Diamonds 2

Elisa se va adentrando poco a poco en este nuevo mundo...

El hombre me mira esperando una respuesta. ¿De verdad quiero adentrarme en este mundo?

Pienso en Marcos y en esa tarde que gracias a ella estoy aquí. Decido responderle antes de que piense que estoy loca.

-          Claro.

Voy con el hacía donde están los demás. Los tres hombres que están sentados me miran de arriba abajo y noto como si me estuvieran haciendo una inspección. Me fijo en cada uno de ellos. Son de diferentes edades. El que está en la esquina más lejos de mí tiene los mismos que el camarero, el del medio unos treinta y tantos al igual que el hombre que me hablo en la barra y el más próximo a mí llegara a los cuarenta. Cada uno de ellos, aunque son diferentes tienen su atractivo.

¡Definitivamente en ese local no hay feos!

El más alejado es rubio de ojos azules, con el pelo rizado. El del medio rubio, con los ojos oscuros. Y por último el más mayor de todos de pelo castaño y ojos marrones claros.

-          Hola.-musito con una sonrisa.

-         Siéntate no te quedes ahí parada.-dice el hombre de la barra sentándose al lado del rizado.

Me siento al lado del más mayor que se aparta dejándome espacio para sentarme.

-         Vaya, vaya. ¿Pero que tenemos aquí? Una niñita nueva.-dice el rizado mirándome de una forma que se me pone la carne de gallina.

-          ¿Cómo te llamas niña?- me pregunta el castaño.

-          Estela

-          Un nombre bonito, para una niña bonita.-dice cogiéndome la mano y dándola un suave beso.

Creo que en ese momento tengo la cara de todos los colores. ¡Qué caballero! Si me le encontrara por la calle juraría y perjuraría que este hombre no va a un local de BDSM, pero ahora mismo si me preguntaran me callaría la boca.

-         Como veo que mis compañeros no se presentan lo voy a hacer yo. Mi nombre es Adrián. El que tengo a mi lado –el rubio de ojos negros- es Tomás. Ese.-dice apuntando al del pelo rizado.- Es Lucas y el que te ha hablado en la barra si aún no te lo ha dicho se llama José.

-         Y ahora que las presentaciones están hechas. Estela nos va a contar por qué ha decidido venir aquí. ¿Cierto? –dice José sonriendo.

-         Emm… Si claro.

Dios, estar con estos hombres, me pone nerviosa no, lo siguiente.

Les cuento porque decidí venir aquí, pero sin demasiado detalles. Aún me cuesta hablar sobre ciertas cosas, aunque se perfectamente que aquí se harán muy a menudo.

No me interrumpen en ningún momento, y eso me gusta. No soporto que me interrumpa la gente cuando estoy contando algo. Al finalizar me les quedo mirando, esperando que digan algo. Creo que se me ha quedado la garganta seca de tanto hablar.

-         Así que, por lo que nos cuentas tienes cierta curiosidad por este mundo debido a tu vecinito. ¿No es así? –pregunta Tomás hablando por primera vez.

Asiento.

-         En ese caso, has tenido suerte de encontrarnos. Nosotros estaremos encantados de enseñarte este nuevo mundo que es para ti. ¿Verdad chicos?

Todos asientes con una sonrisa haciéndome sentir pequeña al lado suyo. ¿Realmente he hecho bien en quedarme?

-         Venga chicos, que se va a asustar.-dice Adrián poniéndome el brazo alrededor y atrayéndome a él.- Nosotros solo te queremos ayudar.

Me les quedo mirando y suspiro internamente. Ya he cruzado la línea, no me queda más remedio que aceptar. Además, nadie me ha obligado a venir aquí, he sido yo la que ha entrado.

-          Está bien.

-         Bien. Como habrás podido observar todos nosotros somos dominantes. En este grupo no hay ningún sumiso. De nosotros el único que tiene una esclava fija soy yo. Se llama Catalina, dentro de poco la conocerás. Estoy seguro de que os llevareis muy bien. –explica Adrián sin soltarme en ningún momento.- Ellos simplemente suelen tener alguna sesión que otra con chicas nuevas como tú. Bueno excepto Tomás.-dice sonriéndole.

-         A mí es que me gustan más los chicos… Pero no hago ascos a nada.-dice guiñándome el ojo.

-         ¿Eres bisexual?

En cuanto hago esa pregunta me arrepiento al instante. Maldita manía mía de no pensar las cosas al hablar.

Tomás se ríe al ver la expresión de mi cara.

-         Si se podría decir que sí. Aunque siempre suelo preferir la compañía de un hombre a la de una mujer.

Asiento, sin saber que más decir.

-         Creo que nuestra nueva amiguita está un poco nerviosa aún. Habrá que hacerla perder esa vergüenza que tiene. –dice Lucas llamando al camarero, quien enseguida me trae una copa de lo mismo que pedí en la barra.

-         Bebe.-dice inclinándose hacía mí.

Yo como si fuera un robot al que acaban de programar, hago lo que me dice y bebo un gran trago de mi copa. Noto como el sabor del ron inunda mi paladar dejándome una agradable sensación.

-          Buena chica. –contesta volviendo a su posición anterior.

-         Nos hemos encontrado con una buena sumisa.-dice José mirándome con su ya típica sonrisa.

¿Este hombre siempre está sonriendo?

-          Eso lo comprobaremos ahora. –dice Lucas levantándose.-Vamos.

Todos se levantan y Adrián me guía hacia donde van.

Al fondo se encuentra una cortina negra que descorren dejando ver un pasillo con varias puertas.

Lucas abre la primera puerta con una llave que guardaba en la chaqueta de su traje azul marino. Todos entran dejándome a mí la última con Adrián, quien vuelve a guiarme hasta hacerme entrar en la habitación.

Se trata de una amplia habitación con las paredes rojo oscuro y una amplia cama de matrimonio.

-         Bien. Veamos como de sumisa eres.- dice Lucas sentándose con los demás en un sofá de cuero enfrente de la cama.

Andrés que todavía sigue detrás de mí de pie desliza mi chaqueta de punto al suelo.

Me tenso. Acabo de conocer a estos hombres. No sé si estoy preparada para desnudarme enfrente suya.

-         Tranquila.-me susurra Adrián rozándome con su nariz mi oreja.- No te haremos nada malo.

Su voz, suave como el terciopelo me alivia bastante. Aunque creo que también es por las copas que me he tomado antes.

Me quita mi camiseta de tirantes dejándome en sujetador. Noto como acaricia mi piel tan suavemente que se me pone la carne de gallina.

-          Mmmm… Que piel tan suave. –murmura tocándome el estómago.

Desliza mis leggins hacia abajo dejándome en ropa interior.

No puedo seguir mirándoles, miro hacia abajo sintiéndome cada vez más pequeña con estos hombres.

Adrián alza mi cara haciendo que mire sus preciosos ojos marrones.

-         No hagas eso. No bajes la mirada a no ser que te lo digamos. No debes avergonzarte. Has venido aquí para que te enseñemos y nosotros es lo que haremos.

Se deshace de mi sujetador y se queda mirando pechos rozando con la yema de los dedos mis dos pezones que ya están duros como piedras.

La verdad es que mis pechos son algo grandes para ser yo tan pequeña, pero nunca me han incomodado. Al contrario, creo que es la parte de mi cuerpo que me gusta más.

Compre con unas tijeras que no había visto el fino hilo del tanga. Roza con los dedos mi humedad.

-          Mojada. –susurra.- Como a mí me gustan.

Me gira de tal forma que ahora estoy enfrente de los demás, que no paran de observarme detenidamente desde el sofá.

-         Acércala. Yo también quiero tocar esa suave piel.- dice Lucas dejando en el suelo la copa que tenía entre las manos.

Adrián me coloca enfrente de él, quien no duda en tocarme cada centímetro de mí cuerpo sin ningún tipo de pudor.

-          Inclínate

Hago lo que me dice y noto como pasa la lengua por mis labios encendiéndome.

-          Sabe a inocencia. –dice con una sonrisa.- ¿Eres virgen, Estela?

-         No, no lo soy.-digo como puedo intentando que no se me note la calentura que llevo.

-          Lástima. –contesta chasqueando la lengua.- Me hubiera encantado quitártela.

Enrojezco ¿es que este hombre no tiene vergüenza alguna?

-          Bueno, siempre se puede hacer esto.-dice Adrián metiendo dos dedos en mi interior.

Gimo. Me encanta lo que me hace. Se nota que tiene mucha experiencia. Con un dedo da pequeños toques a mi clítoris que hace que me produzcan pequeños espasmos de placer.

Me apoyo en las piernas de Lucas para no caerme. Este no para de mirar cada gesto que hago.

-          ¿Te gusta eh? –pregunta José que se ha puesto al lado de Adrián para ver mejor la escena.

Asiento.

Siento un golpe en mi nalga y un tirón de pelos que hace que eleve la cabeza.

-          Contéstale.-dice Adrián agarrándome fuerte.

-         Sí, sí. Me encanta.-respondo gimiendo cuando noto que los dedos se meten más profundamente en mí interior.

Adrián no para de tocarme abriéndome el culo para que su amigo pueda ver mejor. Miro hacia Lucas, quien está relamiéndose los labios al ver mi cara de placer.

Otro latigazo de placer hace que me arquee gimiendo aún más fuerte.

Nunca he sido de gemir mientras me tocan, pero ahora no puedo parar. Pienso que los otros no me tocaron como es debido.

-         Venga, córrete. Lo estas deseando.- me dice Lucas atrayéndome a él para darme un beso.

Sus labios son suaves y sabe a menta. Me corro mientras le saboreo.

Justo en ese momento noto la presión de la polla de Adrián colándose en mi interior y no puedo evitar volver a gemir dentro de la boca de Lucas.

Adrián comienza a bombear en mi interior haciéndome sentir un placer indescriptible. Noto como Lucas me toca los pechos y pellizca mis pezones. Un pellizco más fuerte hace que vuelva a correrme entre convulsiones.

Lucas me agarra de los brazos para que no caiga y después de unos cuantos empellones más Adrián se corre llenándome de su semen en la espalda.

Me deslizo hacía el suelo.

-         Aún nos queda mucho por enseñarte, preciosa.-oigo que dice Adrián subiéndose la cremallera de su pantalón.


Diez minutos después yo ya estoy vestida bebiendo una copa que me ha puesto Tomás y que no tengo ni idea de lo que es. Pero está buenísimo.

Me le quedo mirando. Ahora que lo pienso él aún no me ha llegado a tocar. Quiero preguntarle el porqué, pero aún no tengo la suficiente confianza con él y me calló.

Ese pensamiento me hace gracia. No tengo la suficiente confianza para preguntarle algo, pero sí que la tengo para dejarme follar por sus amigos. ¡Definitivamente me estoy volviendo loca por momentos!

-          Creo que te llevaré yo a casa.-dice Adrián balanceando las llaves del coche.

Le miro.

-          Creí que aún me quedaba muchas cosas por enseñarme.

Se ríe. Su risa es fresca, me gusta. Pero pongo gesto de no entender nada.

-          Tiempo al tiempo, querida. No querrás aprender todo en un solo día ¿verdad?

Me sonrojo.

Me despido de todos y voy hacía el coche de Adrián aparcado afuera.

Cuando llego a casa después de explicarle donde vivo, estoy agotada. Me voy a la cama sin comer absolutamente nada y me quedo dormida al instante.

El calor me despierta. Odio este calor abrasador. ¿Acaso no podría hacer una temperatura normal? Ni muy frío, ni mucho calor ¿Es demasiado pedir?

Me levanto con un hambre atroz. Voy a la cocina y me hago un desayuno de campeonato. Los americanos le envidiarían. Estoy totalmente segura.

Pienso en la tarde de ayer y me humedezco.

Oigo como llaman al timbre. Y al abrir veo a una mujer rubia con los ojos grises más bonitos que he visto en mi vida.

-          Hola. Emm… ¿Querías algo?

-         Oh, sí. Perdona. Soy Catalina, la… -veo como mira a mi madre que acaba de cruzar.- novia de Adrián.

Me la quedo mirando y después de algunos segundos reacciono por fin.

-          Claro, claro. Perdón, pasa.

La llevo hacía el salón, donde nos sentamos en el sofá. Empieza hablando ella.

-          Perdón por a ver venido así de repente, pero Adrián me dijo que tenía que ayudarte y llevarte de tiendas.

-          ¿De tiendas? ¿Acaso mi ropa está mal? –digo mirándome

-         Oh, no. No me has entendido.-dice inclinándose hacía mí.- Las tiendas a las que te quiero llevar no son del todo convencionales.-dice susurrando para que mi madre que está doblando la ropa no se entere.

Me quedo de piedra. ¿Me está diciendo que me va a llevar a un sex-shop?

Miró hacía mi madre que nos mira queriendo saber qué hace una mujer de treinta y tantos años que no conoce hablando conmigo sobre llevarme de tiendas.

-          Eh… Vale, está bien. Me preparo y nos vamos.

Me pongo la primera ropa que veo en el armario y bajo las escaleras hacía el salón. En el camino me intercepta mi madre y agarrándome del brazo me lleva hacía una esquina.

-          ¿Se puede saber de qué conoces a esa mujer?

Respondo con la primera mentira que se me viene a la mente.

-         Es la novia de un profesor de clase. Me la presento y nos hemos caído bastante bien. Así que me voy con ella al centro comercial ¿vale?

Normalmente se me da bien mentir, así que mi madre dándome una sonrisa me da dinero diciéndome que me lo pase bien, pero que no gaste demasiado.

Catalina y yo salimos en dirección al centro. A mitad de camino observo su collar de plata con una pequeña placa.

Nota que la miró y con un gesto de la cabeza señalo su collar.

-          Me gusta.

Ella se sonroja. ¿Qué he dicho?

-         Este collar me lo dio mi amo cuando me comprometí ser su esclava. Quizás algún día tú también tengas uno como el mío. –dice con una sonrisa.

-         Vaya… No lo sabía. –contesto sorprendida.

Pienso en que alguien me pusiera un collar como ese y a mí diciéndole a alguien que me entrega a él como una esclava.

Sinceramente no lo veo. Lo que yo estoy haciendo es descubrir un mundo que no conocía. Eso no implica que me tenga que quedar en el para siempre ¿no?

Vamos hacía un sex-shop que ella conoce. Miro el nombre: Sex, Sex, Sex. En letras rosas brillantes.

¡Vaya, no se han currado para nada el nombre!

Entramos y un hombre con gafas se acerca a nosotras.

-          ¡Catalina! ¡Cuánto tiempo!

Se dan dos besos efusivamente y nos mira.

-          ¿Qué puedo hacer por vosotras?

-          Venimos de parte de Adrián.-dice Catalina

Se la queda mirando y después de unos segundos la regala una gran sonrisa.

-         Oh, por supuesto. ¡Que tonto! Se me había olvidado completamente.-dice dándose un ligero golpe en la frente.- Sí, sí. Me llamo hace dos horas diciéndome lo que quería que comprarais.

Mire la tienda. Aunque era pequeña parecía tener de todo. Había tanto pétalos para la bañera, como dados sexuales, gigantescos consoladores (¿enserio con eso se disfruta?), etc.

-          Seguirme, por favor.

Se dirigió a una puerta en la esquina de la tienda. La abrió y entramos.

Me quede mirando todo con la boca abierta. Era una gran habitación oscura. Había miles de cosas. Quería fijarme en algo en particular y a la vez en todo.

El hombre se colocó delante de mí con una prenda en la mano, ofreciéndomela. La cogí. Era un corsé rosa pálido muy suave al tacto.

-         Pruébatelo. Creo que el moreno de tu pelo y de tu piel es perfecto para esta prenda.-dijo señalándome los probadores.

Me probé la prenda y me mire en el espejo. Realmente estilizaba mi figura. Y aunque elevaba mis pechos, no era algo exagerado. ¡Estaba muy guapa!

Cuando estaba admirándome en el espejo entro Catalina.

-          ¡Te queda genial! –dice mirándome de arriba abajo.

-          Gracias.-respondo con voz tímida.

Aunque llevo el corsé no estoy muy acostumbrada a que me vean así. Además mira mi tanga como queriendo arrancármelo de un mordisco.

Se acerca hacía a mí y me deposita un suave beso en los labios.

-          No estoy acostumbrada a esto.-la digo sorprendida.

Mira mis pechos y me sonríe.

-          Bueno, para eso estoy yo aquí. Para que te acostumbres.

Vuelve a besar mis labios, pero esta vez con más pasión.

Nunca he estado con una mujer, pero sus labios son tan suaves y dulces que me hacen desear más.

La atraigo hacía mí para besarla más profundamente. Noto como toca mis pechos por arriba y me hace sentarme en la silla del probador.

-          Abre las piernas.- dice agachada abriéndomelas con las manos.

-          No soy lesbiana

Mi comentario la hace gracia y suelta una carcajada llevando su cabeza hacía atrás.

-         Yo tampoco, pero siempre disfruto de esto.-dice apartando mi tanga de lado y llevando su boca hasta mi sexo.

Suelto un pequeño grito de sorpresa, seguido de gemidos que no puedo contener.

Noto su lengua meterse por cada rincón de mí. Acaricia mi clítoris con su lengua y yo siento un latigazo de placer.

Agarro su cabeza atrayéndola más a mi sexo. Ella con una mirada de lujuria hace lo que la pido y sigue invadiendo mi sexo con su lengua. Noto como la rota y un pequeño mordisco en mi clítoris me hace arquearme.

Estoy a punto de correrme y estoy segura de que el hombre puede oír mis gemidos de placer en la habitación.

Y me corro con múltiples contracciones. Ella no para de chupar y chupar bebiendo de mí, hasta que en un momento se queda satisfecha y dándome un beso finaliza el sexo oral.

-         ¡Qué bien sabes! –exclama dándome otro beso, haciendo que saboree mi propia excitación.

La sonrió.

-          Creo que me voy a quedar con este corsé.

-          ¡Bien! Y también con otras cositas que he ido cogiendo yo.-dice sonriéndome.

Después de pagar todo salimos de la tienda.

-         Yo me voy ya. Adrián te pasara a buscar después de comer.-me dice Catalina dándome un beso en la mejilla.

-          ¿Qué vamos a hacer esta tarde?

-          Es una sorpresa.

Tras lanzarme otro beso se va dejándome con la duda y por supuesto con mucha excitación de lo que haremos.

Me dirijo a mi casa con una sonrisa en la cara. ¡Estoy deseando que llegue la tarde!