

Grité fuerte y él aumentó la velocidad de su mano folladora. Y unos de los dedos de la otra mano volvió a llenarme el culo.

-¡Córrete puta!

No hizo falta nada más.

Guillermo notó las convulsiones del orgasmo en sus dedos y en su boca.

Quedamos así un buen rato. Yo exhausta por el episodio. Él sentado en la silla, besando mis pies y acariciando mis muslos y mi pubis.

Luego se levantó y se reclinó sobre mi cuerpo desnudo, Me beso los pezones aún mojados por su saliva.

-Anda sube y date ese baño. Entrarás en calor del todo-

Le besé y subí las escaleras rejuvenecida por el orgasmo pero triste por él.

Querido diario, Guillermo lleva sin tener un orgasmo conmigo más de dos meses. Las veces que me ha penetrado, se le ha venido a bajo a los cinco o diez minutos.

No tengo quejas en cuanto a orgasmos míos. Mi esposo me satisface haciendo lo que le pida, o lo que el intuye que deseo. Pero estoy preocupada por él. No quiere que hablemos del tema y yo respeto eso.

Pero intuyo que este cambio va a cambiar nuestras vidas.

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Gracias por compartir conmigo.