Día de entrenamiento
Cuando uno entrena en un deporte tambien puede terminar entrenando en el amor.
Día de Entrenamiento:
Hoy salía del gimnasio donde soy profesora de gimnasia deportiva y recordé una vez que fuimos a con mi novio, que era gimnasta, a entrenar solos.
Resulta que ese día hacia mucho, pero mucho calor y teníamos que ir a entrenar. Yo era su entrenadora y a esa hora que fuimos no había nadie más en todo el gimnasio.
Llegamos y el se puso ha hacer la entrada en calor, como es normal.
En el gimnasio hacia un calor terrible, así que se saco la remera y así dejo ver su piel tan perfecta como ya les he contado.
El hizo sus ejercicios de rutina y su piel empezó a llenarse de gotitas de sudor y se acompañaba del aroma terriblemente sensual de su perfume, que tanto me gustaba.
Yo tenía solo una remera y un pantalón corto. Claro que dicha remera se me estaba pegando debido a que mi cuerpo también estaba sudando.
Comenzamos los entrenamientos con los ejercicios de suelo donde yo cuidaba algunas de sus piruetas.
Ahí comencé a sentir su aroma y a tocar su piel.
Y bueno mis amigos, saben que eso me pierde; una piel suave, sin marcas ni bellos, en un cuerpo tan vigoroso, ágil, varonil; es una inevitable invitación al deseo.
Yo no dije nada y mis ganas se iban notando a medida que hacia sus pasadas y cuando tenia que sostenerlo mis manos tardaban en retirarse de su cuerpo.
Además en cada pirueta bien lograda había un besito de premio y bueno, una no es de madera.
En un momento que paso lo sostuve pero cuando estaba parado al lado mío una vez culminada la pirueta no retire mi mano de su espalda y cuando se acerco a darme el beso, no le permití despegarse por un tiempo prolongado de mi boca.
Lo abrace y su cuerpo todo caliente y sudado mojo del todo mi remera.
Yo estaba mas que excitada y mis pezones estaban duritos y el se había dado cuenta. No dejo de besarme y sus manos se encargaron de acariciar mis tetitas que tanto le gustaban.
Yo no tenia mucha ropa para sacarle y si mucha piel para acariciar, me encargue de que no me quedara ni un solo rincón por tocar.
Los besos se pusieron cada vez mas intensos y las manos mas inquietas.
Estábamos parados y no tardamos en ir bajando para apoyarnos en las cómodas colchonetas. El hizo que yo me recostara, pero antes me saco la remera. Luego me arranco el corpiño mientras yo solo trataba de sacarle el pantalón de entrenamiento.
El me tomo de las manos y me hizo ponerlas arriba de mi cabeza con los brazos extendidos y ahí se sirvió de mi piel.
Recorrió con su boca mi cuello, bajo por mi pecho y ahí se detuvo. Trazo el recorrido que tanto le gustaba en la geografía de mis tetitas, para terminar rodeando mis pezones con su lengua. Beso mis tetitas y las acaricio todo lo que quiso, porque a mi me encantaba que lo hiciera. Mientras yo seguía tratando de sacarle el pantalón esta vez con las piernas.
En un momento se detuvo, se acerco a mi boca y antes de besarme me dijo: me muero por hacerlo acá y ahora.
Yo no tuve respuesta verbal pero si corporal, mis brazos lo llevaron arriba de mi cuerpo y mis piernas lo sujetaron contra mí para que no se arrepintiera de lo que había dicho.
Los dos cuerpos estaban pegados uno sobre el otro, mientras el seguía besando suavemente mi boca. Recién ahí pude sacarle el pantalón y el hizo lo mismo con el mío.
Tanta piel, tanto calor, tanto deseo y tanta intensidad comenzó a empapar los cuerpos de gotitas saladas de sudor.
El colocado entre mis piernas, puso su cosito más que duro en mi cosita que estaba muy mojada y no de calor, sino de excitación.
Metió su cosito de un solo golpe, me clavo con tanta fuerza que me arranco un suspiro mezclado de gemido.
Una vez adentro, lo aprisione con mis piernas para disfrutar ese cosito duro que me hurgaba las entrañas.
Después de unos segundos, comenzó a sacarlo y meterlo varias veces. Cada vez más fuerte y cada vez más adentro, como si quisiera atravesarme.
Eso me estaba dando tanto placer que no tardaron en aparecer los gemidos y mis manos se aferraron a su espalda, dejando los dedos marcados en ella, tratando de que no se terminaran las envestidas.
El comenzó a gemir acompañando el movimiento y su disfrute me excitaba mucho más.
Los cuerpos estaban hirviendo por donde se vieran, éramos como dos animales consumiéndonos con intensidad.
El clavándome con la mayor fuerza que podía, que no era poca; tratando de arrancarme gritos de placer, que obvio no podía evitar darle el gusto.
Y yo disfrutando en todo momento, aferrándome a el, para que no dejara de hacérmelo así.
Después de un largo rato intenso, caliente, excitante, los gemidos eran gritos y las ganas ya eran deseos cumplidos.
El iba a acabar y yo le pedí que lo hiciera en mí, así que saco su cosito y me lleno la pancita hasta mis tetitas de toda su leche calentita. Mientras yo lo disfrutaba, con una de sus manos se apodero de mi clítoris y comenzó a acariciarlo rápido y fuerte para provocarme uno de los mejores orgasmos que he tenido.
Con su mano toda mojada de mis fluidos me acaricio las tetitas embebidas en su lechita tibia aun y me beso dulcemente.
Nos levantamos, recogimos la ropa y nos dirigimos al vestuario a ducharnos juntos, pero eso se los contare en otra ocasión.
Espero que les gustara mi relato, porque a mi me trajo muy ricos recuerdos.
En el próximo les contare algunos acontecimientos de un fin de semana de salidas con mi mejor amiga y la mejor cacería de hombres que tuve en largo tiempo.