Diamonds 3

Estela haga algo impulsivo, que quizás se arrepienta en un futuro.

Estoy a punto de llegar a casa, cuando mi mirada se gira hasta la casa de Marcos.

Voy hacía ella y llamó al timbre. ¡Definitivamente me estoy volviendo majara con los días!

Me abre la puerta Marcos sin camiseta.

Me le quedo mirando pudiendo observar cada gota de sudor de su perfecto torso. Lo más probable es que lo haya interrumpido en su sesión de ejercicios.

-          Vaya, hola Estela. ¡Cuánto tiempo!

Me retuerzo las manos de los nervios. Siempre que me pongo muy nerviosa lo suelo hacer, y ahora mismo podría ponerme a temblar.

-          Ho-hola.

Me mira de arriba abajo y se aparta a un lado para que pase adentro. Entro en la casa y tengo que achicar los ojos debido a la oscuridad.

-         ¿Qué te trae por aquí? –pregunta guiándome hasta el salón para sentarnos en el sofá.

Miro hacía la esquina. La cruz ya no está aquí, pero puedo recordar cada detalle de la vez que le vi con la chica esa.

-         Pues… es que el mes anterior te vi y tenía un poco de curiosidad por saber qué haces aquí. Mi madre… esto… me dijo que os habíais ido de vacaciones.-explique intentando no mirar demasiado hacía la esquina.

Noto sus ojos verdes mirarme fijamente. No me ha creído, lo sé. Pero hace como si así fuera.

-         Sí. Mis padres han decidido este año irse a Cuba para pasar allí las vacaciones, pero a mí no me agradaba mucho la idea. Así que decidí quedarme en la casa durante el verano antes de volver a trabajar.

-          Oh.

Es lo único que logra salir de mi boca después de su explicación.

¡Debe pensar que estoy tonta!-me digo suspirando interiormente.

Marcos se levanta hasta ponerse enfrente de mí agachándose hasta que su cara está a dos centímetros de la mía.

Sorprendida, el calor sube a mi cuerpo como si de un volcán me tratara.

-         Bien. Ahora que ya has dejado de decirme tonterías que no te las crees ni tú. Me vas a decir que haces aquí de verdad. –me dice mirando cada gesto que hago, que solo hace que me ponga cada vez más nerviosa.

-         Bueno… esto… verás…

-         ¡Vamos! No tengo mucha paciencia. –dice pasando su largo dedo por la curvatura de mi escote.

Cojo todo el aire que puedo y se lo suelto de un tirón.

-          Hace un mes te vi como atabas a una chica una cruz.

La cara de poquer tiene no me ayuda para saber si me ha oído o no. Quizás lo he dicho demasiado deprisa.

Los segundos pasan y mis nervios aumentan sin que Marcos diga nada. De repente empieza a reír sin parar. Mi cara debe de ser para filmarla porque no tengo ni idea de lo que acaba de pasar.

Para de reír y vuelve a mirarme fijamente.

-         Mmm… ya veo. –contesta tocándome un mechón de pelo.- Así que a mi vecinita la desperté curiosidad, eh?

Estoy un poco harta de que todo el mundo se piense que soy pequeña o me trate como tal.

Le aparto la mano de malos modos.

-          ¡No me trates como si fuera estúpida! –grito enfurecida.

Su cara cambia en un instante. Me da una tremenda bofetada y agarrándome por el cuello me atrae hacia él. Puedo oler desde aquí su varonil fragancia.

-         ¡No vuelvas a gritarme nunca más!-dice entre dientes.- ¿Me he explicado bien? –añade aumentando la fuerza en mi cuello.

Siento como el aire se me escapa de los pulmones.

Asiento y vuelvo a asentir.

Me suelta y cojo una gran bocanada de aire. Me lame la comisura del labio.

-         Si querías participar solo tenías que decírmelo bien.-me da un beso en los labios.- Y no ser una mal educada.

Me coge del brazo y me levanta. Se pone detrás de mí y noto su mano introducirse dentro de mi pantalón y tocar levemente mi humedad.

Saca los dedos llenos de mis flujos y me los pone delante.

-          Vaya… ¿pero que tenemos aquí?-susurra en mi oído en tono burlón.

Me pasa los dedos en la boca. De pura excitación me paso la lengua por donde me ha mojado notando mi excitación.

-          No sabía que fueras tan putita…-vuelve a susurrar ahora en mi cuello.

Pienso que me va a pesar, pero de repente se aparta hasta ponerse enfrente de mí.

Me saca una cabeza por lo que tengo que mirar hacia arriba. Sus ojos muestran lujuria y diversión. Y yo no puedo sentirme más excitada en ese momento.

Miro su pelo oscuro. Un mechón le ha caído hasta la frente haciéndole parecer más irresistible. Y solo puedo contenerme para no saltarle como un león.

-         Me ha intrigado tu curiosidad…-dice dándome otro beso y dejándome con las ganas de más.-pero ahora estoy ocupado, así que si no te importa…

Se aparta de mí. Me le quedo mirando con cara de idiota.

La impotencia y la humillación se hacen ver en mí. ¿Acaso me va a dejar así?

Le miro, está quieto sin expresión alguna en su cara. “Si, si me va a dejar así”

-          ¿Me vas a dejar así? –le pregunto con los brazos en garras.

-          Si.-contesta indiferente

La ira emerge y me entran ganas de estrangularle. “ESTUPIDO”

Me dirijo hacia la puerta sin mirarle, cuando estoy a punto de coger el pomo de la puerta noto como me agarra el brazo.

-          Te veré pronto.-me susurra suavemente en el oído

Me deshago de su brazo de un tirón y salgo afuera.

-          ¡NI LO SUEÑES! –grito dirigiéndome hacía mi casa.

Doy un último vistazo hacia la casa de mi vecino y durante un segundo me parece verle en la ventana con una sonrisa maligna. Pero cuando voy a mirar de nuevo, el ya no está.

-          Debe de ser imaginaciones mías.-me digo.

Estoy tan enfadada que no me extrañaría en absoluto que tuviera visiones.

“Estúpido egocéntrico” “Me ha dejado con todas las ganas”

A la hora de comer tengo tanta hambre que repito.

-         Hoy vienes comilona.-me dice mi madre riéndose cuando acabo el segundo plato.

Asiento con una sonrisa.

-          Y dime… ¿Qué tal con la novia de tu profesor?

La miro confundida, pero se me enciende la bombilla justo a tiempo de que me pille la mentira.

-          Bien, bien.

-          ¿No has comprado nada? No has venido con ninguna bolsa.

-         Eh… no, no. Solo hemos ido a mirar. Además, ya sabes que no estamos como para gastarnos una fortuna en ropa.

Me mira triste.

-         Si, lo se hija. Esperemos que cuando tu padre consiga un trabajo mejore nuestra situación.

-          He estado llevando algunos curriculums hoy.-nos informa mi padre sentando enfrente de mí.

-          Pues a ver si hay suerte.-dice mi madre recogiendo los platos.

Nunca hemos sido lo que se dice de clase alta, pero desde que despidieron a mi padre en la empresa de publicidad porque tenían que reducir personal hace 2 años, no ha conseguido volver a trabajar.

Me da muchísima pena, pero según como esta España lo raro sería que trabajara.

A las 4 oigo como llaman a mi puerta. Apago la televisión y voy a abrir.

-          Hola.-digo secamente al ver que es Lucas.

-          ¿Esas son las formas de saludar? –pregunta entrando en mi casa observando todo a su alrededor.

-          ¿Dónde está Adrián? Catalina me dijo que vendría él.

-          Está ocupado, así que amablemente me ha dicho si podría pasar a por ti.-dice cogiéndome de la cintura acercándome a él.

Me deshago de su abrazo y poniendo los brazos en garras pregunto:

-          Bueno… ¿Y qué vamos a hacer?

-          No me está gustando como me estas tratando hoy.-advierte

-          Ya bueno… ¿me vas a decir dónde vamos o piensas tardar mucho?

Me da un bofetón girándome bruscamente la cara hacía la izquierda.

“¿Pero qué manía les ha entrado hoy a los hombres, que solo hacen más que darme guantazos?”

Me agarra de la camiseta atrayéndome hacía el. Le miro. Sus ojos oscurecidos y su ceño fruncido hacen que me sienta pequeña. Se me empieza a producir un nudo en el estómago.

-          Que sea la última vez que me hablas así ¿Me he explicado bien?

Asiento notando como una pequeña lagrima se desliza por mi mejilla.

Acerca su cara a la mía lamiéndome la lagrima.

-         Shhh… Que me hayan dicho mis compañeros que aún no pueda castigarte no significa que les vaya a hacer caso si no moderas tu comportamiento.-dice acariciándome un pecho.

De repente me la vuelta y puedo sentir el calor de su pecho en mi espalda. Me agarra fuertemente los dos pechos haciendo que salga un pequeño quejido de mi boca.

-         No es la paciencia mi mayor virtud… Así que no me toques la moral pequeña. Porque si tengo que castigarte lo haré y cada vez que salga de tu boca un quejido de dolor lo disfrutare tanto que me tendré que contener mucho para parar.

Disminuye la fuerza del agarre metiendo las manos por debajo de mi camiseta y del sujetador acariciándome suavemente los pezones. Estos enseguida se erizan y un peñizco suave hace que salga de mi boca un gemido que no puedo contener.

Es en estos momentos por lo que agradezco que a mis padres les guste ir a la piscina. No me quiero ni imaginar lo que pensarían de mí al verme así.

-          Piensa que puedo darte mucho placer.-susurra en mi oído sin parar de tocarme, calentándome.- Pero también puedo hacerte mucho daño. Así que ¿vas a ser una buena niña verdad?

-          Si-si

-          Bien

Me da un beso suave en la mejilla y se aparta de mí.

-          Vamos. Nos deben de estar esperando los demás.

Suspiro. Me han vuelto a dejar con el calentón. Espero que al menos esta tarde pueda por fin aliviarme.


Entramos en “Diamonds” y me fijo que hoy hay más gente que ayer. Vuelvo a sentir la misma sensación de ayer de que me observan. Intento no mirar a los lados y me aproximo a Lucas.

Al llegar a la misma mesa de ayer, están allí todos, incluida Catalina.

-         Me han dicho que lo pasaste muy bien esta mañana en la tienda.-me dice José con media sonrisa en los labios.

Sonrió.

Me siento al lado de Tomás, que al verme da una sonrisa dulce.

-         Veo que sigues siendo muy tímida… Vamos a ver si cambiamos eso.-dice Adrián pasando su brazo alrededor de Catalina, quien me guiña el ojo como para calmarme.- Creo que ya conoces a Víctor.

-          ¿Víctor?

-          El camarero.-musita Tomás bebiendo de su copa.

-          Quiero que vayas a pedir una copa. La que quieras, es para ti.

Asiento. Pero justo cuando me voy a levantar me para.

-          Espera. Primero bájate más la camiseta.

-         Pero es que esta camiseta es escotada, voy a ir enseñando todo. –digo avergonzada.

-         ¡Hazlo!

El tono que usa me hace inmediatamente obedecerle bajándome la camiseta. Casi se me puede ver el sujetador negro de encaje que llevo.

Me dirijo hacía la barra poniéndome al lado de un señor que me mira comiéndome con los ojos.

El camarero al verme viene hacía mí con una sonrisa enseñándome una hilera de dientes blancos.

-          Hola preciosa. Veo que has vuelto.

-          Si-sí. ¿Podrías ponerme un cubata, por favor?-pregunto con la cara completamente roja.

Veo que se da cuenta de mi descarado escote, inclina la cabeza mirando hacia la mesa donde están los demás y vuelve a mirarme con una sonrisa más amplia.

-          Mmmm… no sé, no sé. ¿Tienes dinero para pagarme?

-          Sí.

Busco en mi pantalón mi cartera, pero no la encuentro. Empiezo a ponerme cada vez más nerviosa conforme van pasando los segundo. Cuando me doy cuenta que en mi casa me estuvo tocando Lucas.

“No es posible” “Fijo que lo ha hecho adrede”

Mis mejillas no pueden ponerse más rojas de lo que están ahora mismo. Alzó la vista hacía Víctor. Sus ojos azules brillan de excitación.

-          No tengo.-digo en un susurro casi imperceptible.

Se inclina hacia mí desde el otro lado de la barra.

-          ¿Y cómo piensas pagar la bebida?-me pregunta en un susurro en el oído.

“¡Madre mía!” Nunca me he sentido tan mal como me siento en estos momentos.

-          No-no sé.

Se aparta un poco rozándome con sus labios en la boca en el proceso.

-          Mmm… se me ocurren muchas formas.

Miro hacía la mesa donde están los demás, pero girándome la cara, Víctor hace que le vuelva a mirar.

-          No. Mírame a mí. Déjales a ellos.

Me gira la cara e inclinándose me muerde lentamente el lóbulo de la oreja.

Cierro los ojos dejándome llevar por la agradable sensación. Y que me hayan dejado con la calentura dos veces en el mismo día me empieza a afectar bastante.

-          ¿Qué harías para pagarme?

Siento como me lame lentamente el cuello, provocándome cada vez más.

-          Lo que sea. Lo que sea.-afirmo ya dándome totalmente igual lo que pase.

-          Uhh… Que guarrilla.

Me giró y veo a Lucas sonriendo con mi cartera de la mano.

-         Aquí tienes.-dice dándole el dinero a Víctor, quien nos mira con una sonrisa en los labios.

-         Cabrón.-digo entre dientes mirando hacia abajo.

Me coge Lucas del brazo llevándome a la habitación de ayer. Me tira hacía la cama en un empujón y antes de que me de cuenta se sube a horcajadas encima de mí.

-         Si querías echar un polvo. No hacía falta que fueras tan puta.-dice lamiéndome la cara.

-         ¡Quita! –grito apartando la cara.

Estoy tan enfadada que me importa bien poco si ahora mismo me castiga o no.

-          Menuda fierecilla nos hemos encontrado.-dice riéndose a carcajadas.

Me sujeta los brazos arriba de mi cabeza y con la mano libre me coge de la cara manteniéndomela quieta mientras me da un beso brusco.

-          Mmm… Como me gusta follarme a putillas cabreadas.

Me arranca la camiseta y con un tirón me quita el sujetador quedándome desnuda de cintura para arriba.

Se agacha a chupar y morder mis pezones que no pueden evitar estar excitados, a pesar del cabreo que me tengo.

Me ata con unas esposas que no había logrado ver al cabecero de la cama. Yo me retuerzo como una serpiente intentando escapar de él.

Me quita los pantalones bruscamente y arranca mi tanga. Bajándose la bragueta y sujetándome las piernas me penetra bruscamente. Estoy tan mojada que no me hace daño alguno. Al contrario, siento un latigazo de placer que hace que grite al notarme llena.

-          Mmm… Que estrechita. –susurra lamiéndome la oreja.

No soy capaz de decir ninguna palabra coherente, solamente salen de mi boca gemidos cada vez que me arremete.

No puedo evitar correrme como una loca cuando vuelve a embestirme acallando mi grito con un beso, que esta vez devuelvo encantada de la vida.

-         Si querías esto solo hacía falta que me lo dijeras.-jadea en mi oído derramándose dentro de mí.

-         Cabrón.-susurro cuando vuelvo a mí.

-         Mucho

Sale de mí lentamente. Se abrocha el pantalón y colocándose a mi lado dice:

-          No sabes la de cosas que podría hacerte ahora mismo.-dice acariciando mi cuerpo con unos ojos de loco que hacen que se me ponga la carne de gallina.