Día de rebajas

Cuando se aglomera la gente en la rebajas, los tocamientos son inevitables.

Aparco en el parking subterráneo de los grandes almacenes. Hoy es primer día de rebajas y tengo el encargo imperativo de mi novia para conseguir unos zapatos, unos pantalones, una camiseta y un bolso. Pero no unos cualesquiera, deben ser única y exclusivamente los que fuimos a ver el pasado sábado, de los que tengo la foto para evitar errores o confusiones.

He venido con tiempo para estar de los primeros en la entrada cuando abran las puertas. Repaso las imágenes en el móvil mientras hago tiempo. En la plaza contigua aparca un coche del que sale una mujer de mediana edad.

Me mira y enseguida me dice: “si has venido a las rebajas, date prisa y ve a hacer cola. Tú no sabes lo que es esto”. Me miro el reloj y como todavía faltan 40 minutos le hago ver que iré más tarde. Ella se va con paso apresurado hacia el ascensor. Levanto la vista y veo como se aleja, pero sobre todo veo su culo balancearse de un lado a otro a cada paso. Es una “culona” de las que quitan el hipo, y lleva puestos unos leggins que se adaptan perfectamente a cada curva de su voluptuoso cuerpo.

Quince minutos más tarde me encamino hacia la entrada de los grandes almacenes. Se abre la puerta del ascensor y contemplo la escena, ¡hay gente esperando por un tubo! Ahora me arrepiento no haber seguido el consejo de la mujer del parking.

La distingo en una situación de privilegio y me hace señas para que vaya hasta allí. A codazos me abro paso y llego hasta donde esta ella. Me recibe con un “ya te lo dije” y una amplia sonrisa.

Cada vez hay más gente y estamos muy apretados. Alguna mano desvergonzada me pega un apretón en el culo. La mujer se da cuenta y me hace un gesto como diciendo: “esto pasa siempre. Por aquí hay mucha mujer y poca carne de tio”.

Se producen varias pequeñas avalanchas que producen muchos apretujones. La mujer se pone en modo de ataque y me ordena que me ponga justo detrás de ella.

Somos como una ficha de dominó. Ella la parte blanca delante, yo detrás como la parte negra. Pegados y formando una sola unidad. Si ella avanza yo avanzo, si ella va a un lado yo hago lo mismo. Le tengo puesta una mano en el hombro y otra sobre la cadera y así mantengo la posición.

El contacto es intenso, sobre todo entre su culo y mi paquete. Hace rato que con tanto frotamiento me he puesto como un burro y mi polla se ajusta perfectamente entre sus dos cachetes como una chaveta.

No sé si de forma voluntaria o no, de vez en cuando ella echa el culo para atrás y nos balanceamos uno sobre el otro aumentando el contacto y los movimientos acompasados entre los dos. Me siento un poco avergonzado por no poder dominar mi empalme, aunque a ella no parece importarle lo más mínimo y a mí me da mucho gustito.

Se abren las puertas y la masa de gente explota y se desparrama dentro de los almacenes. En menos de 30 minutos ya he tachado de la lista de pendientes el bolso y los zapatos y me bajo a la planta de ropa. Está repleto de mujeres a la búsqueda de la ganga. Podría dedicarme dedicarles mis caricias y ellas ni se darían cuenta.

Mientras busco los pantalones me tropiezo con mi compañera, la mujer culona que tan buen rato me ha hecho pasar. Va cargada de prendas y me pide ayuda mientras va al probador.

Tengo tiempo y accedo a ayudarle. Hago de percha y sujeto todo lo mío y lo que me da. Abre un poco la cortina del probador y me pregunta: “te gusta?... me sienta bien?”, Supongo que se refiere a la blusa que lleva puesta, aunque yo solo tengo ojos para mirar de cintura para abajo, ya que solo lleva unas mini bragas que dejan al aire sus nalgas despampanantes.

De nuevo tengo un subidón tan grande que me duele mantenerla dentro del pantalón. De repente se quita esa blusa y se pone otra. En medio me regala con la visión de sus hermosos pechos envueltos por un bonito sostén que los mantienen con una presencia óptima.

Se va probando prenda tras prenda mientras me deja mirar cual si fuera su pareja. De vez en cuando hace comentarios sobre que su marido nunca la acompaña, o que no le da importancia a la ropa que se pone. Yo estoy encantado de verla a tan corta distancia ponerse y quitarse ropa mostrándome su culote y su cuerpo semi desnudo.

Después de un buen rato sale con las prendas que se va a quedar. Nos separamos pues tengo que ir a buscar los pantalones y la camiseta que me encargó mi novia. En medio de la gente se pierde de mi vista y siento mucha pena por no haberle pedido ni su teléfono ni nada para poderla localizar. Me encantaría poder volver a verla. Me ha puesto a cien varias veces y quizás tenga un rato para mí.

Después de dar unas vueltas intentando localizarla, me doy por vencido y  me encamino hacia el parking. Una vez sentado dentro de él me vienen a la cabeza las sensaciones vividas esta mañana y se me poner dura como un tronco.  Me meto la mano en la bragueta y siento su calor, me lo toco y me da mucho gusto. Termino por sacármela y me doy unos meneos muy ricos.

En esto que oigo un ruido a mi lado. Me asusto y me tapo rápidamente. Dan unos golpecitos en el cristal, miro y bajo la ventanilla.

“¿Qué haces aquí? ¿Me estabas esperando?”, dice con tono jocoso.

Esta es la mía. No puedo esperar más y le muestro mi secreto. Mi polla sale de su escondite, gorda y grande, arrogante y desafiando a quien se atreva. Me doy unos meneos y dirigiéndome a ella, le digo: ”Después de tantas emociones y tanta agitación comprando en las rebajas, me está pidiendo una compensación”.

Creo que no le ha gustado, pues se va hasta su coche y abre la puerta.

Deja sus compras en el asiento trasero y vuelve para sentarse en el asiento de copiloto junto a mí.

-          “Deja eso para mí. Lo he estado deseando toda la mañana”, dice mientras aparta mi mano de la polla y toma el relevo.

Me da unos meneos que me saben a gloria. He hace bajar los pantalones hasta los tobillos e inclinar el asiento hasta media altura.

A partir de ese momento pierdo todo el control. Me la chupa y luego me la menea alternativamente sin dejarme descansar ni un momento. En mi cabeza se suceden las imágenes de su culazo desnudo, de los apretones que le he dado. Ahora no está a mi alcance pero los recuerdos son suficientes para estimularme.

Ella sigue ufana con la tarea, y me está haciendo una mamada y dando un meneo que recordaré mucho tiempo. Al poco rato me corro de forma estrepitosa e incontrolada. Me da unos meneos más, jugueteando con la leche derramada restregándola sobre el capullo con sus manos pringosas.

-          “Bueno, pues ya está. Muchas gracias por tu ayuda.”, me dice mientras hace ademan de irse a su coche.

-          “Me gustaría mucho que nos viéramos otro día. Me caes muy bien… y tienes un culo realmente impresionante que me gustaría poder disfrutar”, le digo rompiendo todo protocolo fruto de mi desconcierto.

Ella se sonríe, y dice: “Quizás… llámame…te he dejado mi numero en el bolsillo de la chaqueta esta mañana cuando estábamos esperando en la puerta”.

Deverano.