Diario a dos (06/30: Zusko Petrov)

Un matrimonio compra una vivienda en una zona residencial. El marido descubre en la buhardilla un libro olvidado. En una reunión social con unos amigos, dan lectura a sus páginas. Esta es la historia de Avi y Ron.

Un matrimonio compra una vivienda en una zona residencial. El marido descubre en la buhardilla un libro olvidado. En una reunión social con unos amigos, dan lectura a sus páginas. Esta es la historia de Avi y Ron.

DIARIO A DOS

CAPITULO 6 (Zusko Petrov)

Octubre, El día después.

Anduvo arreglándose. Yo no decía nada, pero la notaba rara. Me sorprendió tanto arreglo de ropa. Sólo iba a dar una vuelta según me dijo. Tal vez se entretendría en comprar unos cuadros para nuestra nueva casa. Avi siempre lograba sorprenderme. Pero me sorprendió más su vestimenta. Estaba claro que no era el atuendo más apropiado para ir de paseo. Pero esa fue su forma de vestirse ese día... Un traje de chaqueta y pantalón. Parecía que iba a una reunión de ejecutivos.

-Se te olvida la corbata. Dije un tanto gracioso por ver si arrancaba de ella una sonrisa.

-Tienes razón. Ahora mismo me pongo una. Dijo a la vez que me devolvía la sonrisa.

Cosa que hizo de inmediato. Se miró al espejo y no se gustó demasiado. Se quitó la corbata. Arregló su cuello con un fino pañuelo y se abotonó la chaqueta.

-Bueno, me voy. No creo que venga tarde. Me dijo.

-¿Es necesario que salgas sóla?

-Ya te he dicho que sí. Tengo cosas en que pensar. Y quiero estar sóla para que nada interfiera en mis pensamientos. Lo de ayer ha sido impactánte para mí.

-Bueno, dije, si cambias de opinión, yo no saldré, sólo tienes que llamarme. ¿A dónde irás?

-No lo sé. Daré un paseo y veré algún escaparate. Si veo algún cuadro para la entrada lo compraré. Tengo mejor gusto que tú. Ya lo sabes.

-Bueno, pero prométeme que tendrás cuidado. Quiero estar tranquilo.

-Lo tendré. Dijo dándome un beso y saliendo por la puerta.

-¿Estas mejor? Pregunté antes de cerrar.

-¿De qué? Dijo ella.

-De lo de ayer. Lo de Félix.

-Creo que sí. Al menos eso creo. Después de pensar estaré mejor. Tengo que asimilar muchas cosas.

-¿Me contarás luego lo que has pensado? Pregunté.

-Desde luego. No te preocupes. Me dijo. Compartiré mis secretos con tu mente.

-Insisto. Ten cuidado.

-Si. Lo tendré. La oí decir antes de cerrar la puerta.

Con Félix no había pasado nada. Nada raro por otra parte. Lo previsible. Nuestra llegada a casa fue brutal. El polvo al que sometimos nuestros cuerpos fue demencial. La vida no se acababa aquella noche. Aunque lo pareció. La conversación que iniciamos después se prolongó hasta las 8 de la mañana. Aquella charla sirvió para despejar dudas…..y para revelar algún secreto que otro.

Con un wisky con hielo en la mano y un cigarrillo en la otra acabé con aquella charla a las 7,55 de la mañana.

-¿Quieres que te diga algo? Pregunté sabiendo de antemano la respuesta.

-¿Qué? Contestó ella.

-Ahora, después de este polvo tan bestial, siento más deseos de verte follar con otro hombre.

-¡Al final vas a conseguir que yo también lo desee! Exclamó ella ante el agobio al que la sometía.

-Es lo que deseo. Dije a la vez que sorbía un poco de líquido y tintineaban los hielos en el vaso.

-Comprendo perfectamente lo que dices, lo que sientes. Es muy delicado lo que me has propuesto. Un trío. No es tan fácil Ron.

-Lo sé Avi.

-Siempre te he complacido en todo. Desde que nos conocimos he sido tu fiel compañera. Hemos sido uno. ¿Sabes? Ahora tengo miedo que esto nos separe. Tus nuevas exigencias me dan miedo. Yo me conozco Ron. Soy una mujer. Y no soy de piedra. Lo de anoche en el sex-shop pudo ser divertido, excitante, trágico. Tal vez una vez hayamos empezado, no podamos parar.

-Prométeme al menos que lo pensarás. Le dije.

-Lo pensaré. Te lo prometo. Pero no te garantizo nada. No puedo asegurarte que esté de acuerdo en hacerlo.

-¿Harás lo que hemos hablado? ¿Al menos lo pensarás?

-Si.

-¿Y luego me contarás la verdad? ¿Todo lo que pienses?

-Si.

-¿No te volverás atrás?

-No lo sé Ron. Cuando vuelva te lo diré.

Extracto del diario de Avi….

Y lo iba a hacer. Había decido de antemano donde iría. Lo había pensado la noche anterior, después del polvo con mi marido. A Ron no le quise decir nada naturalmente. No lo hubiera entendido. Tenía cosas que pensar. Y para pensar en las cosas que yo iba a madurar, nada mejor que volver al lugar de los hechos. Volver allá, donde Félix me insinuó un precio por mi sexo. Ciertamente yo había llegado a nuestra casa ardiendo de deseo de ser follada, pero por Ron. La experiencia en el sex-shop, donde aquél tipo me tomó por una puta y trató de comprarme, me agradó, aunque también me preocupó. Después del polvo brutal, en el cual hice gala de todo mi desenfreno, Ron me dijo de tomar algo. A oscuras, en nuestra cama, Ron inició aquella conversación dónde me desveló con pelos y señales las ganas que tenía de "algo más". No me dijo que estuviera aburrido pero me explicó claramente lo excitante que sería tener "algo distinto". Reconozco que no me quedaba más remedio que estar completamente de acuerdo con él. El sexo en pareja era lo que yo concebía. Es lo que me habían enseñado. Desde siempre. Ron se había esforzado una y otra vez, desde distintos puntos de vista, por convencerme de que debíamos probar "otras cosas". Aquí, sobre estas páginas, manifiesto que en ningún momento se me pasaba por la cabeza hacer un trío. Yo estaba dispuesta a hacer concesiones. Quería a Ron. Le debía todo. Pero nunca me atrevería a ponerme delante de él a follar con otro hombre. Que fuera ligera de ropa por ahí, que unos ojos extraños penetrasen en mi escote, que incluso otro pudiera verme desnuda delante de mi marido, todo ello pudiera ser un juego excitante. Pero sólo eso. Un juego dónde ambos alimentaríamos nuestro deseo sexual y nuestra excitación por lo inseguro. Había pensado que tal vez, sólo tal vez, podría prestarme a un intercambio de parejas. Pero cada uno en un lugar. Donde no hubiera ojos escrutadores. Creía que era lo que colmaría mis expectativas sobre las concesiones que haría. Ciertamente la libertad sexual se estaba instalando en mi mente. Si Ron quería probar a otra mujer, yo no pondría peros. No se lo iba a decir claramente, no le empujaría a ello, pero lo aceptaría. Estaba segura de el. Incluso podría, en un momento puntual y excepcional, prestarme, no por despecho si no por igualdad, a darme a otro cuerpo a la vez que mi marido se entregaba a otro. Un intercambio. Mi mente sí estaba preparada para aceptar algo así. Nunca había deseado tener una aventura sexual fuera de Ron. Sus sueños, sus juegos, el hacerme acompañarlo sin bragas, permitir que los ojos ávidos viesen mis pechos……demostraban bien a las claras que Ron iba en serio. Lo conozco demasiado bien. No bromeaba. Había tenido mil oportunidades de acostarme con otro hombre a espaldas de Ron. Nunca lo había hecho. No había sentido necesidad de tal cosa, si es que se puede tener necesidad de algo así. Sólo una vez, una sóla vez estuve cerca de consumar una infidelidad a mi marido. Fue en la playa. Unas vacaciones. Un hombre que se hospedada en el mismo hotel que nosotros. Bastante mayor que yo. Tendría unos 45 a 50 años. Se me insinuó aprovechando una interrupción de mi marido en aquellas vacaciones. Ron tuvo que viajar de urgencia a Madrid a solucionar unos problemas en una empresa importante y que tenía contratado a mi marido el mantenimiento de sus ordenadores. Dos días anduve sóla. Dos días en los que el hombre este trató de llevarme a la cama. Estuvo cerca de conseguirlo. Me quedé con la duda de si yo hubiera aceptado de tardar más en regresar mi marido. Si hubiera caído. Nunca se lo dije. Y yo lo olvidé pronto. Afortunadamente con su llegada se espantó el moscardón. Para mi desencanto, todo hay que decirlo, pues me gustaban las adulaciones de ese hombre. El flirteo era claro y despejado. Sin tapujos.

No tardé en presentarme en aquel lugar. La puerta era clara y el letrero que iluminaba su parte alta, más. SEX SHOP. Unas simples letras iluminadas con un neón. No decían mucho, al menos en nuestro idioma. ¿O sí lo decían? Tienda de Sexo, pensé vagamente. Pero yo no iba a comprar nada. Iba a entrar allí a tomarme una copa, fumarme tres o cuatro cigarros y pensar, revivir las imágenes aquellas con las que el día anterior había llenado mi mente. Pero había una diferencia, y esta era sustancial. No estaba Ron. No estaba para protegerme de cualquier eventualidad. Tampoco tenía recelo. Me sentía segura. Sólo esperaba no encontrarme otra vez con ese Félix del demonio. ¿O tal vez si quería encontrarme con él? Mientras me hacía estos pensamientos bajé las escaleras y recorrí la cortina pesada de skay. Tomé asiento en una mesa. Supongo que con la oscuridad, alguna chica, al verme con traje de chaqueta y pantalón, pensó que era un hombre. Se me acercó una que hablaba español pero con acento sudamericano. Me deshice de ella cortésmente. Comencé, después de pedirme un refresco de limón, a revivir una a una las imágenes que el día anterior me habían llevado allí. Me veía con Ron en la cabina aquella en la que entramos. Todo hubiera sido más sencillo si se hubiera limitado a follarme como yo le pedía y luego nos hubiésemos marchado a casa. Pero él tenía que insistir en aquello de verme ligando con otro. De excitarse. Pensé que le había excitado lo bastante en la cabina. El quería más. Traté de entenderle y a duras penas pude conseguir aclararme. Miré mi reloj, eran las 6 y media de la tarde. Pensaba volver pronto a mi casa. Eché un vistazo al local, que si en un principio no me parecía muy lleno, ahora sí lo estaba. Pensé en Ron. En su seguridad al decirme que no le importaba que estuviera con otro si él estaba delante. En un trío. En que no le molestaba lo más mínimo que alguien me viera los pechos y que me tocara. Me confundía aquello. ¿De verdad era tan importante para Ron que yo me entregara a otro en su presencia?, ¿Era tan necesario que me viera dada a otro? Tal vez si lo fuera, pero no entendía el por qué. Yo no había estado con ningún hombre desde que me casé con él. No hubiera sido difícil, siempre me rodeó alguien que quería algo más de mí que una simple conversación o amistad. E incluso dentro de nuestros amigos no hubiera tenido problemas para serle infiel. Pero nunca lo había sido. No había sido de nadie, excepto de él. ¿Pero y él? Yo pensaba que él tampoco había estado con nadie. Estaba segura de ello. Eso me reconfortó. ¿O tal vez alguna vez hubiera habido alguien? Aquello me laceró el corazón., Empecé a pensar en tal vez…tal vez…tal vez él sí. Ya tenía dudas y esas dudas me asaltaban la mente. Me ofuscaban. Pensé en Félix. Recordé vagamente el sueño de Ron, a Pablo, el retrete aquél donde se la chupaba en su sueño. Miré a la chica que ahora estaba actuando en la barra, girando en un ir y venir casi constante que lo que menos la produciría sería satisfacción, y si un gran mareo... Creo que era yo quien se mareaba de verla. Dejé de mirarla. Encendí un cigarro y aspiré profundamente esa primera bocanada de humo. "Esta bien, pensé, si Ron quiere eso, tal vez tenga razón". Tal vez no sea tan malo como yo pienso. Un polvo, sólo uno y ya está. Dejo que me folle otro mientras estoy con él y ya está. Abro mis piernas, cierro mis ojos, beso a Ron y que ese "otro" me penetre. Quizá no sea tan difícil de hacer. ¿Pero por qué quiere eso?" No entendía nada. Y el no sabía explicármelo de otra forma que no lo hubiera hecho ya. Me había demostrado, efectivamente, que no le importaba, que lo que decía iba en serio. Yo en un principio no le creía pero con aquella conversación de la noche anterior salí de mi oscuridad. Empecé a ver más claro. Si hubiera permanecido en aquella barra de bar que ahora miraba tal vez Félix hubiera profundizado en sus deseos. Tal vez se hubiera atrevido a poner sus manos encima de mi cuerpo. Ron lo hubiera visto. Yo sabría que el lo estaba viendo. Yo me dejaría palpar por un extraño a la vez que era observada por mi marido. Tal vez me gustaba que Ron lo viera, tal vez me excitaba a mí también. Eso le ponía a cien. Le gustaba. ¿Pero por que no me gustaba a mí también? Tenía que averiguarlo. Tenía que presentarme en mi casa con respuestas. Respuestas a sus demandas. Estaba segura que él iba a ir más lejos y no pararía hasta provocar un situación de tres. Sólo me había comprometido a pensar en sus demandas. Quizá a acompañarlo a un lugar de intercambio. Pero sólo para llenar nuestros ojos de imágenes nuevas. No para participar en ninguna orgía. Una gota de refresco manchó mi camisa. Miré la mancha y aunque traté de frotarla con la mano, deduje que no se quitaría. La camisa era blanca y se notaba pese a la oscuridad rojiza del local. Me puse en pie y me encaminé al baño, pues pensé que tal vez con un poco de agua se limpiaría. Entré en el baño y justo cuando iba a mojarme la mano para limpiar con un trozo de papel la mancha, desistí de hacerlo. La camisa se mojaría en exceso. Era una simple mancha. No importaba. Aproveché la ocasión para mear. Luego me miré en un espejo y me sentí ridícula con ese traje oscuro que me había puesto. Un traje de chaqueta y falda o un vestido me hubieran hecho sentir más cómoda que aquella chaqueta y aquel pantalón excesivamente ancho. Aunque me quedaba bien. Salí del baño pensando que ya no tenía remedio. Tomaría mi copa y me iría a casa y hablaría con Ron. Despacio. Sin prisas, dejándolo todo claro. Tomé asiento nuevamente en la silla y la arrimé a la mesa. Crucé mis piernas y tomé otro sorbo de limón, teniendo esta vez más cuidado de que no volviera a gotearme. Quería complacer a Ron, pero no podía. Creí tener claro lo que iba a hablar con Ron a mi vuelta a casa. Le diría que le comprendía, que estaba de acuerdo con el en eso de que tres son mejor que dos. Le diría que estaba dispuesta a acompañarlo a un lugar de intercambios atendiendo su propuesta. Iría descocada y ligera de ropa. Jugaríamos un poco. Me dejaría desear por otros. Pero sólo eso. Sólo existía una posibilidad entre mil de que yo aceptara un intercambio. No podía acostarme con otro delante de él. Eso era muy fuerte. Nunca le había sido infiel, pero si lo hubiera hecho, después de lo que él me había dicho, no hubiera sido tan grave. El me quería, no había duda. Pero quería compartirme…..o quería darme lo que otras mujeres no obtienen en el seno de un matrimonio con el consentimiento de sus maridos y alguna suspira por encontrar a escondidas. Estaba hecha un lío. Fumé otra vez. Eran las 7 de la tarde. Me dispuse a fumar el cigarro y me dije que cuando terminara me iría de aquel lugar. "Ron, Ron, Ron", pensé. En el fondo, a mí misma no me importaba que se hubiera follado a otra por ahí, pero yo no quería saberlo, y menos verlo. ¿Por qué el quería verlo? ¿Era masoquista?, ¿Le atormentarían después las imágenes de un tío encima de mí? Más fácil hubiera sido todo si me hubiera dicho "Quiero que te vayas por ahí, folles con otro tío y cuando vengas a casa me lo cuentas, así me excitaré y follaremos como nunca". A mí, incluso eso, no me hubiera parecido tan extraño. Siempre me podría haber inventado alguna historia para excitarle. No tenía necesidad de otro, pero tampoco hubiera descartado la idea. Follar con otro. Tal vez aprovechar alguna situación de las que se me presentaban en alguna ocasión. ¿Por qué no? No. Decididamente no. Eso no iba conmigo, aunque yo ya estaba viendo las cosas de otra forma. De otra manera bien distinta. Ya no me sentía la Avi grácil y bondadosa. Ya era una Avi más atrevida, más despierta y quizá más arriesgada. Ron me había despertado. ¿Seguro? Probar otro. ¿Por qué no? Una nueva polla en mis manos. Una nueva polla penetrando en mi interior. Abrazar otro cuerpo. Unas manos peludas agarrándo mis finos muslos para acercarse mi coño a su pene. Me excitaba pensar esas cosas. Yo le quería con toda mi alma. Por eso no iba a dejar de quererle. ¿Pero y si me gustaba más como me follaba ese otro? Daba igual. Ron era Ron. Era mi Ron. Era sexo, sólo sexo como él decía. Mis cábalas no llegaban a su fin……hasta que alguien las paralizó en seco...

-¡Hola! ¿Me puedo sentar contigo un momento?

-¡Eh…como….Dije sorprendida por la intromisión en mis pensamientos.

-Me llamo Zusko, Zusko Petrov. Dijo extendiéndome su mano derecha para estrecharla con la mía.

-Ho…Hola….yo me llamo María Victoria. Bueno....quiero decir Avi. Dije a la vez que, sin saber como, le entregué la mano a ese hombre.

-¿Avi o María Victoria? Preguntó con acento extraño.

-Avi. La última A de María y la primera sílaba de Victoria. Me sorprendí a mi misma haciendo referencia a un nombre que ya casi tenía olvidado. Todos me llamaban ese diminutivo. Avi.

-Está bien Avi. Te llamaré Avi. Yo me llamo Zusko, dijo sonriendo, soy de Bulgaria. Soy el dueño de este local. ¿Has venido sóla no?

-Si. Dije como absorta a la vez que miraba a los ojos de ese hombre que hablaba bastante bien español para ser de Bulgaria. Pensé que tal vez llevara muchos años en España.

-Y bien… ¿Buscas trabajo? ¿Te puedo ayudar en algo?

-No…..no…que va.

-Me lo imaginaba. Pero como te vi ayer aquí….pensé que tal vez buscabas trabajo. No encajarías mal en este local. Dijo sonriendo. Eres joven y tienes buen físico. Es lo que gusta por aquí.

-¿Me vio ayer aquí?

-Si. Pero tutéame, te lo ruego. Siento necesidad de saber que haces aquí. ¿Sabes? Por aquí viene de vez en cuando alguna chica de "la calle" a buscar algún trabajito. Este local es privado. No puedo admitir esas injerencias. Tengo reservado el derecho de admisión.

-Me confundes. Dije. Yo no soy de "esas". Sólo he pasado a tomar una copa. Y tal vez a comprar algo. Vine ayer con mi marido. Por la noche.

-Te vi. Ya te lo he dicho. Estuve observando tus movimientos. Nunca te había visto por aquí y me intrigó tu presencia. No te vi llegar. Si hubiera visto que venías acompañada de un hombre, no hubieses llamado mi atención.

-Está bien. Me viste ayer aquí….

-Si. Te vi a acompañada de dos hombres. Interrumpió el. ¿Eran tus dos maridos? Dijo sonriendo a la vez que dejaba entrever algo más.

-¿Dos hombres? Pregunté atónita.

-Si, te vi con uno en la barra y luego te vi que te marchabas con otro. ¿No trabajaras en esto y vienes a mi local a buscar clientes? Perdóname pero mi deber es preguntártelo.

-No, no. Sólo soy un cliente más. Era mi marido.

-¿Quién, el de la barra o el otro? Preguntó con cierta ironía.

-El otro. El de la barra era un amigo.

-¿Un amigo? ¿Conoces a Félix entonces….?

-Un poco. Dije haciéndome la interesante para no parecer una palurda.

-Viene mucho por aquí. Hoy no vendrá. Viene los sábados, domingos, martes, jueves y viernes. Los lunes y los miércoles, no viene.

-Estas muy enterado de sus visitas. Dije.

-Soy el dueño del local. Me dijo sonriendo. Es mi obligación.

-Supongo. Dije a la vez que apagaba el cigarrillo.

-Así es. ¿Y qué haces por aquí? Me preguntó.

-Nada en especial. He pasado a tomar una copa. Ya te lo he dicho. Ya me iba.

-No. No te vayas aún, dijo sujetándome fuertemente por el brazo, te enseñaré esto.

-No es necesario. Ayer lo vi. Respondí.

-Pero no viste todo lo que hay que ver.

-Si. Vi todo.

-Te invitaré a una copa. Dijo a la vez que levantaba la mano reclamando al camarero.

-Te lo agradezco de veras, pero me voy a marchar.

-Tomate una copa. La casa invita.

No quise parecer descortés ni dar imágen de asustadiza y acepté su invitación. Ese hombre de apariencia ruda, ojos azules, alto y musculoso, con aquel acento extraño y gracioso, me inspiraba respeto. Sus treinta y muchos años o tal vez cuarenta me hacían sentir desprotegida. Se le veía seguro de si mismo. Un hombre de vuelta de todo. Un hombre que hablaba con una mujer joven que había acudido a un lugar al que nunca debió ir sóla.

-Eres muy guapa. Dijo una vez el camarero depositó sobre la mesa un refresco para cada uno.

-Gracias.

-¿Estás segura que no quieres trabajar aquí? No tendrías ningún problema para hacerlo. Te pagaría bien. Las chicas están contentas. Unas trabajan por la mañana y otras en turno de tarde noche.

-No, Noooo….dije sonriendo. No busco trabajo. Sólo he pasado a tomar una copa.

-Te veo seria. ¿Te ocurre algo? ¿Algún problema?

-¡Oh no! Has interrumpido mis pensamientos. Dije a la vez que me daba cuenta que estaba dando pie a que él indagara más.

-Lo siento. Te he visto aquí sentada y he creído oportuno saludarte. Lo hago con todos los clientes que acuden por primera vez a mi local. Aunque este no sea tu caso.

-Gracias. Dije a la vez que tomaba el vaso para dar un trago a ese refresco de limón que sabía extraño. Como oxidado. Tal vez estaba caducado.

-¿Qué te parece esto? Me preguntó.

-No sé. Está bien. Tenéis una tienda con muchos artículos.

-Siiii….ya lo creo, dijo alargando la i . Vendemos mucho. Cada día más. ¿Sabes una cosa? Ganamos mucho dinero con la venta de vibradores, vaginas, juguetes etc.

-¡Ah ja! Exclamé mostrando atención a lo que me decía.

-Si. Te sorprenderías si supieras la cantidad de hombres que compran vibradores para sus parejas. Es una cosa que no alcanzo a comprender. España es muy distinta a Bulgaria. Aún me sorprende la actitud de la gente de aquí

Me hacía gracia aquella aseveración. Mi marido era uno de ellos.

.

-…..vienen ocultándose, lo sé porque a veces estoy en la puerta, y les veo llegar. Miran hacia un lado y otro, supongo que para asegurarse que nadie les ve entrar en un local de estos, luego, cuando ya están dentro, si van a la tienda no saben como pedir un vibrador. Y cuando se lo enseñas o les preguntas que cual les gusta, no saben qué decirte. Hizo una pausa. Yo a veces les pregunto que si a sus mujeres les gusta gorda, larga….Jajajaja. Es divertido.

-Te burlas de los pobres. Dije más que nada por acompañar aquella conversación.

-No. Lo que ocurre es que a veces parecen estúpidos. Es fácil, llegas, ves el material y dices lo que deseas. Se lo doy, lo pagan y a casa a disfrutar. No hay porqué dar tantas vueltas al asunto. Hablamos de sexo. Todos sabemos que clase de local es este y para que sirven las cosas de la tienda.

-¿Vienen muchas mujeres a tu tienda?

-Más de las que imaginas. El sexo ha cobrado una importancia vital en nuestras vidas. La gente se ha liberado. Ya no hay tantos prejuicios como hace unos años. La apertura. Eso dicen. La mujer ha destapado el tarro de sus esencias y se ha liberado. Compráis de todo.

-Debe ser divertido observar la actitud de unos y otros. Medité en voz alta.

-Si lo es. Te lo aseguro. Ven te enseñaré la tienda.

-Ya la he visto. Dije.

-Ven, te enseñaré algunas cosas extrañas que te sorprenderán. Y te regalaré algo que te gustará. Unas bolas chinas.

-¿Unas bolas chinas? Pregunté sin darme cuenta de lo estúpida que fui.

-Si….Jajajaja. Te gustarán. Cuando aprendas a utilizarlas.

Me quedé callada ante este último comentario del búlgaro. No quería demostrarle que no sabía muy bien que uso se les daba a las bolas chinas. Zusko se puso en pie y yo también me levanté empujada quizá por su seguridad. Con mi mano apretada por la suya echó a andar.

Anduvo deprisa por el centro del local. Salimos por la cortina de skay, bordeamos una pared y subimos unas escaleras. Abrió una puerta y accedimos a una especia de almacén. Mis ojos se llenaron de pollas de diversos colores, vaginas, cajas de preservativos, anillos, cueros……un complejo mundo de látex tan colorido como un arco iris. Tomó unas bolas chinas y me las puso en la mano.

-Ten. Esto es para ti. Para que juegues sóla o en compañía.

No quise preguntar nada. No quise parecer una estúpida. Tomé la caja y me la guardé en el bolsillo de la chaqueta.

-¿Qué te parece esto?

-Está bien. Dije.

-¿Es excitante verdad? Un mundo dónde cada uno puede lograr satisfacer sus necesidades sin necesidad de acompañante.

-Supongo. Dije por decir algo.

-¿Qué es lo que te gusta a ti? Me preguntó directamente.

-No entiendo. Dije.

-Las bolas chinas, los vibradores, el látex, los anillos….

-Nada en especial. Dije evadiendo su pregunta.

-Entiendo. Eres muy joven para usar artilugios de estos. ¡Y estás muy buena!

-Gracias. ¿Nos podemos ir?

-Si. Dijo a la vez que cerraba la puerta una vez hubimos salido de ese almacén de desenfreno. Te enseñaré el resto del local.

-No te molestes, dije con amabilidad, ya lo vi ayer.

-¿No serías tú quien estuvo anoche en la cabina doble?

-¿Por qué? ¿Por qué me preguntas eso? Contesté azorada.

-Me dijo mi encargado que se alquiló media hora a una pareja.

Me sorprendí del control que tenía Zusko en su local. Nada parecía pasarle desapercibo. Supongo que su encargado le comentaría que una pareja quería entrar en la cabina para parejas. Ron y sus curiosidades. Pero no era culpa de Ron, era culpa mía por haber vuelto a ese lugar. Eso era lo que realmente hacía que yo estuviera allí, al lado de ese hombre, en cierta inferioridad.**

-¡Ah ya veo! Fuiste tú con tu marido.

No sabía que decir. Opté por lo elemental. Negarlo. Tonta de mí.

-No. Nosotros no fuimos. Serían otros.

-¿No conoces las cabinas?

-No. No me quedaba otra, mentir.

-Te enseñaré una. La especial.

-No es necesario. No te molestes.

-No es molestia. Te dije que te enseñaría mi local. Hay poca gente, me puedo permitir atenderte.

Bajamos las escaleras nuevamente y accedimos a la sala dónde habíamos estado antes. Anduvimos, el con su mano agarrada a la mía, por la sala. Cuando estuvimos cerca de las cabinas se detuvo frente a una y se metió la mano en el bolsillo. Sacó una llave y la introdujo en la cerradura. La puerta se abrió y penetramos en su interior. Cerró la puerta y echó el pestillo.

-¿Qué haces?..

-Cierro la puerta.

-Eso ya lo veo, pero….pero… ¿Para qué el pestillo?

-Lo que te voy a enseñar no quiero que lo vea nadie.

-¿Qué me vas….a……que es lo que me vas a ense

-Mira. Dijo a la vez que un monitor cobraba vida y aparecían unos cuerpos desnudos en la pantalla.

Era una película porno naturalmente. Un hombre con un pene exagerado era acariciado por dos mujeres. Nunca había visto semejante tamaño de pene.

-¿Qué te parece? Bestial ¿Verdad? ¿Sabes cuánto le mide?

-No tengo ni idea. Dije. Me quiero ir de aquí ahora mismo.

-28 cm. Ni más ni menos. Los hay más largos.

-Es anormal. Dije.

-¿Te gustan las cosas más normales no?

No contesté. Zusko dejó el monitor puesto y sacó no se de dónde una botella de wisky. Se sirvió un poco en una vaso y echó otro poco en otro vaso que me ofreció.

-No muchas gracias. No bebo alcohol. Dije.

-Toma un trago, te sentará bien. Nos iremos enseguida.

Con el vaso en la mano mojé mis labios con aquellos 2000 grados de alcohol. No comprendía cómo a Ron le gustaba tanto. Dejé el vaso en una mesa que había esperando nuestra salida de aquel lugar.

-Bueno, ¿nos podemos ir? Pregunté.

-¡A qué tanta prisa! ¿Te gusta esta cabina?

Me encogí de hombros. Sentía calor. Demasiado calor. Eché un vistazo al monitor y me recreé en ver aquel hermoso falo que iba agrandándose más y más con la felación a la que lo estaban sometiendo las dos mujeres. Giré mi cabeza y me encontré con los ojos azules de Zusko que me miraba sonriendo. Divertido .

-Esta cabina es especial. No la usa nadie. Sólo yo. Es privada.

-¡Vámonos! Te lo ruego. Tengo calor. Dije a la vez que notaba mis axilas mojadas y un olor a sudor saliendo de ellas.

-¿Qué has venido a buscar? Me preguntó.

-Nada. Contesté asustada. Sólo vine a tomar una copa.

-¿Estás segura? Insistió el.

-¿Qué podría buscar? ¿Qué insinúas? Pregunté.

-Un polvo. Contestó secamente a la vez que me sonreía.

-¡Me quiero ir! Abre la puerta, te lo pido por favor.

-¿Sabes? Es extraño que vengan mujeres sólas por aquí y cuando vienen, todas buscan lo mismo. ¿Eres distinta?

Si. Era distinta. Yo no había ido a buscar un polvo. Había ido a tomar un refresco, fumar unos cigarros y ver aquel mundo. Era el lugar que creí más indicado para pensar en las proposiciones de Ron. Y ahora estaba allí, de pies, con un búlgaro que me insinuaba que yo también había ido a buscar un polvo. Y con la puerta cerrada. A su entera disposición. En la boca del lobo. Por gilipollas. Por atrevida. Por actuar por mi cuenta. Por no hacer caso a Ron.

-Me quiero ir de aquí. Te lo ruego abre la puerta

-¡Claro mujer! Nos iremos. No pasa nada. Dijo dejando el vaso encima de la mesa al lado del que yo había dejado momentos antes, pero con la salvedad de que el suyo ya estaba vacío.

Zusko se aproximó a mi cara y puso sus manos en mis mejillas. El beso de aquellos labios carnosos me hizo sentir como una corriente por el interior de mi cuerpo. Sentí calambre. Tal vez fuera la energía concentrada allí. Me quedé paralizada ante su beso. Al no producirse en mí una reacción de desaprobación, Zusko insistió con otro beso, esta vez más prolongado. Seguí quieta en silencio con mis labios cerrados y mis brazos caídos. Le miraba. Miraba sus ojos azules. Su cara. Sus rasgos. Un tercer beso a la vez que mordisqueaba mis labios hicieron que estos se abrieran y el penetrara con su lengua en mi boca.

Me sentía atrapada. Sus poderosos brazos atenazaban mi cuerpo estrechándolo contra si. Mis voluminosos pechos se aplastaban contra esa tabla llena de músculos. Sentí sus manos en mis glúteos por encima del pantalón. Acariciaba con las palmas de su mano el contorno de mis caderas.

-Por favor…..te lo ruego. Dije con una voz apenas audible y tratando de dar el tono más sereno que pude fingir.

Ya no dije mucho más. Me empujó contra la pared agarrando mis manos y apoyándolas por encima de mi cabeza. Ayudado con un pie primero, y luego el otro, se quitó los zapatos. Sus labios carnosos se posaron sobre los míos. Traté de protestar en vano. No podía casi respirar. Cuando se hubo asegurado que mi resistencia cedía, liberó mi boca y mis manos y desabrochó mi camisa blanca, primero un botón, luego dos, luego tres. Apoyó sus labios en el comienzo de mis pechos y chupeteó el borde de mí sujetador blanco.

-Quiero salir de aquí. Te lo ruego no lo hagas….

Sin convencimiento alguno no se convence a nadie. Frase usada por Ron en infinidad de ocasiones.

Y eso es lo que hice. No convencerme ni a mi misma. ¿Pero de dónde quería salir? Su mano se había introducido por la cintura frontal de mi pantalón y ya palpaba el borde de la braga. Con una sóla mano y una celeridad impresionante desabrochó el fino cinturón que llevaba puesto sobre mis pantalones. Estos cayeron hacia el suelo debido a lo anchos que eran, descansando sobre mis zapatos y humillados de grado. Me quitó la chaqueta. Cerré los ojos y le dejé hacer. Me abandoné a su antojo. Allí estaba yo, dispuesta a todo. La infidelidad se instaló en mi mente. Estaba excitada. Ni siquiera yo era capaz de saber lo que podía pasar. Todo el tiempo vivido junto a Ron pasó por mi mente. Todo ese tiempo para llegar hasta allí. Para serle infiel. Seguía apoyada contra la pared, ya sin chaqueta, y con los pantalones caídos. Me sentí como una colegiala a la que besan por vez primera. Mis pantalones caídos y mi camisa tapando parte de mis mulos me nublaban. El se agachó y me sacó los zapatos y la planta de mis pies se apoyó en la moqueta cálida del suelo. Luego levantó una de mis piernas y sacó el pantalón, después repitió con la otra. Se arrodilló en el suelo y se fue con su boca encima de mi braga a la altura de mi pubis. Allí resopló inundándome de calor esa zona. Yo sabía lo que iba a pasar. Sabía lo que pretendía Zusko. Me sentía embriagada por la situación que por inesperada, resultaba más excitante. Mis bragas descendieron rápidamente piernas abajo. Con mis manos traté en vano de evitar el desalojo de su lugar. Yo misma levanté los pies para que él pudiera sacarlas sin obstáculos. Ahora su boca se posó otra vez, esta vez sobre mi vello perfectamente recortado, en la misma zona. Su lengua salió del orificio para pasearse por mi hendidura, a lo que yo cerré los ojos, aflojé mi tensión muscular y le dejé hacer. El sabía como hacerlo. Lamía de abajo hacia arriba, despacio. ¿Que estaba haciéndole a mi marido? Los cuernos ficticios se dibujaron en mi mente. Me quería ir de allí. Pero no quería vedarme a aquel momento inesperado. El faldón de mi camisa caía sobre su cabeza. Yo seguía con el sujetador puesto y la camisa desabotonada. Abrí los ojos y pude ver, ahora sí, la sala donde me encontraba. Era parecida a la cabina que visité con Ron. Mismo decorado, pero de mejor calidad y más amplio. El levantó la vista hacia mí. Instintivamente apoyé mis manos en su cabeza como rogándole que no cediera en lo que le ocupaba que no era otra cosa que lamerme el coño. Así lo entendió y se aprestó a ello. Me sentí una puta entregada a ese búlgaro. Volví a cerrar los ojos y me pregunté como podía ser tan voluble y estar allí haciendo lo que hacía. No obtuve respuesta. Sólo quería gozar. Suspiraba y me mordía los labios cada vez que el paseaba su lengua carnosa y caliente entre mi raja empapada. Terminé por sacar la camisa de mi cuerpo como pude. Ahora mi espalda también se apoyaba en la tela que tapizaba la pared, al igual que lo hacía mí culo desnudo. El sujetador tampoco fue obstáculo insalvable. En un pis pas, lo desabroché de atrás y lo saqué de mi cuerpo. Mis pechos lo agradecieron, en especial mis pezones, que cobraron la turgencia que la ocasión demandaba. Ya completamente desnuda y mientras el seguía lamiendo, yo lo único que deseaba era que su pene se perdiera dentro de mí y me colmara. La palma de su mano derecha se hizo sitio entre mis piernas y se posó en mi culo ahuecándolo de la pared. Esto servía para que él se arrimara más mi coño a su boca. Se puso en pie de un salto que sólo un tintan sabe ejecutar. Como alguien que se desploma, me dejé caer de rodillas sobre la moqueta y con mis manos bajé la cremallera de su pantalón. No era la polla de Ron. Mi polla. La de siempre. Ahora lo que buscaba era la polla del hombre que me había lamido el coño de esa manera tan bestial. Hurgué como pude para extraer ese vigoroso y hermoso falo que demandaba mis servicios y que me costó extraer debido a la dureza del miembro. Era impresionante. Simplemente impresionante. Era bonito, largo, grueso, sin remarcar sus venas como la mayoría. Con mucho mimo para no estropear tanta belleza, lo metí en mi boca. Me sentí rara con esa polla en la boca. No era la de Ron. Quizás me sentí culpable. Zusko terminó por desabrocharse el pantalón y dejó que cayera al suelo. Sacó una pierna, luego la otra y yo misma bajé sus calzoncillos para que junto a los pantalones, salieran por sus pies. Si el pene de Zusko, pene búlgaro, era precioso, no lo eran menos sus cojones. Dos hermosas bolas, hinchadas, duras y pobladas de vello, adornaban ese majestuoso pene que yo me entretenía en lamer despacio y con una precisión inaudita en mí por lo bien que lo estaba haciendo. Jamás había hecho una felación así. Ron no me lo perdonaría. No sé cuanto tiempo estuve con esa hermosura en mi boca. El se quitó la camisa y me levantó del suelo. Me puso en pie y me sentó en el sillón que había en la cabina o lo que demonios fuera aquello. El sillón era distinto del que me había sentado con Ron en la cabina para parejas por la que pagó 50 euros.

-¿Quieres marcharte? Preguntó castigando mi infidelidad y recordándome lo puta que estaba siendo.

-No. Fóllame ya. Me oí decir sin reconocer mi voz. En el fondo fue mi coño quien habló.

-Primero te daré más. Dijo perdiéndose entre mis piernas mientras se arrodillaba otra vez.

Sus lamidas eran constantes. Furiosas. Su pene erguido, arrogante, era una imagen que hacia tambalear todos mis esquemas sexuales. Me dejé ir a su antojo. El seguía incansablemente sondeando con su lengua en mi interior. Yo apretaba mis pechos y pellizcaba mis pezones ante el clamor de lo que se me avecinaba. Me iba a correr y no me había follado. ¿O me estaba meando? No sabía si aquello era un triunfo para mí o un deseo oculto de no ser infiel a Ron. Pero ya lo estaba siendo. No había remedio. La primera infidelidad de mi vida y estaba privando a mi marido de ver lo que tanto deseaba. Era una puta. Y mala. Me lo imaginé allí sentado a mi lado. Besando mi boca mientras mi sexo era lamido por Zusko. Aquello me retorció más. Me llevó al extremo. Me sentí una golfa. Una desagradecida. Una puta callejera. Y me excitó más.

-Oooohhhhh….me voy a correr,……dije a la vez que empezaba a sentir los espasmos que me transportaron a otro tiempo y espacio.

El se aplicó más. Sabía donde lamer. Perdí el control. Me tambaleé en el sillón que ocupaba debido a los espasmos. La boca se me secó. El cuerpo me ardió. Cerré los ojos a la vez que el se separaba de mi clítoris. Oí como encendió un cigarro. Luego lo arrimó a mi boca y aspiré humo. Lo agradecí. Se sirvió un wisky y me dio un sorbo. También lo agradecí. Permanecía con las piernas abiertas, recostada contra el respaldo del sillón y los ojos idos. Bajé mis ojos hacia mi sexo. Brillaba. Estaba exultante por haberme corrido y no haberle dejado que me follara. Pensando en irme. Suponiendo que todo había terminado con ese desliz. Aún tuve tiempo de echar un último vistazo a su pene. Seguía duro, arrogante, gigante, hermoso. Se inclinó hacia mí y metió una mano debajo de mi culo. Lo siguiente fue el no va más. Aquella lanza vigorosa se abrió paso sin dificultad hasta mis entrañas. Sin permiso. Sin tregua. No sé el tiempo que anduvo sondeándome, me parecía una eternidad, aunque no me importaba. Estaba a gusto con esa lanza dentro...Cauterizaba mis entrañas. Tampoco sé cuanta carne entró dentro de mí, pero lo que recuerdo bien fue el anuncio de un nuevo orgasmo. Bestial. Mi cara compuso un gesto arrugado y me corrí como jamás lo había hecho ni siquiera con mi marido. Me ardía el cuerpo. Y me ardía más porque no era Ron quien me estaba follando. Como si el titán se hubiera percatado de ello, comenzó a lanzar salvas de semen que me golpeaban en el útero con magistral puntería. Era una sensación rara de desasosiego, nervios y bien estar. Creí que me orinaba encima. Perdí el control de todo, del tiempo, del lugar, de lo que estaba sucediéndome y a mis ojos acudieron dos lágrimas que mis párpados retuvieron. Pero eran de placer.

Me vi en la calle andando y ahí tomé noción de lo que me había ocurrido. Pensé que me había drogado o algo así. Entré en una cafetería y pedí un café bien cargado y caliente. Medité en lo que había pasado. Seguí la película paso a paso. Aún creía sentir estertores en mi vagina. Noté mis bragas manchadas del semen que dejaba escapar mi vagina. Salí disparada al baño. Los nervios se apoderaron de mí y empecé a comprender lo que había hecho. Mis bragas fueron abandonadas en una papelera y sin ellas recompuse mis pantalones y me alejé de allí. Creí haber roto con todo vestigio del polvo que me echaron. Me sentía nueva. Era otra. Creía sentir su semen dentro de mí empalagando mis paredes vaginales, mi útero… Pagué mi consumición y salí a la calle., Sólo tenía clara una cosa. Nunca me habían follado así y nunca había chupado una polla igual. Con tanto interés. Con esa alevosía y descaro. Me sentía libre y límpia. Sucia y humillada a la vez. Estaba como nunca, exultante, me sentía más guapa y agradecida. Me sentía como la puta que acaba su servicio y cobra la cantidad estipulada. Me devoraba por dentro. Pero había algo más. Había consumado una infidelidad que Ron no merecía. Eso me hacía daño. Y lo más importante, me había gustado lo que había pasado. Recordé las palabras de Zusko mientras me vestía, "Cuando quieras otro polvo, vienes a verme". Pensé en esas palabras. Probablemente volvería a verle. Había disfrutado como nunca lo había hecho con Ron. Eran las 10 de la noche. En apenas unas horas había experimentado, había tenido, lo que jamás tuve con mi marido. Ese día a las 8 de la tarde, empezó otra vida para mí. Pero mi marido debía saberlo. Esa fue la condición que me puse para acabar con el desasosiego que me amenazaba.

Continuará

Coronelwinston