Diablillo o angelito

¿Puede considerarse malo a quien es bueno?

Diablillo o angelito

(con sonido)

Jugábamos por la mañana en la cama los tres y nos contaba Daniel historias muy divertidas, cuando sonó mi teléfono.

¡Oh, joder! – exclamé -, que me lo dejé anoche en el salón.

Me levanté con rapidez y vi que era una llamada de Manu.

¿Qué pasa, poli? – le dije.

Pues mucho me temo que pasan cosas – me dijo -, pero no te preocupes que lo de los papeles va adelante. Necesito que vengas cuanto antes a la comisaría.

¿Pero… pasa algo malo o bueno? – le dije -. Me dejas intrigado.

Lo siento, guapetón – respondió sin detalles -, ven y lo sabrás. Tú solo. Deja a Daniel con el niño en casa.

Cuando colgué el teléfono empecé a imaginar cosas; más cosas malas que buenas. Soy así.

Le dije a Daniel que tenía que salir y que se quedase con el pequeño. No quería mencionar nada sobre Manu ni sobre la comisaría y Daniel lo notó. Cuando me duché y me vestí a toda prisa, salió a despedirme y me abrazó. Aprovechó entonces para decirme al oído que si era algún asunto de la comisaría y asentí.

Vuelvo pronto, cariño – lo besé -, lo sabrás todo, no te preocupes. Dale juego al pequeño o ponle la tele. Le encanta estar contigo.

Cuando llegué a la comisaría, estaba Manu en la puerta hablando con un hombre. Lo despidió al momento y me hizo señas de pasar. Asomó la cabeza y le dijo a una mujer policía que no se nos molestase para nada.

¿Qué pasa Manu? – le dije -. Estoy asustado.

Tranquilízate – me dijo -, pasan cosas pero no van a cambiar la situación. Déjame que te explique.

No volví a hablar.

He preguntado por el caso de Matacabras. No hay mucha documentación y la que hay es pura fantasía supersticiosa de la gente de por allí, pero hay cosas… hay cosas que me encajan con lo que me has contado. Matilde estuvo casada y murió su marido; hace tal vez unos quince años. Se casó después en segundas nupcias con Alexander. Era un hombre griego, amable, según dicen, cariñoso y muy cordial. Tuvieron un hijo, pero no se sabe nada de él. Yo lo relaciono con Alex por su nombre. Pero siendo Matilde una mujer aparentemente encantadora, no era muy bien vista en el pueblo. Todos pensaron que se había casado por dinero. Luego, como tú comentaste, nada se supo del niño. Yo he pensado que la madre los dejó subir a un tejado tan peligroso por si había una oportunidad de un «accidente». Ya sabes. Efectivamente, Alexander murió al caer desde allí, pero nada se sabe del niño. Sólo hay un certificado de defunción de un médico de la aldea.

¡El «médico»! – exclamé - ¡Dios mío, no quiero pensar mal!

Si el niño no moría – prosiguió -, pasaban todos los bienes al pequeño quedando su madre en usufructo. No sé el motivo. Posiblemente la madre comenzó a detestar al niño y lo ocultó. Me encaja con eso del sótano. Un médico sin escrúpulos lo pudo dar por muerto y pasaba todo el dinero a la madre; y alguno a este médico. El padre – y su hijo – se llamaban Alexander Dináderakis. Es muy posible que el niño encontrase la forma de salir de su prisión y viviese salvaje por los campos, pero apareció alguien; alguien que se parecía mucho a su padre, quizá: Tú. ¿Dejasteis cosas al niño? ¿Ropas, comidas, cerillas, zapatos?

Estaba mudo, pero tuve que contestarle:

De todo eso, sí.

¿Cerillas?

¡Claro! – le dije -, en el molino había una chimenea que podía encender y comer caliente y calentarse después de bañarse en las aguas heladas del río.

Bien – continuó entonces -. La gente del pueblo estuvo oyendo música que llegaba desde allí. Unos lo aseguraban y otros no se lo creían, pero un anochecer, hace pocos días, comenzó a llegarles un fuerte olor a quemado y vieron una densa columna de humo en aquel lado. Muchos corrieron por si había un incendio. El lugar es muy bello. Cuando llegaron al molino, no pudieron pasar hasta la casa. Hay un canal muy peligroso. Hay testigos de que la madre y las dos hijas salieron corriendo vivas… pero ardiendo como teas. Cuando las recogieron estaban carbonizadas. Las investigaciones dicen que el incendio se provocó con una caja de cerillas grande.

No sé nada de eso, Manu – le dije -. No sé qué hizo con las cosas que le dejamos.

No importa, guapo – me dijo sonriente -, aquel Alexander consta como muerto, solo que puedes tener en tu casa a un pequeño pirómano asesino.

No podía respirar; me puse en pié. Manu se asomó a pedir agua.

Siéntate, guapo – me dijo -; cálmate, que si eso ha sido así – no podremos demostrarlo nunca -, no fue más que un crimen pasional. Pero ese niño, no me lo puedes discutir, es inocente. No sabía que eso no se podía hacer. Se estaba defendiendo. Yo hubiese quemado una residencia con cincuenta mujeres si me hubieran encerrado más de un año en el sótano.

Salí corriendo y me pegué a la pared. No sabía si gritar o llorar.

Sonido: Mi hermanito es un asesino:

http://www.lacatarsis.com/Alex_asesino.MP3 (Vangelis Papathanasious)

Manu se acercó lentamente a mí por la espalda, me abrazó y me consoló:

No debes temer nada. Enséñale a ese niño que no se le puede hacer daño a las personas aunque te estén matando; desgraciadamente es así. Yo soy el primero que voy a esconderlo y a darle su nueva identidad. No te va a pasar nada, guapo, ese niño te adora y es adorable. Tengo muy buena vista. Comenzó entonces a acariciarme y rozar su polla dura por mi culo.

Relájate, vamos – decía -, mi intención era que supieras cuál puede ser la verdadera historia de ese precioso niño, pero ahora, además, te digo que si notas algo raro en él, me llames. Sé que no vas a tener que hacerlo. Edúcalo.

Me volví hacia Manu y me abracé a él y lo besé con pasión. Comenzó a acariciarme la polla suavemente; de arriba a abajo. Me fui relajando yo y se fue empalmando mi polla. Manu desabrochó mi pantalón y tiró hacia abajo con los calzoncillos. Se agachó luego y me hizo una mamada que me relajó mucho.

¡Vamos, Tony! – me dijo -, que lo único que he hecho son conjeturas con el informe, pero me facilitan mucho la tarea. El Alex que tú pensabas, está muerto según un médico, pero yo lo he visto y está bien vivo. Dale amor, dale cariño. Te quiere. Y tú… por cierto, me encantas.

Me cogió de los hombros con sus brazos fuertes y me dio la vuelta.

No te vas a ir de aquí preocupado – me dijo -; te lo prometo. Me tienes a mí para arreglar esos papeles y si pasase alguna cosa rara. Pero en cuanto eduques un poco al niño, te darás cuenta de que tienes una joya.

Me agarró por la cintura. Me sentí muy tranquilo. Y comenzó entonces a abrirme los pantalones con cuidado y tiró luego de ellos un poco hacia abajo; no hasta el suelo. Se escupió en la mano y me untó el culo. Me sentí más tranquilo. Luego se untó la polla y me avisó: «¡Que voy!». Noté la punta de su polla justo en mi agujero del culo, me agarró fuerte por la cintura y tiró de mí de un solo golpe clavándomela hasta el final. Estuvo un buen rato follándome hasta correrse y me apretó contra la pared.

Daniel ya me probó en vuestra casa – me dijo -; ahora estáis empatados.

Después de aquel polvo salvaje y con el morbo de saber que la puerta podía abrirse por accidente, me subí los pantalones y me sentí muy relajado.

Voy a encubrirte, Tony – me dijo -; no voy a decir a nadie nada de esto para que no relacionen a nadie con aquella tragedia. Te quiero tranquilo ¿vale?

Sí, sí – le dije -, venía demasiado nervioso, me has aclarado cosas y me has dejado muy relajado.

Nos besamos un poco más y me despedí hasta pronto.

Cuando llegué a casa, aproveché que el pequeño estaba viendo la tele y le comenté a Daniel lo ocurrido. Pensé que iba a asustarse, pero dijo:

Ese diablillo es un angelito, Tony.