Devóra. La chica de la webcam 2

Rebeca se puso a cuatro sobre la cama quedando de culo a la puerta y yo de rodillas a su lado comencé a resbalar por su espalda con la lengua bajando a sus nalgas para dibujar círculos.

Devóra. La chica de la webcam 2

por Ramón Fons

El brazo de mi hermana al rozarme un pecho me despertó y al abrir los ojos vi a dos de los obreros mirándonos por la rendija de la puerta. La cama está situada frente la puerta de la habitación de modo que lo primero que se nos ve son los pies.

Disimulé y me di la vuelta arrastrando la escasa parte de la sábana que me cubría dejando a la vista mi espalda desnuda, mis nalgas y mis piernas. Mantuve la postura algunos segundos hasta que rodé sin abrir los ojos quedando boca arriba. Parecía dormida mientras mis pezones reaccionaban al murmullo que se oía fuera de la habitación. Ahora si estaba visiblemente desnuda, otra vez frente a ellos.

De buena mañana me gusta tener un buen calentón. Me anima el día. Recogí una pierna y la separé de la otra para que vieran mi coñito recién despertado. Comencé a mover la pierna recogida para dar más interés a la escena.

Mi hermana giró hacia mí y posó una mano sobre mi cintura. Me preguntó al oído si las voces eran de los operarios que nos volvían a espiar.

Le respondí con voz casi inaudible que sí y que les estaba calentando.

Rebeca añadió que sería interesante que nos enrolláramos y cuando estuviéramos todos a punto iría a por el negro.

Así lo hicimos y nos enrollamos como dos auténticas lesbianas locas de deseo y placer.

Comenzó Rebeca acariciando mis muslos y subiendo despacio mientras me recorría el cuello con sus labios y rozándolo con su lengua.

Tardamos poco en cambiar de posición. Rebeca se puso a cuatro sobre la cama quedando de culo a la puerta y yo de rodillas a su lado comencé a resbalar por su espalda con la lengua bajando a sus nalgas para dibujar círculos. Busqué su preciado ano y lo lamí lentamente para deleite de los mirones. Le escupí y seguí lamiendo y chupando aquel asterisco algo más oscuro que su alrededor.

Ellos podían ver a mi hermana por detrás y a mí de lado con mis pechos batiendo el aire al moverme para reseguir la raja de Rebeca que ya estaba empapada por mi saliva y sus propios jugos.

Mi mano entraba por debajo de ella para que a la vez que mi lengua hurgaba su entrada mis dedos removían su clítoris para sacarlo de su escondite. Rebeca gemía de placer y yo sentía como goteaba mi coño. Mi otra mano fue a aliviarlo.

Mi hermana se tumbó boca arriba con las piernas abiertas las alzó para que mi cara se perdiera en su sexo. Ahora los obreros tenían un primer plano de mi precioso culo que removía a conciencia y acariciaba con una mano para jugar con mi asterisco hasta introducir dos dedos en él.

Cuando Rebeca se corrió por segunda vez en mi cara nos arrodillamos una frente a la otra y nos besamos compartiendo su sabor.

-Ahora me toca a mí – dije para que me oyeran desde la puerta.

Yo me puse a cuatro para que mi hermana me lamiera el culo y el coño y que ellos me vieran gozar. Me separaba los labios y me abría d par en par para que apreciaran mi interior rosado que brillaba por si mismo y por los escupitajos que lanzaba mi hermana para que su lengua y sus dedos se desplazaran con mayor facilidad. De vez en cuando miraba de reojo si la posición era la indicada para que ellos no se perdieran detalle de como entraba y salía de dentro de mí la legua de Rebeca. En ocasiones tenía que reconducir el ángulo ya que con el frenesí una se descontrola y se mueve sin control.

Conseguido de nuevo el escorado buscado mi hermana siguió enseñándoles como se me tiene que comer el coño. Me sacó dos orgasmos de yegua y solté una cantidad enorme de líquido que se esmeró en recoger en su boca mientras chorreaba por mis labios.

Ahora me tumbé en la cama con las piernas abiertas que parecía que me iba a romper para que siguiera comiéndome el coño a la vista de los mirones. Solté otro chorro y Rebeca se aparto para que volara por los aires. Casi llega a la puerta y moja a los obreros.

Luego, mientras hacíamos una tijera, miramos descaradamente a los mirones y Rebeca se levantó de la cama para acercarse a la puerta. Los operarios quedaron paralizados al verla venir desnuda hacia ellos.

Mi hermana abrió la puerta de par en par y agarrando al negro por un brazo lo entró en la habitación. Rebeca tiró al suelo la ropa que descansaba sobre una silla y la usó para atrancar la puerta. A empujones tiró al negro sobre la cama para ser pasto de dos lobas hambrientas de sexo salvaje.

Le desnudamos entre las dos. Rebeca le quitaba camiseta mientras yo le tiraba de los pantalones. Una polla enorme saltó de dentro de sus bóxer provocando un grito de admiración en mi hermana.

El deseado cuerpo negro que yacía en mi cama. Fuerte y ancho de espaldas con venas marcadas en los brazos y unas tabletas en el abdomen que deseaba recorrerlas con mis pezones. De pelo ralo y corto con ojos de un intenso negro que hacía resaltar más aún el blanco marfil que les rodeaba. Unos labios gruesos y en apariencia faltos de hidratación, pero que pronto brillarían al mojarse de nuestros jugos.

Aún no conocíamos su voz. Nunca le oímos hablar hasta ahora que le pregunté su nombre y con una voz grabe respondió.

-Abdou , pero todos me llaman Edu. Es más fácil para españoles.

Tiene un acento francés muy marcado cuando chapurrea español. Lleva poco tiempo en el país. Rebeca le propuso hablar en francés puesto que lo hablamos a la perfección, de hecho es nuestra segunda lengua.

-De todos modos espero que hablemos poco, Edu - Le dije acercando mis labios a los suyos para notar su dureza. Entré con la lengua buscando la suya y me fascinó la textura. Era fresca y suave, casi gelatinosa. Me la imaginé lamiéndome mi interior.

Sin decir nada, mientras mi Edu le estaba comiendo a mi hermana salí de la cama y conecté la Go Pro que sólo Rebeca y yo sabemos que tengo en una repisa enfocando a la cama.

Era ya media mañana cuando dejamos a Edu tumbado sobre la cama con la polla flácida pero aún de buen tamaño, para darnos una ducha y salir a desayunar.

Los obreros, que ya comenzaban a estar aleccionados, saludaron amablemente como si nada hubiera pasado.

En la cafetería le propuse a mi hermana que fuéramos a comprar unos zapatos que había visto en una tienda del centro de la capital. Treinta kilómetros y ya estábamos entrando en el aparcamiento subterráneo de la zona peatonal. Al salir del coche me quité las bragas. Rebeca me vio y exclamó

-¡Ya me parecía a mí que lo de la zapatería tenía truco!

Y añadió – bájate la falda que me estás enseñando las nalgas, Devora!

Paseamos a paso lento viendo escaparates y contemplando nuestra imagen reflejada en ellos. Lo que veíamos nos gustaba. Rebeca llevaba puesto un short rojo, muy decente, y una camiseta de cuello cerrado en color amarillo palo. Tampoco suele usar sujetadores. Una sandalias planas blancas a juego con un bolso pequeño colgado en bandolera. Un cordón rojo también colgaba del cuello sujetando la funda transparente que guardaba el teléfono móvil.

Un top blanco y mi minifalda negra de grandes topos blancos como las deportivas sin calcetines era mi vestuario. El teléfono también colgado al cuello emitiendo en directo ya desde la caída de bragas del aparcamiento.

Nos acercábamos a la tienda en la que estuve unas semanas atrás probándome varios modelos de zapatos y quedé con la dependienta que pasaría en rebajas. Es una tienda pequeña y la chica me dijo que me apartaba tres de los modelos para que no se vendieran.

Desde la cera de enfrente vi que la dependienta que me atendió no estaba. Pensé que estaría en el almacén y esperé a verla aparecer para entrar. Pasados unos minutos salió un hombre de dentro del almacén. Le puse unos cuarenta años y era de complexión fuerte y bien parecido. Mi hermana Rebeca me miró a la cara y dijo – ¡No me jodas! Esta expresión la conozco. Le vas amontar un numerito al tío de la zapatería.

-Y tú me ayudarás, hermanita.

Le conté que su función sería enfocarme continuamente mientras me compraba los zapatos. La transmisión en vivo en la web la haría ella con mi móvil colgado de su cuello. El objetivo era calentar al dependiente hasta conseguir que me hiciera unos dedos sentada en la butaca de la tienda mientras me probaba los zapatos.

-Buenos días. Esperaba encontrarme a la chica que trabaja aquí -dije al entrar.

-Hoy no vendrá. Soy el propietario. ¿Te puedo servir yo?

Si era el propietario no sería prudente decir que la chica me guardaba unos zapatos para que me salieran más baratos en las rebajas, pensé.

Dudé en volver otro día para ahorrarme unos euros pero la idea de seducir a aquel hombre pudo más que el dinero.

-Pues la verdad es que si que me puede servir – Respondí viendo como el hombre se frotaba las manos mirando el espejo reclinado del banqueta que tenía detrás de mí.

Me estaba viendo el culo y notaba sus ojos recorriendo el pliegue de mis nalgas al encontrarse con los muslos. Me gustó y me removí hasta separar algo las piernas sin dejar de observar como miraba al espejo.

Tiré de la falda hacia arriba al tiempo que me doblé hacia delante para indicarle como quería los zapatos. Ahora me veía el culo claramente y mi hermana casi con descaro metía la cámara para que se viera donde miraban sus ojos.

Me invitó a sentar en la fila de asientos del fondo de la tienda y sin dejar de preguntar talla y colores fue acercando varios banquetas con espejo inclinado por los aledaños.

Desapareció unos minutos en el almacén y mi hermana Devora enfocó mi coño mojado y metió un dedo dentro. Al oír que se acercaba el hombre lo sacó. Estaba empapado. Me lo puso frente a los labios y le pasé la lengua con cara de viciosa mientras captaba la imagen para mis seguidores. Ya eran 35.460 los que estaban conectados y un montón de monedas iban cayendo en mi cuenta

Cuando me senté levanté la falda de modo que me senté directamente sobre el escay granate. Por delante la subía hasta casi enseñar descaradamente lo que en segundos él desearía.

El hombre se sentó en una banqueta frente a mí y me hizo levantar una pierna para desabrocharme una deportiva. Levanté la pierna y sus ojos se clavaron en el objetivo. Separé algo la otra para que quedara más expuesto. Tomó su tiempo para desabrochar los cordones sin mirarlos.

Mientras él me comía con la vista y la imaginación mi hermana nos daba vueltas captando postura y miradas descaradas del dueño de la zapatería.

-¿Me das el otro pie, si eres tan amable?

Se lo dí pero a cámara lenta mientras separaba más la otra pierna y con las dos manos cogí la falda y abanicándome con la tela ya enseñándole toda la raja depilada le dije:

-¿No tienes mucho calor? Yo estoy ardiendo

Se puso nervioso al ver cómo hacía volar la falda. Miró a la calle por si alguien nos podía ver y comprobó que desde tan lejos y mi hermana dando vueltas a su alrededor no nos podían ver.

Le tomé una mano y la acerqué a mi pierna. Se estremeció.

Con ella cogida me acaricié los muslos y fui subiendo hasta rozar uno de mis labios. Abrió los ojos de par en par cuando notó en la punta de sus dedos la humedad de mi vulva. Paseé sus dedos con diferente presión por todo mi sexo y le enseñé como me gusta los círculos sobre mi clítoris.

Mi hermana no dejaba de enfocar. El hombre se dio cuenta pero solo dijo que no le saliera la cara.

-Nos enteramos que su novio le puso los cuernos y queremos darle celos– le dijo ella y él esgrimió una sonrisa de vengador.

Ahora le introduje dos dedos dentro de mi mojado agujero y exclamé de placer.

Con la otra mano se acariciaba el bulto que tenía dentro del pantalón.

Le indiqué a mi hermana con una mirada estudiada que le liberara la polla de aquella prisión. El objetivo se centró en la bajada de cremallera y en como asomaba el capullo de dentro del bóxer. Rebeca se escupió la palma de la mano con la que bajó la cremallera y le manoseó el capullo que terminó de hincharse adoptando la forma de un descomunal champiñón. Rebeca siguió con el masaje sin dejar de enfocar un segundo.

Con la habilidad que me caracteriza en los menesteres informáticos puse el programa de pantalla partida para que mis seguidores no se perdieran detalle de la paja que me estaba haciendo el dueño de la zapatería ya él solo sin mi ayuda en una pantalla y en la otra la mano de mi hermana que sacaba la polla al completo y la meneaba de arriba abajo.

Pasados unos segundos le dije al hombre que me lo comiera. Mientras acercaba su boca le dijo a mi hermana Rebeca que cerrara la puerta con el pestillo y diera la vuelta al cartel de abierto. Lo hizo y al pasar por la caja de fusibles bajó los que estaban rotulados con TIENDA.

Ya en penumbra y después de comerme el coño con maestría se bajó el pantalón y el bóxer para metérmela en la boca. La recibí con deseo y la lamí como a una golosina mientras le acariciaba los huevos. Él gemía de placer cuando me ponía el capullo en la boca y movía la lengua en el frenillo y lo mordisqueaba.

Una pantalla mostraba la súper mamada que le estaba haciendo y la otra, con mi móvil, enseñaba como le hacía un masaje en los huevos que de vez en cuando me los ponía en la boca y hacía gárgaras con ellos.

Cambiamos de postura y le puse el coño en la boca para que se comiera mis jugos. Le gustaron y succionó todo lo que se encontraba delante. Me volvió loca cuando dedicó tres minutos a mi abultado clítoris (ya te conté que lo tengo de tamaño considerable, ¿Recuerdas?)

En la pantalla partida se repetía la imagen del primerísimo plano de la lengua del hombre retorciendo mis labios vaginales y desapareciendo dentro de mí. Todo un espectáculo.

Mi hermana Rebeca no se pudo contener y añadió sus dedos a la lengua que me mataba de placer. Dedos y lengua se encontraban jugando y luchando para conseguir darme más y más y más placer. No me pude contener y me corrí como una yegua dejando llena la boca y la cara del hombre que siguió lamiendo y tragando mis jugos como un poseído.

Le pedí que me la metiera para sentir su leche dentro de mí. Tardó un buen rato en correrse y me dio dos orgasmos de campeonato. Al fin soltó una descarga digna del trabajo que me hizo. Me noté llena de leche y aún seguía moviéndose, me seguía follando como un loco y no se ponía blanda. Unas minutos más tarde y dejar de follarme se volvió a correr cayendo encima de mí, sudado y agotado por el esfuerzo.

Aún la tenía empalmada y pensé que era una pena no limpiársela. Le dije que se tumbara en el asiento e invité a mi hermana a que me ayudara en la labor de limpieza. Le olía a follada y le sabía a leche con flujo. Una delicia, vaya. Nos aplicamos las dos de tal manera que se volvió a correr en nuestras bocas. Le hicimos una mamada de capullo mientras nos llenaba de líquido. Se la estuvimos chupando hasta que ahora sí se le bajó quedándole tumbada a un lado.

Aún sin reponerse del todo preguntó que si realmente entramos a comprar zapatos o …

-¡Que tonta! Me he olvidado de contarte lo que pasó con Edu, el negro de la obra. Lo dejo para otra ocasión que este relato ya en bastante largo para mi estilo. Recuérdamelo porque tengo la cabeza no se donde.

He disfrutado contándote mi historia y espero que te haya gustado conocerla.

Si me sigues acabaré queriéndote.