Día de suerte. Cap.1 Candy.

Skipli es un grandullón marginado en la bahía de South Sea, pero el día de la gran final de baloncesto y por una apuesta estúpida, su suerte cambiará, incluido la que tenía con las chicas.

Día de suerte.

Capítulo I. Candy.

Cual fue la sorpresa de las animadoras cuando vieron entrar a todos los jugadores... A todos, menos a uno: su Capitán.

  • ¡Chicos por favor, formad un círculo alrededor mío y atended! - ordenó el entrenador a sus jugadores y todos callaron. También lo hicieron las animadoras que entrenaban al otro extremo del polideportivo -. Roger se lesionó ayer - continuó diciendo el entrenador cariacontecido -, es serio y no podrá jugar la gran final... - un murmullo envolvió al equipo -. Sí, sí, por favor, callad un momento - pidió a los jugadores al ver el revuelo formado -. Sé que esto es muy importante para todos, de hecho, lo es para la bahía entera. Algunos os jugáis becas y matrículas en universidades de prestigio; hay un futuro prometedor pendiente de esta final, pero no podemos hundirnos ahora por esta adversidad. Es nuestro Capitán y nuestro mejor jugador, pero aun así tenemos que ganar a los Duros de Casttle Creek ¡Tenemos que hacerlo por él! Por favor, mantened la mente positiva y efocaos en la victoria. Señor Martins, usted pasa a la posición de pivot.

  • Entrenador, ¿Y quién jugará de alero por la derecha?

  • Skipli, por favor, deja un momento las toallas y levántate.

  • ¿Yo, entrenador? - preguntó Skipli sorprendido.

  • Pero entrenador, Ronnie ya está recuperado, ayer estuvimos entrenando...

  • No, no quiero arriesgar el tobillo de Ronnie. Escúchame Ronnie, sé que quieres jugar la final y que has luchado muy duro para llegar a ella en buenas condiciones, quizá te saque en uno de los cuartos, pero no puedes ser titular, si por forzar te rompieras ese tobillo nunca me lo perdonaría, tienes mucho futuro por delante y esto es sólo un partido. Más adelante habrá más oportunidades, la vida es muy larga.

Las animadoras, desde el otro extremo de la pista, se miraron anonadadas. No se lo podían creer, el destino conducía al instituto de South Sea a la hecatombe.

  • ¿Skipli? ¿en serio? No me lo puedo creer - comentó Ruby a sus compañeras entre susurros.

  • Esto es el fin, vamos a perder la apuesta con esas perras de Casttle Creek. Maldita sea, no me tenía que haber enfurecido tanto aquel día - se arrepintió Katie, la jefa de ellas.

  • No te culpes, son unas chulas, si no hubieras sido tú, la apuesta la habría hecho yo. No soporto a esa niña bonita de Sesame.

  • Tías, hubiera deseado tanto verlas acudir al baile de final de curso vestidas con harapos y cubiertas de basura.

  • Ahora seremos nosotras las que vayamos así. Maldita sea.

Juliette, la hermana de Katie, entró al polideportivo como una exhalación.

  • ¡Chicas, Chicas! - resoplaba entrecortadamente la quinceañera por la carrera que se acababa de dar -. Me he enterado de algo muy gordo. ¿Sabéis que el primo de Ammanda Kelly, el de los pantalones cagaos, vivió de pequeño en Cattle Creek? su familia tenía una pequeña casa a las afueras, al lado del...

  • ¡Por favor, Juliette al grano! no es momento para para cotilleos.

  • Vale, Vale. Pues su mejor amigo es Leroy Higgins, el toro.

  • ¿El base de los Duros de Casttle?

  • Sí, el mismo, y le contó que ayer las animadoras le hicieron una encerrona a nuestro Capitán, que entró como un tonto y que por eso se ha lesionado. Parece ser que usaron sus armas femeninas - y la niña gesticuló pícaramente -, ya me entendéis.

  • ¡Esa Sesame es una auténtica zorra, vendería a su madre por vernos cubiertas de mierda el día del baile!

  • Chicas, hoy reunión en mi casa, se me ha ocurrido una idea... Es hora de aumentar la apuesta.

El día siguiente fue todo un acontecimiento en South Sea. No hubo habitante de la bahía que no se interesase por la gran final. Su instituto había llegado a lo más alto de la clasificación y la gente estaba realmente ilusionada. Y todo gracias a su estrella: el hijo del granjero Ham, un auténtico portento para el baloncesto. Se movía como una centella sobre la pista, fintaba, bloqueaba y tiraba a canasta con la precisión de un relojero suizo. Al correr el rumor de su lesión, la bahía entera se echó las manos a la cabeza "¡Que mala suerte!" se decían mientras esperaban la fila para acceder al polideportivo. Al ver al Roger Ham, su gran capitán, sentado en la grada con la muñeca vendada, las pesimistas habladurías se hicieron realidad. Muchos se acercaron a saludarle, a darle ánimos, era un auténtico líder para su comunidad. Pero la decepción fue aún mayor al ver a Skipli sustituir a tan insigne jugador. Podría decirse que era el tonto del lugar: grandón, rellenito, pecoso y pelirrojo. Se movía parsimoniosa y desgarbadamente, con la cabeza gacha y hablando entre susurros esquivos. No incidiré en el problema de bulling que arrastraba desde niño porque ya lo podéis imaginar. Había terminado ayudando al equipo con la colada, siempre entre toallas sudadas. En las gradas del polideportivo se hizo el silencio al verle vestido con la camiseta de los Cañoneros de South Sea. Algunos resoplaron, otros apartaron la mirada, y otros permanecieron congelados a sus asientos como si fueran los de un Boeing cayendo en picado. A continuación, saltaron a la pista las animadoras de Cattle Creek al ser anunciadas, con gran pompa, por el speaker. La música tapó los murmullos del graderío, que, con desinterés, contemplaron el espectáculo de saltos y acrobacias de las jóvenes rivales. Katie, la capitana de las animadoras de South Sea, miró de reojo a Skipli, y este, sonrió vergonzosamente. Observó un instante el espectáculo de las chicas de Casttle y bajó la mirada ruborizado, con un ademán muy característico suyo. Seguidamente salieron a escena las cinco animadoras de la bahía, con Katie al frente, y todos los presentes podrían haber jurado que, para ellas, el golpe de su Capitán lo habían encajado perfectamente. Bailaron y brincaron tan felizmente que, el público contagiado, se puso en pie como arengado por el General MacArthur y gritó a los cuatro vientos el nombre de su Bahía en una explosión de júbilo sin precedentes. Retumbaban los vítores cuando los jugadores salieron de vestuarios y ocuparon sus puestos, todos impresionados por el ambiente en las gradas, y sin más demora el árbitro pitó el salto inicial. Durante los tres primeros cuartos la tensión pudo palparse, cada jugada polémica fue reclamada a gritos y cada canasta propia jaleada con los brazos alzados. "¡¿Qué le pasa a Skiply hoy?¡" se preguntaron algunos espectadores sonriendo... sorprendidos. "¡Que quiere ganar!" contestaron otros. Y así era. Nuestro denostado amigo corría como un loco por la pista, como poseído. Era malísimo y mayormente tan solo estorbaba, pero que bien estorbaba. En alguna ocasión incluso estorbó a sus compañeros de equipo, pero el marcaje grotesco y persistente al que sometió a cada rival terminó por desesperar a algunos y el Toro Higgins, subiendo el juego como base, no paró de hacerle faltas personales completamente desquiciado. La gente comenzó a aclamar a su tonto, al tonto que habían visto crecer y arrastrase por sus calles… a ese que les conducía a la victoria final. "¡Skipli!" y alzaron las manos para aplaudir desde lo alto "¡Skipli!" otra palmada "¡Skipli!" y otra. La tormenta perfecta retroalimentaba al desgarbado jugador que al llegar al último cuarto resoplaba como un cerdo. Peleó cada balón como si fuera le fuera la vida en ello y aunque no había encestado ni una sola vez, su cansina y sudorosa presión asfixiante había permitido a sus compañeros hacer el resto. Y así, se llegó a los momentos finales; South Sea perdía de dos cuando Skipli robó un balón en defensa, a su estilo, resbalando torpemente por el suelo. Se hizo el silencio en el polideportivo al verle con la posesión del balón a falta de cinco segundos y en su propia cancha. "¡Tira Skipli!" le gritó Mickey. "¡Tira Skipli!" le imploró Ronnie. "¡Tira Skipli!" le chillaron los demás jugadores. "¡Tira Skipli!" le pidió, el entrenador, el preparador físico, Katie y las demás animadoras, el de la limpieza, el director, los abuelos del club de pescadores veteranos "el atún dorado", las madres, padres, hijos y hermanos... todos los presentes a excepción de los pocos de Cattle que allí se hallaban. Con la mano derecha y sin apenas mirar a canasta lanzó el obús que golpeó en el tablero como una pedrada y se coló limpiamente por el aro. Un tiro entre un millón. Tres puntos y victoria para los Cañoneros de la Bahía de South Sea. No explicaré mucho más sobre la explosión de júbilo que aconteció seguidamente, aquellos instantes serían recordados siempre. Se invadió el campo y mantearon muy alto a Skipli, que fue un héroe para la bahía desde entonces.

Un par de horas más tarde de aquello, ya entrada la noche, Skipli dejó a sus compañeros y entrenador en el bar de Wilkins, en plena celebración, alegando encontrarse cansado y algo mareado. Le vitorearon y aplaudieron al salir por la puerta y aún resonaba el entrechocar de las jarras de cerveza cuando enfiló la calle Stone arriba. El grandullón miró su reloj y seguidamente apretó el paso.

  • ¿Este chico debe ser tonto? - dijo Katie mirando la hora en su teléfono móvil.

  • Hasta hace bien poco lo era - replicó Tori.

  • Mira, por allí viene... se tambalea.

  • Debe estar borracho.

  • Maldita sea, llega tarde, y además bebido... ¿Habrá algún problema con la botella?

  • Muchos hombres beben cuando toma viagra y no pasa nada... o eso creo.

Jadeaba Skipli al llegar a los aparcamientos del polideportivo, el punto de encuentro pactado con las animadoras y el escenario de su reciente cambio de fortuna.

  • Has venido por fin, creí que igual se te había olvidado - le recriminó Katie mirándose el esmalte de las uñas.

  • ¿Cómo me iba a olvidar? Me ha costado mucho librarme de los chicos, estaban muy contentos. ¿El trato sigue en pie? - preguntó skipli a la jefa de las animadoras, siempre con su acostumbrado tono suplicante -. Sabes que a mí todo esto del baloncesto no me da un poco igual, me esforcé tanto por... bueno ya sabes.

  • Claro, no te preocupes, hay trato, están en los vestuarios. A esta hora ya no hay nadie y tengo las llaves.

  • Aun no puedo creérmelo.

  • ¿El qué? ¿que entrara ese balón desde tan lejos?

  • No, lo del trato.

  • Tranquilo Skipli, bebe de esta botella… todo irá bien.

  • ¿Qué es?

  • Bebida isotónica, has hecho mucho esfuerzo durante el partido. Tienes que reponer fuerzas.

Aquella madrugada, las animadoras de South Sea condujeron a su campeón a través del oscuro y solitario polideportivo hasta los vestuarios. Aún faltaba algo por hacer, y en la misma puerta le pidieron que esperase fuera. Ellas entraron sonrientes, aunque dentro, obviamente, todo eran caras largas.

  • Bueno, ¿no habéis esperado mucho no? - Preguntó Katie a las animadoras de Casttle Creek, las cinco esperaban allí.

  • Íbamos a irnos ya - comentó Sesame muy digna.

  • Una apuesta es una apuesta.

  • No si no vienes - replicó.

  • Bueno, ya estamos aquí.

  • ¿Y bien? ¿Quién va a ser el afortunado?

  • Ruby, dile que entre.

Ojipláticas abrieron la boca la ver a Skipli entrar. Janice comenzó a llorar y apartó la mirada.

  • Qué hijas de puta - dijo al cuello de su camisa la capitana de Casttle esperando ver a cualquier otro jugador. También torció el gesto y un resorte vengativo archivó aquella jugada en su memoria.

  • Tranquila tía, seguro que a ti no llega ni a tocarte - animó Lisa a su compañera Janice.

  • Me gustaría cerrar los términos del pago de la apuesta - solicitó Sesame dando un paso al frente.

  • Tu dirás - enarcó una ceja Katie escudriñándose de nuevo la uñas.

  • Iremos de una en una, por turnos y sin besos... En cuanto se corra fin... pagada la apuesta.

  • Me parece bien, siempre y cuando la que tenga el turno permita que nuestro jugador haga lo que quiera con ella.

  • Sin besos... y sin violencia.

  • Sí, por supuesto, ni besos ni violencia, sólo sexo.

Las animadoras de Casttle Creek se apartaron para hablar, cerca de las duchas.

  • Es lo acordado... Si no lo hacemos perderemos nuestra sede de cien mil dólares. No os preocupéis, esto no va a quedar así, nos vengaremos.

  • ¿Cómo puede estar pasando esto? ¿Cómo pueden haber ganado? todavía no me lo creo.

  • Miradle, es tan... tan... feo.

  • Por favor Janice no llores, peor es lo mío... Yo, yo nunca lo he hecho - confesó Sesame -. También piensa en Lisa y Courtney que no les gustan los hombres. Si mantenemos todas la boca cerrada tu novio nunca se va a enterar de esto, además tengo un plan. Candy querida, tenemos que pedirte un gran favor.

  • ¿Qué yo sea la primera no? - pregunto la bajita animadora con los hombros caídos.

  • Eres la que más experiencia tienes de todas por mucho, ese tipejo a ti no te dura ni cinco minutos. Hazle lo de la boca, eso que nos contaste, o la batidora llegado el momento. Se corre y nos vamos a casa.

  • Sinceramente creo que me he visto en peores situaciones, pero eso sí, me deberéis una, pero no una cualquiera, ese tío es muy feo, me deberéis una muuuuy gorda - las chicas se miraron y asintieron conformes con su amiga.

Skipli se frotaba los ojos al verlas cuchichear. Al no imaginarse ni remotamente la posibilidad de su derrota, las animadoras rivales, no habían considerado un plan alternativo y aún vestían sus azules uniformes de top ajustado con escote en V y minifalda plisada, enseñando el ombligo como durante el partido. También conservaban el abundante maquillaje que tanto las favorecía durante los espectáculos acrobáticos: ojos muy perfilados y exceso de base y rimmel.

  • Empezaré yo - y se adelantó Candy desafiante, sacando pecho, mostrando al héroe de nuevo cuño lo mucho que se le marcaban los pezones en la elástica lycra del top... con claro afán de intimidación. Era Agresiva pese a su corta estatura, voluptuosa y morena, con el pelo recogido en dos altas coletas de colegiala. Lucía tatuajes en brazos y piernas y un piercing de plata en el ombligo; además, mostraba una actitud ausente reparo ninguno.

  • Muy bien - dijo la capitana de la bahía -. Demostráis ser chicas de palabra. Empezamos con el pago de la apuesta. Tiene el turno Candy.

Contoneándose rítmicamente y deleitándose con su exuberancia, la pequeña animadora se arrimó a Skipli para comprobar si su táctica de amedrantamiento surtía efecto. Este, instintivamente, apartó la mirada ruborizado, además, se notó una sensación especialmente tensa en la entrepierna.

  • ¿Cuantas viagras echaste en la botella? - Preguntó Katie al oído de Tori.

  • Muchas, una de las tabletas entera.

Cara a cara Candy sonrió al abochornado jugador que esquivaba sus ojos. Le rodeó con los brazos por la cintura y agachándose con suavidad le bajó los pantalones del chandal y calzoncillos, quedando arrodillada frente a su entrepierna. Entonces, de su escondite, emergió un vasto trozo de carne que le golpeó en el mentón.

  • Maldita sea - susurró Sesame al contemplarlo y Janice volvió a llorar -. ¿Qué tiene ahí? ¿El cañón de South Sea preparado para disparar?

  • ¿Tu sabías esto? - preguntó Katie a su amiga.

  • Nunca hubiera imaginado que Skipli pudiera tener semejante bártulo ahí escondido. ¿Te has fijado lo gorda que la tiene?

  • Es como una barra de pan.

  • Que bestialidad.

Candy, abrió los ojos de par en par ante semejante desproporción de palpitantes venas apuntándole a la cara. Sin duda le impresionó por lo excepcional, había visto bastantes pollas en su vida, pero ninguna tan intimidante. La tenía de buena longitud, que ya es una cosa poco usual, pero el ancho es lo que la desconcertaba. Respiró profundamente y a su sorprendida expresión se le dibujó una torcida sonrisilla.

  • Hazle lo de la boca - se dijo a si misma Sesame esperando que su amiga la hiciera caso.

Al no haberle tocado nunca una chica y notar el tibio contacto de los dedos de una, el pene de Skipli respingó un par de veces, lentamente debido al peso. La mano de ella se le llenó entera y al ver que apenas la abarcaba, decidió hacer uso de las dos. Con todo aquello, algo en la cabeza de Skipli pareció hacer click, recompuso su mirada desde lo alto, tensó los músculos y se irguió. Parecía otra persona. Las nueve espectadoras, cuatro de Casttle Creek y las cinco de South, permanecieron hipnotizadas ante tan singular estampa. Candy quiso mostrar sus dotes masturbatorias a la audiencia, pero por más que se afanó en el cañón del afortunado jugador, no encontró la manera de hacerlo eyacular, frotaba y frotaba una barra firme de hierro, palpitante pero insensible… realmente dura. Mientas se la meneaba pensó que "lo de la boca" no le fallaría, con la lengua revolotearía por debajo de su glande rápida y constantemente hasta hacerle ver las estrellas. Sin embargo, al metérsela en la boca comprendió la dificultad que aquello entrañaba. No podía abrir más más la boca y apenas si había llegado a la mitad, vomitaría si intentaba metérsela entera. A duras penas comenzó con la artimaña del jugueteo de la lengua y eso derivó en un babeo incesante por la comisura de sus estirados labios. No conseguía lamerle el glande como le hubiera gustado, como solía hacerlo, y al ver que no progresaba, decidió de nuevo ayudarse con las manos. Agachada como estaba, alzó el rostro para ver la reacción del jugador. Este, irreconocible le devolvió la mirada, clavándosela… inyectada en sangre. Apretaba los dientes y respiraba profundamente a través ellos.

  • ¿Qué pasa Sesamme? - preguntó Janice a su capitana limpiándose las lágrimas de las mejillas, prefería no mirar.

  • No lo consigue, lleva así un rato y nada.

  • Nos va a llegar a nosotras, nos va a tocar el turno.

  • Candy se ha merendado a tipos peores que este y a varios a la vez. Espera un poco, todavía no ha empezado lo bueno, seguro que guarda un as en la manga... queda su mítica batidora.

Una vez más, la audiencia quedó petrificada, sobre todo la de South Sea ya que para ellas era del todo inconcebible contemplar al tonto de South Sea en semejante actitud. Estando ya cansado de preámbulos, levantó a la pequeña animadora tirándola por las coletas. Esta, babeó aún más al liberar su boca. Una vez en pie, la giró, como a un pelele, y de espaldas le sacó el top por la cabeza... bruscamente. Efectivamente no llevaba sujetador y los bamboleantes melones de Candy quedaron al aire unos instantes, los que tardó Skipli en envolvérselos con esas manazas que dios le había dado. Las tornas habían cambiado, ahora, ella sumisa, gemía y respingaba al sentir el abrupto sobeteo al que sometían a sus pechos.

  • ¡Nada de violencia! - espetó Sesame a Katie.

  • No es violencia, tan solo la acaricia. Es lo normal antes de... ¿Nunca has practicado sexo?

Sesame cerró la boca, su amiga Candy no se quejaba, de hecho, parecía disfrutar; además, efectivamente, ella nunca lo había practicado. Había visto películas, escenas, algunas más fuertes, pero al verlo tan de cerca estaba sintiendo una mezcla de sensaciones: horror y... ¿excitación? Eso la perturbaba. Tenía claro que ella se estaba reservando para Ken Philips, la había invitado al baile y le había dejado entrever que su casa estaría sola esa noche. Aquel sería el momento perfecto y no en los vestuarios del polideportivo de South Sea, con aquel tipo informe de enormes proporciones. Estaba segura que una experiencia similar podría traumatizarla de por vida. Sonó un chasquido y al volver a mirar la escena, ella esperaba el milagro de la eyaculación, sin embargo, en vez de eso, pudo ver volar las bragas de su amiga que quedaron colgadas de una de las taquillas; se las había arrancado aquel animal y ahora tan sólo estaba tapada por la minifalda. Por supuesto eso no se quedaría ahí, Skipli llevo a Candy en volandas a uno de los bancos bajos que se usaban para cambiarse. La animadora allí, dándole la espalda inclinada, se apoyó y agarró al banco, preparándose, ofreciendo a Skipli en pompa lo que guardaba debajo de esa falda. Janice se tapaba la cara y entre los dedos pudo ver los generosos pechos de su amiga apretujándose contra los tablones de madera y rebosándole por las axilas.

  • Ahora no mires Janice - Le dijo Sesame, sabía que volvería a llorar.

  • Se la va a meter... - sollozó la ennoviada animadora -. La va a hacer daño.

  • Ven aquí. Abrázame y no mires - pidió Sesame a su amiga, pero ella no quitó ojo.

  • ¿Le va a hacer la batidora?

  • Luego, cuando Candy se ponga encima, pero ojalá no lleguemos tan lejos. Espero que ahora, a perrito, termine con él.

La punta del desproporcionado pene de Skipli se posó entre carnosos labios inferiores de la animadora... A eso le sucedió un gritito lastimero.

  • Le duele, le duele.

  • Sí, pero aprieta los dientes, es una leona. Aguantará.

Mientas la aberración de la entrepierna de Skipli entraba en Candy, esta, se volvió a sus amigas para quejarse un par de veces más. La vagina se le dilataba cada milímetro adentro, y Sesame imitó inconscientemente su gesto de dolor mientras apartaba la mirada, apretando los dientes igual que ella. El enorme trozo de carne de Skipli, aún más ancho por la compresión, poco a poco fue desapareciendo en el interior de la menuda colegiala, y esta, sin más, comenzó a gemir liberada del sufrimiento inicial. Aún con todo, a cada empellón, siempre quedaban cuatro dedos de pene fuera de ella y Sesame pensó que debía ser el tope humano.

  • Le está gustando.

  • Sí, le está gustando - le confirmó Sesame.

  • Le está gustando mucho.

  • A Candy le gusta mucho el sexo... el sexo duro.

Sesame se tocaba algunas noches, en su cama, imaginándose a Ken y a ella, en una habitación llena de velas y pétalos de rosas. Él le declaraba amor eterno, y ella lo besaba apasionadamente. En esas noches llegaba al orgasmo, tan sólo con rozarse levemente el clítoris, y creía saber lo que se sentía. Ella jamás había gemido de aquella manera tan desaforada y su curiosidad y excitación crecieron al observar aquellas grotescas y húmedas entradas y salidas de carne. Tenía la falda subida hasta la cintura y en un momento dado se bajó, ocultando el espectáculo a las presentes. Fue cuando prestó mayor atención a las expresiones faciales de su amiga, mientras recibía las duras acometidas, y se sintió aún más perturbada… curiosa. Candy aullaba, sus parpados tiritaban y de vez en cuando dejaba los ojos en blanco, perdida y sin resuello. Como el percutor de obra que revienta los adoquines de las calles, Skipli, sometía implacablemente a la primera animadora en tomar el turno. Ella, con los ojos y carrillos ennegrecidos por el rimmel corrido, comenzó a proferir guarradas a los cuatro vientos: "¡Follame!", "¡Follame cerdo!", "¡Más fuerte!","¡Más!", "¡No pares idiota!"... "¡Por detrás!"... "¡Por el culo!"

  • Está loca ¿qué dice? - preguntó Janice horrorizada -. La va a reventar.

  • Déjala - contestó Sesame -, igual es la mejor manera de hacer que se corra ¿Quieres que te llegue el turno?

  • Nunca teníamos que haber subido la apuesta - sentenció Coutney y Sesame se volvió a ella clavándole la mirada.

De un tirón, Skipli salió de dentro de la animadora. Esta bufó y un hilo líquido le chorreó por interior del muslo. Los dos resoplaban y traspiraban... estaban empapados. Ella, se escupió en la mano y se frotó debajo de la falda. Lo miró a los ojos desafiante, era una loba en celo, y antes de volverse para agarrar el banco de madera, suspiró al contemplar la grandiosa erección de aquel feo tipejo.

  • ¡Madre de dios! - Exclamó Tori - ¿No nos estamos pasando con todo esto?

  • Joder, la va a reventar - dijo Katie al ver como tanteaba Skipli entre las nalgas de su rival. Parecía físicamente imposible. Era como meter un colchón en el maletero de un coche.

  • Va entrando, pero mira su cara.

Sencillamente no fue fácil de contemplar y aún menos para las colegialas más inexpertas. Candy clavó las uñas en el banco y parecía desencajársele la mandíbula con aquellas muecas de dolor. Erizaba la espalda espasmódicamente, a cada punzada, mientras la mole, clavada en su culo, se hacía paso entre las nalgas. De nuevo y para sorpresa de todas, en un momento dado, Candy comenzó a gemir, eso sí, más intensa y enloquecidamente. De sus ojos se escurrían lágrimas, de su boca babas... y de su entrepierna, en entrecortados borbotones, emergieron y resbalaron pequeñas explosiones de flujos que fueron en aumento, al son de los gritos.

  • Que horror, no puedo mirar. Mi novio y yo somos más normales para estas cosas.

  • Pues a Candy le gusta, mírala. Le gusta de veras.

  • ¿Y él... se corre?

Las chicas de Cattle observaron a Skipli, en un par de ocasiones pareció estar llegando al orgasmo aunque fue sólo un espejismo, continuó con sus percutoras arremetidas sobre el culo de Candy y esta, ya sí, alzando la cabeza y con los ojos en blanco, ahogó el grito final que quedó en agarrotada pausa. Un instante después se separó de Skipli a patadas. Dos finos chorros de flujo salieren eyectados de su vagina, cada uno en una dirección y la animadora, siempre agarrada al banco, tembló fuera de sí, como en otro plano astral. Miraba al infinito y sus carnes temblaban convulsamente. Parecía estar siendo follada aún por un espíritu, ya que el feo jugador la observaba a unos metros de distancia, desconcertado por lo que había provocado. Líquido incoloro manaba a borbotones entre las palpitantes piernas de la pequeña animadora. Sus pechos se agitaban como flanes en un terremoto antes de tirarse al suelo y retorcerse sobre él. Desparramada y exhausta, después de un tiempo, fue recuperando la compostura... muy poco a poco.

  • ¿Estas bien? - las de Casttle rodearon a su amiga.

  • Ese tío es la hostia - consiguió decir Candy al rato, con la mirada aún perdida en el techo - ha sido el mejor polvo de mi vida. Ese cabrón me ha hecho sudar la gota gorda. Perdonad chicas, lo siento, no he podido hacer que se corra. Ese pollón es una cosa de otro mundo.

Ninguna tuvo valor a pedirla que siguiera.

  • ¿Y ahora qué?

  • Dejadme probar a mí - dijo Courtney -. Tu eres virgen y mira como llora Janice. Tampoco soportaría ver como se follan a Lisa tan salvajemente ante mí ojos.

  • No... Coutney - dijo Lisa - lo haré yo.

  • Eres muy delicada amor mío y ese es tío es un verdadero troll. No quiero que te hagan daño, yo he estado antes con hombres y creo que podré soportarlo... una vez más.

Las dos amantes se besaron dulcemente y se miraron. Lisa lloraba cuando Courtney pidió el segundo turno.


Continuará…

Aún faltan cuatro animadoras de Casttle Creek. Courtney y Lisa son una pareja de lesbianas muy enamorada, feminista y comprometida con su comunidad. Una cosa sí podría hacer tambalear su mundo. También restan Janice, la novia llorona y Sesame tan bella entre las jefas de animadoras como conspiradora. ¿Se llevará su merecido por haber provocado la lesión del mejor jugador de la Bahía de South Sea? Todo y más en próximos capítulos de “Día de suerte”

Agradezco mucho los comentarios, por favor, no olvidéis ponerme algo si os ha gustado el relato.

Camberbun,

Madrid, madrugada del 25 al 26 de diciembre.