Diana Susana y su cautivador amante (parte III)

De la mano de su encantador amante, Diana Susana sigue floreciendo como toda una mujercita plena, tanto en la cama como fuera de ella.

Después de la cogida que me había acomodado mi amante, caí rendida. Dormí como una bebita toda la noche envuelta en los varoniles brazos de mi hombre. Sentía una gran satisfacción y realización por ser la primera vez que compartíamos el lecho no sólo para tener sexo, sino también para pasar la noche juntos, como una parejita de enamorados. Además, para mí era la primera vez que dormía totalmente encueradita con un hombre. A pesar de estar profundamente dormida, más de una ocasión en la noche, sentí el contacto de su pene erecto sobre mis pompitas. Carlos también estaba dormido, así es que supuse que era una reacción espontánea de su cuerpo al tenerme a su lado.

Al amanecer, yo estaba boca arriba. De momento no sentí a Carlos, pero me imaginé que se había levantado al baño o que nos habíamos movido inconscientemente. De cualquier forma, mis ojitos seguían cerrados y no tenía ganas de despertarme (siempre he sido flojita para pararme temprano las mañanas de los fines de semana, jiji). De repente, sentí un roce muy leve en mi carita y cuando pude reaccionar observé que mi amante me estaba frotando con su pene erecto.

—Buenos días mi nena.

—Buenos días papi (contesté todavía algo somnolienta, pero sonriente).

—Al verte desnudita, no pude resistir la tentación de acariciarte con mi virilidad. Como te dije desde un inicio, mi pene tiene ganas de recorrer todo tu cuerpecito, chiquita.

—Me da la impresión que ese lindo pene es muy travieso, juguetón y curioso.

—Tú tienes la culpa de que se ponga sí mi reina.

Como una mujercita complaciente y sumisa, yo me dejé hacer. El pene de Carlos se posaba sobre mis labios, mis mejillas, mis orejitas, mi cuello, mis hombros. De repente, su glande me empezó a tallar suavemente mis pezones y mis areolas. Mis pezones respondieron inmediatamente a las caricias que les brindaba la verga de mi macho. Al ponerse erectos, coronaban sensualmente mis pechos. La escena se veía tan cachonda y la sensación tan divina que me excitó nuevamente. Mi clítoris se puso erecto y húmedo.

—¿Sabes mamacita? También se me antoja explorar tu cuerpecito con mi boca.

—Soy tuya amor. Puedes probar lo que gustes (no sabía exactamente lo que él tenía en mente, pero me moría de ganas de dejarme llevar por la pasión).

Desnudo también, mi hombre se movió hacia la parte de la cama que es opuesta a la cabecera. Levantó una de mis piernitas con sus manos y me empezó a dar besitos en mis pies. También me lamía mis plantas y chupaba lentamente mis deditos. Nunca me habían hecho algo así, pero me gustaba mucho. Las artes amatorias de Carlos eran una combinación electrizante de sensualidad y cariño. Me pidió que levantara mi otra piernita y, hechizada por sus encantos, accedí obedientemente.

Carlos ahora me estaba abriendo mis piernitas para pasarme su lengua a través de mis rodillas y mis muslos. Empecé a gemir como gatita en celo a medida que se aproximaba a zona genital. La boca de mi hombre se acercaba cada vez más a mi clitty, mis ovarios e incluso mi cuevita. Aunque todavía no había hecho contacto con esas tres áreas, me soplaba aire calientito sobre ellas. Me enloquecía ver ese maravilloso espectáculo lleno de lujuria y morbo.

De repente, mi macho se ensalivó uno de sus propios dedos y lo introdujo lentamente en mi colita. Ya en mi interior, lo movía muy sabrosamente como tratando de explorar todos los rincones de mi intimidad. De un momento a otro, comenzó a lamer y besar mis ovarios y también mi clítoris (a diferencia de lo que hacemos las hembras, él no los chupaba). Me estaba gustando mucho esa manera de mimarme.

—¿Te gusta Dianita hermosa? Así es como se le hace el sexo oral a una ninfa como tú.

—Ahhhhh, claro papito. Me encantaaaaaaa, es muuuuy rico lo que me haces.

—Me están dando ganas de hacerte mía otra vez princesa ¿Quieres?

—Siiiiiiiiiii, yo también me siento muy caliente y me fascinaría tenerte nuevamente en mi interior, pero esta vez quisiera intentar una nueva posición.

—¿Cómo te gustaría hacerlo mamacita bonita?

—Se me antoja subirme a tu pene y montarte papi.

—Intentémoslo de esa forma nena.

Mi hombre se acostó sobre la cama. Me gustaba admirar su cuerpo atlético y velludo. Su majestuoso pene estaba muy parado y apuntaba hacia arriba como una lanza lista para flechar a una hembra. En ese momento, pensé que me sentí afortunada porque a cualquier mujer le encantaría ser penetrada por ese semental, pero solamente a Diana Susana le correspondería el placer de disfrutarlo en ese instante.

Antes de acomodarme, le di un besito amoroso a su glande. Me puse en posición a horcajadas sobre su zona genial y, antes de descender para clavarme su masculinidad, empuñé su pene con una de mis manitas para guiarlo hacia la entrada de mi cavidad íntima. Cuando su cabecita llegó a los bordes de mi anito, agarré su pito un poco más duro para metérmelo bien y también fui bajando. Carlos me tomó de la cintura para facilitar el acoplamiento y fui empujando mi pelvis hacia abajo. Se sentía delicioso como se iba abriendo camino dentro de mi colita. Gracias al esfuerzo de ambos, su miembro se me fue introduciendo gradual y lentamente.

Finalmente, mis pompitas se posaron sobre su pelvis. Mi cuevita estaba engullendo todo su pene, Diana Susana estaba ensartada por completo. Prácticamente, estaba sentada sobre una almohada de testículos y vello púbico para poder cabalgar a mi bello corcel como toda una amazona salvaje. Los dos nos quedamos quietos para saborear el momento antes de empezar a moverme en la voluptuosa danza del amor. Mi clítoris y mis ovarios estaban sobre el vientre de mi macho, lo que hacía la escena y la sensación todavía más eróticas.

Una de las razones por las que había propuesto esta posición es porque la hembra puede llevar las riendas de la relación sexual al controlar la penetración. Quería demostrarle a mi hombre que yo también estaba dispuesta a encender las llamaradas de la pasión a pesar de condición como una mujercita tierna, pasiva, sumisa y obediente. Además, por lo que había leído, el placer de esta posición no es por la fricción del mete y saca tradicional, sino porque hay contacto permanente en el movimiento del miembro viril dentro de la hembra.

Con estas estas ideas en mente y teniendo el pito de mi pareja totalmente aprisionado en mi colita, empecé a contonearme lentamente en círculos. Movía rítmicamente mis caderas y mis nalguitas como si estuviera bailando. También me movía yo hacia adelante y hacia atrás, arqueando mi espalda. Gracias a este movimiento, el pene de Carlos me acariciaba todo el interior de mi colita sin salirse ni un centímetro. Además, hacía contracciones con los músculos de mi cavidad para apretarle su verga. Tratando de prender todavía más a mi macho, también me jalaba mis pezoncitos y jugaba sensualmente con mi pelo.

—Coges delicioso mi morenita linda.

—Me alegra que te guste amor (contesté sonriente y orgullosa de mi feminidad por el placer provocado a mi hombre).

—Que sabroso te comes mi pene con tu panochita nena. Deléitate con mi verga mami.

Como un macho experimentado, Carlos no se quedaba atrás. En un inicio, sus manos se habían posado sobre mi cintura, pero ahora me tocaban por todas partes, gracias a esa posición en la que estábamos haciendo el amor frente a frente. Mi amante me acariciaba mis pompitas, mis muslos, mis piecitos, mi carita, mi cuello, mis hombros, mi espalda... Su tacto era encantador: suave pero erótico. De hecho, de entre todas las parejas sexuales que he tenido, sus caricias son probablemente mis favoritas. También me metía sus dedos en la boca y yo se los chupaba cachondamente.

A Carlos siempre lo enloquecían mis pezones oscuros y respingados, así es que no desaprovechaba la oportunidad para pellizcarlos e incluso para acercarme a él y mamármelos o lamérmelos amorosamente. Gracias a la estimulación de mi hombre y a la intensidad de la sesión de sexo, ya los tenía muy parados. Yo me retorcía de placer y gemía como toda una hembra en celo. Reflexioné que, al estar invadida de deseo, yo era capaz de comportarme como una auténtica putita en la cama.

Yo me sentía super entregada, sexual, emocional y mentalmente. Además, dado que la penetración es muy profunda en esta posición, juraría que el glande de mi hombre casi llegaba al interior de mi vientre. De tanta calentura, espontáneamente me empecé a masturbar mi clítoris para elevar mi placer. Ocasionalmente, Carlos me sobaba mi penecito y lo restregaba sobre su abdomen, dándome una mayor estimulación. Yo llevé una de mis manitas hacia atrás para palpar la profundidad de la penetración (por pura curiosidad), pude constatar que todo el tronco su pene estaba en mi interior. Solamente pude sentir sus huevos. Los acaricié dulcemente, pensando que su carga de esperma pronto estaría regando mis entrañas.

De repente, sin mediar palabra Carlos me ofreció sus manos para tomarlas. Yo accedí gustosa y nuestros dedos se entrelazaron. Mis manitas eran delicadas y suaves, en tanto que las de él eran más grandes y largas. Sujetándome de esta manera, me acercó a sus labios y nos dimos un beso húmedo. Era delicioso sentir el contacto de nuestras bocas y lenguas mientras nuestros genitales (su pito y mi anito) estaban unidos íntimamente.

—Me vas a hacer venir mamacita.

—Déjame tu semilla en mi pancita mi amor.

—Otra vez voy a inundar tu panocha tragona con mi leche.

—Sí chiquito, mi vagina está deseosa de tu semen.

—Quiero fecundar tu vientre, hermosura.

En ese momento me tomó más fuerte de las manos y me plantó beso descomunal. Nunca me habían besado con tanta lujuria. Sintiendo que su pene se tensaba, supe que el orgasmo de mi macho se acercaba. Como una hembrita en celo que anhelaba quedar preñada, aumenté la frecuencia y la presión de las contracciones que hacía con mi colita sobre su pene. Estaba decidida a exprimirle su licor masculino. Carlos me sujetó con fuerza así como estábamos tomados de las manos, subió su pelvis para empujar su pito al máximo en el interior de mi cavidad y me empezó a eyacular, liberando su semilla en lo más íntimo de mi ser. Su verga vibraba a medida que escupía su lechecita espesa y caliente. Yo no aguanté las oleadas de placer y, en un esfuerzo por absorber todo el néctar viril de este macho sin que se regara una sola gotita afuera de mi anito, arqueé mi espalda y me moví hacia atrás.

Carlos aprovechó ese momento para tomar mi clítoris. Con una de sus manos, sobaba mis delicados ovarios desde abajo y con la otra masturbaba suavemente mi penecito, mientras al mismo tiempo me colmaba con palabras hipnóticas que derramaban cachondería.

—Ahora es tu turno de llegar al clímax mi vida.

—Déjame darte placer, quiero verte gozar. Regálame uno de tus deliciosos orgasmos de sissy putita.

—Disfruta la idea de que te vas a venir mientras tienes el pene de tu macho adentro de tu cuevita y que además te acaba de obsequiar su lechita.

—Muéstrame como brota la rica miel de tu clítoris nena.

Todas las sensaciones que estaba experimentando mi cuerpo (el contacto de nuestras pieles, su pito clavado en mi interior, mi anito bañado con su semen, la estimulación sobre mi clitty) y la calentura de su manera tan prendida de hablarme en la cama me llevaron directo al éxtasis. Mi hombre se dio cuenta de que mi estallido se acercaba y envolvió mi clítoris con sus dos manos. En ese momento, derramé mi néctar de zorrita. El líquido de mis ovarios quedó en las manos de mi amante. Carlos llevó una de mis manos a mi pecho para embarrarlo en mis pezones y me metió los dedos de su otra mano en mi boca, para dármelo a probar. Como una gatita obediente, yo lamía la palma de su mano y sus dedos, finalizando así una deliciosa sesión de sexo.

Todavía no era ni mediodía y ya había yo recibido una buena dosis de pene. Me sentía muy satisfecha como mujercita de que en esta cogida yo había asumido un rol más participativo al explorar mi sexualidad femenina. Enseguida, Carlos y yo nos bañamos juntos. En la ducha, el me enjabonó a mi y yo a él, como una parejita de enamorados. El aprovechaba la ocasión para manosearme sabrosamente mi cuerpecito delicado y mi piel suave y yo admiraba las formas varoniles de mi macho.

Del guardarropa de su hija, tomé una faldita corta (me llegaba arriba de la rodilla) y un top para vestirme, ambos de color negro. Quería un look casual, pero sexy. Carlos se vistió con un short y una playera deportiva. Era verano, así que era cómodo para los dos andar frescos. Pasamos el resto del día juntos. Desayunamos, almorzamos y cenamos. Platicamos y reímos. Nos tomamos de las manos y nos besamos con mucha pasión.

Después de la cena, recordé que el baby doll todavía estaba en mis mochila, así es que se me ocurrió una idea:

—Papi, antes de acostarnos, te tengo una sorpresa que quiero mostrarte.

—Yo también quiero sorprenderte con algo, linda.

Fui por el baby doll. Lenta y sugerentemente me encueré frente a él, desprendiéndome de la ropa como si fuera yo una teibolera. El top lo dejé caer al piso y aventé la faldita hacia la cama Dejé que admirara mi cuerpecito desnudo un par de minutos y a continuación me puse el baby doll. Se sentía divino al contacto con mi piel y, al ser de color blanquito semi-transparente, permitía ver mis pezones cafés y la erección de mi clítoris. Más que una, una prenda tan linda, realzaba mi feminidad. Yo movía mis caderas coquetamente y me daba de vueltas para enseñarle mis nalguitas.

Enseguida, Carlos me entregó una bolsita de regalo y me pidió que la abriera para estrenar lo que venía ahí. Yo estaba toda emocionada. Al desenvolver los obsequios, me encontré con una cajita que contenía un hermoso juego de arracadas de plata con broche. En una cajita mucho más grande, había unas zapatillas de tacón alto color plateadas. Me recordaban a las que usan las chicas ya sea con vestidos de noche o incluso las bailarinas exóticas. Yo estaba encantada, me sentía como una nena con juguete nuevo, jeje.

—Gracias papito, están muy bellos estos obsequios. Significa mucho para mi que te hayas tomado la molestia y el tiempo…

—No es ninguna molestia consentir a mi mujercita linda.

—Póntelos mi vida, me gustaría observar cómo se te ven.

Me coloqué primero las arracadas con mucha delicadeza y luego los tacones. Empecé a modelarle de forma sexy. Me contoneaba, hacía ademanes femeninos, caminaba meneando mis caderas, le mandaba besitos al aire.

—Te ves muy bonita mami. Sin querer, los zapatos y las arracadas combinan con la lencería que escogiste y además siento que ese color hace un contraste muy lindo con tu piel morenita.

—De verdad estoy muy agradecida lindo. Tus atenciones y tus cumplidos significan mucho para mí.

—Oye Dianita, me enciende verte así corazón.

—¿Tienes alguna prueba o solamente lo dices para hacerme sentir bien? (dije yo juguetonamente)

—Mira como me pones Sussie (se bajó el short y me mostró su delicioso miembro, agarrándolo con su mano para apuntar con su cabecita hacia mi dirección)

—Mi cielo, se ve muy rico tu pito en todo su esplendor…

—¿No se te antoja una dosis de lechita recién ordeñada antes de dormir princesa?

—Hmmmmm (me relamí los labios de forma muy sugerente)

—Aquí está el biberón de la nena…

No podía dejar pasar la oportunidad de saborear el pene de mi amante, no después de ofrecérmelo de una manera tan tentadora. Estoy segura que a cualquier mujer (biológica o trans) se le haría agua la boca con esa majestuosa verga. Me sentía super orgullosa de mi feminidad al saber que mis encantos amatorios le provocaban semejantes erecciones a ese macho.

Sin despojarme del baby doll, las arracadas y las puti zapatillas, me hinqué y, como felina en celo, me desplacé gateando hasta donde mi hombre estaba sentado (el borde de la cama). Estaba ansiosa de complacer a mi hombre. Me acerqué lentamente hacia su entrepierna y con mis dos manitas empuñé su pene, agitándolo un poco para empezar a preparar mi ración de lechita, como si se trata de una mamila. Le di unas lamiditas a sus testículos mientras sus vellos públicos me hacían ricas cosquillitas en mi carita.

Después, le planté un besito con mucho cariño en la punta de su pene y, así como lo tenía agarrado con mis dos manos, atrapé toda su cabecita con mis labios. Bañé su cabecita con mi saliva y me puse a succionarlo como si fuera un chupón. Verdaderamente me sentía que le estaba ordeñando su pito con mucho esmero y ternura. Los jadeos de mi hombre y las gotitas de precum que emanaban de su virilidad me confirmaban lo mucho que él estaba disfrutando el momento.

Me sentía como toda una putita golosa chupando su falo, especialmente con la prenda de lencería y los accesorios que tenía puestos. Para mí, era una sensación muy cachonda sentir los espasmos de su pene adentro de mi boca y me imagino que mi amante estaba disfrutado mucho mi mamada, sobre todo porque la mezcla de mi saliva con su líquido seminal producía un carlorsito húmedo que le daba una estimulación todavía más placentera a su falo.

Unos minutos más tarde, empecé a percibir los espasmos en el pene de Carlos, señal de que su eyaculación se acercaba. Aceleré las chupadas, apreté su tronco con mis manitas y le empapé el glande con mi saliva. Mi macho se retorcía de placer mientras se venía en mi boquita. Alcancé a notar al menos cinco disparos de su lechita masculina. Como nena sumisa y obediente, me bebí todo ese rico néctar varonil, saladito, espeso y calientito. Era mi premio y quería saborear cada gotita. Al terminar su descarga, me puse a lamer todo su pene y sus testículos e agradecimiento por haberme alimentado con esa nutritiva cremita antes de ir a dormir.

Esa noche, ya encamados, tuvimos una plática de alcoba que me marcó de por vida.

—Eres toda una ninfa mi reina.

—Gracias lindo, me siento muy contenta y realizada contigo, tanto en la cama como fuera de ella.

—Oye princesa. Como amante, sé que no me corresponde entrometerme en tu vida, pero creo que una chica como tú debería considerar seriamente la idea de ser una damita de tiempo completo.

—¿Qué me estás tratando de decir?

—Me parece que tu feminización sexual ya está bastante avanzada nena, pero ¿No te gustaría que Diana Susana florezca como toda una mujercita en los mejores años de su juventud?

—Sería mi sueño hecho realidad corazón, pero tengo muchas dudas ¿Cómo hacerlo? ¿Qué va a decir mi mamá y el resto de la sociedad?

—Pues entiendo que es un proceso complicado, pero no hay nada imposible para quienes luchan por alcanzar sus anhelos, chiquita. Hay tratamientos hormonales, terapias psicológicas e incluso ahora ya es posible cambiar legalmente el género y el nombre de las personas trans. Sé que es difícil tomar la decisión y que implica mucho valor para aceptar ante el mundo a tu verdadero yo, pero vale la pena. Si tu mamá te ama incondicionalmente, estoy seguro que ella estará dispuesta a apoyar a su hija para ser feliz.

—Tendré que pensar acerca de todo esto…

—Quiero que sepas que cuentas con mi respaldo. No solamente soy tu amante, también puedes venir a mí con confianza como amigo y consejero. Me encanta coger contigo, pero también te quiero mucho. Reflexiona sobre esa posibilidad y ya en su momento me contarás…

—Gracias, eres un encanto tesoro. Me alegra habernos encontrado.

—Por cierto, te tengo otra tarea mi niña...

—¿De qué se trata? (pregunté curiosa e intrigada).

—Me gustaría seguir siendo tu amante. Eres una fogosa hembrita divina y me fascina gozar contigo. Dime Dianita ¿Qué te gustaría hacer para nuestra próxima sesión? Podemos explorar varias ideas, como disfraces, juguetes, irnos de vacaciones juntos como parejita o incluso algo más atrevido como hacer un trío…

—¿Te tengo que contestar ahorita papito? (contesté yo sonriente, pero sonrojada. Aunque puedo ser muy atrevida, para algunas cosas sigo siendo penosa, o al menos en un inicio)

—No corazón, llévatelo de tarea y me cuentas…

Carlos jugó un papel importante en el desarrollo de Diana Susana, no sólo porque fue una de mis primeras parejas sexuales, sino porque su influencia le dio claridad a mi vida y me ayudó a afianzar mi identidad femenina.  Fue él quien me animó a dar pasos significativos hacia la transición. Gracias a las vivencias que tuve con él (sexuales y de otro tipo), me decidí a buscar florecer como toda una mujercita. Nunca nos hicimos novios oficialmente, pero nuestros amoríos continuaron. A pesar de que más tarde ambos encontramos parejas formales (incluso el se casó por segunda vez) y el destino nos llevó por caminos distintos, nunca hemos dejado de estar un contacto y seguimos teniendo sexo ocasionalmente.

No fue fácil, pero comencé el complicado proceso poco después de entrar a la universidad y, cuando terminé mis estudios unos años más tarde, ya era yo una linda señorita de tiempo completo en todos los aspectos de la vida. Aunque sigo siendo una nena con pene, mi nombre, mi identidad, mis pensamientos, mis sentimientos, mi ropa, mis prendas y accesorios, mi sexualidad son ahora completamente femeninos. Gracias a la influencia de Carlos y el respaldo de otras personas (incluyendo a mi mamá y otros hombres con los que más adelante me involucré), Diana Susana salió del capullo que la tenía encerrada al convertirse en una hermosa mariposa.

Si estás leyendo esto, te mando besitos con mucho cariño papi. Tu presencia en mi vida ha sido una bendición. Diana Susana está eternamente agradecida contigo.