Diablesa - Epílogo

Pues eso, epílogo

Diablesa


Título original: Demoness

Autor: Morgan Hawke

Traducida por GGG, septiembre 2005

Tomada de BDSM Library (http://www.bdsmlibrary.com/stories/story.php?storyid=717)

Epílogo: Toronto, Canadá, en invierno. En nuestros días...

"¿Convertiste al Bendito Inquisidor español en una muchacha?" preguntó Marco, mudo de asombro, mientras Cassandra se enjabonaba en el jacuzzi. Los rizos negros le colgaban sobre los hombros desnudos mientras bebía champán durante su baño.

"¡Y luego hice que me saliera una polla y volví a tomar su virginidad! Y después de todo eso llamé a los tres gitanos..." Cassandra se depilaba con entusiasmo mientras se dedicaba a los gloriosos y exquisitos detalles de la violación a cuatro bandas. "Oh, y luego se la solté al Maestro que no tenía ni una chica guapa en todo el palacio," terminó con una floritura. "Aunque casi no le dejé que me follara al principio."

"No está mal," la felicitó Marco. "Y no murió nadie, ni siquiera fue desmembrado. ¡No está nada mal!" Silbó apreciándolo mientras le pasaba una toalla y luego una bata de seda. "Suena como si allí hubiera una llamada directa."

"La había. Muy, muy directa," dijo Cassandra pensando en el poder abrumador y su hambre roja de carnicería. Las cejas de Cassandra se arrugaron mientras se encogía de hombros dentro de la bata de seda. "Así que, ¿qué hubiera ocurrido si no hubiera tenido éxito en seducir al sacerdote?"

"Te habrías quedado allí hasta que hubieras completado la orden del Maestro de tomar la virginidad del Monseñor, sin que importara el tiempo que te llevase."

"Así que ¿me habrían plantado en otro lugar y otro momento con un compañero de cuarto demoníaco?" Los ojos de Cassandra brillaron ante las muchas posibilidades, luego volvió a pensar. Un compañero demoníaco que sería cada vez más exigente, controlador y sediento de sangre cuanto más tiempo lo llevara ella.

Se estremeció meditabunda mientras le seguía desde el lujoso cuarto de baño hasta el soleado rincón de desayuno junto a la cocina, donde estaba preparado el abundante desayuno. Brevemente recapacitó en el hecho de que durante toda la visita al París medieval no había tenido hambre. 'Que extraño. No tuve deseos de comer ni un poco en todo el tiempo. Ahora estoy muerta de hambre.'

"No habrías envejecido y todavía serías un demonio completo, pero créeme, no habría sido divertido." Marco la ayudó a instalarse en una silla junto a la mesa repleta y luego se sentó a su vez. "Cuando llevas mucho tiempo se te asigna un Vigilante."

"¿Un Vigilante? ¿Qué es eso?"

"Es un demonio dos veces más poderoso que tú y muy desagradable. Los envían para 'ayudarte' a terminar con tu obligación." Marco se estremeció delicadamente. "Incluso aunque haga falta un siglo o dos."

"No es una pandilla muy amigable, ¿eh?" Preguntó Cassandra mientras echaba un vistazo a la comida de su plato. '¿Tendría que tratar con algo peor que mi compañero de habitación? Oh, tío, eso suena a divertido,' pensó sarcásticamente.

"Créeme en esto. Los Vigilantes son feos, rencorosos, unos 'maliciosos' hijos de puta," dijo agitando la cabeza vigorosamente. "Llegan allí y cosa hecha. No te gustaría estar allí," dijo trazando una onda con su tenedor. "Los Vigilantes tienden a crear desórdenes. Grandes desórdenes, chapuceros y horripilantes."

"Así que, básicamente lo que estás diciendo es que, desde que adoro a Satán me van a encomendar hacer de demonio de vez en cuando."

"Esa es la cosa, en dos palabras. Una vez que te dedicas a Satán parece que se encarga de llamarte para realizar misiones," confirmó Marco.

"En las que me tomo unas pequeñas vacaciones, hago de demonio y luego vuelvo el mismo día que me fui." Tembló mientras se bebía el café. "Y, ¿tú sabías esto todo este tiempo?"

"Yo mismo lo he hecho unas cuantas veces," se estremeció visiblemente y apartó la mirada. "Suponía que tenía que estar a punto de llegar tu turno, pero no tenía ni idea de cuándo."

"¿Por qué no me lo dijiste antes?"

"¿Me habrías creído?"

"Supongo que no. Si yo misma no hubiera pasado unos cuantos días en el París medieval habría creído que habías estado fumando 'crack'," sonrió, avergonzándose en su fuero interno.

"Y esta fue solo la primera misión," dijo Marco mientras se bebía el café. Sus ojos negros la miraron por encima del borde de la taza. "Recuerda, querida Cassandra, con los demonios siempre hay más veces." Los ojos de Marco brillaron con un breve resplandor de llama que Cassandra no había visto nunca antes.

Fin