Diario de George Geldof 9
George va ha ser padre, prepara a la mujer de Tom para que se someta a su marido, participa en la guerra de secesión. Cuando vuelve a casa, ayuda a unas mujeres que han quedado solas en el rancho porque sus maridos están en el ejército todavía
-Perdona amo, pero tengo que decirte algo.
-Habla.
-Van ya tres veces que no sangro.
-¿Y qué me im….? ¿Estás embarazada?
Diario de George Geldof - 9
-Si, amo. Perdóname.
-¿Y por qué no me lo has dicho antes?
-Perdona, amo, pero no quería dejarte tan pronto.
-¿Por qué me vas a dejar?
-Tendré que ir al barracón de las embarazadas.
-Tú no irás allí. Permaneceréis a mi lado tanto tú como nuestro hijo.
-¡Gracias, amo! –Dijo, llorando de alegría. Me hizo girar con mi polla dentro y empezó a moverse despacio hasta queme llevó al orgasmo.
Siguió besando mi cuerpo y mi polla hasta que me puso nuevamente en forma. Se colocó sobre ella y fue bajando poco a poco hasta que se la metió entera. Siguió moviéndose hasta que se corrió ella, luego, la sacó y se la metió por el culo con la misma lentitud. Yo la veía hacer extasiado, disfrutando de sus movimientos y del placer que me daba. Al mismo tiempo que entraba y salía, se acariciaba el clítoris, hasta que alcanzó un nuevo orgasmo, cuyas contracciones en el ano volvieron a provocar el mío.
Tras esto, nos quedamos dormidos un rato. Me despertó Sara como siempre hacía, haciéndome una buena mamada. Cuando acabé y ella se hubo tragado todo, desnudos, fuimos a ver a Yulia.
Nada más entrar, dijo.
-Amo, agua por favor, agua.
-Vaya, parece que esta puta tiene sed. –Le dije mientras me ponía a su lado.
-No soy una puta, amo. –Exclamó.
-Zas, Zas, Zas, Zas
Crucé sus mejillas con dos bofetadas en cada una, que le hicieron bailar la cabeza.
-Tú serás lo que yo diga. ¿Entendido?
-Si amo. Perdón amo.
-Así que tienes sed. Bien. Vamos a hacer lo siguiente: Me vas a chupar la polla hasta que me corra y te tragarás todo. Cuando lo hagas, podrás beber toda el agua que quieras.
-Amo, no se hacerlo. No lo he hecho nunca. Además, me da mucho asco, amo.
-Más te vale que aprendas a hacerlo rápido si no quieres morir de sed. Y si cae una gota al suelo, te azotaré hasta arrancarte la piel a tiras.
Solté sus brazos entumecidos y se los até a la espalda. La puse de rodillas y acerqué un taburete, donde me senté con la polla, que estaba en reposo, fuera ya y una pierna a cada lado de ella.
-Cuando quieras.- Le dije.- Y cuidado con hacerme el más mínimo daño
Acercó su boca con gesto de asco, sacó la lengua y la rozó durante un momento, retirándose a continuación
-Zas, Zas
Dos nuevas bofetadas la hicieron volver a mi polla y metérsela en la boca.
Ponía los labios en círculo y la iba metiendo y sacando de su boca, sin conseguir grandes avances, no en vano acababa de correrme.
Ella seguía y seguía, con cara de desilusión y llorando.
-Prueba a pasar la lengua por la punta también. –Me decidí a ayudarla.
Ella me hizo caso con torpeza. Algunas veces llegó a tocarme con los dientes, lo que le valió un par de bofetadas.
Después de tres cuartos de hora largos, tuve que decirle que dejase a Sara que le enseñase, cosa que hizo al momento, consiguiendo una mediana erección enseguida.
-Sigue tú ahora.
Tomó el relevo y noté que algo había aprendido. Aún así, le costó más de media hora más conseguir que me corriera. Cuando lo hice, sujeté su cabeza para descargar todo en su garganta, lo que la hizo toser y estuvo a punto de vomitar, pero mi mirada severa la hizo desistir y aguantar.
La llevé a uno de los postes verticales y la sujeté por el cuello a él, sin soltar sus manos.
-Dale agua y la envuelves en una manta. Luego vienes a mi cama. Ella que duerma ahí. –Le dije a Sara mientras me marchaba.
Esa noche dormí con Sara abrazada.
Al día siguiente, cuando se puso en marcha mi despertadora, le dije que lo dejara, que teníamos que enseñar a Yulia.
Cuando pasamos a la sala, Yulia llevaba el pelo suelto y cepillado, en lugar del moño alto y despeinado que llevaba el día anterior.
-¿Has sido tú? -Pregunté más que nada por confirmar.
-Si, amo, cuando me he despertado era pronto y he venido a arreglarla para ti.
Sin decir nada más, la desaté del poste y la volví a poner en el sitio del día anterior, conmigo delante y mi polla ya casi tiesa.
Durante toda la mañana la tuve practicando felaciones. Cuando me sacaba una corrida, esperaba para recuperarme y cuando le hacía una señal, ella volvía a ponerse en posición y a intentar sacarme otro orgasmo. Aprendió a realizar mamadas perfectas, pero a mí me dejó totalmente agotado.
Serían ya sobre las dos de la tarde cuando decidí dejarlo y comer algo. Y en ello estaba con las dos hembras desnudas a mi lado para servirme mientras comía, cuando de pronto, se abrió la puerta y entró Tom.
-Hola George….
-Vaya, veo que has avanzado mucho, en menos de un día ya has conseguido que esté desnuda.
-Hola Tom, siéntate y come algo conmigo.
-No George, ya he comido. Sólo pasaba para ver como iban las cosas.
-Por lo menos, tomarás una cerveza.
-Eso si. Siempre entra bien.
Hice una señal a Sara, que salió y volvió con una jarra de cerveza.
-¿Y ha sido duro? –Preguntó después de dar un largo trago.
-No te puedes imaginar lo que me ha costado. Estoy agotado –Le dije mientras hacía una señal a Yulia.
Esta se dirigió hacia su marido, se arrodilló ante él, sacó su polla y, ante la cara de estupefacción de él, se puso a hacerle una mamada.
Pillado por sorpresa y ante el gran trabajo de ella, no tardó en correrse, pudiendo comprobar cómo se tragaba todo y se la dejaba perfectamente limpia.
-¡Increíble! He esperado años para que me hiciese esto sin conseguirlo. Realmente no me lo esperaba. ¿Tienes más sorpresas?
-No, Tom. De momento, eso es todo. Aún tiene que perfeccionar la técnica, como habrás podido comprobar, pero si que ha sido un buen avance.
El afirmó con la cabeza, aunque dudo que se hubiese percatado de la técnica, pero enseguida le dijo:
-Repite, pero esmérate más.
Ella volvió a lamer su polla en toda su extensión, a lamer los bordes del glande, a chuparla metiéndosela hasta la garganta. (Era algo más pequeña que la mía, por lo que le entraba sin dificultad). El solo decía y repetía:
-Ooooohhhhh. Qué bueno…, que bueno
Una vez limpio, tras haberse corrido, se dirigió a la puerta mientras me decía:
-Eres muy bueno con esto, George. Cuando lo sepan los vecinos, no te va a faltar trabajo…
Cuando terminé mi comida, les tocó el turno a las esclavas. Yo estuve comprobando que Sara comía convenientemente, para que nuestro hijo se desarrollase fuerte y sano.
Después de corregirla en algún momento y una vez terminada su comida, les di orden de pasar a la sala, donde volví a atar a Yulia sobre le eje horizontal con las piernas abierta al máximo y su culo en pompa.
Ella, pensando en que la iba a golpear nuevamente, se puso a llorar en silencio.
Tomé uno de esos aparatos que tienen los médicos para solucionar los problemas de estreñimiento y mandé a Sara a llenar el recipiente de agua, mientras untaba de aceite el tubo y abría su ano para introducir la punta.
-No, amo. Por favor. Por ahí no.
-Zass, zass
No dije nada, solo dos fuertes palmadas sobre su culo y no volvió a abrir la boca.
Cuando volvió Sara, enchufé el tubo y abrí la espita, dejando que el agua entrase en su cuerpo.
Ella, que no había visto los preparativos, solamente los había sentido, soltó un grito
-Aaaaaaaaagggggggggg.
-Zass, zass, zass, zass
Nuevas palmadas en su culo la hicieron callar y ponerse a llorar. Cuando todo el contenido del recipiente entró en su culo, le dije:
-Voy a retirar el tubo de tu culo. No quiero que derrames ni una gota hasta que te lo diga, si no quieres probar la pala otra vez.
Retiré el tubo y observé como cerraba su ano con fuerza para que no escapase nada.
Al haber sido una caballeriza, tenía una buena salida de aguas, para eliminar los orines de los caballos, y me había preocupado de colocarla en el mejor lugar para que soltase el líquido. Al estar con las piernas abiertas, rápidamente empezó a decirme:
-Amo, no puedo más.
-Amo, se me va a escapar.
-Amo, por favor…
-Puedes soltarlo ya. –Le dije.
-Por favor amo, me da mucha vergüenza. Permítame hacerlo en soledad.
Tomé la pala, me situé a su lado y le di un fuerte golpe. Ella, no pudo controlar su esfínter y una fuente de porquería y agua marrón surgió de su culo, mientras le decía:
-No tienes derecho a pedir nada. Harás las cosas donde se te diga y cuando se te diga.
Mandé a Sara lanzar unos cubos de agua para arrastrar toda la suciedad y que quedase limpio y volvimos a repetir el tratamiento.
Una vez limpio todo y limpia ella, le hice unas indicaciones a Sara sobre lo que quería que hiciese y la coloqué detrás. A mi señal, Sara empezó a untar aceite en el ano de ella y a meter los dedos. Las dejé así y fui a dar una vuelta por la plantación. Al volver, de noche ya, vi como Sara metía toda la mano en el culo de Yulia, mientras ella gemía de placer.
-¿Se ha corrido? –Pregunté
-Si, mi amo. Varias veces ya.
-¿Está lista?
-Si amo. Lista para lo que el amo quiera.
-Bien. Mañana la probaré.
Cenamos y nos fuimos a dormir. Esta vez, ella durmió en el suelo, a mi lado.
Al amanecer, fui a la sala, seguido de ellas, y procedí a atar a Yulia colgada por los brazos, tomé la fusta que más me gustaba y procedí a darle en el culo. Ella solamente se quejaba con grandes gritos, hasta que Sara le hizo señas de que no gritase y agradeciese el castigo. Yo hice como que no lo había visto.
-Gracias, amo. –Empezó a decir con cada golpe, sin gritar pero con grandes lágrimas.
Azoté sus nalgas, muslos, espalda, tripa y tetas.
Su cuerpo quedó cruzado de marcas rojas formando cuadrados o rombos por todo su cuerpo.
Luego, até sus tobillos levantando sus piernas y separándolas bien, para asestar dos fustazos directamente en su coño.
Tras esto, la desaté y dejé que Sara la cubriese de aceite sobre las marcas.
Me miró con cara interrogante y le dije
-¿Qué tienes que decir?
-¿Por qué, amo?
-Porque me apetecía. Te lo advertí ayer. Te castigaré si haces algo mal, pero también cada vez que me apetezca. Procura acostumbrarte pronto al dolor.
-Amo, está empapada. –Dijo Sara mientras metía y sacaba los dedos de su coño.
Coloqué la viga transversal a la altura de su cintura y tomándola del pelo, la coloqué sobre ella, esta vez sin atar, diciéndole:
-Abre bien las piernas y no te muevas. –Cosa que hizo rápidamente.
Volvimos a repetir la experiencia del enema, con la diferencia de que, mientras sujetaba el tubo con una mano, con la otra le acariciaba el clítoris. Con eso, las contracciones metían más adentro y más rápido el agua, por lo que tuve que enviar a Sara a por más. Tras meterle el segundo casi completo, lo retiré al no admitir más y le metí en el culo el taco de madera que utilizaba para empalarlas en el travesaño, la hice retenerlo un rato y cuando empezó a quejarse de los dolores y retorcijones de tripas, le di permiso retirando el tapón, dándome ella la sorpresa de que, al expulsar la inmundicia, se corrió.
Después de volver a limpiarlo todo y a ella, saqué mi polla, dura desde hacía ya rato, hice una señal a Sara para que me la untase bien de aceite y acercándome, se la clavé de golpe por el culo.
Entró sin problemas, todavía lo tenía bien abierto, y estuve follándola largo rato. Llegó a correrse dos veces, antes de que le llenase el culo con mi leche.
Luego le dije a Sara que le enseñase a comer coños perfectamente, cosa a la que dedicaron la tarde. Yo las estuve mirando un rato, mientras Yulia aprendía a comerle el coño a Sara y volví a marcharme para dar una vuelta por la plantación.
A mi vuelta, las encontré como las había dejado. Sara, al verme me dijo.
-Por favor, amo, deja que acabe ya. Sabe comer un coño tan bien que no puedo aguantar más de los orgasmos que he tenido.
Las mandé levantarse y nos fuimos a cenar. Por la noche, dormimos los tres en la cama, pero como Sara estaba agotada, me dediqué por entero a Yulia, besándola, lamiendo su cuello, sus orejas, sus pezones, apretando sus pechos hasta el dolor y bajando a su coño para lamerlo, chupar su clítoris y meterle los dedos. Cuando alcanzó su primer orgasmo, me acosté boca arriba en la cama y le mandé que me follase.
Lo hizo con torpeza. Se subió sobre mí y se la clavó sin más.
Zass, Zass
Dos bofetadas la detuvieron.
-Sácate mi polla de ese coño de mierda y métetela correctamente.
-No se hacerlo, amo.
-Levántate y pasa la punta de mi polla por la entrada de tu coño. Luego te la metes poco a poco, avanzando y retrocediendo, que yo vea cómo entra. Cuando la tengas dentro, mueves el coño adelante y atrás, sacando y metiendo hasta que me corra. Tú te correrás si te doy permiso.
Entendió a la primera. Se levantó sobre sus rodillas y se acercó la polla hasta que rozó su raja, recorriéndola arriba y abajo con lentitud varias veces.
-MMMMMM.
Gimió de excitación, por mi polla empezó a bajar líneas de su flujo.
-Empieza a metértela.
Puso la punta en su entrada y empezó a meterla poco a poco, sacando un trocito de vez en cuando. Fue bajando lentamente hasta que la tuvo toda dentro, entonces comenzó el movimiento atrás y adelante con su pelvis.
Ese movimiento, que produce un gran roce de la polla con los bordes del coño y fricciona el clítoris, la tenía al borde del orgasmo. Ella misma frenaba o detenía los movimientos cuando lo sentía cercano.
Estuvimos mucho rato en esta situación, Ella no sabía como aguantar más. Cuando me sentí cercano a mi orgasmo le dije:
-Métetela ahora por el culo y cuando me haya corrido, puedes correrte tú.
No había terminado de hablar y ya la había cambiado y empezó a moverse rápidamente, lo que aceleró su orgasmo, pero las contracciones de su ano, provocaron también el mío.
Cuando cesaron las contracciones y se recuperó, le dije:
-No me has obedecido. Te has corrido antes que yo.
-Perdón, amo. No he podido contenerme más.
-Eso no me importa. Mañana serás castigada por ello.
-Si, amo, gracias amo.
Besé a Sara y me dormí con una a cada lado. Sara apoyada contra mi cuerpo.
Al día siguiente, lo primero que hice fue aplicar el castigo pendiente. La hice colocarse con las manos separadas y apoyadas sobre la viga, las piernas bien abiertas y tomé la pala de madera.
-No quiero que te muevas ni te quejes, si lo haces, volveré a empezar. Si te mueves mucho, te ataré y doblaré el castigo. Permanece siempre mirando al frente. Vas a recibir cinco golpes en cada lado. Cuéntalos y dame las gracias por corregirte. ¿Lo has entendido?
-Si, amo.
Me moví de lado a lado para que no supiese cuando le daba el golpe y…
-Zasss
-Mmmm. Uno, gracias amo.
-Zasss
-mm. Dos, gracias amo.
-Zasss
-Fffff. Tres, gracias amo.
- …
-fff Diez, gracias amo.
-Te as portado bien. ¡Sara! Aplica aceite en su culo.
Observé cómo lo hacía, y cómo aprovechaba para lubricar su culo y su coño. Lo que la dejo nuevamente excitada.
Durante toda la semana seguí entrenándola con las prácticas que me habían aplicado las putas de la India, los enemas y los azotes tanto con pala como con látigo y fusta. Todos los días venía Tom para ver los avances, pero solamente le dejaba que le hiciese la correspondiente mamada.
-Se ve que ya dominas la felación. –Dijo un día.- Jamás me la habían hecho tan bien.
Al cabo de la semana, cité a Tom para el día siguiente para que viese los avances de su mujer.
Se presentó tan a primera hora que me encontró desayunando y con su mujer bajo la mesa haciéndome una mamada.
-Buenos días, Tom. Llegas a tiempo. ¿Quieres dar el desayuno a tu mujer?
-No, George. Ando impaciente por ver los adelantos que has conseguido.
Dado que prácticamente ya había terminado de desayunar, le dije:
-Pasemos entonces a la sala.
Entramos juntos, seguidos por las esclavas y, haciéndome a un lado, señalé el conjunto y le dije:
-Es todo tuyo. Haz lo que quieras.
Me miró, fue hasta el travesaño y llamó a Yulia. Cuando se disponía a atarla, le dije.
-No es necesario que la ates, si no quieres.
Sin decir nada, le dio orden de poner las manos en el travesaño, tomó la pala de madera y le dio un golpe.
-Uno. Gracias amo.
Se le cayó la pala de la mano. No dijo nada, pero me miraba mientras se agachaba a tomarla de nuevo.
-Dos, gracias amo. –Como respuesta al segundo golpe.
Siguió dando golpes espaciados hasta completar cuatro.
-¡Magnífico! –Exclamó ilusionado, - Estás avanzando a pasos agigantados.
Estaba dispuesto a retirarse. El pantalón se abultaba por la potente erección que tenía.
-¿No quieres descargar tus cojones antes?
-Me encantaría. ¿Por donde está preparada?
-Por donde quieras.
-¿Su culo también?
-Prueba…
Se la sacó, escupió en la punta y se la metió directamente por el culo. Un suave gemido acompañó su entrada.
Se estuvo moviendo y estrujando sus tetas hasta que se corrió abundantemente en su culo. Al sacarla, Yulia se dio la vuelta y agachándose ante él, con las piernas bien abiertas, enseñando su coño mojado y dejando caer los gruesos goterones de semen desde su culo, tomó su polla y se la dejó perfectamente limpia y empalmada nuevamente.
Volvió a colocarla y se la clavó en el coño. Yo tomé a Sara y nos salimos para dejarlos solos.
Estuvieron toda la mañana encerrados. Yo mandé a Sara para que nos trajesen la comida allí, y, cuando salieron, nos sentamos a comer los dos, mientras ellas nos servían. Al ver que Yulia no podía casi moverse como consecuencia de las intensas folladas, azotes, latigazos y golpes de paleta. Le dije que se retirara y quedó sirviéndonos Sara y unos criados de la casa.
-Has hecho un gran trabajo. –Me dijo. –Siempre estaré en deuda contigo. La quiero con locura, pero jamás ha consentido en lo de hoy, que es lo que más placer me da a mí.
-Mi deuda es mayor contigo al admitirme en tu plantación.
Siguió con alabanzas y preguntas sobre cómo lo había conseguido y hasta donde era capaz de llegar. Yo las fui contestando y ampliando explicaciones, mientras transcurría nuestra comida.
Al terminar, me ofreció una buena cantidad de dinero en oro, diciendo, ante mi rechazo, que no era nada para lo que yo le había dado a él, obligándome a aceptarlo.
Me lo ofreció en oro porque todo el dinero que conseguía lo convertía en ese metal y lo guardaba, con la intención de enviarlo a Inglaterra en cuanto tuviese oportunidad para aumentar mi patrimonio.
Los meses pasaron y Sara dio a luz un precioso mulato, que tomé en mis brazos con ilusión y miedo, al que puse por nombre Richard, en recuerdo de quien me había acogido y había sido mi padre hasta su muerte.
Unos años después estalló la guerra entre el norte y el sur, al principio parecía algo lejano, pero pronto empezaron las reuniones para reclutar voluntarios para luchar, al unirse nuestro estado a la Confederación.
Acompañé a Tom a algunas de las reuniones, en la última de las cuales, y como consecuencia de mi vida anterior, salí como Capitán de las fuerzas armadas y poco tiempo después, tras entrenar a mis hombres, con Tom a mi lado, partimos al frente para ponernos a las órdenes del general Lee.
Mi compañía fue encargada de atacar al ejército del norte por sus flancos, realizando incursiones y atacando a las compañías enemigas que encontrábamos realizando batidas.
Tuvimos mucho éxito, y comenzamos capturando gran cantidad de enemigos, pero eso nos obligaba a volver a nuestras líneas para entregarlos, con la consecuente pérdida de posición por nuestra parte.
Para evitarlo, en uno de los ataques en los que obligamos a rendirse a una patrulla con sus oficiales, reuní a estos y negocié con ellos. Yo les daba la libertad si ellos entregaban las armas y daban su palabra de honor de no volver a empuñarlas. Por suerte aceptaron todos y así lo hicimos.
Esto se repitió con bastantes patrullas, y pude enterarme que los primeros fueron severamente castigados, pero poco a poco fueron aceptándolo y dedicando a los capturados a tareas tras las líneas. Mientras, fui creándome fama entre los enemigos, llegando a ser un honor para ellos el ser vencidos por mí y la gente bajo mi mando. También cuando sabían que se enfrentaban a mis hombres, no luchaban a la desesperada, sabiendo que no iban a ser masacrados como había ocurrido en otros frentes. Tanto oficiales como soldados, cuando eran llevados ante mí, después de su captura, me saludaban como a uno de sus oficiales de más alto rango.
No todo fueron buenas experiencias. Durante los combates, casi todos estuvimos a punto de morir de una forma u otra, siendo ayudados por los compañeros. Otros no tuvieron tanta suerte y fallecieron. Yo mismo, como consecuencia de un mal movimiento de mi caballo y mi posterior caída del mismo, estuve a punto de morir a manos de un rifle enemigo. Gracias a Birdwhistle, uno de mis sargentos, que fue más rápido en disparar, logré conservar la vida. Eso creó una gran camaradería entre todos.
Nos movíamos constantemente, camuflados por los bosques y zonas montañosas, durmiendo en ranchos apartados o a la intemperie.
Una de las cosas de las que no estoy orgulloso, ocurrió en uno de los ranchos donde fuimos a pernoctar. Al acercarnos a la vivienda cuando ya oscurecía, una voz nos dio el alto, al tiempo que un rifle aparecía por una de las ventanas.
-¡Alto! Deténganse, den media vuelta y regresen por donde han venido, al primero que se acerque le pegaré un tiro.
-No venimos a hacer daño a nadie. –Dije yo. –Solamente buscamos cobijarnos en su establo esta noche y salir temprano por la mañana. Tiene nuestra palabra de que ni usted ni su familia sufrirá daño alguno.
-Lárguense de aquí. No lo repetiré. A la próxima dispararé.
El sargento Birdwhistle, desmontó del caballo, dejó sus armas allí y comenzó a acercarse con las manos en alto, diciendo.
-No tenemos intención de hacerles daño. Solamente queremos descansar y encender un fuego para comer caliente. No corren…
Un disparo desde la casa dio con el sargento en tierra. Antes de darme cuenta, un aluvión de balas chocó con la ventana y sus alrededores. Se oyó un grito de mujer, mientras mis hombres corrían y entraban en la casa tanto por la puerta como por la ventana destrozada.
Cuando llegué yo, mis hombres apuntaban a una joven, su marido estaba muerto junto a la ventana, ella, ilesa, abrazaba el cadáver y lloraba.
-No era necesario llegar a esto. –Dije yo. –No pretendíamos hacerles ningún daño. Ahora ya no hay remedio.
Comprobé que mi sargento sufría una herida limpia en el hombro, con entrada y salida de bala. Lo trasladamos a la única cama de la casa donde uno de los soldados, médico en la vida civil, curó y vendó las heridas, dejándolo descansar. Al hombre lo mandé enterrar detrás de la casa.
Mis hombres se alojaron en el granero, yo me alojé en la casa, repasando y ampliando mis anotaciones para informar a mis superiores, mientras la mujer permanecía sentada a la mesa, sin realizar el más mínimo gesto. Me había quitado el correaje con el arma y las botas, aunque las dejé junto a mí. La hora de la cena ya pasaba y la mujer no se movía, por lo que le dije:
-Prepare algo de caldo para el sargento y lléveselo. Luego prepare algo para nosotros. Cualquier cosa.
La mujer se dirigió a los fogones y preparó el caldo, lo puso en una bandeja y fue a llevarlo a la habitación.
Yo me acerqué para ver qué tal estaba y si tenía hambre, justo en el momento en que ella clavaba un cuchillo en su cuello. Le di un golpe que la arrojó al suelo medio atontada, y me volví hacia el sargento, mientras llamaba a mis hombres. Aunque intenté contener la hemorragia, se ahogó con su propia sangre. Cuando me separé de su cadáver, pude ver que mis hombres sujetaban a la mujer. Me acerqué a ella y me escupió. Perdí la cabeza y la estuve abofeteando hasta que mis hombres me sujetaron y se la llevaron de allí.
Esa noche no dormimos. Mandé desnudar a la mujer, cosa que hicieron, a pesar de su resistencia. La mandé atar con los brazos en alto, de espaldas a uno de los postes del granero y sus piernas levantadas y bien abiertas. Luego, invité a los hombres que quisieran a desahogarse. Ella empezó gritando e insultando, al poco solo gemía y lloraba y al final solamente lloraba. No se si llegó a correrse. Todos, los 20 hombres que me acompañaban en ese momento, pasaron entre sus piernas. No dejé repetir a ninguno.
Cuando terminaron, les ordené darle la vuelta, y anuncié que podían repetir pero ahora por el culo. Otra vez se apuntaron todos. Con la primera polla se despejó y comenzó a gritar de nuevo, mientras le rompían el culo, conforme fueron pasando los hombres, se fue apagando, hasta que quedó hecha una piltrafa, de la que caían gruesos grumos de leche.
Cuando terminaron, tomé unas riendas de montura, unas tiras de cuero, para que me sirviesen de látigo y empecé a azotar su espalda, culo y muslos. Los hombres me pedían colaborar. Después de unos cuantos, cedí los azotes y todos fueron pasando para pegarle tres o cuatro azotes cada uno. Luego le dimos la vuelta y repetimos en las tetas, tripa, coño y muslos. Por momentos pedía el conocimiento, pero unos buenos cubos de agua la volvían a recuperar.
Una vez concluido, saqué mi pistola y le dije:
-Mírame.
Ella levanto la vista y vio la pistola que le apuntaba, pero no hizo ningún gesto.
-Dale recuerdos al sargento- Dije, y le metí una bala en la frente.
Al día siguiente, la enterramos junto a su marido, mandé limpiar todas las huellas (cosa que hacíamos habitualmente para que no nos siguieran cuando no había testigos) y nos fuimos.
Pero no todo fueron victorias. En una de las incursiones nos tendieron una trampa y caímos en ella como principiantes. Colocaron un pelotón como cebo, que resultaba casi visible al abrigo de un talud. Nos acercamos ocultos y rodeándolos. Vimos que se disponían a asar unas palomas nos lanzamos sobre ellos en un ataque sorpresa. Las palomas se escaparon, pero nosotros desarmamos al pelotón y los hicimos prisioneros.
Estábamos haciéndonos cargo de su munición y armamento, que ya nos escaseaba, cuando nos vimos rodeados por una compañía de Nordistas, que nos pidieron la rendición sin oponer resistencia. Yo, por conservar la vida de mis hombres hice caso y me rendí ante la apabullante superioridad.
En cuanto nos reconocieron, nos trataron con cortesía. Nos hicieron una propuesta similar a las mías: Si prometíamos no escapar, podríamos viajar con nuestras monturas, sin armas y escoltados hasta un fuerte del interior.
Era un trato que no se le daba a ningún prisionero. Se les llevaba andando y a empujones.
Dada la fama obtenida durante la guerra, tanto mis hombres como yo, fuimos tratados con respeto, estuvimos en un campo de prisioneros una temporada, pero con libertad de movimientos dentro de él. Un día me propusieron ir con mis hombres a uno de los fuertes en la frontera con los indios como soldados de la unión. Después de hablarlo con ellos, accedimos, siempre y cuando nos permitiesen conservar nuestros uniformes o ir de paisano.
Acordamos que iríamos sin ellos y terminamos la guerra defendiendo a la Unión de los indios rebeldes. En el fuerte, además de coincidir con oficiales a los que había retirado de la guerra, aprendí varias lenguas de las tribus indias, además de hacer grandes amigos con los que fueron mis prisioneros y de los que ahora yo era el suyo.
Incluso llegué a tener a una mujer del fuerte y a una india que venían a visitarme periódicamente.
Y la guerra terminó.
A los que estábamos prestando servicio en los fuertes de la frontera, nos ofrecieron la licencia o renovación, ahora como soldados de pleno derecho, para seguir en el ejército.
La mayoría de mis hombres se quedaron, pero yo decidí optar por la licencia, puesto que tenía intención de saber qué había pasado con Sara, mi hijo Richard, Tom, Yulia y su familia, etc. Y seguir con ellos, si era posible.
Me dieron una pequeña paga, que alargué todo lo que pude, y me puse en camino de la plantación de Tom.
Muchas cosas pasaron en el viaje. En unos sitios me reconocían y me respetaban. Era invitado de honor e incluso me daban provisiones para el camino. En otros me reconocían (o simplemente sabían que era del sur) y tenía que salir disparando alguna bala, aunque nunca herí a nadie.
Hice algunos trabajos para comer y comprar comida para seguir mi viaje, muchos de ellos de vaquero. En uno de ellos, llegué a un rancho donde al acercarme, fui recibido con cuatro disparos casi seguidos. Ninguno de ellos directo contra mí.
-Alto. No dé un paso más o es hombre muerto. Dé la vuelta y lárguese. –Dijo una voz de mujer.
Deduje que era una o varias mujeres solas. Llevaba dos días sin comer algo decente. Solamente había encontrado una serpiente y un lagarto y pensé que ellas tendrían algo mejor.
-Por favor, necesito ayuda. Estoy herido. –Dije con voz quejumbrosa.
-Váyase, no podemos hacer nada.
-Por favor… He perdido mucha sangre.
Debieron hablar entre ellas.
-Acérquese despacio y deténgase cuando redigamos.
-Hice avanzar el caballo y me mostré tambaleante.
-Alto. Deténgase.
Hice coincidir la detención del caballo con mi caída al suelo, quedando boca abajo, con la mano en la pistola bajo mi cuerpo.
Las oí salir de la casa, y se que estuvieron mirándome. Dos dejaron sus armas y todas se acercaron.
Cuando una intentó darme la vuelta, yo la sujeté y le puse el arma en la cabeza.
-Si alguna hace el más mínimo movimiento la mato. Soltad las armas.
Ellas las soltaron.
-No le haga daño a nuestra madre. –Dijo una de ellas.
-No voy a hacerles daño a ninguna. Tengo hambre, y estoy dispuesto a ayudarles para pagar mi comida. –Dije bajando el arma y guardándola.
Me preguntaron si podría ayudarles a marcar su ganado. A mi respuesta afirmativa, me dijeron que les venía como enviado del cielo. El padre y los maridos de las dos hijas mayores habían partido a la guerra, y llevaban tres años sin marcarlo. Los vecinos se aprovechaban y se quedaban las que pasaban a sus tierras sin marcas.
No recuerdo bien los nombres de ellas, o si pertenecían a una u otra, pero creo que eran: April se llamaba la madre, Carol la hija mayor, Christine la segunda hija y Hanna y Cindy la tercera y la cuarta, gemelas, de las que nunca supe quien era quien y de unos 17 años.
La casa principal, estaba flanqueada por otras dos viviendas, una para cada hija y su marido, de las que me asignaron una para dormir, porque, al estar solas, dormían la madre y las hijas en la casa principal. Las comidas las hacía en la principal.
Tenían un vallado grande al que hice un pasillo de salida estrecho y corto, con puerta de entrada y salida para encajonarlas. Fui separando y metiendo las reses no marcadas en él, luego fuimos dándoles salida por el pasillo, donde quedaban encerradas para sujetarlas bien y que las mujeres les pusiesen el hierro antes de soltarlas.
Todos los días, al terminar, me acercaba a un riachuelo que pasaba cerca de la casa en el que, junto a un grupo de árboles, había una poza en la que el agua me llegaba a la altura de la rodilla.
Aprovechaba el lugar para darme un baño y quitarme el polvo y la mugre del día. Por supuesto que totalmente desnudo, al amparo de los árboles y plantas que me separaban de la casa. Luego volvía a la casa para la cena.
Uno de los días, observé que algunas plantas se movían y vislumbré a alguien detrás. Disimulé, imaginando que se trataba de una de ellas, y exageré mi limpieza, frotándome bien la polla, que, entre el morbo de que me viesen y las manipulaciones, se me puso dura rápidamente. Un rato después, salí del agua, me sequé, vestí y fui a la casa, después de comprobar que se había marchado, pero por lo aplastado de las hierbas, descubrí el sitio donde se colocaba.
Esto lo observé durante dos días más. Al tercero, era sábado y anuncié que me iría al pueblo cercano a dar una vuelta, pero antes me fui a mi baño diario. Nada más observar que estaba mirando, fui acercándome por el agua poco a poco al lugar donde estaba y, abriendo de golpe las hierbas, le dije
-Carol, -pues era la mayor de las hermanas,- ¿Te apetece darte un baño conmigo?
-Hiiii. –Emitió un gritito y dio un paso atrás. –PPPerdona. NNNo sabía que estabas aquí. Heee oído rui…
-Déjate de excusas, que sé que llevas varios días viniendo. ¿Quieres o no quieres bañarte conmigo?
-Pero estás desnudo. No estaría bien.
-¿Ahora tienes escrúpulos para verme desnudo? Anda, desnúdate y ven conmigo. –Forcé un poco la situación echando agua por mi cuerpo y volviendo a frotar mi polla.
-Dudó un instante, pero se acercó a la zona que nos tapaba de la casa y se desnudó, apareciendo ante mí un cuerpo de impresión. Pechos grandes, sin exceder, que se mantenían por si mismos y con los pezones grandes y duros como pude comprobar después. La areola también grande, cintura estrecha y buenas caderas. Piernas largas y delgadas. Su coño tenía una abundante mata de pelo, concentrada toda en una pequeña zona del pubis.
Entró en el agua echándose agua con las manos.
-¿Quieres que te enjabone? –Le pregunté.
-Si, gracias. –Contestó recogiéndose el pelo en alto con unas horquillas que sacó de los lados.
Empecé a enjabonar su espalda por los hombros, bajé por los brazos hasta los codos y de nuevo a los hombros. Bajé por su espalda, sobacos y justo hasta el inicio de los pechos. Sus riñones y por fin su culo. Amasé los cachetes y los separé para pasar mi mano entre ellos, frotando circularmente su ano, que se abría fácilmente a mi presión, señal de que había sido usado ya.
Bajé a sus muslos, llegando desde su ingle hasta el límite con el agua. Y volví a subir.
Su respiración se aceleró. Me pegué a su espalda y puse una mano en su estómago y otra en su escote, empezando a enjabonar también, subiendo una y bajando otra para llegar a sus pechos.
-Esto ya lo puedo hacer yo. –Dijo sin moverse.
-Pero a mi me gusta más, y seguro que a ti también.
Acaricié sus pezones a la vez, por lo que en lugar de protestar, emitió un gemido de placer.
Mientras una mano enjabonaba sus pechos y pezones, la otra fue bajando hasta su coño, repartiendo jabón por todas partes. Cuando tenía la mano cubriendo todo su coño, aproveché para colocar la punta de mi polla en su ano.
Ella empezó a mover el culo para conseguir que fuese entrando poco a poco. Mientras seguía enjabonando su delantera, ella gemía y presionaba contra mí. Al fin, una parte de mi polla entró en su culo y yo metí el resto. Que fue acogido con un gemido de placer.
Empecé con un dedo y llegué a meter tres, combinando la entrada de mis dedos en su coño con la salida de mi polla de su culo y mi otra mano acariciando sus pechos y viceversa.
-¡No pares! ¡No pares ahora! Mmmmmmm. ¡Me corrrooooo! Ahhhhhhhhhhhhhh.
Yo seguí, sin detenerme
-¡Más! ¡Más! Sigue, sigue. ¡Me viene otro! AAAAhhhhhhhhhhh.
Cuando se recompuso, dejé de moverme, se la saqué del culo y la giré. Mientras nos besábamos, la levanté y le hice poner las piernas alrededor de mi cintura y colgarse de mi cuello, así llevé fuera de la poza. Allí el agua tenía una altura de unos 4 dedos. Mientras iba bajando para sentarme en el fondo, la bajaba a ella metiéndole la polla por el coño.
-Oooooh. ¡Qué maravilla! ¡Cuánto necesitaba esto! Sentir una polla dentro de mí.
-¿Te gusta? –Le pregunté.
-Si, mucho. La tienes algo más larga que mi marido, y un poco más delgada, pero me encanta sentirla dentro. Me llena igual que la suya.
-¿Hace mucho que no follas? -Le dije sin para de moverla atrás y adelante, para que sintiese bien el roce de mi polla.
-MMMmmmm. Desde que se fueron a la guerra, hace como unos tres años o más. AAhhhh.
-¿Follabais mucho antes?
-Mmm. Aaaaahh Si. Pfff. Todos los días. Algunos… Ohhhh. Hasta dos veces. Es muy fogoso.
-¿Y cómo has aguantado?
-Aaaaaaaaggggg. ¡Me corro otra veeez! No pareeesss. MMmmmmmm.
Seguí sin parar y repetí la pregunta cuando se repuso
-Acariciándome. Sigue más. Esto es increíble. Me meto los dedos. Mmmmm, Sigue, sigue. Ahhhhh. Hasta casi la mano. Y con un par o tres dedos de la otra en el culo. Ahhh.
En ese momento, le metí un dedo en el culo, y…
-¡Me corro! ¡No se te ocurra parar! Aaaagggggggggggg. Oooooohhhhhh.
Emitió todas las secuencias de sonidos y las repitió, mientras se corría. Después se salió de mí y se llevó mi polla a la boca, haciéndome una experta mamada que me hizo terminar en un momento, con una copiosa corrida de la que no desperdició nada.
Tras esto, se aclaró bien, eliminando todo el jabón, mientras, yo la miraba. Se secó, se vistió y se fue para la casa.
Yo hice lo mismo tranquilamente. En la casa reinaba la alegría, todas sonreían y bromeaban entre ellas. Yo ya sabía el porqué, pero no dije nada. Me uní a sus bromas, cenamos, comentamos cómo había ido el día y las previsiones del día siguiente y anuncié que me iba a la casa que me habían asignado.
-¿Vas a ir al pueblo por fin? –Dijo la madre.
-No, me voy a dormir. Me noto cansado. –Al fin y al cabo, mi interés por el pueblo era para follarme una puta y ya no era necesario.
-Hasta mañana entonces. Que descanses.
-Hasta mañana.
Y me fui a acostar.
Todavía no me había dormido, cuando un ligero ruido me puso en alerta. Puse la ropa simulando que dormía. Tomé mi arma y me coloqué tras la puerta.
Poco después, se empezó a abrir lentamente. Esperé a ver que ocurría. A la luz de la luna que entraba por la ventana, vi que era una mujer, y la identifiqué como Christine, la hermana segunda. Me quedé quieto observando como se acercaba y dejaba caer su camisón de dormir, acercándose a la cama y abriendo las ropas con intención de colarse dentro. La situación me la puso dura al instante.
En ese momento, salté sobre ella, cayendo de rodillas en el suelo y su cuerpo sobre la cama. Abrí sus piernas con las mías y me coloqué tras ella. De un solo empujón se la clavé por el coño, donde entró suavemente como consecuencia de lo mojada que estaba desde su entrada en la habitación.
-Aaaaaaagggggggggggg. –Dijo ella al sentirse penetrada por sorpresa.
Empecé a meter y sacar en el coño más caliente en el que había metido mi polla.
-Siiii, siii. Más. Dame más. Mmmmmmmmmmmmm. Más fuertemmmmmm.
-¿Tienes muchas ganas, verdad?
-Ohhhhh. Si muchas. No pares.
También le hice la misma pregunta:
-¿Follabas mucho con tu marido?
-Dos o tres veces por semana, a veces una. Dependía de lo cansado que estaba. Pero dame más fuerte.
Yo aceleré mis movimientos, mientras presionaba con mi pulgar en su ano, que también cedía con facilidad.
-Siii, siii. ¡Me corrooo! Mmmmmmaaaaahhhhhhgggggggggg.
Después, nos acostamos, nos estuvimos besando, acaricié sus pechos, también tamaño mediano, ligeramente caídos, acaricié su cuerpo, muy similar al de su hermana y, situado entre sus piernas, a cuatro patas, coloqué una almohada para levantar un poco su culo y comencé a lamer su clítoris. En ello estaba cuando sentí una lengua recorrer mi ano y una mano masturbar mi polla.
-(Parece que Carol no ha tenido bastante) -Pensé.
Seguí recorriendo su raja con mi lengua y chupando y lamiendo su clítoris. Le metí dos dedos en su coño y los metía y sacaba con rapidez.
-Ahhhhh. No pares. Estoy apunto de correrme otra vez. Mmmmmmm. Aggggg. Me corroooo.
No hizo más que terminar su orgasmo y se la clavé nuevamente, empezando un mete-saca rápido.
-Siii. ¡Qué bueno! –Decía ella.
La hermana, metió la mano entre mis piernas y colocó los dedos formando un anillo por el que se deslizaba mi polla y que me masturbaba por un lado y por otro hacía que sintiese más mis golpes contra su coño.
-Esto es magnífico. Sigue, sigue.
Además, le daba un movimiento como de temblor que la hizo alcanzar su tercer orgasmo al poco.
-Me corro otra veeez, Ahhhhhggggggg.
Cuando terminó, me retiré de ella y me volví para atender a la hermana y… ¡Sorpresa! Era April, la madre. -(Aunque, no se por qué, me imaginaba que también aparecería en algún momento).
Estaba desnuda ya. Con un cuerpo similar al de sus hijas, pero con pechos más grandes y más caídos, pero muy apetecible todavía.
Echó mano a mi polla, moviéndola un poco.
-Mmmm. Gastas buena herramienta. No he visto nunca nada igual. Claro que no tengo mucha experiencia. No me extraña que Carol haya quedado satisfecha. Nos ha dicho que era muy parecida a la de su marido.
-¿No has probado nunca una como esta?
-Ya te he dicho que nunca había visto una así, ni parecida. ¿Me cabrá?
-A mi me ha entrado. –Dijo Christine. -Y tampoco había probado nada así. La de mi marido es la mitad de esa. Pero, cuando la tienes dentro, es una sensación de sentirte llena…
-Pues quiero probarla. ¡Métemela ya, que estoy que ardo! –Dijo mientras me empujaba sobre la cama.
Conforme yo caía hacia atrás, ella avanzaba sobre mí, colocando una pierna a cada lado. Se situó sobre mi polla, se la frotó bien en la entrada de su coño y fue bajando lentamente hasta que nuestros cuerpos chocaron.
-Ffffffssssssss. –Soltó aire cuando se la encajó completa.
Estuvo un momento quieta y empezó a mover el culo hacia atrás y adelante. La intensidad del roce tanto en su coño como en su clítoris la hizo gritar y moverse como una posesa.
-Por fiiinnn. Ahhhhhhhh. Esto es increíble. Que gustooo. Casi no me acordaba cómo era tenerla dentro y esto es como tener las de todas las folladas en unaaa.
Yo puse a la hija en posición para comerle el coño, cosa que hizo gustosa y rápidamente. Mientras, la madre no paraba de hablar ni de moverse. Pronto empezó a moverse todavía más rápido y se corrió con grandes gritos.
-AAAAHHHHHH. ME CORROOOO. ¡ESTO ES BUENÍSIMOO!
Cuando su orgasmo terminó, continuó moviéndose despacio.
-Yo también estoy a punto. Voy a correrme. –Dije separando el coño de la boca, con gran disgusto por su parte.
Sin decir nada, se la sacó y metió lentamente por el culo, comenzando a moverse más deprisa, hasta que le anuncié:
-Me corro yo también.
-Si, lléname el culo con tu leche.
Y no me hice esperar. Solté lo que llevaba dentro
Cuando flojó, se la sacó y empezó a pajearla despacio.
En ese momento entró Carol.
-Armáis tanto alboroto que no dejáis dormir ni en la otra casa. –Dijo.
-Lo que te pasa es que estás tan necesitada de polla como nosotras y no puedes dormir pensando en lo que estamos haciendo. –Le contestó la madre.
-Eso también.
Y sin más, se dirigió a mi polla y, apartando a su madre, se puso a chupármela hasta que se me puso dura del todo y se la clavó en el coño. Mientras, continué comiéndome el coño de Christine.
La salida del sol nos encontró amontonados en la cama, totalmente rendidos, después de pasar varias horas follando con todas, masturbándolas metiendo dedos, comiendo coños, etc.
Al día siguiente, ya dormí en la vivienda principal. Juntamos dos camas en el dormitorio del matrimonio y allí dormimos los cuatro durante el resto del mes que estuve con ellas.
Todas las noches follábamos. No como la primera vez, pero todas tenían su orgasmo diario de una forma u otra.
Casi tres semanas después de llegar al rancho, la madre y las dos hijas mayores decidieron ir al pueblo a buscar provisiones. Yo quedé en el granero amontonado el heno que habíamos recogido el día anterior.
Al poco de marchar, aparecieron Hanna y Cindy, las hijas menores.
-Hola, George.
-Hola, pequeñas.
-No nos gusta que nos llames pequeñas.
-¿Cómo queréis que os llame?
-Por nuestros nombres Hanna y Cindy
-Pero es que no os distingo.
-Es porque no te fijas tanto en nosotras como en nuestras hermanas.
-Por qué decís eso.
-Te hemos visto desnudo. –Dijo una.
-Y con nuestras hermanas y nuestra madre. –Dijo la otra.
-¿Nos espiáis en la habitación?
-No, en el río, cuando vas a bañarte y te acompañan ellas.
No había dejado mi costumbre, solo que ahora me solían acompañar alguna de ellas.
-Está feo espiar a las personas.
-Ya sabes que por aquí no hay muchas cosas con las que entretenerse.
-¿Y no os divertís con vuestros novios?
Ambas estaban siendo cortejadas por un par de muchachos de ranchos cercanos.
-Si, pero ninguno la tiene como tú.
-Bueno, no se puede tenerlo todo. ¿Por qué lo sabéis? ¿Folláis a menudo?
-Porque nos hemos intercambiado, pero solamente nos la dejamos meter por el culo, nuestra madre quiere que lleguemos vírgenes al matrimonio.
-¿Y os dan mucho placer?
-Robert es muy brusco, hasta después de haberse corrido la primera vez, no conseguimos llegar nostras.
-En cambio Peter es más suave y conseguimos llegar más veces, pero no podemos repetir.
-Quizá deberíais enseñarles para que hagan lo que os gusta a vosotras.
-Pero no sabemos cómo nos lo tienen que hacer. ¿Por qué no nos lo enseñas tú?
-Y qué dirán vuestra madre y hermanas si se enteran.
-Ya lo saben. Después de las compras se irán a visitar a algunas familias amigas para darnos tiempo.
-¿Lo habéis hablado con ellas?
-Siempre comentamos todo entre las cinco. ¿Quieres enseñarnos?
-¿Por qué no empezáis por desnudaros?
En un momento, ambas quedaron sin una prenda encima. En ningún momento aparentaron tener vergüenza por estarlo.
-¿Qué hacéis con vuestros novios para excitaros?
-Nos tocan un poco las tetas, también algo el coño, sobre todo Peter y enseguida nos la meten por el culo.
-¿Y no os hacen daño?
-Procuramos siempre untarnos manteca, como ahora, para que entre suave y no nos haga daño.
-¡Desnudadme!
Ellas se acercaron y fueron quitándome la ropa hasta dejarme totalmente desnudo.
-Chupadme la polla.
-No sabemos
-Empezad a lamerla como si fuese un caramelo.
-Me da asco. –Dijo una.
-O lo haces o te vistes y vas.
Con cara de asco, se puso a lamer, igual que su hermana.
-Mi polla se puso dura.
-Ahora, alternaros metiéndola en vuestra boca, hasta que os entre entera.
Hacían esfuerzos para no dejar que las náuseas les dominasen, pero cada vez les entraba más adentro. Cuando ya no podían más, les hice presionarla con la lengua al paladar.
Cuando estaba apunto de correrme, sujeté la cabeza de la que me la estaba chupando en ese momento y le dije:
-Me voy a correr. Te lo vas a tragar todo y como se te caiga una gota, lo escupas o vomites, te moleré a golpes y te lo tragarás todo.
Seguidamente metí la polla lo más adentro que pude y descargué todo. Cuando termine, se la saqué e hice que la otra me la limpiase y volviese a poner a tono chupándomela. La primera empezó a tener náuseas y arcadas, pero antes que soltase una gota, le di dos fuerte bofetadas que la dejaron como nueva.
Me tumbé directamente en la paja y dejé que me la siguiera chupando. Mientras, tomé a la otra, la hice poner su coño sobre mi boca, mirando cómo me la chupaba su hermana, y sin hacerle nada, comencé a sobar y acariciar sus pechos, sus pezones, a pellizcarlos, a acariciar sus costados y soplar subvente en su coño que se abría como una flor.
Su coño, sobre mi boca, comenzó a moverse buscando un roce que yo evitaba. Cuando mi polla estaba nuevamente lista, las hice levantarse, y ponerse a cuatro patas a la que estaba manoseando. Probé a meter la punta, comprobando que entraba con algo de resistencia.
-Tú, -dije a la segunda- túmbate delante de tu hermana para que te coma el coño.
-Me da asco, nunca he comido un coño.
Una fuerte palmada en su culo y la clavada de mi polla hasta el fondo cortaron sus protestas, convirtiéndolas en un alarido.
-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGG.
-Cómele el coño si no quieres pasarlo mal. Y tú acuéstate delante de ella y ponle el coño en la boca.
Cuando lo hicieron, yo empecé a moverme despacio, al tiempo que llevaba una mano a su coño y lo acariciaba al tiempo que metía y sacaba mi polla. Cuando estaba apunto de correrse, me detuve e hice ponerse a la hermana a su lado, a cuatro patas, con los culos juntos.
Despacio, también se la metí a la hermana, que entró con más suavidad si cabe, debido en parte a las babas y flujo que había soltado durante la comida de coño y que habían resbalado a su culo.
A partir de entonces, me follaba a una o a otra, cambiando cada poco tiempo, y estimulándoles el clítoris con la mano. Habían llegado a tal punto de práctica con sus novios, que se excitaban más con la enculada que con los masajes.
Enseguida empezaron a gemir y gritar de placer.
-OOOOOOOOHHHHHHHH. Qué bueno.
-Qué gusto.
-NO TE PARES.
-Máaaasss.
Hasta que se corrió la segunda que cayó larga saliéndose mi polla de su culo. No perdí tiempo y continué con la primera hasta que se corrió también. Entonces, cogí del pelo a la segunda, le hice abrir la boca y se la metí hasta la garganta, donde con dos movimientos me corrí de nuevo.
También esta quiso vomitar, y tuve que ponerla en su sitio de sendas bofetadas.
-Parece que vais por buen camino, -dijo una de las hermanas mayores entrando con la madre y la otra hermana- ¿podemos unirnos a la fiesta?
-NO. -Dije yo. Poneos todas ropa adecuada y ayudadme a hacer el trabajo que no he podido hacer por atender a estas dos.
A partir de ese momento, quedaron incorporadas al grupo. Participaban de lunes a sábado y el domingo lo dedicaban a sus novios.
Todo esto duró un par de semanas más. Luego recibieron cartas de sus maridos, informándoles de que les licenciaban y volvían a casa en nueve o diez días, que por la fecha de la carta, se cumplirían dos días después. Esa noche follamos y disfrutamos hasta el agotamiento, con la intención de apurar los dos días que nos quedaban. Luego volví a dormir en la otra casa.
Al día siguiente, me levanté el primero y salí a atender a los animales en el establo. Estaba llevando grano del almacén al establo, cuando vi acercase a tres jinetes. Recogí mi rifle y les esperé en la misma puerta, alejado de la casa por si había problemas.
Imaginé quienes eran, pero no me fié. Cuando estuvieron lo bastante cerca, les di el alto.
-Deténganse y mantengan las manos lejos de las armas.
-¿Quién es usted, amigo? –Dijo el de más edad.
-Empleado del rancho. ¿Son ustedes quienes imagino?
-Soy el dueño de esto y ellos son los maridos de mis hijas.
Bajé el arma y permití que se acercaran, me presenté como habíamos quedado, como un viajero que había pasado por allí y le habían ofrecido trabajo hasta que viniesen ellos. Indiqué que las señoras dormían todas en la casa principal y que no debían de haberse levantado porque no las había visto esa mañana.
Decidieron entrar para darles una sorpresa, ante mi preocupación porque las encontrasen todas juntas y desnudas en la misma cama. Por suerte, una de las gemelas se levantó y nos vio por la ventana, avisando a las demás, lo que les dio tiempo de ponerse el camisón, las pequeñas ir a su habitación y las otras disimular para decir que dormían en el mismo cuarto, en las dos camas que habían puesto, para sentirse más seguras.
Cuando entraron, hubo gritos de alegría que yo oí mientras me alejaba para hacer algún trabajo. Luego vinieron a buscarme y nos reunimos todos para comer. Entonces les informé de lo que había ayudado a realizar con las mujeres, la situación en general y que me marcharía al día siguiente, ahora que tenían quien les hiciese el trabajo.
Los tres me dieron las gracias por haber cuidado de sus mujeres en el último mes, ante la sonrisa de todas ellas.
Y así lo hice. Al día siguiente me dieron provisiones para el viaje y algo de dinero que me obligaron a aceptar en agradecimiento y continué mi camino.
Gracias a los grandes lectores que habeis comentado mis historias y gracias también a los prolíficos autores por vuestras valoraciones y comentarios, que significan mucho para mí.