Diana
"...No se me había ocurrido pensar que esa posición estimularía su atención hacia mí, ya que, por lo que veía, estaba gozando a lo grande con la cogida que le estaba dando a Diana, pero estaba equivocada. Sus manos calientes separaron mis nalgas para dejar descubierto mi redondito hoyito, a donde acercó su mojada lengua para darme placer con la punta..."
Diana
Este relato lo dedico muy especialmente a mi amiga Diana, la españolita
De las cosas interesantes que me han sucedido durante mi agitada vida sexual, fue lo de la noche que me tocó ir a bailar con una chica con quien había estado enredada sexualmente desde hacía un par de meses y una pareja amiga de ella, compuesta por una chica española, de nombre Diana, de unos 22 años, muy atractiva y de cuerpo hermosísimo, acompañada por su novio.
Aunque Jenny y yo no manteníamos una relación de compromiso, me gustaba mucho y me hacía gozar mucho cada vez que teníamos sexo. Nos habíamos conocido en una compañía productora de televisión donde trabaja. Pues bien, un sábado por la noche decimos salir a divertirnos en alguna discoteca de la ciudad, aprovechando para hacer un poco de vida social, por lo que invitó a una pareja amiga suya a acompañarnos en nuestro recorrido nocturno.
Jenny pasó recogiéndome por la casa en el auto de sus amigos para dirigirnos de inmediato a uno de los clubes más populares. Durante la primera hora en la disco la estábamos pasando muy bien hasta que se apareció un tipo que yo conocía y Jenny también.
El hombre se había sentado solo en la barra a tomar sin dejar de mirar a la mesa donde nos encontrábamos, hasta que se acercó a saludar y sacar a bailar a Jenny, lo que, a partir de ese momento, fue repitiendo con mayor frecuencia. La forma como bailaban no escondía el interés que estaban teniendo el uno con el otro, y hasta los vi besándose en varias oportunidades. Yo hacía esfuerzos por no sentirme mal ante aquella situación, pero en mi interior se fue albergando una inquietud que me incomodaba, no se si por celos o por considerar que ella le estaba faltando el respeto a una relación, que hasta ese momento, habíamos llevado muy bien. La gota que colmó el vaso fue la desaparición de ellos de la sala de baile. Los busqué con mi vista por todos lados sin detectarlos y hasta me dirigí al baño de damas para ver si, por casualidad, ella se estaba retocando.
Me inquieté mucho más y salí al estacionamiento con la esperanza de que lo que me estaba imaginando no fuera cierto. Conocía el auto del sujeto por lo que me resultó fácil detectarlo, al que camine directamente hasta donde éste se encontraba. A medida que me acercaba se fue dibujando en su interior la silueta de personas en movimiento. Llegué muy sigilosamente, sin hacer ruidos y al mirar por la ventana ahí estaban. El hombre la tenia ensartada, cogiéndola con mucha fuerza y chupándole las tetas. Ella con su falda subida hasta su pecho y las piernas abiertas al aire, estaba tendida de espalda con su cara de gozo. Disfrutaba intensamente aquella cogida varonil. Aunque ante la visión que había descubierto la sangre se me había subido a la cabeza, tomé control de mi misma para no dar ningún espectáculo que no valía la pena, y girándome, regresé al salón mordiéndome de la rabia, donde le pedí a Diana y a su novio que nos fuéramos de inmediato del lugar. Me preguntaron por Jenny y les dije que ya se había ido. Los invité a otro club y durante el trayecto conecté mi programa mental de la indiferencia para olvidarme totalmente de lo acontecido, y por supuesto, de Jenny, y así disfrutar a mis anchas esa noche con mis nuevos amigos.
Ya en la disco nos pusimos muy cómodos en un lugar ubicado en un rincón muy poco iluminado. Después de tomarnos los primeros tragos nos sumamos los tres al grupo de personas que amenamente bailaba en la pista. Nos divertíamos a lo grande juntando y moviendo nuestros cuerpos, en especial, esos roces de culos que nos dábamos; lo hacíamos con mucha lujuria. Al cabo de varias piezas regresamos algo agitados a nuestros asientos donde Carlos Alberto, el novio de Diana, inició los ataques eróticos contra ella, besándola y metiéndole la mano debajo de la falda. La oscuridad y la manera como estaba colocada la larga butaca redonda donde nos encontrábamos, nos protegían de las posibles miradas curiosas. Carlos la besaba intensamente y Diana le correspondía con su lengua, quien abriendo sus muslos para facilitarle las incursiones que hacían sus dedos sobre la panty comenzó a disfrutar de las caricias calientes de Carlos.
Yo por mi parte, le acariciaba los senos y la besaba por el cuello, a la vez que ella intentaba meter su mano por debajo de mi falda, hasta que logró hacerlo. La excitación estaba tomando posesión de nuestros cuerpos, sobre todo en Diana que ya se había puesto súper excitada. Yo también le metí mi mano introduciendo mis dedos por uno de los bordes de la pantaleta, donde me encontré con una abundante mata de pelos empapados y con los dedos de Carlos dentro de su raja. Mientras el la cogía con sus dedos yo le masajeaba su dura frutita. Ella gemía muy suave para no llamar la atención y movía sus caderas muy lujuriosamente. Ante tanta excitación también me atendí a misma acariciando mi hambrienta cuquita sobre mi tanga. Cuando estábamos a punto de estallar, Carlos detuvo la arremetida y sacando sus dedos nos dijo que mejor nos íbamos al auto para que el goce fuera mayor para los tres y disfrutar de mayor privacidad.
Una vez que regresamos en parte a la normalidad y cancelada la cuenta de lo consumido, nos encaminamos abrazados y besándonos al amplio estacionamiento en busca de la camioneta de Carlos. El vehículo era una de esas modernas van japonesa de pasajeros, la que antes de abordarla, nuestro querido amigo se había dedicado a reclinar hacia atrás los espaldares de los asientos, de esa manera disponíamos de un amplio espacio en su interior para complacer a nuestras pasiones. Diana se mostraba muy desesperada y excitada y subiéndose rápidamente a la cabina, tendió su cuerpo sobre la confortable butaca de cuero gris. Con su falda completamente echada hacia su pecho, abrió los muslos para de inmediato invitar a su novio a poseerla, a la vez que presurosa se sacaba la panty. "Ven cójeme métemelo que no aguanto más ven, papi cójeme ya ", le ordenaba con voz sumamente agitada. Carlos Alberto se colocó de inmediato entre aquellos hermosos muslos blancos, a la vez que muy emocionado bajaba su pantalón y el interior hasta las rodillas, dejando libre un largo y grueso pene que manejaba entre su mano.
Sin contemplación alguna, lo empujó de un solo tirón hasta todo lo que daba de largo dentro de la ya inundada cuca de Diana. Por lo visto, ella ya estaba acostumbrada a recibir de esa manera tan agresiva aquel inmenso tronco de cabeza brillante y palpitante. El "aaaahhhgggg gggg " que brotó de su garganta, en expresión más de placer que de dolor, así lo indicaba. Una vez que el pene había llenado la totalidad del caliente refugio que acababa de invadir, Carlos se dedico a un mete y saca muy acelerado, con sacudidas que hacían gemir de placer a la linda Diana, la que, como pidiendo que le metiera más de lo que ya tenía dentro, abría más sus piernas al aire llevándolas hacia su cara, de esa manera, elevaba su cuca para que quedara a la total disposición de él. Ella, por su parte, movía las caderas al ritmo de las arremetidas de Carlos. Aquel espectáculo me estaba arrastrando a la máxima excitación, por lo que decidí participar en el festín, que entre cuca, pene y quejidos sensuales ya habían iniciado mis nuevos amigos.
Haciendo lo mismo de Diana, deslice mi tanga hasta los tobillos dejando mi sedienta cuca a la intemperie, derritiéndose por la calentura que quemaba mis entrañas. Busqué sus labios y los besé con hambre loca. El contacto provocó que su boca se abriera de inmediato para permitir el paso de mi inquieta lengua que se entrelazó con la suya. Mis mano, que no podían quedarse atrás en aquel juego erótico que acabábamos de iniciar; buscaron sus senos desnudos para acariciarlos y pellizcar los duros y erectos pezones, lo que incremento sus gemidos lujuriosos. Separé mi boca de la suya para besar sus hermosas tetas, capturando seguidamente entre mis labios uno de los bien duros pezones. Lo succionaba y acariciaba con repetidos latigazos de mi lengua.
Mientras disfrutaba a todo dar de aquel par de botones oscuros, mi mano continuó el recorrido hacia la parte de debajo de la chica. La suavidad de la tela de su desordenado vestido se sentía en la palma de mi mano mientras avanzaba hacia su vientre desnudo, en donde se encontró con un espeso pelambre mojado por sus calientes jugos. Busqué con mis dedos su clítori para masajearlo y de esa manera incrementar el goce que la mujer estaba teniendo. Apenas pude hallar el espacio necesario para colocar mi mano entre ambos sexos, que por lo pegado de los cuerpos, el vientre de Carlos chocaba contra mi mano cada vez que metía y sacaba su pene dentro de la castigada vagina; sin embargo, pude acoplarla ahí para tomar posesión del sensible botoncito de Diana. Comencé a rotar la punta de dos dedos sobre éste; otras veces los movía de abajo hacia arriba.
Durante ese desplazamiento mis dedos tocaban también la dura herramienta que entraba y salía muy aceleradamente El efecto en Diana se sintió de inmediato en su cuerpo. La dualidad de la fuerte cogida que Carlos le estaba dando y mis caricias sobre la pepita, la hacían agitarse con más ahínco. Pedía más a la vez que subía y bajaba su vientre llevando el compás con el tronco que la penetraba sin contemplación y mis dedos deslizándose sobre su clítori. Diana estaba a punto de venirse, lo mismo podía sentirse en Carlos por lo fuerte de su respiración y gemidos profundos. Yo no podía ser la excepción, así que me subí sobre ella y abriendo mis piernas, bajé mi cuca hasta su boca.
Diana la esperó con ansiedad, empalmando sus labios abiertos con los de mi sexo. Una vez acoplada la boca a mi enchumbada cuquita comenzó a meter la lengua dentro de ella. Se notaba muy experta y emocionada con esta actividad, moviendo tan flexible músculo por todos los sensibles rincones que pudiera encontrar. Involuntariamente comencé a responderle con mis movimientos rotatorios de caderas y de abajo hacia arriba. Lo máximo, lo grandioso se produjo cuando la boca de Diana empezó a succionar dentro de ella a mi delicada pepita, revoloteando la punta de su lengua sobre la pequeña cabecita. Me estaba dando en el sitio exacto de mis mayores debilidades y placeres y de la manera experta como más me gustaba. No se despegó de ahí ni un instante durante todo el tiempo que duró tan deliciosa mamada, lo que me hacía muy feliz.
Mantenía mi cuerpo echado hacia la parte de atrás de la cabina, con mi pecho apoyado en el piso y el trasero subido sobre la cara de mi amiga, de espalda a Carlos, lo que hacía que la hermosura de mi redondo culo quedara frente a él. No se me había ocurrido pensar que esa posición estimularía su atención hacia mí, ya que, por lo que veía, estaba gozando a lo grande con la cogida que le estaba dando a Diana, pero estaba equivocada. Sus manos calientes separaron mis nalgas para dejar descubierto mi redondito hoyito, a donde acercó su mojada lengua para darme placer con la punta. Nunca había experimentado la dicha de tener dos lenguas generando los más ardientes goces en dos sitios diferentes y tan sensibles como lo son mi cuca y mi ano. Ahí lo estaba disfrutando yo en ese instante y Carlos sabía muy bien como hacerlo
Me encontraba totalmente concentrada en ambas lenguas cuando, de pronto, una sombra extraña que se introducía al vehículo distrajo mi atención. Miré hacia la ventanilla y cuál no sería mi sorpresa al ver dos parejas que se excitaban con sus caricias, observándonos desde afuera. Ante aquella inesperada visita llamé la atención de mis acompañantes alertándolos sobre aquella extraña presencia, por lo que Carlos, sin inmutarse, me respondió: "no les hagas caso y continua gozando, Luz dejémoslos que ellos la pasen bien, también". OK., como a ellos no les importaba que nos estuvieran espiando, me reincorporé enseguida a lo que minutos antes había cortado.
Los tres gozábamos de una comunicación corporal que nos llenaba de placer a todos por igual. Gemidos de diferentes calibres, olor intenso a sexo, respiraciones aceleradas, palabras lujuriosas y sucias a la vez y sonidos producidos por nuestros sexos, llenaban el ambiente dentro de aquella cabina. En un momento que levanté mi cabeza para averiguar lo que podrían estar haciendo nuestros curiosos observadores, pude notar que ya estaban dentro del auto contiguo, haciendo lo mismo que nosotros hacíamos. En el asiento delantero, una de las chicas se agitaba sobre su compañero, mientras la otra, tendida de espalda en la parte de atrás, era cogida por el otro sujeto. Me olvidé del espectáculo para continuar con lo mío.
Los gemidos comenzaron a cobrar fuerza y las sacudidas de nuestros cuerpos a acelerarse. Un cosquilleo electrizante que anunciaba el inicio de un poderoso orgasmo se fue desprendiendo de mi cerebro para recorrer cada fibra de mi cuerpo. Fue un corrientazo, que como poderoso relámpago, se desplazó a lo largo de mi espina dorsal para penetrar los otros dos cuerpos, lo que provocó que al unísono comenzáramos a sacudirnos en orgásmicos espasmos. Tres gigantescas acabadas, tan simultáneamente producidas, se desencadenaron de nuestros seres.
Mi cuca soltaba chorros que llenaban la boca de Diana, quien parecía recibirlos a gusto por la forma como se aferraba a ella y la presión ejercida por su mano sobre mis nalgas, que hacía que enterrara las uñas en mi delicada carne. Tres cuerpos en vibrantes arrebatos llenos de gozo y placer. Como liebres heridas, nuestros agotados cuerpos se estuvieron estremeciendo hasta quedar por unos minutos totalmente inertes y satisfechos. No se cuántos minutos se sucedieron hasta que poco a poco fuimos recuperándonos, eso si, acompañados por esa rica sensación que queda en uno después de una tremenda acabada como la que acabábamos de tener.
Ya un de regreso a nuestros sentidos, y después de las infaltables palabras y besos de agradecimiento, Carlos sugirió continuar con nuestra erótica fiesta en su apartamento. Ordenamos nuestras ropas lo mejor que pudimos antes de partir a nuestro próximo nido de placer; eso si, no sin antes tomar la tanga de Diana y mojarla con sus jugos y el semen que inundaba su vagina; lo mismo hice con mi pequeña prenda íntima, empapándola con mis propios líquidos vaginales. Carlos ya había encendido la camioneta y esperaba unos minutos para que el motor se calentara antes de dejar el lugar, tiempo que aproveché para lanzar las mojadas panties dentro del auto de nuestros vecinos, quienes aún continuaban cogiéndose.
De esa manera les recordaba los momentos de felicidad que por culpa de nuestros sexos pasaron muy cerca de nosotros. Al arrancar el auto se iniciaba así una noche de lujuria que quién sabe cuando terminaría.
Este relato forma parte de una serie que yo misma he escrito y que se estarán publicando en este sitio de internet y en el mío propio: www.gratisweb.com/misrelatos
Puedes leer los ya colocados en este sitio: Mis primos y mi tía, Mi nuevo vecino, Yo sola, Laura,
Espero tus comentarios: luzvelasquez_17@hotmail.com