Deudas de drogas 3
Las exigencias son cada vez mayores y la situación se torna cada vez más complicada.
Llevaba unos días sin saber de mi hermano, por lo que decidí llamarle. Y aunque no podía explicarle lo del Hospital ya que desconocía mi trato con Héctor, tenía que evitar que mi novio descubriese la mentira.
- ¿Iván?, ¿Cómo estás?
- ¿Qué como estoy?, como voy a estar, ¡jodido!
- Lo comprendo cariño, lo comprendo… ¿Y cómo va el asunto del dinero, has podido conseguir algo?
- ¡Y de donde quieres que lo saque!, es más dinero del puedo conseguir con un año de trabajo, y por si lo has olvidado no tengo trabajo
- Ya lo sé, pero tienes que hacer algo, debes conseguir ese dinero rápidamente antes de que se te acabe el tiempo.
- Rápido, rápido… ¡Que fácil es para ti decirlo!. ¿De donde quieres que lo saque?, ni robando puedo conseguir tanto.
- Pues has de pensar algo pero esto tienes que solucionarlo antes de que a ese hijo de puta se le acabe la paciencia.
- Ya lo he pensado. Me piro. Me largo al extranjero donde no puedan dar conmigo.
Casi me fallan las piernas cuando oí esa frase. No sabía el problema en el que me metía si desaparecía de repente y aunque me entraron ganas de explicarle la verdadera situación, no me atreví a hacerlo. Estaba tan desesperado que si se enteraba de la realidad podría cometer alguna locura.
- No me parece buena idea Iván, tenemos que buscar una solución y resolver definitivamente el problema. Desapareciendo no harás mas que empeorar la situación y tarde o temprano darán contigo. Esta gente tiene contactos por todo el mundo y no estarás seguro en ninguna parte.
- Donde no estoy seguro es aquí. ¿Cuánto plazo te dieron?. ¿Ya se está agotando?, porque no se como piensan que puedo reunir tanto dinero en tan poco tiempo. O me marcho o me entrego y que hagan conmigo lo que quieran.
- ¡No!, eso no. Eso sería rendirse. Además estos criminales no dudarían en matarte y si no lo hiciesen, lo que te espera….bueno, mejor que no te cojan.
- Hermanita… no se que hacer…
Y rompió a llorar como aquel niño que tantas veces tuve que consolar entre mis brazos.
- Escucha Iván, encontraremos una solución, te lo prometo. Tú de momento no salgas de casa, ni abras la puerta ni descuelgues el teléfono. Diré a todo el mundo que estás ingresado en un hospital. Y de drogas nada de nada, eso se ha acabado, ¿me entiendes?. Ahora es momento de pensar con claridad y no correr más riesgos.
Cuando colgué el teléfono me invadió una tristeza enorme. Nunca antes lo había visto tan desesperado y a pesar de su aparente bravuconería no dejaba de ser un joven inmaduro y sin horizonte. No pude evitar derrumbarme y llorar durante varias horas.
Aquello era un laberinto sin salida en el que todos los caminos conducían a un mismo destino, al cerdo de Héctor. Nuestras vidas dependían exclusivamente de él, y no parecía una persona comprensiva que pudiese entender nuestro problema y ofrecernos una salida más allá de tenerme como su puta hasta que se hartase de nosotros. Si hubiese sido más inteligente hubiese hablado este tema con mi novio y entre los dos podríamos haber pedido un préstamo y saldar las deudas de mi hermano. Por lo menos el banco no te mata si no pagas. Pero en este punto ya no podía contarle la verdad, ¿cómo le explicaba ahora que llevaba ejerciendo de puta para un mafioso?.
Por si las cosas no estaban suficientemente mal, una llamada personal de Héctor terminó por complicarlo todo aun más.
- Buenos días putita
Su voz no sonaba para nada amable. Mi corazón se disparó vertiginosamente.
- Buenos días Don Héctor
- Buenos días de momento porque pueden dejar de serlo. No voy a andarme con rodeos, soy hombre de pocas palabras. ¿Tenéis ya mi dinero?
- Todavía no Don Héctor, hemos tenido muy poco tiempo, es mucho dinero y necesitamos un poco más de…
- ¡Basta de excusas! –interrumpió de forma brusca- Tu hermanito sabía lo se jugaba cuando se metió en este negocio. Estoy perdiendo mucho dinero cada día que pasa sin que me pague. Ya lo podía haber doblado o triplicado en este momento. ¿Crees que tus servicios valen tanto dinero como para que pueda seguir esperando?. Ninguna de las zorras que tengo valen tanto, y tu menos que ninguna. Estoy pensando que quizá le sirvas de desahogo a mi Patoon, últimamente está muy salido. Creo que te gustará, es un Gran Danés con una polla gigantesca que te hará gozar como la perra que eres.
Una vez más volví a orinarme encima. Estaba muy enfadado. No pensé que fuese a reaccionar así tan pronto, creí que estaba satisfecho con mis servicios y que eso me daba más tiempo, pero estaba equivocada, le había valorado mal, muy mal.
- No se que hacer contigo. Serías un buen divertimento para mis hombres antes de sellarte el pasaporte. O quizá podría ganar algo de dinero vendiéndote a Doña Mercedes, tienes madera de puta y con un poco de preparación satisfarías todos los bajos instintos de su clientela. Además, creo que te sentaría bien el cuero y las cadenas. En cuanto a tu hermanito, ese ya es hombre muerto. No ha tenido el coraje de dar la cara y responder de sus actos. Es un puto cobarde de mierda que no merece vivir.
- Si a mi hermano le ocurre algo ya puede despedirse de mí – le contesté con una altiva estupidez -
- ¡Ja, ja, ja!, estúpida puta. ¿Acaso piensas que me interesas?, Si estás viva es porque me gusta como la chupas, pero como tú las tengo a decenas, más putas y más complacientes que tú. Cuando viniste a mi casa a suplicar por tu hermano me impresionó tu carácter y tu valentía, no como el miserable de Iván, y por eso te concedí el tiempo que me pedías, por eso y por que quería ver hasta donde eras capaz de llegar. No juegues con mi paciencia porque de eso tengo bien poco.
Al igual que tu polla, pensé.
- Bien, te daré unos días más, pero para ganártelos tienes que volver a servirme y esta vez no te va a resultar tan cómodo. A ver si eres capaz de estar a la altura de las circunstancias porque me cuestas muy cara para lo poco que me ofreces. ¿Qué talla de ropa usas?
- La 40
- Bien, ya buscaré algo apropiado para ti. Seguro que mis putitas tienen lo que necesitas. Pasado mañana a las 12 en la discoteca Victoria. ¡Ah!, se me olvidaba, no debes preocuparte por tu novio, mañana sale de viaje y estará fuera toda la semana.
No supe que contestarle, ¿como conocía a mi novio?, ¿cómo sabia que mañana salía de viaje si a mi no me había dicho nada?, ¿también controlaba su vida?.
- Y recuerda, esta vez vas a tener que superarte y mucho. Defráudame y se acabó el juego.
Y colgó el teléfono. Nada más colgar volvió a sonar nuevamente. Esta vez era mi novio.
- Hola cariño, ¿con quien hablabas?, vaya parloteada que te has metido, no hacías mas que comunicar. Bueno, es igual, ahora tengo prisa. Mañana salgo de viaje temprano con el jefe. No sé cuanto tiempo estaré fuera pero me ha dicho que me lleve ropa para una semana. Anda, cielo, prepárame la maleta que cuando llegue a casa será muy tarde y estaré cansado. Y necesito guardarme un poco de fuerzas para llevarme tu mejor recuerdo para que me dure toda la semana. Un beso cariño. Luego nos vemos. Ciao.
Otro para ti, pensé mientras dejaba el teléfono sobre la mesa. Este Héctor estaba resultando más influyente de lo que me imaginaba, ¿también era capaz de manejar al jefe de mi novio?, ¿hasta donde podría llegar?. La situación se estaba complicando por momentos, ahora mi novio formaba parte del problema sin él saberlo y yo no podía permitirme que le sucediese nada. Realmente estaba asustada, Y lo de pasado mañana amenazaba con enfrentarme a situaciones que pudieran sobrepasar mis límites. Traté de no pensar demasiado y centrarme en preparar la maleta para mi novio.
Aquella noche volví a entregarme totalmente. Necesitaba hacerle el amor con pasión y convertirle en el hombre más feliz del mundo pues lo que nos deparaba el mañana era una pura incógnita, y por otra parte necesitaba practicar todas las formas de sexo posibles ya que a la noche siguiente iba a necesitar de toda la experiencia acumulada.
En la puerta de la discoteca Victoria se arremolinaba una gran cantidad de público tratando de que les dejasen pasar. Los gorilas de la puesta estaban siendo muy estrictos a la hora de permitir la entrada, y como no, entre ellos, el gorila de Héctor que se había convertido en mi sombra. Alzando los brazos me hizo un gesto para que pasase. No le resultó muy difícil abrirme un pasillo entre la gente para que pudiese acceder cómodamente.
- Buenas noches, preciosa
Su saludo había sonado amable y su sonrisa parecía denotar cierta simpatía hacia mí. Me tomó del brazo y me llevó a través de la sala repleta de público a una zona en la parte alta que parecía reservada a los clientes VIP, por supuesto con su gorila en la puerta de acceso. Allí estaba Héctor con varios hombres más, así como algunas chicas que por su aspecto parecían pertenecer a su harén de putas.
- Bienvenida señorita Victoria –gritó Héctor alzando su cubata- Bienvenida a este humilde antro de perversión –y rompió a reír como un poseso- ¿Le habéis traído el uniforme a Victoria? –preguntó dirigiéndose al resto de las chicas-
Dos de ellas me acompañaron a unas habitaciones que evidenciaban el sentido de aquel lugar. Aparte de camas disponían de todo tipo de accesorios sexuales, desde los más normales hasta los más perversos. Aquello no pintaba nada bien para mí. Entre las dos chicas me desnudaron por completo y me entregaron como única vestimenta una camiseta de tirantes tan ajustada que casi no pude ponerme y una minúscula minifalda plisada que dejaba ver toda la parte baja de mi culo. Y para completar el uniforme, unas sandalias con un tacón altísimo sobre el cual me costaba mantener la verticalidad. Por descontado no había ropa interior. No me molesté en preguntar por ella.
Cuando volví a la sala donde estaban los hombres, todos coincidieron en halagos y felicitaciones por mi belleza. Hugo me tomó del brazo, me llevó a un rincón de la sala y se dirigió, cubata en mano, a todos los presentes.
- Amigos, señoritas, les presento a Victoria. Ella va ser la invitada de esta noche. Antes de nada os tengo que avisar de que Victoria es una mujer especial, ella no es como las demás, no ejerce. Es una simple ama de casa que su novio nos presta para que pasemos una noche divertida.
Las risas envolvieron la sala y la mayor de las vergüenzas se apoderó de mí. Nombrar a mi novio había sido un golpe muy bajo y tratarlo como un cornudo consentido aun peor.
- Pero no creáis que por eso Victoria no va a saber complaceros, en absoluto. Os aseguro, y se perfectamente de lo que estoy hablando, que es una experta en cada una de las artes amatorias y esta noche ha venido aquí para eso, para demostraros a todos u cada uno de vosotros de lo que es capaz.
Sus palabras estaban llenas de rencor y malicia. Estaba tratando de hacerme daño y ponerme a los pies de los caballos. Ahora ya nadie tendría miramientos y me usarían a su antojo exigiéndome todo aquello que les apeteciese, debiendo complacerles plenamente en todo. Ya me había avisado, si le defraudaba se terminaba todo. Mi vida y la de mi hermano dependían que como superase este trance.
En un primer momento no pareció que me prestasen excesiva atención. Si, me decían cosas sugerentes e incluso alguno me tocó el culo, pero aquello parecía más un acto social que la previsible orgía que se avecinaba. Tomé una copa de cava y me detuve frente a una inmensa cristalera desde la que se veía toda la discoteca. Era de esos cristales que solo se ven desde un lado y que vistos desde el otro son unos grandes espejos. Perfectos para vigilar a la clientela. Absorta como estaba en mis terribles pensamientos, uno de los hombres se colocó a mi lado
- ¿Es cierto que no ejerces?
- Es cierto –le dije-
- ¿Y como es que estás aquí?
- Es una larga historia. Pregúntele a Don Héctor que se lo sabrá explicar mejor que yo.
- Entiendo, le debes algo.
- Mas o menos
- ¿Y de verdad eres experta en todas las prácticas sexuales?
Le miré con cara de cordero degollado y le pregunté con la mirada ¿y a usted que le parece?. Antes de que pudiese decirme nada otro de los hombres notoriamente ebrio me tiró del brazo haciendo que derramase la copa de cava y me llevo junto a otros dos que estaban sentados en un sofá acompañados de sendas chicas. Se acomodó en un sillón contiguo y me sentó sobre sus rodillas. Colocó sus manos sobre mis muslos y las deslizó hacia arriba por la parte interior hasta alcanzar mi sexo. Los otros hombres, y también las mujeres, le coreaban.
- Vamos a ver que cochito nos ha traído el bueno de Héctor para disfrutarlo esta noche.
Unos finos y largos dedos empezaron a hurgar entre mis pliegues vaginales. Enseguida les sentí dentro.
- Abre las piernas y déjanos ver tu tesoro
Otro de los hombres, al contemplar mi sexo, exclamó casi horrorizado
- ¡Pero como, no está depilado! Esto hay que arreglarlo inmediatamente.
Y una de las chicas sacó de su bolso una cuchilla de afeitar y un tubito de crema hidratante que utilizó a modo de espuma. Ella misma se encargo de extendérmela procurando de paso ofrecerme algunas caricias muy evidentes. Finalizado el previo, pasó la cuchilla una y otra vez hasta no dejarme un solo pelo, tanto por delante como por detrás. El espectáculo había congregado a casi todo el personal que asistía expectante al acto depilatorio. Cuando por fin hubo concluido, la chica firmó su trabajo besándome el clítoris, que se destacaba visiblemente una vez eliminado el vello. El aplauso fue unánime. Eso la animó a proseguir con lo que había iniciado y se dedicó a comerme el sexo delicadamente. Como se encontraba a cuatro patas, otro de los hombres consideró oportuno situarse tras ella, deshacerse de su tanga y follarla inmediatamente. Sentí sobre mi sexo el aliento de su gemido cuando fue penetrada. Aquello fue el detonante de todo lo que se desencadenaría después. Todos follando con todos y en medio de semejante orgía estaba yo, protagonista de la noche, como estrella brillando en el escenario. Iba de mano en mano y de polla en polla, como un pelele manteado, tratando de cumplir las expectativas que el vigilante Héctor esperaba de mí.
Llegó un momento en el que estaba desubicada por completo, sentía manos acariciarme por todo el cuerpo, penes que pugnaban por introducirse en mi boca y a los que no podía atender al mismo tiempo, pollas que entraban y salían de mi sexo continuamente en una vorágine sexual descontrolada. Alguien gritó por detrás mío
- Que nadie se corra dentro de ese chochito que yo todavía no lo he probado. Para eso tenéis los otros.
Tan apenas podía ver lo que sucedía con las otras chicas, estaba demasiado ocupada atendiendo lo mío. Una vez más fui llevada en volandas esta vez a uno de los dormitorios que había visto nada más llegar. La luz era muy tenue. Uno de los hombres se tumbó sobre la cama y me invitó a que me sentase encima y cabalgase sobre él. Algunos hombres se iban acercando y uno tras otro me follaban consecutivamente la boca. Ya no sabía quien era quien ni cuantas veces había follado can cada uno. Alguien preguntó sarcásticamente
- ¿Todavía nadie ha probado ese culito?
Y se colocó detrás de mí empujándome hacia delante. El muy bestia no usó mas lubricante que su propia saliva y de esa guisa trató de introducírmela por el culo. El dolor era tremendo, no estaba teniendo ningún cuidado y la falta de lubricación dificultaba la penetración. No pude más y emití un evidente grito de dolor.
- ¿Te quejas puta?, ¿no decías que eras tan experta?, a mi me parece que este culito todavía no está hecho, pero no te preocupes que de eso me ocupo yo.
Y continuó forzándome tratando de meterla como fuese. Afortunadamente una de las chicas había oído mis quejidos y acudió con un bote de gel lubricante. Pudo entretenerle lo suficiente chupándosela mientras me aplicaba una buena dosis de lubricante al tiempo que con sus dedos trataba de dilatarme el ano. Hizo lo que pudo porque el bestia no tardó en volver a la carga con mi dolorido culo. Esta vez sí pudo penetrarme y eso le proporcionó una desbordante alegría como si de una épica victoria se tratase. Me enculó inmisericordemente hasta que no pudo aguantar más y se corrió dentro. Cuando me liberó sentí un alivio inmediato pero me había dejado tan dolorida que parecía no haber terminado todavía. Mientras tanto continuaba cabalgando sobre otro de los invitados de Hector que ajeno a todo solo buscaba correrse, cosa que para mí resultaba harto complicado ya que ni estaba excitada ni podía disfrutar con el daño que me habían hecho. Pero antes de que pudiese relajarme, un segundo hombre se colocó dispuesto a terminar de romper mi castigado culo. No pareció importarle demasiado que otro hombre antes que él me lo hubiese llenado de esperma, tan solo pidió un kleenex con el que me limpió exteriormente y seguidamente me la metió con suavidad. Esta vez el camino ya estaba franco y la lubricación rebosaba por mi ano, pero lo tenía tan dolorido que cada vez que empujaba veía las estrellas. Todo lo demás me daba igual, tan solo rogaba porque nadie más quisiese metérmela por ahí y porque quien lo hacía en ese momento acabase cuanto antes. El que acabó primero fue quien tenía debajo, que se corrió como si la vida le fuese en ello, exteriorizando tal disfrute que en circunstancias normales hubiese servido para excitarme a mi. Una vez hubo concluido se retiró de debajo y me dejó sola con mi ocupante trasero, quien aprovechó para tumbarme en la cama y continuar con su trabajo. En esa posición resultaba mucho más doloroso, el roce era mayor y también lo era la resistencia a la penetración. Estaba haciendo todo lo posible por aguantar y complacerles, pero ya no podía más y rompí a llorar entre disimulados sollozos. En ese momento pasaron por mi mente mis seres queridos, mi hermano, mi novio, mis padres… supongo que me acordé de ellos porque eran quienes me proporcionaban cariño y protección, precisamente todo lo que ahora me faltaba ahora. ¡Me sentía tan sola y desprotegida!
Finalmente, el segundo de mis torturadores anales también se corrió dentro. Cuando me abandonó ya no sentí el alivio de la primera vez, ahora el dolor era continuo. Entre lágrimas, llevé instintivamente la mano al ano y me lo toqué como quien se toca la cabeza después de un golpe. Cuando miré el dedo sucio de semen pude apreciar que también se había manchado de rojo. Entonces mis sollozos se convirtieron en desconsolado llanto.
Durante unos minutos parecía que todo el mundo se había olvidado de mi, se les oía reír desde la sala VIP y como follaban en otras habitaciones. Esta vez no había podido superar la prueba y eso me aterraba. Si alguien más solicitaba mi culo ya no podría entregárselo y si hacía obligadamente, el dolor que tendría que soportar sería insufrible. Me quedé sola en la habitación, tumbada boca abajo tal cual me había dejado el último de los hombres, llorando y maldiciendo mi suerte, cuando alguien entró y se sentó a mi lado. Su sola presencia me aterrorizó e hice un gesto de protección envolviéndole en mi misma en posición fetal.
- Tranquila muchacha, no tengas miedo
Era la voz del hombre que al principio de la noche me había hablado junto a la cristalera. Abrí los ojos y le vi allí sentado en la cama, junto a mí, completamente desnudo. Tenía que evitar que me tomase por donde yo no quería y para ello tomé la iniciativa buscando su pene con mis labios, en la confianza de que le gustase lo suficiente como para no reclamar otra cosa.
- Quieta, quieta, no he venido a por eso. Acabo de saciarme con una de las chicas y necesito un ratito de reposo antes de tener más jarana.
Y al mirarme a los ojos dijo
- Estas llorando – y continuó - tú no eres como las demás, tú no deberías estar aquí. No se en que lío te has metido con Héctor, pero tú no eres de esa clase de mujeres. ¿Eres yonki?
- No. – le contesté escuetamente -
- Pues con Héctor o es asunto de drogas o de putas, y tú de lo segundo no eres, así que ya me contarás
Yo no quería hablar del tema, no sabía quien era ese hombre ni que relación tenía con Héctor pero por otra parte me inspiraba confianza y en ese momento necesitaba alguien a mi lado que pudiese echarme una mano si algún otro hombre me quería complicar la noche.
- Esto es cosa de mi hermano. Estoy pagando una deuda suya.
- ¡Este cabrón de Héctor no tiene miramientos, hacerte pasar por esto sin tener ninguna culpa!. Nunca ha sabido diferenciar a una persona honesta del resto de la escoria con la que trata. Pero hay personas a las que se les debe respetar y no someterlas a vejaciones por culpa de lo que otros puedan hacer. Eso nunca lo ha entendido.
No tenía ni idea de quien era, pero sus palabras era lo único amable que había escuchado en toda la noche. Estaba sola, no tenía a nadie que me protegiese, así que me aferré desesperadamente a él para que me sacase de allí.
- Sácame de aquí por favor. Llévame donde tu quieras y haré todo lo que tu me mandes, pero sácame de aquí, ya no soportaría que nadie más me tocase esta noche.
- Hablaré con Héctor, eres de su propiedad y sin su consentimiento nada puedo hacer a no ser que me enfrente a él, y eso no sería conveniente ni para ti ni para mí en estos momentos.
Cuando se levantaba dirigió su mirada a mi cuerpo desnudo y se detuvo en el culo
- Estás sangrando
Me asusté mucho. Que la sangre fuese tan evidente a la vista significaba que mis heridas eran más importantes de lo que yo creía. Ciertamente el escozor no había cesado en ningún momento. Instantes después una par de chicas vinieron con un botiquín de primeros auxilios para atender mi ensangrentado culo. Detrás entraron Héctor y mi desconocido amigo.
- Tienes mucha suerte de alguien se haya interesado por ti –dijo Héctor en tono burlón- pero me has fallado, me has demostrado que no estás a la altura de las circunstancias y así ya no me eres útil. Lamentablemente no tengo otra opción que cancelar el trato y exigirte el pago inmediato de la deuda.
Dicho esto se dio media vuelta y desapareció de la habitación sumándose nuevamente a la fiesta que se celebraba fuera. Tras una improvisada cura, mi anónimo protector permaneció a mi lado tratando de calmarme y restando importancia a mi intenso dolor.
- Solo es una pequeña fisura, nada importante. Mañana acudirás a la consulta de un médico amigo mío, de total confianza y te dirá como curarla, aunque no debes preocuparte pues estas fisuras cicatrizan por si solas sin mayor problema. Con higiene y cuidado al ir al baño, en unos días estarás como nueva. Y por tu problema económico no te preocupes, encontraremos una solución que satisfaga al usurero de Héctor.
Héctor ya había conseguido humillarme y por tanto dejaba de tener interés para él, pero ahora parecía abrirse una ventana a la esperanza con la aparición de este samaritano al cual no me atreví ni a preguntar su nombre. Cuando por fin salimos de allí me dejó a los cuidados de una de las chicas asistentes a la fiesta. Él no podía acogerme. Estaba casado.