Diario de Alexa

No sólo sexo...

DIARIO DE ALEXA

Parecía que fuera ayer cuando empezaron a vivir allí, pero ya llevaban casi un año y Álex odiaba aquella casa desde el primer día. Llamaron a la puerta y fue a abrir porque estaba seguro de que su padre no se levantaría del sofá, pero lo hizo. Se levantó en cuanto oyó que era la gente de servicios sociales, mandó a Álex a su habitación para que no les escuchara y se deshizo de ellos rápidamente. Su padre tenía un don especial para cautivar a la gente y era un gran hombre, o al menos lo había sido. Desde que su madre les abandonó por otro, seis años atrás, su padre había ido a menos, seguía siendo un buen hombre trabajador, pero aquello le marcó mucho. Muchas tardes se emborrachaba antes de volver a casa y olvidaba incluso que Álex vivía con él, pero Álex ya había tenido tiempo de acostumbrarse.

No habían cambiado de casa a una zona demasiado lejos, así que Álex con casi dieciséis años seguía yendo al mismo colegio con los mismos amigos. Aquella mañana se levantó solo, como muchas otras mañanas, pero ya estaba acostumbrado a la soledad porque su padre casi siempre se iba al trabajo antes que él y, además, también volvía más tarde que él del colegio. Pero aquella mañana fría le tocaba psicólogo y aunque no tenía ni pizca de ganas, pasó casi toda la mañana con él. Tom era el psicólogo del colegio, un tipo grande, con barba y voz grave capaz de adentrarse en los pensamientos de cualquiera de los niños que le visitaba, excepto Álex, o eso quería creer él. Le propuso a Álex una idea que no le gustó, que escribiera un diario. Álex y todos sus amigos pensaban que eso era de chicas pero se fue a casa casi convencido y con una diario en blanco que le había regalado Tom. Pensó que quizá le serviría para ser escritor cuando fuera mayor.

Fue esa noche la primera que decidió escribir en el diario. Después de cenar, mientras su padre veía la televisión, Álex fue a la habitación de él porque tenía una cama grande de matrimonio sobre la que le gustaba estirarse. Empezó escribiendo cosas cuotidianas que había hecho ese día, como le había recomendado Tom que hiciera para acostumbrarse. Hacía frío esa noche y en la nueva casa no tenían buena calefacción. Álex oyó que su padre gritaba pidiéndole que le trajera una manta de su armario y obedeció, pero cuando abrió el armario se encontró con que su padre aún conservaba todos los vestidos de su madre. Siguió mirando los cajones, pero solo encontró ropa interior de su madre antes de encontrar las mantas. Le llevó la manta a su padre y cuando volvió, cogió del cajón unas bragas rojas que eran casi transparentes y le habían llamado la atención. Casi hipnotizado las acercó a sus mejillas sonrosadas sintiendo el tacto suave y las olió, estaban muy limpias, luego las frotó en su entrepierna excitándose enormemente.

Álex no solía masturbarse mucho, pero tuvo que hacerlo para descargar toda la presión que tenía por una excitación nueva que acababa de descubrir. Se llevó las bragas al baño con él y allí dentro frente al espejo sintió que le excitaría más ponérselas. Se masturbó con impaciencia con sus genitales dentro de aquella tela fina y suave. No tardó en brotar abundante semen con una facilidad pasmosa y se tuvo que bajar las bragas para no mancharlas. Allí inclinado, con las bragas bajadas y corriéndose se sintió como nunca se había sentido, excitado como una auténtica zorra. Dudó si escribirlo en el diario, pero finalmente lo hizo. Fue la primera paja que describió allí.

Durante las siguientes semanas siguió haciendo lo mismo cuando podía y con diferentes prendas íntimas. Por supuesto no se lo contó a Tom, el psicólogo, pero si lo escribió algunas veces en su diario. Había comenzado a convertirse en una obsesión e incluso había tenido sueños en los que imaginaba que le crecían los pechos y era una chica. También empezó a desear penetrarse pero le daba miedo y al principio lo hacía con algunos lápices del colegio y rotuladores de diferentes tamaños. Las sensaciones que obtuvo fueron tan indescriptibles para Álex, que imaginaba como sería con una polla de verdad y empezó a dudar de su sexualidad, a mirar a sus amigos de otro modo.

Una de esas tardes en las que decidió disfrutar de una buena paja con ropa íntima puesta porque estaba seguro de que tendría tiempo para estar asolas se equivocó. Se regocijaba sobre la cama de matrimonio con las bragas rojas casi transparentes que eran sus preferidas y con el pene pequeño pero duro abultándolas, cuando oyó la puerta de casa. Era su padre, y aunque corrió al baño para que no le viera así, su padre lo pilló al salir de la habitación completamente desnudo y con las bragas rojas cubriendo su erección.

–¿Qué coño estás haciendo? –preguntó algo ebrio su padre mientras él retrocedía al interior de la habitación con el corazón a mil–. ¿Te vistes con las bragas de tu madre? –preguntó con voz amenazante–. ¿Quieres ser una puta como ella? –continuó sin dejarle articular una palabra–.

Un ligero empujón de su mano sobre la frente de Álex fue suficiente para que este se echara más atrás y se arrodillara. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Álex cuando vio que su padre se estaba desabrochando el pantalón y con miedo intentó levantarse, pero su padre lo estiró del cabello hasta su pantalón abierto. Álex se apoyó con las manos en sus muslos pero su cara sonrosada rozó igualmente los bóxer de su padre que ocultaban algo gordo y caliente, y que además desprendía un fuerte olor.

–¡Venga! ¡Chúpamela! –gritó moviendo la cabeza de Álex que intentaba no moverese–. ¿No quieres ser una zorra como tu madre? –Álex sabía que estaba ebrio y que no debía hacerlo, pero aún así su mano acarició los bóxer calientes buscando la entrada.

Aquello era lo más cercano que Álex había estado de otra polla que no fuera la suya, y aunque era gorda se notaba flácida. Cientos de ideas buenas y malas pasaron por la mente de Álex pero sabía que aquello no se hubiera puesto duro ni en tres horas y su padre tuvo un momento de lucidez a tiempo. Cuando se percató de lo que estaba haciendo, le dio un empujón a Álex que cayó sentado fuera de la habitación y su padre cerró la puerta mientras él seguía atónito. Aquella tarde no pasó nada, Álex se desahogó escribiendo en su diario por la noche y no volvieron a hablar de ello. Además, los siguientes días, siguió masturbándose con ropa interior femenina puesta y con medias, le encantaba el tacto elástico y suave de las medias, también penetrándose asolas de vez en cuando, pero todo esto ahora lo hacía menos por miedo.

Y así llegó su decimosexto cumpleaños. Álex ya no esperaba nada por su cumpleaños, ni tartas, ni regalos ni nada que se pareciera a un cumpleaños desde hacía más de cuatro años. Sus amigos Andrés, Matías y Marquitos decidieron celebrarlo con él no yendo al colegio ese día. Matías cogió una cinta de video porno de su padre y fueron a casa de Álex a verla, ya que él casi siempre estaba solo. Matías era el único que había visto una película de ese género y cuando la pusieron y una rubia bellísima en tanga y con unas tetas enormes empezó a mamarle la polla a un negro, todos se pusieron tan calientes que Matías se sacó la polla para tocársela mientras. Los demás al ver que Álex no daba señales de negarse hicieron lo mismo. Marquitos y Matías estaban en unas sillas pero Andrés estaba en el sofá al lado de Álex y cuando este se sacó la polla fue cuando se le puso más dura a Álex. Fue al baño a por papel higiénico para que no ensuciaran nada y en la primera escena terminaron todos corriéndose. Álex también se corrió pero sin dejar de pensar que estaba rodeado de las pollas duras de sus amigos y que el también podía ser como la rubia mamadora de la película.

Aquella noche Álex soñó que Andrés y él estaban desnudos en una playa y que él tenía unos senos preciosos. Su cabello moreno, liso y suave lo acariciaba Andrés excitado bajando hasta sus pequeños abultados pechos. Álex no lo resistía más y se metía en la boca la erección de Andrés para hacerle disfrutar antes de que le follara. Esa mañana cuando se levantó se había corrido y además dormido, iba a llegar muy tarde al colegio así que decidió no ir, pero para su sorpresa se presentaron Marquitos, Andrés y Matías en su casa con una película porno nueva. Aquello se iba a convertir en una afición entre los mismos, que a Álex le resultaba excitante cuando todos se masturbaban allí con él. Andrés se sentó de nuevo en el sofá a su lado y esta vez Álex estaba deseoso de algo más. Cuando estaban todos excitados, les trajo el papel higiénico de nuevo y a Andrés se lo puso él mismo disimuladamente sobre la polla rodeándola con su mano hacia abajo. Andrés le miró de reojo y a Álex le entró el pánico como si se hubiera dado cuenta en aquel instante de que había hecho algo terrible, pero Andrés no dijo nada a nadie. Aquellas sesiones siguieron de forma esporádica pero continuada en las siguientes semanas y Álex siempre que podía le rozaba la polla a Andrés que se había convertido en el deseo oculto de sus noches.

Continuaron aquel tipo de encuentros y Álex siguió masturbándose vestido con ropa interior femenina asolas y pensando que el plátano que lo penetraba era la polla de alguno de sus amigos, sobretodo le excitaba pensar que era la de Andrés. Así llego poco a poco el verano y Álex se había dejado el cabello largo, casi por los hombros, y las uñas también largas. Aquello combinado con su cara angelical le confiaba sin darse cuenta un aspecto casi andrógino que él adoraba frente al espejo. Ahora su nueva idea cabezota era ponerse pendientes, comenzaban a estar de moda entre los chicos así que no se notaría tanto, pero su padre no le quiso dar dinero y le marcó un rotundo no.

Un sábado por la tarde en el que habían quedado todos los amigos para beber cervezas, al final no fueron más que Álex y Matías, así que ellos se las bebieron todas mientras charlaban animadamente. Matías nunca callaba y siempre le contaba sus rollos con Laura o con alguna otra. Laura era una de las chicas más populares del colegio porque casi todos la habían sobado, menos Álex. Matías contó que ella le había masturbado y Álex se fijaba en como se le ponía dura cuando le contaba aquellas historias. Mientras Matías seguía hablando Álex se imaginaba a si mismo como Laura, dejándose sobar por todos en patios traseros y metiendo mano a las pollas de los chicos del colegio.

–¡Ey! ¿Estás aquí? –oyó Álex que decía Matías de repente–. ¿Vamos o no? –continuó diciendo Matías a un absorto Álex.

–¿Dónde? –preguntó confuso entre la cerveza y sus pensamientos.

–A ver a mi amigo Lucas… –respondió Matías extrañado.

Lucas era un amigo de un primo de Matías, era mayor que ellos, debía tener más de veinte años y trabajaba haciendo tatuajes y piercings. Matías podía conseguir que Lucas le hiciera los pendientes a Álex más baratos y pagándoselos cuando pudiera. Las cervezas, por su parte, consiguieron que Álex se olvidara de su padre y aceptara la propuesta. No estaban ebrios pero como se las habían bebido todas poco faltaba, así que fueron y Matías habló con Lucas y luego dejó allí a Álex mientras volvía a por más cervezas para cuando terminaran.

Álex conocía a Lucas pero nunca habían hablado mucho y ese día, quizá por lo desinhibido que estaba hablaron de forma muy animada mientras le agujereaba las orejas. Resultó ser un tipo simpático y además a Álex le resultaba también atractivo porque no era el típico lleno de tatuajes. Tenía pocos tatuajes y pequeños en lo que podía apreciar Álex a simple vista y un cuerpo de gimnasio. Le puso unos pequeños pendientes de brillante blanco y le mostró el espejo mientras le explicaba como cuidarlos los primeros días. Lucas le retiró el cabello a Álex detrás de las orejas para que lo viera bien y Álex se extremeció, casi hasta tuvo ganas de besarle. En aquel instante se sentía la reina casi completa de cualquiera, con aquellos brillantes blancos que resaltaban sobre su liso cabello negro. Ahora no se sentía Álex, se sentía Alexandra y solo era cuestión de tiempo serlo más aún. Acordó pagarle en cuanto pudiera y como era amigo de Matías no había problema. Aquello parecía lo más importante del día y estaba ansioso por redactarlo en su diario.

Cuando Matías volvió con las cervezas decidieron ir a casa de Álex. Por el camino Matías le contaba como Lucas conocía a mucha mala gente de las drogas y la prostitución que frecuentaba su local. Le contó historias fuertes pero siempre decía que Lucas era un buen tío. Cuando llegaron a casa Álex se volvió a mirar al espejo emocionado. Matías rió diciendo que ahora sí que parecía casi una chica guapa con aquella pinta, por supuesto era broma y Álex rió también, aunque aquel comentario le resultó más excitante que gracioso. Fueron a su habitación y Matías se tumbó sobre la cama de Álex mientras este le observaba. Álex le pidió que le contara otra vez como Laura le masturbó porque sabía que si se emocionaba ahora vería mejor su bulto, pero fue aún mejor, cuando se le puso dura al contarlo de nuevo se la sacó fuera entre risas mostrándola.

Álex estaba seguro de que aquello era incontenible y como excusa puso voz graciosa de chica diciendo que él era Laura y que le iba a masturbar mientras le cogía la polla a Matías que no se dejaba. Los dos rieron. Aquel tacto duro y caliente era justo lo que Álex deseaba y empezó a masturbarle. Las risas empezaron a desaparecer y Matías le dijo que parara intentando abrir su mano pero Álex la rodeaba sin ganas de detenerse. Matías se había puesto más caliente y a Álex le encantó sentirlo y mirarle a los ojos acelerando más y más. Quizá fueron todavía las cervezas o eso quiso escribir Álex más tarde en su diario pero Matías no hizo muchos esfuerzos más para que se detuviera, solamente se incorporó y levantó su camiseta. Se corrió con una rapidez que dejó a Álex con ganas de más. Matías se limpió en el baño y decidieron que eso no había ocurrido ni iba a volver a ocurrir. Álex prometió que no se lo contaría a nadie excepto a su diario, aunque esto último lo omitió. Acababa de nacer la Alexandra más sucia de su interior.