Diana y el placer del enema
Diana, una viuda un tanto madura, revive las emociones placenteras que le proporcionaba su marido, visitando la casa de un matrimonio dominante.
El placer del enema
"Sígueme, por favor", le dijo Marie a Diana mientras la conducía a una habitación en la parte trasera de la casa… - "¿Has sido buena chica esta semana?"
"Sí, señora", respondió Diana en voz baja… - "Intenté hacerlo lo mejor posible".
"Esperemos que sí", le contestó Marie… "¡Sir Alan estará muy decepcionado si lo has desobedecido!"
Las dos mujeres entraron a una habitación pintada de blanco que estaba configurada como una sala de examen médico.
"Me alegro de verte otra vez, Diana", comentó Sir Alan al entrar… - "Ven aquí, querida, y dime, ¿has sido obediente?"
"Oh, sí", respondió en voz baja… - "¡He sido una chica muy buena!"
"Ya veremos", dijo sin compromiso… “¡Ahora quítate el vestido para que pueda examinarte"
Con tanta calma como si se estuviera desnudando en su propia habitación, Diana agarró el dobladillo de su vestido y se lo llevó a la barbilla, exponiendo su entrepiernas, apenas cubierta con unas mini tanga, tanto a la señora Marie como a su esposo, Sir Alan.
Una ligera barba de pelo había empezado a regenerarse en la abultado coño afeitado de Diana, pero el verdadero objeto de la inspección de Sir Alan era el grueso trasero que tenía.
"Muy bien, querida", comentó… - "¿Te causa dolor lo que llevas metido en el ano?"
"Ahora, no mucho", respondió con sinceridad… - "Pero tengo que tener cuidado cuando me siento porque puede ser muy incómodo."
-" Tu vagina parece estar excitada", notó Sir Alan… - "¿Te has masturbado desde la semana pasada?"
" Oh, no ", respondió rápidamente Diana… - "Pero admito que pensé hacerlo muchas veces, porque estoy todo el tiempo mojada."
" Por supuesto que lo estás, cariño… Se nota nada más verte el coño", respondió con una sonrisa… "Pero ahora es el momento de darte tu ‘tratamiento’, así que Marie te ayudará con tu ropa y podrás subirte a la mesa.
Sir Alan y su esposa Marie tenían muchos clientes que acudían a ellos para que les aplicasen diversos tipos de disciplina, y Diana era una de las muchas mujeres de mediana edad que habían perdido a su marido por muerte o divorcio, y con ello, el rumbo de la vida sexual, que sus parejas masculinas les dieron.
En el caso de Diana, su esposo, con treinta y ocho años había muerto en un accidente de coche y se había quedado sola... Aunque ella y su esposo habían sido un matrimonio feliz, cuando surgía una disputa o una falta, él no dudo jamás en castigarla severamente por sus supuestas indiscreciones… Por esta razón, al morir su marido, sintió la necesidad de ser castigada por una figura de autoridad masculina y buscó activamente a alguien que pudiera cumplir el rol que su esposo había jugado en su vida.
Ahora se encontraba acostada en la mesa de examen de Sir Alan, esperando ansiosa para que comenzase con ella.
- "Date la vuelta", le ordenó con firmeza… "Y separa bien las piernas"
Asintiendo con la cabeza a su esposa Maríe, él dijo:
- "¡Quítale la restricción de su recto, por favor… Y ponle un poco de lubricante!"
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Diana cuando Marie le quitó el tapón del ano y fue rápidamente reemplazado por su cálida mano llena de gelatina.
Sólo la sensación de los dedos moviéndose en el interior de su agujero anal hizo que su clítoris palpitara desenfrenadamente… ¡Normal, ya que había pasado una semana desde que tuvo su último orgasmo!
"¿Sabes lo que voy hacerte después, querida?", preguntó suavemente Sir Alan mientras le acariciaba su gordo culo.
"V-va a darme un enema", gimió mientras su clítoris latía casi fuera de control.
"Muy bien", respondió, mientras le metía una gruesa cánula dentro de su agujero anal ya distendido y abría la llave de la manguera que permitía que el agua entrara en su intestino… "¿Cómo te sientes?"
"M-muy bien , tartamudeó… - “Me está llenando el intestino y haciendo que lo sienta apretado casi todo el tiempo."
El agua tibia y jabonosa continuó metiéndose en sus intestinos hasta que ella le rogó que se detuviera, lo que por supuesto sólo lo animó a ponerle más.
"¿Cómo se siente ella?", le preguntó a su esposa Marie, que estaba monitoreando el vientre, ahora en expansión, de Diana.
"Creo que se puede meter un poco más", respondió, mientras que Diana, jadeante, le suplicaba a sus dos Amos que se detuvieran.
"Ella necesita que se la llene al máximo posible para obtener el efecto deseado”, le dijo Marie.
"Estoy totalmente de acuerdo contigo", respondió enérgicamente Sir Alan mientras permitía que otro medio litro más se escurriera dentro de ella… En total le metieron casi tres litros.
Después de otro minuto más o menos, él sacó la gruesa cánula de su orificio anal y le metió un tapón que actuaba como un corcho, manteniendo toda el agua dentro de su intestino sobre extendido.
Marie la ayudó a girarse sobre su espalda, ya que su vientre, ahora lleno, la hacía parecer casi como si estuviera en las últimas etapas del embarazo… Luego, también la ayudó a bajar de la mesa para llevarla a una especie de sillón ginecológico… Allí, le ató los tobillos a los estribos del sillón, quedando con las piernas en alto… Luego, Marie se sentó en un pequeño taburete rodante entre sus piernas y le dijo:
"Es hora de que te afeite, querida", le dijo suavemente, mientras masajeaba con aceite sobre los abultados labios vaginales de Diana… - “Trata pues de relajarte"
" Ohoo… Qué bueno", respondió con un gemido, Diana… -"Esto que me estas haciendo se siente muy bien… Por favor, no te detengas."
"Diana", le advirtió Marie… "Esto que estoy haciéndote no es para que te sientas bien y disfrutes con ello… Simplemente te estoy haciendo procedimientos higiénicos normales… Así que, por favor, quédate quieta"
Melanie tragó saliva y cerró los ojos con fuerza, mientras trataba desesperadamente de no pensar en las manos suaves que revoloteaban sobre los labios de su vagina goteante junto con la presión inflexible que los litros de agua tenía retenidos en sus intestinos y que le producían grandes retortijones de dolor.
- "Diana", dijo firmemente Sir Alan… "La señora Marie te va a afeitar el coño y no quiero que tenga ningún orgasmo hasta que yo te lo permita… ¿Me entiendes?"
Una delgada capa de sudor había salido de su rostro, y aunque la tensión que se acumulaba en su coño era casi insoportable, ella asintió con la cabeza y respondió con voz ronca:
"Sí, Amo… Yo-haré todo lo posible para evitarlo…. Esto es muy duro de soportar porque estoy muy caliente, pero obedeceré"
"Está bien, Marie… Adelante… Rasúrala!"
En el primer contacto de la hoja fría de la navaja con sus labios temblorosos, Diana apretó los dientes y luchó por mantener su clítoris pulsante bajo control, pero necesitó casi un esfuerzo sobrehumano para evitar caer en un torbellino orgásmico.
Lentamente… Insoportablemente lentamente, Marie movió la hoja de doble filo a través de cada uno de los labios vaginales bien aceitados, mientras que al mismo tiempo se tomaba grandes molestias para golpear y acariciar la vulva bien desarrollada de Diana… Ésta, agarrándose al borde de la mesa con ambas manos, gemía ruidosamente mientras el orgasmo inevitable se acercaba cada vez más y más.
Sir Alan colocó su mano sobre su vientre distendido y mientras lo presionaba suavemente le preguntó en voz baja:
"Cuando hago esto, ¿puedes sentirlo en tu clítoris?"
"Si, Amo… P-p-por favor, déjeme correrme", jadeó… "No puedo aguantar mucho más… Por favor, permítamelo… Se lo ruego, Amo."
"Ya está todo terminado", le dijo Marie a Sir Alan mientras limpiaba los labios recién rasurados de Diana con un paño húmedo y tibio… - "Ella es toda tuya"
Mientras apoyaba la palma de su mano en su cálido coño, Sir Alan le preguntó en voz baja:
- "¿Estás lista, mi amor… Estás lista para dejarnos poner tu clítoris muy caliente?"
- "Oh, sí", jadeó… "¡Dese prisa… Por favor, dese prisa!"
"Marie", dijo en voz baja… - "¿Podrías, por favor, poner tu linda boca en el pubis de Diana?"
"Sí, Sir Alan," contestó, mientras su cabeza caía hacia adelante hasta que su boca entró en contacto directo con el órgano abultado, tan suave y dulce.
Diana estaba ahora en un estado de alta ansiedad sexual, y la sensación de la lengua de Marie lamiendo la longitud de su raja, y finalmente chupando su clítoris era más de lo que la pobre mujer podía soportar, por lo que el primer orgasmo la dejó temblando como una hoja en una tormenta… Tuvo una corrida espectacular a la que siguieron otras más.
- "Oh, Dios", gimió ella… - "Yo-yo me estoy corriendo sin parar… Chúpame… Chúpame… Ohooo, gracias… Gracias por dejarme correrme tantas veces seguidas, Ama."
Poco después, Marie se apartó del coño ahora sobrecalentado, para que Sir Alan ayudase a Diana a levantarse… La llevó, con las piernas temblorosas, hasta un inodoro que había en la esquina de la habitación.
"Está bien, cariño", dijo solemnemente… "Siéntate en el inodoro"… Diana, que estaba medio delirante de emoción y constantemente gimiendo, colocó su gran culo sobre el inodoro.
"Ahora", ordenó Sir Alan… - "Inclínate un poco hacia delante para que pueda meter la mano por detrás… Muy bien, Diana”… Luego, bajando la mano, agarró el extremo del tapón insertado en su ano y lo extrajo violentamente de su culo… De inmediato, la mezcla de agua y excremento explotó fuera de su intestino en un torrente continuo y abundante.
Mientras esto sucedía, Marie se agachó y tocó el clítoris de Diana con su dedo índice... Como un resorte, la cabeza de Diana se movió de un lado a otro mientras las señales de placer que corrían hacia su cerebro venían de dos puntos: su agujero del culo y su clítoris caliente.
El orgasmo que tuvo fue tremendo y continuo… Su cuerpo era un incesante temblequeo incontrolable… Diana no paraba de gimotear como un bebé… Su coño palpitaba salvajemente por los orgasmos brutales que la habían hecho trizas sólo unos momentos antes, mientras que su culo todavía parecía como si el tapón anal estuviera dentro, a pesar de que se lo habían quitado hacía unos quince minutos… Al final quedó totalmente destrozada y sin fuerzas.
Después de que Marie le ayudase a tomar una ducha y vestirse, Diana, totalmente agotada, se paró frente a su Amo y esperó pacientemente a que hablara.
- "Hoy hemos entrenado tu recto", le dijo en voz baja… "Ahora es el momento de empezar a entrenar tu vagina"… Y Sir Alan le mostró una versión modificada del tapón anal que llevaba insertado en el culo… - “Este nuevo tapón es para llevarlo metido todo el día en tu coño.”
Obedientemente, Diana levantó su falda, se abrió de piernas y adelanto su vientre para que su Amo pudiera insertarle el grueso tapón invasor en su cálido coño... Luego, Sir Alan le dijo:
- "No te lo quites ni siquiera para mear… No te lo permito… Ahora vete y vuelve la próxima semana… Y recuerda… ¡Terminantemente prohibido masturbarte!"
Melanie, bajó su falda y con los ojos hacia abajo en señal de sumisión, abandonó la casa, pensando sólo en una cosa… ¡Su próxima visita a la mesa de Sir Alan!
F I N