DÉVORA, el Nacimiento.

DÉVORA, el Nacimiento. (Versión completa. Obvia y complementa las dos anteriores.) Relato de lo ocurrido en las 72 horas que cambiaron mi vida para siempre; cuando un viernes por la tarde me reuní con mis dos mejores amigos, cómo seduje a uno de ellos, el sueño del hada, lo que ocurrió después con

I

Era viernes por la tarde y nos habíamos reunido en mi casa Jaime, Andrés y yo para hablar de las cosas triviales que se hablan siempre que nos juntamos a beber unas cervezas y poder quedarse hasta tarde en la noche, sin la preocupación de tenerse que levantar temprano al día siguiente.

Conversábamos de los exámenes y las materias, de las chicas del salón, de las nuevas aplicaciones y juegos del móvil que cada quien había instalado, de deportes y para de contar.  En algún momento también jugamos a las cartas, y así, poco a poco, llegó la noche, cuando Jaime aprovechó para despedirse ya algo entusiasmado por el alcohol, pues debía asistir a un cumpleaños de una prima.

Andrés era mi amigo de toda la vida, desde los años de bachillerato y aun antes, mientras a Jaime lo habíamos conocido al empezar la universidad, cuando empezamos a reunirnos para estudiar y aprovechar sus excelentes explicaciones en aquellas materias que nos traían mal.

Cuando quedamos solos Andrés propuso ver unas películas triple x que siempre tenía a la mano, a lo cual asentí un poco distraídamente, mientras pensaba que tenía algo de hambre por lo que le propuse pedir por teléfono una pizza y otras cervezas, a lo que respondió casi con un grito que si, mientras se dirigía al coche a buscar los DVD.

Ya el pedido estaba hecho, las pelis sobre la mesa, y yo me dirigía a la nevera a buscar el último par de cervezas cuando sentí un escalofrío que me recorrió toda la espalda, desde la nuca hasta la cola, mi pene trató de endurecerse, y en mi mente surgió la idea y decisión impostergable de aprovechar aquella noche, sol@ con Andrés, para seducirlo.

No se debido a qué me asaltó aquel plan, aunque reconozco que toda la vida había soñado con Andrés haciéndome el amor.  Mis gustos de sentirme mujer venían desde temprana edad, cuando apenas comenzaba a despertarse la sexualidad en mí. Lo que si sabía era que estaba decidid@ y hoy sería decisivo para bien o para mejor.

Mientras jugaba en mi mente con estas ideas, Andrés ya había comenzado a poner en marcha el cine casero, cuando sonó el timbre de la puerta, corrí a recibir el pedido, y Andrés me alcanzó en la puerta para completar el dinero.  Ya no faltaba casi nada, comimos la pizza, bebimos otra cerveza, yo guarde las demás en la nevera, mientras transcurría la peli sin prestarle mucha atención.

Terminada la cena, dijo Andrés, bueno, ahora si que vamos a ver a esas zorras follando, como debe ser, y acto seguido se acomodó en el sofá para no perder detalle.  Me di cuenta que se empezaba a calentar con aquellas tías y yo también, pero por aquellos maravillosos penes, que valga la redundancia, eran de película.

Ya habíamos visto el primer DVD, y mientras Andrés escogía otro de entre su colección para colocarlo en el reproductor, le dije: “empieza a mirarla tu solo que yo ya vengo”; ¿qué?, ¡te vas a pajear ya tan rápido!, a la vez que soltaba su típica risa burlona; si, si, ya vengo, tranquilo.

Me dirigí a mi habitación, cerré la puerta sin llave y me desnudé, fui al baño y me lave muy bien la cola, metiéndome los dedos para eliminar todo resto indeseable además de comenzar a dilatarla y humedecerla, me seque, chupé un caramelo de menta y me lo introduje, luego tome crema y me aplique un poco en el ano y sus alrededores, volví a la habitación y me puse la parte de abajo de un bikini de lycra color blanco con un estampado de florecillas moradas y fucsia, que me permitía mantener mis bolitas y el pene hacia atrás, pegadas del rabo, a la vez que se me formaba una coqueta rajita en el pubis.

Me coloqué una peluca rubia de pelo corto muy femenina, me maquillé rápidamente sólo delineándome las cejas, aplicando un poco de sombra color rosa oscuro debajo de ellas, un poco de colorete en las mejillas, difuminándolo hacia los bordes y me pinté los labios de rojo pasión. Sobre el bikini me puse una cortita falda rosa pálido que apenas alcanzaba a tapármelo, y unos zapatos negros con un tacón de doce centímetros que me empinaba y resaltaba mi rabito; y como prenda final me enrollé un collar de perlas de tres vueltas sobre el pecho desnudo.

Baje rápidamente, pasando primero por la cocina donde tomé de la nevera una botella de vino rosado que tenía siempre enfriando para alguna ocasión especial y dos copas. Entonces hice mi entrada triunfal al salón, contoneándome lo más coqueta y provocativa que pude, apretando mis muslos para ahorcar mi sexo y sentirlo junto a mi rabo, con la botella en una mano y las dos copas en la otra.

No se pueden imaginar el esfuerzo que tuve que hacer para no soltar la carcajada y las cosas que traía en las manos al ver la cara que puso Andrés al verme, con la mandíbula desencajada de asombro y los ojos abiertos de la más pura incredulidad. Yo, por mi parte, mantuve una seriedad de mujer difícil, pero dibujando una tierna sonrisa picarona que invitaba a la lujuria.

¿Pero qué es esto?, ¿estás loco?, ¿o debo decir loca?, balbuceó entre medio de su desconcierto.  ¿No te gusta lo qué ves?, me insinué acercando mi rabo a su cara mientras sexymente colocaba la botella y las copas en la mesa, frente al sofá.

Si, no, no se, me dejas totalmente mudo.  ¿Pero te gusta lo que ves?, insistí otra vez, parando y moviendo la colita.  La verdad es que estás muy linda, y debo confesar que ese rabo no tiene nada que envidiarle a los de las zorras esas de las pornos; pero no se, no reacciono aún, la sorpresa ha sido demasiado grande. ¿Pero te gusta esa sorpresa?, es sólo para ti. Siempre me has gustado y creo que es un buen momento para divertirnos, ¿no te parece?

La verdad es que no se, volvió a balbucear, con indecisión y desconcierto.  Bueno, dije rápidamente, te propongo un trato, déjame chupártelo, que ha sido una de mis fantasías recurrentes contigo, total no creo que sea peor que pajearte sólo viendo las pelis; y si no te convence pues borrón y cuenta nueva, esto nunca sucedió, nunca te insinuaré algo así, ¿que opinas? Bueno visto desde ese punto de vista no me parece tan mala idea.

¡Esa era mi oportunidad! Tenía que mamárselo como una diosa, para que no pudiera resistirse a mis encantos y convencido de mis habilidades como mujer poder pasar a la siguiente fase de mi plan. Le desamarré el zapato izquierdo para poder bajar ese lado completo del pantalón, y no perder mucho tiempo por aquello de que se fuera a arrepentir de nuestra locura, para luego bajarle el boxer negro que dejaba ver el bulto soñado de mis innumerables fantasías, el cual deslicé suavemente hasta que todo quedo ante mis ojos. Su pene ya estaba algo crecido, no se si por las películas o por mi, lo tomé con una mano y sin pensarlo dos veces me metí su cabeza entera para empezar a cosquillearla con la lengua dentro de la boca.  El soltó un breve gemido y eso me dio más ánimo.

De ahí en adelante fue todo pasión desenfrenada, se lo chupaba y lamía de cuantas formas y maneras se me ocurrían o había visto en las porno, de manera suave a veces, con furia y desesperación en otras, mientras le acariciaba las bolas, las entrepiernas, los muslos, todo lo que lo circundaba.

Estando en uno de los mejores momentos, cuando con su pene doblado hacia arriba lo mamaba contra su vientre mientras estrujaba con delicadeza y precisión sus bolas, comencé a sentir que se venía, entonces se lo enderecé, lo metí casi hasta el fondo de mi garganta y comencé a succionar. La leche empezó a fluir en una cantidad impresionante, pero yo no dejé derramar ni media gota.

Luego de acabar dentro de mi boca, lo mantuve allí masajeándolo con la lengua y chupándolo dulcemente, mientras iba perdiendo su dureza. Al rato me separó tomándome por la cara, pero antes de que pudiera decir algo me tiré sobre el y lo bese profundamente, llenándolo de esa mezcla de saliva y semen que adornaba toda la comisura de mi boca.  El me correspondió enseguida, abrazándome fuertemente para luego separar sus brazos y empezar a acariciar mis hombros, mi espalda y al fin mi cola, que quería que fuera toda suya.

Terminado aquel beso, con una felicidad que no puedo describir, nos separamos y quedamos sentados en el sofá, cada uno al lado del otro, mudos, pensativos, recordando con lujo de detalles todo lo que acababa de suceder.  Me incorporé rápidamente y volviendo a ponerle mi colita frente a su cara me incliné para servir dos copas de vino, le alcancé una y le acaricié el miembro mientras lo miraba fijamente a los ojos con una sonrisa tierna y lujuriosa, el me correspondió sacando la punta de su lengua, y entonces me acurruque sobre el mientras nos bebíamos el vino.

Al cabo de un rato me dijo: “ha sido más que maravilloso, nunca me lo hubiera imaginado”.  Yo llena de orgullo le respondí: “imagínate que eso ha sido sólo un jueguito rápido, apenas usando la boca, sin desvestirnos y algo incómodos aquí en el sofá.  ¿Te imaginas cómo sería en todo su esplendor, desnudos en la cama, jugueteando con todo nuestro cuerpo, ofreciéndote todo mí ser y esmerándome en complacer tus más escondidos deseos?  No, no me lo puedo imaginar, ¡lo quiero hacer ahora mismo!

II

Conversamos un rato más mientras nos bebíamos el vino y cultivábamos el morbo con miradas cómplices que me hacían desearlo más, sentirme más femenina, darme cuenta, por primera vez, que cuanto más me excitaba mi penecito crecía un poquito pero se me ponía más blando y suave, era riquísimo sentirlo así y tocarlo, frotarlo y tener sensaciones distintas sin que se me endureciera, era fantástico, además sentía que mi culito brotaba como el capullo de una flor que ya va abrirse en mil pétalos de colores, húmedo, lubricado, todo de manera natural.  Me metía los dedos con una facilidad asombrosa y hurgaba en lo más profundo y cuando los sacaba para ver si estaban manchados de algo no deseado, siempre aparecían limpios, rodeados de una babita transparente, dulzona, divina, que me ponía a millón.

Me levanté del sofá despacio, me incline sobre el, le di un beso y lo tomé de su miembro que permanecía en reposo.  El se levantó y yo di media vuelta sin soltárselo, para guiarlo hasta la habitación.  Al llegar lo solté para encender una luz tenue y poner un fondo musical suave, sin mucho volumen, y acariciándolo le sugerí tomar una refrescante ducha.  Nos desnudamos y entramos a la regadera, el agua estaba tibia, el enseguida tomó la pastilla de jabón y luego de enjabonarse el pecho comenzó a frotarme los hombros, bajando lentamente por la espalda hasta rodear mis nalgas.

Allí se entretuvo un largo rato, enjabonándolas de forma circular, desde la base hacia arriba y bajando por la rayita, yo me partía y me restregaba contra el, y el me apartaba para comenzar el masaje una y otra vez.  Al terminar de quitarnos el jabón, todavía mojados, le tomé el pene y lo cubrí con crema dental, se lo froté suavemente y entonces me flexioné para comenzar a chupárselo, lentamente, abriendo toda mi boca para meterlo sin tocarlo y cerrándola para apretarlo mientras lo sacaba.  Esto le debió fascinar porque al poco rato me dijo, no sigas en eso porque me vengo.  Yo obedecí al instante y con agua fría le quité toda la crema.

Espérame en la cama que ya te alcanzo, ve quitando los cobertores y sirve unas copas de vino mientras termino de arreglarme para ti. Asintió con la cabeza y salió del baño.  Yo enseguida me pinte los labios de rosa muñeca, me puse unas gotas de perfume en cada tetilla y en la base de las nalgas, me lubriqué el ano y me vestí con mi prenda favorita.  Una cinta de unos tres centímetros de ancho por metro y medio de largo, que me colocaba doblándola por la mitad, rodeando el pene y las bolitas para jalar mi sexo y mantenerlo hacia atrás, pasaba la cinta por la raja del culito y a nivel de la cintura la traía hacia adelante, para subirla cruzando mi pecho y finalmente amarrarla firmemente alrededor de mi cuello.  Era divino caminar así con esa cinta rozándome todo allá abajo, contoneándome y ahorcando mi pequeño miembro, sintiendo las bolitas en el culo, formando esa rayita vertical en mi pubis que semejaba una cuquita, me encantaba definitivamente sentirme así.

Salí del baño y me dirigí a la cama, una sonrisa de felicidad se dibujó en la cara de mi Andrés, a la vez que exclamaba: “estás preciosa y además vienes envuelta para regalo, ¡con lazo incluido!”. Me sonroje un poco, sintiendo un calorcito en mis orejas, respondiendo: si, soy tu regalo y quiero que me goces ¡sin límite!

Subí a la cama, me arrodillé a su lado y comencé a besar su pecho, acariciarle su miembro, que ya lo tenía bastante crecido y comencé a chupárselo.  El me acarició la cintura y de allí paso directamente a mi colita, buscó mi huequito con su dedo, y ejerciendo una leve presión se deslizó suavemente a mi interior.  Comenzó a masajearlo tiernamente de manera circular, metiéndolo y sacándolo despacio, aprovechando la lubricación, de pronto lo metía hasta dentro, más profundo, otras veces sólo la hasta la mitad y entonces ejercía presión hacia los bordes, como para dilatarlo y ampliarlo.

Tras un rato de ese juego de mágicas sensaciones e infinito placer me giró, sacó su pene de mi boca y entonces colocándolo en la puerta de mi hoyito, lo metió despacio, mientras yo lo relajaba y pujaba levemente, con mis manos tomé firmemente sus nalgas y lo empujé entero dentro de mí, moviendo la cintura acompasadamente en círculos.

Cuando lo sacó para cambiar de posición, yo aproveche para chuparlo y ensalibarlo, de manera que siguiera entrando y saliendo suave y rico, al sacármelo de la boca, arrodillado en el borde de la cama, me puse en cuatro, con la colita bien levantada, abierta, en ofrenda a ese miembro tan deseado; el se había bajado y estaba de pie en el borde de ese templo de amor, me tomó tiernamente por las caderas, lo introdujo despacio, hasta el fondo, sentí su vientre y sus muslos en mis nalgas y comenzó a bombearme, despacio, lento, duro, rápido, alternando una y otra forma. Mis piernas temblaban, yo me pellizcaba las tetillas desesperadamente, y el soltó una de sus manos de mi cadera para acariciarme el pene y luego, tanteando mis bolitas, meterme la mano y hundirla entre ellas, como buscando su pene dentro de mí.

El placer fue tan intenso, que mis piernas fallaron y caí sobre la cama y el a continuación, sobre mí, sin haberse salido el pene, me l siguió bombeando con un ritmo que me enloquecía. Giramos en la cama media vuelta, quedando el acostado y yo sobre él, giramos otra media vuelta y él encima de mí me seguía cojiendo desenfrenada y tiernamente.

Lastimosamente, ese rico desenfreno que me partía y afloraba mis más recónditos placeres no duró mucho, pues luego de semejante meneada y mete-saca, Andrés empezó a alertarme que se venía, que ya no podía aguantar más. Me incorporé velozmente de manera de apretarle el pene con mis manos, labios y lengua y deleitarme con ese maravilloso semen que me había ganado. Tragué una buena porción y el resto lo apliqué sobre mis tetillas y el ano.

Quedamos tendidos, largo a largo sobre la cama, yo seguía tocándome el huequito y untándome la saliva llena de semen que quedaba en mi boca, cuando oí que Andrés me decía: “ha sido impresionante, nunca había tenido una experiencia así, te he cogido divinamente, me has hecho sentir y acabar de mil maneras y ni siquiera se tu nombre”. Yo no pude más que reír, ante tal ocurrencia y responder: “tienes toda la razón, déjame presentarme, soy Dévora y estoy encantada de habernos conojido”.

El resto de la noche, hasta bastante entrada la madrugada, la pasamos entre dormidos y jugueteando con nuestros sexos.  Nos acariciábamos, le chupaba su miembro vencido por el trajín, lo besaba, me acurrucaba a su lado, el me introducía sus dedos, me daba profundos besos negros con su lengua, yo lo abrazaba con infinita felicidad.  Todo era placer, satisfacción y una profunda amistad convertida ahora en cariño y deseo, gracias a la lujuria.

En mi mente, como si se tratara de una película, desfilaban las imágenes y sensaciones de todo lo ocurrido aquella noche, pero el sueño fue venciéndome poco a poco, hasta que creo me dormí.  Fue entonces que tuve un extraño sueño, nos encontrábamos haciendo el amor desenfrenadamente, Andrés me penetraba salvajemente, una y otra vez, y yo flotaba en un éxtasis de placer indescriptible, saciado de sexo, realizado como la mujer que siempre quise ser, en una palabra: “feliz”, cuando se apareció la típica hechicera malvada de todos los cuentos de hadas, y dirigiéndose a mi me maldijo diciendo: “nunca podrás saciar tu deseo de sexo, siempre sentirás un vacío y añorarás un pene que chupar o que sentir dentro de tu culo”

III

Cuando desperté a la mañana siguiente, Andrés ya estaba vestido, aunque con poca ropa, pues se había puesto unos shorts de fútbol, una camiseta sin mangas y unas sandalias plásticas, vestimenta que también cargaba siempre en su coche, por si aparecía alguna oportunidad de practicar o jugar en los campos de la universidad.  ¿Cómo ha dormido mi reina?, preguntó enseguida, extendiéndome una taza de café recién colado.  Bien, bien, muy rico, aunque algo excitada por todo ese cúmulo de sensaciones desenfrenadas que vivimos ayer.  Y que espero no tarden en repetirse, agrego él, mientras me picaba el ojo.

A propósito, si quieres que hagamos el amor ahora, debemos darnos prisa pues Jaime llamó porque quiere pasar por aquí a ver que inventamos hoy, al parecer lo del cumpleaños de anoche como que estuvo bastante aburrido.  Jaime, Jaime, pensé dentro de mí, mientras comenzaba a recordar aquel sueño tan loco y la maldición de la bruja.  Parece que voy a estar en deuda con esa hada.

¿Que pasa Dévora, estas dormida aún?, ¿Eh? No, no, creo que todavía estoy flotando por todo lo rico que me hiciste anoche, pero no nos demos prisa; es mejor tomar las cosas con calma y esperar a ver que pasa, aunque eso no quiere decir que no te de una chupadita para desayunar, y acto seguido comencé a jugar con su miembro que ya tenía bastante duro.  Apenas había comenzado a deleitarme con aquel animal dentro de mi boca, cuando sentí una profunda turbación y el desasosiego invadió mi colita que clamaba la penetración implacable de un macho bien dotado.  Disimulé mi estado y le dije en el oído: tómame por favor, no te demores, cójeme como tú sabes que me gusta.  Andrés no notó nada raro en mí, por el contrario, me dio un beso, mientras me daba la vuelta para empujarme toda su tiesa carne.

El placer fue tan espectacular como siempre, sin embargo cuando comenzaba a bombearme al ritmo de su pasión, encendida por mis movimientos circulares de cadera y mis contracciones anales, volví a sentir la turbación de una boca vacía de amor, de sexo, de pene ardiente.  No me quedó más remedio que disimular y tratar de concentrarme en aquel rabo que hacía las delicias de Andrés, tanto que al poco rato comencé a sentir su torrente cálido y  viscoso dentro de mí, y el comienzo de una serie de contracciones descontroladas de mi huequito que terminaron de enloquecerlo.

Cuando todo acabó, yo quedé boca abajo sin poder dejar de pensar en aquella nueva sensación que me embargaba al hacer el amor, en lo del sueño, la bruja y el supuesto castigo a cuenta de qué; él se levantó despacio, se inclinó y lamió tiernamente mi agujerito, me dio la vuelta para darme un chupito en mi pene y me plantó un largo beso en la boca.  Ya vengo, quédate aquí que te traigo el desayuno a la cama como la reina que eres.

Al rato reapareció con otra taza de café y un plato con unos bocadillos de jamón, queso, tomate y lechuga, que debo reconocer estaban deliciosos. Hablábamos entusiasmadamente cuando sonó el timbre.  Debe ser Jaime, déjame abrirle dijo, mientras se ponía el uniforme de fútbol y sus zapatillas de plástico.  Si, ve tú mientras yo me doy un baño y me arreglo.

Corrí al baño, me duché rápidamente y comencé a prepararme para deshacer la maldición que me abrumaba.  Esta vez tenía que ponerme aún más sexy; así que comencé colocándome unas largas pestañas que acompañé con mis cejas depiladas y delineadas, la sombra azul en mis párpados, el rubor ligeramente disimulado y mis labios carnosos de un rojo pálido, no demasiado llamativo.  Me puse una peluca de color castaño claro, con los cabellos largos que me cubrían los hombros, tomé mi típica prenda favorita, pero esta vez era una cinta rojo oscuro con un borde pequeño a ambos lados de encaje negro, que coloque ahorcándome el pene y mis bolitas, cruzándolo en mi cintura y sobre el pecho, para amarrarlo alrededor del cuello, y sobre ello, me puse una malla negra de rombos no muy grandes que me cubría coquetamente, sin tapar casi nada.  Me aplique perfume detrás de las orejas y el cuello, en mis tetillas y en las nalgas, me calce unos zapatos también negros y de tacón alto y salí contoneándome de lo más divino.

Pasé por la cocina a preparar una bandeja con el termo de café, tres tacitas y el azucarero, cuando oí a Jaime que decía: “¡no creo nada de lo que dices!, ¡aquí como que hubo guerra anoche!, ¿seguro que invitaron a unas chicas anoche apenas me fui?, ¡sois unos perros! ¡Aquí la única chica soy yo!, dije mientras entraba moviendo el culo exageradamente y apretando mis muslos para sentir mis bolitas bien atrás. Y esta vez no reprimí la risa al verle la cara a ese par de tontos. Andrés, a pesar de todo lo sucedido todavía tenía una mirada de total incredulidad y ¡Jaime!, Jaime mostraba un cierto asombro, pero más me pareció que me veía fascinado, como maquinando algo en su mente, escondida detrás de aquella sonrisa.

¡Espero que haya quedado claro!, repetí, ¡aquí la única chica soy yo! Andrés casi balbuceando alcanzó a decir: estás todavía más bella que anoche Dévora, eres impresionante; Dévora te llamas, dijo Jaime adelantándose, tomando mi mano, estoy encantado, en todos los sentidos de la palabra, de conocerte, a lo que yo respondí con una ligera flexión, tomando los bordes de la malla, como de señorita de la corte, a la vez que le picaba el ojo.  Todo fueron sonrisas a partir de allí; pónganse cómodos que ya les sirvo el café, dije, inclinando y subiendo mi rabo para tomar las tazas de la mesa.

Jaime fue el primero en hablar, y no para alabar el café sino para insinuar: bueno ya sabemos que es lo que haremos hoy, ¿verdad?  Si, por su puesto, dije bastante entusiasmada, pueden empezar por darse un duchazo.  Mejor que vaya primero Jaime, dijo Andrés, mientras yo voy a la esquina a comprar algo para beber y picar.  No, báñense juntos, insistí. Bueno no hay problema, dijo Jaime, vamos los dos de compras hasta la esquina y luego nos bañamos. No hay que contradecir a la dama.

Traté de imaginar la conversación de ese par de ricos amigos, rumbo al súper, la ametralladora de preguntas que le estará disparando Jaime, y lo que le contestará Andrés, mientras arreglo el cuarto y preparo la cama con unas sábanas de seda beige, flores rosadas y hojas marrones y verdes, ajusto la temperatura del aire, cierro bien las cortinas para oscurecer el ambiente y perfumo la habitación. Yo que termino de acomodar todo, cuando siento la puerta y escucho una conversación más que animada, acompañada de risitas traviesas, no pude más que suspirar y sentirme muy feliz.

Me dirigí a la sala y les dije que ahora les tocaba ducharse, mientras yo guardaba la compra, a lo cual obedecieron como los niños buenos que eran.  Termine en la cocina, destapé tres cervezas y me fui a la habitación, me senté recostada en el centro de la cama degustando mi cerveza, diciéndoles entre risitas: Jaime enjabona bien a Andrés; Andrés haz lo mismo con Jaime; mientras me acariciaba y lubricaba ese ano que preparaba para la prueba del maratón con relevo que tenía planificada, gracias a la inspiración concedida por mi hechicera soñada.

Ambos salieron del baño a la vez y allí estaban, uno al lado del otro, frente a mí, desnudos.  No pude evitar mirar primero a Jaime, pues la verdad es que no le conocía aún su pajarito, y debo decir que quede muy complacida, era bastante diferente al de Andrés, más blanco con su cabeza de un rosa más intenso, no tan grueso pero, en cambio, más largo. Les dije: vengan mis bebitos, vengan para acá a consentir a esta mamita rica que quiere que la cojan por todos lados, sin descanso, hasta que el cuerpo no de para más.

Creo que no había terminado de hablar cuando los sentí recostados uno a cada lado de mí, acariciándome mientras veía como se iban despertando esos miembros que como animales hambrientos querían devorar todo mi tierno cuerpito.  Tomé primero el pene de Andrés y se lo chupé para terminar de endurecerlo y ofrecerle mi colita, enseguida comenzó a empujármelo suavemente y entonces pude dedicarme completamente a Jaime, sonriéndole le tome su miembro que estaba en todo su esplendor, largo, cumplidor, con su cabecita deslumbrante de rosa que se tornaba fucsia por la excitación y comencé a comérselo.

Estaba en cuatro, en el centro de la cama, Andrés me cogía violentamente, ahora que estaba totalmente lubricada y abierta y a cada embiste que me daba el rico pene de Jaime se adentraba más y más en mi garganta, que de vez en cuando hacia arcadas como queriendo expulsar aquel cuerpo que la violaba, mientras mi boca era un manantial incesable de producción de saliva, que dejaba escurrir a lo largo de su pene hasta el pubis.

Oí un gemido, casi grito reprimido, cuando Andrés aceleró su ritmo y entonces comencé a sentir su denso y calientito semen en mis adentros, por lo cual empecé a acompañar mi mamada con un pajeo casi frenético que casi hace acabar a Jaime, saque el miembro de Andrés que ya decaía precipitadamente y le ofrecí mi culito a Jaime, que me tomó inmediatamente, introduciéndomelo hasta más allá de lo esperado, gracias a la cantidad de semen que me lubricaba y escurría de mi huequito, mientras yo me dedicaba a despertar el de Andrés, chupándoselo suave y tiernamente, jugueteándolo con la lengua y apretándolo contra el paladar .

El bombeo que me daba Jaime era espectacular, pues Andrés me había abierto bien sabroso con su pene gordito y ahora Jaime con su arma larga me hurgaba hasta lo más íntimo de mi culito ardiente, insaciable.  Como era de esperar, luego de la mamada que le había echado y ahora con mis vaivenes y contracciones anales, Jaime no tardó en inundarme de su melosa leche, la cual comenzó a escurrir por entre mis nalguitas conforme me sacaba poco a poco su disminuido miembro.

Yo quede extasiada, saqué el pene de Andrés de mi boca, y estando bocabajo en el centro de la cama le insinué que me lamiera el culito lleno de la leche de nuestro común amigo.  Me lamió un buen rato y así quedamos los tres en la cama, ellos con sus cabezas reclinadas sobre cada una de mis nalgas que ahora se habían convertido en sus ricas almohadas, no sin antes darles un largo y profundo beso en la boca a cada uno.

Pasado un rato me di vuelta y entonces ambos comenzaron a chuparme, uno el pene y el otro las bolas, mientras yo les acariciaba sus huequitos.  Vi como el pájaro de Jaime fue el primero en comenzar a crecer, talvez porque la noche anterior no había tenido guerra, así que aproveché su potencia para que me cojiera otra vez mientras yo comencé a chupárselo a Andrés y así acelerar su calentamiento.  Fue una cogida súper-divina y deliciosa, el Jaime había resultado ser todo un maestro también en estas batallas, además de las explicaciones que nos daba cuando nos reuníamos a estudiar.  Sentí que iba a acabar y me apresuré a metérmelo en la boca junto al de Andrés que no había dejado de chupar y pajear ni un instante, por lo que los dos me acabaron casi a la vez en mi boquita, teniendo que tragar apurada para no derramar nada de esas leches maravillosas que me enloquecían cada vez más.

Ahora si era verdad que estaba completamente extasiada de un placer y felicidad que nunca pude imaginarme cuando, locamente, comencé a planear todo esto apenas la noche anterior, y ahora era casi media tarde del sábado.  Los chicos propusieron darnos un baño, vestirnos y salir a beber y comer algo; total era apenas sábado y todavía teníamos por delante toda la noche y el día siguiente entero, antes de tener que retornar a nuestras obligaciones.

Nos bañamos en medio de un tierno jugueteo de besos, agarraditas, caricias jabonosas y deditos en mi culito.  Salimos de la regadera, nos secamos y ellos comenzaron a vestirse. Yo en cambio me di cuenta que, al menos por el momento, no podría volver a vestirme como ellos, debía seguir en mi papel de mujer, así que me puse la peluca catira de pelo corto que había utilizado para seducir a Andrés, me maquillé discretamente, me perfumé y me puse una franela rosa pálido cortita que dejaba mi vientre al descubierto, unos pantalones blancos, también muy cortitos y pegados, que dejaban asomar todo mis muslos incluyendo el comienzo de las nalgas y que además me resaltaban y redondeaban todo el rabito.  Para terminar me coloque unos lentes oscuros y dije: ¡lista!, por mí nos podemos ir ya.

Nos acomodamos los tres en el asiento delantero del deportivo de Jaime, con la palanca de cambios entre mis piernas, como para que a nadie se le disminuyera la lujuria, y arrancamos.  Andrés preguntó ¿a dónde vamos?, ¿qué les provoca comer?, yo enseguida contesté: “algo afrodisíaco y exótico”, a lo que Jaime propuso: conozco un pequeño restaurante de comida Indonesia muy bueno, donde preparan unos mariscos excelentes y no me dirán que eso de Indonesia no es exótico, excelente vamos para allá, tu manejas, estamos en tus manos.

IV

Todo fue fabuloso, el restaurante era bellísimo, de ambiente muy romántico, la comida excelente y el vino y las cervezas heladas.  La amabilidad con que nos atendió la muchacha en aquel sitio fue algo especial, era muy joven, de facciones orientales, muy hermosa, me encantaba ver como caminaba y se movía parecía desplazarse entre las nubes, con una sonrisa siempre a flor de labios, mostrando unos dientes blancos, perfectamente alineados.  Me di cuenta que los chicos también la miraban de vez en cuando, pero trataban de disimularlo. Que cómico pensé en mis adentros.

Fui al baño a retocarme, y así tratar de hablar con aquella chica que me causaba una fascinación nunca antes sentida, y lo más loco era que ahora cuando me sentía plenamente realizada como mujer y andaba con mis dos chicos, no podía entender esa atracción que me turbaba, cuando la sentía cerca de mí.  Antes de que pudiera dirigirle media palabra, me tomó suave pero firmemente de un brazo, me empujo dentro del baño y tomándome de la barbilla me plantó un beso rápido pero profundo en la boca.  Quedé con la boca abierta de asombro y de necesidad de seguir siendo besada por aquella hermosa hembra, pues además de su belleza ahora podía darme cuenta del cuerpazo que tenía, una cintura entallada, perfecta que daba paso a unas anchas caderas con un culo grande pero no exagerado, perfectamente curvo y delicado y unos pechos que merecían estar en la página central de la más famosa revista.

Yo era como tu, me dijo, mientras metía su mano en mi entrepierna, pero no para tocarme el ano o tratar de rozar mi vagina, si creía que era una mujer de verdad, sino para agarrarme el pene que mantenía junto a las bolitas escondido hacia atrás; soy un kathoey, continuó, y la verdad es que me gustas mucho tu y lo lindo que se ven los tres juntos; lo debes estar pasando de maravilla, eres muy afortunada, dijo, soltando una risita que me enamoró aún más.  Si, si, no puedo quejarme, pero la verdad es que tú también me provocas unos sentimientos muy fuertes y especiales, algo que nunca antes había sentido. ¿Crees que tus chicos se disgusten conmigo si te enamoro? No lo creo en absoluto, es más creo que estarían muy felices de compartir contigo. Bueno, entonces tenemos que planificar algo para esta noche, luego que termine mi trabajo aquí.  Asentí afirmativamente, escribí la dirección de la casa en un papelito que me dio, le di un beso, esta vez algo más largo y volví a la mesa, mientras ella me decía: mi nombre es Veruska.

Terminamos la comida, pedimos la cuenta y nos dispusimos a salir, en ese momento me fijé en el monto que le habían dejado a la chica y no pude contenerme de decirles que parecía que les había gustado mucho la mesera para haberle dejado tan buena propina.  Ellos titubearon nerviosos diciendo, bueno no es para tanto, además creo que nos atendió muy gentilmente, ¿no te pareció? Yo asentí haciendo un gesto como de celos y riendo en mi interior.

De allí nos dirigimos a un parque, donde descansamos acostados sobre el césped, admirando los cisnes y demás aves que sobrevolaban y nadaban en el lago central.  Me encantaba sentirme escoltada por mis dos hombres, que me acariciaban y consentían permanentemente.  No tardó mucho el atardecer y con la ida del sol, nos fuimos nosotros también.  De camino a casa pasamos por un súper para reponer los licores y entremeses y tener algo para el desayuno del domingo.

Al fin llegamos a la casa, y en el mismo salón, me desnudé y comencé a tocarme provocativamente y abrirme las nalgas para excitarlos, mientras dirigiéndome al dormitorio les decía: me voy a dar un baño y embellecerme para ver que conquisto esta noche. Ustedes pueden prepararme un trago mientras tanto y ver alguna peliculita de esas porno para que comiencen a calentarse. Ya en el cuarto los oía conversar entre risas traviesas.  Me imagino la sorpresa que se van a llevar cuando aparezca Veruska.  Cuando salía de la regadera me encontré a Jaime que me traía el trago y cuando lo tomé en mis manos aprovechó para tocarme el rabito, yo le respondí dándoselo con un ademán de flexión que el aprovechó para besarme tierna y profundamente. Bueno sal que me tengo que embellecer como nunca, exclamé, tratando de poner cara de seriedad, pero que al final ambos sonreímos.

Lo primero que hice fue estrenarme una peluca pelirroja, de cabellos algo cortos en la nuca pero que me caía hacia los lados y sobre la frente, me puse lentes de contacto verde intenso que resaltaban con el tono del pelo, y comencé a maquillarme con colores bastante sobrios donde dominaba el verde grisáceo, los negros de las cejas y pestañas y el marrón del rubor, para concluir con los labios de marrón chocolate escarchado. Perfumé mi cuello, pechos y nalgas.  Luego me coloque un sostén con relleno y encima un traje blanco, escotado, cortito y casi transparente.

Y así me dirigí al salón con el trago casi terminado, pidiendo que por favor me invitaran a otro. Los dos se levantaron rápidamente a servirlo, cuando les dije que deberían aprovechar de bañarse y prepararse para la función nocturna, que hoy incluía regalos sorpresa.  Se miraron extrañados, me alcanzaron el vaso servido y se fueron rápidamente.

Mi mente no dejaba de maquinar y hacer planes, fantasías, suposiciones para entretenerme mientras esperaba ansiosa a Veruska y trataba de imaginar todo lo que sucedería, tan absorta estaba en mis pensamientos que no me di cuenta cuando los chicos regresaron, sobresaltándome cuando se sentaron uno a cada lado de mi, en el sofá.  Se habían rasurado, perfumado y de prendas iban bastante ligeritos, sólo con un boxer ajustadito que les resaltaba los atributos tanto delanteros como traseros, estos últimos debo admitir que también estaban muy apetecibles, ambos.

Conversábamos con mucho entusiasmo, entre caricias y besos, cuando dije que iba a escoger una peli para colocarla de fondo ambientador, Andrés hizo un gesto como para alcanzarme sus XXX, pero le dije que yo tenía unas también, que me parecían más apropiadas para el momento, entonces busque entre ellas unas de chicas transexuales.  El primer capítulo trataba de dos morenazas brasileras que perforaban a un chico blanco, rubio de ojos claros.  Enseguida Jaime comentó que cualquiera se prestaba para eso con unas chicas tan fabulosamente dotadas, no sólo por las enormes tetas, sino por aquellos largos penes.  Andrés apenas si alcanzó a soltar un ruido como de poco convencimiento ante tal aseveración; sin embargo note que su miembro comenzaba a endurecerse.

Seguíamos conversando entre besos, caricias, masajes a sus miembros con mamaditas incluidas, cuando sonó el timbre.  Ambos trataron de ponerse de pie para ver quien era mientras preguntaban en voz alta: ¿quién podrá ser?, ¿habéis pedido algo por teléfono? Entonces yo, estirando ambos brazos, los mantuve sentados e incorporándome dije: no se preocupen, debe ser mi novia que he invitado para animar más esta noche.  La mirada de extrañeza no se hizo esperar mientras yo me reía en mis adentros.

Abrí la puerta y efectivamente era Veruska. Estaba muchísimo más bella y atractiva que en el restaurante, pues en vez del uniforme ahora llevaba un ajustado vestido negro muy corto y escotado que ayudaba a resaltar la palidez de su piel, dejando ver sus espléndidos senos casi hasta el pezón y resaltando las curvas de sus caderas y su hermoso rabo. Pasa, pasa, le dije, mientras nos colocábamos frente a los chicos, creo que ya los conoces le dije sonriendo, pero ellos mudos, apenas dijeron si meneando sus cabezas y volteando a mirarse con ojos de total incredulidad. Qué, ¿no sabían que Veruska era mi novia?, ¿no se los había contado? Esta vez movieron la cabeza de lado diciendo que no, no les había contado nada al respecto; bueno no se queden ahí ayuden con la maleta, llévenla a la habitación por favor.

Andrés se incorporó y se fue a la habitación, mientras Jaime permanecía ahora fascinado con lo que tenía frente a él.  Ya veo que están cómodos y ligeritos de ropa, voy a quitarme yo también algo y así aligerar la carga, y acto seguido se descalzó los enormes tacones, se quitó el vestido, con lo cual sus senos quedaron al aire, permaneciendo sólo con unas pequeñas pantis negras.  Yo, para envidia de todos, pues Andrés ya había regresado, no pude resistirme a tomarla por los pechos y comenzar a chupárselos suave pero firmemente, mientras le acariciaba el otro, alternándolos, una y otra vez.

Para, para, niña glotona, ten compasión de mi y los chicos. Si, si, tienes razón, lo que pasa es que siento como que tengo años esperándote; lo cual no deja de ser verdad replicó ella, pero lo importante es que ya estamos todos juntos y así seguiremos de aquí en adelante, continuó, a lo que todos asentimos con un sí al unísono.  Entonces, ¿vamos a la habitación?, claro vamos y mientras nos dirigíamos me desnudé totalmente de manera que al llegar Veru y yo nos lanzamos a la cama dándonos un cálido beso de verdaderas novias, mientras sentimos a los chicos a nuestro lado; entonces dimos la vuelta como para hacer un 69 con nuestros rabitos y comenzamos a chuparles los penes, una a cada uno.

No tardaron mucho en venirse y llenar nuestras boquitas de semen, entonces dijimos: ¡cambio!; y sin derramar ni gota de semen de la boca, cambiamos de pareja y de posición pues cada una comenzó a darle un beso negro a la nueva pareja, escupiéndole y esparciendo la lechita en el ano, para empezar a penetrarlos con los dedos. Al comienzo ofrecían cierta resistencia y sus culitos estaban demasiado apretados, pero conforme se fueron excitando comenzaron a aflojar, de manera que cuando mis dedos entraban suave y fácilmente y el comenzaba a menear la cintura me incorporé y exclame, este señorito está listo.  Veruska dejo de lamer a Andrés e incorporándose comenzó a quitarse la braguita que aun tenía puesta, dejando ver un fabuloso y hermoso miembro, suave, algo menos grueso que el de Andrés y más largo que el de Jaime, me abalance sobre él para chupárselo y terminar de endurecérselo, fue algo exquisito y me hubiera quedado allí por una eternidad, pero ella me aparto cariñosamente y lo dirigió hacia el culo de Andrés, lo recostó de su entrada y haciendo una leve presión lo penetró tierna pero decididamente.

Una vez dentro, empezó a bombearlo y Andrés gemía de placer y movía la cintura como una putita cualquiera y esa excitación se le notaba también en aquel pene que no podía más de la erección, se lo tomé y estiré diciéndole que me penetrara a mi, cuando me ensartó hasta el fondo caí hacia delante abriendo mi rabo como nunca y metiéndome el miembro de Jaime profundamente en la boca.  El círculo estaba cerrado y todos los penes introducidos en una u otra parte, menos el mío.  En eso sentí unas manos que empezaron a frotármelo como si estuvieran masturbando un clítoris mientras lo empujaban hacia atrás y me lo hundían entre las bolitas, con movimientos cada vez más rápidos y firmes.

Como podrán imaginarse, ninguno aguantó mucho y casi en perfecta sincronía alcanzamos el éxtasis entre gemidos, contracciones y contorsiones, para luego quedar todos flotando, relajados, colmados de la satisfacción que te brinda el dar y recibir, dar y recibir, …, meter y sacar, chupar y mamar, besar y gritar, acariciar, manosear, apretar y soltar, …, todos tirados en la cama, absortos en los pensamientos más íntimos de cada uno.

¿Qué tal algo de beber, les provoca? Si claro, vayamos a la cocina. Y acto seguido todos nos dirigimos hacia allá, desnudos, sin ninguna preocupación, felices y colmados luego de aquella mágica sesión.  Bebimos y picamos pedazos de queso, jamón y aceitunas que preparó, muy elegantemente en una fuente, Jaime.  Estuvimos largo rato hablando, contando chistes, jugueteando, cuando Veru sugirió que el deber llamaba y que debíamos terminar la primera fase del compromiso.  Todos asentimos afirmativamente sin entender exactamente que significaba aquello de las etapas y fases, pero fuimos inmediatamente a la habitación con una excitación que empezaba a despertar todo nuestro cuerpo.

Y así comenzó esa segunda fase que consistió en algo similar a la anterior, pero con las parejas cambiadas, de manera que Veruska penetró insaciablemente a Jaime, él me penetro a mí y Andrés llenó mi boca y garganta con su carne para luego inundarme de semen.  Al final volvimos a quedar callados, disfrutando de aquel cúmulo de sensaciones y pasiones desenfrenadas que coronaban la felicidad perfecta de una experiencia única e inolvidable.

Yo aproveche la tranquilidad reinante en aquella habitación para buscar los pechos de Veru y como un bebecito acurrucarme acariciándolos, idolatrándolos, besándolos con infinita ternura.  Ella me abrazó gentilmente, se apretó contra mí y sentí en mi pubis que comenzaba a excitarse su miembro soñado, deseado.   Lentamente giramos y entonces comenzamos un 69.  Era indescriptible la sensación de suavidad y lujuria que producía el contacto de aquel miembro hechicero en mis labios, lengua, paladar, garganta, manos, cachetes, y otra vez los labios que cerraba para succionar toda aquella fantasía de deseo hecha carne maravillosa, endurecida, penetrante.

Ella también chupaba y lamía mi pequeño pene, y de vez en cuando, alternaba con un mordisco calculado que me lo estiraba y entonces lo introducía completo en su boca para mordérmelo en la base, mientras con sus dedos me penetraba por entre las bolitas, formándose con ellas como los labios de una vagina perfecta, y entonces las jalaba hacia atrás buscando mi huequito con su dedo corazón.  En uno de esos movimientos que hice involuntariamente, cuando me retorcía de placer, logró introducir firmemente su dedo en mi culito y entonces apretó la mano como si se tratará de las tenazas de una langosta o cangrejo tratando de tocarse las puntas de sus dedos a través de mi culo y las bolitas, por dentro de mi.  Fue un dolor sublime, acompañado de una sensación de desgarro interior, que se proyectó hacia las puntas de mis tetillas, endureciéndolas como nunca y sintiendo algo indescriptible en todos sus alrededores.

Dévora, esto que acabas de sentir es sólo el comienzo de tu verdadera transformación, te prometo que cada vez vas a ser más femenina, más bella e irresistible. Te voy a enseñar todos los secretos de la transexualidad que recibí durante mi educación en mi país natal, donde ser un kathoey es todo un arte milenario, cultivado desde los inicios de la historia, y el ser elegido para ello es todo un privilegio y un orgullo.

Dime si sientes diferentes tus tetillas, algo como que ahora son algo más, que ocupan un volumen, que tienen cuerpo, aunque sean pequeños todavía. Inmediatamente dije que si, que había sentido algo raro y que se me habían endurecido y que sentía algo que las rodeaba, Ella sonrió de satisfacción y me dio un beso inolvidable; pero más impresionada quedé cuando luego, bajando su cabeza, me besó y chupó una de mis tetillas.  Algo como un chispazo de electricidad saltó de ella y se prolongó por mi vientre y espalda hasta mi pene y mi huequito. Debí ponerme algo pálida, pues ella me calmó diciendo: ya te acostumbrarás a esta nueva clase de excitación, entre medio de una sonrisa cómplice.

Todavía nos dio tiempo de tener otra sesión amorosa, esta vez Veru y yo hacíamos el 69 mientras los chicos nos penetraban y acariciaban nuestras espaldas, cuello, pelo, nos besaban detrás de las orejas, todo lo necesario para que nuestros culitos se abrieran y sentir así, en lo más profundo, ese placer sólo comparable al de luego apretarlo para exprimir esos penes divinos y arrancarles sin compasión esa leche que nos premia al final y aplaca la sed de sexo insaciable, sólo por un instante.  En ese mismo momento Veru me llenaba la boca con su semen, algo más líquido que el de los chicos, pero más dulce y adictivo, de manera que seguí chupándolo y succionándolo hasta que quedó completamente limpio, como si nunca hubiera acabado.

Pasado un breve rato de relajación los chicos se incorporaron y dijeron que lastimosamente se tenían que marchar, pues al día siguiente tenían compromisos que cumplir y no tenían ropa ni los maletines del trabajo.  Se despidieron tiernamente y nosotras los acompañamos hasta la puerta, mientras decían que nos mantendríamos en contacto por teléfono.

V

Una vez cerrada la puerta nos besamos allí mismo larga y profundamente y abrazadas nos fuimos hasta la cocina, nos servimos un trago y volvimos a la cama a juguetear, yo con sus senos hipnotizantes y ella con mis bolitas y huequito, que seguía uniendo por dentro de mi con un placer que rayaba en el dolor sublime y que me partía por dentro, me despuntaba mis tetas, me enervaba mi penecillo y hacía que mi cintura se contorsionara como una culebra en celo.

Manteniendo esa presión de sus dedos dentro y a través de mí, comenzó a lamer mis pechos, ahí fue cuando ya no pude aguantar más y comencé a gritar de placer, para luego empezar a llorar sin poder parar, incontrolablemente, como nunca, desde recién nacido, lo había hecho.  Sentí miedo por aquel ataque que no podía entender ni reprimir, y a la vez un profundo y oscuro vacío dentro de mí. Verú, al parecer, se sentía fascinada con lo que me estaba haciendo, pues lejos de parar aumentó la fuerza con que me aprisionaba la entrepierna y dejo de besar mis pechos para comenzar a chupar mis lagrimas mientras me decía, llora, vacíate, despréndete de todo, dame ese cuerpo entero que ahora me pertenece, llora, llora, llora.

En algún momento debí de perder el conocimiento, pues no me acuerdo de nada a partir de la sensación de sus labios “bebiendo” mis lágrimas.  Cuando volví en mí ya había amanecido y Veru estaba sentada a mi lado bebiendo café y fumándose un cigarrillo, como absorta en sus pensamientos. Al sentirme, volteó a mirarme exclamando: ¡caramba, caramba!, ¿cómo ha dormido mi cuerpito?, ¡creí que no ibas a despertarte nunca!  Esta última frase me produjo cierto temor, pues me vino de golpe todo el recuerdo de lo sucedido antes de desmayarme; ella debió darse cuenta pues se inclinó hacia mí y me dio un beso mientras me susurraba al oído, dime que no te gustó, que hasta perdiste la noción del tiempo gracias al placer que te brindé, y eso que apenas fue la primera vez que nos quedamos solas.

No sabía que contestar, no sabía que había hecho conmigo, no sabía si entregarme o desconfiar de aquella chica tan maravillosa, pero que apenas conocía desde hacía unas pocas horas.  Colocó su mano en mi entrepierna y me excitó pero también aumentó mi angustia.  Tranquila, no me digas que te vas a arrepentir ahora, acuérdate que este cuerpito me lo has dado y ahora es mío.  Comenzó a reírse suavemente mientras me decía: mira lo que te tengo para desayunar, y restregó en mi cara su largo y precioso pene que aún no estaba erecto totalmente, toma, chúpamelo.  La excitación sobrepasó a mi angustia y tomándolo comencé a comérmelo idolatradamente.  Lo mamé como nunca lo había hecho, apartando las sensaciones que me producía el contacto directo del hermoso miembro con mis labios, lengua y demás partes de mi cara, sentía algo nuevo, distinto, que recorría todo mi cuerpo, como si luchara por abrirse para calmar una necesidad insaciable que me abrasaba por dentro.

Lo debí devorar espectacularmente, pues apenas pasado un rato sentí como sus bolas empezaban a ponerse más tersas, como anunciando la inevitable eyaculación, entonces ella lo sacó violentamente diciendo: espera, deja algo de leche para más tarde, y tomándolo lo secuestro entre sus piernas, mientras comenzaba a chuparme los senos.  ¿No sientes algo maravilloso? Me dijo, yo apenas si pude asentir con un ligero movimiento de cabeza, entonces me recostó totalmente en la cama, mientras seguía chupándomelos y acariciándomelos. En algún momento, su mano derecha bajó por mi vientre y con tres dedos apretó firmemente mi penecillo, lo estiraba y luego lo hundía en la carne de mi entrepierna, una y otra vez, yo flotaba más allá de las nubes.

Entonces se apartó y se sentó en el borde de la cama, con su miembro erecto en todo su esplendor y jalándome de un brazo me dijo: ven aquí, siéntate encima de mí que te quiero atravesar sin compasión. Obedecí inmediatamente.  Me senté y ella abrió mis piernas quedando colocadas por fuera de las de ella, viendo su hermoso pene entre mis piernas, el cual inmediatamente comenzó a frotar alrededor de mi culito haciendo círculos, para luego apuntarlo hacia la entrada y empezar a empujar despacio pero firme y decididamente.  Yo pujaba de deseo, y entre unas cosas y otras ese fascinante pene se alojó íntegro dentro de mi estrecho culito, mientras yo me agarraba las nalguitas y las abría hacia los lados, como para que no quedara ni un milímetro fuera de mí.

Así me gusta y me gustas tú, me susurraba al oído, me lamía la oreja, mordisqueaba el lóbulo, besaba mi cuello y yo me derretía, pujaba y abría más ese culito, pidiendo carne y clemencia a la vez.  Entonces mientras continuaba penetrada, dirigió sus manos a mi entrepierna, con la izquierda hundía ferozmente mi penecillo entre la carne del pubis; la derecha me penetraba entre las bolas y la base del pene, para luego comenzar a frotarme desde el frente hacia atrás con las bolitas totalmente perdidas dentro de mi.  En uno de esos frotes cambió la dirección hacia los lados para buscar las bolitas y entonces comenzar a apretármelas sin misericordia. Yo gemí con un grito sordo y empecé a bambolearme como enloquecida. Subía, bajaba, me retorcía, contraía el ano como queriendo cortar desde la base ese maravilloso pene, y entonces empecé a convulsionar incontrolablemente.  Ella sacó sus manos de mi entrepierna y abrazándome por el pecho, se reclinó en la cama, hacia atrás, conmigo encima y sin sacarlo.

Cuando empezó a aplacarse mi convulsión, ella me abrazó aún más fuerte por el pecho y con un movimiento espasmódico comenzó a eyacular dentro de mí, mientras resoplaba como el toro más macho de la manada.  En medio de aquello, dimos la vuelta, quedando ahora yo abajo, mientras seguía penetrándome y eyaculando dentro de mí.  Yo, desde esa posición, pujaba y levantaba mi culito para que el ángulo brindara más facilidad de embiste.  Cuando su pene empezó a disminuir sus dimensiones lo sacó y estirando la mano hasta la mesita de noche tomó un miembro de silicona color negro brillante, más grueso y largo que el de ella misma y me lo metió entero, de una sola vez diciendo: para que te entretengas mientras tomo un descansito.  Yo agarré aquel juguetito con ambas manos y empecé a meneármelo, con la mirada perdida y la boca babeando.

No duré mucho en aquel juego, pues mi culito parecía resistirse a ser penetrado por aquel cuerpo extraño, artificial, de manera que me lo saque despacito y acurrucándome quede profundamente dormida.  Me desperté, sin saber cuanto tiempo había transcurrido, al sentir a Veru dándome un excitante beso negro que limpiaba todo mi culito de su semen y nuestras salivas. Para mi alivio vi que su miembro permanecía en reposo y entonces, tímidamente, acaricié sus voluptuosos senos, que ella enseguida me acercó más para que se los mamara; y así lo hice durante un buen rato.

Bueno, dijo ella, vamos a ducharnos y comer algo, pues tenemos que salir a comprar varias cosas que están haciendo falta.  Yo asentí inmediatamente, en parte para descansar de las sesiones de sexo desenfrenado que comenzaban a asustarme.  Calma, dijo, no te asustes, como adivinando mis pensamientos, siempre el principio es más extremo, ya te iras acostumbrando y dosificándolo a tu gusto y conveniencia, confía en mi. Yo para resumir todo mis pensamientos y sentimientos me acerque y le di un beso de enamorada en la boca, mientras nos dirigíamos a la ducha.

Nos bañamos, sin poder evitar tocarnos y provocarnos de alguna manera, pero casi inocentemente, pues no queríamos volver a desenfrenarnos, aunque algo por dentro nos decía que si ese era el caso no había problema.  Nos vestimos y arreglamos. Ella se dedicó a maquillarme y a escoger mi vestimenta, de manera de estar ambas lo más sexy y provocativas posible, picamos algo de pasada por la cocina y salimos abrazadas.

El caminar por la acera y ver las miradas de deseo de los hombres que pasaban cerca de nosotras me llenó de orgullo y una profunda satisfacción que hacía que brotara mi culito.  Se lo comenté a Veru y ella sonrió. Entonces tomando valor me decidí a preguntarle qué había sucedido la noche anterior, de la cual no podía recordar nada.  Ella me abrazó un poco más fuerte pero cariñosamente y comenzó a relatarme que era parte del proceso de mi feminización.  Que anoche mismo había comenzado mi tratamiento bioquímico, el cual podía resultar, en su primera fase, muy doloroso, por lo que decidió provocarme un desmayo de placer, para aplicarme la crema a base de hormonas en mis pechos y pubis, además de colocarme las primeras dos inyecciones, y, aminorando el paso, con su dedo señaló dos pequeños puntitos rojos, uno en cada parte superior de mis muslos, que la corta faldita naranja, dejaba ver.  Por eso es que tus sensaciones al hacer el amor son ahora más intensas y puedes descontrolarte en algún momento, como las convulsiones que experimentaste esta mañana, pero no debes preocuparte pues yo estaré siempre a tu lado, para cuidarte, guiarte, aconsejarte.  Yo la miré fascinada con todo aquello que acababa de oír y no pude menos que darle un beso de amor y gratitud.