Día a día
Mientras trabajaba como otro día cualquiera, un hombre se dispone a calentar mi día a día, consiguiendo despertar mi fiera.
Era otro día como cualquier otro, en canarias el tiempo era espectacular y con 24º lo único que apetecía era pasar un día maravilloso de playa, que pena que el poco tiempo del que disponía no me permitiera tener un tiempo para broncearme y tomar un baño agradable en el agua del mar.
Aunque era la hora del descanso en el trabajo, solo tenía una hora para comer y luego de vuelta al infierno, cuatro horas más dentro de aquella cocina, donde el calor era infernal y los olores a comida se me incrustaban en el pelo.
Pedí una ensalada césar y una botella de agua y me lo tomé con calma.
A lo lejos, en una de las mesas del fondo pude ver un chico, joven, de pelo castaño, no muy alto, de unos treinta años aproximadamente, el típico moreno canario guapo, me miraba fijamente y sin disimulo, observaba cada palmo de mi cuerpo como si estuviera analizando cada poro de mi piel, me sentí intimidada por él y miré hacia otro lado. Pero aún podía notar que no quitaba sus ojos de mí, así que comencé a sudar por todos los poros de mi piel.
-¡EH TÚ! –Grite mirándolo-. Puedes dejar de mirarme como un baboso –volví a gritarle-.
La verdad es que me gustaba que un hombre me mirara así de vez en cuando, sentirme deseada, ver que mi cuerpo a pesar de no ser de los más bonitos del mundo causaba esa sensación en algunos hombres.
Para mi asombro el chico hizo caso omiso a mis gritos y siguió contemplándome sin ningún pudor, eso me molestó bastante. Me levanté de la mesa y me acerque a la suya de muy mal humor.
-¿Qué te pasa idiota? Puedes dejar de verme de una vez –Ya estaba de muy mal humor y se lo hice entender.
-¿Hay algo que me prohíba mirarte? –Dijo con una sonrisa pícara en los labios-. No veo que este molestando a nadie. –dijo convencido de sí mismo.
-Pues la verdad es que me estas molestando a mí, no dejas de mirarme como un baboso, das asco –le dije sin cortarme un pelo-. No creas que mirar así a una mujer es un halago –añadí luego con ironía.
- No lo hago por alagarte –me trato de tú con total confianza-. Cuando una mujer me gusta, la miro, y tú eres una delicia bombón –No se cortó ni un pelo-. Además a quien vas a engañar, sé que te gusta que te mire, por si no te habías dado cuenta no has parado de morderte el labio todo el rato.** –me había pillado por completo.
- Esto… estas equivocado imbécil –dije si analizar ni una palabra-. Que te crees o sex simbol o que –estaba empeorando aún más la situación.
- Estas nerviosa –una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara-. Y puede que no sea un sex simbol, eso es verdad, pero te has mordido el labio un par de veces mirándome de arriba abajo, así que creo que yo también te gusto a ti –se mordió el labio y me miró fijamente a los ojos.
Noté como me humedecía al escuchar sus palabras y ver como miraba con cara de deseo, tragué saliva y pensé en que contestar a su acusación, no sabía mentir, se iba a dar cuenta que lo que estaba diciendo era cierto, pero no podía permitir que se saliera con la suya.
-Vamos a dejar las cosas claras –tragué saliva-. Una cosa es lo que tú pienses y otra la realidad, me parece horrendo esa forma tan babosa que tienes de mirar a una mujer, es de mal gusto y te aseguro que si me mordía en labio era por otro motivo, no por tu presencia –tomé aire e hice una pausa-. Así que deja de hacerte el interesante y compórtate con un hombre, niñato. -Dije por último temblado como un flan.
Se levantó de la mesa, se acercó a mí y puso su boca al lado de mi oreja.
- Nena, que cachondo me pones, eres toda una fiera. Que sepas que no me hago el interesante, es que me tienes loquito y cuando te miro te imagino desnuda, tocando tu cuerpo y no me puedo controlar –me suspiro al oído y solté un pequeño gemido-. Si cambias de opinión voy a venir todos los días a la misma hora a deleitar mi vista con ese hermoso cuerpo que tienes –rozó mi oreja con sus labios y mi cuerpo se estremeció.
Mi cuerpo se estremecía aún ante sus palabras, no podía creer que aquel hombre me hiciera humedecer de aquella forma. Hacía mucho tiempo que un hombre no mostraba interés por mí. Aquel hombre vulgar me había dado una mañana complicada, pero ahora estaba súper húmeda y quería tenerlo dentro de mí.
Al salir del trabajo estaba exhausta, había tenido un día de lo más complicado, incluso el descanso de la comida había sido de todo menos tranquilo, a partir de ahora tendría que lidiar con las visitas matutinas de un hombre que me ponía a cien, y lo peor de todo es que tenía que disimular que no me gustaba ni un poquito o perdería mi dignidad.
Ya en casa me puse una copita de vino, en apenas una hora me había bebido por completo la botella de vino. El alcohol me había encendido, ahora estaba cachonda como una perra. Me desnudé por completo y puse mi cuerpo en frente del espejo; no soy muy alta, pero siempre he sido delgada, con grandes pechos en comparación al tamaño de mi cuerpo, pero se mantenían bien y yo estaba en forma, mi tez blanca por el poco tiempo que había ido a la playa era suave y tersa, mi enorme trasero siempre ha sido la parte más voluminosa de mi cuerpo, pero a muchos hombres le gustaba, aunque no tenía curvas y me consideraba una chica del montón.
Comencé a fantasear con aquel hombre sin ni siquiera conocer su nombre, me lo imaginaba tocando mi cuerpo, besando mis pezones, acariciando con sus manos mi clítoris, haciéndome gemir de placer. No demoré y pensando en él me dispuse a tocarme suavemente, estaba muy excitada y hacía tiempo que mi lujuria no era tan alta, podía sentir mis manos rozando mi clítoris, rozando al unísono mis pezones erectos de placer, imaginando que era él, que rozaba todo mi cuerpo, sintiendo calambres del placer que me estaba originando mi cuerpo y mente. En apenas 10 minutos tuve un orgasmo muy intenso, había sido tan fuerte que mis piernas temblaban, todo mi cuerpo se estremecía y por mis piernas se escurría todo el líquido que salía de mi vagina, no pude contener la tentación y moje mi dedos con ese manjar, me lo lleve a la boca y saboree mi néctar, imaginando que era aquel hombre el que lo hacía.
Derrotada por el placer me imagine como serían los días de ahora en adelante si aquel hombre aparecería todas las mañanas frente a mí, me iba a volver loca, no iba a poder esconder lo que estaba pasando para mirarlo normalmente a la cara, tenía que conseguir de una manera u otra que fuera mío.
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