Día de playa

Otra aventura sexual de mi chica, esta vez con una nueva experiencia para ella en la playa.

Ya sabréis por mis relatos anteriores cómo es mi chica y lo que le gusta vestirse sexy aunque no pretenda llamar la atención. En el primer relato, llevaba unos bonitos escotes y unas bonitas bailarinas en los pies, con la mala suerte de que unos chavales se obsesionaron con ella y se metían con sus bailarinas y sus pechos, hasta el punto de que se aprovecharon de ella en nuestra propia habitación de hotel, llevando encima un picardías transparente que mostraba todos sus encantos.

La segunda vez fue tan sólo por una preciosa camiseta escotadita y ajustada, con la que un chaval se aprovechó haciéndole un masaje por los hombros y, sin poder resistirse, metiéndole mano dentro del escote a mi chica.

Pero esta vez ya no fueron unos chicos tan jóvenes, y lo que viene a continuación fue lo que pasó en un extraño pero morboso día de playa.

Ocurrió el año posterior a la aventura con los chicos. Mi chica no quería ir a veranear al mismo sitio, pues le traía malos recuerdos (los chavales hasta llegaron a abrirle el escote de la camiseta para escupirle en los pechos), y optamos por ir a una playa más tranquila. Echamos en el coche lo indispensable para pasar el día en la playa, y ella se puso un bikini rojo muy bonito. Por encima, se puso un vestido playero muy sexy, muy escotado y muy cortito, que apenas ocultaba su precioso culito y apenas ocultaba sus pechos. Era una verdadera muñeca.

Llegamos a la playa y echamos las toallas sobre la arena. No había mucha gente, y era una playa mixta: gente como nosotros, con bañadores y bikinis, y gente haciendo nudismo. Mi chica se sonreía a veces viendo lo cortitos que eran algunos penes, sobre todo de hombres mayores y barrigudos, pero no me decía nada de otros instrumentos que se calzaban otros chicos más jóvenes, aunque notaba que se fijaba en ellos.

-          Me da un poco de vergüenza estar aquí. ¿Es que no había otro sitio?- me dijo.

-          Sí, pero esta playa es la mejor que he visto por esta zona. Yo tampoco sabía que era mixta, pero da igual. No pasa nada.

-          Ya, pero… jejeje… no estoy acostumbrada a ver tanta gente desnuda…

Ella se quitó el vestido y dejó a relucir su bikini. Nos pusimos a echarnos crema mutuamente, yo se la echaba sobre los hombros y sobre el escote, pasándosela bien por la parte de arriba de los pechos, lo que a ella le encantaba y le excitaba. Entonces, se me ocurrió algo.

-          Oye, podríamos quitarnos nosotros también los bañadores, nunca lo hemos probado.

-          No, me da mucha vergüenza, de eso nada. Quítatelo tú si quieres, yo no pienso hacerlo.

-          Vamos, si casi todo el mundo va así.

-          He dicho que no. No insistas.

Así se quedó la cosa. Tomamos un poco el sol y decidimos dar un paseo por la orilla. Conforme andábamos veíamos de todo: desde viejos gordos y fofos hasta tíos cachas, muchos de ellos gays y otros con sus chicas, cuyos cuerpos tostados brillaban al sol sin ninguna clase de marca por la parte de los sexos, lo que daba a entender que solían hacer nudismo siempre. Mi chica no hablaba mucho pues se sentía un poco avergonzada, pero notaba cómo miraba de reojo muchas veces a algunos chicos con miembros notables.

Dimos la vuelta hacia nuestras toallas y, ya llegando a ellas, se nos cruzó un chico joven y musculoso, totalmente desnudo, con un pene en relajación pero bastante notorio. El chico se quedó un poco mirando a mi chica, pero no dijo nada, y así también hizo mi chica.

Al llegar a las toallas dejamos las gafas de sol y fuimos a bañarnos. En el agua, notaba a mi chica algo intranquila o ausente.

-          ¿Te pasa algo?

-          No, nada. ¿Por qué?

-          Te noto extraña.

-          Es que… me he quedado sorprendida…

-          ¿Cómo?

-          Nunca había visto un pene tan… jejeje.

Mi chica es muy vergonzosa y no sabía cómo decírmelo. Notaba que se sonrojaba mucho.

-          ¿Te refieres a ese muchacho que está cerca de nosotros y que nos hemos cruzado antes?

-          Sí. No sé, me ha chocado un poco, parece tan… tan… (no quería decirlo por respeto hacia mí).

-          ¿Tan grande?

-          …sí… jeje. Pero el tuyo me gusta más.

Dicho esto, me tocó el paquete y metió la mano dentro, cogiendo mi pene fláccido, pero con su tacto ya se estaba poniendo duro.

-          Mmmmm que rico- me dijo, mientras me masajeaba la polla ya bien dura.

-          Toda para ti, estás buenísima así mojadita y saladita.

Nos comimos la boca mientras ella me masturbaba. Es un placer tener sexo en la playa, pero había gente y no llegamos a hacer nada más. Hizo que me corriera y nos salimos a secarnos. Notaba cómo el chico de antes miraba de vez en cuando. Estaba con dos muchachos más jóvenes que él, seguramente sus hermanos pequeños, de unos 12 o 13 años.

Nos echamos en las toallas para secarnos al sol, y el sonido de las olas junto con la brisa invitaba a echarse un sueño, aunque yo no llegaba a dormirme del todo. Ella estaba acostada boca arriba, con su bikini mojado, las pequeñas gotas de agua sobre su cuerpo, su escote, dentro de su canalillo. Y, de repente, veo que el chico se acercaba a nosotros.

-          Hola, perdona, ¿no tendrás un poco de crema bronceadora?- le dijo a mi chica, que estaba acostada pero despierta. Yo me hacía el dormido.

-          ¿Eh? Esto…. – mi chica se quedó perpleja, no se esperaba que el chico se acercara, completamente desnudo como estaba-. Sí, claro, espera.

Mi chica se quedó mirándome pero vio que “estaba dormido”, así que rebuscó en su bolsa la crema. Estaba nerviosa.

-          Aquí está.

-          Gracias… a lo mejor soy un poco atrevido, pero…¿me podrías ayudar a echarme un poco por la espalda? Noto que el calor me está quemando ya un poco.

-          Pero… es que… tengo novio, ¿sabes?

-          Ya lo veo, no intento nada, tan sólo quiero que me ayudes. Es que por la espalda ya no llego, jeje.

-          Y esos chicos que están contigo no lo pueden hacer?

-          Prefiero que lo hagas tú.

Mi chica se ruborizó.

-          Te vuelvo a decir que tengo novio y como se despierte se va a enfadar.

-          No tiene por qué despertarse. Vamos, sólo es un momento.

-          De acuerdo, pero rápido.

Mi chica se levantó y se puso detrás del chico, intentando no fijarse en su pene, aún fláccido. Se untó las manos con la crema y empezó a darle por la espalda. Notaba su cuerpo fuerte, sus músculos, y no podía evitar ver su culo desnudo, pero ella se dedicaba a echarle la crema.

-          Lo haces muy bien- le dijo el chico.

-          Gracias- le contestó mi chica, la cual se atrevió a darle también un poco por el costado.

-          Por ahí no hace falta que me des, ya me doy yo.

-          Es igual, ya que estoy te doy por todo y ya te vuelves a tu sitio.

Mi chica le echaba la crema por los costados, más despacio, y me miraba de vez en cuando para ver si me despertaba o no. El masaje produjo un efecto en el chico: su pene empezó a crecer y a endurecerse. Mi chica no se dio cuenta porque estaba de espaldas.

-          Ya que estás, ¿me echas también por delante?

-          Bueno, date la vuelta.

El chico se dio la vuelta y allí estaba: una polla erecta, grande y muy dura, apuntando directamente a mi chica. Mi chica se quedó boquiabierta, y le dijo:

-          Dios mío, vaya polla… Dios mío…..- dejó de echarle crema  y se quedó mirando su polla un buen rato.

-          ¿Te gusta? Es que me has puesto cachondo con tu masaje.

-          Es enorme, vaya polla tienes… no sé que me pasa… - mi chica se sentía perdida, nunca había experimentado algo así y no sabía cómo reaccionar.

Lo que hizo a continuación  fue algo que aún me sorprende. Se acercó al chico hasta que su polla chocó contra su vientre, y le besó el pecho musculoso. Empezó a besarle más, y su boca se encontró con la de él. Se besaban muy despacio al principio, y luego con fruición se comieron la boca. La polla del chico rozaba el vientre de mi chica mientras se comían los morros. Yo no daba crédito a lo que estaba viendo.

-          No, déjame, vete, mi novio se va a despertar.

-          Me gustaría verte los pechos.

-          De verdad, déjame… ohhh- mi chica volvió a mirarle la polla-. Me encanta tu polla dios mío, ¿qué estoy haciendo?

Mi chica le cogió la polla y se la acariciaba despacio.

-          ¿Te gusta?

-          Mucho. Está pidiendo sexo, ¿verdad?- mi chica le sonreía y empezó a masturbarle. Sacaba la lengua despacio, relamiéndose- oohhh dios mío, qué dura, qué polla, quiero sexo.

-          Vamos a follar, venga.

-          No, no…- mi chica se resistía, pero en el fondo quería esa polla dentro de ella- Estoy excitadísima dios mío, necesito masturbarte.

-          Oohhhh- mi chica aumentaba el ritmo de su mano, cogiendo la polla bien fuerte y masajeándola.

-          Arriba, abajo, arriba, abajo- decía mi chica, sonriéndole, y se agachó de forma que la polla estaba a menos de un centímetro de su boca.

-          Pero, qué vas a hacer?- le dijo el chico. Yo no me lo podía creer.

Mi chica seguía con su polla cogida, y le dio un beso en el glande. Luego otro, y despacio, le fue besando toda la polla, hasta que hizo lo que nunca me ha hecho a mí: se la metió en la boca. Se la empezó a chupar despacio, relamiéndosela, y cada vez que la sacaba, le decía: “me encanta tu polla, me encanta el sexo con esta polla”. Se volvió a incorporar y, mientras le masturbaba, le comió la boca mientras le repetía “sexo, sexo” como loca.

El chico le soltó la mano de su miembro y se la llevó a donde estaban sus hermanos. Podía ver cómo los críos la sobaban, le metían la mano por el escote y por la braguita del bikini, mientras ella chupaba la polla del mayor. El más pequeño le quitó el sujetador del bikini y le comió las tetas, mientras que el otro le metió la mano por su sexo. Se estaban aprovechando de ella. La dejaron desnuda, y el chico sacó su polla de su boca para metérsela por su coñito ya mojado, mientras el más pequeño le sobaba las tetas y le comía la boca.

Se la estaba follando. A mi novia. Y yo sin moverme de donde estaba, lo estaba viendo todo y con una erección tremenda. La gente huía de allí de la vergüenza que le daba ver el espectáculo.

Vino vistiéndose hacia donde yo estaba. Vino colorada como un tomate, oliendo a sexo por todos sitios, y le vi manchas de semen sobre sus muslos. Ese cabrón se había corrido dentro de ella. Sus pechos estaba colorados del manoseo del más joven, y tenía babas alrededor de los pezones, el cuello colorado de los chupetones y el sexo escocido. Se recostó a mi lado otra vez, y no me dijo nada de lo que había sucedido hasta el viaje de vuelta en el coche.

Espero que os haya gustado el relato. En vuestros comentarios me gustaría que me dijerais lo que más os ha gustado.