Devolviendo la sonrisa a una mami.(II)

La tarde se convierte en noche.

Con un especial saludo para Isabel y Ana.

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La acera era amplia y estaba protegida por una hilera de coches aparcada.  Así como, cada ciertos metros, por árboles jóvenes, de poca altura y algún que otro banco entre medias.

Y, aunque es cierto que ya era de noche, la luz de los escaparates, de las farolas y de una preciosa luna, hacía que se pudiera distinguir a los viandantes, al pasar entre los huecos que dejaban libres.

Me encantaba llevarla a mi lado. Mi mano en su culo y en sus caderas la recorría sin ningún pudor. Y si no fuera porque al lado de los coches aparcados había un continuo goteo de coches, amen de alguna parejita con la que nos cruzaríamos y la hora temprana de la noche. La abría desnudado y llevado a mi lado, por el paseo, desnuda.

No pasaba nada. Volveríamos a una hora más tardía y seguro que podría hacerlo.

De momento me contenté con llevarla a mi lado, aspirar su perfume y robarla unos besos y algún que otro mordisco al pezón que tenía más cerca, por encima de la ropa. No decía nada, pero su sonrisa lo decía todo.

Le pregunté si había sido demasiado lo del pub.  Me miró y solo dijo con una sonrisa: -“ha estado bien”.

  • “Te lo pregunto, porque al final de este paseo hay una rotonda. Si la cogemos hacia la izquierda, te invitaré a unas copas, bailaremos y todo será más…. convencional. Divertido, pero normal.

Si la cogemos a la derecha, te llevaré a un sitio, donde puedes cumplir muchas de las fantasías que tienen las mujeres. Un sitio convencional…..  que permite hacerlas realidad. ¿Qué decides?

Empezó a preguntarme que había, pero no la dejé continuar. – “Lo sabrás cuando lleguemos. Sólo has de decidir entre lo rutinario de nuevo o algo más picante. Si te fías de mí.”

No me cabía duda alguna de lo que elegiría. Pero quería hacerla sufrir un poco.

El sitio que al que la llevaba era un pub con mucha clase, situado en un sótano de un edificio. Muy bien puesto y atendido por la dueña (muy próxima a jubilarse, pero sólo si te fijabas, de lo bien que se cuidaba) y una camarera, simpática y jovencita. El local en cuestión, tenían al fondo una amplia sala con un billar. Seguro que estaría preciosa subida encima desnuda y con todos lo tíos del sitio deseándola. Sabía que a esta hora no habría mucha gente, ni los borrachos de última hora. Y sabía también que no me costaría convencer a la dueña, para que, llegado el caso, nos permitiera cerrar la puerta del billar.

Ella, al principio pareció quedarse pensativa, pero apenas fue un momento. En seguida se quedó tranquila y siguió disfrutando del paseo y mis caricias.

Próximos a la rotonda, había una parada de autobús, de las antiguas de chapa. La detuve detrás de la misma, en que había gente y la pregunté:

  • “¿has decidido?”.

  • “¿Qué es lo que hay a la derecha?”

  • Jejeje.” ¡Desconfiada!

A la derecha hay un pub normal y tranquilo, donde si lo que te he hecho hasta ahora te parecía demasiado; se va a quedar pequeño ante lo que te haré.”

Me miró con cara de miedo y de curiosidad. Indecisa.

  • “No te preocupes. No harás nada que no quieras hacer. Tienes mi palabra. Pero eso sí. Si decides venir harás lo que yo diga y como yo lo diga, por…… seguridad.”

Ahora sí que me miró con cara de miedo.

Me encantaba verla sufrir……… Indecisa.

  • “Vamos. Pero no haré nada que no quiera. ¿Me lo prometes?”.

  • “Por supuesto.”……… “Ahora dame tu sostén”

  • “¿Aquí?”

-  “Si,  claro”.

Empezó, sin saber muy bien cómo,  a intentar quitárselo sin mover el vestido.

Me acerqué a ella la abracé y le dije al oido. –“No mira, así”.

Deslicé los hombros de su vestido. Hizo ademán de cubrirse con las manos, pero muy suavemente mientras bajaba los tirantes bajé por sus brazos colocándolos a los lados del cuerpo. Con cuidado saqué los brazos de las mangas y bajé el vestido hasta la cintura.

El sostén le realzaba los pechos, dejando dos tiesos pezones a la vista.

Ella miraba hacia todos los lados, pero por lo que deduje por su expresión no debía haber nadie cerca.

-“Buenos. ¿Me lo vas a dar?”. La reté, mirándola a los ojos, mientras tendía mi mano hacia ella, buscando que lo pusiera.

Me sonrió y rápidamente se lo quitó y con cierta impaciencia me lo puso en la mano. Quedándose retadora ante mí con los brazos en jarras. Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.

  • “Levanta los brazos por encima del cuerpo y apóyate en la parada”.

Dio un paso atrás y se colocó como le decía. –“ ¿Te gusta así?” me retó.

Lo cierto es que estaba preciosa. Desnuda de medio cuerpo, enseñándome sus preciosos pechos, por detrás de una parada de autobús con una parejita esperando. En una rotonda, por la que pasaban coches. Y por una acera, en la que de un momento a otro aparecería alguien.

Me acerqué y la besé. Mientras mantenía sus brazos en alto, deslizando mi mano por sus axilas, hasta agarrar sus pechos. Bajé y le mordí y succioné ambos. Volví a sus labios. Mi mano bajó y encontré su coño muy mojado. Mi dedo localizó su clítoris y jugué un momento con él, para acto seguido recorrer sus labios.

Me separé y llevé ese dedo a mi boca. Mientras ella me miraba, aún jadeante; sorprendida de que me hubiera retirado. – “¿seguimos?”.

Me miró. Se subió el vestido y echó a andar para salir de la protección de la parada de autobús, mientras me decía. –“Eres un cabronazo”.

En ese momento, casualmente llegó el autobús a la parada. Paró. Subió la parejita que no se había dado cuenta de nada, ya que supongo que ellos también habrían estado entretenidos y bajó una pandilla de chicos y chicas. Su cara de pronto reflejó lo que hubiera podido pasar si hubiéramos seguido donde estábamos.

La giré, la di un beso rápido y la cogí de la mano, arrastrándola hasta el otro lado de la rotonda.

-“Sabes muy bien”, le dije mientras le lanzaba una sonrisa socarrona. Se quedó sin saber que decirme, lo que aproveché: –“Pero vas a saber aún mejor”.

Volvimos a cruzar, otra de las calles de la rotonda y desembocamos a una calle paralela y pegada a la principal, que servía de aparcamiento al edificio. Un poco más allá estaba la acera propiamente dicha, más pequeña, que daba acceso a escaleras para subir a los portales y bajar a los locales.

Había jardines con setos y plantas, de una cierta altura. El local al que íbamos estaba muy próximo. Pero antes había un portal, con una larga escalinata semicircular.

Me dijo- “Espera, que me está molestando el zapato”. Se sentó en la escalinata, con las piernas juntas, se quitó uno e hizo como si quitara tierra del zapato y del pie. Volviéndoselo a poner.

Era una escalera de altura como de una persona, con unos 15 escalones amplios. El portal casi debería estar como un a entreplanta, próximo a un primero. Ella se había sentado a mitad de escalera por comodidad. Veía sus piernas y estaba encantado.

Ella levantó la vista y debió ver cómo a miraba. –“¿Te gusta lo que ves?”

-“Mucho” contesté.

Dejó caer los tirantes hasta los codos y sus pechos aparecieron. Se recostó hacia atrás y abrió las piernas. Me ofrecía su coño, sus pechos y una mirada retadora, de esas cuando una mujer sabe que la desean y que tiene el mando.

En ese momento, me provocaba esperando que la follara. No sé cual de los dos tenías más ganas. Habíamos caído presa de nuestro propio juego.

-“Has quedado gravada en una foto mental para siempre”.

-“¿Tan bien estoy?”

-“Espectacular”

-“Espera. Sácame una foto, que no tengo ninguna así”. Y sacó su móvil del bolso.

Me dediqué a sacarle unas fotos, tras lo cual le devolví el móvil.

Ella miró las fotos y sonrió.

La cogí de la mano y la levanté. Nos fundimos en un apasionado beso al que siguieron nuestras manos. El deseo nos empujaba. Mis manos se perdían por su cuerpo, bajo su vestido. Nos besábamos, nos mordíamos. Apenas sin un momento para respirar. Lanzados el uno contra el otro en una curiosa lucha cuerpo a cuerpo.

La cogí y levanté su cuerpo hasta quedar sus pechos en mi cara. Ella misma se abrió el escote dejando sus pezones en mi boca. Abrazándome la cabeza, intentando tapar mi cara con sus pechos. Perdidos ambos en el deseo.

La volvía dejar y en el suelo y la arrastré un poco más adelante hacia las escaleras que bajaban. Estaban rodeadas de una pérgola, con vegetación a los lados, que protegían la escalera y nos proporcionaron un sitio discreto.

Allí le bajé el vestido a la cintura y me dediqué sus pechos. Mi brazo la sujetaba y con la otra mano, recorría su coño. La pajeaba con furia y ella que me correspondía de igual manera. De puro nerviosismo, aunque me tocaba no era capaz de dar con la cremallera del pantalón. Estaba muy mojada. Jadeaba y me miraba, reclamando mis besos.

Estábamos en la entrada de un pub, protegidos apenas por unos matojos de vegetación y nos importaba un comino. De pronto la sirena de un coche de policía nos devolvió a la realidad.

Estaba la carretera. La vía de servicio con dos hileras de coches aparcados a cada lado. La acera. Y nosotros a medio bajar la escalera a un sótano, rodeado de vegetación. Pero aún así nos sorprendimos. En seguida vimos pasar un poco más allá las brillantes luces azules de un coche de policía.

Rápidamente se subió el vestido.

Le dije: - “Mejor pasamos dentro” y tiré de ella para terminar de bajar las escaleras, hasta la puerta iluminada del pub.

Tiré de la puerta y ¡Sorpresa!. Estaba cerrado. Las luces encendidas, el rotulo encendido y no era muy tarde. Pero la puerta cerrada.

Lo primero que se me ocurrió es que igual se había jubilado. Claro que, conociéndola, igual la dueña estaba sola y bien acompañada en la sala de billar. Por lo que quizás había cerrado la puerta, para evitar interrupciones. Por eso las luces y el rotulo estaban encendidos. Me alegro por ella, pero con el calentón que llevábamos nos había hecho polvo.

Tras un momento de indecisión la conduje, escaleras arriba. Una vez en la calle no sabría decir cual de los dos estaba más contrariado. Empezamos a hablar un poco sin saber qué decir, pero eso no podía quedar así.

La cogí y la empotré contra un coche mientras empezaba de nuevo a besarla. Esta vez no se iba a escapar. Tampoco ella lo pretendía. Me respondió pegándose a mí y buscando mi polla con su mano.

Teníamos ganas el uno del otro y no nos importaba, ni el sitio, ni de haber habido gente, que miraran.

Tiré de su falda hacia arriba y me colé entre sus piernas. Ella esta vez no se cortó y se lanzó por la hebilla del cinturón. Bajé sus tirantes y mordí sus tetas. Chupé sus pezones. Estaba desbocado.

Mis pantalones cayeron al suelo y me agarró la polla sin ninguna delicadeza. Inició una paja, con más ganas que técnica, muy poco delicada. Se notaba que tenía mucha urgencia.

En eso de nuevo frente a nosotros pasaron unas luces azules a toda velocidad.

Ella se agachó y se la metió en la boca. Pude notar como trataba de tragarla entera. Noté perfectamente sus dientes y como succionaba con ganas. Sólo podía pensar en que la iba a destrozar a pollazos. ¡Dios! ¿dónde estaban mis preservativos?

Miré al suelo y aun lado más allá estaba el sujetador que se había caído de mi bolsillo y pude ver uno de ellos.

La levanté, le di la vuelta y la apretujé contra el coche. Me agaché y estiré mi mano. Cogí el primero que pude. Y mientras hundía mi cara en su coño y empezaba a recorrerlo con la lengua. Lo abrí. Me levanté y me puse el preservativo con una maestría y rapidez que nunca habría pensado que tuviera. Y entré dentro de ella.

En ese momento pasaban más luces azules, varias, así como luces amarillas o rojas. No sé si bomberos o ambulancias. No sé qué pasaba, sólo sentía su coño húmedo. Entraba y salía hasta el fondo sintiendo cada pliegue. Sintiendo el fondo de su vagina. Apretándola contra mis caderas con mis brazos. Ella con sus tetas pegadas al coño y echando el culo para atrás para notarla aún más adentro. Mientras gemía y me decía de todo, como:

-“Así, fóllame, hasta dentro. Más fuerte cabrón…..”, completamente desatada.

Paré y se la saqué. Le di la vuelta. Me agaché y la cogí de debajo de las piernas, la levanté contra el coche y al subir, mi polla entró sola. Esta vez la tenía dónde yo quería. Ella abrazada a mí, comiéndome la boca como una posesa. Entrando y saliendo de ese coño bien abierto, sin compasión alguna. Se oían sirenas, nuestros gemidos, ruido de algo encharcado golpeado. Nuestro orgasmo se juntó con los ruidos y las luces de colores. Ella gritó y yo noté como si un cubo de agua cayera. Aguanté un poco más, pero era demasiado para poder resistirlo y me vacié dentro de ella como si me fuera la vida. Mientras, seguía follándola más y más fuerte. Ella volvió a gritar. Seguía corriéndose. Seguro que estaba notando como me corría dentro de ella.

Paramos y nos miramos jadeantes. Ella en mis brazos, bien abierta de piernas contra el coche. Colgada de mi cuello, con su cara a pocos centímetros de la mía. Nos fundimos en un beso, esta vez más pausado y profundo, más dulce. Solté primero una de sus piernas y después la otra, rodeando su cintura con mis brazos, mientras la estrechaba contra mí y nuestro beso amenazaba en volver a pasar de lo dulce a lo salvaje.

Nos miramos de nuevo y esta vez miramos alrededor. Nuestras cosas estaban desperdigadas a nuestro alrededor. Su bolso, mi cartera y mi móvil, su sostén, preservativos, algunas monedas… Si hubieran querido robarnos ni nos habríamos entrado.

Le dí un piquiño en los labios y empezamos a recomponernos y recoger todo. Estábamos muy mojados de cintura para abajo, además de haber sudado lo nuestro. Pero estábamos contentos.

Iniciamos el camino de vuelta con una sonrisa y todavía vimos algún que otro coche de policía, esta vez sin prisas y sin luces.

Aunque empezaba a ser tarde, sabía que podría llevarla a algún sitio a tomar algo, para compensar lo mucho que habíamos sudado. Y por otro lado, aún quedaba el plan B, por llamarlo así, ya que no era nada planificado. Por el que había aparcado donde lo había hecho cuando llegamos; por si cuando volviéramos, aún queríamos más.

En ese momento estábamos muy bien. Pese a que no había salido las cosas como pensaba, lo estábamos pasando bien. Había conseguido lo que buscaba. Que ella se sintiera bien consigo misma. Que volviera a salir la mujer y se sintiera bella y deseada. Incluso había salido una fierecilla que debía haber estado mucho tiempo oculta y contenida.

Aún así no me engañaba. Este era un primer paso. Mañana vendrían los remordimientos que podrían hacer que volviera a cerrarse de nuevo o incluso negarse a volver a hacer nada más. Pero de momento, lo más importante y urgente, llevarla a tomar algo y que recuperara el líquido que había perdido. Y mientras hablaríamos y veríamos que hacíamos a continuación.