Diario a dos (11/30: La mano de Juan)
Un matrimonio compra una vivienda en una zona residencial. El marido descubre en la buhardilla un libro olvidado. En una reunión social con unos amigos, dan lectura a sus páginas. Esta es la historia de Avi y Ron.
Un matrimonio compra una vivienda en una zona residencial. El marido descubre en la buhardilla un libro olvidado. En una reunión social con unos amigos, dan lectura a sus páginas. Esta es la historia de Avi y Ron.
DIARIO A DOS
Capítulo 11 (La mano de Juan)
Diciembre, Domingo 21, 02,00 h.
Nos encaminamos hacia el lugar donde antes habíamos estado sentados. Avi iba muy callada. Y hasta me atrevería a decir que molesta conmigo por lo que acababa de pasar en el Glory Hole. Descubrimos a Juan y a Maria que con las manos en alto nos reclamaban. Estaban sólos. Sentados en el mismo sitio. No era su noche de suerte, pensé. Avi y yo nos miramos. Decidimos ir a verlos un rato. No había otra cosa que hacer. También decidimos no contarles nada de nuestra experiencia, primero en la sala del Glory Hole y después en el baño. Ya nos habíamos acostumbrado a estar por allí desnudos. Los tropezones de mi polla en mis muslos me excitaban. Avi la miraba muy descaradamente. Sus ojos parecían pedir polla. Su rostro había cambiado de expresión desde que salimos del Glory Hole. No me preocupaba en exceso pero es cierto que llamaba mi atención ese cambio tan radical que se había producido en ella. Sólo la había visto así una vez, unos días antes de nuestra boda. Tremendamente enojada conmigo. Me había pillado unos preservativos en el bolsillo de mi traje y ella y yo no los usábamos. Con mil mentiras y excusas le dije que no eran míos. Supongo que me creyó por la cercanía de nuestra boda. Esa era otra Avi. Toda ternura y bondad.
-¡Por fin! ¿Dónde os habéis metido? Habéis tardado casi una hora. Pensábamos que estabais ocupados.
-En el Glory Hole y en el baño. Dijo Avi ante mi estupor pues habíamos quedado en no decirles nada.
-Pensábamos que estaríais en alguna habitación practicando. ¿Y que tal en el Glory Hole? Preguntó Juan.
-Bien. Hemos echado un vistazo. Dije sin salir de mi estupefacción ante la revelación de Avi.
-¿No habéis participado? Preguntó.
-No. Hemos entrado a dar un vistazo nada más. Insistí. Pero el insistía más.
-Y tú Avi ¿No has obsequiado a ningún hombre .?
-¡Por favor! Exclamé.
-Bien, bien, bien, de acuerdo. Tienes razón Ron. Son cosas privadas. Era por comentar. En el fondo soy un pervertido. Excitable y sexualizado ciento por ciento. Un viejo verde.
-Ya te dije dónde íbamos Juan. Es nuestra primera vez y queríamos ver como era eso.
-Y os habéis duchado por lo que veo .
-Si. Yo tenía calor. Dijo Avi. Aún tengo mi pelo algo húmedo.
-Niña. Preciosa niña. Habértelo secado con el secador que hay en el baño. Terció Maria. ¿No lo viste?
-Lo hice Maria. Gracias. Lo hice, pero al parecer poco tiempo. Enseguida se me seca. Como no lo tengo muy largo .
-Pero sentaros. Sentaros. Diré a las chicas que os traigan algo de beber. Charlaremos un rato. Dijo Juan que no quitaba sus ojos del cuerpo de Avi que permanecía de pies a escaso medio metro de ellos. Su pubis descarado se ofrecía con temeridad a los ojos del viejo verde como el se autodenominó.
Nos dispusimos a tomar asiento con esa pareja. Pero aquel sillón en forma de "U" estaba ocupado en su centro por los dos. Aprovecharon nuestra ausencia y se juntaron en el centro del minúsculo asiento tal vez para jugar un poco. Quizá alguna caricia en sus sexos depilados, quizá alguna confidencia sobre nosotros.
-Avi tú siéntate aquí, a mi lado. ¿Supongo que no te molestará que Avi se siente a mi lado? Me escupió Juan.
-No. No, en absoluto. Dije extrañado por ese antojo de Juan.
-Tú siéntate al lado de María. Me dijo.
Y así se hizo. De un extremo a otro quedamos así, Avi, Juan, María y yo escoltando un extremo de la "U". Aquella oquedad en la pared resultaba acogedora. Y encantadora.
La Luz era rojiza, verdosa, y en algún momento de tono azulado. Le daba cierto ambiente relajante a aquel lugar. No obstante, se veían con cierta claridad los cuerpos. Habíamos estado charlando de las cosas que nos habían llevado allí a cada uno de nosotros. No hice demasiadas confesiones, al menos no lo suficientemente importantes como para que ellos sacaran conclusiones. Pero Avi si. Ella no se podía haber quedado callada. Comentó muy frívolamente que a mí me gustaba mucho el sexo, que me excitaba que la vieran desnuda, que era muy liberal y por último y lo más grave, que yo era tan liberal que permitiría que otro hombre estuviera con ella para complacerme. Demasiadas revelaciones, aunque ciertas. Juan sacaría sus conclusiones. Y se debió hacer ilusiones. Luego permanecimos en silencio un tiempo. Ya no me disgustaba esa pareja. Eran simpáticos y sinceros, sobre todo sinceros. No tenían ni pudor, ni rubor. Hubo unos minutos que me parecieron eternos donde reinó el silencio. Ninguno de los cuatro abrimos la boca. Avi y yo nos dedicábamos a fumar y a beber, Juan a pensar y María estaba como ausente. Funcionaban como mecánicamente. Por fin Juan rompió el silencio. Un silencio que se había instalado después de las confesiones de Avi y que probablemente estuvieran asimilando Juan y María en sus mentes.
-Son las dos y media. Sobre las tres de la madrugada es cuando se desmadra esto. Ahora la gente esta tanteándose. Se buscan para luego actuar. Dijo Juan.
-¿O sea, están como ligando? Pregunté.
-No exactamente. Están hablando, conociéndose un poco, averiguando los gustos de cada uno. Organizando su fiesta particular. Los momentos de tanteo. En estos ratos es cuando la gente se gestiona. Excepto Lauri, que seguirá haciendo lo mismo. Mirar, ahí va Nicol. Seguro que se va a marcar un trío con esa pareja. Fijaos, se han sentado allí al fondo. Dijo Juan, al parecer muy interesado en lo que iba a hacer esa chica que parecía muy dispuesta.
-¡Ah pero ella tan bien hace esas cosas! Exclamó Avi.
-Digamos que tiene que hacerlas. Para dar más ambiente al lugar y al momento. Colabora en la diversión. Aunque es cierto que a ella le gusta lo que hace. Dijo Juan. De hecho, a las tres les gusta esto. Suelen participar del sexo a tope. Las tres. Si no, fijaros en Lauri, su escena del potro es repetitiva. Todos los sábados hace lo mismo. La verdad, es un poco cansado. Pero Nicol es otra cosa. Se prodiga menos que Lauri, que es quien verdaderamente organiza esto. Es la que lleva la voz de mando.
En efecto Nicol se había sentado con una pareja joven en uno de los bancos del fondo. Hablaban muy animadamente y reían. Era posible que Juan tuviese razón. Supuse que más tarde lo descubriría. Era un lugar para descubrir cosas. Y eso me gustaba.
-¿Qué pensáis hacer? Me preguntó Juan.
-No sé. Lo que se nos ocurra. Dije sonriéndole.
-¿Vais a estar con alguna pareja, un intercambio, un trío ? Dejó su pregunta en suspense.
La voz de Avi me atizó un golpe en plena cara. Pero no en la mejilla. En la boca. Aquella frase hizo que me quedara callado sin saber como actuar. Empecé a contestar a Juan
-No creo que .Comencé a decir hasta que la bofetada de Avi me llegó a la boca.
-Haremos lo que nos apetezca hacer. A lo mejor hacemos un intercambio ¿No te gustaría Ron? Yo estoy muy excitada. ¿Tu no, Maria?
Ella se limitó a asentir desde la tranquilidad y la seguridad que daba su experiencia. Avi parecía extraña. Cambiada. María estaba de vuelta de todo. Pensé que efectivamente tantos sábados acudiendo a ese lugar habían investido su mente de liberación y experiencia. Juan era zorro viejo. Se notaba en su mirada.
Avi. Siempre Avi. En efecto había cambiado. Tal vez con la ayuda de los dos ron con miel que había tomado. Y quizá alentada por el proyecto del tercero que venía en camino. O quizá por el lugar dónde estábamos.
-Yo he pasado al lugar de las mujeres. Ron lo hizo al de los hombres. Es divertido. No me imaginaba una cosa así. Había oído hablar de estas cosas, pero verlas en directo
Hizo una pausa y me miró. Temí lo peor. O lo mejor. ¿Quién lo sabía conociendo a Avi?
-A Ron le han hecho una felación.
En efecto, lo peor. No podía ser de otra forma. Con Avi por medio era lo lógico. Nuestros amigos se quejaban de esas cosas. De su espontaneidad en ciertos momentos delicados. De su indiscreción.
-¡No me digas! Exclamó eufórico Juan.
-Si. Era lógico. Una vez dentro . No ha podido resistir a meter su "cosa" en uno de los agujeros. Dijo ella sonriendo.
Si la hubiera podido estrangular allí mismo lo hubiera hecho. Ella andaba con ron y miel. Yo con bourbon. Y si a ella se la notaba más desinhibida, yo estaba un poco sobrepasado por todo. Y eso me jodía. Quería ser yo el que mandara, el que llevara las riendas. Pero Avi tiraba de ellas descaradamente.
-¡Bien Ron! Exclamó María aplaudiendo con sus manos. ¿Y que tal?
-¡Bah si no ha pasado nada! Avi exagera. Y lógicamente después de encajar su revelación, opté por restar importancia al tema. Que os cuente ella lo que ha hecho dentro. Que os lo cuente. Contraataqué con cierta rabia.
-Cuenta, cuenta. Se entusiasmó Juan.
-Pues nada, dijo a la vez que encendía un nuevo cigarro, lo que todas las mujeres. Vi aquella colección de penes y premié a uno de ellos. Dijo Avi mirándome a los ojos.
-¡Joder María! Exclamó Juan. Te lo dije. Debimos acompañarlos. Lo hubiéramos pasado bien.
-Hemos ido muchas veces Juan. No me apetecía. Contestó ella. De hecho cada día me apetece menos venir por aquí. Siempre las mismas gentes .
-Pues lamento no haber ido, tal vez yo hubiera sido el afortunado receptor de esta hermosa boca. Dijo Juan con cara de alucinado y lanzando una velada insinuación a la que Avi no respondió. Ni yo.
Aquello tomó un cariz distinto. Yo estaba con aquella pareja charlando y tomando unas copas. Eso era todo. Si en un principio no me gustaron, luego cambié de opinión. Fui sociable, amable y muy claro con ellos. Nos habían recibido bien y yo me alegraba, pues nos hubiera sido difícil soportar a otra pareja o incluso algún hombre sólo, aunque no hubiera sido tarea difícil, pues Avi era como la miel. Y yo me llamo Ron.
Eran mayores que nosotros, cierto, agradables, sin duda, limpios, estaba a la vista, rasurados sus sexos, también a la vista, pero ..siempre hay un pero .no había pensado en ellos para nada más que para lo que estábamos allí. Para Charlar.
Extracto del diario de Avi .
Yo tampoco había pensado en ellos para nada, al igual que Ron. Pero reconozco que poco a poco me sentí a gusto con esa pareja. Ella era amable, cariñosa, parecía mi hermana mayor. La hermana que te enseña el camino por el que has de conducirte. Juan, aunque de miembro normal y depilado, era el clásico tipo que cae bien. No sé porqué a Ron no les agradó esa pareja en un principio. Olían bien. La proximidad de nuestros cuerpos me permitía oler su fragancia. En ningún momento habían perdido la compostura. Al contrario que Ron, que daba muestras de vez en cuando de no saber estar. De tener prisa.
Cuando Juan hizo mención a que le hubiera gustado ir al Glory Hole, me sentí halagada. Estaba claro que hubiera querido probar suerte a ver si era yo quien se la chupaba. Lo dijo claramente. No pude evitar echar una mirada a su polla. Descansaba entre sus dos muslos ligeramente apoyada en el izquierdo. Su glande despejado del prepucio mostraba una hermosa figura. Y mis pezones manifestaron deseo. Volví a mirar otra vez. Ahora los receptores de mi mirada eran sus testículos, que aplastados uno contra otro, pugnaban por chillar "abre las piernas, nos ahogamos". Juan observó como le miré allí abajo. Como si comprendiera lo que yo quería ver, separó sus piernas dejándome ver, ahora si enteramente, su pene y sus dos bolsas exentas de vello. No me ruboricé, pero sentí algo extraño. Ron tomó la palabra para meter la pata otra vez.
-¿Qué quieres decir que hubieras ido allí para ver si Avi te la chupaba? Preguntó extrañado de algo tan sumamente natural.
-Naturalmente. ¿Te hubiera molestado? Contraatacó Juan.
-No. No. Ya sabemos como es eso. Dijo el un poco cortado. Es privado e íntimo. De lo que pasa ahí dentro nadie sabe nada.
-La noche es larga querido Juanito. Le sonrió su mujer.
-Así es María, pero me temo que nuestros amigos no desearán inmiscuirnos en sus juegos ..si es que tienen alguno, cosa que dudo. Dijo Juan sin perder la sonrisa.
-¿A qué te refieres exactamente? Preguntó Ron.
-No se, pero me da la sensación que esto, y lo digo sin ánimos de molestar ni ofender, os queda grande. Dijo Juan.
-¿Porqué? Pregunté yo interrumpiendo lo que amenazaba con ser una discusión algo más seria.
-Por que querida Avi, os veo muy verdes en esto. Dijo Juan dándome una palmada en el muslo.
-Es nuestra primera vez. Cuando vengamos todos los sábados como vosotros, será distinto. Dije.
Juan calló y Ron también. Nos miramos los cuatro. Juan estaba serio, María esbozó una sonrisa y Ron le dio a su bourbon. Yo atusé mi pelo para terminar de airearlo y mis pechos se movieron con violencia, lo cual fue del agrado de Juan. Y lo manifestó.
-Hermosos pechos Avi. En verdad eres una belleza. Eres como una diosa en pequeño. ¡Juventud endiablada! Dijo sonriendo.
-Gracias. Contesté sonriendo también.
Su mano descendió de las alturas de la mesa y observé como tocó su miembro. No dije nada. ¿Qué podía decir? Por fortuna María tomó la palabra.
-¿Os imagináis los cuatro juntos en aquella habitación? Preguntó sin esperar respuesta alguna. Yo si. Primero nos daríais un poquito de placer ..después nos lo daríamos nosotras, y luego la gran traca final. Nos haríais elevarnos al infinito a las dos. ¿No os apetecería? Preguntó ella melosamente a la vez que extendía su invitación sobre la mesa.
Ron. Otra vez Ron. Francamente creí que estaba perdiendo los papeles. Demasiado alcohol. Su voz sonó ronca. Entre el tabaco, que no paraba de fumar, y las copas
-¿Eres lesbiana? Preguntó provocando las risas del matrimonio.
-¡Oh no Ron! No. Pero hago a todo querido. Dijo mientras palmeaba su brazo para seguir con las risas.
Luego le miró más seria.
-¿Sabes? Sería capaz de estar con tu mujer y luego dejaros a Juan y a ti que me hicierais llegar al paraíso.
No sé que pasó por la cabeza de Ron. La cara le cambió. Mudó el gesto para decir otra más de sus impertinencias.
-¿Estáis proponiendo algo?
-A la vista está querido. Contestó María. Y que te conste, me siento bisexual. No desperdicio nada. Ya no tengo edad de ir dejando por el camino de mi vida cosas aprovechables.
Ron silencio su voz. Meditó. Estaba claro que aquella mujer no le gustaba. Y que eso no era lo que el quería, al menos con María. Ella insistió y por primera vez Ron dio muestras de calma.
-La noche es larga María. Todo puede ocurrir. Dijo a la vez que una nueva escena se representó.
Había pensado ofrecer a Ron algo inusual en mí. Algo inaudito de antemano. Aquella ducha y mis pensamientos, habían causado en mí una sensación de necesidad de ser liberal, de mostrarme liberal ante Ron. Con aquellas insinuaciones de María, ese "todo puede ocurrir" de Ron y ese deseo de Juan de sentir mi boca en su pene, decidí dar un paso al frente. Ron me lo iba a agradecer. Seguro.
Juan, tal vez envalentonado por la respuesta de Ron, que en ningún momento dijo no, si no que dejó albergar esperanzas de que pudiera darse algo entre los cuatro, dejó caer su mano como hiciera anteriormente cuando se tocó su polla. Pero ahora su mano se fijó sobre mi muslo. No dije nada, aunque un ligero movimiento de mi cuerpo y una mirada bajo la mesita casi lo delatan. Con sus dedos recorrió mi muslo lentamente en una caricia suave. Mis piernas estaban cerradas y mi vista fija en la tercera copa que me tomaba de ron con miel. Su mano se hizo más solícita y trató de penetrar entre mis muslos. Impasible seguí acariciando el vaso de tubo. Tal vez la penumbra del lugar y mi discrección impidieron que tanto María y Ron se diesen cuenta de lo que allí pasaba. Juan se había envalentonado. Sentí mis pezones aún más duros. Pero no era su mano, era su atrevimiento lo que me alentó.
-¿No te gustaría un intercambio como dice María? Preguntó Juan a Ron a la vez que sus dedos recorrían mi piel.
-Ya os he dicho que la noche es larga. Todo puede pasar. Insistió mi marido.
-Nos encantaría Ron. Dijo una dulce María, tan dulce como mi ron con miel.
-¿Y a ti Avi te gustaría? Preguntó Ron.
-¿El qué, un intercambio?
-Podría ser. Dijo María tratándo de acumular adictos.
-La noche es larga María, como bien dice mi marido. Contesté dejando caer mi vista hasta el borde de la mesa.
-Pensarlo. Voy a ir al baño. Dijo ella a la vez que se ponía en pie y dejaba ver su depilación. Acompáñame Juan.
Juan se levantó dejándonos ver sus atributos depilados y su pene algo endurecido. Me incorporé para dejarle pasar. Se alejaron los dos y me quedé a sólas con Ron. Me lancé.
-¿No querrás hacer un intercambio con estos? Pregunté.
-Pues la verdad es que no. Pero algo tenía que decir. ¿Y tú? ¿Te gusta el acaso?
-No. Pero te voy a decir algo muy fuerte. Me ha tocado. Se lo solté de sopetón. Eso le jodía mucho. Yo lo sabía. Siempre me decía que le iba a provocar un infarto diciendo las cosas de sopetón.
-¿Cómo que te ha tocado? Me preguntó desencajado.
-Su mano se ha apoyado en mi muslo. La ha dejado quieta. No sé porqué lo ha hecho. Ahora mismo. Mientras hablaban del intercambio.
-¡Será cabrón! ¿Y tú no se la has retirado? No me he dado cuenta. ¡Y me caían bien! Ves por lo que no quería entablar conversación con nadie que no quisiéramos
-¡Creo que estás demasiado pedo para darte cuenta de que esta gente busca algo más que una charla y unas copas! Pero si quieres podemos jugar un poco. Le dije con picardía.
-¿A qué te refieres? Me preguntó Ron.
-Escúchame Ron. ¿Quieres que Juan me toque?
-¿Cómo dices? ¿Qué quieres decir? Me preguntó con cara desquiciada.
-¿No dices que te gusta ver que otro me toque?
-Si hombre es excitante pero no sé .así tan de pronto .es
-Ni peros ni nada. Sólo tienes que decirme si te gustaría ver que Juan me toca .
-¿Te gustaría a ti? Me preguntó Ron.
-Me gustaría ver tu cara al saber que otro me está tocando.
-¿Estás dispuesta? Avi es serio eso que dices. Si no queremos nada con ellos no debemos darles pie a pensar lo contrario .
-Lo sé. ¿Pero te gustaría? A Juan parece gustarle. Sería como aquella vez en el sex-shop, cuando me pedías eso. Me empezaba a reconocer yo misma, era mi voz la que decía esas cosas.
-No quiero forzarte a hacer algo que no quieras hacer. ¡Coño la escena es excitante a más no poder!
-Quiero hacerlo. Te lo dije. Voy a darte algo que quieres. Algo que siempre quisiste. Me siento más liberal. Tal vez este ambiente me esté llevando en sus brazos. Pero sólo lo haré si tú lo deseas.
-¿Estás segura Avi?
-Sólo si tú quieres. Le contesté.
-Lo dejo en tus manos cielo. Haz lo que creas oportuno. Pero no quiero saberlo. No quiero enterarme de ello ahora. No sé que reacción podría tener. Mucho bourbon Avi. Me he pasado un poco.
-Si. Y lo peor de todo es que si sigues tomando más acabarás por los suelos. No me podrás follar.
-En un rato se me pasará. Estoy confundido. Quizá esto sea un poco desbordante.
La pareja volvió del bañó. Tomaron asiento en los mismos lugares que habían ocupado. María tomó la palabra.
-¿Cómo andáis?
-Bien, bien. Tal vez un poco cansados de estar aquí. Dijo Ron algo nervioso y ebrio.
-Animaros. ¿No os apetece hacer algo?
-No lo sé. Estoy un poco cargado. Mucho bourbon y mucho tabaco María. Dijo el.
-Pues no debes beber en demasía. Luego tiráis de pistola y no sale de la cartuchera.
-Eso es verdad María. Aunque a mí no me pasa. Jajajajaja. Rió Ron visiblemente alterado por el alcohol.
-Pues a mi querido marido si. Y con cierta frecuencia. Dijo ella a la vez que le miraba y provocaba la sonrisa despiadada de Juan.
Era el momento de provocar la situación. Juan había descendido hacía un rato su mano encima de mi muslo. Tal vez lo hizo sin darse cuenta, sin querer, o simplemente como algo natural. Luego la retiró y se alejaron al baño. Yo lo hice adrede. Provocando.
Mi mano se ocultó bajo la mesa. Crucé mis manos y las apoyé sobre mis muslos. Separé mis piernas un poco y palpé el comienzo de mi raja. Sentí placer de imaginarme lo que iba a hacer. Dejé otra vez mis manos en el mismo lugar, sobre mis muslos. El pistoletazo de salida tenía que darlo yo. Y lo hice.
-¿Sabéis una cosa? Pregunté intentando crear expectación. Tal vez me gustaría practicar sexo en este lugar. Pero no me gusta la exhibición. Me gusta más el silencio, la intimidad, lo imprevisto.
-Imposible en un lugar como este Avi. Dijo María.
-Lo sé. Supongo que aquí no tienen cabida los furtivos. Dije.
-Te equivocas Avi. Siempre hay un furtivo tras nuestro. Dijo Juan.
-Yo no he visto ninguno. ¿Dónde están? Pregunté siguiendo esa conversación un tanto estúpida pero cargada de significados. Significados que sólo Juan parecía haber entendido.
-Siempre hay quien mira y no desea ser visto. Siempre hay a quien le cuesta que le observen mientras hace sexo. Siempre hay alguien espiando, buscando la ocasión, esperando el momento para atacar a su presa. Yo mismo podría ser un furtivo. Todos somos un poco furtivos en lugares como este. Dijo.
-¿Y lo eres? Pregunté.
-Sólo si la pieza se deja cazar. Contestó el. No me gusta cazar en terreno vedado.
-Las mujeres sómos débiles. La carne es débil. Sómos presas fáciles.
-¿Qué gilipollez es esa Avi? Preguntó Ron.
-Bobadas Ron. Bobadas. Repliqué.
La forma en que lo dije y el significado de mis palabras lograron hacer la mella que esperaba en Juan. Se dio prisa. Pero yo me di más. Con mis manos sobre mis muslos, descrucé mis dedos y dejé la mano izquierda apoyada en su pierna. El me miró. Luego sonrió. Era una insinuación por mi parte. No sembré dudas en su mente. Dejó caer su mano nuevamente. Ahora estaba más seguro. De inmediato levanté mis manos y las apoyé sobre la mesa a la vez que tomaba el vaso de tubo para dar un sorbo. Separé mis piernas invitándole a algo más. Juan comprendió. Solícito posó su mano y mi vello púbico fue el receptor de su caricia. Mordí el borde del vaso. Separé mis piernas aún más lo que provocó que mis zapatillas salieran de mis pies. Juan palpó mi raja y apreció su textura y su humedad. Miré a Ron que me miraba nervioso. Un guiño de mi ojo le avisó que ya estaba en marcha aquello. Su cara descolorida me indicaba que estaba nervioso. Juan aprovechó mi silencio y mi complicidad y penetró con una falange dentro de mí. Rápidamente la sacó y paseó su dedo por esa raja suave y caliente. Yo callaba y no apartaba mis ojos de la cara de Ron. El sabía o imaginaba que Juan me estaba tocando allá dónde el quería ver y no podía. Juan se empalagaba de mi sexo. Mis muslos, mi vello y mi clítoris fueron objeto de sus caricias. Me estaba excitando rápidamente. Sentía placer con aquella situación. Quería correrme. Ron me miraba con desazón, con excitación, con nervios, con deseos de saber lo que ocurría bajo la mesa. Juan a lo suyo, y yo a lo mío que no era otra cosa que mirar a Ron. Hubiera deseado tocar y abrazar la polla del furtivo. Dos o tres minutos bastaron para descubrir lo que quería averiguar. Me gustaba aquello. Me gustaba que Ron supiese lo que pasaba. Que callase. E incluso me hubiera gustado más que lo hubiera visto. Seguro que me hubiera corrido. Me sentía invadida por un oleaje de deseo.
Junté mis piernas en un desplante a la mano felina que trepaba sin dirección. La mano salió de debajo de la mesa. Juan se mantuvo sereno pero a la expectativa de lo que pudiera suceder.
No sucedió nada escándaloso. Me incorporé y con una frialdad propia de mi juventud me encaré con Ron.
-¿Nos vamos un rato Ron? Tengo las piernas molidas de estar aquí sentada.
La pareja se sorprendió por mi actitud repentina. Juan tal vez lo comprendió. Pensaría que su mano violadora tuvo la culpa. Pero no fue así, yo quise que sucediera aquello. María nos miró sin comprender nada. Hablábamos de un intercambio y yo salía con esas. A duras penas metí mis zapatillas en mis pies y salí de aquel hueco en la pared. Tomé mi toalla y miré a Ron. El se levantó y se acercó a mí.
-¿Quieres que nos vayamos? Me preguntó.
-Un rato. Si. Luego tal vez nos veamos. Dije a la pareja.
Tristemente, en especial Juan, aceptaron nuestra despedida. Un gesto de fastidio se dibujó en su rostro. Trató de decir algo pero a medio camino optó por silenciar su frase. Yo tenía que alejarme de allí. Ron no estaba en condiciones de nada. Necesitaba recuperarse. ¡Para una vez que le iba a dar algo que le gustaba se emborrachaba! Me decepcionó. Pero no me importaba mucho. Aún deseaba subir un par de peldaños más aquella noche. La escalera de mi deseo se iba completando. Ron y yo, cogidos de la mano, dejamos a esa pareja. Nos llevamos dos cosas de allí. Ron se llevó una excitación tremenda y yo una humedad notoria. Pero sólo eran las tres de la mañana. Lo que yo ignoraba era que en ese local iba a vivir un último capítulo muy duro para mí. Tan duro que cambió definitivamente mi forma de pensar, de actuar, de ver las cosas y por supuesto, mi vida. Nuestras vidas. Con el tiempo lo comprendería. Estaba casada con el diablo.
Continuará
Coronelwinston