Diamonds 5

Un poco de placer nunca viene mal...

Llevo cinco minutos esperando que Víctor -mi nuevo amo- termine de servir unas copas a un grupo de dos hombres y una mujer que acaban de entrar.

Como ya va siendo habitual en mi después de la fantástica felación que di a Víctor y que me dejo tan cachonda en vez de follarme me mando salir al bar porque dijo que necesitábamos hablar sobre nuestros límites antes de hacer algo más. Pero claro, eso era antes de que se pusiera a hablar con los dos hombres de la barra.

Miro el reloj, llevo más de tres horas en el club y mi libido va decayendo en picado. Yo pensaba que al tener un amo estaría la mayor parte del tiempo con las piernas abiertas, pero por lo que veo aquí el único que tiene las piernas abiertas es un sumiso sentado en un pequeño banco al fondo con su ama masturbándole ferozmente.

¡Guay! Nunca había visto nada igual.

Me quedo mirando fijamente como la mujer va aumentando la velocidad de las sacudidas y puedo parar de pensar si realmente eso le está resultando placentero o doloroso.

Un gemido por parte del hombre me confirma que en realidad le está gustando bastante lo que le están haciendo.

Me sonrojo al imaginar a Víctor masturbándome tan ferozmente como lo está haciendo esa pareja.

¡Por Dios, ¿es que no puedo parar de pensar en sexo?

Miro mi reloj de nuevo. Diez minutos.

¿Cuánto se supone que debería esperar?

-       Deberías parar de mirar el reloj -me giro enfrente de mí esta Víctor con dos refrescos en la mano, se sienta mientras me pasa uno deslizándolo por la superficie de la mesa – Has mirado el reloj cinco veces desde que me he ido a la barra.

-       Me aburro

Un tirón en el brazo me hace inclinarme en la mesa hasta que los labios de Víctor y míos están a penas a un centímetro de distancia.

-       Y no debería permitir eso, ¿verdad? -dice lamiéndome lentamente los labios haciendo que los entreabra deseando un beso por parte suya. – Tenemos que hablar, antes de que decida si debes aburrirte o no.

Me suelta con el mismo movimiento con el que anteriormente me había cogido dejándome anonadada.

-       Bien. Vamos a hablar sobre los límites de cada uno. Uno de los míos por ejemplo es que no me gusta que mis sumisas tengan relaciones con gente que no es del club. Yo decido con quien puedes o no acostarte del club, pero nunca fuera de aquí. ¿Entendido?

Asiento.

-       Es un punto muy importante así que quiero que lo tengas bastante claro. En lo referente a los castigos no me gusta dejar marcas que puedan ser visibles durante mucho tiempo. Eso quiere decir que no voy a usar contigo objetos cortantes, fuego, agujas o cualquier objeto que pueda dañar severamente la piel. -Cuando termina la frase no puedo controlar un suspiro de alivio- Normalmente mi límite es el de una semana, suelo controlar bastante bien la fuerza que empleo para castigar a una sumisa que se ha portado mal. ¿Algo que decir?

-       No -veo como endurece la mirada- No, señor-digo pensando con rapidez

-       ¿Tienes tu algún límite que quieras tratar?

-       Eh…bueno…yo es que nunca he tenido un amo…

-       Está bien, empezaremos por algo sencillo. Siéntate encima de la mesa.

-       ¿Qué-e?

-       No me hagas repetírtelo. No me gusta repetir las cosas.

Me levanto y miro a mi alrededor. No parece que nadie esté pendiente de nosotros.

Me siento encima de la mesa sintiéndome ridícula al momento en el que mi culo toca la fría madera.

Víctor se levanta y abriendo mis piernas se coloca en medio de ellas.

-       Muy bien, nena. Ahora quiero que te tumbes -dice inclinándome hasta dejarme tumbada. -Eso es.

Noto como pasa suavemente los dedos por mis piernas hasta pararse en el botón de mi pantalón.

-       Es-espera. -susurro elevándome justo a tiempo de que me empezará a desabrochar el botón - ¿Qué vas a hacer?

-       Tranquila…Te va a gustar.

-       No, no.

-       ¿No quieres disfrutar tanto como John y Mabel?

-       ¿Quién?

-       La pareja de sumiso y ama que mirabas con tanto detalle antes.

Instintivamente vuelvo a mirar hacia ellos a quienes se les ha unido una chica que ahora lame sus testículos mientras su ama sigue masturbándole ahora con menos rapidez que antes.

Víctor ha aprovechado mi falta de resistencia para desabrocharme el pantalón.

-       Levanta-dice cogiéndome los laterales del pantalón para poder bajármelo.

¡Por Dios, qué vergüenza!

Una cosa es que me desnuden en las habitaciones y solo me vean ellos y otra muy distinta es desnudarme en medio del club con una veintena de personas allí.

Veo como los hombres con lo que estaba hablando antes Víctor ahora me miran intuyendo lo que va a hacer y un calor horroroso me sube por todo el cuerpo. Giro mi cara hacía Víctor que me mira paciente, pero con una expresión de dureza que hace que no quiera desobedecerle.

Miro de nuevo a la pareja de ama-sumiso y luego a Víctor.

Finalmente levanto un poco el culo y mientras Víctor me baja con los pantalones con bragas incluidas vuelvo a tumbarme deseando volverme invisible.

-       Eso es pequeña. Muy bien.

Noto como pasa lentamente las palmas de las manos desde mis tobillos hasta los muslos calentando mi piel en el proceso. Estoy tan nerviosa que he cerrado los ojos y me he puesto rígida como una tabla.

-       Tranquila…

Siento sus labios húmedos en el interior de mis muslos haciendo que suelte un pequeño suspiro.

Un dedo provocador pasa por mi coño comprobando mi humedad que no tarda en aparecer. Abro brevemente los ojos y puedo ver como uno de los hombres de la barra se toca el paquete. Ese acto no sé por qué me excita sobremanera y cuando noto como se introduce un dedo en mi interior un gemido escapa de mi boca.

-       Me encanta que te mojes tan rápido, muñequita.

Un soplido justo encima de mi clítoris más otro dedo más en mi interior hace que me arque sin poder evitarlo.

¡Dios! Nunca hubiera podido imaginar que una situación como esta pudiera excitarme tanto.

Los dedos en mi interior empiezan a ir cada vez más deprisa y puedo sentir como mis fluidos empiezan a resbalar por mis muslos llegando a empapar ligeramente mi culo.

Mi respiración empieza a ser cada vez más rápida y no puedo parar de removerme en el sitio.

-       Oh, Dios -grito al notar una lamida en mi clítoris.

Cierro fuertemente los ojos cuando Víctor empieza a succionar mi clítoris como lo hacía yo antes con su polla. Mi cuerpo se estremece mientras sus dedos siguen penetrándome sin vacilación.

Un tercer dedo se une con los otros dos dedos que tengo dentro de mí y sin poder controlarme más me corro con un grito ahogado.

Víctor en lugar de parar sigue lamiéndome como si fuera un rico helado haciendo que mi orgasmo se prolongue hasta dejarme desmadejada completamente sobre la mesa.

Unos minutos más tarde me incorporo intentando volver a controlar mi respiración. Miro al hombre de la barra que ahora me sonríe abiertamente y alza la copa.

Mis mejillas se tiñen de rojo y me giro hacía Víctor.

-       Deliciosa -dice pasándose la lengua por los labios.

Me pasa la ropa y me visto lo más deprisa que puedo. Aparte de los hombres de la barra no parece que nadie haya dado demasiada importancia al espectáculo que he dado en la mesa y realmente lo agradezco.

-       La próxima vez que te vayas a correr dímelo. No me gusta que mis perritas se corran sin mi permiso -susurra lamiendo mi boca para acabar dándome un beso húmedo en el que puedo saborear mi propia excitación - ¿Esta claro?

-       Si…sí, señor

-       Bien. Bueno…creo que ya es hora de que te lleve a casa a descansar -dice mirando el reloj de su muñeca – Ha sido un día bastante intenso y tienes que reponer fuerzas.

Asiento.

Una vez en el coche en dirección hacia mi casa voy notando como la tensión del día me va pasando factura y siento mi cuerpo más pesado y casando.

Apenas hemos hablado desde que he subido en el coche y lo agradezco. No me gustaría que estropeara el momento que acabamos de vivir con una charla banal y aunque sé que tenemos que hablar sobre muchas cosas ahora mismo no me siento capaz de ello.

Ahora solo quiero comer algo y meterme en la cama hasta haber descansado por completo y que pueda al día siguiente asimilar lo que me ha pasado con calma.

Aparca enfrente de mi casa. Miro hacía la ventana y me imagino a mi madre moviéndose por la cocina preparando la cena mientras mi padre se da una ducha.

Antes de salir del coche me coge del brazo con suavidad y me arrima hacía él.

-       Sé que ha sido un día de locos, pero me alegro que hayas decidido que yo sea tu amo. No te arrepentirás. -dice mirándome con un brillo especial en los ojos y sé que no me he equivocado al haber aceptado.

Me inclino hacía él y le doy un beso suave que no duda en devolverme.

-       Lo sé -contesto mientras me alejo.

Una vez fuera del coche veo como se aleja lanzándome un guiño como despedida.

Claramente no es el chico chulo y prepotente que quiere aparentar. Solo he estado una tarde con él, pero siento que voy a estar segura a su lado.

Me giro hacia mi casa oliendo ya la rica tortilla de patatas de mi madre, pero justo cuando estoy a punto de meter la llave en la cerradura un tirón en el brazo hace que choque contra el cuerpo duro de alguien que me pone una mano en la boca.

Me arrastra hasta el callejón que hay entre mi casa y la casa de Marcos. Estoy tan en shock que dejo que me lleve hasta allí sin oponer resistencia.

Me empuja contra la pared de la casa de mi vecino haciendo que me raspe la mejilla contra el ladrillo. Una vez me doy cuenta de la situación empiezo a retorcerme como una loca, pero él es mucho más fuerte que yo y usa su cuerpo para aprisionarme más contra la pared.

-       Veo que no has tardado en sustituirme. -dice una voz conocida.

-       ¿Marcos? -pregunto intentado girar mi cabeza para verle, pero me lo impide.

-       ¿Tantas ganas tenías de rabo que no has podido esperar ni un día? -grita sujetándome más fuertemente.

Arriba su pelvis contra mi culo restregándome su erección.

-       Para. Me haces daño…

Me gira bruscamente hasta estar cara a cara con él. Me observa con una mirada tan furiosa que un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Sus ojos pasan por mi cara tan deprisa que pienso que se ha vuelto completamente loco.

-       Ni un día has podido esperar, zorra. -grita haciendo que pegue un bote en el sitio.

-       Que-que…yo sepa…no soy nada tuyo…-digo como puedo tartamudeando en el proceso.

-       Ni un día…-vuelve a repetir haciendo caso omiso a lo que yo he dicho-me agarra del brazo y de un tirón me arrima hasta su cuerpo.

Bruscamente me va llevando hasta la puerta de su casa y aunque trato de zafarme es completamente inútil.

Abre la puerta de la entrada y me empuja hacia el interior.

-       Quería empezar contigo despacio…-dice acercándose hacía mí como un depredador – Pero no contaba con que fueras tan puta.

-       Por favor… -murmuro alejándome de él.

-       ¿Sabes lo que se les hace a las niñas tan guarras como tú?

De un portazo cierra la puerta dejándome encerrada en su casa.

-       Se las castiga…