Diario de Alexa (2)

No sólo sexo...

DIARIO DE ALEXA (II)

Por suerte para Álex, ese mismo día y los siguientes llevaba su cabello moreno cubriéndole las orejas, su padre no se percató de que llevaba pendientes, pero él sabía que tarde o temprano se iba a saber y tenía que pensar en algo. Esa semana empezaron a ir ya a la piscina él y sus amigos. Le encantaba ver a todos mostrando sus torsos y con aquellos bañadores mojados, tenía incluso que evitar excitarse en ocasiones.

Fue uno de esos días que estando en la piscina todos señalaban hacia la entrada. Acaban de llegar Tom, el psicólogo, y otro profesor con sus mujeres. Álex solo tuvo un pensamiento cruzando su cabeza, se preguntaba con lo grande que era Tom como sería de grande su polla. Odiaba tener esos pensamientos incontrolables pero al mismo tiempo le encantaban. Estaba de suerte porque sus mujeres se pusieron en bañador pero Tom tenía que cambiarse y se dirigió hacia los vestuarios, así que Álex no se quedó atrás en cuanto se dio cuenta. Al entrar en los vestuarios pudo contemplar entre la segunda y la tercera fila de taquillas como Tom se sentaba desnudo para ponerse el bañador. Aquella polla flácida pero gorda reposando sobre el banco de madera, era un regalo para los ojos de Álex. Tom no se percató de la presencia de Álex hasta que se levantó con aquello colgando sobre unos huevos enormes. Fue una visión que Álex no olvidaría fácilmente.

–Hola Álex, no te había visto ¿Qué haces aquí? –preguntó Tom dándose la vuelta pero inconsciente de la situación que había provocado.

–No, nada –respondió Álex huyendo rápidamente de los vestuarios y sintiéndose estúpido aunque satisfecho.

Fue al salir corriendo de allí para volver a la piscina con sus amigos, que sus pies acelerados y mojados no encontraron la manera de frenar y tropezó con alguien que cruzaba por delante. Se resbaló y cayó de culo sobre el suelo pero esa persona le tendió la mano para ayudarle a levantarse. Era Lucas. Realmente tenía un cuerpo de gimnasio apetecible del que se enamoró al instante la Alexandra que llevaba dentro, olvidando el golpe que se acababa de dar. Sonrieron los dos.

–¡Ya te pagaré! –gritó Alex continuando su huida hacia la piscina.

–No te preocupes –dijo Lucas entre el griterío a un Álex que ya estaba lejos.

Esa misma noche, Álex tuvo que hacerse algo de cena porque su padre no estaba y seguí haciéndose tarde sin que llegara, así que luego fue a su habitación para escribir en su diario sobre la cama ancha de matrimonio. Estaba redactando lo ocurrido en la piscina entre mocionado y excitado cuando llegó su padre. Estaba borracho como era de esperar por las horas y además por desgracia acababa de verle los pendientes a Álex.

–¿Qué es eso? –preguntó apartando más los cabellos de Álex–. ¡Te dije que no! –se enfureció–. Pareces una maldita niña zorra –añadió con desprecio e hizo una pausa–. Antes encontré en tu habitación unas bragas otra vez –Álex estaba asustado pero su cabeza casi ausente–. ¿Qué es lo que buscas? ¿Ser la putilla de alguien? ¿Es eso lo que quieres? –no le respondió–. Muy bien, pues vamos a convertirte en putilla a ver si te gusta… desnúdate –su tono era cansado, borracho y realmente amenazante.

Después de conseguir que Álex se desnudara sin saber donde iba a llegar aquello, le hizo escoger unas bragas y ponérselas entre gritos y manotazos. Desnudo, sin ropa, solo con unas bragas puestas y descalzo lo arrastró hasta el coche. Álex sintió el frío cuero del asiento del coche y estaba realmente nervioso pero prefería no inmutarse, no provocar algo peor. Era tarde y su padre conducía lento y mal hacía algún sitio fuera de la ciudad que Álex desconocía. Al lado de la carretera de salida de la ciudad, pasando una rotonda, habían unas pocas mujeres con trajes con ropa corta y sexy, definitivamente eran prostitutas. El coche se detuvo unos metros más allá y Álex no quiso bajar pero su padre le obligó. Allí de pie desnudo solo con unas bragas se quedó esperando a que su padre le permitiera volver a entrar al coche, como castigo había sido más que suficiente.

–¿Te gusta? Ahora podrán verte todos y podrás ser la putilla de alguien –Álex tuvo ganas de que Alexandra llorara, pero no lo hizo–. Cuando te arrepientas de comportarte como una puta y decidas no hacerlo más vienes a casa otra vez –explicó su padre casi sin mirarle mientras arrancaba el coche de nuevo.

El coche en movimiento era una visión desesperante que hizo que Álex corriera detrás gritando algo ininteligible, pero no podía alcanzarlo con los pies desnudos. Pronto se le terminó la carrera cuando vio un tipo con sombrero que se acercaba a él con paso firme y cara de pocos amigos. Llevaba un palo o algo largo en la mano que indujo un pánico en Álex como para correr en otra dirección pero aquel tipo podía correr mejor y le alcanzaba. Aquel palo le golpeó en un brazo y Álex se detuvo arrodillado con expresión de dolerse.

–No te conozco putilla y no deberías estar en esta zona –dijo agriamente aquel tipo alto mientras Álex se cogía el brazo con la otra mano y el palo le tocaba un muslo.

–¡Ray! ¡Espera Ray! –gritó una voz tras frenar súbitamente un coche al otro lado.

Era Lucas, que al parecer conocía a ese tipo y se detuvo. Lucas cogió inmediatamente a Álex y le dijo que subiera a su coche. Desde allí Álex vio como el tipo se disculpaba ante Lucas porque no había visto que fuera un niño, luego charlaron brevemente como colegas y Lucas volvió al coche. Lucas tenía mil preguntas sobre aquello y Álex hablaba poco avergonzado y dolorido, así que le abrazó y Álex finalmente cedió a contarle lo ocurrido con ojos llorosos, incluyendo su propensión a vestirse con ropa femenina. Lucas empezó a conducir asombrado sin terminar de creer lo que estaba ocurriendo pero solo tuvo una idea en la cabeza, y aunque Álex no se sentía seguro de ello, Lucas quiso llevarlo a su casa y llamar por teléfono para denunciar a su padre. Al fin y al cabo Lucas era un buen tipo, pensó Álex.

Una vez estuvieron en su casa, Lucas le prestó algo de ropa que le venía grande y llamó a la policía. No tardaron en presentarse allí, tomaron datos de los dos y como era tarde le preguntaron si se iba a quedar ahí esa noche para enviarle a alguien de servicios sociales por la mañana y Lucas accedió. Los policías se dirigieron al domicilio de Álex y Lucas le indicó a Álex que se acostara en su cama. Él espero hasta que le llamaron indicándole que el padre de Álex había sido detenido y recordándole que por la mañana enviarían a alguien lo antes posible. Después de ello fue a darle las buenas noches a Alex dispuesto a acostarse él en su sofá, pero Álex se negó, dijo que si alguien tenía que dormir en el sofá dormiría él, no quería privarle de su cama por su culpa. Después de una discusión tonta acordaron que tampoco pasaba nada si los dos dormían en la cama y así lo hicieron, pero ninguno de los dos podía dormir.

Álex observó la figura de Lucas aún despierta en la oscuridad y le dio las gracias en voz baja. Lucas intentó dormir porque al día siguiente tenía que trabajar temprano y cerró los ojos pero seguía inquieto sin poder por todo lo ocurrido. Álex se hizo hacia abajo y apoyó la cabeza al lado del pecho de Lucas y este acarició su cabeza y le dio ánimos, pero Álex se fue más hacia abajo dentro de la sábana y poco a poco una mano suya alcanzó a rozar suavemente el pequeño bulto en los bóxer de Lucas. Entre la somnolencia Lucas se excitó y aquello había empezado a tener más tamaño debajo de la tela, cuando se dio cuenta de que no era un sueño y dio un sobresalto apartándose ligeramente de Álex.

–¿Qué haces Álex? –preguntó en voz baja pero sorprendido.

–Ahora soy Alexandra –susurró volviendo a acercar su mano pero esta vez por dentro sintiendo el tacto caliente de aquello creciendo.

–Oye, no tienes porque hacer… –Lucas no sabía como terminar la frase.

–Quiero hacerlo –dijo sacando afuera del bóxer la polla de Lucas claramente excitada.

–Oye, después de lo ocurrido no creo que esto… –intentó explicar Lucas entre temeroso y excitado por la situación.

–Relájate, no me gustaría que esta noche no durmieras por mi culpa –y nada más terminar la frase sus labios rodearon la polla de Lucas.

Álex nunca había chupado una polla, pero tenía ganas y la de Lucas era perfecta cuando se hundía en su boca. Sus labios y su lengua, con movimientos estudiados como los de una auténtica profesional del porno, humedecían todo su recorrido. Un recorrido que a Lucas le pareció infinito cada vez que Álex se la tragaba. Su polla no podía estar más dura ni él más excitado. Álex le estiró los bóxer hacia abajo para poder alcanzar con su mano los huevos y jugar con uno de los dedos en la entrada de Lucas. Este solo respiraba ansioso por más y acariciaba el cabello largo de Álex como si de una sirena en el paraíso se tratase.

Álex empezó a mamar con más fuerza sin sacarla un instante de la boca, masajeando sus genitales y entrándole con un dedo. Lucas estaba tan excitado en aquel momento que estiró el cabello de Álex para acercarse a su cara. Se besaron con las lenguas húmedas mientras Álex seguía masturbándole con fuerza. Así fue como Lucas se corrió en la mano de Álex mientras aquel beso caliente no terminaba. Incluso Álex se sorprendió de aquella reacción, pero estaba todo de nuevo en su lugar, él no durmió mucho, pero Lucas lo hizo como un bebé.

La mañana siguiente Lucas se despertó temprano para ir a su trabajo y Álex se hizo el dormido pero estuvo observándolo. Lucas, aún no creía que se hubiera dejado llevar de aquella manera cuando nunca había tenido una relación con otro de su sexo, pero es que Álex era tan femenino aquella noche que no pudo resistirse. Se sentía especialmente extraño por lo sucedido en la noche y apenas se atrevió a despertar a Álex. Lo dejó allí acostado, cerró la puerta de su casa y se fue al trabajo. Álex no tardó en levantarse y empezó a escribir en su diario todas aquellas sensaciones que siempre había deseado y que esa noche se habían cumplido. Aún le quedaban metas por descubrir, Alexandra era temerosa pero caliente e impaciente.

Aún era temprano cuando relataba, con entusiasmo y excitación, la noche especial en su diario, pero pronto llegaron los de asuntos sociales junto con Lucas. Sus caras no les gustaban pero al menos se suponía que iban a hacer algo bueno por él. Después de una larga charla y rellenar unos papeles, como la única familia que tenía cercana, que se pudiera hacer cargo, era una tía, lo llevaron a allí. Álex y Lucas se despidieron con un apretón de manos, la expresión de Lucas aún era confusa y Álex le entendía y no quería comprometerlo.

La tía Emi no era precisamente el modelo de tía que le hubiera gustado a Álex, de hecho la detestaba, era muy sosa y muy severa, pero tampoco podía vivir con nadie más. Cuando llegaron volvieron a tener una charla y papeleo, pero esta vez con la tía Emi que estuvo asombrosamente simpática. Álex mientras tanto se fue al patio con Pablo, su primo, que tenía un año menos que él y hacía mucho tiempo que no se veían. Se miraron y se saludaron pero no sabían que decirse.

–¿Así que te vas a quedar aquí? –preguntó Pablo finalmente.

–Sí, eso parece –Álex sonrió angelical y algo estremeció el cuerpo de Pablo.

–Como has cambiado primo –hizo una pausa y se miraron de una forma que ninguno de los dos supo como interpretar– ahora llevas el cabello… –continuó.

–Lo sé, el cabello largo, pendientes, … –interrumpió Álex alegre.

–Sí, pareces una chica –rió Pablo y Álex también pero a él le entusiasmaba oír que se le dijeran. Solo recordar aquellas palabras en sueños, "pareces una chica", a veces le producía una erección.

La convivencia empezó bien. Aunque Álex dormía en una habitación separada, la tía Emi no estaba siendo tan severa como la recordaba. Lo cierto es que a Álex le gustaba salir con sus amigos y volver cuando le aparecía como estaba acostumbrado y cuando empezó a hacerlo las cosas se complicaron y la tía Emi empezó a ser de nuevo la arpía que él recordaba. No llevaba ni un mes y ya le había castigado siete veces por su comportamiento, algo que Álex no entendía. A Pablo no le castigaba nunca pero es que él parecía domesticado por la tía Emi igual que el tío Claudio, que estaba poco en casa pero nunca se oponía a ella.

Uno de esos días en que le castigó sin salir de la habitación y sin cena, se encontraba realmente aburrido describiendo en su pequeño diario lo malvada que era su tía, cuando oyó unos característicos sonidos leves que le hicieron salir de su celda. Los sonidos provenían del baño cercano y la tía Emi no era porque estaba afuera haciendo de papagaya con la vecina y el tío Claudio tampoco porque la tía Emi había dicho que él estaría fuera unos días. Álex pensó que sería su primo Pablo y le entró la curiosidad de espiar. La única puerta de aquella casa que se podía cerrar era la de entrada, así que se dispuso a abordar el baño por sorpresa.

Se acercó muy lentamente y abrió la puerta de repente. Su primo Pablo estaba sentado en la taza con una revista porno y masturbándose sobre ella. En la interrupción Pablo se asustó, la revista voló por los aires y se escondió su polla dura disimulando. Álex rió jocosamente y Pablo no sabía que hacer.

–Sal del baño que estoy yo –dijo Pablo enfadado pero con la mirada perdida.

–A ver esto… –le ignoró Álex cerrando la puerta y recogiendo la revista.

–¡Es mío! –gritó su primo– No se lo dirás ¿verdad? –recapacitó.

–Si me dejas verla aquí contigo no –se atrevió Álex. Pablo estaba acalorado pero los dos se pusieron a hojear la revista en silencio.

–Puedes seguir haciendo lo que hacías, no me importa –rompió Álex el silencio.

–No… –se sonrojó, pero por su postura la excitación parecía no haber desaparecido.

–¿No te gustaría follar con esa? –preguntó Álex incitándole y Pablo afirmó con la cabeza y una sonrisa lujuriosa– Yo puedo ser esa –le susurró al oído a Pablo.

Una corriente le electrizó el cuerpo de Pablo de tal forma que sus manos dejaron de ocultar inconscientemente su pequeña polla que ahora se mostraba suave, dura y colorada. Álex metió la mano y comprobó su tacto y su calor, pero Pablo temblaba. Álex le cogió de la mano y se levantaron los dos. Él se puso cara a la pared e hizo que Pablo se acercará a él aprisionando todo su cuerpo detrás del suyo. Llevó las manos de Pablo a sus pechos poco abultados pero de excitados pezones.

Pablo no sabía si quedarse o salir corriendo pero cuando Álex se bajó los pantalones igual que él y pudo sentir su erección caliente rozar las nalgas de Álex, un deseo irrefrenable le invadió por completo como Álex quería. Pablo le acarició sus cabellos y Álex empezó a mover su culo adelante y atrás rozando la polla caliente de Pablo.

–No me la metas –dijo Álex en voz baja, pero Pablo sabía que no hubiera sido capaz porque estaba a punto de correrse sobre el culo desnudo de su primo.

–¿Dónde está…? –dijo la tía Emi llamando a la puerta del baño. Del susto, un montón de ruidos fuertes se escucharon adentro y antes de que terminaran la tía Emi abrió la puerta– ¡¿Pero que está pasando aquí?! –gritó fuera de si interrumpiendo su propia frase.

Un pequeño chorro de semen se escapó de la polla de Pablo mientras intentaba subirse los pantalones como si su vida dependiera de ello. Álex se dio la vuelta cubriéndose para no mirar a la tía Emi ni que le viera, mientras ella se aferraba a una oración y entraba despavorida cogiendo a Álex de una oreja. Aquella fue la penúltima vez que estaría en aquella casa. Solo tardó un día más en encontrar un internado donde enviar a Álex. Su diario se impregnó de las declicias escritas del recuerdo virginal de su primo y maldijo a su tía en mil improperios. La última noche sintió en su interior que Alexandra se estaba volviendo incorregible y que su vida comenzaba a depender demasiado de ella y de sus acciones, pero en el fondo empezaba a gustarle, cada vez más, sentirse ella.