Diamonds 4
Continua la serie de Estela. Siento mucho la tardanza.// Estela sigue adentrándose en un mundo completamente nuevo para ella. ¿Qué es lo que la deparara?
Sí, lo se. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que publique un relato. Pero la falta de motivación sumida a la falta de tiempo ha hecho que haya sido imposible que volviera a remotar mi escritura hasta ahora.
Espero que no me juzgueis muy duramente y por supuesto disfruteis del relato. Espero volver a estar subiendo relatos de nuevo mucho más seguido que hasta ahora jaja
Continuamos desde el último relato que publique de esta serie. Disfrutar!!
- No sabes la de cosas que podría hacerte ahora mismo.-dice acariciando mi cuerpo con unos ojos de loco que hacen que se me ponga la carne de gallina.
- Yo…-digo sin poder pronunciar nada más.
- ¿Qué pasa, nena? ¿Te ha comido la lengua el gato? -pregunta acercándose peligrosamente a mi boca entreabierta- Lo que yo haría con esa lengüita…mmm…-continua mientras siento como su boca se pega a la mía en un beso húmedo.
Siento su lengua explorando cada recoveco de mi boca, encendiéndome a cada paso.
- En otro momento quizás.
Giró la cabeza cuando Lucas termina de besarme y veo a José apoyado en la entrada con una copa en la mano mientras no nos quita los ojos de encima.
Tiene la misma mirada depredadora que tenía hace unos segundos Lucas sobre mí. Hace que sea inevitable que me vuelva a humedecer.
- Lastima. -responde Lucas mientras se levanta de encima de mí y me quita las esposas acariciándome levemente las muñecas en el proceso.
Me incorporo poco a poco apoyándome en la cama mientras veo como Lucas ya vestido sale de la habitación lanzándome un beso antes de desaparecer por completo de mi vista.
Contemplo a José que apenas se ha movido un ápice desde que ha llegado. La única variación es que ahora tiene un pie apoyado en la pared que hace que se me vengan a la memoria muchos de los modelos de las revistas.
- Lo teníais todo planificado desde que he llegado. -afirmo mientras busco mi ropa, que esta esparcida por toda la habitación.
José coge mi blusa que estaba tirada cerca del sillón y se acerca a mí. Levantándome los brazos la pasa por mi cabeza y me coloca la prenda.
- Estabas un poco tensa. Solo quisimos que te relajaras un poco -dice cerca de mi oído.
Noto como se coloca detrás mío apoyándose levemente en mi espalda y posando sus manos alrededor de mis caderas. Siento el calor que me trasmite y me quedo quieta disfrutando del agradable olor masculino que llega a mis fosas nasales.
Lentamente sus manos van pasando de mi estómago hasta llegar a mis pechos que los levanta ligeramente y acaricia.
- Aún no te he probado y me muero de ganas -susurra mordiéndome el labio y a su vez pellizcando mis pezones.
Un gemido bajo se escapa de mi boca y por instinto me pego más a su cuerpo.
- Pero tendrá que ser otro día, pequeña -dice separándose de mí con una sonrisa ladeada sabiendo que me deja realmente excitada- venga nenita sígueme.
Como una autómata le sigo afuera, pero en vez de ir hacía la mesa de siempre me dirige hacía la última puerta a la derecha del pasillo.
Al entrar me fijo que la habitación es completamente distinta de la de antes. Esta al contrario que la otra no tiene cama, más bien parece el espacio privado de un restaurante.
Todos, incluido Víctor -el camarero- están sentados en un sofá amplio de media luna mirando directamente hacía mí. La poca luz de una lámpara les ilumina de tal manera los rostros que parecen siniestros y fantasmales. Me siento demasiado observada y no puedo evitar empezar a ponerme nerviosa.
¿Qué habrán tramado?
José que ha entrado antes que yo se sienta al lado de Catalina que me mira con una sonrisa dándome ánimos.
- Entra pequeña -dice Adrián pasándole un brazo alrededor de Catalina.
Entro insegura y con un terrible sentimiento de salir corriendo por patas. Me quedo de pie en el hueco que forma el sofá donde seguramente iría una mesa redonda, pero que por alguna razón ahora no estaba.
Tomás se levantó colocándose detrás mío.
- Tranquila Estela. No estés nerviosa…- susurra colocando sus manos en mis hombros- No va a pasar malo.
No sé porque, pero el tono calmado de Tomás y sus suaves formas hacen que poco a poco la tensión que iba acumulando disminuya.
- Hemos estado hablando cuando estabas…ocupada…-dice con una sonrisa José mientras voy notando como Tomás me levanta la blusa dejándome en sujetador.
- Así es- continua Adrián- Todos hemos pensado que como eres novata quizás ha sido demasiado brusco empezar este nuevo mundo para ti estando con todos nosotros a la vez. Como has podido comprobar cada uno de nosotros es distinto, por lo que a la hora de dominar cada uno de nosotros lo hace a su modo y como te hemos dado la oportunidad de verlo creemos que sería bueno para ti que te asignáramos un amo que pueda enseñarte.
- Pero yo… pensaba que ya estaba siendo una sumisa -digo ya completamente desnuda.
- Cariño lo que tú has experimentado son unas pequeñas sesiones -contesta Adrián con una sonrisa comprensiva. -aún te queda mucho por aprender. Es por eso por lo que hemos pensado esta…digamos solución. Por supuesto siempre podremos tenerte. Con el permiso de tu amo, claro.
Sabía lo que me estaba diciendo Adrián. Claramente no estaba actuando como una verdadera sumisa, eso lo sabía.
¿Pero no era eso lo que realmente yo quería? Yo había ido al local a descubrir un mundo completamente diferente y que me excitaba, pero eso no implicaba que me tenía que quedar en el para siempre ¿no?
- Pero…si tuviera un amo ¿eso no me convertiría en alguien como Catalina? -pregunto mirando el collar que Catalina siempre lleva al cuello.
- Oh no, pequeña. Hace años Catalina y yo nos comprometimos a pasar la vida juntos, convirtiéndome en su amo y ella en mi sumisa para siempre. Pero eso no implica que tu hagas lo mismo con tu nuevo amo. Digamos que sería un amo temporal. Hasta que estés completamente…instruida. Pero por supuesto, si tú no quisieras continuar podrías volver a tu antigua vida sin ningún problema, si es eso lo que te preocupa-dice leyéndome la mente.
Bueno…eso me gusta más. Podría probar estar con un amo y si no me gustaba o me sentía incomoda siempre podría volver a mi casa y dar por zanjado el tema.
- Está bien -digo mirando a Adrián que me devuelve una gran sonrisa al oír mi respuesta – Y… ¿quién sería mi amo? -pregunto mirando a todos los allí presentes.
- Es por eso que está aquí Víctor. -miró a Víctor que me devuelve un guiño haciendo que me sonroje- Aunque has estado poco con nosotros, más o menos, conoces como nos comportamos, pero Víctor es un completo desconocido para ti. No sabes cómo se comporta con una sumisa, solo conoces al chico simpático detrás de la barra, así que si te parece bien…Víctor será tu amo.
Es cierto que no he estado con ellos a solas por lo que no sé exactamente cómo se comportan siendo realmente amos con sus sumisas, pero de una manera u otra he podido ver sus formas al estar con una sumisa.
Puedo decir que Adrián con sus formas elegantes actúa diferente que Lucas que es más impulsivo y brusco. Tomás es delicado y aunque aún me cuesta un poco catalogarle como amo sé que será diferente que José que con su eterna sonrisa te da la sensación de que algo va a ocurrir, aunque no sepas si será bueno o malo para ti. Pero a Víctor no le he visto en acción por lo que aún no sé cómo actúa estando ante una sumisa.
- Está bien -repito deseando interiormente haber acertado con mi decisión.
- Genial nena -dice Víctor levantándose de un salto y dando una palmada- Nos lo vamos a pasar bien…ya verás.
“No estoy totalmente segura”
Como si mi veredicto hubiera accionado algún botón todos menos Víctor, que ha vuelto a sentarse, se van marchando. Catalina antes de desaparecer por la puerta se gira y me lanza una sonrisa que no hace que los nervios que han vuelto a resurgir desaparezcan, pero hace que no me dé un ataque de pánico al dejarme a solas con Víctor.
Me giro hacía él y le veo sentado en el sofá como un rey en su trono mientras me mira con fiereza esperando que me inquine pidiendo clemencia ante mi rey.
- De rodillas -ordena sin dejar de mirarme
Como si de un robot programado me tratara me quedo de rodillas ante él sin dejar de mirar esos profundos ojos azules que me taladran como si pudieran leer mi mente. Una pequeña sonrisa me indica que le ha gustado mi obediencia.
- Dado que no nos conocemos muy bien y voy a ser tu amo a partir de ahora. Deberíamos… conocernos en profundidad… -dice abriéndose levemente de piernas, lo justo para que quepa dentro- Ven, perrita.
Sintiendo que mi cuerpo se ha convertido en gelatina me acerco lentamente gateando hasta llegar al hueco que me han dejado sus piernas. Bajo levemente la mirada.
- Mírame -dice mientras con sus dedos me levanta la barbilla hasta que vuelvo a estar a la altura de sus ojos -Como supongo no has tenido nunca un amo lo primero que quiero que sepas es que estés tranquila, una relación amo-sumisa se vaya en la confianza sin ella no somos nada. Así que cuando la situación te sobrepase quiero que digas la palabra de seguridad. ¿Sabes lo que es una palabra de seguridad?
Asiento. Cuando descubrí a Marcos con la mujer leí en internet algunas cosas sobre el mundo del bdsm entre ellas la palabra de seguridad. Básicamente es una palabra con la que la sumisa, en este caso yo, puedo detener completamente al amo si pienso que la situación es demasiado para mí y no puedo soportarlo más.
Eso me da confianza. Al menos sé que si me lo ha dicho no es loco que quiere hacerme daño.
- Bien. Quiero que sepas que no voy a permitir que digas la palabra si pienso que lo que puedes soportar perfectamente lo que te esté haciendo. Si lo haces te castigaré duramente. Pero por supuesto si piensas que la situación te sobrepasa quiero que la digas. ¿Me he explicado?
Vuelvo a asentir.
- Bien -continua- ¿Qué palabra has escogido?
Pienso en una palabra que haga que todas mis alertan suban y apenas estoy unos segundos pensando que ya sé que palabra voy a escoger como mi palabra de seguridad.
- Fuego -digo totalmente convencida.
No sé porque, pero tengo pánico al fuego, puede que sea porque una vez de pequeña casi me quedo sin cejas al arrimarme demasiado a una hoguera. Pero la cosa es que el fuego como tal me da miedo y es lo mismo que voy a sentir si tengo que decir la palabra de seguridad.
Víctor se queda uno momento pensativo y al final asiente aprobando mi palabra.
- Bien. Cuando sientas que ya no puedes más y quieras parar quiero que digas “fuego”. Automáticamente parare lo que esté haciendo ¿vale?
- Sí.
- Sí ¿Qué?
Vuelvo a recordar lo que leí en la página web de bdsm y contesto con rapidez.
- Sí Señor.
- Buena chica -sonríe mientras acaricia mi mejilla con un dedo- Aún tenemos que hablar mucho sobre los límites, pero ahora mismo quiero desconectar un poco y dado que no he podido disfrutarte antes vas a abrir esa linda boquita que tienes y me vas a enseñar que sabes hacer.
Mientras lo dice se va quitando el cinturón y desabrochando los botones del cinturón.
- Sí Señor -digo arrimándome más hacia él y sacando su miembro del pantalón.
Su mano se traslada de mi mejilla hacía mi nuca donde me empuja levemente para que me trague su miembro.
Mi excitación ha vuelto a mi cuerpo y abro la boca para recibirle mientras le miro a los ojos fijamente. Un gruñido se escapa de su boca haciendo que me trague más su miembro fomentada por sus gemidos.
Sus ojos no han dejado de mirarme, pero por como aprieta los dientes sé que lo estoy haciendo bien. Muevo la lengua alrededor de su anatomía mientras succiono a la vez.
Su mano ha pasado de estar apoyada en mi nuca a agarrarme el pelo en un puño. No me hace dado simplemente me alienta a seguir chupándole.
Muevo mi cabeza más rápidamente de arriba abajo. Su pecho empieza a subirse y bajarse rápidamente anunciándome que dentro de poco llegara al clímax.
Tres minutos más tarde siento como se me hinchan las mejillas de semen mientras succiono y trago todo lo más rápido que puedo sin dejar de mirarle.
Una vez que compruebo que no va a salir nada más me retiro dándole una última lamida. La cara de satisfacción que tiene me indica que he hecho un buen trabajo y eso solo hace que la excitación suba a niveles extremos. Ahora mismo solo deseo que me levante en su regazo y me haga suya.
- Me alegro que te haya gustado tanto como a mí, pequeña. -dice mientras se inclina y lame lentamente mi labio inferior – Espero que no pagues las copas muy a menudo.