Diamonds

¡Bendita Locura!

Recuerdos… Los recuerdos son los que te llevan a hacer locuras. Como la que estaba a punto de cometer yo.

Miré el local que tenía enfrente. ¿Debería entrar?

Esa pregunta llevaba rondándome la cabeza desde hace mucho.

Leí el carnet del local: Diamonds. Un nombre bonito, espero que se ajuste el interior a ese nombre.

Recuerdo porque estoy aquí, aun puedo sentir la excitación y el miedo… Aún se me pone la carne de gallina al recordarlo.

Flashback.

Estoy agotada... Ir a la universidad sin dormir apenas nada, es una muy mala idea. Pero, es que no aguanto este calor… Estoy a favor del calor. Odio el invierno, pero por las noches no lo aguanto. Aunque duerma desnuda no consigo conciliar el sueño y me paso la mayor parte de la noche dando vueltas en la cama intentando encontrar alguna postura un poco fresca.

Miró la calle. Esta abarrotada de gente mirando los escaparates de las distintas tiendas y con multitud de bolsas en sus manos. ¡Cómo se nota que dentro de poco será verano!

Llego a calle donde vivo. Aquí ya no hay casi nadie. Los dueños de las distintas casas a mi alrededor ya han cogido vacaciones. ¡Qué envidia! Lo que daría yo por irme ahora a la piscina y darme un chapuzón…. Suspiró. Es lo único que hago ahora. Estar celosa de la gente que ya se va de vacaciones y suspirar.

Busco las llaves de mi casa en el bolso, pero justo cuando estoy a punto de abrir la puerta oigo un ruido. Me giró. Veo la calle igual de desierta que antes. Nunca he sido muy miedosa, pero esto me recuerda a demasiadas películas de miedo.

Otro ruido vuelve a captar mi atención. ¿De dónde narices vendrá?

Agudizo mi oído y me doy cuenta de que viene de la casa de mi vecino. Allí viven un matrimonio con su hijo de 22 años. Pensaba que se habían ido de vacaciones. Sobre todo con la vara que me dio mi madre de que se iban a Mallorca.

Tampoco soy muy cotilla, pero la curiosidad me está matando de tal modo que guardo las llaves y me dirijo hacia la ventana de la casa.

No quiero que me vean, si lo hicieran… ¡Qué vergüenza! No me quiero imaginar lo que pensarían de mí.

Miró hacía el interior. Esta oscuro, demasiado oscuro. Pero estoy completamente segura de que el ruido provenía de aquí. Me fijo más detenidamente en el amplio salón. Y distingo un brillo. Hay una vela que ilumina brevemente un rincón de la estancia. Achico los ojos para ver mejor.

El corazón me da un vuelco. ¡Madre mía! Creo que estoy conteniendo la respiración, puedo sentir mi corazón bombear a grandes velocidades en mi pecho.

En la esquina, iluminado por la débil luz de la vela se encuentra Marcos –el hijo de mi vecino- con una fusta en la mano mirando cada gesto que hace una chica que está atada a la cruz de San Andrés, como luego me entere que se llamaba después de buscarlo por internet.

Mi cara es de horror. Nunca he visto una cosa como esta. Sí que he oído hablar sobre el BDSM, pero simplemente era eso… habladurías.  Algo en mi interior dice que debo de ir a ayudar a la joven que está llorando atada, pero puedo oír claramente como la vuelve a dar un pequeño toque con la fusta en su sexo.

Mi cara hace una mueca de dolor. Pero la chica no grita, gime. ¿Cómo le puede gustar eso? ¿Realmente es placentero?

Sigo mirando, observo como Marcos la toca delicadamente la piel, la besa como si se tratara de algo frágil.

Quiero apartar los ojos, irme a casa y olvidarme de lo que acabo de ver. Pero no puedo moverme, me he quedado hipnotizada.

-          Es lo más impresionante que he visto en mi vida.-dijo en un susurro.

Nunca me hubiera imaginado que a Marcos le gustara ese mundo. Siempre que le veo es tan formal y tan educado… Al parecer la frase “Nada es lo que parece” a él que viene al pelo.

Veo como Marcos la desata y cogiéndola del pelo la atrae hacía sus labios. No para ni un momento de tocarla. En cuanto la pellizca un pezón, noto como la temperatura de mi cuerpo sube varios grados. Estoy excitadísima.

Ellos no paran de besarse, pero en un momento la da un toque y esta se agacha. Le quita el cinturón y saca su polla. La lame de arriba abajo lentamente, pero él la coge del pelo y la atrae haciendo que se la meta toda en la boca.

Marcos gira la cara hacía la ventana y yo me escondo rápidamente notando como el corazón se me para un instante.  ¿Me habrá visto? No creo, no he hecho ningún ruido.

Poco a poco me asomo otra vez a la ventana. Marcos ahora la mueve la cabeza rápido y mira mientras la chica no para de tragarse.

Puedo ver desde aquí la excitación de él, como de vez en cuando cierra los ojos y se abandona al placer. La chica cada vez que se la traga le mira con lo que me parece adoración desde aquí.

Siento cierta envidia. Nunca he mirado a nadie así y que yo sepa tampoco nadie me a mirado así.

En un momento dado la levanta del brazo y la tumba en la alfombra. Abriéndola las piernas veo como la embiste y bombea rápidamente.

Siento ganas de tocarme, pero aquí no puedo.

Justo cuando veo que se derrama dentro de ella me voy corriendo hacía casa.

En la cena mi madre me pregunta varias veces si me ocurre algo, soy consciente de que tengo las mejillas encendidas. La pongo la excusa del calor y me subo al terminar a mi habitación.

No puedo parar de pensar en lo que paso esta tarde. Cada vez que cierro los ojos, le veo penetrándola o dándole con la fusta y me pongo mala.

Por la noche me toco varias veces. Y como siempre, debido al maldito calor no consigo conciliar el sueño. Desistiendo miró la hora: las 3: 30. Y yo sin poder dormirme.

Pienso otra vez en lo que he visto esta tarde y decido buscar información.

Después de varias páginas sobre BDSM la curiosidad sobre este nuevo mundo hace que busque algún local. No me imaginaba que en Madrid pudiera a ver tantos locales sobre esto. Me fijo en uno en particular: Diamonds.

Hay una foto del local y podría decirse que es un local de copas normal y corriente. Y eso solo hace que mis ganas sobre probar algo de este mundo aumenten considerablemente.

Vuelvo a la cama con la imagen del local grabada en mi mente. El cansancio de varios días puede conmigo y noto como mis parpados pesan hasta cerrarse completamente.

Fin Flashback

Y después de un mes, aquí me encuentro. Enfrente de Diamonds sin saber qué hacer, si entrar o volver a mi casa.

Suspiro. No me reconozco a mí misma cuando empujo la puerta del local.

-          Vale, definitivamente se me ha ido la cabeza.-pienso

Entro y me fijo en el interior. Al parecer el nombre le viene que ni pintado. Hay una inmensa barra de cristal toda ella recubierta de canicas de distintos colores. ¡Vaya, que original!  En las paredes se dibujan varios diamantes sobre la pintura azul eléctrico.

Hay varias mesas, pero solo se encuentran en una varios hombres. Miro mi reloj: las 5 de la tarde.

Vale, quizás he venido demasiado pronto, pero la curiosidad era tal que no podía esperar más. ¡Ya llevo esperando un mes! Con todas sus horas y sus días.

Noto las miradas de los hombres sobre mí. No tengo ni idea de lo que debo de hacer ahora. ¿Debería presentarme?

Nunca he estado en un sitio como este.

Decido ir a la barra y tomarme algo. Quizás si veo un poco se me pase esta angustia que siento.

Un chico moreno de unos veintitantos se me acerca con una sonrisa en la boca. Es bastante atractivo y tiene unos ojos azules preciosos.

-          ¡Vaya, yo que pensaba que a estos clubes iba gente más mayor!-pienso.

Luego recuerdo a Marcos, decididamente no estoy muy informada sobre este mundo.

-          Hola, guapa. ¿Qué puedo hacer por ti? –me dice en un noto meloso.

-          Eh…. Ponme un cubata, por favor.

-          Yo a ti te pongo lo que tú quieras.- dice guiñándome el ojo.

Me pongo roja. Vale, claramente estoy muy nerviosa.

Me trae lo que le he pedido y de un buen trago me bebo media copa.

-          ¡Vaya, nunca había visto beber así a una mujer!

Le sonrió.

-          Estoy un poco nerviosa.

-          ¿Y eso? ¿Acaso te vamos a comer? –pregunta con una sonrisa torcida.

-          Eh…. Bueno….

Bebo otro trago de mi copa

-          Nosotros solo comemos lo que cada una quiere.

Me atraganto con la bebida. Guau. Nadie me había hablado así nunca.

Veo cómo se va hacia otro lado de la barra.

Me termino lo que me queda de la copa.

-          Si quieres te invito a otra.

Me giró un hombre que reconozco de los que estaba en la mesa está enfrente mío a pocos centímetros.

Me echó para atrás. ¡Esto sí que es invadir el espacio personal y lo demás son tonterías!

Sonrió.

-          No, gracias.

Se traslada hasta ponerse al lado mío de la barra.

-          Nunca te había visto por aquí. ¿Es la primera vez que vienes, no es así?

Asiento. Me pone nerviosa. Irradia dominio por todos sus poros.

Sonríe enseñándome unos dientes blancos. Por primera vez observo detenidamente su rostro. Moreno con rasgos dulces, ojos verdes. Guapo es quedarse corta con este hombre.

-         Parece que me ha tocado la lotería. En este local no hay ni un solo hombre feo.-pienso.

-         ¿Y qué te ha traído hasta aquí?

-          Es una larga historia…

Se acerca hasta volver a tenerlo a centímetros de mi cara.

-         Me encantan las historias.- dice sonriendo.- Que te parece si nos la cuentas en la mesa de ahí. –añade señalando con la cabeza la mesa donde antes estaba sentado.

Trago saliva. Miro hacía la puerta y miro hacía la mesa donde están los demás hombres mirándonos. Puedo largarme de allí y olvidarme que he entrado. O puedo sentarme con ellos y descubrir un nuevo mundo desconocido para mí. ¿Qué hago? Menudo indecisión….