Día de limpieza general
Tengo que limpiar a mi Sumisa. Mi cross
Hoy toca sesión "de limpieza general".
Te desnudo despacio, casi asépticamente. Doblas la ropa cuidadosamente y la dejas sobre la cama.
Te miro de arriba a abajo. Me gusta tu cuerpo. Y tus pies. Tan distintos de los míos, que son pies de Hobbit grande, con el dedo pulgar a la misma altura que el índice, dándoles aspecto de ser más anchos de lo que en realidad son.
Los tuyos son pies "de pianista". Largos, los dedos dibujando una perfecta línea ascendente. Y las uñas acabadas en una curva perfecta. Unos pies para besar y acariciar antes y después de follar. Unas uñas para pintar y chupar y disfrutar.
Te llevo de la mano hasta la ducha, como si fueras una niña rebelde. Te cedo el paso y, como por casualidad, al pasar te acaricio el culo. Ese culo dorado, duro y suave.
Cojo la ducha y abro el grifo. No te pregunto. Me gusta empezar con agua fría. Me gusta el repelús que te produce.
Va cambiando según el agua se calienta.
Te mojo de cuello para abajo.
Cojo la crema depilatoria y la voy extendiendo por tu pecho. No eres muy velluda. En poco rato estarás lista. Después de unos minutos, paso la espátula y quedas como me gusta: suave y tersa. Ahora los brazos. Las piernas. El culo no lo necesita, pero igual lleva su tratamiento. Es el día de limpieza general.
Por fin llegamos al bajo vientre. Es la zona más delicada y no podemos dejar mucho tiempo la crema depilatoria, salvo que queramos arriesgarnos a que sufras una irritación. Por eso hay que hacer esta operación con cierta frecuencia.
Primero alrededor de tu hermosa polla. No permito que la toques. Yo la sujeto y la levantó y la muevo según necesito para alcanzar con la espátula todos los rincones, toda las arrugas de tu piel. Noto cómo el roce del plástico te va excitando, pero no te dejo demostrarlo. Sólo te permito la erección inevitable. No dejó ni tan siquiera que me toques. No ahora.
Aclaro la zona depilada y empiezo con tus testículos.
No hay mucho vello, pero también hay que quitarlo.
Extiendo la crema y mientras espero a que haga efecto me/te permito un cálido morreo.
Vuelvo a mi tarea. Retiro la crema depilatoria y compruebo que el trabajo ha sido hecho a la perfección. Vuelvo a aclararte de arriba abajo.
Ahora enjabono todo tu cuerpo con calma. Acaricio tu espalda y tus hombros, bajo por tu pecho hasta tu ombligo.
Enjabono minuciosamente tu culo y, naturalmente, meto la mano en tu deliciosa raja para dejar bien limpio todo.
Me recreo en tu polla. Con delicadeza llevo mi mano hasta la zona perianal y me recreo. Me encanta deleitarme en ese territorio casi oculto y repleto de placeres. Suspiras. Tu polla me dice a las claras cómo te encuentras, y me encanta saber que yo te he llevado a ese estado. Llevo la limpieza por las piernas y hasta tus pies. Por último, la cabeza y el cuello.
Te aclaro y cojo la toalla grande. Te envuelvo en ella y te seco acariciándote. No restriego la toalla sobre tu piel, ahora más delicada. Una vez seco, te doy crema hidratante. Eres mi bebé y te cuido. Despacio, disfrutando los dos, voy extendiendo la blanca crema y acaricio lo que ya había acariciado en la ducha.
Llego a tu culo. A tu ojete cerrado y delicioso. Con el dedo untado de crema inicio la penetración. Te estremeces y me haces estremecer. Tu esfínter se cierra como si quisiera que mi dedo se quedará a vivir ahí. Y a mí me encanta. Mi otra mano se dirige a tu polla que espera en "presenten armas" desde que la espátula de plástico la rozó.
La acaricio muy despacio mientras mi dedo, perfectamente lubricado, juega a entrar y salir, pero no del todo, de tu culo caliente y ansioso. No voy a dejar que te toques. Hoy no.
Acerco mi boca a tu boca y dejó que los labios se rocen, pero sólo eso. Tu aliento ardiente me pide más. Tu lengua se atreve a salir buscando la mía, pero la dejo con las ganas. Me aparto y saco el dedo de tu culo. Casi. De golpe, vuelve a entrar. Bruscamente. A la vez que mi otra mano agarra tu polla con fuerza y tira hacia abajo. No te lo esperabas y pegas un bote abriendo la boca en un grito ahogado.
Tapo el grito con mi boca. Ahora sí tienes mi lengua toda para ti. Sigo con la penetración, ahora con dos, tres dedos, y la lenta paja se convierte en un vaivén salvaje. Cuando entiendo que vas a correrte, paro de golpe y agarro con fuerza los huevos para impedir la eyaculación.
Espero unos instantes a que te calmes. Sé tu frustración, pero vuelvo al juego despacio. Te beso el cuello y te pido, falsamente, perdón. Suplicas que te deje acabar y te prometo que sí, que ahora mismo.
Retiro con una toallita la crema que aún tienes en el culo y en la polla.
Te beso de nuevo y te pido que te pongas a cuatro patas.
Naturalmente, lo haces.
Abro tus nalgas y me dirijo al centro de mis anhelos.
Siempre huele bien, pero ahora, tras la ducha y la crema hidratante, es delicioso.
Lo beso. Lo chupo. Lo ensalivo bien. Lo abro todo lo que puedo con la mano y mi golosa lengua empieza a entrar y salir. Me enloquece.
Gimes y yo dirijo mi mano hacia tu polla. La empuño con fuerza y empiezo a bombear con decisión.
Dejo tu culo y te hago volverte. Quiero ver tu cara mientras te corres.
Tu boca se entreabre anhelante y yo me acerco a ella. Sé cuánto te gusta que te bese tras comerte el culo. Y lo hago.
Estás a punto. Tus ojos se entrecierran y tu respiración se acelera.
Doy los últimos meneos y por fin te dejo descargar. No puedes evitar dar un largo alarido mientras tú esperma salpica tu pecho, tu cara, la pared y el suelo.
Te doy mi mano para que la limpies y tú, obediente y goloso, lo haces hasta no dejar ni una gota.
El día de limpieza general no ha acabado.
Tienes que volver a la ducha.
Hay que limpiar el cuarto de baño.
Y hay que limpiar mis calzoncillos y mi pantalón porque sin siquiera tocarme, me he corrido a la vez que tú.